La Revista Iberoamericana de Educación es una publicación editada por la OEI 

 ISSN: 1681-5653

Está en: OEI - Revista Iberoamericana de Educación - Columna de opinión

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  Opinión

Fracaso escolar, incivismo juvenil. Reflexiones sobre alguna de su causas
Antonio Pellicer Honrubia

Durante años se interpretó que la educación de cariz progresista y democrático debía dejar que los niños y las niñas se desarrollaran libremente, y, para no obstaculizar su libertad, era necesario que el adulto no hiciera imposiciones ni les coaccionara de ningún modo.

En mi opinión fue un error en el que caímos muchos padres hace ya años, y siguen cayendo otros muchos ahora.

Entiendo que la educación, progresista, democrática, seria y humanamente constructiva, no lo es por dejar hacer a los niños y niñas todo lo que estos quieren y cuando quieren, sino que, teniendo en cuenta sus necesidades como personas, les ayuda a satisfacerlas, pero con un respeto absoluto para el conjunto de las exigencias familiares y sociales elementales, de tal modo que sea posible una convivencia democrática, y por consiguiente, razonable y respetuosa, con la libertad lícita y necesaria de los demás.

La educación ha de ayudar a los niños y niñas a desarrollar recursos y posibilidades que le permitan el ejercicio de la libertad, y la educación, familiar y escolar, debe hacer libres a los niños y las niñas, no dejándoles hacer todo aquello que estos quieren, sino dándoles fuerzas y facilitándoles recursos, para aumentar sus diversas posibilidades como personas.

Dejar que un niño pequeño, por ejemplo, se adentre en el mar, el solo, sin ayuda, cuando aun no sabe nadar ni defenderse de las olas -con el consiguiente riesgo de morir ahogado-, bajo el pretexto de que ha de ser libre, coincidiremos todos, que seria una irresponsabilidad absoluta. Esto que se ve muy claro porque pone en peligro la integridad física del niño, no está tan claro en otros aspectos que afectan a su integridad psicológica y moral.

Cuando se habla de libertad, debemos también hablar de responsabilidad, y, pese a que a alguien no guste, de cierto grado de coacción.

No existe libertad sin responsabilidad, ni es posible la educación sin un cierto grado, medido, razonable y justo de coacción, de imposición.

Desde una posición, llamémosla progresista y democrática de la educación, podemos renunciar a muchas imposiciones, debemos renunciar a todas la imposiciones inútiles, innecesarias e injustas, pero no podemos renunciar a una cierta medida de imposición obligada en beneficio del desarrollo integral de los niños y las niñas.

Es preciso eliminar todas las imposiciones y coacciones que frenan o obstaculizan el desarrollo de las facultades de los niños y las niñas, pero al mismo tiempo, es necesario imponer todas aquellas normas y pautas de comportamiento, necesarias para que les ayuden a ser personas, en el más amplio sentido de la palabra, y que les ayuden a entender también, cuales son sus responsabilidades como seres humanos, de manera que comprendan que, justamente al lado de sus derechos, que deberán ser respetados ineludiblemente, están sus deberes, como están también los derechos individuales y colectivos de los demás, que, del mismo modo que los suyos, deben ser escrupulosamente preservados.

Es ya un tópico, pero creo que hay que repetir a nuestros chicos y chicas, sin ningún tipo de complejo, que su libertad no es absoluta, que no puede serlo de ningún modo, porque hay que armonizarla con la libertad de los demás, y que por consiguiente, y ahí va el tópico, su libertad termina donde empieza la libertad de las otras personas.

El objetivo de la libertad, en la niñez y la adolescencia, debe, fundamentalmente, posibilitar el desarrollo y uso pleno de las facultades de los muchachos y muchachas, facilitándoles los recursos y las fuerzas necesarias para vivir y gozar realmente de la libertad, al tiempo que aprenden a hacer un uso correcto de la misma.

Cuando se habla de que hay que ejercer la autoridad sobre los niños, por parte de los padres y de los maestros en esta etapa de sus vidas, hay que señalar que la autoridad es necesaria, imprescindible, para establecer puntos de referencia para que regulen sus comportamientos, y también, para compensar el sentimiento de debilidad que todos los niños y adolescentes tienen, aun los que no lo aparentan, y es precisamente porque ellos todavía no tienen suficiente seguridad, que precisan estar seguros de aquellos de quienes dependen. Y flaco favor hacemos los adultos a los niños, cuando no somos capaces de ser puntos de referencia razonablemente estables para ellos.

Pero es necesario que los adultos distingamos entre autoridad y autoritarismo. Si la autoridad es imprescindible y es buena, como hemos señalado, el autoritarismo, es del todo negativo, porque al ser irracional y arbitrario, niega a los chicos y chicas el derecho a su autonomía personal .

El objetivo de las actitudes autoritarias, aunque se diga que son " por el bien del niño", son simplemente para demostrar quien es el que manda, esto ocurre también en las relaciones personales y sociales en la vida adulta.

El autoritarismo, el, "se hace porque yo lo digo, y punto", es una desviación grave de la autoridad y atenta contra los intereses vitales del niño.

Y no estará de más añadir que la autoridad no tiene valor por si misma, que solo tiene valor cuando se ejerce en el sentido del desarrollo, del progreso y de la vida de las personas y de los pueblos.

Pero así comprendida, no ejercer la autoridad es una dejación grave de los deberes que los educadores tienen, pero sobre todo, hay que decirlo claramente, de los padres, que no pueden delegar ese privilegio y a la vez obligación, ni en la escuela ni en ninguna otra persona o institución.

Todos nos lamentamos de las conductas incívicas de algunos adolescentes y jóvenes, y reseño especialmente, "algunos", últimamente denunciadas a través de los medios de comunicación, y son verdaderamente lamentables, pero hay que decir que estos comportamientos no suelen darse por generación espontánea, tienen su origen y proceso.

Y la falta de autoridad de los padres, sin ser el único factor, es, sin dudarlo, uno de los más importantes en la degradación de algunas de las conductas indeseables de nuestros niños, adolescentes y jóvenes.

Con lo dicho, soy consciente que no se aborda más que una parte, importante creo yo, pero no suficiente, de los problemas de nuestros muchachos y muchachas en relación al fracaso escolar y a las actitudes incívicas, espero tener la oportunidad de proponer otras reflexiones al respecto.

  Número 36/9
25- 09 - 05
A fondo  Ana Cecilia Alemán - Comentario al artículo >>
Antonio Pellicer - Respuesta al comentario de Ana Cecilia Alemán >>

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