La Revista Iberoamericana de Educación es una publicación editada por la OEI 

 ISSN: 1022-6508

Está en: OEI - Revista Iberoamericana de Educación - Número 38

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 Número 38: Mayo-Agosto / Maio-Agosto 2005

Violencia en la escuela II / Violência na escola II

  Índice número 38 

Introducción

Durante el tiempo que ha transcurrido desde la aparición de nuestro anterior número sobre la violencia en la escuela (rie 37), los medios de comunicación han informado sobre nuevos y múltiples casos de esta naturaleza, en los que se han visto envueltos los centros escolares y sus actores principales. Igualmente, muchas han sido las opiniones y las propuestas realizadas por «los expertos» acerca de las causas de este fenómeno y de sus posibles soluciones.

La mayor parte de las opiniones atribuye a situaciones relacionadas con la propia institución educativa los motivos, o, al menos, el descontrol de este tipo de violencia: la permisividad del sistema, la pérdida o el abandono del ejercicio de la autoridad por parte de los docentes, la relajación del «clima escolar», estarían en el origen de las conductas violentas.

Estos diagnósticos suelen ir acompañados de propuestas orientadas a restituir el orden quebrantado, empleando casi siempre la vía coercitiva: mayor vigilancia policial en el entorno de los establecimientos educativos –y aún dentro de ellos–, endurecimiento de las medidas disciplinarias, separación de las aulas de los infractores, y otras que, con igual sentido, pretenden aislar a las instituciones de una realidad que las trasciende y que, en solitario, no pueden modificar.

Por otra parte, cuando fenómenos de estas características llaman a su puerta, la sociología redescubre algunas de las intrincadas relaciones que mantienen los individuos con las sociedades de las que forman parte. Hace más de 40 años, C. Wright Mills explicaba los hechos trascendentes que ocurren a través de los tiempos como la intersección entre biografía e historia. Más recientemente, U. Beck llama la atención sobre las «soluciones biográficas» a las que recurren los individuos cuando sienten que la sociedad abandona o bien renuncia a las funciones que ellos suponen que le corresponden. Entre esas «soluciones» es necesario considerar a la violencia.

Según dicha interpretación, no debe resultar extraño que, en esos contextos, la violencia se convierta en un mediador que permite la (in)adaptación de quienes sienten el desamparo de la sociedad a las nuevas condiciones, establecidas sin su participación y sin su consentimiento.

Parafraseando a Josep Ramoneda, «en un mundo de ciudadanos a la intemperie», una parte muy significativa de la sociedad ha quedado sin referentes, «ha perdido el marco natural de su biografía»: cierto modelo familiar, el significado cultural del trabajo, la seguridad personal del barrio en el que se vive, la esperanza de trascendencia de las iglesias, la promesa de inserción social y económica que puede suministrar la escuela...

Parece que estas dos interpretaciones, la de la culpabilidad institucional y la de la solución biográfica, tienen más puntos en común de lo que aparentan. Si la escuela no puede, o no es capaz de ofrecer parámetros educativos que sirvan de referencia vital para quienes actúan en ella, estará dejando desamparados a sus alumnos y a las familias de estos, y se habrá autodefinido como un ámbito propicio para el ejercicio de la solución biográfica.

Pero, para que tal cosa no suceda, la institución educativa tiene que ser parte de la solución de este problema y del que lo comprende: los modelos de sociedad y de ciudadanía a los que se aspira. Para ello debe participar, no sólo a través de su actuación pedagógica y de contención, sino como actora relevante de la urgente tarea de redefinición y de construcción de la sociedad a la que sirve.

Somos conscientes de las fortalezas, pero también de las limitaciones de la palabra escrita. Es por eso por lo que hemos dedicado dos números de la rie al tratamiento de este tema, que, consideramos, es únicamente síntoma de males mayores que nos está deparando el momento de la historia en el que transcurren nuestras biografías. Esperamos que el magnífico trabajo de quienes han colaborado en ambos números llegue a quienes tengan los sentidos atentos y las conciencias sensibles.

Roberto Martínez Santiago

 

 

 


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