La Revista Iberoamericana de Educación es una publicación monográfica cuatrimestral editada por la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI)

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OEI - Ediciones - Revista Iberoamericana de Educación - Número 20

Número 20
OEI: 50 años de cooperación / OEI: 50 anos de cooperação

Mayo - Agosto 1999 / Maio - Agosto 1999

La OEI: nuevas responsabilidades

Francisco José Piñón (*)

Francisco J. Piñón es Secretario General de la OEI.

Hace cincuenta años, tras el acre humo de los escombros de la segunda gran guerra, el mundo volvió a reconocerse. Contundente, emergía una inmensa crisis de valores. Los paradigmas que sostenían a la modernidad se desdibujaban. Entre ellos, uno de los que más sufrió el desprestigio y la pérdida acelerada de vigencia fue el del progreso inevitable.

Junto a los procesos de descolonización y a la consiguiente expansión del modelo democrático, se instaló la guerra fría. Fue una continuación de la disputa, no sólo en el plano político sino también en el otorgamiento de los significados. Mientras, la humanidad avanzaba hacia el fin del siglo...

Unido a esto, también podemos observar los pasos hacia la integración de las regiones, que ponen en cuestión tanto a antiguos como a nuevos supuestos. Por ejemplo, comienza a discutirse el concepto de soberanía del estado-nación, consagrado hasta entonces como instituto excluyente en la relación internacional.

En esta línea también aparece un hecho clave: la constitución de la Organización de las Naciones Unidas, como instancia de concertación mundial y expresión de la conciencia de que el mundo ya es uno.

De aquel humo también surge una ecúmene, fruto de casi cinco siglos de historia: Iberoamérica. La que habiendo sufrido en forma limitada la gran conflagración mundial, participó plenamente de los procesos posteriores. La tarea de construir racionalmente ese mundo único demanda a este nuevo actor la construcción de una herramienta acorde con su singularidad. Nace así la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura con una misión singular, que excede los necesarios e imprescindibles propósitos de cooperación entre países integrantes de un espacio determinado por la historia y la pertenencia a tradiciones culturales comunes. De tal manera, en forma creciente, Iberoamérica comenzó a percibirse como un actor diferenciado, y la OEI fue afirmándose como una de sus primeras expresiones.

Ahora, que ya está fuera de discusión la realidad de que el mundo está estructurado en redes globalizadas, debemos centrar la reflexión en la forma en que ha de verificarse la construcción de esta ecúmene. Es impostergable la reflexión compartida acerca de cuáles son los valores que deben sustentar esa acción. Sabemos que no deseamos los hegemonismos de ningún cuño, incompatibles con la democracia como modo de vida que excede el marco de cada país. Entonces, el diálogo entre las sociedades ha de ser un elemento constitutivo de este proceso. En tal marco, es de gran importancia la presencia de organizaciones que asuman y expresen esa visión del modelo cultural que creemos debe impregnar a la sociedad con estas características de globalización. El diálogo no sólo representa la posibilidad de construir alguna visión común, sino que, asumido por los organismos internacionales como estilo e imperativo, es una manera de reconocer la presencia de múltiples voces que componen una unidad que llamamos Iberoamérica, y de avanzar en una moral cívica que permita vivir en el respeto a la diferencia.

Junto con sus excepcionales características sociales y económicas, Iberoamérica posee un notable patrimonio en valores que ha sustentado y sustenta la vida social y, en variadas experiencias históricas, los proyectos políticos. La solidaridad está presente entre las preocupaciones prioritarias de nuestros pueblos, expresada en acciones para lograr una mayor equidad que no sólo incluya a los más desfavorecidos en el goce de los beneficios de la sociedad, sino que también promueva la participación de todos los actores. Sin embargo, sabemos que vivimos en una región de intolerables desigualdades. De todos modos, la esperanza de un futuro cercano distinto, mejor para todos, de mayor justicia y respeto a la multiplicidad de diferencias, está presente a ambos lados del océano.

Creemos que la educación, la ciencia, el desarrollo tecnológico y la cultura constituyen algunas de las pocas llaves para que esto sea posible, para que nuestro futuro sea sólido. En tal sentido, la OEI expresa la voluntad de gobiernos y sociedades comprometidos con este proyecto.

En los más importantes foros mundiales y regionales se afirma la importancia de la educación como factor del desarrollo social y económico, y como garantía de la consolidación de los sistemas democráticos. El ritmo de las transformaciones hacia la sociedad mundial del conocimiento es acelerado por las innovaciones. Sin embargo, también se nos manifiestan cotidianamente los peligros de la exclusión, que conlleva a una grave fragmentación social. Esta es aún más grave cuando vemos el poderoso papel que la educación cumple en la construcción de los imaginarios colectivos mediante la elaboración de nuevos paradigmas vertebradores de los conjuntos sociales. Hoy se han incrementado los actores que dan sentido a la vida, en especial para niños y jóvenes. Sin embargo, la acción del sistema educativo aparece con mayor importancia cuando la vemos como integradora de la comunidad en pos de valores que propicien una sociedad más justa y solidaria.

En este marco, reconocer las diferencias como portal hacia la expansión de las posibilidades de la sociedad, y promover la expresión de las distintas percepciones y experiencias propias de los variados grupos y colectivos que conforman Iberoamérica, serán ejes prioritarios del trabajo de la OEI en la primera década del próximo siglo. En particular, trabajaremos para generar los canales a través de los cuales todas las manifestaciones culturales de Iberoamérica expresen su voz.

El cultivo de la paz, ese bien tan frágil, es una de nuestras misiones fundamentales. El progreso de los pueblos, otro nombre de la justicia y condición de la paz, tiene como condición el desarrollo cultural, que, basado en lo propio, se perfecciona en el diálogo, la exploración y la confrontación civilizada. El justo reconocimiento del otro es una actitud que debemos promover e incentivar. Con fuerza creciente, hoy aparece como una cuestión que cobra importancia en la agenda mundial, y es esta la misión insoslayable que asume la OEI para el milenio que se inicia. Más allá de nuestros problemas, ¿acaso Iberoamérica, con su experiencia histórica de integración y paralelismos culturales, no se encontrará en condiciones de aportar al mundo el camino de diálogo y entendimiento basado en el desarrollo de nuestros propios valores?

Para ello, y sosteniendo las transformaciones en otros campos, es importante que la agenda del cambio científico y tecnológico esté impregnada por las visiones y necesidades de nuestra sociedad. Ante un mundo que observa, asombrado, las novedades cotidianas en estos ámbitos, es esencial compartir adelantos, definir problemas y asociarse para generar innovaciones.

Todo esto implica que la OEI no sólo es un Organismo de cooperación en esos campos de un cierto grupo de países de común raíz histórica, sino también, y tal vez sobre todo, un eficaz instrumento que posee la ecúmene iberoamericana para dar cuenta de su singularidad en un mundo que, si bien reconocemos por su unicidad, no por ello ha de prescindir de la diversidad.

¿Será capaz Iberoamérica de aportar a la red mundial una cuota de innovación, esperanza, justicia y respeto? Pronto entraremos en la primera década del siglo XXI, y con ella nos aproximaremos a la celebración del bicentenario de la constitución de la mayoría de las repúblicas americanas, hecho que determinó nuestra actual realidad institucional. Estimo que es una buena ocasión para reforzar nuestra inserción internacional en forma activa y decidida. Para ello, es esencial la generación de vínculos permanentes como las Cumbres Iberoamericanas. Esperamos que esa década sea también la de la consolidación de este espacio y de su crecimiento. La Organización de Estados Iberoamericanos, que ha participado activamente en su construcción y crecimiento a través de los Programas Cumbre, continuará comprometiéndose con las iniciativas que promuevan la colaboración entre nuestros países y con un más decidido proceso de institucionalización de la misma.

Es en esta naturaleza vinculadora de las partes con el todo, puente eficaz entre lo singular y lo común, que la Organización de Estados Iberoamericanos se reconoce, para hacer crecer la pertinencia imprescindible de cada uno de sus actos, eficaz en el apoyo del desarrollo de políticas públicas que sirvan mejor a nuestra comunidad.

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