| Breve introducción Durante la primera mitad del siglo veinte -quizás unos años 
              más o unos años menos-, Célestin Freinet introdujo 
              en la escuela, como una actividad esencial, la elaboración 
              del periódico escolar. Paulo Freire, unas décadas 
              después, lo impulsa como un instrumento fundamental dentro 
              de las actividades de sus propuestas pedagógicas. Después 
              de ello, la inclusión de las grandes tecnologías en 
              el hecho comunicativo, tales como las microondas, el satélite 
              y la Internet, han convertido este excelente instrumento de interrelación 
              humana, en una réplica de lo que el mismo es dentro de nuestra 
              sociedad de ejercicio y ostentación de poder. Hacen de él 
              un género expresivo que tiene su valor por sí mismo 
              y no por lo que signifique como medio de expresión individual 
              o colectiva, hasta el punto tal de que en nuestras escuelas casi 
              no es utilizado, por considerarlo una empresa demasiado costosa, 
              sofisticada y comprometedora. Y ha dejado de ser la posibilidad 
              de interrelacionarse con la realidad, producir en el contexto de 
              enseñar-aprender, asumir la lectura-escritura como elementos 
              claves para la formación del ser humano dentro y fuera de 
              la escuela. Creemos que el periódico escolar debe ser retomado para 
              refundarlo como estrategia insustituible del docente que concibe 
              su trabajo como una acción liberadora, creadora y profundamente 
              ligada a la actitud transformadora e impulsora de todo educando 
              crítico y consciente de los problemas de su entorno. Para 
              ello debemos asumir el compromiso de presentar el periódico 
              escolar como una actividad no extracurricular ni complementaria 
              sino "como el eje central y motor del proceso educativo" 
              (Huergo, José, 2001). De allí que el mismo debe ser 
              utilizado para la formación lectora constante, para la indagación 
              y el análisis, la producción de materiales que revelen 
              el aprender interdisciplinario propiciado por la escuela, y lo más 
              importante, como vía de expresión libre, consciente 
              y responsable.  Trataremos desde ahora, en las páginas que siguen, de presentar 
              lo que el periódico escolar debe ser, dentro de esa escuela 
              comprometida con la vida del educando, las experiencias del docente 
              y el destino de la comunidad. Lo haremos planteándonos lo 
              que debe ser como instrumento para la producción, de donde 
              surge el reconocimiento ineludible a su comportamiento como vehículo 
              para interrelacionar las experiencias de la realidad de la escuela 
              con la realidad comunitaria, la visión y el planteamiento 
              del conocimiento como una búsqueda escolar interdisciplinaria 
              y como obra para ser leída, lo que lo convierte, por lo tanto, 
              en espacio de entrenamiento lector permanente. El periódico escolar como producción A partir de la década de los 90, durante el siglo pasado, 
              escribíamos que la escuela debía ser un centro de 
              producción literaria (Ángel Madriz, 1998). Partíamos 
              de la idea que el profesor Arnaldo Esté manejaba desde sus 
              reflexiones filosóficas, hacia una propuesta pedagógica 
              en la que lo fundamental fuera la acción creadora del educando. 
              Participamos durante esa época en varios proyectos institucionales 
              (Convenio ME-LUZ-CENAMEC-PEQUIVEN, para actualizar los docentes 
              de los liceos del municipio Miranda del Estado Zulia. El proyecto 
              de reestructuración de los programas del Ciclo Diversificado), 
              desde los cuales impulsamos la reestructuración de los programas 
              del bachillerato en general, dentro de las diferentes áreas 
              cognoscitivas que se imparten en la educación venezolana, 
              tratando de que fuera la actividad creadora del alumno la que permitiera 
              ordenar el cuerpo de objetivos y contenidos de nuevos programas, 
              para que al mismo tiempo, las actividades necesarias para su consecución 
              viabilizaran un compromiso más estrecho por parte del docente 
              tratando de orientarlas y por ende una mayor colaboración 
              del educando tratando de alcanzar una meta a través de su 
              trabajo participativo. Fue el momento en que decidimos ensayar la 
              producción escolar como fórmula para lograrla dentro 
              del aula y para la escuela. Producir el programa que debíamos 
              impartir, tomando en cuenta los intereses de los participantes del 
              curso. Producir clases de acuerdo a las posibilidades ambientales 
              y humanas. Producir materiales de clases a partir del manejo colectivo 
              e individual de los contenidos formulados para hacer posibles los 
              objetivos planteados. En fin, producir algún conocimiento 
              desde el trabajo lecto-escritor que nos imponíamos como el 
              camino para la indagación, el análisis y la explicación. 
              Al final, la clase era una experiencia colectiva en la que todos 
              participábamos aportando una idea, una reflexión, 
              una pregunta, algo aprendido. Tratamos en lo posible, y ese era 
              siempre el punto de partida de cada clase, de dejar atrás 
              la pasividad que impone la clase-escuela en la que el consumo de 
              recetas impartidas por el docente como contenidos diarios dentro 
              del salón de clases es el modelo general de una escuela generalizadora. 
              De lo que se trataba esa trabajar para construir "algo" 
              que fuera un producto útil y reconocible como nuestro. Claro, 
              a partir de ideas, conceptos y hallazgos universales. Trabajamos 
              así construyendo el Macondo de García Márquez, 
              el Comala de Rulfo o el Ortiz de Miguel Otero Silva. Tratábamos 
              de elaborar sus calles para andarlas, sus casas y habitarlas, sus 
              personajes con quienes hablar; recreábamos sus dramas, sus 
              diálogos, sus espacios; vivíamos sus amores, sus muertes, 
              sus luchas. Reescribíamos las obras leídas a partir 
              del cantar, el contar y el escenificar sentimientos, historias y 
              lugares. Poesía, narrativa y teatro desde la vivencia misma 
              de hacerla reescribiéndola después de leerla. Y tuvimos 
              la experiencia de una época en la que la escuela vivía 
              y era sentida como un espacio para vivir y aprender haciendo.  Para ese momento el periódico fue tomado en cuenta de manera 
              tímida. Tuvimos miedo de que su influencia mediática, 
              la cual era, desde entonces, altamente banalizadora de los procesos 
              sociales e intelectuales con los que debíamos identificarnos 
              para así poder producir los programas deseados, llevara hasta 
              la escuela actitudes propias de la televisión con la cual 
              estaba profundamente identificada. Nos detuvimos más en cada 
              disciplina y de cómo cada una de ella brinda, a través 
              de su discurso histórico, los elementos con los cuales se 
              puede enseñar libre, creadora y placenteramente. Hoy pensamos 
              que a pesar de sus compromisos hondamente políticos y económicos, 
              hasta el punto de ejercer una autonomía casi incuestionablemente 
              absoluta desde las esferas de su elitesca conducción tecnócrata, 
              el periodismo sigue siendo la posibilidad de responder a quienes 
              esperan respuestas por los destinos de lo que tiene que ver con 
              sus vidas. Y más aún el periodismo escrito. Allá 
              las intenciones hegemónicas de quienes creen en el inmanente 
              poder de los medios. De allí que retomamos los fundamentos 
              que impulsaron a sus promotores y digamos que el periódico 
              escolar se debe constituir en un recurso para el docente que desea 
              ver en sus alumnos a los protagonistas de esa escuela que busca 
              enseñar para la vida; en un aliado para el educando que, 
              sediento de expresar la verdadera razón de condición 
              escolar, lo utiliza para indagar, aprender, opinar, denunciar, exaltar, 
              es decir, leer y reescribir lo que en la escuela le va significando 
              y en el órgano de articulación del proceso enseñanza-aprendizaje 
              en su acción de lectura y escritura. Tres formas de producir el periódico escolar Dada, según hemos visto, la consideración inobjetable 
              de que el periódico escolar debe servir para sus fines esenciales 
              (¿Decíamos informar, opinar, orientar, entretener, 
              instruir?), podemos entonces hablar de su papel dentro de la acción 
              educativa. Veamos entonces. a) Como actividad diaria dentro del proceso enseñanza aprendizaje, 
              el periódico escolar puede funcionar como el eslabón 
              que pone en comunicación al estudiante con la realidad en 
              la que se desenvuelve, bien desde la institucional, en la cual convive 
              la experiencia de una formación sistemática que le 
              aporta los elementos fundamentales para su participación 
              activa en el proceso productivo, como de la vivencial, de la que 
              aprende a definir cuáles son los insumos esenciales para 
              definir esa posible participación que le exige formas de 
              producción necesarias para transformarla y transformarse. 
              Escuela y realidad. Educación y vida. Ambas unidas complementariamente 
              con un objetivo que es la formación de seres humanos biológicos 
              en seres humanos sociales, morales y "humanos" para decirlo 
              de alguna forma. (Fernando Savater, 2000). Para ello, el educando 
              debe asumir la tarea de indagar, buscar los hechos sustanciales 
              de su realidad institucional y vivencial, pero dándole relevancia 
              a los mismos desde la relación que puedan tener con sus intereses, 
              la necesidades y expectativas, obviando lo que la escuela, como 
              mera institución política tenga. De esta manera el 
              periódico escolar será una actividad diaria concebida 
              y asumida como la oportunidad de hacer de la experiencia escolar 
              una forma de aprender a partir de la vivencia, la experiencia y 
              el placer. Y es que "si los alumnos pueden vivenciar la disyuntiva 
              de dar a conocer o no una noticia, haciéndose responsables 
              de sus propias palabras, habrán comprendido realmente el 
              valor de los medios masivos y la influencia positiva o negativa 
              que éstos pueden tener en un área de cobertura".(Della 
              Giustina, 1998, p. 18). Mas que una actividad más que abulta 
              el tránsito diario por la escuela, el periodismo es el compromiso 
              asumido ávidamente para producir el discurso requerido para 
              divulgar lo aprendido. b) El periódico escolar puede ser el motor de una confrontación 
              entre los contenidos informativos propuestos por los programas de 
              estudio y la realidad en la que existen los educandos. Confrontación 
              que exige una verificación de esos contenidos por parte de 
              una comunidad en la que tales educandos, como personas que deben 
              interpretar su entorno a partir de sus experiencias socioculturales, 
              son protagonistas en el discurrir de la historia impulsora de lo 
              que la escuela debe estudiar. Se convierte entonces, el estudiante, 
              a través del periódico escolar, en vigilante activo 
              de su realidad; en propulsor conciente de lo que debe ser enseñado; 
              en ejecutor fundamental de las complejas políticas que definirán 
              el transcurrir de su realidad escolar, que será el devenir 
              de todos. Así entonces, "el periódico escolar 
              no sólo colabora en la conservación de la memoria 
              colectiva de la comunidad que le da origen, sino que en el trayecto 
              tiene lugar un proceso de construcción del conocimiento, 
              en el que los propios alumnos tienen un rol fundamental: participan 
              en calidad de productores, lo cual los desinstala de la posición 
              de receptores del conocimiento producido y transmitido tradicionalmente 
              por la escuela" (Francisco Albarello, 2005).Ahora, si lo concebimos 
              desde el punto de vista meramente institucional, debemos decir que 
              el periódico escolar permitirá que haya una interrelación 
              entre las diversas áreas del conocimiento manejado dentro 
              de la escuela. Interrelación que se produciría al 
              ser manejados los contenidos de su asignatura a partir de su correspondencia, 
              de su influencia o de su apoyo con la realidad. Y es que cada docente 
              tendría la oportunidad de verificar la utilidad del conocimiento 
              que imparte, cuando este llevado a todos los integrantes de la comunidad, 
              cuando es compartido en la discusión que produce su análisis 
              y cuando es aceptado, cuestionado o rechazado. c) La calidad lectora de nuestros estudiantes deja mucho que desear 
              desde hace muchísimo tiempo y aquí estriba el problema 
              fundamental de nuestra educación, de sus bajos niveles, de 
              sus grandes desaciertos. Nuestros jóvenes aprenden a leer 
              muy pronto y al salir del bachillerato, no consideran la lectura 
              como una actividad esencial para la vida. Leer es algo circunstancial, 
              solo sirve para descifrar las informaciones sobre la cotidianidad 
              más inmediata: informarse sobre los sucesos diarios, aprovechar 
              las ofertas del mes a la hora de hacer las compras, enterarse de 
              los estrenos cinematográficos o quizás lo más 
              trascendente, ayudar a cualquier niño de la familia a resolver 
              las tareas hogareñas. La lectura como formación, como 
              placer, como ejercicio intelectual es algo nada atractivo, deseable, 
              necesario y por lo tanto puede ser dejada de lado. Ahora bien, si 
              la lectura es la mejor forma que el ser lo humano tiene para descifrar 
              (leamos significar) los enigmas que va creándose en la medida 
              que va escribiendo la vida a través de múltiples lenguajes 
              (Iliana Morales, 2005), debemos decir que la actividad lectora permite 
              por lo tanto descifrar - significar la vida. Leer la vida. Ahora, 
              como producto de la escuela, la lectura da solamente para descifrar 
              (digamos reconocer) lo que estamos obligados, porque se nos exige, 
              o nos exigimos que debemos hacerlo. Más allá de esta 
              tarea elemental y rudimentaria, la lectura es un peso grande en 
              la vida de la mayoría de los seres humanos. Aunque actividad 
              fundamental, reconocida dentro y fuera del espacio escolar, leer 
              es más bien un dolor obligado que debemos soportar; y es 
              que aprendimos a leer desde el aburrimiento, desde la pasividad 
              más improductiva, desde las tontas expresiones verbales reconociendo 
              el texto escrito, desde la tortura que imponían historias 
              sin sentido. De allí que leer no tenga, a juicio de nuestros 
              jóvenes, tanta importancia para asumir una realidad que no 
              les reconoce el potencial creador que pueda ella aportarle. Y es 
              que a su parecer, la lectura "exige demasiado a cambio de lo 
              que pueda brindar inmediatamente" (Bruno Bettelheim, 2001). 
              Es entonces la escuela, a partir del diario escolar, la llamada 
              a darle a la lectura un papel insustituible en el proceso de aprender 
              creando. Cada alumno, participando de la elaboración del 
              discurso periodístico que describe y significa la realidad 
              de su entorno, experimenta una identificación con el lenguaje 
              que es necesario también significar para poder comunicar 
              su realidad. Todos los días, todas las horas, leyendo cada 
              detalle objetivo que le rodea, porque debe convertirlo en discurso 
              para ser leído dentro de la escuela, hace de la actividad 
              escolar una posibilidad de disfrutar cada palabra que se invierte 
              en elaborar el registro histórico de su existencia. Bibliografía ALBARELLO Francisco: Los orígenes del periodismo escolar. 
              Periodismo escolar en Internet es un desarrollo de la Cátedra 
              de Periodismo Digital de la Facultad de Ciencias Sociales de la 
              Universidad Nacional de Lomas de Zamora para EducaRed Argentina. 
              Registro de la propiedad intelectual n.º 41159.BETTELHEIM, Bruno (2001): Aprender a leer. Editorial Crítica, 
              Barcelona.
 DELLA GIUSTINA, Sandra (1998): Periodismo escolar. La otra campana. 
              Bahía Blanca, Edición del Autor.
 HUERGO, José (2001): Comunicación/Educación. 
              Ámbitos, prácticas y perspectivas. La Plata, Ediciones 
              de Periodismo y Comunicación.
 MADRIZ, Ángel (1998): Literatura. Lectura y Enseñanza. 
              Publicación de la Facultad de Humanidades y Educación. 
              L.U.Z. Maracaibo-Venezuela.
 MORALES, Iliana (2005): "La lectura: un orden personal", 
              en Revista de Literatura Hispanoamericana, n.º 50, L.U.Z. Venezuela.
 SAVATER, Fernando (2000): El valor de educar, 11.ª ed. Editorial 
              Ariel, Bogotá.
 Correo electrónico: aemadriz@hotmail.com
 
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