OEI

Organización
de Estados
Iberoamericanos


Para la Educación,
la Ciencia
y la Cultura

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Revista Iberoamericana de Educación
Número 4
Descentralización Educativa (y 2)

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Revista Iberoamericana de Educación
Número 4
Descentralización Educativa (y 2)

Enero - Abril 1994

El Programa Regional de Acciones para el Desarrollo de la Juventud en América Latina: un enfoque regional para el futuro de las políticas de juventud

La VII Conferencia Iberoamericana de Ministros de Juventud, celebrada en Punta del Este (Uruguay) entre los días 20 y 23 de abril de 1994, contó con la participación de delegaciones oficiales de 21 países iberoamericanos y de numerosos observadores internacionales. En ella se procedió a tomar conocimiento, a discutir y a aprobar el Marco de Referencia del Programa Regional de Acciones para el Desarrollo de la Juventud en América Latina, que se presenta más adelante.

Esta propuesta programática de carácter estratégico, cuya ejecución se prevé para el período 1995-2000, comprende la identificación de un conjunto de desafíos regionales y un catálogo de propuestas de acciones y políticas dirigidas a la juventud, de carácter multilateral y multisectorial, de enorme validez en la perspectiva de homologar una actuación gubernamental integral eficaz en el dominio de la juventud, optimizando las políticas nacionales y los futuros trabajos que se desarrollen por parte de las instituciones, gubernamentales y no gubernamentales, interesadas y competentes en esta materia.

Efectivamente, el Marco de Referencia que a continuación se presenta es el producto de un rico y amplio proceso de consultas técnicas y políticas que, respetando los criterios de heterogeneidad al interior de la región y de integralidad de las acciones propuestas, ofrece posibles y diversos escenarios innovadores, eficaces y perdurables, con la finalidad de que los distintos países y/o grupos de países latinoamericanos puedan abordar con rigor el diseño y la ejecución de sus políticas de juventud con una visión de mayor alcance estratégico, en una lógica de cooperación e integración subregional y regional.

La Organización Iberoamericana de Juventud (OIJ), organismo intergubernamental asociado a la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI), asumirá en todo este proceso un papel de animador e inductor del Programa Regional, que se traducirá en el apoyo y asesoría técnica a los gobiernos en la prospección de fuentes financieras para la realización de las distintas iniciativas seleccionadas, así como en la coordinación subregional y regional de las actividades desarrolladas. Por tanto, serán los propios gobiernos latinoamericanos quienes definan sus áreas específicas de interés y adecúen las acciones propuestas en función de sus planteamientos estratégicos y de sus orientaciones en términos de integración regional.

Finalmente, cabe añadir que -respondiendo al encargo encomendado por la anterior cita de Brasil, en 1993-, el presente Marco de Referencia del Programa Regional será presentado para su consideración a la IV Conferencia de Jefes de Estado y de Gobierno de Iberoamérica (Colombia, junio de 1994), cuyo refrendo supondrá la toma de posición de los mandatarios iberoamericanos en torno a un tema clave para el desarrollo de América Latina -el futuro de sus jóvenes-, y un respaldo de enorme entidad política para esta trascendente propuesta que ha suscitado el pleno consenso de los ministros y responsables gubernamentales de juventud en la reciente Conferencia de Punta del Este.

Marco de referencia del Programa Regional de Acciones para el Desarrollo de la Juventud en América Látina

P.R.A.J.D.A.L.

1995/2000

Orientaciones y Prioridades

I. Introducción

En la reciente III Conferencia Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno se adoptó el acuerdo de encargar a la Organización Iberoamericana de Juventud (O.I.J.) el diseño de un Programa Regional de Acciones para el Desarrollo de la Juventud en América Latina” que se desarrollará entre los años 1995 y 2000. Este Programa será discutido inicialmente en la VII Conferencia Iberoamericana de Ministros de Juventud, que tendrá lugar en Punta del Este, Uruguay, en abril de 1994, para ser sometido posteriormente a la aprobación de la IV Conferencia Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno a realizarse en Colombia en junio de 1994.

Para avanzar tras este propósito la Organización Iberoamericana de Juventud (O.I.J.), con la colaboración técnica de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), ha solicitado a un grupo de expertos en la problemática juvenil la elaboración de un documento base que fije las orientaciones y prioridades que debiera poseer este Programa Regional de Acciones en los países latinoamericanos. Más que un acabado diagnóstico, este documento debe servir para establecer un marco de referencia que ayude a la definición de los programas y las acciones concretas que se efectuarán en el Programa, las que deben preferencialmente atender, en consecuencia con una perspectiva de crecimiento con mayor equidad social, a los jóvenes que viven en situación de pobreza. Además, el documento debe buscar arribar a definiciones que sean útiles a nivel regional, superando el escollo planteado por la diversidad existente entre países y al interior de los mismos.

El documento está organizado del modo siguiente. Primero, se procede a la explicitación de un conjunto de consideraciones generales, mediante las que se definen los objetivos y criterios centrales que debieran guiar la acción hacia los jóvenes de la región. Posteriormente se procede a definir los desafíos prioritarios, así como ciertas líneas de acción ( o propuestas generales) para encararlos, en los ámbitos de educación, empleo y capacitación para el empleo, salud, participación e institucionalidad pública de juventud, e integración y cooperación regional. Finalmente se sugieren algunas acciones inmediatas que podrían contribuir al diseño y puesta en marcha del Programa Regional de Acciones.

II. Consideraciones generales

La preocupación por formular Programas de Acciones para la juventud latinoamericana es reciente, pero no inédita. De hecho hace casi ya una década, con ocasión del Año Internacional de la Juventud, la CEPAL llamó la atención sobre la necesidad de realizar una vasta acción en la región, buscando mejorar las condiciones de vida y las oportunidades de los jóvenes más postergados de las zonas urbanas y rurales.

Si bien la situación socio-económica de los jóvenes ha evolucionado de acuerdo a las tendencias seguidas por las respectivas sociedades nacionales -viendo en algunos países mejorada su situación, en otros estabilizada y en otros empeorada-, es posible afirmar que, al menos, durante esta década ha tendido a consolidarse la preocupación por la situación de los jóvenes, así como la aceptación de su especificidad en tanto grupo etario que debe ser motivo de acciones particulares, cuando no de políticas coherentes e integrales. Cada vez se reconoce más el derecho de todos de disponer de una juventud gratificante y útil, en la que los individuos logren hacer frente a los desafíos psicosociales propios de esta etapa vital al mismo tiempo que amplían sus oportunidades de futuro. No es de extrañar, entonces, la emergencia en múltiples países de programas sociales específicamente dirigidos a los jóvenes de menores recursos, la proposición de medidas legislativas a su favor, o la creación de cierta institucionalidad pública particular -habitualmente materializada en la constitución de organismos especializados en las materias atingentes a la juventud-.

Estas acciones pueden ser entendidas como respuestas diversas de parte de los Estados frente a una preocupación creciente de las sociedades respecto del presente y del futuro de la juventud, en general, y de la juventud en situación de pobreza, en particular. En esta preocupación, que tiene orígenes diversos, destacan tanto el deseo de evitar la masificación y profundización de comportamientos dañinos para los propios jóvenes y para la comunidad, como la búsqueda del desarrollo de sus potencialidades plenas, con sus consiguientes beneficios individuales y colectivos.

Subyace cierta conciencia colectiva de que es tal la magnitud de los problemas, que urge actuar rápido y con eficiencia si se quiere evitar afectar seriamente no sólo a la nueva generación sino al destino de la sociedad en su conjunto. En este contexto el trazado de un programa Regional de Acciones para el Desarrollo de la Juventud en América Latina debe partir por reconocer las experiencias y el potencial de los jóvenes, como eje conductor de una propuesta, orientada a ampliar el espectro de oportunidades para que éstos asuman el papel que les corresponde como verdaderos actores sociales, con posibilidad de incidir en la construcción de un proyecto de sociedad más justa, democrática y equitativa para nuestros países. En el desarrollo de la infancia y la juventud radica la mayor potencialidad de desarrollo de nuestras sociedades, siendo indispensable invertir en un sentido amplio en las nuevas generaciones para transformar la economía, el sistema político-social y la cultura en una senda de modernidad verdadera.

Entre los factores que explican esta centralidad creciente de los jóvenes en la agenda pública, se cuenta el demográfico. Lejos de ser un grupo marginal, la juventud en la región sigue constituyendo un segmento numeroso haciéndose realidad en las cifras la afirmación frecuente de que América Latina es una región joven. Es así como de los 430.183.939 habitantes que residían en ella en 1990, había 85.892.705 personas que tenían entre 15 y 24 años. Al interior de este grupo existía una pareja distribución por sexo y existía una importante, aunque minoritaria, proporción de población rural, así como un segmento relevante con una identidad étnica diferenciada dentro de los estados nacionales, siendo parte de los pueblos indígenas. La población juvenil, al igual que la población en general, se concentra en algunos grandes países -especialmente Brasil donde habita cerca del treinta por ciento de la juventud de América Latina-. Estimaciones de la cantidad de jóvenes que vivirían en situación de pobreza, han concluido que existirían alrededor de treinta y cinco millones de jóvenes pobres de la región. No obstante, a pesar de la importancia del factor demográfico la población juvenil latinoamericana es un grupo social estratégico en si mismo y, en este sentido, se justifican el diseño y ejecución de políticas orientadas hacia este colectivo.

PROGRAMA REGIONAL DE ACCIONES PARA EL DESARROLLO DE LA JUVENTUD EN AMÉRICA LATINA

(P.R.A.D.J.A.L.)

Un Programa Regional de Acciones dirigido a los jóvenes no puede ser concebido como una iniciativa aislada o autoreferida. Para que sea eficiente parece imprescindible que sea coherente y complementario con otras diferentes políticas en curso en los países, en las subregiones y en la región en general. Se requiere que esta nueva acción se inserte efectivamente en las agendas públicas en uso, guiándose por una lógica de la articulación de recursos, colaboración desde las especificidades sectoriales y fijación de propósitos y metas en común. En este sentido es preciso que existan al menos las siguientes cinco articulaciones:

El Programa Regional de Acciones, como parte integrante de la política social, debe estar articulado con las políticas económicas generales, de las que depende fundamentalmente la superación de la pobreza en los países de la región, así como la pobreza entre los jóvenes, en particular.

* El Programa Regional de Acciones debe estar articulado con las iniciativas y procesos de integración sociales, políticos y culturales que estén en curso entre los países latinoamericanos.

Dentro de los propósitos generales que deberían guiar al Programa Regional de Acciones para el Desarrollo de la Juventud de América Latina pueden señalarse los seis siguientes, los que si bien responden a ámbitos distintos, deben complementarse entre sí:

Conviene destacar tres características implícitas en los propósitos planteados para el Programa Regional de Acciones. En primer lugar, debe consignarse que se pretende simultáneamente apoyar a los jóvenes para su actual juventud como para su futura adultez, integrando tanto las necesidades del presente como aquellas del futuro individual y colectivo. El programa no puede ser exclusivamente para preadultos, sino que debe integrar los requerimientos propios a la etapa juvenil. En segundo lugar, debe anotarse que se supone que el grupo objetivo, al que el programa pretende responder es la juventud, en general, enfatizando la acción hacia aquellos jóvenes con menores oportunidades. Grupos y sectores tales como las mujeres jóvenes, los jóvenes rurales o los jóvenes indígenas, son integrados dentro de una perspectiva más general, aunque sus características particulares los hacen depositarios principales de ciertas acciones, o incluso obligan a acciones exclusivas respecto de ellos. En tercer lugar, debe explicarse que se postula que los beneficios individuales y societales que debieran producirse a partir de la acción eficiente para -y con- los jóvenes se complementan. Si bien el programa debe orientarse a la ampliación de las oportunidades de los jóvenes, y particularmente de aquellos más carenciados, el éxito en dicha empresa no solamente los favorece a ellos -en tanto individuos o grupo-, sino que también constituye una contribución a la sociedad en su conjunto, que deviene más competitiva en lo económico, más integrada en lo político y más plural en lo cultural. Es más: las posibilidades de desarrollo de nuestros países para el siglo XXI, en un mundo marcado por la innovación, el acelerado cambio tecnológico, la información, la competitividad creciente y la globalización de culturas y economías, dependen del aporte que sólo puede realizar esta nueva generación.

Para la puesta en marcha de este Programa Regional de Acciones para el Desarrollo de la Juventud se debe contar también con ciertos “criterios guías”, que permitan fijar cierto marco compartido de orientaciones para la toma de decisiones. Entre estos criterios guías, que cruzan los distintos ámbitos de acción sectorial, se destacan los siete siguientes:

Conviene destacar que el programa no puede ser concebido como un plan de acción homogéneo y estandarizado, que pretenda imponer un conjunto no diferenciado de iniciativas y medidas en los países. La conocida diversidad de las sociedades latinoamericanas, tanto entre ellas como al interior de las mismas, hace que cualquier recetario esté destinado al fracaso. Las acciones sugeridas por el Programa deberán contar con una fuerte flexibilidad, pudiendo ser apropiadas diferenciadamente de acuerdo a las realidades nacionales. De igual modo se deberán privilegiar las acciones de carácter y alcance regional o subregional. Pero fundamentalmente el Programa mismo deberá ser elaborado y ejecutado con una metodología que permita que los respectivos Gobiernos participen de las acciones que efectivamente sean pertinentes y prioritarias en sus específicas realidades.

A continuación se detallan los desafíos prioritarios de los jóvenes en sus distintos ámbitos de vida, así como las diferentes líneas de acción que podrían implementarse para enfrentarlos. Conviene reiterar que la superación real de los desafíos planteados suele trascender las posibilidades de cualquier Programa específico y que incluso rebasa la esfera de los jóvenes en situación de pobreza, en particular. Se requiere necesariamente del crecimiento y del desarrollo de los países y de la región, con sus nuevas posibilidades de superación de la pobreza, de fortalecimiento de la democracia y de enriquecimiento de la cultura, para que la juventud pueda transformar significativamente su situación. Sin embargo, esta condición insustituible no es suficiente, necesitándose también que desde la acción hacia los jóvenes se exploren nuevas opciones frente a sus anhelos y se reivindique su participación de un desarrollo del que no deben estar ausentes. Debe insistirse en que las posibilidades de un verdadero desarrollo de nuestras sociedades de cara al futuro inmediato dependen justamente de la capacidad de formar a los jóvenes de hoy en las habilidades, conocimientos y competencias del mañana.

III. Educación

a. El desafío del acceso

A pesar de la creciente cobertura del sistema escolar, existen amplios contingentes de jóvenes que abandonan precozmente la educación formal y no logran acceder a niveles de escolaridad suficientes para poder desenvolverse exitosamente en la sociedad .

Los problemas de acceso varían en su importancia de acuerdo a los países, pero incluso en aquellos de mayor cobertura educacional, este problema sigue afectando significativamente a ciertos segmentos al interior de la juventud, tales como los jóvenes de sectores rurales e indígenas, los que no logran alcanzar incluso los niveles elementales de escolaridad establecidos como obligatorios por la legislación.

Entre las líneas de acción prioritarias que deben de considerarse para enfrentar las barreras al acceso y permanencia de los jóvenes en el sistema escolar se cuentan las siguientes:

b. El desafío de la calidad

El sistema escolar está realizando de manera defectuosa su misión de equipar culturalmente a los jóvenes estudiantes -lo que es notorio en el nivel secundario de enseñanza-, ofreciéndoles una educación de escasa calidad. Es así como existen claros déficits en la transmisión de los conocimientos, habilidades y competencias fundamentales para que los jóvenes participen eficientemente de la sociedad y contribuyan a su desarrollo. Pero no sólo el sistema escolar no está transmitiendo adecuadamente los aprendizajes que promete -como muestran las diversas formas de medición de los niveles de aprendizaje que se están implementando en países de la región-, sino que estos mismos aprendizajes suelen ser insuficientes o inadecuados para los desafíos que los jóvenes tienen en tanto jóvenes y tendrán por delante como futuros adultos. Destaca la ausencia de una adecuada formación para el trabajo, adaptada a los cambios tecnológicos en curso, así como a los requerimientos existentes en un mercado laboral en acelerada transformación. Estos problemas de calidad y de relevancia son especialmente significativos en la educación de los jóvenes en situación de pobreza y en las zonas rurales. En el caso de los jóvenes indígenas debe destacarse, además, el frecuente problema de la carencia de una adecuada educación bilingüe, que respete y enseñe el idioma y la cultura de origen a las nuevas generaciones.

Entre las líneas de acción pueden nombrarse las siguientes:

c. El desafío institucional

Las instituciones encargadas de la educación para los jóvenes no están respondiendo adecuadamente a las necesidades de ésta época. Las formas de organización actuales no logran atender eficientemente las demandas ni son capaces de hacer un adecuado uso de los recursos existentes o potencialmente disponibles. Las deficiencias institucionales se expresan en distintos niveles del sistema, desde la capacidad de guía y supervisión del nivel central hasta la capacidad de ejecución de la unidad educativa. Entre las características negativas más recurrentes se cuentan la mala distribución de funciones, el exceso de burocracia, la carencia de adecuada información, la escasa autonomía de las unidades educativas y, en particular, la autoreferencia del sistema escolar, frecuentemente en situación de enclaustramiento respecto de la sociedad.

Entre las líneas de acción se deben considerar las siguientes:

d. El desafío de la reparación

En la medida que muchos jóvenes de la región en situación de pobreza no han tenido acceso a una educación de calidad y han abandonado la enseñanza, han quedado en una situación de rezago respecto a los otros jóvenes, así como de severa reducción de sus oportunidades de movilidad social. Para muchos de entre ellos, su no estadía en la educación formal se acompaña de importantes riesgos psicosociales, en la medida que pasan a vivir y socializarse en el mundo de la calle y la sobreviviencia. Estos desertores tempranos del sistema constituyen una deuda para la sociedad y requieren de iniciativas especiales a su favor.

Entre las líneas de acción se cuentan:

IV. Empleo y capacitación para el empleo

a. El desafío del acceso

A pesar de que los jóvenes constituyen parte significativa de su fuerza de trabajo, las sociedades latinoamericanas suelen tener serias dificultades para ofertarles empleo. Los jóvenes tienen altos índices de desocupación, los que frecuentemente duplican o triplican aquellos de los adultos, y deben enfrentar esta circunstancia sin ayudas ni beneficios sociales. Esta situación es particularmente grave entre los jóvenes en situación de pobreza y con escasa escolaridad que viven en las grandes ciudades y ha adquirido características dramáticas en situaciones de crisis y ajuste recesivo. Existen barreras para realizar una transición eficaz entre el sistema escolar y el empleo, especialmente para quienes abandonan precozmente la educación -pero también para muchos otros jóvenes cuya mayor educación no les ha significado acceder a la inserción ocupacional esperada-. Debe señalarse adicionalmente la creciente importancia de la categoría de “ inactivos sin justificación”, constituida por jóvenes que ya no buscan emplearse y permanecen en una situación de riesgo, siendo frecuentemente afectados por daños psicosociales tales como la drogadicción o la delincuencia.

Entre las líneas de acción se deben considerar:

b. El desafío de la calidad

Aquellos jóvenes que logran acceder al empleo, suelen hacerlo -en especial aquellos en situación de pobreza y con escasa escolaridad-, en empleos de baja calidad. Estos empleos tienen una escasa productividad, se desarrollan en deficientes condiciones de trabajo y son mal recompensados salarialmente. Es así como las tasas de subempleo tienden a ser altas, teniendo los jóvenes una fuerte participación en múltiples trabajos informales de carácter marginal. Igualmente ellos suelen ser empleados para desarrollar otros trabajos precarios, los que además son riesgosos y poco contributivos a su desarrollo integral. Pero incluso cuando los jóvenes son empleados en forma estable en trabajos formales, tienden a ser discriminados, exigiéndoseles más horas de trabajo por remuneraciones muy inferiores, así como beneficiándose escasamente de la seguridad social. Debe señalarse, además, que las mujeres jóvenes y los jóvenes rurales e indígenas tienden a ser doblemente discriminados en el mercado ocupacional.

Entre las líneas de acción pueden contemplarse las siguientes:

c. El desafío de la capacitación

Las oportunidades de capacitación laboral para los jóvenes son escasas y muchas veces están orientadas -por su duración, costo y tipo de ocupaciones ofertadas-, a jóvenes de sectores medios. Además la capacitación tiende a ser obsoleta, teniendo escasos vínculos con las técnicas de producción y tecnologías realmente en uso. Más generalmente los aprendizajes que se promueven y los títulos que se acreditan suelen estar divorciados de los requerimientos del mercado ocupacional, los que, a su vez, están variando aceleradamente debido a los cambios tecnológicos y organizacionales. El sistema mismo de capacitación suele ser excesivamente centralista, definiéndose “ desde arriba” los contenidos de esta acción sin participación de los empleadores, de los jóvenes ni de la comunidad local. De manera más general, esta capacitación insuficiente viene a adicionarse a la ausencia de una adecuada educación para el trabajo en el sistema escolar, formando parte de la problemática mayor de la débil relación existente entre educación, empleo y desarrollo.

Entre las líneas de acción se cuentan:

d. El desafío de revertir efectos indeseables de la carencia de empleos de calidad

La marginalidad ocupacional tiene diversas repercusiones negativas en la situación de los jóvenes, especialmente entre aquellos en situación de pobreza. Es así como suele afectar no sólo su situación socioeconómica, sino que también su integridad psicológica, autoestima, vulnerabilidad psicosocial, proyecto de vida e integración en su propia comunidad local. Interesa detenerse especialmente en dos efectos, que se refieren a la propia familia y la migración. En el primer caso, se dificulta fuertemente la constitución de la propia unidad familiar de los jóvenes por no poder subvenirla en forma adecuada. En esta situación de pobreza destaca la alta cantidad de parejas jóvenes que vive en soluciones habitacionales precarias, sin contar con comodidades elementales (de espacio, servicios e intimidad) para desarrollar su vida en común. Especial mención merece la situación de allegamiento, en la que la pareja joven debe instalarse en un hogar ya constituído -habitualmente de un familiar directo-, en condiciones de hacinamiento, alta conflictividad y falta de independencia. En el segundo caso, muchos jóvenes, especialmente de zonas rurales, optan por migrar hacia otras localidades, ciudades o países por su situación ocupacional crítica y falta de perspectivas de mejoría, así como otras atracciones que vislumbran en los nuevos lugares. Este desplazamiento suele afectar a la comunidad local, que deja de contar con jóvenes de iniciativa, pero también es dificultoso para los propios migrantes. Estos suelen no contar con competencias, recursos ni contactos suficientes como para insertarse adecuadamente en las nuevas realidades, integrándose en forma marginal y sufriendo nuevas formas de discriminación.

Entre las líneas de acción pueden señalarse respectivamente las que siguen:

- Informar a las parejas jóvenes sobre las posibilidades existentes de acceder a una vivienda.

V. Salud

a. El desafío del acceso oportuno

A pesar de que la etapa juvenil suele ser de las más sanas en la vida de individuos y grupos, en la región tienden a presentarse dificultades para el desarrollo integral de muchos jóvenes, en especial entre aquellos en situación de pobreza. Esto se expresa de manera dramática respecto de la mortalidad, siendo la primera causa de muerte para este grupo de edad en todos los países aquella de accidentes (en especial del tránsito), envenenamientos y violencias ( con alta incidencia de los homicidios). Estos problemas, que también dejan importantes secuelas físicas y psicológicas entre los jóvenes sobrevivientes tienen, entre sus características, la de ser evitables. En la morbilidad juvenil se destaca la existencia de dificultades biológicas y psicosociales propias al desarrollo de la adolescencia y la alta frecuencia de problemas de salud mental, así como la alta incidencia de problemas relacionados con sexualidad y salud reproductiva, adicciones (drogas, tabaco y alcohol) y conductas violentas (destructivas y autodestructivas). Frente a estas necesidades específicas, los jóvenes suelen contar con escasos servicios médicos en los que puedan ser atendidos de manera eficiente y oportuna. De modo más general, ellos carecen de suficiente prevención para intervenir en distintos niveles y momentos -desde la promoción de la salud hasta la prevención terciaria-, de manera de impedir o aminorar estas dificultades.

Entre las líneas de acción a considerar se cuentan:

b. El desafío de promover estilos saludables de vida

Las condiciones de salud, en un sentido integral, de los jóvenes se ven fuertemente afectadas por los modos de vida que habitualmente practican. Muchas actividades que los jóvenes realizan, sea en el estudio o el empleo, suelen realizarse en condiciones poco saludables -con horarios extenuantes, espacios insuficientes, relaciones humanas no gratificantes y prácticas institucionales poco fomentadoras del desarrollo personal-. Es frecuente también que se haga un uso pasivo, sedentario y poco creativo del tiempo libre -el que así deviene “ tiempo muerto”, cuando no “tiempo de riesgo”-. Prácticas tales como el deporte, la creación artística y cultural, el excursionismo y contacto con la naturaleza, la acción solidaria o la simple sociabilidad de pares, encuentran escasos cauces donde desenvolverse positivamente. Debe considerarse que las edades de inicio de diversos problemas de salud, tales como los asociados a adicciones y sexualidad, muestran una tendencia a bajar, presentándose al inicio de la juventud, cuando no anteriormente, estilos poco saludables de vida y riesgosos.

Entre las líneas de acción se deben considerar:

c. El desafío de la salud reproductiva y la sexualidad

Parte significativa de la vulnerabilidad sanitaria de los jóvenes proviene de su actividad sexual y reproductiva. Muchos jóvenes tienen un inicio precoz y poco informado de su vida sexual, sosteniendo relaciones genitales a temprana edad, en forma espontánea y sin protección alguna, dentro de relaciones de pareja ocasionales o bien escasamente articuladas. Esta sexualidad riesgosa propende a la rápida difusión entre los jóvenes de diversas enfermedades de transmisión sexual, de las cuales el SIDA (en acelerada expansión en ciertos países de la región) resulta la de mayor gravedad. De igual manera incide en la persistencia de altas tasas de embarazo adolescente, en especial entre jóvenes en situación de pobreza. Así el embarazo precoz suele estar asociado con diversos problemas de salud, tanto de los hijos (bajo peso al nacer, mayor morbilidad perinatal y posterior , mayor riesgo de negligencia y maltrato) como de sus madres, las que suelen ver interrumpida su juventud y afectado su proyecto de vida adulta.

Entre las líneas de acción deben consignarse:

d. El desafío de las adicciones

Muchos jóvenes realizan conductas adictivas que causan severo perjuicio de su salud física y psicológica, e impiden el desarrollo pleno de sus capacidades. Dos adicciones tradicionales, como son el tabaquismo y el alcoholismo, se han difundido ampliamente entre la nueva generación, afectando no sólo a varones sino también crecientemente a mujeres jóvenes. Si bien estas adicciones no suelen producir enfermedades severas durante la etapa juvenil misma, sí afectan gravemente la salud adulta de quienes las realizan en exceso. Aunque no les son exclusivas -y forman parte de una lucrativa economía promovida por sectores de la sociedad adulta-, resultan más específicas a los jóvenes las adicciones a diferentes drogas. Así la marihuana se ha convertido en una droga generacionalmente aceptada en algunos países, mientras que diversos medicamentos -como tranquilizantes y estimulantes-, son empleados para drogarse y que la cocaína y sus derivados, los inhalantes y otras sustancias psicotrópicas se han hecho de miles de adictos en la juventud. Especial atención merece la tendencia entre drogadictos jóvenes en situación de pobreza al policonsumo, así como a la realización de conductas delictivas, amplificando daños biológicos y psicosociales causados a su desarrollo.

Entre las líneas de acción deben considerarse:

VI. Participación e institucionalidad pública

a. El desafío de la ciudadanía plena

A pesar de ser con frecuencia invocados discursivamente como actores del presente, los jóvenes disponen de escasos espacios y oportunidades para realmente participar en la vida política y social de sus comunidades locales y sociedades nacionales. Es frecuente que las legislaciones nacionales restrinjan sus derechos políticos, limitando sus posibilidades de desempeñar responsabilidades en el sistema político, sea en el poder legislativo y/o ejecutivo. Igualmente la voz de los jóvenes, en tanto estamento, es difícilmente escuchada al interior de partidos políticos, sindicatos y otras organizaciones sociales en las que participan -y en las que suelen ser convocados para actividades secundarias-. En las localidades en que los jóvenes habitan tampoco tienden a disponer de posibilidades de real injerencia y comunicación con las autoridades comunales, siendo frecuentemente espectadores pasivos de decisiones que los afectan directamente en su presente y su futuro, debiendo optar por soluciones individuales no legitimadas socialmente. A pesar de que la gran mayoría de los países actualmente tienen sistemas democráticos, existe una fuerte dificultad de parte del sistema político y social para representar a los jóvenes. Estos se sienten crecientemente distantes del mismo, desconfían de las motivaciones de sus principales protagonistas y son muy sensibles a problemas actuales (como la corrupción o la manipulación), al mismo tiempo que suelen no encontrar cauces adecuados para desarrollar sus particulares intereses, ideales y sensibilidad. En este sentido debe consignarse la escasa receptividad de la sociedad adulta a la crecientemente extendida preocupación de los jóvenes por el rescate y preservación del medio ambiente.

Entre las líneas de acción deben considerarse:

b. El desafío del asociacionismo y la acción joven

La falta de participación ciudadana de los jóvenes, en general, y de los jóvenes en situación de pobreza, en particular, se expresa también en la debilidad de sus organizaciones. A excepción de ciertas organizaciones universitarias, es habitual que los grupos y organizaciones juveniles tengan dificultades tales como escasa representatividad, difícil proyección en el tiempo, manipulación, política adulta, ineficiencia en su organización, escasez de recursos físicos y materiales y débil preparación de sus líderes. Más preocupante aún es la dificultad de plasmar, en acción u organización, intereses comunes del conjunto o de sectores de la juventud, sean de corte socioeconómico, educativos, espirituales, políticos, medioambientales, deportivos o artístico-culturales. La acción colectiva es escasa y tiende a tener un deficiente apoyo, cuando no una oposición, de parte de la comunidad y del Estado. De igual manera tiende a existir una precaria coordinación entre estas diversas iniciativas y agrupaciones juveniles, actuando en forma aislada o sólo puntualmente concertada, en ámbitos de común interés. No integrada bajo un discurso original y compartido, y con una acción colectiva efímera y débilmente organizada, la juventud de hoy suele reducir sus posibilidades de incidir en el sistema social y político, no contribuyendo, con su aporte generacional, al perfeccionamiento y renovación del mismo.

Entre las líneas de acción deben consignarse:

c. El desafío de la desestigmatización y del reconocimiento

A diferencia de épocas pasadas, la imagen prevaleciente de los jóvenes en la opinión pública está atravesada por aspectos negativos. Se destacan graves dificultades que sufren y/o provocan los jóvenes -con énfasis en la delincuencia, la drogadicción, la apatía y la desorientación ético-moral-, primando un estereotipo del “ joven-problema”. Esto afecta particularmente a la juventud en situación de pobreza de las zonas urbanas frente a la cual se ha desarrollado un creciente miedo societal, siendo percibida como una moderna clase peligrosa. Esta imagen se refuerza en la segmentación espacial y social que cotidianamente sufre esta juventud, así como en su virtual inexistencia positiva en los medios de comunicación masivos. Igual falta de reconocimiento en el espacio público suele sufrir la juventud rural indígena, sobre la cual suele combinarse el silencio con la ridiculización. En el mejor de los casos se legitima exclusivamente a individuos, grupos o prácticas -tales como el emprendimiento empresarial-, de jóvenes de clases medias y altas, dentro de una tendencia general al desconocimiento sistemático de las contribuciones culturales de los jóvenes. Nótese que esta incapacidad de reconocimiento social se da incluso en ámbitos como la relación entre géneros sexuales, el respeto al medio ambiente o la tolerancia hacia la diversidad, en que la nueva generación muestra nítidos signos de transformación respecto de prejuicios y limitaciones de la sociedad adulta establecida.

Entre las líneas de acción se deben considerar:

- Propiciar la valoración de prácticas positivas individuales o grupales de jóvenes, en especial de aquellos de sectores pobres urbanos y rurales, en medios de comunicación y televisión.

Crear o mejorar los espacios de encuentro y reconocimiento mutuo entre jóvenes de distintos sectores sociales y geográficos, favoreciendo el diálogo y la identidad generacional, así como impulsando las modalidades de intercambios dada su importancia intercultural.

d. El desafío de la institucionalidad pública juvenil

Si bien la última década ha estado marcada por la emergencia en diversos países de una institucionalidad pública relativa a juventud -favorecida por la creciente preocupación de reformar el Estado-, aquella dista aún de responder a las expectativas iniciales de lograr superar la fragmentación y descoordinación sectorial, así como de articular políticas integrales de juventud. Es frecuente que estas nuevas instituciones cuenten con funciones poco claras, metas no especificadas y una inserción poco definida al interior de la administración pública, así como dispongan de escaso poder político, recursos humanos inestables, insuficientes y/o deficientemente calificados, reducidas capacidades de información e investigación y medrados recursos financieros. Igualmente ha sido dificultosa la articulación de estos organismos emergentes, habitualmente constituidos en el nivel central, con organismos públicos de nivel regional y comunal, los que suelen no contar con una institucionalidad específica para este grupo etario. Una similar falta de articulación suele producirse respecto del ámbito legislativo, en el cual, por lo demás, tiende a no existir capacidad de diseñar y sancionar normativas legales favorables al pleno desarrollo de la juventud. Esta incipiente institucionalidad no cuenta con instrumentos adecuados para procesar adecuadamente las demandas juveniles, así como para orientar y concertar eficientemente la acción múltiple del Estado y la sociedad frente a aquellas. Esta insuficiencia, que es tanto técnica como política, impedirá, de no remediarse, que la nueva institucionalidad contribuya a cualificar la acción pública e impacte positivamente en la situación de los jóvenes.

Entre las líneas de acción atingentes a las instituciones especializadas en juventud del sector público pueden considerarse:

VII. Integración y cooperación entre los jóvenes

a. El desafío de la integración regional entre jóvenes

Mientras en otros continentes se avanza aceleradamente en el desarrollo de la integración económica, social, política y cultural, en América Latina este proceso, que necesariamente debe otorgar un papel destacado a la juventud, continúa pendiente. Los jóvenes de nuestros países cuentan con un débil sentimiento de identidad compartida y Latinoamérica no suele constituirse, para muchos de ellos, en un horizonte de sentido y de futuro. Entre tanto los Estados y sociedades nacionales no promueven con suficiente vigor el desarrollo de mecanismos para la integración joven. Es así como el intercambio, el conocimiento mutuo y el diálogo entre los propios jóvenes más allá de sus fronteras nacionales, es incipiente. De igual manera, a pesar de la creciente globalización de la industria cultural y los medios masivos de comunicación y de las nuevas posibilidades tecnológicas existentes, estos medios no facilitan decididamente la divulgación y promoción de la creación juvenil, en su riqueza y diversidad, entre los jóvenes de la región.

Entre las líneas de acción se cuentan:

b. El desafío del asociacionismo juvenil regional

Al interior de la dificultad mayor constituida por la escasa integración entre los jóvenes de la región en general, debe destacarse la problemática específica del asociacionismo juvenil. Salvo excepciones, este estratégico sector de jóvenes, agrupados en organizaciones y grupos de distinto tipo (políticos, sociales, artístico-culturales, deportivos, ecológicos, religiosos), mantiene débiles, si no inexistentes relaciones. De modo tal que cuentan con escasas oportunidades de conectarse entre sí, realizan un deficiente aprendizaje de las experiencias mutuas, sus labores tienden a no considerar la dimensión regional e internacional, y no suelen generar dinámicas ni coordinaciones estables en este nivel. Esta situación de enclaustramiento local y nacional inhibe la generación de vínculos, sensibilidades e iniciativas que contribuirían, desde los propios jóvenes, al desarrollo de la integración regional.

Entre las líneas de acción se deben consignar:

c. El desafío de la cooperación técnica regional

La acción para y con los jóvenes que se realiza en la región suele no contar con un sistema eficiente de cooperación técnica que brinde un apoyo constante y fundamentado a Gobiernos e instituciones sociales. Es frecuente que en el nivel de la cooperación técnica se tienda a mantener una rígida sectorialización, en la que organismos altamente especializados brindan asistencia a los distintos sectores públicos en sus respectivos programas con jóvenes pero con escasa articulación entre sí, no desarrollando una visión de integralidad en cuanto a sus destinatarios ni relacionando esta acción con una política de juventud. De igual manera, la emergente institucionalidad pública referida a juventud encuentra escasa interlocución calificada de carácter internacional a la cual recurrir, y se tiende a reiniciar, sin considerar las lecciones aprendidas, acciones ya desarrolladas en otros contextos. Las múltiples acciones que se efectúan en los diversos países contienen escaso aprendizaje de la experiencia ya existente, así como también realizan, en contrapartida, una limitada contribución (directa o indirecta) para el diseño de acciones similares en otros países. No pareciera existir una capacidad instalada para conducir, sistematizar, evaluar y difundir las diferentes experiencias en curso a nivel nacional, no produciéndose un proceso acumulativo de conocimientos a nivel regional. Esta misma dispersión puede apreciarse en relación a los investigadores, expertos e instituciones especializadas en juventud de la región, los que tienden a mantener vínculos ocasionales y asistemáticos entre sí, no contando con instancias que coordinen sus acciones, faciliten su diálogo colectivo y posibiliten el desarrollo de una perspectiva comparativa.

Entre las líneas de acción se deben considerar:

VIII. Consideraciones finales

El diseño del “Programa Regional de Acciones para el Desarrollo de la Juventud en América Latina - 1995-2000” requiere de especificaciones mayores a partir de las orientaciones y prioridades definidas en este documento-marco. Nuevos insumos debieran contribuir a definir los objetivos específicos y las metas del programa, así como las estrategias más eficaces para alcanzarlos y los montos de recursos involucrados. De igual manera debiera precisarse el modo de seguimiento y los mecanismos y etapas de evaluación del Programa.

En esta perspectiva se plantean las siguientes consideraciones finales para avanzar hacia la puesta en marcha del Programa:

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Descentralización Educativa (y 2)
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