Tradición y modernidad en las políticas educativas 
              en España: una revisión de las últimas décadas1
             José Beltrán Llavador, Francesc J. Hernández 
              i Dobon * 
              Alejandra Montané López **
             * Profesores del Departamento de Sociología y Antropología 
              Social de la Universidad de Valencia (España). 
              ** Profesora de Educación Social y Pedagogía del Departamento 
              de Didáctica y Organización Educativa de la Universidad 
              de Barcelona. 
            SÍNTESIS: En el presente artículo 
              trazamos un panorama aproximativo de algunas de las cuestiones más 
              relevantes que determinan, al tiempo que reflejan, las políticas 
              educativas en España desde la década de 1980 hasta 
              la actualidad. Esta revisión de los últimos 25 años 
              permitirá apreciar, siquiera de manera epidérmica 
              e inevitablemente parcial, la tensión o dialéctica 
              entre la tradición –caracterizada por la persistencia 
              de formas caducas en la concepción y en la provisión 
              educativa– y la modernidad –portadora de la tendencia 
              al cambio y a la innovación, si bien no exenta de ambigüedad 
              y contradicción en su propio desarrollo–. Nos detenemos 
              en aquellos ejes a partir de los cuales se articula nuestra reflexión, 
              tales como las políticas educativas, la organización 
              del sistema educativo, la convergencia europea, las organizaciones 
              transnacionales reguladoras de las políticas educativas y 
              prospectivas, finalizando con algunas conclusiones que, aun siendo 
              abiertas, plantean la persistencia de las dinámicas reproductoras. 
              Nuestro análisis se ciñe, para esta ocasión, 
              al ámbito de la educación formal, sin dejar de reconocer 
              la importancia creciente de los espacios de educación no 
              formal e informal, y de los sectores emergentes derivados de los 
              mismos. Como se verá, nuestro planteamiento se enmarca dentro 
              de una interpretación singular acerca de las derivaciones 
              y consecuencias de la modernidad tardía en la que se inscribe 
              nuestro período de estudio. 
             Palabras clave: reforma educativa, desarrollo 
              profesional, sistema educativo, política educativa. 
             SÍNTESE: No presente artigo, traçamos 
              um panorama aproximativo de algumas das questões mais relevantes 
              que determinam, e ao mesmo tempo refletem, as políticas educativas 
              na Espanha desde a década de 1980 até a atualidade. 
              Esta revisão dos últimos 25 anos permitirá 
              apreciar, embora de modo epidérmico e inevitavelmente parcial, 
              a tensão ou dialética entre a tradição 
              – caracterizada pela persistência de formas caducas 
              na concepção e na provisão educativa e a modernidade 
              – portadora da tendência à mudança e à 
              inovação, se bem que não isenta de ambigüidade 
              e contradição no seu próprio desenvolviemnto. 
              Detemo-nos naqueles eixos a partir dos quais se articula nossa reflexão, 
              tais como as políticas educativas, a organização 
              do sistema educativo, a convergência européia, as organizações 
              transnacionais reguladoras das políticas educativas e prospectivas, 
              finalizando com algumas conclusões, que, embora abertas, 
              suscitam a persistência das dinâmicas reprodutoras. 
              Nossa análise se reduz, para esta ocasião, ao âmbito 
              da educação formal, sem deixar de reconhecer a importância 
              crescente dos espaços de educação não 
              formal e informal, e dos setores emergentes deles derivados. Como 
              se poderá ver, nossa proposta se insere dentro de uma interpretação 
              singular sobre as derivações e conseqüências 
              da modernidade tardia em que se inscreve nosso período de 
              estudo. 
             Palavras-chave: reforma educativa; desenvolvimento 
              profissional; sistema educativo; política educativa. 
             ABSTRACT: In the present paper, we will present 
              an approximate outlook of a few of the more relevant issues that 
              determine, at the same time that reflect, the Spanish educative 
              policies deployed from 1980 up to now. This scan of the last 25 
              years will allow us to see (even in a superficial and inevitably 
              partial fashion) the tension and dialectic between tradition (noted 
              for the persistence of outdated forms of conceiving and delivering 
              education) and modernity (bearer of innovative trends, although 
              not exempt from ambivalence and contradictions in its own development). 
              We will pay close attention to those axes that can work as a starting 
              point for our reflection, namely: educative policies, organization 
              of the educative system, European convergence and transnational 
              organizations that regulate educative policies. In the end, we present 
              a few conclusions that, even though they are still open, present 
              the persistence of reproductive dynamics. In this occasion, our 
              analysis is constricted to the sphere of formal education, without 
              failing to acknowledge the growing importance of non-formal and 
              informal educative spaces, and the importance of the spheres derived 
              from them. Our approach has to be considered within a singular interpretation 
              of the consequences and implications of the late modernity in which 
              the studied period takes place.  
             Key words: educational reform; professional development; 
              educative system; educational policies. 
            1. Breve contextualización: antecedentes
             Para España, durante muchos años, la educación 
              ha sido un factor no solo de reproducción social, sino también 
              de fuerte control ideológico, papel que se puede reconocer, 
              entre otras, por las siguientes características generales: 
              centros de titularidad privada religiosa, un fuerte control ideológico 
              sobre el profesorado docente de primaria a través de las 
              escuelas de magisterio y pocos centros con oferta pública 
              en secundaria.  
             Por otra parte, la configuración de la enseñanza 
              obligatoria, su precoz segregación y el escaso número 
              de universitarios existente a finales de la década de 1960 
              y comienzo de la siguiente muestran el estado educativo del país 
              durante más de la mitad del siglo XX. 
             Esta tradición educativa va sufrir su primera ruptura con 
              los cambios sociales y económicos que sobrevienen en los 
              años sesenta con la mecanización del campo, la emigración 
              a las ciudades y a otros países, la incipiente industrialización 
              y el posicionamiento del turismo como sector económico de 
              gran importancia, cambios que a nivel educativo van a tener su correlato 
              en la reforma educativa implementada a través de la Ley General 
              de Educación (LGE) de 1970.  
             Esta ley configuró el primer intento de modernización 
              y adecuación de la educación a las nuevas necesidades 
              económicas y sociales. A partir de aquí, la perspectiva 
              dual de la modernidad será ya una constante en el devenir 
              educativo del Estado español: 
            
              -  Modernidad de adecuación y adaptación.
 
              -  Modernidad de ruptura, democratización, participación 
                y transformación.
 
             
             Uno de los datos más llamativo que confirma esta dualidad 
              es, en comparación con países de su entorno, el gran 
              atraso educativo que arrastra la población española 
              en lo que a niveles educativos se refiere. Sin embargo, aunque estudiados 
              de forma sincrónica estos niveles dan la imagen de fracaso 
              del sistema educativo, observados de forma diacrónica, es 
              decir, en el proceso histórico de los últimos años, 
              ponen de manifiesto que existe una mejora notable de los datos de 
              escolarización y de nivel educativo respecto de los de épocas 
              anteriores. 
             2. Política, política educativa y reformas educativas
             En 1981 hubo en España un fugaz intento de golpe de Estado 
              que aceleró la crisis de los partidos políticos que 
              provenían de la reforma del régimen dictatorial. En 
              las elecciones de 1982 el Partido Socialista consiguió una 
              amplia victoria, a partir de la cual comenzó un ciclo de 
              modernización del Estado que tuvo como hitos destacados, 
              entre otros, la plena integración en la Unión Europea 
              (1986) y en la Organización del Tratado de Atlántico 
              Norte (OTAN); el desarrollo de la descentralización del Estado 
              en diecisiete comunidades autónomas y el desarrollo normativo 
              de la Constitución (1978); la reforma del mercado laboral 
              y la reconversión de la industria pesada; la reforma fiscal 
              y la reforma educativa. El ciclo económico adverso de comienzos 
              de la década de 1990, los escándalos de corrupción 
              y la participación en la guerra sucia contra el independentismo 
              vasco provocaron una fuerte erosión en el gobierno, que tuvo 
              que gobernar en coalición con el centro derecha (1993-1996) 
              y, finalmente, traspasar el poder a un gobierno de signo conservador 
              representado por el Partido Popular (1996-2004). Por tanto, en líneas 
              generales, se podría decir que en España, durante 
              la primera mitad del período de referencia, hubo un gobierno 
              socialdemócrata y en la segunda mitad uno conservador, con 
              breves períodos de transición antes y después 
              de cada uno. Desde el año 2004 a la actualidad, tras el desgaste 
              del ciclo conservador intensificado por su participación 
              en la ofensiva anglonorteamericana en la guerra de Irak, nos encontramos 
              nuevamente con un gobierno socialista. 
             Con respecto al escenario educativo español, la legislación 
              escolar se remonta a finales del siglo XVIII y principios del siglo 
              XIX, y cabe señalar que las reformas educativas generales 
              han sido escasas, como lo indica el hecho de que durante doscientos 
              años sólo hubo dos reformas generales de la educación, 
              la del ministro Moyano en 1857 (Ley de Instrucción Pública 
              de 9 septiembre), y la de Villar Palasí en 1970 (LGE). En 
              general, la legislación escolar ha sido muy variable, dependiendo 
              de la alternancia en el poder de gobiernos liberales y conservadores, 
              con breves períodos republicanos, y una larguísima 
              dictadura que le concedió privilegios a la Iglesia católica, 
              que en la actualidad sigue dominando una amplísima red de 
              centros educativos de titularidad privada. Se puede decir que su 
              participación en la enseñanza constituye su principal 
              fuente de financiación y de proyección ideológico-social2. 
             Los dos gobiernos del último cuarto de siglo, el socialista 
              (1982-1996; 2004-2008) y el conservador (1996-2004), promulgaron 
              tres reformas educativas a través de leyes de rango superior, 
              la primera de las cuales fue la Ley 1/1990 de 3 de octubre de Ordenación 
              General del Sistema Educativo (LOGSE); la segunda la Ley Orgánica 
              10/2002, de 23 de diciembre, de Calidad de la Educación (LOCE) 
              y la tercera, y más reciente, la Ley Orgánica 2/2006, 
              de 3 de mayo, de Educación (LOE) promulgada en la última 
              legislatura socialista. Es, por lo tanto, un largo período 
              marcado profundamente por la alternancia política, que creó 
              escenarios difíciles para la modernización, conceptual 
              y estructural, de la educación. 
             En todos los casos, la política y las reformas educativas 
              provocaron reacciones adversas y manifestaciones en contra de los 
              gobiernos, en general secundadas por el sector educativo. Globalmente, 
              durante este período se han desarrollado algunas iniciativas 
              determinadas por la integración y la homologación 
              del sistema educativo en el marco europeo, como, por ejemplo, la 
              ampliación de la escolaridad obligatoria hasta los 16 años, 
              edad legal de acceso al trabajo; la impartición de la educación 
              secundaria por profesorado licenciado, es decir, profesorado que 
              ha cursado una carrera de dos ciclos, reservando la educación 
              primaria para profesorado diplomado, que ha cursado una carrera 
              de un ciclo; la especialización del profesorado en la educación 
              primaria para idiomas, música, educación física, 
              etc.; la introducción de figuras complementarias de apoyo 
              psico-pedagógico; la dignificación de la formación 
              profesional y la introducción del aprendizaje a lo largo 
              de toda la vida. 
             La LOGSE de 1990 fue un nuevo intento de modernización 
              y adaptación, en este caso a muchas de las directrices europeas 
              en materia educativa, y configuró las bases de todas las 
              reformas posteriores. Pero esta homologación, que aún 
              continúa en los diferentes niveles del sistema educativo 
              (educación superior), no fue acompañada por una apuesta 
              política concreta de cambio real, prueba palpable de lo cual 
              ha sido siempre la falta de una memoria económica de acompañamiento 
              a dicha ley o la falta de recursos para efectuar las correcciones 
              pretendidas con las nuevas leyes educativas. 
             Hay que añadir que durante el período de referencia 
              se desarrollaron en el país los Estatutos de Autonomía, 
              ahora en proceso de revisión, que descentralizaron las competencias 
              educativas hacia las distintas comunidades autónomas, las 
              que a partir de allí tienen plena capacidad para establecer 
              sus presupuestos educativos y destinar fondos para la creación 
              de centros, el pago de salarios, etc., y un cierto margen para intervenir 
              en los contenidos. Ello ha permitido, también, normalizar 
              la enseñanza de las lenguas cooficiales, fundamentalmente 
              el catalán, el vasco y el gallego. En general, más 
              de la mitad de la población de España es competente 
              en alguna otra lengua, además del castellano3. 
             Haciendo un pequeño ejercicio numérico de memoria 
              histórica, podemos destacar que desde el 17 de julio de 1945, 
              fecha de las primeras medidas reformistas adoptadas (Ley de Instrucción 
              Primaria), una vez finalizada la Guerra Civil y en la década 
              oscura y autárquica del franquismo (1940-1950), transcurrieron 
              25 años hasta la promulgación en 1970 de la LGE. Pero 
              entre esta ley y la siguiente, la LOGSE de 1990, transcurrieron 
              dos largas décadas, veinte años en los que España 
              dio un giro sustancial desde el punto de vista social y político. 
              El salto cualitativo se debió, principalmente, al paso de 
              un régimen dictatorial a una democracia formal, dotándose 
              de una Constitución que define el Estado como una realidad 
              plural, y al mismo tiempo, incorporándose a una realidad 
              supranacional en el seno de la Unión Europea. En este marco 
              ya no tenía sentido perpetuar un sistema educativo heredado 
              del franquismo, y se hizo cada vez más necesario introducir 
              una serie de cambios que, en consonancia con el proceso de modernización 
              del país, adecuara la escuela al nuevo escenario social, 
              político y económico. Es así como surge «un 
              nuevo marco democrático para la educación», 
              en palabras de Marta Mata (1997, p. 38), presidenta del Consejo 
              Escolar del Estado y figura histórica, recientemente fallecida, 
              de los movimientos de renovación pedagógica. 
             El resultado de las últimas reformas educativas no siempre 
              es complaciente. Junto con el reconocimiento de los avances objetivos 
              en la ampliación de la provisión educativa, con la 
              escolarización de masas, y en la prolongación de la 
              misma con la extensión de la educación obligatoria 
              hasta los 16 años, tanto analistas como colectivos críticos 
              observan el lastre y las inercias tecnoburocráticas que, 
              si bien dan paso a la importante reforma de 1970, limitan poderosamente 
              la oportunidad que brindó la de 1990. Esta, que nace debilitada 
              de origen por no ir acompañada de una ley o memoria de financiación 
              como lo estuvo la anterior LGE, acaba percibiéndose en su 
              conjunto como una reforma administrativa, diseñada desde 
              los despachos, y con escaso margen para la autonomía del 
              profesorado, sin duda una de sus mayores aspiraciones y la que de 
              verdad define la auténtica naturaleza democrática 
              del cambio que se propugna. 
             En este sentido, seguimos a Bolívar (2004) al decir que 
              la configuración de las reformas educativas en España 
              ha sufrido una triple problematización. En primer lugar, 
              el diseño de leyes educativas del partido gobernante y no 
              del Estado, es decir, con el consenso de todos los partidos, lo 
              que ha motivado la alternancia legislativa. En segundo lugar, las 
              leyes se han propuesto mejorar la educación, pero lo han 
              hecho solo como leyes «escolares», limitadas a medidas 
              en el sistema escolar, no «educativas», dirigidas a 
              intervenir activa y socialmente en la comunidad. En tercer lugar, 
              una confianza excesiva en las regulaciones administrativas por medio 
              de reformas diseñadas técnicamente, cuando la investigación 
              educativa lleva décadas poniendo de manifiesto (Fullan, 2002, 
              Tyack y Cuban, 2000) que los cambios legislativos no provocan por 
              sí mismos una mudanza de las culturas escolares y profesionales, 
              y menos aún de las condiciones sociales para llevarlas a 
              cabo. 
             3. La organización del Sistema Educativo Español
             El sistema educativo reglado se encuentra doblemente dividido: 
              en primer lugar, reproduce la estructura en «doble red» 
              –una orientada a la universidad y otra orientada a la formación 
              profesional–; en segundo lugar, el sistema reglado está 
              dividido en centros de titu¬laridad pública y centros 
              de titularidad privada. 
             A pesar de que la Constitución proclama el laicismo del 
              Estado, este mantiene un fuerte apoyo a la Iglesia católica, 
              el componente más importante del cual es, sin duda, la subvención 
              con cargo a los presupuestos del Estado de los centros católicos 
              de enseñanza. Esta situación, que de manera suave 
              podemos calificar de anacrónica, es un ejemplo notable de 
              la dialéctica entre tradición y modernidad en nuestro 
              país. Antes de proceder a la reforma general del sistema 
              educativo (1990), el Partido Socialista en el gobierno permitió 
              a la Iglesia conservar los privilegios que había tenido durante 
              la dictadura. Mediante un acuerdo entre el Estado español 
              y la Santa Sede, por una parte, y con una ley que desarrollaba el 
              derecho a la educación –Ley Orgánica del Derecho 
              a la Educación de 1985 (LODE)– por otra, se mantuvo 
              la financiación de las escuelas privadas que complementan 
              la red pública, denominadas escuelas concertadas, y se concedió 
              una serie de beneficios complementarios, el no menos importante 
              de los cuales es la contratación, con cargo a presupuestos 
              estatales, de profesorado de catolicismo, que desarrolla sus actividades 
              en todas las escuelas públicas y mantiene una asignatura 
              en pie de igualdad con otras del currículum. Los sucesivos 
              gobiernos conservadores (1996-2004) han utilizado el descenso demográfico, 
              anterior al aumento actual de residentes extranjeros, para cerrar 
              unidades de escuela pública mientras se mantenían 
              y se incrementaban las subvenciones a los centros privados, muchas 
              veces ubicados unos muy próximos a los otros. Se trata de 
              una privatización «blanda y gradual», en palabras 
              de Díez Gutiérrez (2007), patente en el sistema educativo, 
              que se ha estimulado también mediante la comisión 
              a terceros de fragmentos de la gestión escolar, como por 
              ejemplo las construcciones, los servi¬¬-cios de comedor, 
              las actividades extraescolares, etcétera. 
             La reforma del Partido Socialista resultó ambigua respecto 
              a la persistencia reproductora y los efectos clasistas de la doble 
              red. Por un lado, consagró la estructura doble al promulgar 
              una Ley de Reforma Universitaria (LRU, 1985), que desarrollaba la 
              autonomía de la universidad recogida en la Constitución, 
              antes de proceder a la reforma general del sistema no universitario 
              (LOGSE, 1990). Como se suele decir, se empezaba la casa por el tejado. 
              Por otro lado, intentó evitar la doble titulación 
              anterior al concluir el ciclo obligatorio (graduado escolar / certificado 
              de escolaridad), instaurando un único certificado de educación 
              secundaria; pero se reinstauró la duplicidad entre el alumnado 
              que dispone de él y el que no. Se intentó paliar el 
              efecto clasista del circuito de la formación profesional, 
              muy deteriorada al comienzo del período y que recogía 
              alumnado de bajo rendimiento, aislando los dos niveles formativos 
              (no se podía pasar del nivel inferior –ciclos formativos 
              de grado medio– al superior –ciclos formativos de grado 
              superior– sin reingresar en la formación secundaria 
              postobligatoria), pero esta medida fue rápidamente eliminada 
              por el gobierno conservador, precisamente cuando ocupaba la cartera 
              de Educación el actual líder de la oposición. 
              Dos años después, la misma Administración promulgó 
              la Ley Orgánica 5/2002, de 19 de junio, de las Cualificaciones 
              y de la Formación Profesional, que excepcionalmente gozó 
              de consenso social, para adecuar el marco de la formación 
              profesional inicial o reglada al sistema europeo de las cualificaciones, 
              derivado de los imperativos de la Estrategia de Lisboa. 
             Por otra parte, el modelo universitario es masivo, sin una vinculación 
              profesional clara de los títulos expedidos, con un fuerte 
              componente clasista en carreras de prestigio y una sobrerre¬presen¬tación 
              de las titulaciones de letras, incluidas las de un ciclo, con poca 
              exi¬¬-gencia de inversión en capital. Ni la reforma 
              socialista (LRU de 1985), ni la reforma conservadora (Ley Orgánica 
              6/2001, de 21 de diciembre, de Universidades) han conseguido frenar 
              una elevada endogamia en la adscripción del profesorado, 
              sin que haya movilidad, por lo que respecta al profesorado, entre 
              la enseñanza superior y otros niveles educativos. Por otro 
              lado, esta reforma introdujo, mientras se desarrollaban diversas 
              instancias de evaluación y control de calidad, la retórica 
              de la «calidad / excelencia» en la educación 
              superior, retórica que, conviene señalar, procedente 
              de la esfera económica y de organismos internacionales centrales 
              dentro de ella, incrementa el giro hacia lo que se ha dado en llamar 
              globoeducación. 
             4. El papel del Estado
             Las consideraciones anteriores están relacionadas con el 
              uso cada vez más extendido en nuestro país de la expresión 
              «calidad» aplicada a la esfera educativa. El discurso 
              dominante en el escenario educativo español introduce recientemente, 
              como en buena parte del mundo, la noción de «calidad», 
              dando por supuesto el acuerdo común sobre el significado 
              de su uso. Ahora bien, el concepto de calidad, utilizado como una 
              buena nueva, es cuanto menos equívoco. El punto culminante 
              de esta expresión se alcanzó en el año 2002 
              cuando, como vimos, una ley de educación la adopta en su 
              propia nomenclatura: la Ley Orgánica de Calidad Educativa. 
              Con algunos precedentes y con consecuentes en la siguiente ley educativa 
              (LOE, 2006) –que aunque hace caer la letra, mantiene el espíritu– 
              cuyo objetivo fundamental es el de sancionar o legitimar un nuevo 
              sistema de relaciones entre Estado, sociedad y educación, 
              que caracteriza lo que se ha dado en llamar el «Estado evaluador», 
              lo cual supone el control a distancia y a posteriori de sus productos. 
              Así, el control se ejerce sobre los resultados de actuaciones 
              y no sobre el seguimiento o cumplimiento de compromisos, respecto 
              de los cuales el Estado no asume ninguna responsabilidad, dedicándose 
              a relegar responsabilidades y a sancionar, con premios o castigos, 
              en función de lo que considere que son resultados valiosos, 
              o no, para el mercado. El efecto perverso de esta lógica 
              es que el profesorado acaba despolitizándose al aceptar que 
              el control disminuya sobre los procesos mientras se incrementa sobre 
              los resultados, como indica la generalización de complementos 
              salariales en función de la productividad. No se puede perder 
              de vista que el origen más reciente de la cuestión 
              de la calidad se encuentra asociado a la pujanza de los gobiernos 
              conservadores de la década de 1980, liderados por el binomio 
              Thatcher-Reagan, quienes lo recuperan y reeditan en alianza estrecha 
              con el concepto de accountability, esto es, de eficacia o rendición 
              de cuentas con criterios monetaristas. Por eso, no es casual que 
              hoy emerja de nuevo en nuestro país, y a escala internacional, 
              reflejando las tendencias arrolladoras de la globalización, 
              y encontrando sus mejores portavoces en organizaciones tan influyentes 
              como el Fondo Monetario Internacional, la Organización para 
              la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) o 
              el Banco Mundial. De la misma manera que en su momento el taylorismo 
              influyó exportando hacia el capital cultural modelos propios 
              de la producción de capital económico, ahora se exportan 
              hacia la esfera de las instituciones públicas «indicadores 
              de calidad financiera», de donde provienen los términos 
              «eficacia», «eficiencia» y «excelencia», 
              propios del mundo de la empresa privada y convertidos ya en lugares 
              comunes. 
             Bajo el signo de la calidad, en el espacio de la economía 
              política, se intensifica y se altera la función segregadora, 
              y por ende de estratificar, de la escuela cuando se invierte la 
              correlación de fuerzas en la doble red –pública 
              y privada– de la oferta educativa. Ahora mismo, en nuestro 
              país, nos encontramos con una nueva división social 
              que no surge de la institución y no es trivial, porque la 
              fragmenta y segrega internamente mostrando su fragilidad, por esto 
              la escuela pública se está convirtiendo, de hecho, 
              en subsidiaria de la privada. Hablar de escuela pública es 
              hablar de públicos, y hablar de escuela privada es hablar 
              de clientes. 
             5. Convergencia europea y organizaciones transnacionales
             El proceso de descentralización en el seno de nuestro país 
              encuentra ahora un elemento de comparación dentro de un nuevo 
              proceso de recentralización en el marco del proyecto europeo. 
              Desde una dimensión sincrónica, qué duda cabe 
              que la entrada de España en la UE en 1986 supone una orientación 
              eurocéntrica que afecta tanto a la posición estratégica 
              como a la representación simbólica de nuestro Estado 
              dentro de un espacio supranacional. Al mismo tiempo, y en perspectiva 
              diacrónica, esta nueva ubicación marca un punto de 
              inflexión respecto de la propia historia de nuestro país, 
              pues España ya no dirige tanto la mirada al pasado, a su 
              herencia y relación con el Mediterráneo, sino que 
              privilegia el futuro, su aproximación geoestratégica 
              al Norte. Por ello, la representación simbólica de 
              España en el marco europeo cobra un gran relieve en el currículum 
              escolar y en los libros de texto en la enseñanza obligatoria. 
             Por otra parte, la política educativa española se 
              va adecuando a los principios rectores europeos, que han incluido 
              la educación dentro de los Servicios Económicos de 
              Interés General (SIEG). Los mismos están definidos 
              como «los servicios correspondientes a una actividad económica 
              que está abierta a la competencia»4, entrando plenamente 
              en las dimensiones de competencia a través de los artículos 
              147.º y 148.º, donde se insta a los Estados miembros a 
              que procedan a la liberación de todos los servicios. 
             Por lo tanto, al analizar el significado y las medidas que toman 
              las leyes educativas en España es imprescindible tener presente 
              las líneas ideológicas hegemónicas en la sociedad 
              española y en la Unión Europea. Por una parte, la 
              ideología neoliberal que impulsa, como decimos, los intereses 
              de las corporaciones transnacionales capitalistas, y, por otra, 
              las ideologías conservadoras, comprometidas en la reproducción 
              de un modelo de sociedad clasista, sexista, racista y, frente a 
              ellas, los movimientos de las izquierdas comprometidos en luchas 
              por mayores cotas de justicia social (Gimeno Sacristán, 2006). 
             En el año 2004, la opinión pública, a través 
              del engranaje mediático, se lleva una fuerte impresión 
              a raíz de los malos resultados que sobre el rendimiento académico 
              de los alumnos se desprenden del informe internacional PISA (Programme 
              for International Student Assessment) 2003. Según el ranking 
              de este estudio, España queda a la cola de los países 
              europeos, por debajo incluso de algunos de ellos cuya inversión 
              en presupuestos educativos es menor. Antes de llevar a cabo una 
              lectura contrastada de esta interpretación, conviene realizar 
              un breve ejercicio de memoria y de contextualización. Así, 
              por ejemplo, conviene no olvidar que la promotora de PISA es la 
              OCDE, un importante organismo internacional de carácter, 
              como su nombre indica, económico, y cuyos intereses al poner 
              en marcha este tipo de informes no son altruistas sino que tienen 
              una orientación marcadamente instrumental. ¿Por qué 
              no habrían de tenerla, por otra parte, en coherencia con 
              su propia función? Desde la propia definición de PISA, 
              al comienzo del informe, se dice que este se va a centrar en el 
              «rendimiento» de los alumnos y en el examen de algunas 
              características asociadas al «éxito» educativo. 
              La finalidad del informe –así se manifiesta– 
              es orientar hacia políticas educativas desde la necesidad 
              de los gobiernos de extraer conclusiones aplicables a las directrices 
              que han de seguir. De manera que un organismo económico internacional 
              orienta a los gobiernos sobre la política educativa a seguir. 
              Lo que no se dice, porque se da por sentado, es que esa política 
              es la que es buena para la economía. Como también 
              se da por sentado que los dictados de la economía –no 
              de cualquier economía, sino la del libre mercado– son 
              buenos para el desarrollo social. Otra cosa es qué se puede 
              entender por «progreso» o «desarrollo» social. 
              En cualquier caso, de no poner los frenos de emergencia para detenernos 
              a plantear estas cuestiones, de no apelar a un ejercicio cada vez 
              más necesario de vigilancia epistemológica, podemos 
              dejarnos arrastrar por la opinión dominante, convertida en 
              doctrina o en conocimiento oficial, por utilizar la expresión 
              de Apple. Y de paso, podemos acabar pensando que la interpretación 
              que se desprende de organismos como el mencionado, en connivencia 
              con los criterios del Banco Mundial, entre otras entidades, es la 
              normal, es decir, la que dicta o establece la norma, las reglas 
              del juego, y luego la natural, la que va de suyo con la naturaleza 
              social, con el orden de las cosas. 
             Quizá, valga la pena por lo que al informe PISA se refiere, 
              ofrecer otro tipo de enfoque. Si atendemos a Carabaña (2004, 
              pp. 77-78): 
             
               Gracias a este informe sabemos que en lo que se refiere a resultados 
                globales la Enseñanza Básica española es 
                aceptable¬mente eficaz y sumamente eficiente. Es aceptable 
                en eficacia porque los alumnos españoles desarrollan su 
                capacidad cognitiva aproxi¬madamente igual que los alumnos 
                de los otros países de la OCDE [...]. Según el informe 
                PISA, los alumnos españoles alcanzan en lectura una nota 
                (en la escala habitual del 1 al 10) de 4,93, en matemáticas 
                de 4,76 y en ciencias de 4,91, que hay que comparar con una nota 
                media de 5 del conjunto de los países. La prensa no aireó 
                la proximidad de los resultados españoles a la media, sino 
                el orden de España entre los 31 países: puesto número 
                18 en lectura, 23 en matemáticas, 19 en ciencias. Pero 
                la proximidad entre países es tan grande que el orden carece 
                de importancia: se parece mucho a la llegada en pelotón 
                en una carrera de ciclismo. 
             
             El sistema español de enseñanza es, además, 
              líder en eficiencia, al menos si nos limitamos a los países 
              occidentales, pues es superado por algunos países del este 
              europeo –Checoeslovaquia, Hungría y Polonia– 
              que gastan menos para obtener resultados semejantes y por Corea 
              e Irlanda, que logran mejores resultados con parecido gasto. Pues 
              bien, aunque España dobló durante los primeros años 
              de la década de 1990 el gasto por alumno en la enseñanza 
              no universitaria, en parte por las políticas socialistas 
              y, sobre todo, por la disminución de alumnos, todavía 
              está entre los países de Europa occidental que menos 
              presupuesto destinan a ese fin. 
             Quizá, el corolario que vale la pena subrayar de esta lectura 
              no es tanto, o no es solo, la similitud de España respecto 
              a otros países europeos, cuanto la interpretación 
              sesgada sobre los resultados de niveles, dando por sentado que estos 
              son causa y a la vez efecto del capital humano. Las viejas tesis 
              del capital humano se reeditan a través de informes cuyos 
              supuestos de partida son los propios de los flujos del capital. 
              En palabras de Katarina Tomasevski (2004, p. 55): 
             
               La literatura sobre capital humano ha evolucionado en las últimas 
                décadas respecto a la relación entre educación 
                e ingresos, centrándose en el valor económico de 
                escolaridad y/o la recuperación de la inversión 
                en la educación, especialmente privada. Y afirma «la 
                utilidad productiva del conocimiento humano»5. Este es uno 
                de los tantos objetivos de la educación. 
             
             Como señala más adelante, asumir el capital humano 
              como valor de mercado implica la posibilidad de invertir la idea 
              de que la economía está al servicio de la gente, y 
              no al contrario. Este riesgo, sobre el que nos advierte y denuncia 
              Amartya Sen, no es sino una materialización más de 
              la confusión entre fines y medios. 
             6. Prospectivas y alternativas
             En el terreno de las prospectivas, la enseñanza básica 
              tiende a ser cada vez más larga y difusa, como lo muestra 
              la literatura de las organizaciones internacionales, que suele sobredimensionar 
              las tendencias de los países miembros más influyentes. 
              La UE ha publicado ya algunos informes sobre «competencias 
              claves» en la enseñanza básica6. Estas competencias 
              se definen como «un conjunto de conocimientos, destrezas y 
              actitudes esencial para que todos los individuos lleven vidas intensas 
              como miembros activos de la sociedad». La generalidad de tales 
              competencias poco permite inferir, más allá de una 
              declaración de intenciones. 
             Más que hacia un catálogo de competencias, acaso 
              sea más pertinente orientar la mirada hacia las consecuencias 
              de las nuevas condiciones sociales, como apunta Carabaña 
              (2004, pp. 83-84). Este autor describe que un estudio financiado 
              por la UE propone cuatro grandes motores de la enseñanza: 
             
               La globalización, la demografía, la revolución 
                de las tecnologías de la información y la comunicación 
                (TIC) y los cambios de valores. Pero, puestos a explicar qué 
                tendencias del sistema educativo inducirán estos motores, 
                no se encuentra ningún referente a los contenidos, y se 
                centra, en todo caso, en las didácticas. Es seguro, desde 
                luego, que la revolución de las TIC está llegando 
                a la escuela, introduciéndose los ordenadores en la enseñanza, 
                bien como instrumentos didácticos, bien como herramientas 
                de prácticas. Por lo que se refiere a la demografía, 
                en concreto a los inmigrantes, los discursos sobre currículum 
                multicultural no pasan de ser palabrería hueca; y la experiencia 
                muestra que los valores pueden cambiar tanto como han cambiado 
                en los últimos años sin que cambie casi nada en 
                los currículos escolares. 
             
             Y prosigue, declarando su optimismo sobre esta cuestión: 
              «La consecuencia más clara de la globalización 
              para el currículum quizá sea el incremento de la utilidad 
              del inglés». 
             En cuanto a las alternativas, no resulta fácil esbozar 
              propuestas concretas para un escenario tan dinámico y complejo 
              como el educativo, pero sí procuraremos enunciar algunos 
              principios de reflexión como fundamento de posibles acciones. 
              A la luz de la brecha que hemos observado relativa a la doble red, 
              esto es doble titularidad e itinerarios, y teniendo en cuenta las 
              desigualdades o fracturas presentes y persistentes, podemos sugerir 
              la orientación hacia estrategias de inclusión no segregadoras 
              sino universalistas. Se trataría, en palabras de Barry Clarke 
              (1999) de adentrarse en lo universal, superando tendencias particularistas, 
              léase clasistas, elitistas, etnocentristas y sexistas. La 
              orientación universalista no solo tiene que ver con la provisión 
              de recursos para todos, sino con los procedimientos participados 
              y participativos, inclusivos y colaborativos, y con la concepción 
              de los sujetos educativos no como «efectivos», sino 
              como sujetos en pos de la plena ciudadanía. Cuando la educación 
              se considera la ocasión para una vida social más justa, 
              como sostenía Dewey, cobran sentido proyectos colectivos 
              que trabajan por el fomento de ciudades educadoras, comunidades 
              de aprendizaje, o desarrollo comunitario. Es entonces cuando la 
              educación puede dejar de ser una mera parcela, un sector 
              o un sistema y puede convertirse en una oportunidad, nada despreciable, 
              para la vinculación social. 
             7. Conclusiones abiertas
             Estas páginas nos han mostrado un panorama de las últimas 
              décadas en nuestro país que podría calificarse 
              de ambivalente7. En el caso español, el proceso de modernización 
              educativa –concreción empírica de modernidad– 
              se ha visto acompañado de una enorme expansión de 
              la escolarización en sus niveles básicos, si bien 
              los costes para que ello fuera posible no han sido pocos. Así, 
              las reformas educativas han padecido una progresiva desocialización 
              –o despolitización– hasta el punto de que las 
              dos últimas reformas se han sucedido en el plazo de apenas 
              un lustro, desnaturalizando su auténtica función de 
              cambio educativo, y, por tanto, restándole potencia a dicha 
              función. Cuanto acontece en el terreno de las reformas educativas 
              es, por otra parte, un reflejo del papel legitimador de las políticas 
              educativas, en alianza con la disminución, o dimisión 
              progresiva, del papel del Estado. Las últimas reformas presentes 
              son, de hecho, reformas pendientes, es decir, no tanto resueltas, 
              sino disueltas ante el desconcierto de los actores implicados. 
             Existe un debate ideológico virtual y deslegitimador sobre 
              educación reglada pública, el cual se manifiesta en 
              diferentes posicionamientos: 
            
              -  No se incide sobre las causas del fracaso escolar y se culpabiliza 
                al alumnado de forma individual de su proceso educativo.
 
              -  No se visibiliza el papel que juega la educación en 
                la convivencia social y en la realización de un derecho 
                democrático.
 
              -  No se potencia la educación como una necesidad para 
                toda la vida, lo que obligaría a una flexibilización 
                de la temporalidad y la organización escolar.
 
              -  No se analizan las diferencias y condiciones sociales poco 
                propicias a la educación, tales como la glorificación 
                del consumo, el éxito económico fácil, etcétera.
 
              -  No se realiza un verdadero debate social y familiar que mejore 
                el apoyo a la institución escolar pública y dignifique 
                el papel social del profesorado.
 
              -  No se condenan y sí, en cambio, se trivializan los lentos 
                avances educativos.
 
             
             Todo ello, a su vez, se puede interpretar como un síntoma 
              de la persistencia de las dinámicas reproductoras, con intensidades 
              y expresiones variables, frente a la capacidad atribuida a la escuela 
              para producir distinción social acreditada. 
             Pero aun así, con la promulgación de la LOE, en 
              enero de 2006, se pretenden superar las desigualdades de partida 
              de los ciudadanos, y al plantearse esta ley como un marco general, 
              se deja su desarrollo básico posterior en manos de las comunidades 
              autónomas. Por lo mismo, cabe una gran implicación 
              y fuerza de los agentes sociales en sus propuestas, teniendo presente 
              que, por las diversas orientaciones políticas que gobiernan 
              en las diferentes comunidades autónomas se podrán 
              producir muchas y diversas maneras de desarrollar la educación 
              en el Estado español. 
             A esta reflexión, de ámbito local o nacional, debemos 
              añadir otra, de ámbito global o supracional, dedicada 
              a las mutaciones del campo educativo, a los profundos cambios en 
              las reglas del juego educativo provocado, en palabras de Teodoro 
              (2004), por el proceso de globalización, configurado como 
              «una agenda globalmente estructurada» a través 
              de las organizaciones transnacionales y los sistemas de indicadores 
              educativos, que modifican los valores y objetivos de la educación. 
             Tal vez la mutación más destacada que está 
              aconteciendo es, precisamente, la emergencia de un contexto de formación 
              que desborda los límites de la enseñanza reglada. 
              Por ello, los documentos de la UE se refieren siempre a la Europa 
              de «la educación y la formación»8. Este 
              contexto de formación, que es invocado con conceptos como 
              «aprendizaje a lo largo de toda la vida», «formación 
              continua», «formación permanente», etc., 
              reconfigura, entre otras, la relación entre escuela y trabajo, 
              ya severamente afectada por la difusión de las TIC y afectará 
              necesariamente la institución escolar en su forma tradicional. 
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              TYACK, D. y CUBAN, L. (2000): »En busca de la utopía», 
              en Un siglo de reformas en las escuelas públicas. México: 
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            Notas 
            1 El artículo que nos ocupa está basado en el informe 
              realizado en el marco de la investigación «Educating 
              the Global Citizen: Globalization, Educational Reform and the Politics 
              of Equity and Inclusión in 16 Countries», coordinada 
              por Carlos Alberto Torres, de la Universidad de California, Los 
              Ángeles (UCLA). Para el informe de investigación, 
              cuya versión completa se puede consultar en <http://cyted.riaipe.net>, 
              pudimos contar con las aportaciones del Instituto Paulo Freire de 
              España. 
            2 Esta modernización ha sido consecuencia de un proceso 
              evolutivo de luchas de clase, reflejado en diferentes acciones y 
              documentos que ponen de manifiesto la supervivencia de algunos elementos 
              del modelo educativo post-franquista y que los sucesivos gobiernos 
              socialdemócratas han ido aceptando paulatinamente, como por 
              ejemplo los acuerdos de 1978 con la Santa Sede y el artículo 
              7.º de la Constitución española. 
            3 Esta normalización, más que en la sociedad se apoya, 
              por lo general, en el sistema educativo reglado y obligatorio, lo 
              que genera situaciones de diglosia lingüística respecto 
              al castellano. 
            4 Esto incluye, en principio, todos los servicios públicos 
              abiertos a proveedores públicos y privados. Se enumeran los 
              que están explícitamente excluidos del ámbito 
              de aplicación de la directiva, entre los cuales se hallan 
              los servicios que «persigan un objetivo de bienestar social»: 
              vivienda social, servicios a la infancia y a la familia, servicios 
              financieros, de salud, de transporte (excluidos los transportes 
              funerarios), telecomunicaciones, servicios jurídicos, profesiones 
              asociadas con el ejercicio de los poderes públicos, como 
              por ejemplo, los notarios, servicios audiovisuales, juegos de azar. 
              Quedan en el ámbito de aplicación de la directiva 
              la educación; la cultura; el transporte; la distribución, 
              suministro y almacenamiento de energía y gas; la distribución 
              y el saneamiento de agua; el tratamiento de residuos y los servicios 
              postales. 
            5 La cita procede de un informe de la OCDE (1996, p. 22). 
            6 Véase Eurydice, la red europea de información en 
              educación (2002, p. 27). 
            7 Lo situaban en un camino claro de reproducción del sistema 
              neoliberal, que no priorizaba la igualdad de oportunidades, que 
              mantenía las desigualdades, y que no ha avanzado en una democratización 
              ni en una participación real ni de la comunidad educativa 
              ni en el contexto territorial, pese a incrementos de dotación 
              tanto de profesorado como de medios materiales. 
            8 Véase el reciente Tratado de la Constitución europea 
              <http://www.elmundo.es/ 
              especiales/2004/05/internacional/ue/constitucion.pdf>. 
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