| Prácticas y residencias: memorias, experiencias, 
              horizontes...Gloria E. Edelstein (*) SÍNTESIS: Este artículo aborda un tema nodal 
              de la formación docente, como es la práctica docente. 
              Se habla de ella como una actividad compleja que se desarrolla en 
              escenarios singulares, determinados por el contexto, con resultados 
              en gran parte imprevisibles, y cargada de conflictos de valor que 
              requieren pronunciamientos políticos y éticos. El 
              docente, para llevar adelante esta tarea, debe desplegar su experiencia 
              y su creatividad para afrontar situaciones únicas, ambiguas, 
              inciertas y conflictivas que configuran la vida en las aulas. Apela a la memoria como un saber de la experiencia, como un movimiento 
              por el cual el sujeto, el docente, reencuentra los sentidos que 
              inciden en su presente, y reconstruye las vicisitudes de un recorrido 
              para hacer visibles zonas de opacidad, para descubrir posibilidades, 
              para abrir brechas. Interpela a la experiencia de los últimos años en 
              la formación del profesorado como una suerte de retorno reflexivo 
              que permite rescatar el conocimiento aprendido, vislumbrar nuevos 
              caminos y ensayar nuevas propuestas. En este viaje por las huellas de la formación y por la complejidad 
              de las prácticas docentes, plantea la necesidad de buscar 
              un enfoque teórico metodológico que reconozca los 
              múltiples cruces que se expresan en dichas prácticas. 
              Se trata de un enfoque socioantropológico, en particular 
              de la etnografía en investigación educativa, que coloca 
              el centro de atención en la escuela y en el aula, y que procura 
              diferenciarse de posturas homogeneizantes y universalizantes que 
              no permiten reconstruir la realidad de la escuela como contexto 
              de las prácticas docentes y de la enseñanza. Señala, 
              por tanto, la necesidad de una metodología que permita dar 
              cuenta de los procesos sociales que se materializan en la escuela 
              y en el aula: procesos de apropiación, reproducción, 
              negociación, resistencia, simulación, intercambio, 
              etcétera. SÍNTESE: Este artigo aborda um tema central da formação 
              docente, como a prática docente. Fala-se dela como uma atividade 
              complexa que se desenvolve em cenários singulares, determinados 
              pelo contexto, com resultados em grande parte imprevisíveis, 
              e carregada de conflitos de valor que requerem pronunciamentos políticos 
              e éticos. O docente, para levar adiante esta tarefa, deve 
              estender sua experiência e sua criatividade para afrontar 
              situações únicas, ambíguas, incertas 
              e conflitantes que configuram a vida nas aulas. Apela à memória como um saber da experiência, 
              como um movimento pelo qual o sujeito, o docente, reencontra os 
              sentidos que incidem em seu presente, e reconstrói as vicissitudes 
              de um caminho para tornar visíveis zonas de opacidade, para 
              descobrir possibilidades, para abrir brechas. Interpela a experiência dos últimos anos na formação 
              do professorado como um tipo de retorno reflexivo que permite resgatar 
              o conhecimento aprendido, vislumbrar novos caminhos e ensaiar novas 
              propostas. Nesta viagem pelas marcas da formação e pela complexidade 
              das práticas docentes, nota-se a necessidade de buscar um 
              enfoque teórico metodológico que reconheça 
              os múltiplos cruzamentos que se expressam em tais práticas. 
              Trata-se de um enfoque sócio-antropológico, em particular 
              da etnografia em investigação educacional, que coloca 
              o centro de atenção na escola e na aula, e que procura 
              diferenciar-se de posturas homogeneizantes e universalizantes que 
              não permitem reconstruir a realidade da escola como contexto 
              das práticas docentes e do ensino. Assinala, portanto, a 
              necessidade de uma metodologia que permita dar conta dos processos 
              sociais que se materializam na escola e na aula: processos de apropriação, 
              reprodução, negociação, resistência, 
              simulação, intercâmbio, etcétera.  1. MemoriaSe trata de un rastreo que permite pensar de nuevo, alcanzar planos 
              de visibilidad respecto de zonas de opacidad, abrir brechas, descubrir 
              posibilidades de movimiento allí donde se imaginaban límites 
              inamovibles; de una relación de conocimiento que remite a 
              un sujeto concreto que ensaya modos de comunicar lo vivido; de la 
              historia de cómo se han institucionalizado criterios de validez, 
              que, a la vez, someten a crítica las autorizaciones, hacen 
              posible revisar lo sabido, identificar marcas, franquear un camino 
              que no sólo procure otorgar unidad y sentido a los diferentes 
              registros, sino que reconozca ejes de problematización, abriendo 
              un espacio para arriesgar otras líneas de tratamiento posible; 
              de narrativas que dan cuenta de trayectos singulares, que, más 
              allá de reconstruir linealmente las vicisitudes de un recorrido 
              procurando muestras de un avance constatable, se constituyen en 
              memoria como saber de la experiencia desde la búsqueda de 
              trazos que incluyen el recuerdo de lo imprevisible, la perplejidad, 
              los límites; de un saber en perspectiva que se asienta sobre 
              el relato que enfatiza la presencia insoslayable de la subjetividad, 
              de la contingencia de cada trayecto; de un movimiento en el que 
              el sujeto reencuentra los sentidos que inciden en su presente. 2. Memoria de experienciasInterpelar la experiencia de los últimos años en 
              la formación de profesores significó un doble esfuerzo: 
              seleccionar las cuestiones nucleares que permitieran dar cuenta 
              de una práctica polifacética de intervención 
              en dicho campo, e intentar hacerlo a partir de una exigencia de 
              síntesis impuesta por los límites que plantea ajustarse 
              al tiempo previsto. Como suele ocurrir ante circunstancias de esta naturaleza, se entremezcla 
              el deseo con una imposibilidad: dar cuenta de un quehacer sin tornearlo, 
              sin violentarlo, pero también la posibilidad de descubrir 
              nuevos sentidos acerca de una práctica, permitiendo su recreación 
              como memoria de experiencia. En este caso, rememorar lo vivido como movimiento laberíntico 
              propio del retorno reflexivo sobre uno mismo, encuentra un atajo 
              cuando se resuelve en una selección-opción:  
              Hablar de algunos aprendizajes, de hallazgos y desarrollos desde 
                el plano conceptual, que resultaron fértiles para vislumbrar 
                nuevos caminos y para ensayar propuestas para andarlos. Decir 
                que se renueva, como invitación a hacer que tales hallazgos 
                se vuelvan cuerpo y lenguaje en las prácticas cotidianas 
                en las instituciones formadoras.
Compartir viejos y nuevos problemas, que reclaman y desafían 
                la construcción creativa de alternativas de pensamiento 
                y de acción en diferentes ámbitos de la formación 
                de docentes.  3. Acerca de lo aprendido, los hallazgos3.1 Avanzar en precisiones al caracterizar las prácticas 
              docentes como objetos de estudio Como ocurre con otras prácticas sociales, la docente no 
              es ajena a los signos que la caracterizan como muy compleja. Tal 
              complejidad deviene en este caso del hecho de que se desarrolla 
              en escenarios singulares, bordeados y surcados por el contexto. 
              Signada por esta impronta, es evidente la imposibilidad de uniformar. 
              En su análisis se pasa de la homogeneidad a la diversidad, 
              de la certeza a la incertidumbre, de los perfiles claros a otros 
              borrosos. Las determinantes que cruzan y hacen compleja la práctica 
              docente impactan mucho en la tarea cotidiana. Eso hace que esté 
              sometida a tensiones y a contradicciones que provocan, en muchos 
              casos, un corrimiento de aquello que es su tarea central: el trabajo 
              en torno al conocimiento. Por ello, el tiempo permite reconocer 
              que, en los procesos formativos, resulta de interés diferenciar 
              razones que den cuenta de este corrimiento a través de niveles 
              o de escalas diferentes. Desde un nivel de análisis macrosocial, dichas tensiones 
              remitirían al contexto del cambio y a las paradojas, que, 
              con relación a aquel, se expresan en el marco de la globalización, 
              recuperando aportes de diferentes autores como Hargreaves, Bonafe 
              y Achilli. En tal sentido, cabe referirse al impacto de las condiciones 
              que regulan las prácticas (Bonafe, 1988) desde las políticas, 
              y su expresión en diferentes formas de regulación 
              y de prescripción; a los discursos, como expresión 
              legitimadora de la apropiación social de la práctica, 
              que en gran medida son contradictorios; a las agencias, como instancias 
              organizadoras que determinan los diferentes niveles de concreción 
              curricular, y, en relación con ello, el papel de la administración 
              y el control, la elaboración y la comercialización 
              del material curricular; a la producción de conocimiento 
              pedagógico especializado; a la multiplicidad y diversidad 
              de escenarios que constituyen el contexto espacio-temporal de las 
              prácticas y de las representaciones y significaciones con 
              las que se dota ese contexto. Las culturas y los significados específicos 
              que se producen en relación con esas prácticas, creencias, 
              mentalidades y asunciones arraigadas en los distintos agentes de 
              la comunidad, el mercado y el control sobre la fuerza de trabajo, 
              las fluctuaciones y el valor desigual de cambio en relación 
              con las gradaciones y diferencias en el proceso productivo en la 
              escuela; también las resistencias, es decir las formas de 
              respuesta desde el sector docente a la hegemonía. En este nivel de análisis, cabe aludir también al 
              tipo de organización en que tal práctica se inscribe: 
              surcada por una red burocrática (normativas, prescripciones), 
              parte de una organización jerárquica (en muchos casos 
              todavía ejecutora de decisiones tomadas por otros) enfrentada 
              a la desjerarquización laboral y a una significación 
              social conflictiva [valorización-desvalorización (Achilli, 
              1988)].  A partir de un registro de otro alcance, se puede advertir que, 
              con frecuencia, se generan representaciones ilusorias que oscurecen 
              el reconocimiento de este quehacer, tales como olvidar el cruce 
              de cuestiones externas al trabajo en el aula, amparadas en la ilusión 
              de autonomía; la idea de atención a las características 
              particulares de los alumnos o del grupo, cuando usualmente se está 
              sujeto a visiones prejuiciosas marcadas por definiciones desde el 
              perfil del alumno ideal; el deseo de trabajar desde un planteo de 
              informalidad, cuando en realidad se trata de una práctica 
              connotada por el peso de la evaluación, donde los docentes, 
              al margen de su conciencia y ante la inmediatez de los acontecimientos, 
              establecen vínculos que reflejan el ejercicio del poder asociado 
              al control, desde el dominio del espacio, el manejo del tiempo, 
              la utilización del lenguaje como instrumento de simulación, 
              la fragmentación y la neutralización del contenido 
              (Remedi, 1988; Becerra, 1989). Esta última representación sería uno de los 
              sueños más potentes: considerar que, por efecto del 
              compromiso moral que asume y por la valoración positiva de 
              su tarea, puede quedar al margen de las redes en las que se juega 
              el poder, que sólo se ejercería desde esta lectura 
              en espacios ligados a la autoridad formal (la institución, 
              el Estado). El docente despliega su trabajo en un ámbito 
              particular de circulación de poder. Dentro de la red de relaciones 
              que establece con los alumnos, que para mantenerse supone reconocimientos 
              mutuos, se construyen espacios de micropoder y manejos sutiles, 
              donde el nexo saber-poder cobra significativa relevancia.  El desplazamiento de la centralidad del trabajo en torno al conocimiento 
              se vuelve, en ocasiones, condición propiciatoria para que 
              en la vida de las aulas se refuerce esa realidad casi ineludible. 
              Las resoluciones de supervivencia más sencillas en la función, 
              terminan asociándose a la sanción y al control. La 
              falta de problematización deriva en la dominancia de rutinas, 
              de viejos modelos internalizados sin criticidad. ¿Qué hacer respecto de tales tensiones y contradicciones? 
              Asumir que se expresan por el entrecruzamiento de rasgos constitutivos 
              de esta práctica, por la referencia a un sujeto social con 
              una trayectoria que ocupa una posición en el interior de 
              las instituciones, ámbitos particulares de despliegue de 
              su actividad profesional. Desde dicha perspectiva, trabajar las 
              huellas de la formación procurando la generación de 
              esquemas de acción alternativos.  La tarea no es sencilla. Es que, al decir de Ardoino, tenemos que 
              ver con sujetos-objetos de conocimiento que casi no pueden construirse, 
              desarmarse, volverse a armar, sin mutilaciones, sin pérdidas. 
              Sujetos caracterizados por lo que se designa como negatricidad, 
              término utilizado para expresar la capacidad de esos sujetos 
              de poder «contestar no» a inducciones, de desbaratar por 
              medio de sus contraestrategias todas las estrategias de las que 
              se sientan objeto. Por ello, cualquiera que sea el trabajo que se 
              realice, siempre subsistirá una parte de opacidad.  De ahí la complejidad de estas prácticas, cuya aprehensión 
              y trabajo de inteligibilidad requieren metodologías alternativas 
              muy distintas de las que ponen en funcionamiento los dispositivos 
              científicos canónicos, y que reclaman una lectura 
              molar, holística y ya no molecular, perspectiva multirreferencial 
              donde la alteración, el conflicto, el juego de las contradicciones 
              ocupen posiciones centrales, y donde lo imaginario y lo inconsciente, 
              la fantasía, la vida afectiva, sobre todo el peso de las 
              implicaciones, no queden separados, solapados en el conjunto de 
              los datos. Así se modifican las relaciones entre implicación 
              y distancia, por paradoja siempre necesarias. Lejos de ser obstáculos, la implicación y la subjetividad 
              se vuelven modos de acceso a la producción del conocimiento, 
              en cuanto suponen una familiarización progresiva enmarcada 
              en una temporalidad con los objetos-sujetos de conocimiento, buscando 
              una maestría, una habilidad de interiorización-reapropiación 
              y no de propiedad-dominación.  4. Ante esta complejidad, cambiar los registros4.1 Otro aprendizaje importante... Profundizar el conocimiento sobre las prácticas docentes 
              caracterizadas de este modo, requiere cambiar los registros y suspender 
              tanto juicios totalizantes como visiones unilaterales. Supone reconocer 
              los múltiples cruces que se expresan en dichas prácticas. 
              Implica la búsqueda de un enfoque teórico-metodológico 
              para abordar su complejidad y problematicidad. En ese sentido se 
              recupera el enfoque socioantropológico, sobre todo de la 
              etnografía en la investigación educativa, desde la 
              relectura que realizan Rockwell y Ezpeleta, enraizada en la tradición 
              antropológica y redefiniéndola. Tal redefinición, que revaloriza entre otras cuestiones 
              el papel de la teoría articulada con el trabajo de campo, 
              establece una relación diferente entre lo micro y lo macro 
              social, reconoce la necesidad de una postura de pluralismo y de 
              flexibilidad en lo metodológico, y una armonización 
              entre lo objetivo y lo subjetivo en las diferentes instancias del 
              proceso de indagación, tomando distancia de los encuadres 
              antropológicos clásicos (Rockwell y Ezpeleta, 1987). ¿Por qué interesa esta perspectiva? Los centros de 
              atención son la escuela y el aula, escalas para observar-analizar 
              la realidad educativa buscando diferenciarse de posturas que, operando 
              desde una visión homogeneizadora y universalizante, se definen 
              como desviación o ausencia respecto de la norma, sin permitir 
              reconstruir la realidad de la escuela como contexto de las prácticas 
              docentes y de la enseñanza. Se trata, en cambio, de no quedar 
              atrapados en la referencia a atributos formales comunes que impiden 
              dar cuenta de realidades específicas. En ese marco, se sostiene que la mirada es portadora de una herencia 
              normativo-valorativa que sintetiza categorías heredadas, 
              de los trazos que la historia deja en los sujetos sociales tras 
              largos años de escolarización, que inhibe la apertura 
              a otros registros. Así se va construyendo un sentido común «académico», 
              que es la lente con la que se acostumbra a mirar la escuela y el 
              aula. Categorías heredadas que no posibilitan dar cuenta 
              de los procesos sociales que en ella se materializan: procesos de 
              apropiación, reproducción, negociación, resistencia, 
              intercambio, simulación, etcétera. Tal dinamicidad se constituye en historia no documentada, contraponiéndose 
              con frecuencia a la historia oficial, la de los registros y estadísticas 
              consagrados por la institución. Y es justamente la historia 
              no documentada la que se trata de reconstruir a la luz de este enfoque, 
              y la que sienta sus raíces en la recuperación de lo 
              cotidiano como categoría central, teórica y empírica; 
              aquello que aparece como obvio, fragmentario, recurrente, contradictorio, 
              divergente, con efecto de sentido para los sujetos sociales, aspecto 
              que sólo es posible identificar a partir de indicios que 
              hay que descifrar.  En esta perspectiva se impone una reflexión sobre la relación 
              teoría-empiria, y sobre el papel de quien actúa desde 
              el lugar de indagación. Los sujetos acusan el impacto de 
              determinados fenómenos y los procesan desde sus marcos interpretativos; 
              por ello, se hace imprescindible asumir una actitud de vigilancia 
              permanente sobre los sentidos que construyen desde su lugar. A ese 
              respecto, es necesario ser conscientes de que la realidad puede 
              ser vista desde diferentes prismas, y de que existen diversos patrones 
              de interpretación. Como consecuencia, hay que procurar descentrarse 
              de los propios parámetros y flexibilizar el propio referencial. Desde este enfoque, la reconstrucción de los procesos por 
              los cuales los sujetos se apropian de las cosas, de los conocimientos, 
              de las costumbres, usos, tiempos, espacios, relaciones y reglas 
              de juego, admiten la descripción de tramas de evidencia diversa. Por cierto que una lectura de esa naturaleza demanda una sustancial 
              modificación de las pautas de trabajo más extendidas 
              respecto de la observación y el análisis de prácticas 
              docentes, sobre todo despegarse del cruce evaluativo, que en muchos 
              casos las caracterizan. Apoyarse en procesos de reflexión 
              no exentos de intencionalidad, que, superando posiciones objetivistas 
              que acentúan la rigurosidad de las descripciones, se interesen 
              en especial por encontrar nuevos caminos y formas de acceso a las 
              situaciones objeto de estudio. Ello reclama apelar a una posición 
              reflexiva permanente, lo que implica una particular sensibilidad 
              teórica y metodológica tanto en el investigador como 
              en los sujetos comprometidos en las situaciones objeto de indagación, 
              a partir de entender que los procesos de conocimiento y de comprensión 
              inciden de manera directa en las propuestas de intervención. 5. Acerca de los problemas5.1 Respecto de los espacios de la práctica 5.1.1 Nominación e identidad Los espacios de la práctica son formas de nominación 
              y de designación, cargadas asiduamente de ambigüedad, 
              que, por tanto, no otorgan referentes claros. ¿Qué efectos 
              producen en los sujetos a cargo, por encargo de los mismos? Al interrogar 
              y problematizar tal situación, resultan de valor algunos 
              aportes de Bourdieu sobre el tema, mediados por la propia significación 
              de sus ideas. A través de la forma singular de nominación que constituye 
              el nombre propio, se instituye una identidad social constante y 
              duradera que garantiza la individualidad de la persona en todos 
              los campos en los que interviene. El nombre propio se desgaja del 
              tiempo, del espacio y de las variaciones, según los lugares 
              y los momentos. Garantiza a los individuos designados, más 
              allá de los cambios y de las fluctuaciones, la constancia 
              nominal, la identidad en tanto especificidad que requiere el orden 
              social. Designador rígido, el nombre propio es la forma por 
              antonomasia de la imposición arbitraria que llevan a cabo 
              los ritos instituidos. El nombre propio es soporte, atributos y 
              atribuciones; descripción oficial y certificado que garantiza 
              de forma irreversible una capacidad (o una incapacidad). Sin embargo, 
              tratar de comprender una vida como serie única y suficiente 
              de acontecimientos sucesivos desde la sola constancia de un nombre 
              propio, sería absurdo para Bourdieu. Se requiere incorporar 
              la noción de trayectoria como serie de posiciones ocupadas 
              por un mismo agente (o un mismo grupo) en un espacio en sí 
              mismo en movimiento y sometido a incesantes transformaciones (Bourdieu, 
              1997). Cabe advertir entonces la necesidad de un movimiento que, a la 
              vez que problematiza, relativiza el nombre propio y reconoce su 
              valor de referencia frente a la ambigüedad. Se trata de un 
              conjunto de ideas que quizás podrían abrir puntos 
              de indagación con respecto a la configuración de los 
              espacios de la práctica; más aún, si la indagación 
              amplía el punto de interrogación en procura de analizar 
              el lugar, como lugar social, de estos espacios en el campo de la 
              formación como campo social.  Aquí también resultan fértiles los aportes 
              de Bourdieu en su análisis sobre los campos sociales, espacios 
              de juego históricamente constituidos con sus instituciones 
              específicas y sus leyes de funcionamiento propias; campos 
              que se definen por lo que está en juego, por los intereses 
              y compromisos específicos, por las apuestas que en tanto 
              producto histórico engendran y activan, y que se constituyen 
              en condición de su propio funcionamiento; campos que se estructuran 
              por el capital en juego en un momento dado (capital económico, 
              cultural, social, simbólico), que otorga reconocimiento, 
              consagración, prestigio, distinción, autoridad, legitimidad, 
              que implica relaciones de fuerza entre los agentes o las instituciones 
              comprometidas en el juego; por ende, campos de lucha dinámicos, 
              por lo que se definen y redefinen históricamente, redefinición 
              respecto de la cual no puede establecerse una causalidad única, 
              y que puede devenir de la propia lógica interna o deberse 
              a la incidencia de factores externos al campo específico. 
              No se pueden desligar los actos de pensar de las condiciones sociales 
              de producción de conocimiento. He aquí un interesante 
              punto de interrogación-problematización. Desde otro ángulo que puede resultar interesante rescatar, 
              cabe reconocer cómo en el proceso por el cual las disciplinas 
              (como campos de conocimiento) se hacen autonómicas, marcan 
              sus fronteras y las legitiman, se van generando hasta que 
              se normativizan las prácticas rutinarias de asunción 
              de comportamientos específicos, lo que genera en los sujetos 
              cierta identidad que conlleva la imposición y la aceptación 
              de percepciones, valoraciones, derechos y obligaciones no menos 
              específicos. Los subuniversos simbólicos de significado 
              propio de cada disciplina generan no sólo formas de legitimidad 
              particularizadas, sino que inciden en la legitimación de 
              los sujetos según los papeles que desempeñen. En tanto 
              la identidad se construye en virtud de la existencia de la alteridad, 
              de lo otro, la identidad disciplinaria es también de oposición. De hecho, las distintas disciplinas conforman modos de exclusión 
              que operan a partir de un trabajo hacia su interior. Así 
              mismo, se observa un disciplinamiento de los sujetos, en el sentido 
              de que deben someterse a las formas de control que se establecen 
              en cada caso, y, entre otras, a las reglas del discurso imperantes, 
              que, a su vez, está monitoreado desde los límites 
              y los márgenes de su propio territorio, lo que se ha traducido 
              en una creciente cristalización de tales espacios. Estas versiones construidas desde las disciplinas, que en el currículo 
              tienen su traducción en las asignaturas, se extrapolan con 
              demasiada frecuencia al plantear en los diseños espacios 
              que remiten a diferentes disciplinas. Los nuevos currículos 
              para la formación docente estarían abriendo curso 
              a una oportunidad. El problema reside en cómo aprovechar 
              dentro de estos espacios los aportes de profesionales formados en 
              distintas disciplinas, que, por ello, pueden llevar a cabo convergencias 
              relacionales innovadoras con una fuerte intensidad explicativa y 
              una novedosa capacidad heurística. ¿Cómo hacer 
              de esto la vía principal de autorización, de legitimación 
              de los espacios de la práctica en los planes de formación 
              de docentes? ¿Cómo aprovechar paradójicamente, 
              en sentido de potencialidad, la marca de ambigüedad desde la 
              nominación?  5.1.2 Una construcción interdisciplinaria Tal vez no surjan dudas en cuanto a que estos espacios requieren 
              una construcción interdisciplinaria. De ahí que resulte 
              atinado revisar los debates sobre el tema. Hoy se cuestionan sin 
              timidez los seguros caminos del conocimiento. La incertidumbre no 
              es una palabra de moda, es un signo que pone en tela de juicio esta 
              seguridad. El reto no es simple; se han hecho más complejos 
              los objetos de conocimiento, al tiempo que se ha abierto la búsqueda 
              de nuevos caminos, de maneras de abordar y de comunicar saberes 
              en discusión. Pareciera ser, al decir de María Saleme, 
              que ya no se trata de sumar conocimientos provenientes de campos 
              distintos desde una hiperespecialización, sino sencilla y 
              dificultosamente religar conocimientos organizándolos con 
              sentido integrador. No se trata de desestimar la unidad del objeto, 
              tal como lo abordan las disciplinas; sin embargo, ya no es posible 
              desentenderse de su ser multifacético como se constituye 
              desde la interdisciplina (Saleme, 2000). La naturalización del conocimiento operada por el sentido 
              común no actúa sólo como un bloqueo epistemológico 
              en el plano de desarrollo de las ciencias, lo hace en la inercia 
              de las instituciones de enseñanza como un bloqueo en la relación 
              con el conocimiento. La disciplina, en este sentido, es también 
              víctima de la saturación del encierro. La ruptura 
              que en un momento de su historia permite desbloquear al conocimiento 
              de sentido común, se convierte, según Facundo Ortega, 
              en ese segundo sentido común, el disciplinario, que limita 
              el horizonte del descubrimiento. La interdisciplina presupone la 
              fragilización de los campos en los que se constituyen las 
              disciplinas, implica duplicar las dudas, ya no sólo internas 
              sino reflejas, pero también volver a una divulgación 
              científica de las ciencias, a una narración que permita 
              abrir los límites de éstas. Desde la convergencia multidisciplinar y esto se expresa 
              como tendencia en la producción de conocimientos comienzan 
              a instituirse regiones, campos en los que se traducen las disciplinas 
              básicas a un nuevo código interno. Se genera así 
              un cruce de disciplinas, que, sin llegar al trabajo interdisciplinario, 
              crea un código propio y un ámbito de prácticas 
              y de investigaciones que se actualiza siempre a través de 
              la traducción al código propio de las transformaciones 
              de otros campos disciplinarios, sin poder desarrollar un corpus 
              de conocimiento autónomo, es decir, capaz de promover procesos 
              de conocimiento desde adentro. No por ello dejan de producir caparazones 
              cognitivos, haciendo de aquella dinámica un fenómeno 
              que no se diferencia en cuanto a las prácticas de autorreferencialidad 
              característica de las disciplinas. Asistimos a una reconfiguración del pensamiento social, 
              a un nuevo trazado de fronteras, a una nueva cartografía 
              de las disciplinas sociales (Geertz, 1996). Se comienzan a desarrollar 
              espacios de conocimiento limítrofes, en los que las fronteras 
              de una disciplina se confunden con las de otras. El desarrollo de 
              estos espacios comunes implica la ampliación del campo disciplinario, 
              a la vez que la superposición con otros campos; moviliza 
              un proceso complejo en el que interactúan dos o más 
              campos disciplinares, con desarrollos e identidades dispares. También 
              se asiste al surgimiento de nuevos objetos y de nuevos problemas, 
              estricto sentido del término interdisciplina. Nuevos objetos 
              nunca considerados antes, nuevas miradas sobre objetos, nuevos problemas 
              analizados con métodos y técnicas de larga tradición 
              en otros campos. En este aspecto interesa destacar que sólo a partir del 
              reconocimiento de la diferenciación puede evitarse la tendencia 
              a un conocimiento que, en su pretensión omnímoda, 
              no podría ser otra cosa que una mezcla indiscernible de perspectivas 
              y de niveles de análisis que requieren ser discriminados. 
              En esta perspectiva cabe pensar en acercamientos tentativos, en 
              ensayos, en voluntad que propone a partir de intereses específicos 
              los criterios desde los cuales la conexión interdisciplinar 
              se haga posible. Y es desde esta contingencia asumida que lo interdisciplinar 
              se revela como autorizable y como deseable y necesario. En el marco de dichos debates, resulta de interés destacar 
              que interpretaciones actuales de la interdisciplina han abandonado 
              la idea de unidad del conocimiento, y buscan la articulación 
              de sectores acotados del saber. Se trata, al decir de Follari, de 
              una interdisciplinariedad local, no global, desechando la búsqueda 
              de grandes síntesis. Desde esta redefinición de la 
              noción, se desconfía de la posibilidad de ciencia 
              unitaria y de los principios racionalistas, generalizantes y normativos 
              que la sustentaron. El trabajo interdisiciplinario reclama asumir la práctica 
              de una convivencia aceptable con el otro disciplinado, de modo que 
              se puedan comprender las respectivas lenguas, tarea nada sencilla 
              si tenemos en cuenta que dicho aprendizaje demanda años de 
              estudios disciplinantes, esfuerzo justificado si se admite que estas 
              búsquedas devienen de los fuertes cuestionamientos a los 
              núcleos duros de los espacios disciplinarios tradicionales, 
              que, entre otras cosas, han puesto en evidencia la fragilidad y 
              la arbitrariedad de la cartografía que habían construido. 5.2 Respecto de las Residencias 5.2.1 La doble inscripción institucional de las propuestas La entrada en las instituciones educativas para la Residencia pone 
              en juego múltiples relaciones: vínculos entre instituciones, 
              con historias y trayectorias diferentes; vínculos entre sujetos 
              sociales cuya pertenencia los coloca en lugares que portan significados 
              también diferentes. Ello implica el desarrollo de propuestas 
              en un espacio social, cuya conflictividad interroga la responsabilidad 
              de formadores respecto de los efectos de la experiencia tanto en 
              instituciones como en sujetos involucrados.  Significada de este modo, la relación conlleva disposición 
              para operar en variabilidad de situaciones, de contextos, de instituciones, 
              de culturas. Desde allí, asumir un trabajo colaborador con 
              el desafío constante de reconocer y de respetar la diversidad. 
              Para ello, poner en suspenso posiciones de asimetría, abrir 
              a un diálogo de pares, hacer posible desde espacios deliberativos, 
              reflexivos y críticos el compartir y construir nuevos conocimientos. La co-construcción supone la interacción social con 
              otros. Remite a una fuerza contextual y a una fuerza implicatoria. 
              Articuladas dialécticamente, quizás permitan imaginar 
              situaciones en las que las acciones tengan suficiente fuerza implicatoria 
              como para cambiar el contexto en que suceden. Coincidiendo con Connelly y Clandinin, de lo que se trata es de 
              construir comunidades de atención mutua en las que todos 
              los participantes se vean a sí mismos como miembros de una 
              comunidad con propósitos compartidos. Eso implica mejora 
              en las disposiciones y capacidades, sobre la base de compromisos 
              recíprocos que se construyen en los mismos procesos de trabajo, 
              que no son a corto plazo. A los participantes les lleva tiempo reconocer 
              el valor de apostar a la relación, que implica sentimientos 
              de conexión que se desarrollan sólo en situaciones 
              de igualdad, de atención mutua y de propósitos e intenciones 
              compartidos. Implica prestar atención a la forma de situarse 
              en la relación con otros, ya que los participantes modelan 
              en sus prácticas una cierta valoración y confirmación 
              mutua. Se impone entonces la necesidad de tiempos, de espacios y 
              de voz; de hablar por uno mismo y de sentirse oído por otros, 
              voz que sugiere vínculos: los del sujeto con el sentido de 
              su experiencia Se trata de un juego de creencias, de una forma de trabajar que 
              exige conocimiento conectado, de un juego de creencias que conlleva 
              un proceso de autoinserción en la historia del otro. Conocer 
              esa historia es dar voz al otro, contexto experiencial en el que 
              se reflexiona sobre vivencias procurando explicarlas a otros. Un 
              clima adecuado requiere un delicado giro mental en los participantes, 
              una particular sensibilidad que haga posible que se reajusten horizontes 
              temporales, sociales y culturales. Sin embargo, las formas arraigadas de pensar, de decir y de hacer 
              en los ámbitos educativos, todavía no son propiciatorias 
              de tales propósitos a raíz de viejos modelos internalizados, 
              porque las estrategias de implementación de las políticas 
              de reforma en las instituciones formadoras han hecho que éstas 
              se sientan muy amenazadas en su subsistencia, con la consecuente 
              pérdida de identidad que de ello se deriva, dando lugar a 
              climas propicios para el resurgimiento de individualismos y de formas 
              balcanizadas en la concreción del trabajo cotidiano, rasgos 
              corporativos y competitivos antagónicos con cualquier pretensión, 
              aunque sea incipiente, de construcción solidaria. En tal 
              sentido, el desafío sigue consistiendo en procurar y provocar 
              tiempos y espacios que permitan poner en cuestión matrices 
              construidas, trabajar huellas y marcas de largos años de 
              escolarización, recuperar lo mejor de las trayectorias colectivas 
              e individuales, admitir la urgencia de ciertos cambios, e intentar 
              caminos diferentes.  5.2.2 El énfasis en la observación-evaluación 
              sobre la construcción de conocimientos Las Residencias plantean un problema sustantivo: despejar el énfasis 
              del cruce evaluativo que signa las propuestas como sello que parece 
              inevitable ante la fuerza del valor social de la acreditación. 
              Pasar a un planteo en términos diferentes implicaría 
              admitir que constituyen un momento privilegiado para compartir y 
              para construir conocimientos ligados a las prácticas profesionales 
              que no se puede perder. Eso significa apostar por la especificidad 
              formativa de dichos espacios. El papel históricamente asignado a la observación 
              en los procesos de Residencia no ha sido propiciatorio para un marco 
              que permita concretar este propósito. Quebrar la fuerza de 
              tal nexo supone distancia con la observación, ligada a la 
              vieja idea de crítica pedagógica, al énfasis 
              en conductas observables, en parámetros y en categorías 
              predefinidas. El valor instrumental asignado a las planillas-grillas 
              las convierte en guías de observación, no sólo 
              aquellas objetivables desde su materialidad impresa en un esquema, 
              sino las grillas interiorizadas, más sutiles en sus efectos. Admitir que en la observación se juega la mirada de un otro 
              autorizado, adquiere un poder asociado al poder de dominación; 
              de ahí su eficacia como dispositivo que otorga visibilidad 
              desde un lugar significado, como de supervisión, que se asocia 
              a la vigilancia, al control y a la sanción. Pasar a observar 
              para conocer, conocer para comprender, donde la observación 
              sea entendida como medio para obtener información y como 
              proceso para producir conocimientos. Ello requiere observar la observación, 
              objetivar el propio lugar, reconocer la no neutralidad, admitir 
              que mirar se hace desde pequeñas hendiduras, y que mucho 
              del territorio del otro queda fuera de las inquisiciones de la curiosidad, 
              operación que reduce sentidos, en tanto registra aquello 
              que puede ser visto y oído. Encuentro de miradas de los sujetos, 
              que, en realidad, debiera intermediarse por el objeto que los reúne, 
              centrando el foco en la cuestión del conocimiento, y triangulando 
              la relación que demanda trabajo para sostener como centro 
              el vértice pertinente en cada caso. Desde esta perspectiva, la evaluación en el marco de las 
              Residencias conduciría a poner en el centro la propuesta 
              de enseñanza concebida holísticamente como punto de 
              referencia, a incorporarla en función de acreditación 
              y como un analizador que permite reconocer los recorridos, los movimientos 
              que cada sujeto va realizando en la generación de la propuesta 
              para las prácticas. Superar la apuesta individual a parámetros 
              de excelencia posibilitaría rastrear la diversidad en los 
              procesos, en los estilos y en modalidades de avance singularizados. 
              En todo caso, el formador sólo marca momentos y apuesta por 
              concretar desde una posición de ayuda las mejores producciones 
              posibles en cada situación. Se trata de un desplazamiento 
              impostergable, de girar el foco de atención de la observación-calificación 
              a la construcción de conocimientos acerca de las prácticas 
              de la enseñanza. Nuevos enfoques de la evaluación en los centros de formación 
              podrían dar lugar a un alto potencial generador de nuevos 
              habitus desde la formación inicial de grado, que pudieran 
              al menos marcar una huella en la actuación profesional futura. 6. Por fin, horizontes...Es necesario superar la explicación, pensar fuera de los 
              límites de una concepción preestablecida, fortalecer 
              la capacidad de apertura crítica que pueda traspasar las 
              estructuras cosificadas del saber-información, reemplazar 
              la idea de parámetro por la de potencial, reconocer los horizontes 
              que no se circunscriben a la lógica de las conceptualizaciones 
              ya formalizadas. Descubrir la potencialidad no confina el pensamiento a estructuras 
              que tienden a reificarse. Su rasgo esencial radica en confrontar 
              el pensamiento con las múltiples posibilidades de concreción. 
              Trascender la organización de una estructura racional fija, 
              y reemplazarla por una forma de razonamiento de categoría 
              abierta, fundada en relaciones posibles, en espacios articuladores; 
              no en verdades absolutas sino en construcciones posibles. Transformar 
              el horizonte histórico en conocimiento. Captar la dinámica 
              constitutiva de una realidad, que significa el reconocimiento de 
              opciones y la necesidad de asumir y de lanzarse a la apuesta de 
              aquellas opciones que se asuman como propias.  El pensamiento complejo no es, según señala Morin, 
              el omnisciente. Por el contrario, es el que sabe que siempre es 
              local, ubicado en un tiempo y en un momento. Sabe de antemano que 
              hay incertidumbre. Por eso escapa al dogmatismo arrogante que reina 
              en los pensamientos no complejos. Sin embargo, no cae en un escepticismo 
              resignado, porque, operando una ruptura total con el dogmatismo 
              de la certeza, se lanza a la aventura incierta del pensamiento  En la ruptura de la coherencia entre nuestras teorías y 
              su relación con las realidades de las que somos parte, es 
              donde se hace notable la insuficiencia de las fórmulas aprendidas. 
              En esas bifurcaciones, según Schnitman, recreamos matrices 
              para la creación. La sorpresa se torna útil, porque 
              nos permite reflexionar acerca de lo que damos por supuesto, acerca 
              de lo obvio, de lo evidente. Emerge como un mundo desconocido que 
              interactúa con aquél en el que estábamos existiendo. 
              Se pierde la ilusión de una narrativa o de un tipo de discurso 
              capaz de proveer un guión unitario, pero surgen perspectivas 
              que proponen capturar la fragmentación, la pluralidad, las 
              diferencias, la multidimensionalidad en diseños complejos 
              de las relaciones humanas y de la subjetividad, que se apoyan en 
              redes intraintersubjetivas con múltiples focos. Esta perspectiva 
              conduce a un modo no secuencial de pensamiento-acción, que, 
              al desgajar las certezas, gana en nuevos y más ricos interrogantes. 
              El desafío consiste en explorar las posibilidades, de modo 
              que los interrogantes de estos tiempos se vuelvan instrumentos para 
              la creatividad, en concebir nuestra profesionalidad en términos 
              de promotores de alternativas nuevas, como artesanos de contextos 
              y de contextos de contextos (Schnitman y Fuks, 1995).  Eso implica restituir a los docentes un saber profesional sólido 
              y actualizado, que tiene que ver con su propia identidad y especificidad, 
              y del cual han sido despojados; bregar por el acceso individual 
              y colectivo al saber y al saber hacer especializado; hacer valer 
              un código ético en el ejercicio de la profesión, 
              y, por tanto, la participación responsable e informada en 
              los espacios y procesos de discusión y de toma de decisiones 
              que competen a su tarea. En esta perspectiva, coincidiendo con Dussel, necesitan acceder 
              a saberes renovados y plurales, estar en contacto con instituciones 
              y con sujetos productores de conocimientos, de modo que puedan abrirse 
              a la cultura y al conocimiento como mundos complejos. Eso significa 
              recomponer, recrear, reformular los vínculos de los docentes 
              con la cultura, pero no desde su exclusiva responsabilidad individual, 
              sino desde un movimiento social a partir del cual se rejerarquice 
              su papel en la producción y transmisión de la cultura 
              de la que forman parte, significada como producto de dinámicas 
              históricas y de luchas sociales (Dussel, 2001). Para terminar, quisiera compartir un texto de Morin, que dice: 
              «No se trata aquí de oponer la experiencia vivida a 
              la abstracción teórica [...] se trata de enriquecer 
              a unas y otras haciendo que se comuniquen [...] es preciso pues, 
              abrir una brecha en las clausuras territoriales, renunciar a los 
              exorcismos y las excomuniones, multiplicar intercambios y comunicaciones, 
              para que todas estas andaduras hacia la complejidad confluyan, y 
              para que por fin podamos concebir no sólo la complejidad 
              de toda realidad sino la realidad de la complejidad». BibliografíaAchilli, E. (1986): La práctica docente: una interpretación 
              desde los saberes del maestro, Buenos Aires, cricso. Ageno, R. (1989): «El taller de educadores y la investigación», 
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              y el aprendizaje en las profesiones, Madrid, Paidós. Wittrock, M. C. (1989): La investigación de la enseñanza. 
              Enfoques, teorías y métodos, Barcelona, 
              Paidós.  Notas (*) Profesora 
              titular plenaria, Cátedra Práctica Docente y Residencia, 
              Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad Nacional 
              de Córdoba, Argentina. |