La violencia escolar en los textos periodísticos
María Márquez Guerrero *
Ignacio Jáuregui Lobera **
SÍNTESIS: En el presente trabajo se analiza el fenómeno
de la violencia escolar a partir de su presentación en algunos
medios de comunicación. Las diferencias en la consideración
del problema aparecen muy marcadas en función de quien las
enuncia. Profesionales (docentes, psicólogos y psiquiatras
fundamentalmente), políticos, familias y alumnos, presentan
la violencia escolar de formas muy dispares, tanto en la consideración
de su origen como en la propuesta de soluciones.
SÍNTESE: No presente trabalho se analiza o fenômeno
da violência escolar apartir de sua apresentação
em alguns meios de comunicação. As diferenças
na consideração do problema aparecem muito marcadas
em função de quem as enuncia. Profissionais (docentes,
psicólogos e psiquiatras fundamentalmente), famílias
e alunos, apresentam a violência escolar de formas muito desiguais,
tanto na consideração se sua origem como na proposta
de soluções.
1. INTRODUCCIÓN
En marzo de 1998 se produjo un lamentable suceso en Jonesboro (Arkansas,
ee.uu.): dos muchachos, de 13 y 11 años, provocaron una matanza
de escolares. Algo que en los centros educativos se venía
observando, la violencia creciente, pareció culminar en tal
suceso. A partir de ese momento surgió la pregunta de si
el fenómeno de la violencia escolar constituye realmente
un problema, y, en su caso, en qué medida lo es. Como siempre,
ante un fenómeno de carácter social, encontramos toda
una gama de opiniones: para algunos, no puede hablarse de «violencia
escolar»; en cambio, otros afirman la existencia de una alarmante
escalada de violencia, y, finalmente, hay quienes defienden que
la violencia escolar no ha aumentado, sino que existe una mayor
sensibilidad ante el problema. A la hora de fijar su magnitud, son
fundamentales las cifras: ciertos autores (Romero, 2000) indican
que, aproximadamente el 80% de la población, admite que existe
algún tipo de violencia en los centros escolares. No obstante,
algo menos del 7% acepta que el problema sea grave. Entre quienes
no reconocen la existencia de violencia, hay clara mayoría
de alumnos (75%).
El sintagma «violencia escolar» hace referencia a una
realidad compleja, en la que cabe distinguir diferentes tipos de
conflictos. Así, a los profesores les preocupan, sobre todo,
los serios problemas de disciplina (resistencia pasiva, boicot,
insultos...), las faltas de respeto o las conductas asociales que
perturban la marcha normal de las clases (disrupción en las
aulas). La intimidación y la victimización entre iguales
(bullying) no suelen incluir violencia física, pero
sí es corriente que tengan consecuencias devastadoras cuando
son persistentes. Sin embargo, el vandalismo y la agresión
física, que se consideran como estrictos fenómenos
de violencia y como causantes de un mayor impacto en la opinión
pública, no parecen superar el 10% de los casos de conducta
antisocial en los centros. Finalmente, el acoso sexual es un fenómeno
oculto de conducta antisocial. Al igual que el maltrato de carácter
racista, podría entenderse como una forma del llamado bullying,
pero parece tener suficiente entidad como para ser tratado por separado.
Para algunos estudiosos (Moreno, 2000) sería más apropiado
utilizar la expresión comportamiento o conducta antisocial,
que incluiría acciones diferentes, como la disrupción
en las aulas, los problemas de disciplina, el maltrato entre iguales,
el vandalismo, la violencia física y el acoso/violencia sexual.
El rasgo más notable en el tratamiento
del tema de la violencia escolar por parte de los medios de comunicación
escrita es el planteamiento contradictorio del fenómeno;
las distintas perspectivas desde las que se contemplan los hechos,
esto es, los diferentes enunciadores (Ducrot, 1986) profesores,
especialistas, políticos, niños, padres, y la sociedad
en general van a dar lugar a discursos distintos, y, en muchos
aspectos esenciales, contradictorios. De hecho, la discrepancia
afecta a la consideración de la existencia misma del fenómeno:
desde la defensa de una situación de normalidad, a la de
alerta por la creencia de encontrarse ante una grave crisis social.
Por otra parte, es necesario destacar el desequilibrio en cuanto
a la representación de las partes implicadas; los niños,
protagonistas absolutos de los hechos, sólo son enunciadores
en dos ocasiones2. Así, se puede afirmar
que no contamos con su voz, que no conocemos la visión particular
de un fenómeno que les afecta íntimamente. El espacio
enunciativo se reparte casi en exclusiva entre profesores, políticos
y especialistas; estos últimos, muchas veces invitados o
contratados por parte de organizaciones y de instituciones públicas.
En líneas generales, el discurso de los políticos
se caracteriza por la amortiguación de los acontecimientos,
hasta el extremo de cuestionar la existencia misma del conflicto,
el cual, en muchos de los casos, queda reducido a un mero accidente
esporádico, puntual.
Por su parte, los discursos de los profesores
y de los especialistas se presentan coincidentes no sólo
a la hora de afirmar la existencia del problema, sino en la circunstancia
de apreciarlo como una cuestión grave que afecta a la sociedad
en su conjunto. Tanto unos como otros concuerdan en la consideración
del carácter multicausal del hecho. Están de acuerdo
en que la crisis general de valores de la sociedad en la que vivimos
y la influencia de los medios de comunicación visuales, son
determinantes; en el caso de los profesores, la atención
va dirigida con mucha frecuencia a la permisividad/abandono de la
educación de los hijos por parte de los padres, situación
con la que estos últimos discrepan. Tanto los profesores
como los especialistas parten de la confianza que inspira el poder
de la palabra. La lengua no es únicamente representación
de la realidad, sino un modo de actuar, de analizar y de intervenir
sobre ella. De esta manera, ciertas formas de violencia, como el
acoso, sólo son posibles porque existe una espesa nube de
tabú y de silencio3 tras la que se ocultan
los agresores. El silencio se convierte en la coartada perfecta
del agresor, que en la sombra socava profundamente el equilibrio
emocional de su víctima. La palabra ilumina, habilita un
espacio antes invadido por la vergüenza y el miedo, pues, en
este particular contexto, el silencio se constituye en una manifestación
del terror:
Lo peor del problema es que normalmente permanece oculto (Alejandro
Molina, periodista del diario Ideal de Granada, 2/11/2004).
La víctima, además de padecer un calvario diario,
se siente culpable y avergonzada, lo que hace que no se exprese
(Francisco Díaz Atienza, psiquiatra infantil, en el mismo
periódico).
Si esto es así, parece evidente que la palabra se convierte
en un arma:
La mejor arma para resolver los conflictos no es la de las actitudes
violentas, sino la palabra, el diálogo y el respeto (Talleres
organizados en Granada por 12 centros educativos, en colaboración
con las ong Proyecto Hombre y aspa; son expresiones de los escolares,
que parten de la existencia de problemas de convivencia en las aulas).
Para el análisis, utilizamos textos de los diarios abc,
El País, El Diario de Sevilla, Ideal, La Vanguardia y
Metro directo de los meses pasados del año en curso.
Hemos partido de los conceptos y del método de las nuevas
corrientes de Análisis Crítico del Discurso y de la
Tradición Enunciativa (van Dijk, 1997; Bañón,
1996, 2002; Briz, 2001; Fuentes Rodríguez, 2004), que han
encontrado en la metodología cualitativa un ámbito
común de aplicación para la moderna Lingüística
del Texto y la Psicología.
2. EL DISCURSO DE LOS POLÍTICOS: LA NEGACIÓN DEL
CONFLICTO
En aquellos textos en los que aparecen los políticos como
enunciadores, se defiende la tesis de la existencia de una situación
de normalidad, alterada accidentalmente por conflictos esporádicos,
puntuales, que, por otra parte, han existido siempre, y que
hoy emergen públicamente por la acción de los medios
de comunicación. De acuerdo con esta argumentación,
tienden a atenuar cualquier información acerca de conflictos
en el ámbito escolar. De hecho, parten de una negación
radical de la realidad de la violencia escolar:
El País, 1/03/2005: Educación crea una web
para detectar conflictos escolares.
Subtítulo: El consejero niega que haya violencia en las
aulas y habla de «conflictos disciplinarios».
El consejero de Educación, Alejandro Font de Mora, habla
de «una situación de normalidad» en las aulas valencianas,
alterada sólo por «conflictos disciplinarios»,
denominador común de los 200 casos inspeccionados. Font de
Mora subrayó que no se puede hablar de «violencia escolar
y alarma social», ya que se trata de «casos muy puntuales
de indisciplina y conductas atípicas inevitables y nada representativas
que se dan en cualquier sitio».
El discurso de los políticos parte siempre de esa afirmación
básica de normalidad. Los diferentes hechos que pudieran
contradecirla se atenúan, ya sea cuantitativamente, reduciéndolos
a cuestiones accidentales, esporádicas, muy puntuales, ya
sea cualitativamente, presentándolos como hechos consustanciales
a la vida, inevitables en cualquier tiempo y en cualquier espacio.
La atenuación se manifiesta en el adverbio sólo,
y los adjetivos muy puntuales, inevitables, nada representativas,
están orientados hacia la negación del conflicto;
inevitables supone una aceptación matizada del conflicto,
pues, al tiempo que se reconoce su existencia, se afirma la imposibilidad
de su resolución; luego, en definitiva, se niega como tal
conflicto. La negación se manifiesta con carácter
enfático en el superlativo que acompaña a un adjetivo,
que, por sus rasgos semánticos, no admite gradación,
así como en la negación nada en lugar del adverbio,
más neutro, no.
El locutor mantiene la distancia enunciativa a través del
uso de las comillas; por otra parte, los datos objetivos que aporta,
los 200 casos inspeccionados, suponen una contradicción con
las palabras del político, que ponen en evidencia la incoherencia
de una aparente situación de normalidad con la necesidad
de inspeccionar 200 casos (sólo en Valencia) de conflictos
en la escuela. El dato, por sí mismo, provoca una distancia
y una lectura crítica tanto del adverbio sólo
como del sustantivo normalidad.
Los adjetivos suelen constituir un vehículo precioso para
la transmisión de valoraciones personales, pero también
los adverbios contienen a menudo información presupuesta
que implícitamente orienta la interpretación de un
texto. Es lo que ocurre en el siguiente caso. El enunciador es el
director de Centros de la Consejería de Educación
de la Xunta de Galicia, y la noticia, aparecida en el Diario
de Sevilla, 3/03/2005, informa sobre un caso de acoso escolar
en aquella región del noroeste de España:
Titular: Detectado un caso de acoso escolar en Galicia.
Cuerpo de la noticia: [
] director de centros de la Consejería
de Educación de la Xunta, aseguró ayer que el caso
de acoso escolar de [
] es importante, porque siempre lo son
los conatos de agresión, pero recordó que es un caso
aislado.
Es una estrategia retórica la aceptación parcial
del argumento contrario, «es importante», que a continuación
queda desmentido o neutralizado por una afirmación más
general que desactiva su potencial significativo: «porque siempre
lo son los conatos de agresión». El adverbio
siempre presenta el caso en principio «importante»
como un elemento más, nada especialmente significativo en
el conjunto de una larga serie de situaciones análogas; por
otra parte, al calificarlo como conato, niega el carácter
mismo de agresión del acontecimiento, al dejarlo reducido
a potencialidad, a hecho virtual. Junto a la negación abierta
de los hechos, o a su atenuación, que ya hemos comentado,
otra estrategia que minimiza los sucesos consiste en presentarlos
como sujetos al control del gobierno, con lo cual se exponen neutralizando
su potencial amenazador o destructivo; así, con respecto
al caso de agresión a un profesor en Lebrija (ciudad de la
provincia de Sevilla):
[
] fuentes de la Delegación Provincial de Educación
de la Junta de Andalucía, en Sevilla, explicaron que este
es un hecho puntual que «está controlado», ya que
se han puesto en marcha todas las medidas establecidas en casos
de este tipo.
Sin embargo, también hemos encontrado testimonios procedentes
de cargos políticos que dan una visión diferente:
siguen presentándose los hechos con cierta moderación
(lítotes), pero al menos no resultan negados ni relativizados.
En el Ideal de Granada (17/02/2005), el Defensor del Pueblo
Español afirmaba que:
[
] casi uno de cada tres alumnos ha padecido alguna situación
conflictiva en las aulas, una cifra que en otro estudio del Instituto
de Evaluación y Asesoramiento Educativo (idea) se eleva al
49%, aunque advierte que los colegios no son una jungla.
La concesiva expresa la negación de una implicatura que
se deduce de las cifras que da el propio Defensor del Pueblo (explicación
no pedida).
Las contradicciones entre el discurso de los políticos y
los hechos, o entre diferentes manifestaciones de este discurso,
no se reflejan sólo en apreciaciones o en enunciados estimativos
individuales (Castilla del Pino), sino que se hacen patentes también
en el manejo de las cifras. Las oscilaciones son extraordinarias.
Así, las encuestas que se dan a conocer durante el debate
organizado por la Agencia de Salud Pública de Barcelona afirman:
Un 5% de los adolescentes se siente acosado (La Vanguardia,
27/04/2005).
Los especialistas afirman:
Entre un 15% y un 35% del alumnado se ve involucrado en actitudes
y comportamientos intimidatorios, con abuso de poder y exclusión
social [
] Entre el 2% y el 15% puede ser víctima o
agresor de prolongada, cruel y oculta violencia interpersonal, que
causa un daño profundo a la víctima y un deterioro
moral para el agresor (La Vanguardia, 26/04/2005).
En cualquier caso, las interpretaciones son discutibles, pero la
realidad se impone con una fuerza incuestionable:
Titular de El País, Bilbao, 10/03/2005: Educación
investiga 50 supuestos casos de acoso escolar.
Cuerpo de la noticia: La consejera de Educación, Anjeles
Iztueta, explicó que la mitad de estos expedientes corresponde
a malos tratos físicos, y la otra mitad a psíquicos
[
]. Se plantean medidas preventivas y de urgencia para proteger
a la víctima (cambio de clase, incremento de la vigilancia
[
] cuando se detecte un caso, y [
] la adopción
de las medidas disciplinarias pertinentes para los agresores.
Ideal, 17/02/2005: [...] gracias al análisis de una
muestra de 1.200 alumnos de entre 12 y 16 años de Granada
y Jaén, los especialistas han concluido que el 50% de los
escolares ha sido o es víctima de agresiones esporádicas
en sus centros educativos. En un 2% de los casos, los incidentes
ocasionales acabarán degenerando en bullying.
3. EL DISCURSO REIVINDICATIVO DE LOS PROFESORES
El amortiguamiento propio del discurso de los políticos
se contrapone a la voz de alarma de los docentes, quienes denuncian
una situación de indisciplina que consideran grave y en progresión
creciente. Su discurso se caracteriza por la intensificación,
y actúa como argumento o como legitimación de la reivindicación
de medidas concretas para prevenir lo que consideran como una seria
amenaza. Así planteado, el discurso se constituye en legitimación
de sus exigencias: en un marco jurídico adecuado que les
permite actuar con autonomía, con disminución de la
ratio, con recursos personales y materiales, con reconocimiento
social, con mejora salarial, etc. Frente al discurso de los políticos,
el de los docentes y especialistas presenta una indagación
en las causas del proceso; en el caso de los profesores, está
siempre flotando el concepto de la culpa, de la responsabilidad
y del fracaso educativo. Aunque admiten que las agresiones físicas
ocupan el último lugar de los «serios problemas de disciplina»
(Diario de Sevilla, 5/02/2005) que se dan en la escuela,
consideran que se trata de un problema creciente y que tiene que
ver con la permisividad extrema de los familiares, que delegan en
el colegio la educación de los hijos. La situación
se agrava en el caso de los centros concertados, mientras que en
los públicos se mantiene similar índice de violencia
de épocas anteriores. En muchos casos se relaciona el aumento
del clima de tensión en las aulas con la pérdida de
valores humanos en la sociedad en general («Las formas son
distintas, hay menos respeto, y eso se traslada a las aulas»,
El País, 1/02/2005), y, especialmente, con la influencia
de los medios de comunicación, que ofrecen sin censura alguna
constantes escenas de violencia. El discurso sirve para legitimar
la petición de una actuación rápida y urgente,
drástica, «que erradique la violencia escolar de las
aulas»; la petición se concreta, en muchos casos, en
un «aumento de la disciplina en los centros» (según
el 64% de los docentes, El País, 5/02/2005). Faltan
recursos personales y materiales y más formación docente
(abc, 22/02/2005). La contundencia de las peticiones o de
las exigencias se ve reflejada en actos de habla realizativos (Searle,
1994):
Los profesores de anpe exigimos: 1) El establecimiento de un marco
jurídico que mejore el gobierno de los centros educativos
[...]. 2) La implantación, con carácter general [...]
de Departamentos de Orientación, así como la dotación
del profesorado de apoyo suficiente. 3) La importancia de la acción
tutorial exige que todas las tutorías sean convenientemente
incentivadas económica y administrativamente. 4) [...] La
creación de un nuevo órgano de coordinación
en los centros educativos: el Consejo Tutorial [...]. (El País,16/02/2005).
La necesidad de formular explícitamente estas exigencias
se ve justificada por la propia realidad de indefensión que
sufren, hecho del que dan cuenta los medios de comunicación:
Titular: El consejo escolar de un instituto dimite al no poder
expedientar a un alumno agresivo.
Tres meses después, la dimisión sigue firme, pero
no ha sido admitida por la directora [
]. Sus miembros aseguran
que no entienden por qué la consejería no les deja
aplicar la normativa sobre convivencia [
]. El alumno problemático
fue enviado por sus padres a otro centro próximo, pero [
]
el otro día volvió con una cuerda y entre varios ataron
a un niño a un árbol (El País, 16/02/2005).
4. EL DISCURSO COMPROMETIDO DE LOS ESPECIALISTAS
Los especialistas (psiquiatras y psicólogos especialmente)
y los docentes comparten la actitud de denuncia ante lo que consideran
una amenaza social creciente. Como respuesta reactiva a la negación
del fenómeno por parte de las instituciones políticas,
el discurso de los especialistas se caracteriza por la intensificación,
la cual tiene una evidente finalidad persuasiva: se busca la definición
de una actitud crítica y la toma de posición activa
ante este fenómeno. Dada la negación del hecho, se
ha de partir forzosamente de la consideración de su existencia:
El hostigamiento prolongado de alumnos por compañeros es
una realidad, aunque casi siempre esté encubierta por una
espesa nube de tabú y de silencio [
]. Una vez que el
martirio sale a la luz, los agresores, sus allegados y los testigos
que se mantuvieron neutrales, incluyendo al personal docente,
tienden a minimizar el problema, a recriminar al acosado por no
haberse defendido, o a responsabilizar a sus padres (A. Rojas Marcos,
Tribuna de El País, 2/04/2005).
La pretensión de rigor científico, de objetividad
en la descripción del fenómeno, no excluye la presencia
de elementos pertenecientes a un plano modal, los cuales revelan
las actitudes, las valoraciones o las estimaciones subjetivas del
enunciador (Fuentes-Alcaide, 1996). Las comparaciones, la presencia
de términos léxicos pertenecientes al campo semántico
de la epidemiología, de la guerra, del terrorismo, de la
tortura, de las catástrofes naturales, y, en general, de
la muerte, todas ellas con el rasgo semántico de «violencia,
de destrucción», sirven para evocar el contenido siniestro
y mórbido de las situaciones que se describen:
Como el cáncer o el terrorismo, que tanto tememos pero que
la costumbre nos obliga a anticipar, la violencia escolar también
forma parte del catálogo vigente de horrores predecibles.
Estas espeluznantes matanzas nos espantan, nos duelen, y echan
por tierra las expectativas más básicas sobre el comportamiento
humano. Aun así, su impacto en la sociedad es efímero.
Con independencia de los cadáveres que acaben esparcidos
por las aulas, la indignación colectiva se disipa a los pocos
meses (L. Ro-jas Marcos, El País, 2/04/2005).
Olas de homicidios y de suicidios en las escuelas públicas
de Nueva Cork [
] «hostigamiento», «ensañamiento»,
«acosamiento persistente» [...] el léxico perteneciente
al campo semántico de la tortura o del «martirio»
presenta a los alumnos implicados como «acosadores», como
«maltratadores», como «víctimas habituales
de ensañamiento» que sufren «interminables pesadillas»,
y que a la hora de encontrar explicaciones que les ayuden a entender
su penosa situación, la mayoría termina culpándose
a sí misma (L. Rojas Marcos, art. cit.):
La víctima, además de padecer un calvario diario,
se siente culpable y avergonzada, lo que hace que no se exprese
[...]. La comunicación es esencial: el verdugo sabe que la
víctima no habla (F. Díaz Atienza, Ideal, 2/11/2004).
La vivencia del fenómeno como una enfermedad contagiosa
que se propaga y que crece indefinidamente, explica el léxico
propio de la epidemiología:
Detectado un caso de acoso escolar en Galicia (Diario de Sevilla,
3/02/2005).
Se plantean medidas preventivas y de urgencia para proteger a la
víctima (cambio de clase, incremento de la vigilancia...)
cuando se detecte un caso [...] y la adopción de medidas
disciplinarias pertinentes para los agresores (El País,
16/03/2005).
La creación de un sentimiento de alarma social, justificado
por la existencia de hechos que por sí mismos constituyen
una amenaza social, se ve reforzada por la presentación de
esta realidad como un proceso sometido a un «aumento imparable»
(El País, 21/03/2005). Se insiste en el hecho de que
«la progresión es evidente», y que las acciones
conflictivas no se circunscriben al ámbito escolar, sino
que invaden otras esferas de la vida pública:
[...] los mandos de la policía municipal señalan
un preocupante incremento de la violencia en el ámbito escolar,
que se manifiesta a la salida de clase (La Vanguardia, 27/02/2005).
La voz de los especialistas es un discurso comprometido, con una
clara finalidad perlocutiva: la presencia de comparaciones de gran
fuerza expresiva, de adjetivos valorativos o de un léxico
con rasgos semánticos de extrema intensidad, busca la movilización
de toda una serie de recursos que actúen como medidas preventivas
de una realidad que se vive como «enfermedad social».
De ahí que se considere que la solución pase por recuperar
los valores humanos: trabajar en grupo, realizar «tareas solidarias,
no competitivas» (R. Ortega, La Vanguardia, 26/04/2005).
5. LA AUSENCIA DE LOS ALUMNOS: «Una espesa nube de tabú
y de silencio»
Desde el punto de vista de su tratamiento en los medios de comunicación,
podemos considerar a los alumnos como simbólicamente invisibles:
sólo en tres ocasiones aparecen como enunciadores. Ellos
son el centro del debate, del tema, pero, salvo en el suceso del
Instituto de Coria del Río, no suelen tomar la palabra. Una
«espesa nube de tabú y de silencio» protege a los
acosadores y a sus víctimas, oculta el problema y lo potencia.
A diferencia del discurso de los políticos, el de los alumnos
parte de la existencia de problemas de convivencia en las aulas:
[...] el 24,5% [de los alumnos] piensa que alguna vez ha mostrado
un comportamiento en el aula que ha impedido dar clase, y el 16,8%
que ha faltado al respeto al profesor (El País, 5/02/2005).
Pero, frente al de los docentes, que consideran la necesidad de
un mayor control y de medidas disciplinarias, los escolares hablan
de diálogo y de consideración-respeto hacia ellos
como forma de resolver los conflictos:
La mejor arma para resolver los conflictos no son las actitudes
violentas, sino la palabra, el diálogo y el respeto (Talleres
organizados en Granada por 12 centros educativos, en colaboración
con las ong Proyecto Hombre y aspa).
Los propios encuestados, 2.322 escolares de 9 a 16 años
de centros públicos y privados de Madrid, reclaman más
educación en valores y respeto hacia ellos de educadores
y de familias para frenar las conductas violentas, mientras que
restan importancia a las medidas de control [...] (Diario de
Sevilla, 10/02/2005).
6. CONCLUSIONES
El tratamiento del tema de la violencia escolar por parte de los
medios de comunicación muestra la existencia de puntos de
vista divergentes sobre el hecho, en función del enunciador
del discurso. La discrepancia afecta a la propia consideración
de la existencia del fenómeno: su negación por parte
de los políticos, frente a la voz de alarma de los docentes
y de los especialistas, que lo consideran como una grave enfermedad
social. Los dos tipos de discursos sirven de legitimación
de intereses también contrapuestos: los representantes políticos
buscan neutralizar la crítica social, especialmente en lo
que se refiere a la adecuación de las medidas en política
educativa. El discurso de docentes y de especialistas crea un estado
de conciencia de alerta, y sirve de legi-timación a la idea
explícitamente formulada de la necesidad de reformas. En
general, se muestran partidarios de tomar medidas disciplinarias
y de aumentar el control en los centros. Por su parte, los especialistas
apuntan hacia la necesidad de transformar el clima social que genera
la violencia, concretamente el imperativo de recuperar la enseñanza
en valores humanos olvidados. Destaca en los medios de comunicación
la ausencia del punto de vista de los alumnos, quienes, a pesar
de constituir el centro del debate, no tienen voz, ya que sólo
en dos ocasiones llegan a tomar la palabra.
Los medios de comunicación reproducen los distintos puntos
de vista, manteniendo a veces la distancia enunciativa («Detectado
un caso de acoso escolar en Galicia», Diario de Sevilla,
3/02/2005), y, en otras ocasiones, asumiendo implícitamente
uno de esos puntos de vista. Esto último suele ocurrir en
los titulares: la exigencia de condensación informativa lleva
a dar una visión sinóptica, que a menudo contiene
la interpretación de los hechos. En tal sentido, puede ser
muy ilustrativa la comparación de los titulares de varios
periódicos en los que se comunica lo acaecido en el caso
del joven Jokin, que se arrojó al vacío desde las
murallas de Hondarribia (una localidad del País Vasco) la
madrugada del pasado 21 de septiembre, tras soportar durante un
año humillaciones y vejaciones constantes en su instituto,
y palizas por parte de varios compañeros. En el análisis
de los titulares, y refiriéndose a los acosadores juzgados,
destaca la utilización de los términos absueltos
o condenados, lo cual ya supone una interpretación
del caso, una tipificación del delito:
El juez condena a 8 menores por maltrato moral a Jokin (Diario
de Sevilla, 14/05/2005).
Titular de El Mundo: Los acosadores de Jokin cumplirán
18 meses de libertad vigilada.
Subtítulo: Condenados por un delito contra la integridad
moral y una falta de lesiones.
Titular de abc: Absueltos de inducción al suicidio
los ocho imputados por el «caso Jokin».
Subtítulo: El juez les impone 18 meses de libertad vigilada
por violar su «integridad moral».
Si consideramos los enunciados desde el prisma de su valor de verdad,
ninguno de ellos es falso; sin embargo, desde el punto de vista
informativo, supone la consideración de los hechos bajo diferentes
perspectivas: desde la vertiente de la acusación particular,
que «acusaba a los imputados de los delitos de inducción
al suicidio, maltrato habitual y lesiones psicológicas, así
como de una falta de lesiones» (abc, 14/05/2005), los
imputados han sido absueltos. En cambio, desde la óptica
del Ministerio Público, que «acusaba a los menores de
un delito contra la integridad moral y una falta de lesiones»,
han sido condenados. El hecho de poner de relieve uno u otro
enfoque supone una definición de la posición del periódico
frente al caso. Esta diferencia se mantiene y se desarrolla en lógica
coherencia en el cuerpo de la noticia: abc, que es el único
que opta por la consideración de absueltos en el desarrollo
de la información, recuerda los «episodios que sucedieron
tres días antes del suicidio del menor, tales como que le
propinaron un puñetazo, así como balonazos en el gimnasio».
El Diario de Sevilla, que presenta a los imputados como condenados,
no recuerda ninguno de los episodios violentos que precedieron al
suicidio de Jokin. De acuerdo con la tendencia que subyace en el
titular (punto de vista del delito como «maltrato moral»),
recoge las palabras del Defensor del Menor, quien, suavizando el
hecho de la existencia de una cierta benignidad en la sentencia,
considera que ésta «debe valorarse como el reconocimiento
de que hubo un delito, y de que, por tanto, se
ha roto el criterio de impunidad en estas situaciones».
El parecer del periódico representa a un enunciador perteneciente
a la clase política, que es la misma que ha sostenido la
existencia de una «situación de normalidad» en
las aulas, la que ha defendido que no existía violencia escolar,
y que, por tanto, no había razones para la alarma social.
Ante una realidad trágica, este enunciador que los representa
sigue practicando la atenuación como estrategia comunicativa
que justifica o que sirve de legitimación a una determinada
actuación política. El punto intermedio está
representado por El Mundo, que en el titular califica de
«acosadores» a los imputados; es en el subtítulo
cuando los califica de «condenados»; en la posición
más relevante del titular, opta por una solución que
es más imparcial en cuanto a la consideración del
delito. En el cuerpo de la noticia desarrolla de manera pormenorizada
las torturas físicas y psicológicas que sufrió
el adolescente, y advierte que «El fallo reconoce que se hallaba
atrapado en un «circuito infernal» que no pudo cortar,
ya que hubiera supuesto denunciar a sus compañeros, quienes
comenzaron a despreciarle después de que los padres de Jokin
informasen a otros progenitores de que varios chavales habían
sido sorprendidos fumando hachís en un campamento... El escrito
judicial demuestra el escalofriante calvario al que fue sometido
Jokin en los días anteriores a su muerte». En coherencia
con su perspectiva neutral, este periódico pone en evidencia
la contradicción que supone definir como «delito contra
la integridad moral» la sucesión de palizas, y «el
escalofriante calvario» que llevó al chico a huir del
miedo yendo al encuentro de la muerte.
BIBLIOGRAFÍA
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Romero, F. (2000): Análisis de la violencia en nuestros
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Searle, J. (1994): Actos de habla, Madrid, Cátedra.
Notas:
0 Doctora en Filología,
profesora asociada, Facultad de Filología, Universidad de
Sevilla, España.
1 Doctor en Medicina y Cirugía,
licenciado en Psicología, psiquiatra, jefe de la Unidad de
Trastornos de la Conducta Alimentaria, Hospital Infanta Luisa, Sevilla,España.
2 El suceso de acoso de un chico
en un instituto de la ciudad de Coria del Río (localidad
de la provincia de Sevilla) constituye un caso aparte; al haber
sido denunciado públicamente, adquiere una notable relevancia
informativa; el chico y su madre aparecen en programas de televisión
y en entrevistas; salvo en esta ocasión, en el resto de los
textos consultados la opinión de los alumnos no está
representada. Aparte de los comentarios a los resultados de alguna
encuesta, no suelen ser enunciadores. Y, desde luego, nunca lo son
los autores de los comportamientos violentos.
3 L. Rojas Marcos: «Los
estragos del acoso escolar», periódico El País,
2/04/2005.
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