Estrategias para prevenir y atender el maltrato, la violencia
y las adicciones en las escuelas públicas de la Ciudad de
México
Sylvia B. Ortega Salazar *
Marco A. Ramírez Mocarro **
Adrián Castelán Cedillo **
Síntesis: A lo largo del último quinquenio
se ha incrementado mucho la preocupación por la violencia
y por la inseguridad que rodea a niñas, a niños y
a jóvenes de la Ciudad de México. Los casos de menores
víctimas de adicciones, o de protagonistas de episodios violentos,
reciben una amplia cobertura de medios, que, con frecuencia, proyectan
imágenes distorsionadas que poco contribuyen a la comprensión,
y menos a la erradicación de estos problemas.
Violencia, maltrato y adicción son fenómenos de naturaleza
distinta, aunque guardan una estrecha relación. En este trabajo
se discuten los conceptos, para, desde ahí, establecer su
conexión. Se argumenta que un ambiente escolar estimulante,
cálido y seguro, es la base para impulsar la mejora académica,
pero también para prevenir la violencia y para combatir las
adicciones.
Después de revisar la experiencia de otros países
en cuanto al combate del maltrato, de la violencia escolar y de
la adicción, se presentan las acciones que actualmente se
despliegan en la Ciudad de México, para concluir que aún
estamos lejos de disponer de un mecanismo estable y poderoso que
organice y que potencie la contribución interinstitucional
y no gubernamental, imprescindible para proteger a la niñez
y a la juventud.
SÍNTESE: Ao largo do último qüinqüênio
se incrementou muito a preo-cupação pela violência
e pela insegurança que cerca a meninas, a me-ninos e a jovens
da Cidade do México. Os casos de menores vítimas de
vícios, ou protagonistas de episódios violentos, recebem
uma ampla cobertura de meios, que, com frequência, projetam
imagens distorcidas que pouco contribuem com a compreensão,
e menos à erradicação destes problemas.
Violência, maltrato e vício são fenômenos
de natureza diferente, ainda que guardam uma estreita relação.
Neste trabalho se discutem os conceitos, para, desde ai, estabelecer
sua conexão. Se argumenta que um ambiente escolar estimulante,
acolhedor e seguro, é a base para impulsar a melhora acadêmica,
mas também para prevenir a violência e para combater
os vícios.
Depois de revisar a experiência de outros países enquanto
ao combate do maltrato, da violência escolar e do vício,
se apresentam as ações que atualmente se desdobram
na Cidade do México, para concluir que ainda estamos longe
de dispor de um mecanismo estável e poderoso que organize
e que potencialize a contribuição interinstitucional
e não governamental, imprescindível para proteger
a infância e a juventude.
1. Un problema que emerge y sus conexiones
El maltrato físico o psicológico,
y el abuso sexual como formas extremas de violencia en contra de
los menores, ha estado presente en todas las sociedades a lo largo
de su historia. El maltrato es concebido como «el conjunto
de acciones y situaciones acaecidas en todo ámbito, que afectan
al niño en su bienestar, desarrollo y/o personalidad, limitando,
tergiversando y/o lesionando»2.
En México, la investigación
reciente revela la dimensión actual del problema, sobre todo
en los hogares3. La evidencia disponible, aunque
parcial, se confronta con un registro de violencia intrafamiliar
que afecta a una importante proporción de los hogares, situación
que, debido a su relativa generalización, ha ameritado la
intensificación de las medidas relacionadas con la promoción
de los derechos de los niños y de las niñas, así
como la puesta en marcha de programas de prevención y de
atención a las víctimas4.
Desde el campo de la investigación educativa,
se ha prestado creciente atención a las implicaciones del
maltrato al que niños y jóvenes están sometidos5.
Se ha comprobado documentalmente que un menor que proviene de un
hogar en el que hay violencia, tiende a reproducir comportamientos
agresivos; por otra parte, las escuelas y las comunidades en las
que estas se hallan también constituyen espacios en los que
las relaciones violentas se producen.
Recientes estudios procuran establecer el vínculo entre
el maltrato en el hogar y su expresión en el ámbito
escolar. Erling Roland y sus colegas (2004), han demostrado que
las víctimas de padres agresivos en cuyos hogares prevalece
la desatención, y en los que existe un ambiente de escaso
apoyo, son proclives con frecuencia a recurrir a expresiones de
violencia reactiva o proactiva, que pueden derivar en la victimización
de otros menores con los que están en contacto cotidiano
en la escuela. Christina Salmivalli (2004) argumenta que los menores
que han sufrido maltrato suelen ser violentos con sus pares.
En un importante esfuerzo de precisión conceptual, Peter
K. Smith (2004) propone que la violencia en la escuela puede ser
entendida como el producto de actos intencionales y sistemáticos
que se convierten en un daño o en una amenaza. Desde este
punto de vista, las conductas agresivas dentro de la escuela no
se reducen a acontecimientos de violencia física, sino que
se trata de abusos de poder por parte de personas más fuertes
en contra de otra o de otras más débiles. Estos abusos
pueden ser verbales, o también pueden surgir de la exclusión
o de la marginación de algún individuo o de un grupo
de las actividades normales de una colectividad escolar.
La violencia dentro de la escuela puede ocurrir entre un individuo
y otro, entre grupos, o implicar a un conjunto escolar y aún
a la institución en su totalidad. Roland y Galloway (2002)
han expuesto que la violencia en un grupo escolar se presenta con
mayor probabilidad cuando en éste predominan las sanciones
o las formas disciplinarias rígidas como principales formas
de control del maestro sobre sus estudiantes, y cuando el profesor
no es capaz de lograr un liderazgo basado en el fomento del trabajo
en equipos, con un alto nivel de exigencia intelectual.
En su revisión del avance en la investigación
sobre los procesos y sobre las prácticas de disciplina y
de convivencia en la escuela, Alfredo Furlán (2003) dejó
claro que, durante los años ochenta, estos temas aparecieron
tratados en forma dispersa, y «en todos los casos subordinados
a otras problemáticas». Los aportes más recientes
empezaron a concentrarse en la disciplina escolar como tema principal,
aunque esta línea de indagación y de reflexión
«rápidamente confrontó el riesgo de ser opacada
por otra, la violencia en la escuela» (Furlán, 2003,
pp. 247-248)6.
Al reconocer que el problema de la violencia es por demás
complejo, y que en los ámbitos de la investigación
educativa y de la gestión escolar se han generado intensas
polémicas no exentas de fuertes cargas ideológicas
y políticas, Furlán destaca los aportes suministrados
desde el sector de la salud, cuyas investigaciones se han centrado
en temas como el consumo de drogas, la violencia intrafamiliar,
y el maltrato de los menores.
Precisamente la indagación sobre la prevalencia de la experimentación
con drogas en las poblaciones de adolescentes, así como la
determinación de los factores de riesgo, revelan que el fenómeno
se ha extendido en forma sorprendente, y que tiende a afectar a
sectores de la población adolescente que hasta los primeros
años de la década de los noventa se mantenía
ajena a la adicción.
A partir de las encuestas promovidas por el sector salud (Medina
Mora, y otros, 1998 a 2003), hoy se dispone de información
sistemática que va mucho más allá de observar
la evolución del fenómeno. Los datos revelan que los
factores de riesgo asociados a la experimentación con drogas
son de carácter individual, familiar, social y educativo.
Entre los individuales destacan el género, los problemas
de identidad, y la baja tolerancia a la frustración. Los
relativos a las circunstancias familiares son la desintegración
o el abandono del hogar, la adicción a las drogas de algún
miembro de la casa, el maltrato, y un ambiente de violencia en el
núcleo doméstico.
La necesidad de trabajar favorece mucho el consumo o la experimentación.
Entre los factores asociados a la vida en la escuela, se ha establecido
que la probabilidad de la experimentación se asocia con el
ausentismo, con la deserción, con el bajo rendimiento académico,
con la desaprobación de directivos y de profesores, y con
la dificultad de relación con los pares.
Tan compleja gama de factores interactúa de forma que aún
necesita ser mejor comprendida. Es preciso insistir en la factibilidad
de construir, desde la pedagogía, las ciencias de la salud
y las ciencias sociales, así como un campo de investigación
y de acción que permita a las escuelas de educación
básica recobrar su capacidad para proteger a las niñas,
a los niños y a los jóvenes.
Este último punto merece
ser ampliado. Mientras que en los países miembros de la Unión
Europea la agenda de los investigadores y de las autoridades prioriza
la erradicación de toda forma de violencia en la escuela
a partir de la puesta en marcha de programas que implican intervenciones
por parte de múltiples agentes7, en México
el sector educativo y las comunidades escolares apenas empiezan
a hacerse cargo de que el maltrato, la violencia y las adicciones
han penetrado los muros de los planteles, generando dificultades
que deben ser enfrentadas de manera consistente por la comunidad
escolar, pero también por la sociedad en su conjunto8.
2. El sector educativo de nivel básico en la Ciudad de
México: nuestro caso de estudio y de acción
El Distrito Federal cuenta con la más amplia red de transportes
y de telecomunicaciones, de infraestructura urbana, de centros hospitalarios
y culturales, y de instituciones académicas y de investigación
de México. Junto con los municipios conurbanos de los estados
de México y de Hidalgo, conforma el Área Metropolitana
de la Ciudad de México, que en el año 2000 contaba
con cerca de 18 millones de habitantes, una de las concentraciones
humanas más importantes del mundo.
El censo del año 2000 registró 8,6 millones de habitantes
y 2,1 millones de viviendas particulares; la tasa de crecimiento
1990-2000 fue de 0,44%. El 26% de su población es menor de
15 años, y la edad promedio del total es de 27 años.
El Distrito Federal, con apenas el 0,1% del territorio del país,
concentra más o menos el 9% de su población, y más
del 22% del pib. La escolaridad promedio de los habitantes de 15
años y más es de 9,6 años, mientras que el
70% de los situados entre los 6 y los 24 años asiste a la
escuela; tienen una esperanza de vida de 77,2 años, y el
índice de desarrollo humano (0,871) es considerado alto.
La tasa de empleo comprende alrededor de cuatro millones de personas,
que se encuentran trabajando en actividades comerciales, financieras,
de servicios personales, en la industria manufacturera, en los transportes
y en las telecomunicaciones, así como en labores relacionadas
con la educación y la cultura, y con las administraciones
públicas federal y local. El promedio de ingresos de su población
es 3,5 veces superior al del resto del país.
2.1 Estadística e indicadores educativos
El sistema educativo de nivel básico de la Ciudad de México
presenta tres rasgos característicos: altos niveles de cobertura;
una matrícula que tiende a la disminución, sobre todo
en el caso de la primaria como consecuencia de la transición
demográfica; y una amplia participación de los particulares
en la oferta de servicios educativos de este nivel.
La información sobre los ingresos familiares de los alumnos
revela que la educación pública es la opción
para las familias de menores recursos económicos, como también
son elocuentes las agudas inequidades que prevalecen en la ciudad.
3. Violencia intrafamiliar, violencia en la escuela y adicciones.
Las mediciones recientes para el Distrito Federal
En este apartado, y basándose en información proveniente
de un conjunto reciente de encuestas, se documentan los tres fenómenos
que más interesan: la violencia intrafamiliar; el maltrato
y el abuso en la escuela; y el consumo de sustancias adictivas.
La medición sistemática de los fenómenos que
nos ocupan es reciente; sin embargo, las fuentes disponibles a partir
del segundo quinquenio de los años noventa constituyen una
herramienta indispensable para el diseño de las políticas
públicas, para la evaluación de los resultados de
los programas de intervención, y para la sensibilización
de los actores sociales involucrados en la protección de
los menores. Los investigadores y los expertos en estos temas cuentan
con mayores posibilidades de documentar la dimensión de los
problemas referidos, para sugerir interpretaciones de mayor profundidad,
y para influir en el diseño de mejores instrumentos de recogida
de datos.
Por otra parte, la difusión de la información permite
que la opinión pública disponga de un sistema de mayor
precisión sobre los alcances y sobre la evolución
de estos fenómenos, que en el pasado tendían a quedar
en un ámbito de reserva que mucho se ha prestado a la especulación
y a la extrapolación.
3.1 La violencia intrafamiliar y la violencia en la escuela
En un tercio de las familias residentes en la Ciudad de México
se provocan ambientes violentos. Este problema existe en cuatro
de cada diez hogares en donde residen niños y adolescentes:
predomina el maltrato emocional, en tanto que el abuso sexual en
la casa aparece en una proporción marginal.
En la tabla 4 se consigna la percepción de los adolescentes
sobre la seguridad en la escuela y en su entorno. Más de
las dos terceras partes de los encuestados se consideran protegidos
dentro de sus escuelas; como contraste, sólo un poco más
de la mitad indica sentirse segura en el barrio en el que vive.
Sin embargo, llama la atención que la tercera parte de los
varones y la quinta parte de las mujeres considere que sus compañeros
son peligrosos.
Las relaciones con padres y con maestros muestran señales
de conflicto. Es notable que sólo un poco más del
50% de las y de los adolescentes recurra a sus padres cuando se
encuentra en problemas. Los datos también indican que menos
de la mitad de los alumnos se siente tratada con calidez por sus
profesores, y que sólo un poco más de la cuarta parte
en el caso de los varones, y de una quinta parte en el de las adolescentes,
recurriría a un profesor en caso de encontrarse en dificultades.
La información disponible sobre sucesos de violencia registrados
en las escuelas proviene de denuncias. El número de casos
registrados ha tendido a crecer, debido a la mayor disposición
de los padres de familia y de los miembros de la comunidad escolar
para quejarse y para ventilar por la vía judicial e institucional
estos asuntos.
Como era de esperarse, la proporción de situaciones de maltrato
y de abuso que se exponen han afectado a una proporción casi
marginal de la matrícula escolar. Aún así,
la evidencia obliga a asumir que, en un conjunto de planteles, los
menores han sufrido abusos inaceptables.
En la clasificación de los informes atendidos predomina
la denuncia por maltrato físico. Las ocasiones en las que
se presume que ha ocurrido alguna forma de abuso sexual son muy
delicadas, y representan el 14% de los casos atendidos. Las indagaciones
realizadas muestran que la mayoría de las situaciones de
abuso o de hostigamiento sexual ocurre entre los propios alumnos,
y, en una proporción menor, se ven involucrados maestros
o trabajadores no docentes. Vale la pena destacar que, del total
de informes recibidos, un 17% resultó no verídico.
Para enfrentar estas situaciones, en el Distrito Federal se ha
avanzado en la creación de un grupo altamente especializado,
la Unidad de Atención al Maltrato y el Abuso Sexual Infantil
(uamasi), cuya intervención ha logrado la atención
a las víctimas y la adecuada canalización de los presuntos
delincuentes a las instancias judiciales competentes.
Las investigaciones cuyos temas centrales son
la disciplina, el establecimiento de normas o la aplicación
de sanciones en las aulas (Furlán, y otros, 2003, p. 259),
han encontrado que los maltratos físicos o emocionales que
se presentan en la vida escolar están relacionados con formas
tradicionales de castigo, que, por otra parte, son ineficaces para
lograr la disciplina necesaria en el trabajo escolar, y que potencialmente
son generadoras de violencia9.
Las propuestas más útiles para llevar a cabo los
cambios cualitativos que las circunstancias actuales exigen, se
orientan hacia la redefinición de los papeles que juegan
maestros, alumnos y compañeros, incrementando la cooperación
entre los distintos agentes educativos, y dando a los estudiantes
un papel más activo en su propia educación (Díaz-Aguado,
2003).
Un proceso de consulta nacional a niñas, niños y
adolescentes llevado a cabo en 17 países y con la participación
de 2.000 menores, rescata las preocupaciones de los niños
en torno a la violencia en la escuela, en la familia, en las instituciones
y en la comunidad. Los menores también sugieren acciones
para detener la violencia:
- «Que los grandes, las autoridades, las instituciones nos
es-cuchen; que haya más diálogo.
- Orientación a los padres sobre temas de violencia, que
les informen, que les digan qué no es bueno, que les den
consejo.
- Con educación, con respeto, con esfuerzo
[...] que los psicólogos, la policía, los maestros
nos defiendan y ayuden»10.
En México, ejercicios similares11
han recogido propuestas parecidas, que revelan la inquietud de los
niños y de las niñas por participar, así como
su necesidad de ser protegidos por las autoridades civiles, educativas
y policiales.
3.2 El consumo de drogas entre los estudiantes
de 12 a 17 años 12
Las tendencias del consumo de algunas sustancias ilegales entre
los estudiantes del grupo de edad de 12 a 17 años en el d.
f., revelan que las adicciones no representaban un problema de grandes
dimensiones sino a partir del año 1991, época en la
que se registró un rápido crecimiento de los experimentadores
y de los consumidores de cocaína y de marihuana.
En el año 2003, el 15,2% de los estudiantes declaró
haber consumido al menos una vez sustancias adictivas. Entre los
alumnos de secundaria, el 11% habría experimentado con drogas.
Los rasgos sociodemográficos de los experimentadores y de
los consumidores son relevantes para entender tanto los patrones
de consumo como la probabilidad de recurrir a las drogas. Se observa
que los varones tienden a la utilización de las drogas duras,
en contraste con la mayor inclinación de las adolescentes
hacia las sustancias farmacológicas.
Los estudiantes de secundaria que habitan con ambos padres tienen
una mayor protección, frente a aquellos que residen solamente
con uno de sus progenitores o con otros familiares.
La actividad laboral de los estudiantes favorece el consumo o la
adicción, sobre todo entre aquellos que dedican medio tiempo
a actividades en el sector informal.
En el Distrito Federal todos los estudiantes
de secundaria están expuestos, en principio, al riesgo de
la experimentación y de la adicción. No obstante,
se ha demostrado que una buena relación del alumno con la
escuela y con su comunidad le brinda una amplia protección
frente al consumo de drogas. Los factores que resultan más
beneficiosos y protectores son: una alta motivación por los
estudios, un rendimiento académico satisfactorio, el respeto
por la disciplina escolar, y, en general, el aprecio y el disfrute
de su escuela. Por el contrario, los principales factores de riesgo
tienen que ver con las dificultades para establecer relaciones con
los compañeros, el ausentismo y la deserción13.
Aunque la escuela hace una importante aportación para preservar
la adicción entre los alumnos de secundaria, su tarea principal
es la formación integral de todos los estudiantes, al brindarles
un ambiente intelectualmente estimulante, cálido, sano y
seguro.
El panorama que se ha esbozado hasta aquí evidencia la dimensión
y la importancia social de un problema que hasta hace poco tiempo
no tenía las dimensiones que ha alcanzado. La complejidad
se incrementa cuando el entorno familiar también se deteriora
y los contrates sociales se agudizan.
4. Algunas orientaciones relevantes para la acción. Las
mejores prácticas
La mayor parte de los países de la ocde ha intensificado
sus programas dedicados a erradicar cualquier forma de violencia
escolar. Se han realizado modificaciones en las leyes que protegen
a los menores, se impulsan programas que inciden directamente en
las escuelas, y se incrementa el financiamiento para la investigación,
el seguimiento y la evaluación.
Los modelos de intervención que se han implantado con éxito
comparten algunos rasgos, aunque cada uno de los países ha
definido estrategias particulares.
Las intervenciones que han probado mejores resultados involucran
a toda la escuela y a su comunidad; asignan la más alta prioridad
al logro de una mejora académica, para lo cual ofrecen a
sus maestros sólidas opciones de actualización y de
familiarización con innovaciones pedagógicas de punta.
Las comunidades discuten y pactan reglas; estudiantes, padres y
profesores trabajan en equipo, en tanto que el director logra un
fuerte liderazgo sobre el proceso.
La continuidad, el registro detallado y la evaluación externa
de resultados, son componentes vitales de las mejores prácticas.
En general, hay evidencia de que las intervenciones que comparten
estos principios logran resultados en plazos razonables; sin embargo,
en la actualidad continúa el esfuerzo para determinar la
profundidad de los cambios.
5. La acción educativa en el Distrito Federal
En el Distrito Federal, el mayor compromiso que
se ha adoptado tiene que ver con la mejora de la calidad de la educación
básica para todos y para todas. Calidad, equidad, participación
social y refuerzo de una gestión escolar que actúa
con mayor autonomía, son los ejes que articulan el Programa
de Servicios Educativos para el Distrito Federal 2001-200614.
Los avances que se han logrado en el rendimiento
de los estudiantes son alentadores15. No obstante,
es evidente que el logro académico depende, en buena medida,
de la construcción de ambientes sanos, cálidos y seguros.
En los siguientes puntos se sintetizan las principales acciones
orientadas a la mejora de los ambientes escolares:
Cambios en la reglamentación
Lineamientos para la organización y el funcionamiento
de los servicios de educación básica en el d.
f.
(Ciclo escolar 2004-2005)
Artículo
14: «Por ningún motivo se impondrá a los
alumnos castigo corporal o psicológico. Tampoco se les
suspenderá de las actividades escolares, ni podrán
ser expulsados del plantel [...].»
Artículo
15: «Sin excepción, toda queja o denuncia de maltrato
o abuso físico, psicológico o sexual, infantil o
juvenil, será atendida y documentada, según los
lineamientos emitidos por la afsedf [...] cuando las autoridades
consideren necesaria la intervención de la Unidad de Atención
al Maltrato y Abuso Sexual Infantil, el director y el personal
darán todas las facilidades necesarias para que desarrollen
su labor».
Artículo
16: «Las direcciones de educación serán
responsables de coordinar diversas acciones de prevención
del delito y las adicciones en los planteles escolares».
Formación en valores
La escuela es
el ambiente propicio para mostrar al individuo el valor de la
convivencia armónica, la importancia del respeto a la legalidad,
y el alcance de la libertad individual. La asignatura «Por
una cultura de la legalidad», propicia en los niños,
en las niñas y en los jóvenes el aprecio por los
valores de la democracia y de la participación ética
ciudadana, al tiempo que contribuye a la formación de futuros
ciudadanos con una fuerte cultura democrática y de respeto
a la legalidad. Esta asignatura se imparte de manera piloto en
el tercer grado de la educación secundaria.
Proyecto «Contra
la violencia, eduquemos para la paz» (funciona en 2.000 escuelas,
desde el nivel inicial hasta secundaria). Este programa es una
alternativa para que las comunidades escolares aprendan a enfrentar,
de manera no violenta y creativa, los conflictos que se presentan
en la vida cotidiana escolar, familiar y comunitaria. Resolver
los conflictos de manera pacífica nos ayuda a fortalecer
nuestra autoestima y nuestra confianza; nos sirve para el manejo
adecuado de nuestras emociones y de nuestros sentimientos; para
tener un pensamiento crítico y creativo; para una comunicación
asertiva, y para tomar las decisiones más convenientes
en un ambiente de ayuda, de cooperación y de solidaridad.
Se ha impulsado
el fortalecimiento de las actividades deportivas para favorecer
la sana disciplina, el incremento de la autoestima, y el desarrollo
de habilidades destinadas a la con-vivencia (se cuenta con una
cobertura del 95% en la aten-ción de los niños de
educación inicial, especial, preescolar, primaria y secundaria).
Programa para prevenir el delito y las adicciones
- Campaña de difusión dirigida a la comunidad escolar.
- En las zonas de riesgo, talleres para padres sobre la prevención
y el manejo de adicciones, de violencia y de abuso sexual.
- En las zonas de riesgo, capacitación a directivos y a
profesores sobre la prevención y el manejo de la violencia
y de las adicciones.
- Investigación aplicada sobre drogadicción, y encuesta
a estudiantes de secundaria.
- Programa radiofónico «Ombligos al sol», emisión
dirigida a adolescentes urbanos, realizada por otros jóvenes,
en la que se ofrece educación sexual y de prevención
de las adicciones a través de relatos y de debates.
Programa «Escuela segura, sendero seguro»
- Vigilancia policial en los circuitos escolares. En una de las
delegaciones con mayor índice de peligrosidad (Iztapalapa)
se atienden 15 circuitos con 129 escuelas y más de 50 mil
alumnos beneficiados.
- Revisión de mochilas a los estudiantes, de acuerdo con
la solicitud de los padres de familia.
- Mejoramiento de la infraestructura urbana en los caminos identificados
como senderos seguros (alumbrado público, poda de árboles,
bacheo).
6. Nota final
En los últimos quince años, México ha asumido
todas las recomendaciones internacionales para prevenir y para combatir
el maltrato y el abuso de los menores; también ha adaptado
su legislación para disponer de la normatividad adecuada
destinada a enfrentar este problema. La experiencia de maestros,
de promotores sociales y de investigadores, demuestra que las acciones
educativas son fundamentales para prevenir y para erradicar toda
forma de violencia contra los niños y los adolescentes.
Sin embargo, enfrentar los múltiples desafíos que
hoy confronta el sector de la educación básica, requiere
un amplio compromiso de toda la sociedad. Autoridades educativas,
padres, profesores, investigadores, los distintos niveles del gobierno
y sus instituciones, podemos tender una red de seguridad en torno
a las comunidades escolares de forma coordinada.
Suprimir el maltrato, la violencia y el consumo de drogas requiere
una estrategia de múltiples frentes, que garantice a las
jóvenes generaciones posibilidades para su desarrollo y para
un futuro productivo. Es necesario multiplicar, y sobre todo coordinar
las acciones, con la participación de las familias, de las
organizaciones de la sociedad civil, de los medios de comunicación,
de las instituciones del sector salud, de las de seguridad pública
y de las de desarrollo social.
La escuela, mediante un trabajo pedagógico esmerado y comprometido
con la inclusión, debe seguir haciendo su tarea formativa
cada vez con mayor calidad y pertinencia. Corresponde al resto de
los actores mitigar los efectos negativos de un entorno adverso,
que limitan el potencial de las escuelas públicas del d.
f.
Bibliografía
Centros de Integración Juvenil, a. c. (2001): Mecanismos
disciplinarios y consumo de drogas en el medio escolar. Estudio
cualitativo, México.
(2000): Adherencia escolar y consumo de drogas, México.
(1999): Actitudes del personal educativo ante el estudiante
usuario de drogas, México.
(1999): Ajuste psicosocial y consumo de drogas, México.
(1996): «El consumo de drogas en los municipios y delegaciones
atendidos por centros de integración juvenil. Análisis
de condiciones y líneas de acción (1995-2000)»,
en Informe para el Sector Educativo. Informe de Investigación,
n.º 96-56, México.
Díaz-Aguado, M. J. (2003): «Aprendizaje cooperativo
y prevención de la violencia», en Violencia psicológica
en el trabajo y en la vida cotidiana, <http://www.el-refugioesjo.net./bullying/prevencion-violencia.htm>
[consulta: jun. 2005].
Moreno, K. (coord.) (2004): Mujer y drogas, México,
Centros de Integración Juvenil, a. c.
(2003): Drogas: las 100 preguntas más frecuentes,
México, Centros de Integración Juvenil, a. c.
(1999): Cómo proteger a tus hijos contra las drogas.
Guía práctica para padres de familia, México,
Centros de Integración Juvenil, a. c.
Observatorio Europeo de la Violencia Escolar (oeve), <http://www.obsviolence.com/spanish/presentation/>
[consulta: jun. 2005].
Roland, E.: Causes of School Bullying, Centre for Behavioural
Research, Noruega, Stavanger University College.
Roland, E., y Galloway, D. (2002): «Classroom Influences on
Bullying», en Educational Research, vol. 44, n.º
3, pp. 299-312, 14, Publisher Routledge.
Salmivalli, Ch. Consecuences of School Bullying and Violence,
Finlandia, University of Turku, <http://www.oecd.org/dataoecd/28/5/33866612.ppt>
[consulta: jun. 2005].
Secretaría de Educación Pública (2005): Programa
de Educación en Derechos Humanos, México.
(2001): Programa Nacional de Educación 2001-2006,
México.
Smith, P. K.: «Definition, Types and Prevalence of School
Bullying and Violence», en Unit for School and family Studies,
University of London, Goldsmiths College, <http://www.oecd.org/dataoecd/27/47/33866548.ppt>
[consulta: jun. 2005].
Taking Fear Out of Schools (2004): International Policy and
Research Conference on School Bullying and Violence, Stavanger,
Noruega, <http://www.ocde.org/document/29/0,2340,en_2649_33723_33866461_1_1_1_1,00.html>
[consulta: jun. 2005].
Villatoto, J.; Hernández, H.; Fleiz, C.; Blanco, J., y Medina
Morea, M. E. (2004): Encuesta de consumo de drogas de estudiantes
III 1991-2003 sep-inprem, disco compacto, México, sep-inprtm.
Notas:
0 Titular de la Administración
Federal de Servicios Educativos en el Distrito Federal de México.
Realizó estudios de doctorado en población y desarrollo
en la Universidad de Texas-Austin. Ha sido rectora de la Universidad
Autónoma Metropolitana, Unidad Azcapotzalco, y de la Universidad
Pedagógica Nacional Ajusco, México.
1 Asesores en la oficina de la
titular de la Administración Federal de Servicios Educativos
en el Distrito Federal de México.
2 Cortina Gutiérrez (1998,
p. 40): «Hacia una tipología del maltrato infantil»,
citado por Alfredo Furlán (coord.), en La investigación
educativa en México 1992-2002, tomo 2, parte III, p. 339,
México, COMIE, 2003.
3 Los datos de UNICEF y del INEGI
dan cuenta de lo siguiente: «De acuerdo con UNICEF, en 1999
el número de víctimas de maltrato infantil en el país
fue de 12.916 niños y 12.219 niñas. El estado con
mayor número de casos notificados fue el de Coahuila, con
4.150, seguido de Nuevo León, con 3.067, y del estado de
México, con 1.885»,http://www.unicef.org/mexico/programas/violencia.htm.
Una encuesta realizada en el Distrito Federal por el INEGI señala
que «la violencia intrafamiliar tiene lugar en el 30,4% de
los hogares en forma de maltrato emocional, de intimidación,
de abuso físico o sexual. El maltrato emocional ocurre en
casi todos estos hogares, y el abuso sexual en el 1,1%. Sólo
el 14,4% de estos hogares busca alguna clase de ayuda, a pesar de
que el 72% espera que se repita la violencia». INEGI, Encuesta
de violencia intrafamiliar, 1999.
4 México, al igual que
todos los países de América Latina, y a partir de
la ratificación de la Convención sobre los Derechos
del Niño (1990), ha venido reformando sus leyes sobre la
infancia para adaptarlas a los mandatos de la Convención:
se han promulgado nuevas leyes, se modificó la Constitución,
se crearon instituciones especializadas en la atención a
los menores, y se encuentran en marcha programas dirigidos a promover
y a proteger los derechos de la niñez, de la adolescencia
y de la mujer.
5 Cfr. Alfredo Furlán
(coord.) (2003): «Procesos y prácticas de disciplina
y convivencia en la escuela. Los problemas de la indisciplina, incivilidades
y violencia», en La investigación educativa en México
1992-2002, tomo 2, parte III, México, COMIE.
6 Alfredo Furlán, op cit.,
pp. 247-248.
7 El Observatorio Europeo de
la Violencia Escolar existe desde 1998, y colabora en investigaciones
de otros países como Brasil, Canadá y Japón.
8 En La Iniciativa Global para
Acabar con Todo Castigo Corporal hacia Niños y Niñas,
se expone que en México no hay, a escala federal, prohibición
explícita del castigo corporal en el ámbito educativo.
El artículo 32 de la Ley para la Protección de los
Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes, estipula
que dicha población tiene derecho a una educación
que respete su dignidad, e indica que las leyes deben promover,
en las instituciones educativas, las medidas necesarias para impedir
que se adopten disposiciones contrarias a la dignidad del niño
o a su integridad física y mental. La Ley General de Educación
(1993) no hace referencia a la violencia, ni prevé sanciones
en las escuelas. Cfr. Iniciativa Global para Acabar con Todo Castigo
Corporal hacia Niños y Niñas, Save the Children Suecia,
Acabar con la Violencia Legalizada contra los Niños y Niñas,
Argentina,2005.
9 En colaboración con
UNICEF, y siguiendo las experiencias utilizadas en Chile y en Uruguay,
se aplicará en las escuelas del D. F., durante el ciclo escolar
2005-2006, un cuestionario que permitirá obtener información
detallada sobre el maltrato infantil que ocurre en el ámbito
escolar.
10 UNICEF «Recomendaciones
iniciales por parte de las personas menores de edad participantes
en los procesos de consulta nacional», 2005.
11 Cfr. Honorable Congreso
de la Unión, Parlamento Infantil y Juvenil, 2004. También,
SSEDF-IEDF, Consulta Infantil y Juvenil «Exprésate
10/31», 2003.
12 Este apartado se construye
con base en los resultados del estudio «Encuesta de consumo
de drogas entre estudiantes III, 1991-2003», realizada por
el Instituto Nacional de Psiquiatría y la Secretaría
de Educación Pública.
13 Adherencia escolar y consumo
de drogas, Centro de Integración Juvenil, México,
2000.
14 SEP, Programa Nacional de
Educación 2001-2006.
15 El D.F. ocupa los primeros
lugares en el aprovechamiento escolar, de acuerdo con las evaluaciones
realizadas por el INEE y la OCDE.
|