| Un desfijador de significado para la intervención de lo 
              corporal en el medio escolarWilliam Moreno G.*Deberíamos tratar de descubrir cómo es que los sujetos 
              se ven constituidos gradual, progresiva, real y materialmente a 
              través de una multiplicidad de organismos, fuerzas, energías, 
              materiales, deseos, pensamientos, etcétera. Deberíamos 
              tratar de captar la sujeción, en su instancia material, como 
              una constitución de los sujetos (Foucault).  
              SÍNTESIS: En este artículo se presenta un 
                instrumento lector, que, puesto a prueba en una escuela pública 
                de Medellín, se expone a la consideración del profesorado 
                como herramienta que sirva para mirar qué pasa con la intervención 
                y con la expresión de los cuerpos en el medio escolar. 
                Apoyado en elementos provenientes de la estética, de la 
                an-tropología de las instituciones, de la comunicación 
                corporal y de la pedagogía motriz, el autor dispone de 
                una matriz (lector), que, fijándose a los enunciados corporales 
                (los que salen del cuerpo y se emiten sobre el cuerpo), ayuda 
                al proceso de significación y de simbolización del 
                cuerpo intervenido pedagógicamente.  SÍNTESE: Neste artigo se apresenta um instrumento 
                leitor, que posto a prova em uma escola pública de Medelim, 
                se expõe à consideração do professorado 
                como ferramenta que sirva para olhar o que acontece com a intervenção 
                e com a expressão dos corpos no meio escolar. Apoiado em 
                elementos provenientes da estética, da antropologia das 
                instituições, da comunicação corporal 
                e da pedagogia motriz, o autor dispõe de uma matriz (leitor), 
                que, fixando-se nos enunciados corporais (os que saem do corpo 
                e se emitem sobre o corpo) ajuda ao processo de significação 
                e de simbolização do corpo que sofreu intervenção 
                pedagógica.  * Instituto Universitario de Educación Física, Universidad 
              de Antioquia, Colombia. 1. IntroducciónEste texto, apoyado en los registros de una investigación 
              sobre "La pertinencia histórica y cultural de las creencias 
              y discursos profesorales sobre la educación corporal"1, 
              y en una investigación dedicada al análisis estético 
              de los discursos de la Educación Física en el Medellín 
              del Siglo XIX2, presenta, poniéndolo en 
              práctica, un lector metodológico (IPC) que puede facilitar 
              una aproximación comprensiva a aquello que ocurre con el 
              cuerpo en la escuela. Parecería como si 
              las prácticas corporales escolares fueran objeto de un proceso 
              de positivización y de naturalización; que fueran 
              calificadas como buenas porque sí; "siempre han estado 
              aquí", "son como parte de esta escuela", "aquí 
              siempre se han hecho así"; "¿porqué 
              se han de dejar de hacer?". La naturalización de esos 
              discursos y de esas prácticas parece conducir a una invisivilización 
              corporal. El lector IPC pretende ayudar a fraguar y a develar aquellos 
              ejercicios, aquellos dispositivos y aquellas tácticas que 
              sutilmente se invisibilizan, pero que, en el marco de la institucionalidad 
              escolar, y mediadas por una intervención pedagógica, 
              se encaminan cotidiana e insidiosamente a la conformación 
              corporal desde un deseo de lo social 3. 2. Bases referenciales2.1 A qué cuerpo nos referimos  La preocupación por la que transcurre este texto no pasa 
              por referirse, una vez más, al cuerpo hablado; a diferencia 
              de este ejercicio teórico, que no subvaloramos, lo que aquí 
              se intenta es afinar la comprensión crítica del rol 
              de la institucionalidad escolar en la conformación de un 
              modo de ser corporal. Se comparte la apuesta de explorar el cuerpo 
              como signo/símbolo, como superficie indicadora de lo que 
              pasa con el sujeto en el acto de sujeción (subjetivación); 
              quiere decir, como espacio político, no ya como un objeto 
              al que se puede mirar por encima del hombro; como espacio-tiempo 
              del drama de la experiencia. Más allá de una retórica, 
              de un saber sobre el cuerpo, lo que queremos es detenernos ante 
              el cuerpo vivido, sufriente. Este giro diferencia dos estados del cuerpo: por 
              un lado, el "estado de enunciación", que quiere 
              significar aquel estado de expresión directa en el que se 
              dejan leer los ejercicios que sobre tal cuerpo desata la escolarización, 
              vehiculizando el deseo de lo social; por otro lado, el "estado 
              de representación" pedagógica (que no hay que 
              confundir con el nivel de las presunciones intelectuales y científicas), 
              pues allí, entre otros aspectos, está contenido el 
              sentido común profesoral y el acumulado práctico profesional 
              sobre lo corporal. En este último se dejan ver las "representaciones 
              pedagógicas de lo corporal4, de las que, 
              en tanto "oficiantes de lo corporal", participamos como 
              mediadores en el ejercicio gubernativo de los cuerpos. No debemos 
              pasar por alto que, profesores y profesoras, actuamos desde el orden 
              de un "cuerpo representado" (defigurado), representación 
              que constituye un "deber ser" que orienta la sujetación 
              y la subjetivación corporal a partir de un orden de presunción 
              corporal, que, dentro de la escuela, expresa e indica la dirección 
              en el deseo de lo social. Larrosa (2003, p. 13) plantea que "el 
              cuerpo nace y renace en sus signos; nada más que el cuerpo 
              revela al cuerpo"; en tal sentido, el cuerpo que aquí 
              se retoma es aquel que pasa ante nuestros sentidos, el cuerpo que 
              miramos y que manipulamos a diario. En los arreglos discursivos 
              e icónicos del nido pedagógico, en las expresiones 
              y en los intercambios verbales y no verbales, en la géstica 
              de los cuerpos ejercitados, creemos que se encuentra, esperándonos, 
              el sentido de aquellas encarnaciones que están mediadas por 
              una intervención pedagógica que se predica como superadora 
              de la llamada educación tradicional. 2.2 De qué escuela hablamos   La escolarización 
              como una matriz fosilizadade lo social
 La escuela, como espacio, como lugar de tensión, 
              de restricción, de apertura y de contraste intercultural, 
              puede entenderse como una instancia de mediación cultural 
              entre los significados, los sentimientos y las conductas de la comunidad 
              social, y el desarrollo de las nuevas generaciones (Pérez, 
              pp. 11-12). Pero esa mediación tiene diversos sentidos: la 
              escuela se instituye, desde el punto de vista social, como un escenario 
              clásico de sujeción (subjetivación), lo que 
              quiere decir que allí, con y desde el cuerpo, desde una multiplicidad 
              de discursos, de dispositivos, de ejercicios conscientes o inconscientes 
              (a veces visibles y a veces invisibles), se da forma al sujeto. 
              La escuela, como instancia de mediación cultural (Ibíd.), 
              como institución (Mèlich, 1996, p. 81), como matriz5 
              de sensibilidad (Mandoki 1994, p. 179) o como sector de lo social 
              (Deleuze, 1998, p. 232), y desde sus condiciones de posibilidad 
              (cuerpo, entendimiento, disposición espacio-temporal, emocional 
              y de formas culturales), aporta significativamente a la conformación 
              de la capacidad sensible del sujeto. Allí, la intervención 
              corporal, matizada por los nuevos afanes (economía social 
              y política del cuerpo), es reactualizada. Para nuestro caso, 
              en el marco de una cultura de contención institucional, y 
              al lado de algunos nuevos dispositivos de intervención corporal, 
              parece que se remozan viejas prácticas para las nuevas urgencias. 
              Las fuerzas sociales, apunta Pérez (2000, p. 13), no presionan 
              ni promueven el cambio educativo de la institución escolar, 
              porque, en esta época de neoliberalismo, son otros los propósitos 
              y las preocupaciones que se priorizan en la vida económica 
              y social. La escuela, continúa dicho autor, sigue cumpliendo 
              bien la función social de clasificación y de guardería. 
              Es evidente la displicencia del Estado: es como si no importara 
              el abandono de la función educativa de la 
              escuela, que estaría siendo asumida ya por otros contextos6, 
              por otras instituciones de lo social, ubicadas fuera de la escuela 
              y propias de la racionalidad penitenciaria, tecnológica y 
              mediática7 (Mèlich, 1996; Gimeno, 
              2001; Pérez, 2000, Rivera 2004).  La "eclosión social" y la "efervescencia 
              juvenil", así como las prácticas de "embutimiento 
              corporal" de las instituciones educativas en estos tiempos 
              de la "racionalización educativa"8 
              y de las expectativas salvíficas de la educación en 
              razón del conflicto armado (mitificación), demandan 
              jaulas integradoras. En estas situaciones podrían encontrarse 
              algunas de las claves para explicar la pervivencia, en las escuelas 
              públicas, y frente a lo corporal, de las "rutinas clausus", 
              de las "prácticas y de las ejercitaciones de guardado 
              y de integración corporal", especie de reafirmación 
              de la escuela como "Institución total". Siguiendo 
              la lógica explicativa de Ángel I. Pérez, la 
              escuela (moderna), a pesar de los recambios históricos que 
              se predican, sostiene, de cara a la intervención pedagógica 
              de lo corporal, un conjunto de prácticas escolares dominantes, 
              una especie de "reglajes medievales", de formas de acompasamiento 
              y de integración social, que se inscriben en una cultura 
              de contención social mediante la escolarización. A 
              través de ella, la escuela somete y se somete a las demandas 
              de una cinética social hegemónica. Se descubre así, 
              con contundencia, la escuela de pobres como una institución 
              guardería.  La escuela y paradigmas 
              corporales (el escenariode un drama)
 Mandoki (1994) nos sugiere pensar en la constitución de 
              un modo de ser corporal a partir de las estrategias de intercambio 
              estético, intercambio cuyos efectos están relacionados, 
              no sólo con la "razón social" de las matrices 
              donde se plantan, sino también con los paradigmas de sensibilidad 
              que definen el sentido de los diversos dispositivos y de las múltiples 
              acciones conformativas. Así, la aproximación comprensiva 
              a la matriz escolar demanda una consideración de los paradigmas 
              que históricamente han recreado lo corporal. Entre ellos 
              debemos considerar el paradigma biológico, el militar, el 
              moral-religioso, el somatocrático, el deportivo y el patriarcal; 
              estos según nuestra tesis, a pesar de la retórica 
              revisionista y progre que ha intentado permear la cultura escolar 
              y corporal (pedagogías socio-psi) en los últimos treinta 
              años, preforman de manera significativa (aún) los 
              discursos, las prácticas y los ejercicios que buscan la constitución 
              de lo corporal. Los diferenciadores, como pueden ser fuerte, patriótico, 
              moral, vigoroso, resistente, espirituoso, creyente, viril, sano, 
              culto, industrioso, obediente, dócil, femenino, fecundo, 
              eficiente, competitivo, limpio, bello... son signos de una operación 
              moral, estética y política, que siguen orientando 
              de modo relevante aunque se crean superados buena parte del "labrado 
              corporal" que se realiza, con nuestra mediación, desde 
              la escuela pública. FOTO 1 Ritual de glorificación corporal 
              en una escuela pública de Medellín 
 Esta perspectiva sobre el cuerpo, 
              en lo social y en su interposición matricial y paradigmática, 
              aventura un develamiento de las relaciones de gobernabilidad que 
              subyacen a los dispositivos naturalizados y positivizados (escuela, 
              juego, ejercicio); cuestiones en apariencia desconectadas, como 
              la atención higiénica, la adaptación social, 
              la penalización, la recreación, la deportivización, 
              la asistencia, la promoción, la socialización, la 
              reinserción o la instrucción, revelan una lógica 
              interna, matizada por una intención de gobierno, que demanda 
              una lectura entre líneas; la lectura de las concepciones 
              y de las creencias que nos orientan, de las maniobras y de los ejercicios 
              que desplegamos sobre el cuerpo, se convierten en un ejercicio crítico 
              que está a la orden del día. La infantilización 
              (Querrien, 1977; Alzate, 2002; Narodowsky, 1994; Gimeno, 2003; Giroux, 
              2003), la histerización femenina (Varela, 1997), la higienización 
              (Devís, 1994; Barbero, 1995; Sáenz, 1997; Caruso, 
              2003), la estigmatización de lo popular (Giroux y Simon, 
              1998), la deportivización (Devís, 1994) se transforman 
              en dispositivos asociados, que, parece con nuestro consentimiento 
              o a nuestras espaldas, siguen teniendo una presencia importante 
              en la gestión escolar de lo corporal. El complejo de intercambios 
              sensibles escenificados en la escuela puede ser sopesado, en tanto 
              que son enunciados cargados de significación y de simbolismo; 
              sus lenguajes y sus escenarios poseen una adscripción paradigmática 
              que contiene niveles diferenciadores de carga pedagógica 
              y de intensidad energética, que propician el develado de 
              las huellas conformadoras que serán depositadas en los cuerpos 
              de la sujeción (subjetivación). Tal "carga interna 
              y externa" define el sentido y el peso de las diferentes unidades 
              (curricularizadas9 y no curricularizadas10) 
              del enunciado formativo. Este complejo estratégico encarnable 
              puede ser leído, inspirándose en la invitación 
              de Mandoki (1994), a través de un análisis de las 
              sensibilidades comprometidas en dicho acto educativo (comunicativo). Figura 1- La IPC... dejando huella en el cuerpo 
 La problematización de la relación entre lo social, 
              la escuela y lo corporal, se traduce en múltiples preguntas 
              y en provocaciones de búsqueda, que marcan la emergencia 
              de un desfijador simbólico que ayude a una valoración 
              de los diversos eventos que propician la transformación de 
              los cuerpos escolarizados: ¿Qué orden social y, dentro de 
              él, qué modo de ser corporal se traslapa, como pretensión, 
              en la misión instruccional de la escolarización pública 
              básica? ¿Qué intereses ideológicos se 
              reproducen en tal mediación? ¿Cómo transita 
              y se transforma el cuerpo en el espacio-tiempo escolar? ¿Cómo, 
              desde dónde, sobre qué obediencias, resistencias y 
              claudicaciones se despliega el enunciado (el ejercicio) profesoral 
              sobre los cuerpos escolarizados camino de la conformación 
              sensible? En esa intervención, ¿qué encuentros 
              y qué desencuentros en torno al cuerpo se producen entre 
              la cultura que traen los escolares de la calle, la cultura profesional 
              y la cultura culta del profesor y de la escuela? ¿Cómo, 
              y a través de qué dispositivos, explícitos 
              e implícitos, se efectúa la intervención del 
              cuerpo en la escuela? ¿Cuáles son la magnitud y la 
              dirección de la motivación del despliegue energético 
              (ejercicio) sobre los cuerpos? ¿Qué correspondencias 
              o qué fraudes en esa intención se dan entre discurso 
              y ejercicio? ¿Qué paradigmas corporales movilizan 
              hoy la intervención corporal escolar? ¿Qué 
              cultura de la calle interactúa con la cultura culta de la 
              escuela (en esto de la estetización corporal), y cuáles 
              son las condiciones de posibilidad de esa interacción? Estas 
              preguntas nos orientan en el proceso de definición metodológica 
              y en la definición del foco de nuestra atención; ellas, 
              interesándose por la dinámica de los intercambios 
              sensibles en el contexto del ritual escolar, consultan aquellas 
              estrategias y aquellos dispositivos estetizantes11, 
              que, aunque se crean desvalorizados (por lo menos en el currículo 
              visible), despliegan una impresión energético-dramática 
              de alto peso en la constitución del sujeto. En el currículo 
              oculto, ellas son las que parecen dar cuenta del orden escolar12. 
              Las preguntas se agolpan, pero hay una cuestión central, 
              que, llegados a este punto, parece necesario plantear de cara al 
              objetivo que nos hemos propuesto en este texto:   
              ¿Contamos, profesores y profesoras, con la herramienta 
                metodológica que permite hacer tal valoración y 
                desfijación de significados a partir de los enunciados 
                que se desprenden del cuerpo actuante y del cuerpo relacional? 
                ¿Contamos con las herramientas que posibilitan comprender 
                el alcance sígnico y simbólico de las enunciaciones 
                corporales que se despliegan en el espacio-tiempo escolar? 3. El lector que proponemos (una caja de resonancia)La cita de Foucault, con la que iniciamos este 
              texto, invita a un interesante giro en la aventura valorativa de 
              la dramática sujetativa; sugiere que la constitución 
              del sujeto, de su subjetividad (sujeción), que la constitución 
              de su pensar se y de su actuar se debe, ahora, leerse en su instancia 
              material, energética y emotiva. En esa dirección, 
              hablamos de la emergencia de una matriz IPC, que, a la manera de 
              un des-fijador de significado, nos permita un acercamiento crítico 
              a la vivencia dramática (energética) del cuerpo escolarizado. 
              El lector IPC13 surge como producto de la recontextualización 
              de algunos aportes de la antropología, de la comunicación 
              y de la pedagogía crítica. Su puesta en acción 
              para la lectura de enunciados discursivos (escriturales, gráficos, 
              etc.) y no discursivos (prácticos, corporales), la ha ido 
              depurando; parece que facilita una aproximación comprensiva 
              y crítica ("microscópica") al grabado cotidiano 
              del cuerpo de la escolarización. En ese proceso también 
              ha ido mostrando algunas de sus limitaciones; estos procesos analíticos 
              y fragmentadores están acompañados por la propensión 
              al puzzle. Larrosa (2003, p. 13) plantea que "cualquier definición 
              (en esto de la intervención de lo corporal) es siempre un 
              punto de vista parcial, determinado por un campo epistemológico 
              o cultura particular. En relación con el cuerpo, quizá 
              todo lo que podría ensayarse es algún tipo de esclarecimiento 
              fragmentario". Existe un riesgo cuando sometemos el cuerpo 
              a una mirada microanalítica que quiere capturar el significado 
              de cada acto corporal. No olvidamos aquí el sentido de la 
              génesis misma de las ciencias sociales y humanas en el terreno 
              de un interés de poder sobre el control y sobre la regulación 
              corporal. Es como si el espacio para que el cuerpo se expresara 
              por sí mismo se redujera en proporción directa al 
              aumento del "capital corporal hablado".  Figura 2 - Categorías para un análisis de los 
              enunciados estéticos (Mandoki, 1994) 
 Desde las lecciones de Barthes, con su análisis 
              hermenéutico en S/Z (2001), de Mandoki, con su "matriz 
              prosaica" (1994), o desde el planteamiento histórico 
              estético de una matriz para la educación física 
              en Gutiérrez y otros (2005), se plantea la posibilidad de 
              un artefacto decodificador de los lenguajes del cuerpo. Hablamos 
              de un instrumento que se detenga en la comunicación verbal 
              y no-verbal, en los ejercicios que se practiquen con el cuerpo para 
              intentar captar la intensidad y la dosificación del ejercicio, 
              en la fuerza del labrado. La "representación dramática" 
              expresa la escenificación de lo social en el espacio escolar, 
              y el lector capta la energía que allí se invierte; 
              lee el cuerpo, lee las instalaciones temporal-espaciales o las parafernalias 
              del orden escolar, lee los despliegues disciplinarios, que se acompañan 
              de señales, de ruidos, de castigos y de caricias; de condecoraciones 
              y de promociones; de juegos, de lúdica y de teatralización 
              laboral, eclesial, deportiva, cívica y sexual14. 
              El alcance del lector metodológico IPC15 
              puede ser estimado a partir de su despliegue en un ejercicio de 
              lectura crítica desarrollado a partir de los dos componentes 
              de la enunciación corporal. El lector capta los componentes 
              verbal y no verbal (sígnicos), y se detiene en la lectura 
              del componente simbólico (atributo energético). Da 
              cuenta de los rasgos proxémico, cronémico y motriz 
              del acto de la enunciación corporal. Uno y otro, componentes 
              como son retórico y dramático, dan cuenta de las condiciones 
              de posibilidad de los resultados sensibles (de las expectativas 
              y de los logros) del acto modelativo del cuerpo. Con dicho lector 
              se intenta una comprensión de los consentimientos, de las 
              resistencias y de los fraudes: una divisa de los dispositivos de 
              la subjetivación. En tal sentido, se recoge la invitación 
              de Mandoki (1994) de avanzar sobre la configuración de matrices 
              de análisis situadas, que es una forma de aproximación 
              crítica al cuerpo del drama escolar.  Figura 3 - El lector IPC que proponemos para 
              leer el << drama corporal escolar>> 
 El cuerpo puede ser reconocido en la vivencia de los y de las escolares 
              en sus relaciones, en sus padecimientos, en sus goces, en sus acomodaciones 
              y en sus resistencias, pero también queda expuesto a nuestra 
              mirada, en una parte muy significativa, en las pretensiones y en 
              las persuasiones que ensayamos (profesores y profesoras) en nuestro 
              despliegue profesional en la vida cotidiana de la escuela. El cuerpo 
              pretendido se deja leer, mediante este tipo de instrumentos, en 
              nuestros mitos y en nuestras creencias, en nuestras metáforas 
              corporales, en los rituales que propiciamos o en los rituales que 
              hacen los propios escolares, como también los profesores 
              y las profesoras; unos y otras en sus ejercicios de resistencia 
              y de acomodación (McLaren, 1998, pp. 53-62). La IPC permite:  
               Vislumbrar el poder 
                estructurante o desestructurante (con relación al cuerpo) 
                de la escolarización en diferentes contextos. Facilitar 
                una perspectiva sobre las condiciones materiales e ideológicas 
                de la dominación escenificada en el cuerpo escolarizado, 
                e identificar las microrresistencias al ejercicio de corporización 
                hegemónico. 
  Develar el sentido estratégico 
                de las prácticas corporales (su génesis, su evolución, 
                su transformación, su encubrimiento y su metamorfosis). 
  Captar las complicidades, 
                las transacciones, las dependencias, los encuentros y los desencuentros 
                de los diferentes actores y de las diferentes instituciones en 
                torno a la corporización; identificar el sentido de los 
                discursos profesorales en relación con una modelación 
                o con una capacitación corporal; ubicar las enseñanzas 
                prácticas y la línea estratégica de poder 
                que estas transmiten, deteniéndose en los diferentes actos; 
                develar el sentido de los fetiches, de las metáforas y 
                de los iconos que se despliegan con una carga persuasiva; en general, 
                develar el sentido de los rituales que posibilitan la incardinación 
                corporal (vía iniciatoria y confirmatoria).
 4. Aplicando el lector IPCUn evento de intervención pedagógica 
              corporal desarrollado en la institución educativa San Rodrigo 
              Mártir16 (escuela pública de Medellín), 
              se toma como base para aventurar el ejercicio significador y simbolizador. 
             Nos servimos de los enunciados (verbales y no 
              verbales) recogidos en esa institución, de registros del 
              patio de recreo y de algunas clases, sobre todo de la clase de Expresión 
              y Danza; nos valemos de los recuerdos de la colega Concha sobre 
              un evento pedagógico que respondió a una especie de 
              "sesión de equilibración corporal", que 
              ella ejecutó como estrategia compensatoria ante una experiencia 
              "desordenante" vivenciada por los niños y las niñas 
              el día en el que el reguetón17 se 
              tomó la escuela. La sesión permitió vislumbrar 
              el papel que juega la clase de "educación corporal" 
              en el contexto amplio de la cultura corporal institucional, captar 
              también el rol de la profesora en los ritos escolares, y, 
              específicamente, percibir los sentidos posibles de su actuación 
              de cara a las estrategias de control y de conformación corporal 
              institucional. Cuadro 1 - La matriz IPC (cristales del prisma) 
 4.1 El despliegue del IPC como lector (ejemplo de aplicación) "La primera demanda que suele dirigirse al aprendiz, en determinadas 
              épocas de su escolarización, tiene que ver con el 
              silencio y la quietud, como si un silencio no elegido y la pasividad 
              de los cuerpos sin gestos fuesen síntomas de un mayor interés 
              por el estudio y el aprendizaje" (Larrosa, 2003, p. 3).  En el bullicio del recreo
 En medio del sopor que generaba el calor asfixiante al filo de 
              una mañana veraniega de Medellín, me hallaba sentado 
              en una banca de espera que colindaba con la ventana polarizada de 
              la rectoría. La mirada escrutadora del vigilante sesentón 
              que tenía su puesto de control en el mismo pasillo que marcaba 
              la entrada a la escuela, me hacía sentir incómodo. 
              En el patio discurría una película de escenas múltiples, 
              que me transportaba a mi propia vivencia de escolar, a mis vivencias 
              de profesor de escuela, a mi vivencia en un pasado ya algo lejano 
              en este barrio marginal. [En la escuela, como espacio panóptico, 
              las instancias de gobierno bordean la entrada y la salida; la ventana 
              del rector (con vidrio polarizado) y el puesto del vigilante, permiten 
              el control visual del pasillo de acceso, de la tienda escolar, del 
              patio de recreo, de la entrada a las aulas y a los servicios sanitarios; 
              desde allí, todo es visible]. Muchas cosas pasaban por mi cabeza durante dicha espera [...], 
              crecí en un barrio de clase obrera lindante con este extramuro 
              de "mujeres de la calle" y de travestís, ya digerido 
              por una ciudad a la que se le atravesó la entraña 
              con un moderno metro. Arrabal de burdeles y de casas-bares, pero, 
              por paradoja, convertido en santuario de la salud y del saber, allí 
              está enclavada mi universidad, la segunda del país, 
              que alberga a 30.000 personas. Miles de ellas hemos alimentado la 
              vida diurna y nocturna de este barriecito bohemio, en el que también 
              está el hospital público, el de la clase obrera, con 
              sus extensiones de maternidad, de caridad, y, por supuesto, su policlínica 
              de emergencia, esta última quizás una de las más 
              visitadas por unidad de tiempo en el mundo: las sirenas de las ambulancias 
              o el pitido sostenido de los automóviles que traen a los 
              heridos, son la constante acústica, que, entramada con los 
              sonidos de tangos, de guascas, de rancheras y de vallenatos, seguramente, 
              a fuerza de tanto escucharse, no desvelan ya a esta chiquillada. 
              En su extremo occidental está el río, que parte la 
              ciudad en dos partes iguales (depósito de alcantarillas que 
              constituye un ambiente irrespirable para los no acostumbrados). 
              En el extremo norte del barrio hay un inmenso cerro lleno de tugurios, 
              una montaña artificial, que no es otra cosa que un relleno 
              antiguo de basuras donde sus habitantes, desde su vientre (se dice), 
              con un pedazo de tubo de PVC, pueden extraer gas para cocinar. En 
              el centro está el cementerio tradicional, que contiene los 
              mausoleos de familias señoriales del pasado, y que hoy es 
              un lugar donde se entierra a gente del pueblo; allí está 
              situada la tumba de un lugarteniente del capo, a la que nunca se 
              le apaga la música ni le faltan flores. En su centro también 
              está el pulmón botánico de la ciudad, ayer 
              parque de los enamorados carentes de dinero. [Filiación: 
              escuela pública marginal situada a extramuros, lugar de los 
              relegados y de los excluidos; concentración de lo tangencial. 
              Tono acústico diferenciador del espacio social, sonido que 
              habla de la procedencia de los desplazamientos sociales, de la gente 
              del campo traída a la ciudad por la violencia política 
              y por la miseria. Cronémica de la ciudad y cambio de sentido 
              de los espacios, en la que los vivos y los muertos señoriales 
              abandonan el centro]. A pesar del moderno maquillaje, aquella zona sigue estando asociada 
              a la muerte, a lo sucio, a lo pecaminoso, al alcohol, a los olores 
              mortecinos, a la sangre y al desorden estudiantil (las pedreas). 
              Hoy esta zona de la ciudad está partida en dos por el puente 
              elevado que utiliza el moderno metro, desde donde los viajantes 
              nativos podrán alardear de sus viejas andanzas de ocio nocturno, 
              y los pocos turistas descubrir uno de los rincones míticos 
              de la ciudad. Ha cambiado el panorama de Lovaina, pero no la chiquillada; 
              puedo oler la procedencia de esos niños y de esas niñas 
              que de manera explicable no entran a este pasillo de espera, que 
              da por un extremo con el patio donde corretean, y, por el otro, 
              con la puerta del enrejado que pretende congelar y aislar, por unas 
              horas, su vivencia formativa. [Tiempo monocrómico y policrómico, 
              tiempos detenidos y organizados para la subjetivación. Proxémica 
              del control: rector, vigilante, profesores vigías, acceso 
              espacial; espacio para el juego, para la administración, 
              para la vigilancia; espacios permitidos y espacios prohibidos; la 
              escuela protegida por un cordón higiénico, de seguridad. 
              La ciudad y su espacialización económica, cultural, 
              social y política. La acústica y los olores de la 
              ciudad marginal, lo audible y lo inaudible, la inmundicia cercada]. Allí estaba, frente a mi, en el reducido 
              espacio [alta densidad/cobertura escolar] de aquel patio escolar, 
              la masa inestable de cientos de niños y de niñas, 
              que, por más que tuvieran tres o cuatro vigilantes profesorales 
              fácilmente distinguibles por su estado de vigías [proxémica 
              géstica de vigilante en tiempo libre/controlado], explotaban 
              en juegos indescifrables, en persecuciones, en empujones, en quites, 
              en patadas a balones, en guerra de tapas; en llantos, risas y sudor, 
              en algarabía del último recreo [pulso motriz y lúdica 
              del recreo, intenso, abierto, de parce18, y vigilado; 
              cinética de la calle que se toma la escuela y colisiona con 
              la cinética escolar deseada; centrípeta del recogimiento 
              necesario de la escolarización]. El estado de bocacalle o 
              estado de esquina, estado de parce, diría yo (interpretando 
              al pedagogo crítico McLaren), se mostraba en su máxima 
              expresión, como si se tomara la escuela hasta "casi 
              hacerla desaparecer" [volumen géstico salvaje]; en una 
              visita anterior, ya me había percatado de las dificultades 
              que tenían profesores y profesoras para movilizar, sobre 
              todo a los chicos [resistencia, expresión motriz en estado 
              de parce y de género], con el fin de conducirlos, desde allí, 
              a otro estado más propicio para la impresión escolar 
              [la intervención corporal de mayor valor oficial en el ritual 
              escolar]. Posiblemente, en esa situación se escenificaba 
              la energía convulsa que debía ser apaciguada o negociada 
              de cara a las actividades de enseñanza y aprendizaje, a los 
              logros de aula; de ella es muy probable que dependieran los intercambios 
              sensibles exitosos, los fracasos, y muy buena parte de las frustraciones 
              profesorales; esa energía atrevía, tenía la 
              fuerza incontenible de la calle, de su irreductibilidad, dado el 
              drama social de la ciudad; sobre ella es casi seguro que se armaban 
              las negociaciones que posibilitaban el tono requerido para la labor 
              educativa. Pienso en tantas estratagemas que desarrollan la escuela 
              y el profesorado (allí la Educación Física 
              ha jugado un rol especial) para someter la cinética de aquellos 
              cuerpos que se resisten a abandonar su estado de parce: campana, 
              música, actividades de recreo guiadas, tareas, misiones para 
              el descanso, vigilancia, regulación motriz de los desplazamientos, 
              oraciones, juramentos colectivos, encomendaciones de salida y de 
              entrada, juegos de iniciación y de cierre, castigos, premios 
              y clasificaciones, etc. [proxémias cinésica y quinética 
              del control, de gobierno].  Aquel conglomerado desbordante [densidad asfixiante] 
              me confirmaba que la "cultura física" que quería 
              comprender no se podía reducir al marco de lo que sucedía 
              en el reducto de la clase de Educación Física [proxémia 
              de las disciplinas, de las asignaturas, de las acciones interventoras]; 
              en ese momento, ante mis ojos, en aquel ejercicio de control profesoral, 
              en aquel despliegue motriz impredecible, discurría una escena 
              [la expresión y la intervención corporal como texto] 
              que cobraba nuevos sentidos. En mis visitas a escuelas el año 
              anterior, en el marco de mi tesis, no reparaba en estas cosas. Ahora 
              intuía que la conformación corporal de aquella chiquillada 
              estaba también relacionada con esta aglomeración desbordante 
              (alta densidad escolar) y con los controles que demandaban los discursos 
              de la racionalización educativa y de la convivencia social 
              [ambiente político y social sobre el despliegue de lo corporal 
              en la ciudad y en la escuela] desde hacía algunos años19; 
              no en vano la escuela, en este tiempo de convulsión social, 
              es considerada por la retórica oficial como uno de los reductos 
              más valorados para la disciplinación (reinserción) 
              de los "nuevos descarriados".  La clase y los recuerdos 
              de Concha
 El ruido del silencio [lo audible y lo inaudible escolar] me sacó 
              de estos pensamientos; sin apenas darme cuenta, el panorama había 
              cambiado [administración del espacio-tiempo escolar y despliegue 
              corporal]. La escuela, siguiendo el recuerdo de la elaboración 
              de McLaren, había entrado en el espacio-tiempo del ejercicio 
              que más la distinguía, al momento de la motricidad 
              controlada y confinada; a la estaticidad corporal y centrípeta 
              del aprendizaje [dirección de las energías] centrada 
              en la autoridad del profesor o en la del texto [centrípeta 
              institucional]. Esta dinámica le daba a la escuela el matiz 
              subjetivador y objetivador, que, a la vez que la diferenciaba, la 
              relacionaba con las otras matrices de conformación social 
              [lo escolar como estrategia de lo social].  En un abrir y cerrar de ojos, el espacio-tiempo, y en él 
              las conductas, había sufrido una transformación radical. 
              El patio-cancha se convirtió en un aula que milimétricamente 
              tenía dispuestos los pequeños pupitres en una calculada 
              geométrica proxémica, que garantizaría el examen 
              de matemáticas que debería cumplirse a continuación. 
              Bajo un sol inclemente, y ante la mirada inquisidora de su profesora 
              (cuya postura y desplazamiento delataban con claridad su estado), 
              los estudiantes tomaban su lugar en completo orden y silencio [profesora 
              en estado de vigía, géstica tónica del control, 
              del examen]. A un costado, en la parte cubierta de dicho espacio, 
              en el suelo, acostados, en cuidadosas filas organizadas con criterio 
              de género y de estatura [proxémica corporal], se encontraba 
              otro grupo. Se veía a sus integrantes con los ojos cerrados 
              y relajados [tonicidad demandada para una mejor percepción/interiorización 
              de los mensajes]; bajo la batuta de la profesora Concha, y acompañados 
              de un "celestial canto gregoriano" que escapaba de una 
              vieja grabadora [centrípeta acústica e icónica], 
              eran conducidos por las mecedoras palabras de Concha desde "este 
              infierno terrenal" a un delicioso "viaje por el cielo" 
              (palabras usadas por la profesora); era conmovedor ver las expresiones 
              de recogimiento y de "transmutación" que denotaban 
              aquellos cuerpos [...]; la profesora, con su mirada, me lo insinuaba 
              con un orgullo inocultable. Al pensarlo ahora, entiendo su posterior 
              sentencia: "con ellos logro cosas, estados, reacciones que 
              nadie más logra, y eso ha generado cierto malestar y envidia 
              en algunos profesores" [léxica, acústica e icónica 
              moral religiosas y "estado de santidad"... encomendados, 
              silenciados, obedientes y sometidos]. En su conjunto, la escuela marchaba ahora a otro ritmo; silenciada, 
              aquietada e inmovilizada, la chiquillada se disponía a los 
              ejercicios con-formativos; era el tiempo de la voz del profesor 
              o el de la voz autorizada del alumno [motricidad, proxémica 
              y cronémica escolar]; espacio-tiempo del estado de estudiante 
              y del estado profesoral de predicador; sólo uno que otro 
              chico corría de un lado para otro buscando su aula; el tendero 
              recomponía sus bártulos y vendía a hurtadillas 
              a un chico, que, según me explicó luego, era de los 
              bravos del cerro; una señora intentaba a medias barrer el 
              patio, preparando seguramente el espacio para los de la tarde; el 
              celador abría el candado [control de los cuerpos, pulso escolar, 
              iconos del encierro] de la reja escolar para la entrada, al parecer, 
              de un profesor (la forma de caminar, de llevar los libros, de saludar 
              los chicos, sus cinésias preformadas por los años 
              del actuar profesoral [cinésias del profesorado, estado de 
              profesor] al que le habían asignado un cuerpo; su gestualidad 
              era elocuente, casi se podía aventurar la asignatura que 
              impartía, cuál era su estado civil, cuál su 
              proximidad a la jubilación, cuál su cansancio).  Las dos clases, la del examen y la de "expresión corporal" 
              me atraparon. Sin dudarlo, confiado en el retraso del rector, me 
              acerqué y solicité autorización a la profesora 
              del examen para hacer una fotografía; su negativa se fundamentó 
              en la ausencia del coordinador disciplinario. El sonido inconfundible 
              del canto gregoriano [icono musical religioso] atrajo mi atención, 
              y me desplacé hacia la clase, solicité la autorización 
              de la profesora para observar la sesión; su respuesta consistió 
              en decirme que no había ningún inconveniente, y su 
              actitud, a diferencia de la otra profesora, fue muy amigable. Lo 
              que percibí en aquel momento será abordado en otro 
              apartado de esta pesquisa; la información que retomo, para 
              mostrar el uso de la herramienta IPC, proviene de una conversación 
              con la profesora Concha (la que estaba orientando la sesión 
              de "Expresión"). La conversación (en la 
              que ella me permitió usar la grabadora) empezó al 
              término de la clase, cuando ya los estudiantes se aprestaban 
              a salir de la escuela (el rector no se presentó). En el mismo 
              patio, al empezar la conversación, un "duendecillo" 
              cruzó raudo ante nuestros ojos, y nos dio tema para iniciar.  Lo que dice la profesora
 Pasa un chico corriendo en medio de nosotros 
              y de nuestra recién iniciada conversación... (La conversación 
              toma un nuevo giro)... Me dice la profe: "...¡Ahhhh siiiiiii!: 
              chicos con el pelo parado... así con el pelo parado y verde, 
              no pueden estar en el colegio (hace una pequeña pausa y continúa)... 
              porque... porque en el reglamento del colegio... (duda...)... en 
              el Manual de Convivencia (silencio...) dice claramente cómo 
              deben presentarse los muchachos en el colegio... (continúa 
              interrogándose a sí misma...): ¿Por qué 
              tenemos que permitir otra cultura diferente? (se responde ella misma 
              a continuación) ahhhh... es que nosotros somos otra cultura... 
              pues es como volver a rescatar los pelados...". Ella me dice 
              que el control no es fácil, que los pelaos de ahora, y sobre 
              todo los que son de este lugar, no son fáciles de llevar... 
              "...es que ellos me insisten, por ejemplo... profe, ¿porqué 
              no nos pones el reguetón (música de moda entre la 
              niñez y la juventud medellinense)? (se responde a sí 
              misma con una reflexión)... yo me puse a ver de dónde 
              viene el reguetón"... (silencio... piensa y continúa...) 
              "yo me he puesto a analizar de dónde viene esa música... 
              es una mezcla de muchas cosas... tiene afro (suena la campana y 
              se detiene un momento para continuar) ...tiene antillana (llega 
              una niña, ella le dice: yo les dije que hacia allá 
              no se me vayan... yo no puedo ir a cuidarles por allá"... 
              parece que al terminar su clase se queda en el lugar como vigía 
              de la salida del estudiantado hacia sus casas... la niña 
              sale corriendo, ella continua...) "...es una mezcla de muchas 
              músicas, y... cobija muchas culturas" (me dice poniendo 
              un acento que carga su decir de autoridad) "...es música 
              de la época... tiene hasta cosa gitana, apareció en... 
              (duda) a ella se unieron muchas cosas... lo empezaron a cantar los 
              negros en la zona baja del Bronx... (Hace un giro en el tono y prosigue...)...es 
              que solamente te pones a escuchar el reguetón una hora y 
              te paras pero volao... mejor dicho no querés más nada"... 
              (hace una larga pausa, como escudriñando recuerdos... y sigue 
              cargando la voz de un tono que habla del malestar que le produjo 
              lo que relata a continuación...): "Vinieron aquí 
              a presentarles una película y les dijeron (a los niños 
              y niñas) que les iban a dar un rato para que ellos bailaran 
              cuando... ¡PAAMMM!... ¡POOMMMM!... eso zumba, zumba 
              que zumba... no había control en el colegio... en todo el 
              colegio se perdió el control... la cosa terminó, pero 
              todos los niños siguieron volaos, volaos, todos se volaron... 
              es que eso no es lo sano para los pelaos... no había quien 
              les controlara... a mi, en ese día, me tocó una clase... 
              y (asumiendo un tono fuerte que sugería el empleado con la 
              chiquillada) ...qué pena... se van a acostar (sube la voz)... 
              ahhhh (denotando una respuesta de descontento de sus estudiantes)... 
              ahhh... es que usted (bajando el tono de la voz)... (Sube el tono 
              y habla como si tuviera a los chicos y a las chicas al frente...) 
              nada... se acuestan... (me mira...) fue la única forma de 
              bajarlos... (Vuelve a perder la mirada... se transporta posiblemente 
              a la clase...) ahora le voy a decir por qué.... (sube de 
              nuevo el tono, como si estuviera hablando a los chicos y a las chicas) 
              ¡pero se acuestan ya! (Me mira... y la suelta...) ...ellos 
              vinieron todos asados y yo... yo no iba a peliar con ellos... yo 
              iba a salir mal... ellos se acostaron (baja la voz), muchos con 
              rabia... siiiiiii, con rabia... porque eso les revuelve muchas cosas 
              (puso una cara especial)... luego, después de la música 
              (canto gregoriano), cuando se relajaron, les dije: les voy a decir 
              porqué, porqué pasa esto; vean chicos: pasa esto, 
              esto y esto... ¿saben quién es el causante de que 
              ustedes se vuelvan de esa forma? ¿De que en ustedes no hubiera 
              sujeto?... el reguetón, entonces dijeron (cambia la voz... 
              simula en el tono la de la chiquillada...): sí, profe, usted 
              tiene toda la razón... salimos con un dolor de cabeza... 
              (lo dice con un tono... que me parece que quiere dar a entender 
              que los chicos han aceptado su razonamiento...) ...ustedes me dicen 
              que soy muy cansosa, porque les pongo a escuchar un pasillo (música 
              folklórica colombiana), porque les pongo a escuchar una cumbia 
              (música folklórica colombiana), porque les pongo a 
              escuchar un clásico (tono especial... en sus talleres la 
              vi usando cantos cristianos movidos muy usados por los movimientos 
              cristianos en las zonas deprimidas de la ciudad, y música 
              gregoriana...) pero... ¡Ahhhh siiiiiii!... ustedes no me pedían 
              que les sacara del reguetón... se reían... (me dice 
              soltando una carcajada...)... ellos no son bobos"... (ahora 
              me entra la duda...: significa que los chicos se quedaron satisfechos 
              y convencidos con su razonamiento, o que solamente habían 
              asumido una postura que la dejaba satisfecha a ella... pero ellos 
              quedan "en lo suyo"...) "¡Ahhh... yo siii! 
              (afirma con tono tajante... y, a continuación, lanza una 
              interrogación): ¿si a mi no me hubieran hecho tanto 
              daño mis educadores...? (se acercan unas niñas y unos 
              niños, ella dice, sólo los hombres... uno de ellos 
              exclama jubiloso un "¡siiiiii vieronnn!", dirigiéndose 
              a las chicas que llegan corriendo a su lado expectantes... esperando 
              una aprobación sobre algo de su profe... sólo entre 
              profe y alumnos saben de qué están hablando... yo 
              quedo tuerto... si vio... si vio... -grita el niño a las 
              niñas- y salen a la carrera... Ella me mira y continúa...) 
              "yo no voy a hablar mal de mis educadores... yo digo... ¿si 
              a mi no me hubieran hecho daño... tanto daño de niña... 
              en la parte educativa...? yo no voy hablar mal de mis educadores... 
              ellos, ellos fueron los que me... (interrumpe, piensa...) ...gracias 
              a ellos... (interrumpe... me mira y sigue...) ...pero ahora, mirando 
              lo que me ha tocado hacer en este ir y venir de la vida... cómo 
              hace uno daño como educador..."20. El día de la experiencia de la película del reguetón, 
              que provoca, según la profesora, una especial alteración 
              en los escolares y en la escuela, llama mi atención. Eso 
              que había pasado rápidamente ante mis ojos y ante 
              mis oídos, mediado por las representaciones, por los recuerdos 
              de la profesora, y también por mis propios sentidos, experiencias 
              e intereses, pujaba por salir con otros sentidos; eso, lo visto 
              y lo escuchado, para mi era algo distinto a la vida normal y rutinaria 
              de la escuela; era algo más que las estandarizadas dinámicas 
              de ambientación lúdica, que, ni siquiera el Estado, 
              aplicaba con recursos públicos [la profesora era pagada directamente 
              con recursos (doscientos pesos) que aportaba semanalmente cada estudiante; 
              cuestión que se repetía en varias instituciones educativas 
              de la ciudad]. Mi sensibilidad frente a lo que estaba ocurriendo en ese momento, 
              se hallaba conectada con la preocupación que sustentaba con 
              mayor peso mi visita a aquella escuela perdida entre moteles, bares, 
              talleres y lavaderos de automóvil del viejo Lovaina; barrio 
              de la recreación licenciosa de la gente plebe de la ciudad. 4.2 La pregunta Las emociones que me provocaron las primeras 
              impresiones de esta visita escolar fueron muy fuertes y estimulantes. 
              Allí, ante mis ojos, saltaban de manera sugerente enunciados 
              corporales y ambientales (el pelo verde y parado del chico, la expresión 
              musical y danzarina popular, los cuerpos de los niños sumidos 
              en el examen en el patio-cancha, el icono cancha convertido en espacio 
              del ejercicio y del examen, el icono gregoriano, la disposición 
              ordenada de objetos y de cuerpos, los roles de los profesores, los 
              rituales...); brotaban las enunciaciones discursivas asociadas a 
              lo corporal; los pensamientos, el decir y las acciones de Concha 
              y de sus colegas hablaban de la presencia de una tecnología 
              corporal, pero también se dejaban sentir, con mucha fuerza, 
              las reacciones de la chiquillada, reacciones que daban cuenta de 
              sus propios rituales y de la presencia de otra cultura en el mundo 
              de la escuela; una cultura que la escuela parece desde este caso 
              concreto y bajo unas condiciones de posibilidad situadas, deseaba 
              esconder, invisibilizar y someter21.  Había en el horizonte una superficie investigativa 
              atractiva, provocadora. Los explicadores conceptuales construidos, 
              reconstruidos o en estado de construcción durante el proceso 
              investigativo, querían lanzarse para exponer lo que los sentidos 
              captaban. Intercambio sensible, gobernabilidad, sujeto, estados 
              del profesor, estados del estudiante, ritual escolar, cronémia, 
              proxémia, motricidad, comunicación y lenguaje, se 
              interponían de modo interesante entre mi percepción 
              y la actuación de los actores escolares con los que allí 
              interactuaba. También los viajes (la evocación) a 
              los discursos de la educación corporal del siglo XIX22 
              le daban un nuevo sentido a las cosas que veía en aquella 
              escena. La aglomeración, el recreo, los juegos salvajes, 
              el canto gregoriano, el reguetón, el candado escolar, el 
              cuerpo del profesor, su géstica y su postura, las reconvenciones, 
              la campana, el crucifijo (icono religioso) o el busto de Bolívar 
              (icono patriótico) que decoraban el patio escolar, iban cobrando 
              una nueva significación. Los interrogantes, desde esas impresiones 
              múltiples y renovadas, se ampliaban. Se presentaba allí 
              una posibilidad para interrogar a la "cultura física" 
              escolar en su relación con la conformación de un modo 
              de ser corporal, mediado por los discursos y por las creencias profesorales. 4.3 La inquietud Un detente acerca de la dinámica de los ejercicios que se 
              despliegan sobre el cuerpo de los escolares, hace sentir desde las 
              disposiciones y desde las instalaciones discursivas, gésticas, 
              icónicas y acústicas desplegadas la modorra del tiempo 
              histórico en la escuela pública de Medellín. 
              Es como si los doscientos años de delimitación local 
              de poder entre el régimen moral religioso y el político 
              social, sobre todo en torno a lo escolar y a lo corporal, hubiesen 
              pasado en vano.  Es de presumir que la existencia, en los marcos 
              de la educación primaria, de ejercicios clásicos de 
              modelación corporal con claros visos de estructuración 
              moral disciplinante, hicieran parte de un dispositivo histórico 
              de juegos estratégicos conformadores del modo de ser moral23, 
              a través de la escolarización; es como si la pretensión 
              de un modo de ser corporal se siguiera centrando en el poder moral: 
              allí, el modo de ser intelectual se insinúa como un 
              pretexto para un atenazamiento moral de los cuerpos de la pobrería; 
              juegos que, en Colombia, parece ser, no han podido o no han querido 
              ser regulados o controlados por el poder de lo público desde 
              el siglo XIX24. El respeto a la expresión 
              y a la diversidad parecen quedar en mera retórica de ocasión 
              y de papel; hay indicios en la vida cotidiana escolar de la pervivencia 
              dramática de antiguas connivencias y de arraigadas creencias 
              sobre la modelación moral y cultural, que siguen motivando 
              las prácticas instruccionales; de allí las prácticas 
              de la "cultura física".  De cara al ejercicio que nos hemos propuesto (la aplicación 
              IPC), y mirando en el submundo de los "textos escolares", 
              se deja observar, en el cotidiano escolar, un choque de trenes entre 
              la cultura popular (en este caso expresada en la cultura parce, 
              que trae el estudiante, y la "cultura culta" de la escuela, 
              del profesorado). La voz del profesor toma partido, no es neutra, 
              indica que ocupa un lugar respecto a la avanzada de la conformación 
              corporal de la cultura hegemónica. Se impone una línea 
              histórica (que parece reconocible ya en los inicios de la 
              escuela pública colombiana en la primera mitad de siglo XIX). 
              Parece que, a través de las prácticas de la Educación 
              Física, el paradigma moral cultural hegemónico encuentra 
              un medio que intenta contrarrestar, con relativo éxito y 
              desde su paradigma corporal, los embates de la cultura de la calle. 
             Presupuesto que este instrumento lector permite una aproximación 
              problemática a las prácticas discursivas y no discursivas 
              que se despliegan desde la escolarización con el objetivo 
              de la encarnación de unos valores privilegiados desde el 
              orden de lo social, leer las prácticas estetizantes que acompañan 
              dichos ejercicios formales de la instrucción sobre el cuerpo 
              es su propósito. 5. Cuatro pliegues de la IPC en un mismo enunciado corporalEl cruce de los componentes de los enunciados que definen la intervención 
              pedagógica de lo corporal (usos de la matriz IPC), en el 
              caso estudiado, arroja pistas para la tematización, la problematización, 
              el desarrollo hipotético y el desarrollo conjetural, y permite, 
              además, una orientación para los procesos de análisis 
              de la información. Veamos: 5.1 Sobre la filiación En la adscripción que hace Concha de lo del reguetón, 
              se manifiesta la estigmatización que hace la cultura culta 
              escolar de lo urbano, de lo antillano, de lo caribe y de lo gitano; 
              de los estereotipos del Harlem o del Bronx, "nidos de negros, 
              de ilegales e inmigrantes", cunas de ritmos de carnaval condenados 
              e integrados por la cultura oficial, así como por los estereotipos 
              sobre los antillanos o sobre los gitanos, tenidos como rumberos 
              y como improductivos, vuelven y juegan en la hoguera oficial de 
              la cultura reguetona. La regulación social se sigue ejerciendo a través 
              de una especie de negación/invisivilización de lo 
              popular, mediada por un desconocimiento de su cuerpo y de su expresión. 
              No tiene lugar en la escena escolar, ni lugar en el espacio tiempo 
              social; para ellos, es el reducto extramural y marginal, la ciudad 
              oscura, lo relegado. El espacio público filtra desde la escuela 
              el cuerpo escenificable en lo público; las manifestaciones 
              alternativas y extrañas son reducidas al espacio de lo íntimo, 
              de lo subrepticio o de lo privado en su marginación, en su 
              reducción, en su control.  La fuerza del espíritu reguetón habla de la escuela 
              como si se tratara de un espacio de encuentro, no siempre armonioso 
              ni tolerante, de filiaciones diferentes. A espaldas del profesor, 
              los cuerpos abandonan la "compostura" (cinésias), 
              y se desdoblan en una "géstica parce", de la calle, 
              de la esquina, de la gallada (pandilla), de carnaval, que la escuela 
              desea someter.  El "carnaval" presiona por llegar a 
              ser un espacio del que siempre fue excluido, y Concha dispone de 
              una contrapropuesta cultural. Una asignatura (la corporal), que, 
              en el currículo explícito, sigue siendo de segunda 
              categoría y está cargada de sospechas25, 
              mientras que en el currículo implícito u oculto funciona 
              como bastión del orden escolar. En la respuesta pedagógica 
              a los desórdenes de la "cultura inculta" se evidencian 
              los ecos (en la escuela de pobres, en la de todos) de viejas tensiones 
              filiales. El rol y la importancia de Concha en "el manejo de 
              lo corporal" tienen su sentido filial. En palabras de Pedraz 
              (2005, p. 6), el "edufísico" se convierte en un 
              administrador del lenguaje corporal hegemónico que impide 
              organizar la experiencia corporal desde la diferencia.  El joven reguetón porta el tono y la tonalidad de la ciudad 
              marginal, de los desheredados; tiene su brillo, su energía, 
              su sencillez. A fuerza (escénica) de ruidos y de insinuaciones 
              escandalosas, trata de hacerse visible en el espectáculo 
              urbano. Parece que el reguetón es un pretexto de la visivilización 
              de los marginales, que quiere ser contenido (no comprendido), a 
              toda costa, por la cultura corporal institucional. Los roles de los sujetos se adaptan: el profesor transita a través 
              de su condición de experto académico (ilustrado, erudito, 
              versado), de vigía de la buena moral y de las buenas costumbres, 
              de predicador (catequizador, moralizador, revelador, místico), 
              o de parce (cómplice, compinche, implicado); por su lado, 
              el estudiante transita por sus diversas formas de asunción 
              ritual: como aprendiz (estudiante, educando), como pío (piadoso, 
              místico), como guerrero o como parcero. La máscara 
              del teatro escolar recubre la transformación que reclama 
              el drama. La escuela es un sistema que alberga a los clientes por 
              reclutamiento forzoso, y parece que su proceso complejo (dosificado) 
              de libertad-coacción (Santos Guerra, 2003, p. 32) fomentará 
              la "transmutabilidad" de los actores. Se trata de una 
              larga representación, en la que al final lo que cuenta es 
              haber pasado por ella, llevar sus marcas. El estudiante, en una 
              lucha sin cuartel, trata de imponer su fuerza emotiva, su cuerpo 
              (que es producto también de otras colisiones externas a la 
              escuela), su vivencia cultural, sus códigos, su danza, pero 
              la escuela, parece que en contravía (después de tanta 
              retórica humanística), sólo desea imponer su 
              formato.  Los indicios de tal choque filial y de tal discriminación 
              inclusiva abundan. El uniforme escolar (reflejado en la ropa, en 
              los manuales o en las formaciones) actúa como dispositivo 
              de una afiliación impuesta, que se hace visible socialmente 
              a través de un color, de un talante, de un escudo, de un 
              himno o de una bandera. Una condición/distinción institucionalizada 
              (que se exhibe en el cuerpo) que oculta los gustos por indumentarias 
              parceras en chicos y en chicas, que oculta el "desorden", 
              las diferencias. En Medellín, a las escuelas públicas 
              se acude con bluyin (los chicos) o con vestido (las chicas). El 
              uniforme y el "peinado oficial" intentan borrar las huellas, 
              ya no del cuerpo propio, sino del cuerpo que se vive realmente por 
              fuera del teatro de la escuela. Se insinúan coloraciones 
              de cabello y cortes a medio borrar, perforaciones vacías 
              en narices, orejas, lenguas, abdómenes, etc.; huellas en 
              el cuerpo que hablan de los gustos sometidos de chicos y de chicas. 
             El reguetón, producto de una hibridación icónica 
              (regue, rap...), habla de la deslocalización y de la glocalización 
              del cuerpo y de sus usos (prácticas de ocio y de consumo). 
              El canto gregoriano evoca el recogimiento monasterial de los cuerpos, 
              la música europea de conventos, de iglesias y de abadías; 
              la música-rezo que funde las voces en una oración. 
              La uniformización (indumentaria, acústica, icónica, 
              etc.) borra de entrada cualquier viso de diferenciación, 
              cualquier adscripción o afiliación alternativa; la 
              escuela anuncia de esa manera que en ella la recepción conformativa 
              se da en una sola dirección, que es la que impone la cultura 
              corporal legitimada institucionalmente. La escuela no quiere trabajar 
              con la chiquillada tal como es esta, sino que desea que lo que entre 
              de puertas hacia adentro sea fiel (imagen corporal) al deber ser 
              que se añora o que se desea. La chiquillada intenta subvertir 
              tímidamente "el uniforme", pero el control es contundente 
              y avasallador. El manual de convivencia, así como los contratos 
              y los consensos pedagógicos (escolares), son también 
              herramientas "consensuadas" para legitimar la conformación 
              corporal unidireccional y el castigo al infractor. Desde esa perspectiva, 
              el cuerpo visible en el espacio escolar lleva el sello de la compostura 
              oficial.  5.2 Sobre la motricidad La palabra reguetón, y sobre todo su canto, suena fuerte, 
              irrumpe en la noche y despierta a la ciudad. Habla con fuerza de 
              la juventud (le da presencia social), habla de sus sentimientos 
              y de sus pasiones, de sus frustraciones, de sus críticas 
              "al padre", al sistema; habla del amor a la madre, de 
              la aventura, del conflicto social. La palabra reguetona, en cuanto 
              a su tono y a medida que avanza la función, aumenta en volumen, 
              en fuerza, e incrementa su frecuencia/presencia y su intensidad, 
              que raya con el estrépito; por otra parte, sus tramas se 
              hacen más complejas, más cargadas.  En el canto reguetón prima la voz erótica, sexual 
              (maximal), a la que acompañan las léxicas política 
              y étnica/tribu (a manera de denuncia, de grito de combate). 
              La palabra reguetona es medio de agitación juvenil que tiene 
              sus propios espacios para hacerse fuerte. Ellos, los escolares, 
              buscan territorios de bajo control para desplegar su corporalidad: 
              suburbios, barriadas, puentes, calles y parques nocturnos, extramuros, 
              lugares del carnaval de las clases pobres y medias urbanas, son 
              espacios del reguetón. Con mucha fuerza, éste se expresa 
              en los sectores más marginales y excluidos.  La escuela de pobres es un bastión del gobierno de la "cultura 
              culta", de un gobierno que se escenifica a fuerza de imposición 
              de hábitos y de gustos corporales. Dicha escuela, museo de 
              las tradiciones conservadoras que marcan la dirección de 
              la preformación corporal, es fiel guardiana contra aquellas 
              prácticas que "relajan y erotizan" el cuerpo, porque 
              "la escuela es para estudiar". En el espacio escolar la 
              intensidad de la palabra reguetona es baja, se susurra, o, pasada 
              por la censura estética, se expresa filtrada y "cristianizada" 
              en los actos oficiales.  Los escolares "se asan" ante la inflexibilidad y el tono 
              escolar, pero luego, sentidos el peso y la impotencia ante la estrategia 
              escolar (¡se acuestan y se relajan!), entonan con el ritual. 
              El drama corporal "revuelve a los sujetos", pero parece 
              que los escolares se las arreglan (consentimiento) para manejar 
              el contento de los gobiernos escolar y familiar en torno a la conducta 
              y a la expresión corporal en los ambientes institucionalizados; 
              la escuela, vista a distancia, es patética, porque parece 
              un baile de sordos con aislantes en los pies y en la piel.  Los discursos y las creencias que han orientado la IPC parece que 
              se mantienen incólumes. El baile, la danza y el contacto 
              emocionado de los cuerpos se siguen observando como amenazas para 
              la vida escolar, para el gobierno de los cuerpos; si eso es así, 
              seguimos respondiendo a viejos llamados:  
              El cuerpo es un templo del Espíritu 
                Santo. ¡Cómo profanan algunos ese templo...! Y lo 
                manchan más horriblemente y destruyen con los abrumadores 
                y secretos pecados que han hecho tan fatal progreso en nuestra 
                juventud. Mas nuestros institutores hacen poco por alejar el mal, 
                y más echan combustibles a la hoguera. Cuando [...] añadimos 
                [...] bailes provocativos, representaciones [...] que hacen tan 
                honda imprevisión en el alma del joven y estimulan dañosamente 
                y halagan duramente la vigilia y el sueño, ¿quién 
                se maravilla que de estos pecados cobren imperio sobre nuestros 
                jóvenes, y destruyan su alma como su cuerpo? ¿Damos 
                pasos serios para evitar esas influencias? ¿No las miramos 
                más bien como indigencia, arreglando nosotros mismos las 
                danzas?26.  La escuela, en su función protectora, intenta un ajuste 
              doloroso de lo corporal. La centrípeta escolar, aún, 
              se acordona ante la cultura popular que se dibuja en la géstica 
              de los escolares; los muros de las escuelas, en vez de caer, se 
              levantan unos metros más; la escuela de pobres, por mucho 
              que se pretenda un cepo oxigenante y desinfectante, sigue siendo 
              para el cuerpo, para la formación de la corporeidad, una 
              "jaula de hierro"; todo parece indicar que en ella, todavía, 
              se dibujan formas sutiles de martirio y de ayuno sanador encubiertos 
              en una retórica humanizante. Cada espacio-tiempo escolar tiene un "marco de habla y de 
              juego" definido desde el territorio de las disciplinas, de 
              la oración, del deporte reglado o de la higiene. Allí, 
              desde el ejercicio, se impone la eficacia gestual, la mesura corporal. 
              La escuela es un espacio dispuesto para los usos civilizados y disciplinados 
              del cuerpo, y no un espacio para el carnaval. El canto reguetón 
              acelera el pulso, aumenta la adrenalina, pone los cuerpos a tono 
              para otras búsquedas y para otras aproximaciones que estorban 
              a la escolarización; el reguetón no tiene permiso 
              para asistir a la escuela. Es como si el panacústico normativo de los higienistas escolares 
              siguiera retumbando, atravesando los tiempos, en el imaginario didáctico 
              del profesorado. Pedro Felipe Monjau no habló en vano para 
              la escuela; casi siglo y medio después, los educadores del 
              cuerpo lo seguimos al pie de la letra:  [...] Ténganse muy presentes y no se olviden 
              que fuera de los casos de haber de combatir influencias deletéreas 
              imprevistas, pasajeras y eventuales, el ejercicio o el reposo de 
              los órganos son los mejores, los más sencillos, los 
              más expeditos y los más eficaces medios de disminuir 
              o de aumentar la excitabilidad27. 5.3 Sobre la proxémica La educación física se juega en el amplio espectro 
              de las "prácticas estetizantes" que fluyen en la 
              vida de las escuelas. Afinando el oído, se perciben en esos 
              ejercicios ruidos de la colisión entre la "cultura culta" 
              escolar y la cultura popular (Giroux y Simon, 1998, pp. 172-195, 
              y Milstein y Mendes, pp. 79-80). Lo cotidiano pugna por entrar a 
              la escuela, y la "cultura académica" por integrarla 
              o por excluirla. En el cuerpo se escenifican los juegos de poder. 
              La escuela, en su "centrípeta cultural", intenta 
              alejarse de "lo inculto y lo vulgar", de lo pagano. Para 
              ello, recurre a múltiples estrategias que se apoyan en los 
              dispositivos discursivos verbales y no verbales, y en un conjunto 
              de procedimientos que dosifican "la carga" que marcará 
              la huella en el cuerpo.  Los contenidos, las reconvenciones, los juegos y los ejercicios; 
              las escenificaciones festivas, cívicas y religiosas; las 
              performances murales y extramurales, apoyan la "protección 
              infantil". Parece que el tutelaje escolar se apoya en una especie 
              de "infantilización cultural y corporal" (nido) 
              para proteger al sujeto de las "culturas alternativas", 
              extrañas a la tradición y a las "buenas formas". 
              En palabras del profesorado, se trata de "recuperar a los pelaos", 
              y esa recuperación se ejerce como hace cien años, 
              es decir, colocando un "cordón higiénico" 
              protector, con malla y con candado sobre la escuela. La vieja descalificación 
              que el Estado hacía de la familia y de la calle (proxémica 
              conflictiva), sirve de pretexto para un tutelaje interesado de los 
              cuerpos de los deseados "futuros ciudadanos". La escuela, 
              enceguecida por sus viejos preceptos, no "encuentra sujeto" 
              en las prácticas culturales populares. El "carnaval", 
              con su aleatoriedad y su impredecibilidad, alerta a los "anticuerpos" 
              escolares que protegen el "cuerpo glorificado" de los 
              sujetos. Lo que llega de la calle a los cuerpos de los escolares 
              es extraño, extravagante, viciado, y perjudica el normal 
              funcionamiento de la vida de la escuela. El reguetón rompe el formato léxico del pop; es más 
              agresivo (sin acudir a los referentes más urbanos y postmodernos 
              alcanzados por el rock en su formato metálico); el intercambio 
              léxico que propone está en clave, es código 
              que acerca a los propios y aleja a los extraños. Marca distancias 
              (palabra "culta", palabra "inculta"; palabra 
              de la escuela, palabra de la calle). Se mueve entre el engaño 
              (quite, finta...) y la complicidad. Lo tropical, "tan propenso 
              a la lujuria y al desorden" (prejuicio decimonónico), 
              tan cercano al corazón y tan lejano de la razón, debe 
              ser desterrado de la escuela; el Manual de Convivencia protege de 
              la cultura extraña, que es la de la entraña. Es como 
              si lo extraño, lo vulgar, lo ocioso, se siguiera definiendo 
              en función del "recogimiento corporal", del "imperio 
              del alma", del imperio sobre los sentidos y sobre las sensaciones; 
              aún resuenan con mucho volumen en nuestras escuelas las advertencias 
              de Corruvieras sobre el control de los cuerpos, que, al danzar, 
              abren poros y corazón: "deben bailar los pies y no la 
              mente", la aproximación debe ser controlada. En esta 
              proxémica excluyente se invisibilizan los intratables; el 
              pueblo, a lo suyo.  En la escuela se escenifica la oposición entre el reguetón 
              (urbano) y las expresiones rurales (bambuco, cumbia) tradicionales. 
              Es un enfrentamiento entre lo viejo y lo joven, entre lo de adultos 
              y lo de jóvenes. Se insinúa en el icono reguetón 
              un desafió, un desplante. Se escenifica una confrontación, 
              con el cuerpo y con la vestimenta, entre la cultura oficial y la 
              cultura popular. Las escenografías formales y rígidas 
              de la danza tradicional o de la gimnástica, corren el peligro 
              de romperse ante la informalidad de la disposición salvaje 
              de los cuerpos para la práctica reguetona. El ritmo de la 
              escolarización demanda un cuerpo clasificado y altamente 
              enmarcado, que no existe en esta danza irregular.  5.4 Sobre la cronémica La escuela pierde su atractivo, parece el escenario de un fraude 
              (entre retórica y dramática, entre signo y símbolo, 
              entre pasado y presente) que los estudiantes rápidamente 
              comprenden y aprenden a sortear. Calvo (2006, 2, en prensa) afirma 
              que "la escuela se ha convertido en una simuladora, que finge 
              tener lo que no tiene". El tiempo de Concha y el tiempo de 
              la chiquillada no es el mismo, y, con ello, son diferentes los ritmos 
              temporales; el reguetón marca una época a la que algunos 
              tenemos acceso restringido. La chiquillada despacha la preocupación 
              y la incomprensión de dicha cultura por parte del adulto 
              con un razonamiento que deja tranquila a Concha; pero ese razonamiento 
              define un juego retórico que esconde el verdadero sentimiento 
              juvenil. La cultura culta escolar no consulta los "nuevos tiempos", 
              sino que se reafirma en la imposición o en la simulación. 
              La trova reguetona parte de referentes léxicos tradicionales 
              de la trova "suburbana" caribe, cultivada por los hijos 
              de los que emigraron a las urbes estadounidenses; su eco, rompiendo 
              tiempo y espacio, llega hasta estos cuerpos; remite al otro tiempo 
              dejado, o habla de la cruda vivencia del inmigrante (ni de aquí 
              ni de allá). Sin espacio y sin tiempo, como los de aquí, 
              deslocalizados, desarraigados. En sus tonadas se nota que se les 
              ha movido violentamente el espacio-tiempo. La escuela aparece como una guardería, que se autojustifica 
              con el paso de la información y de la conformación 
              "cívicas". Lo que se dice y lo que se hace en torno 
              a lo corporal no se corresponde con el sentimiento ni con las emociones 
              del sujeto. La escuela, al invisibilizar lo popular, parece como 
              si patrocinara una ruptura ética en el intercambio sensible 
              entre los sujetos escolarizados (la escuela, una pantomima). A la 
              mejor manera decimonónica, la escuela despliega todos sus 
              dispositivos para cerrarse a la influencia "extraña" 
              de lo popular, de lo vicioso, de lo oscuro (centrípeta protectiva). Los niños "volaos" y descontrolados vuelven al 
              redil de las buenas formas a través de un ajuste de su "excitación" 
              (confesión, padrenuestro gregoriano y redención); 
              todo vuelve a su cauce normal y natural, la sociedad puede dormir 
              tranquila, la escuela está detenida en el tiempo, el peso 
              de la escolarización es contundente. Viejos remedios escolares 
              en nuestras manos son puestos en acción cuando estos indefensos 
              e incompletos seres se desbordan en su cinética loca e histérica: 
              
              La fijación del límite conveniente 
                sale de la esfera del poder del niño, por lo cual viene 
                a ser deber del institutor intervenir en el momento preciso, e 
                inculcar en los niños hábitos de moderación 
                en los goces, así como de una pronta sujeción del 
                deseo físico a los dictados de la razón28. 6. Palabras finalesDigamos, para terminar, que la IPC permite ocuparse de las formas 
              de identidad, que, desde el ritual escolar, desde la tradición 
              o desde los rituales mediáticos, fomentan, resisten o se 
              imponen al sujeto; la escuela, en su labor con-formadora, se las 
              tiene que ver con circuitos y con redes, con "comunidades extrañas" 
              que han roto moldes y canales, tiempos y espacios, para acceder 
              al concurso subjetivante del sujeto. La escuela, en su necesaria 
              desescolarización, debe pensarse en la "desterritorialización 
              y en la deshomogenización cultural" que se impone (García 
              Canclini, 1995). A expensas, a ultranza y en contravía sobre 
              los restos, sobre la negación, sobre el avasallamiento, sobre 
              una especie de "criminalización" o de satanización 
              (fobias eclesiásticas) de una cultura popular vivida, la 
              escuela de la época sigue trasmitiendo una cultura corporal 
              contextualizada (por nosotros y por nosotras) con pretensiones de 
              racionalidad; lo demás es tachado de extraño. Las 
              recreaciones populares, como ayer la gimnasia de circo o los juegos 
              de azar, entre otras prácticas cotidianas de la ciudad, quieren 
              ser desplazadas por prácticas culturales cultas, entendidas 
              estas últimas como el producto selectivo hecho muchas veces 
              sin contar, ya no con la voz de profesores y de profesoras (conculcada 
              o integrada), sino tampoco con la voz del alumno y de la alumna. La lectura de las "condiciones sensibles" (espacio-temporales, 
              culturales y corporales) de la educación del cuerpo a través 
              de la herramienta IPC (revisada por una teoría de la dominación), 
              nos permite descubrir nuevas perspectivas de la salud en nuestras 
              escuelas, nuevos ángulos del fenómeno conformador. 
              Presenta una estrategia lectora, que, aproximando al "observador" 
              a los intersticios del ejercicio escolar, le descubren la "cancha", 
              "el patio" o el "extramuro" en tanto espacios 
              políticos como escenarios dramáticos del cuerpo de 
              los sujetos escolarizados, incluido el drama de los profesores y 
              de las profesoras que mediamos en dicho proceso. Es en el espacio 
              tiempo de la experiencia cotidiana de estos actores donde se puede 
              lograr un reconocimiento crítico comprensivo de los intercambios, 
              de las tensiones y de los juegos de poder que pugnan, no siempre 
              "amigablemente", por la constitución del sujeto. 
              Allí la retórica escolar es contrastada con las impresiones 
              que quedan expuestas en los ambientes y en los cuerpos.  La escuela se descubre en su drama segregativo. El yo escolarizado 
              no se dimensiona en su situación histórica y cultural; 
              la identidad es una pretensión regida y buscada día 
              a día, minuto a minuto, centímetro a centímetro, 
              a través de un ejercicio tecnológico (pedagogía 
              corporal) que se antepone como camisa de fuerza sobre la energía 
              y sobre las emociones del sujeto; en la laicidad retardada se juega 
              una dimensión crítica del estado de la salud democrática 
              de nuestras escuelas.  BibliografíaADORNO, T. (1979): Consignas, Buenos Aires, Amorrortu editores.BARBERO, J. I. (2001): "Cultura corporal: ¿Tenemos algo 
              que decir desde la educación física?", en Revista 
              Ágora, Valladolid, pp. 18-36.
 - (1996): "Cultura profesional y currículum (oculto) 
              en educación física", en Educación y Sociedad. 
              Reflexiones sobre las (impo) civilidades del cambio, Revista de 
              Educación, n.º 311, pp. 13-49.
 - (1995): "La Educación Física en España 
              (Una aproximación genealógica)", en VV.AA.: El 
              deporte hacia el siglo XXI, pp. 29-42, Instituto Andaluz del Deporte, 
              UNISPORT, Málaga.
 - (1990): "Deporte, cultura y cuerpo. El deporte como configurador 
              de cultura física", en Educación y sociedad, 
              9, pp. 169-178.
 BÁRCENA, F.; TIZIO, H.; LARROSA, J., y ASENCIO, J. M. (2003): 
              "El lenguaje del cuerpo, políticas y poéticas 
              del cuerpo en educación", en XXII Seminario Interuniversitario 
              de teoría de la educación, Barcelona, Universidad 
              Autónoma, en 
              http://ub.es/div5/site/documents.htm [consulta: oct. 2005].
 BARTHES, R. (2001): S/Z, México, Siglo XXI editores.
 CASTAÑER, M. (2001): "El cuerpo: gesto y mensajero-verbal", 
              en Tándem, 3, pp. 39-49.
 - (1996): Pedagogía del gest i missatge no verbal, Lérida, 
              Arts Gràfiques Bobalà.
 CALVO, C. (2005): Entre la educación corporal caótica 
              y la escolarización corporal ordenada, La Serena, Universidad 
              de La Serena (en prensa).
 CARUSO, M. (2003): "Sus hábitos medio civilizados: Enseñanza, 
              disciplinas y disciplinamiento en América Latina", en 
              Revista Educación y Pedagogía, vol. XV, n.º 37, 
              pp. 105-127, Medellín.
 DELEUZE, G. (1998): "El auge de lo social", en J. Donzelot: 
              La policía de las familias, Valencia, Pretextos.
 DEVÍS, J. (1998): "El currículum de la educación 
              física escolar y la reforma educativa: una aproximación 
              crítica", en Hernández y otros (coord.): Educación 
              física escolar y deporte de alto rendimiento, pp. 47-66, 
              Las Palmas de Gran Canaria, ACCAFIDE.
 DÍAZ, M. (2001): Del discurso pedagógico: problemas 
              críticos, Bogotá, Cooperativa Editorial Magisterio.
 FOUCAULT, M. (2002): La hermenéutica del sujeto, Buenos Aires, 
              Fondo de Cultura Económica.
 - (1999): Estrategias de Poder, Barcelona, Paidós.
 - (1996): Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión, México, 
              Siglo Veintiuno.
 - (1994): Hermenéutica del sujeto, Madrid, Ediciones de La 
              Piqueta.
 - (1991): Microfísica del poder (poder y cuerpo), Madrid, 
              Ediciones de La Piqueta.
 FRYDENBERG, J. D., y DI GIANO, R. (2000): "Entrevista a Ángela 
              Aisenstein", en Lecturas educación física y deportes, 
              revista Digital, Buenos Aires, año 5, n.º 23
 http://www.efdeportes.com/efd23a/angela.htm 
              [consulta: sep. 2005].
 GARCÍA CANCLINI, N. (1995): Culturas híbridas. Estrategias 
              para entrar y salir de la modernidad, Buenos Aires, Editorial Sudamericana.
 GARCÍA, C., y otros (2000): Recuperación documental 
              de los discursos acerca de la educación física del 
              siglo XIX registrados en Medellín, Medellín, Universidad 
              de Antioquia.
 GARCÍA, C.; MORENO, W.; URREGO, L., y LONDOÑO, C. 
              (2005): "Constitución de la experiencia estética 
              de lo cotidiano en los discursos de la Educación Física 
              del Siglo XIX en Medellín", Investigación CODI, 
              Medellín, Universidad de Antioquia.
 GIMENO SACRISTÁN, J. (2005): La educación que aún 
              es posible, Madrid, Morata.
 - (2003): El alumno como invención, Madrid, Morata.
 - (2001): Educar y convivir en la cultura global, Madrid, Morata
 GIROUX, H (2003): La infancia robada, Madrid, Morata.
 GIROUX, H., y MCLAREN, P. (1998): Sociedad, cultura y educación, 
              Miño y Dávila Editores, Madrid, Buenos Aires.
 GIROUX, H., y SIMON, R. (1998): "Pedagogía crítica 
              y políticas de cultura popular", en Giroux, H. y McLaren, 
              P.: Sociedad, Cultura y Educación, Madrid, Buenos Aires, 
              Miño y Dávila Editores.
 HARGREAVES, A. (2003): "A vueltas con la voz", en Kikirikí 
              (cuadernos digitales).
 HENAO, I., y CASTAÑEDA L. S. (2002): "Parlaches. El 
              lenguaje de los jóvenes marginales de Medellín", 
              en C. Feixa, C. Costa y J. Saura (eds.), Barcelona, Ariel.
 MANDOKI, K. (1994): Prosaica. Introducción a la estética 
              de lo cotidiano, México, Ed. Grijalbo.
 MÈLICH, J. C. (1996): Antropología simbólica 
              y acción comunicativa, Barcelona, Paidós.
 - (1994): Pedagogía crítica, resistencia cultural 
              y la producción de deseo, Rei Argentina, Instituto de estudios 
              y acción social, Buenos Aires, Aique Grupo Editor.
 MCLAREN, P. (1998): "Los símbolos en el aula y las dimensiones 
              rituales de la escolaridad", en Sociedad, cultura y educación, 
              H. Giroux y P. McLaren, Madrid, Buenos Aires, Miño y Dávila 
              Editores.
 - (1994): Pedagogía crítica, resistencia cultural 
              y la producción de deseo, Rei Argentina, Instituto de estudios 
              y acción social, Buenos Aires, Aique Grupo Editor.
 MCLAREN, P., y GIROUX, H. (1995): La escuela como un performance 
              ritual (Hacia una política de los símbolos y los gestos 
              educativos), Madrid, Siglo XXI.
 MILSTEIN, D., y MENDES H. (1999): La escuela en el cuerpo, Madrid, 
              Miño y Dávila Editores.
 MORENO, W. (2005): "Milicia y escuela: proxémica icónica 
              de los juegos de guerra. (Apuntes prosaicos para una genealogía 
              de la educación física en Antioquia)", en Memorias 
              Expomotricidad, Medellín, Universidad de Antioquia.
 NARODOWSKI, M. (1994): Infancia y poder. La conformación 
              de la pedagogía moderna, Buenos Aires, Aique.
 PÉREZ, A. I. (2000): La cultura escolar en la sociedad neo-liberal, 
              Madrid, Morata.
 QUERRIEN, A. (1979): Trabajos elementales sobre la escuela primaria. 
              Genealogía del poder, Madrid, ediciones de La Piqueta.
 RIVERA, I. (2004): Mitologías y discursos sobre el castigo, 
              Barcelona, Anthropos.
 SÁENS, J.; SALDARRIAGA, Ó., y OSPINA, A. (1997): Mirar 
              la infancia: pedagogía, moral y modernidad en Colombia, 1903-1946.
 VARELA, J. (1997): El nacimiento de la mujer burguesa, Madrid, Ediciones 
              de La Piqueta
 - (1991): "El cuerpo en la infancia. Elementos para una genealogía 
              de la ortopedia pedagógica", en VV.AA.: Sociedad, cultura 
              y educación, pp. 229-247, Madrid, Servicio de Publicaciones 
              de la Universidad Complutense.
 - (1986): "Aproximación genealógica a la moderna 
              percepción social de los niños", en Revista de 
              Educación n.º 281, pp. 155-175.
 VARELA, J., y ÁLVAREZ, F. (1994): "Categorías 
              espacio temporales y socialización escolar", en J. Larrosa: 
              Escuela poder y subjetivación, Madrid, Ediciones de La Piqueta
 - (1991): La arqueología de la escuela, Madrid, Ediciones 
              de La Piqueta.
 ZULUAGA, O. L. (1999): Pedagogía e Historia, Medellín, 
              Editan Universidad de Antioquia, Anthropos y Siglo del Hombre Editores.
 
 Notas:1 Nombre de la tesis doctoral 
              que preparo en el Departamento de Didáctica y Organización 
              Escolar de la Universidad de Valencia (España). 2 Proyecto puesto en marcha por 
              la Línea de Historia de la Educación Física 
              de la Universidad de Antioquia. Sus integrantes son los siguientes 
              profesores: Carmen Gutiérrez, León J. Urrego, Sandra 
              Pulido, Cristina Londoño, Verónica Cevallos, John 
              Montoya y el autor del presente trabajo. 3 Sector que reúne problemas 
              diversos, casos, instituciones, personal (asistente social, trabajador 
              social, maestros, jueces, pensadores, intelectuales, etc.); que 
              configura las relaciones entre lo público y lo privado, entre 
              lo judicial, lo administrativo y lo ordinario; entre lo urbano y 
              lo rural; entre la escuela, la medicina y la familia. Sector donde 
              se escenifican las alianzas, las hostilidades y las resistencias 
              de los diferentes agentes y actores sociales; lugar o paisaje donde 
              se define lo político, lo estético, lo económico, 
              lo político, lo educativo y lo judicial; escenario sobre 
              el que se despliega el Estado. (Esta definición de lo social 
              se inspira en el trabajo que G. Deleuze publica como epílogo 
              a la obra La policía de las familias, de J. Donzelot (1996). 4 Inspirado en los trabajos de 
              B. Bernstein y M. Díaz (1990) sobre campo intelectual y campo 
              pedagógico de la educación, y en el estudio de A. 
              Hargreaves (2003) sobre la voz del profesor y su conculcamiento, 
              podríamos diferenciar dos órdenes de "abstracción 
              operativa de lo corporal", especie de estados de representación: 
              uno, el estado de las "representaciones intelectuales" 
              del cuerpo (en la cabeza de los intelectuales, que, desde "afuera", 
              operan a través de manuales escolares, de normativas, de 
              definiciones de política curricular, de cuestionamientos 
              y de orientaciones oficiales o no oficiales; el otro estado es el 
              de las "representaciones pedagógicas del cuerpo", 
              basadas en ideas, en pensamientos, en elaboraciones y en normativas, 
              que, desde la propia experiencia profesoral, "orientan" 
              los ejercicios de intervención de lo corporal. 5 Familia, clase social, escuela, 
              deporte, milicia, religión, género, profesión, 
              disciplina, etc. 6 Gimeno (2001, pp. 36-50, y 
              2005, pp. 39-62) plantea elementos para un debate sobre la crisis 
              de la educación cara a cara, y sobre el sentido de la crisis 
              de la educación en la conversación. Profundiza en 
              el debate sobre el significado de los modelos educativos alternativos 
              sobrevenidos con motivo del advenimiento de la sociedad de la información; 
              avanza en un debate necesario sobre el sentido de la escuela en 
              el contexto de la argumentación de los globalizadores y de 
              los "globalófilos". 7 Mèlich (1996, p. 82, 
              citando a Finkielkraut), sostiene que la escuela debilitada sería 
              la última excepción al self-service que se impone 
              de la mano de la crisis de las instituciones tradicionales.  8 Observaciones hechas en escuelas 
              públicas de Medellín parecen indicar que, a pesar 
              de los esfuerzos por mejorar los centros, en algunos de ellos prima 
              una "cultura de contención corporal" que cultiva 
              un conjunto de dispositivos reguladores de los cuerpos, y que está 
              centrada en las formaciones religiosas, cívicas y disciplinarias; 
              en tácticas puntuales que se despliegan dentro de las clases 
              y de los recreos, preocupándose más, al parecer, por 
              el silenciamiento y el aquietamiento corporal, que por la disposición 
              de los cuerpos hacia la función "positiva" de la 
              escuela que se predica. 9 Me refiero a las unidades didácticas 
              asociadas a la Educación Física, a la expresión 
              corporal, a la educación sexual, a la educación cívica 
              y a la educación estética, todas ellas explícitas 
              en la disposición curricular de la institución escolar. 
              Este complejo incluye también las microintervenciones preformativas 
              (implícitas) contenidas en los discursos sobre higiene corporal 
              disciplinaria (postural, alimentaria, etc.), y que están 
              presentes en las múltiples consignas educativas. 10 Se refiere a aquellas prácticas 
              no curriculares que se programan fuera del horario académico, 
              pero que tienen peso en la conformación corporal; hago alusión 
              a las prácticas cívicas, religiosas, deportivas y 
              artísticas.  11 Conjunto de actividades 
              que componen el arbitrario corporal de la escuela: ejercitaciones 
              de la Educación Física deportiva, de la educación 
              artística; e higiénicas, que se valen de la lúdica, 
              de la recreación, de la representación, de las maniobras 
              y de las disposiciones de control y de regulación disciplinaria 
              caracterizadas por el alto compromiso energético y emocional 
              en la expresión corporal (castigos y ceremoniales -reconocimientos, 
              oraciones, confesiones y reconvenciones-, festejos, paradas cívicas 
              y religiosas, actividades artísticas; campañas sobre 
              limpieza, sobre presentación, sobre convivencia, sobre cuidado, 
              sobre nutrición, sobre sexualidad y sobre decorados). Milstein 
              y Mandes (1998, p. 75) hablan de prácticas de estetización 
              corporal; desde mi perspectiva, esa multiplicidad de prácticas 
              conforma la estrategia global de Educación Corporal (intervención 
              pedagógica) del sujeto escolarizado. 12 En observaciones hechas 
              en una escuela de otra comuna de la ciudad de Medellín, se 
              registra la pervivencia de la "formación" (práctica 
              que se realiza indistintamente a la entrada o a la salida de la 
              jornada escolar, al inicio o al final de la semana), que contiene 
              ejercicios disciplinarios, "santificadores", físicos, 
              patrióticos y musicales, que la convierten en un dispositivo 
              privilegiado; que hace parte de una "cultura de contención 
              corporal", y que define un sistema de control corporal sistemático 
              que parece soportar la disciplina institucional.  13 Intervención pedagógica 
              de lo corporal. Instrumento de valoración de un enunciado 
              corporal (lo que dice el cuerpo a través de su expresión 
              o de su ejercitación), o de una enunciación corporal 
              (lo que se dice sobre el cuerpo con el objetivo de modelarlo o de 
              capacitarlo). 14 Mèlich (1996, p. 
              80) plantea que lo que se propone al nuevo maestro es que, al igual 
              que un actor en una obra dramática, se aprenda un papel, 
              un rol, y para esto se requiere una "fachada" y un escenario. 
              Erving Goffman, citado por Mèlich (p. 79), descubre la escenografía 
              social claramente reflejada en el ámbito escolar.  15 Inspirada conceptual y operativamente 
              en la matriz prosaica propuesta por Katia Mandoki (1994), en los 
              trabajos de Marta Castañar "Pedagogía del gest 
              i missatge no verbal" (1996) y "Cuerpo: gesto y mensaje 
              no verbal" (2001, pp. 39-49), y en la matriz de la Educación 
              Física propuesta por García Canclini y otros (2005). 16 Nombre ficticio.  17 Existe una idea muy generalizada 
              sobre los orígenes de este ritmo: se plantea que prospera 
              en la década de los noventa en Estados Unidos, de la mano 
              de los inmigrantes panameños y puertorriqueños, de 
              allí se desplaza hacia el centro y el sur del continente, 
              y ahora tiene una presencia significativa en Europa. El reguetón 
              se identifica como una fusión del reggae y del rap.  18 Así se nombra al 
              amigo de esquina, de pandilla, de gallada; el parce es el compinche, 
              el socio (Henao y Castañeda, 2002).  19 Las plazas de administradores 
              y de profesores, así como los presupuestos escolares, se 
              entregan en función del número de escolares. Por otro 
              lado, buena parte de los recursos para la educación pública 
              han sido entregados a particulares (entre ellos las congregaciones 
              religiosas).  20 Fragmentos de una entrevista 
              con María Concepción (Concha), profesora de la institución 
              educativa San Rodrigo Mártir, marzo de 2004, Medellín. 
              Al terminar su clase (12-2/3,2004). 21 En observaciones posteriores 
              que hice en una institución aledaña (formaba parte 
              del mismo complejo educativo de la zona), comprobé que no 
              hay homogeneidad en la cultura institucional y profesoral. La profesora 
              de Educación Física y de Ética y Valores usaba 
              los cantos reguetón en una sesión del tipo "expresión 
              corporal", que animaba el día del hombre; chicos y chicas, 
              entre los 11 y los 14 años, cantaban y bailaban de manera 
              sugerente, estimulados por la profesora dentro del aula. Una de 
              las canciones, interpretada por una niña, decía: "Hoy 
              es noche de sexo y voy a devorarte de la linda [...], y voy a cumplir 
              tus fantasías [...], te juro por dios que serás mía 
              [...], acércate, te diré que nadie te lo va ser como 
              yo, nadie te va a tocal como yo [...], te encuentro en la cama trae 
              la toalla que te vas a mojar enfles, mami enfles (texto tal como 
              lo copió la niña). 22 Paralelamente, con estas 
              primeras aproximaciones al trabajo de campo avanzaba en un recorrido 
              por los discursos de la educación física del siglo 
              XIX con mis colegas del grupo de investigación de historia 
              de la Educación Física, quehacer que complementaba 
              el reconocimiento histórico de la intervención corporal 
              escolarizada iniciado ya con las labores de investigación 
              que había desarrollado en el 2003 para la suficiencia investigativa 
              en la Universidad de Valencia.  23 Uso las denominaciones modo 
              de ser corporal (físico), intelectual y moral, con la carga 
              que contienen esos conceptos en el complejo de nuestra cultura pedagógica 
              desde principios del siglo XIX. 24 En los primeros meses de 
              2006 se insinúa un tímido debate sobre la enseñanza 
              de la religión en las instituciones educativas públicas. 
              La educación religiosa, en Colombia, aparece como "una 
              de las nueve áreas obligatorias y fundamentales" para 
              la formación. Desde el punto de vista de la Iglesia Católica, 
              "el tema de la educación religiosa es un asunto prioritario, 
              y no quiere que las nuevas generaciones de fieles pierdan la oportunidad 
              de ser evangelizadas" (Redactor de El Tiempo, 25 de enero de 
              2006). 25 Los oficiantes de lo corporal, 
              en una cantidad significativa, ni siquiera -para completar el colmo- 
              hacen parte de la "plantilla profesoral". No tienen contrato 
              ni seguridad social, se les paga a destajo, por clase; los niños 
              llevan quincenalmente una cuota para el salario de Concha. A pesar 
              de todo, y aunque "vergonzante", hay una importante función 
              que estos profesores y profesoras deben cumplir. Nos recuerda Adorno 
              (1974, p. 71) que la escuela difícilmente logra cumplir su 
              ordenamiento sin su ejercicio; la "integración civilizadora" 
              que esta predica, la realiza, según él, a través 
              del potencial de la fuerza física. En el caso que analizamos, 
              vemos que la fuerza y el talante moral, función que antes 
              desempeñaban los militares retirados (Moreno 2005), los capellanes 
              escolares o el cura de la parroquia, se funden, también aquí, 
              en el rol del "edufísico". La Educación 
              Física en la escuela primaria también se apoya, en 
              Medellín, en practicantes universitarios o en animadores 
              del sector deportivo (Instituto Municipal de Deporte) y de la Compensación 
              Social, que obran como "respiro" para un magisterio que 
              casi siempre está en fase de prejubilación. 26 Llamado al profesorado desde 
              Bogotá, a través del Periódico de la Escuela 
              Normal, el 22 de febrero de 1876. Sobre las implicaciones de la 
              permisividad dentro de la escuela de la cultura extraña, 
              ver García Canclini, 2000. 27 Según constatación 
              de la Línea de Historia de la Educación Física 
              de la Universidad de Antioquia, en los periódicos y en las 
              instituciones educativas de la época (finales del siglo XIX) 
              circulaba el texto "Elementos de la Higiene privada o arte 
              de conservar la salud del individuo", de Pedro Felipe Monjau. 28 Periódico de la Escuela 
              Normal de Instrucción Pública del 22 de enero de 1876, 
              Medellín (García Canclini, 2000).   |