Educación para el desarrollo sostenible: evaluación
de retos y oportunidades del decenio 2005-2014
José Gutiérrez *
Javier Benayas **
Susana Calvo ***
SÍNTESIS: El desarrollo sostenible constituye
hoy una prioridad de las agendas políticas internacionales
que ha ido ganando adhesiones progresivas, no exentas de críticas,
y que han ido concretándose en normativas y en convenios
mundiales específicos tales como Biodiversidad, Cambio
Climático, Bosques, Agua, Suelos, Educación... Estas
iniciativas están contribuyendo a una mayor convergencia
mundial sobre los instrumentos de planificación socioambiental,
aun a sabiendas de que la base de la organización, de la
producción y del consumo de las sociedades más desarrolladas
abriga un sinfín de contradicciones en cuyo seno se ha
gestado el concepto de crisis ambiental, que abarca no sólo
cuestiones relativas al agotamiento de recursos, al efecto invernadero,
a la contaminación de mares y al desequilibrio general
de los ecosistemas, sino también desigualdades económicas,
pobreza, dispar distribución de recursos, conflictos bélicos,
equidad y justicia social. La iniciativa llevada a cabo por la
unesco en la declaración del Decenio de la Educación
para el Desarrollo Sostenible (deds), constituye otro de estos
instrumentos de convergencia internacional. En este artículo
se realiza una evaluación crítica de los objetivos,
de los fundamentos, de los retos y de las optunidades del Decenio,
a partir del análisis de los principios y de las metas
recogidas en el Plan Internacional de aplicación del Decenio
de las Naciones Unidas de la eds.
SÍNTESE: O desenvolvimento sustentável
hoje constitui uma prioridade das agendas políticas internacionais
que foram ganhando adesões progressivas, não isentas
de críticas, e que foram sento concretizadas em normativas
e em convênios mundiais específicos, tais como Biodiversidade,
Mudança Climática, Bosques, Água, Solos,
Educação... Estas iniciativas estão contribuindo
para uma maior convergência mundial sobre os instrumentos
de planificação sócio-ambiental, ainda com
conhecimento de causa de que a base da organização,
da produção e do consumo das sociedades mais desenvolvidas
abriga um sem-fim de contradições em cujo seio se
concebeu o conceito de crise ambiental, que abrange não
apenas questões relativas ao esgotamento de recursos, ao
efeito estufa, à contaminação de mares e
ao desequilíbrio geral dos ecossistemas, senão também
desigualdades econômicas, pobreza, distribuição
desigual de recursos, conflitos bélicos, igualdade e justiça
social. A iniciativa levada a cabo pela unesco na declaração
do Decênio da Educação para o Desenvolvimento
Sustentável (deds), constitui outro destes instrumentos
de convergência internacional. Neste artigo se realiza uma
avaliação crítica dos objetivos, dos fundamentos,
dos desafios e das oportunidades do Decênio, a partir da
análise dos princípios e das metas coletadas no
Plano Internacional de aplicação do Decênio
das Nações Unidas da eds.
* Profesor titular de Métodos de Investigación
y Diagnóstico en Educación, Facultad de Ciencias de
la Educación, Universidad de Granada, España.
** Profesor titular de Ecología Humana, Facultad de
Ciencias, Universidad Autónoma de Madrid, España.
*** Ministerio de Medio Ambiente, Madrid, España.
1. Introducción
En esencia, la Década de la Educación
para el Desarrollo Sostenible se propone impulsar una educación
solidaria que contribuya a una correcta percepción del
estado del mundo, que sea capaz de generar actitudes y compromisos
responsables, y que prepare a los ciudadanos para una toma de
decisiones fundamentadas dirigidas al logro de un desarrollo culturalmente
plural, socialmente justo y ecológicamente sostenible, que
supere las posiciones antropocéntricas clásicas y
que esté orientada a la búsqueda de modelos más
comprensivos e inteligentes de interacción con los ecosistemas1.
Este cambio de modelos requiere acciones e instrumentos diversos
que transformen nuestras actitudes, nuestros estilos de vida, nuestros
patrones de participación social, y nuestras concepciones
sobre los instrumentos sociales y sobre las formas de hacer política.
El reto que tiene la Educación Ambiental para el Desarrollo
Sostenible (eads) y para la investigación educativa ante
estas cuestiones, es el de abordar diagnósticos amplios que
permitan objetivar los avances y evaluar los resultados de las acciones
a corto, medio y largo plazo. Las acciones de alfabetización
ambiental no tienen por qué ser estrictamente individuales
ni estar limitadas a la intervención escolar, porque los
marcos de referencia de la sostenibilidad exigen intervenir desde
las coordenadas de la sociedad del conocimiento, y desde la multiplicidad
de contextos profesionales, sociopolíticos, empresariales,
asociativos y no gubernamentales de cada territorio.
A lo largo del texto se hace un análisis crítico
de los fundamentos, de los marcos conceptuales y de los principios
de procedimiento en los que se inspira el Plan Internacional de
aplicación del Decenio de las Naciones Unidas de la eds,
propuesto por la unesco para la implantación de dicho Decenio.
A un año de la puesta en marcha de la iniciativa, merece
la pena marcar el punto de partida de ésta para poder establecer
un balance de logros a corto, medio y largo plazo, a medida que
avance la década. El trabajo comienza con una justificación
de la iniciativa, enmarcada en un listado de antecedentes internacionales,
que, de una u otra forma, le han servido de base. También
se describen las tensiones conceptuales y los debates terminológicos
ocasionados por el concepto desarrollo sostenible (DS), frente
a campos disciplinares con tradición como el de la educación
ambiental (ea). Finalmente, se hace un examen evaluativo de
los retos y de las oportunidades del Decenio, así como un
balance crítico de las expectativas que se abren con esta
iniciativa en diferentes escenarios institucionales y en distintos
contextos sociales, con una mención explícita a las
implicaciones y a los logros que se esperan alcanzar al cabo del
Decenio, señalando preocupaciones latentes sobre la viabilidad
de conseguir resultados tangibles a corto, medio y largo plazo.
2. El Decenio de la Educación para el Desarrollo Sostenible
La Conferencia de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y
el Desarrollo,celebrada en Río de Janeiro en 1992, ha contribuido
de forma notable a impulsar el uso generalizado del término
desarrollo sostenible, reafirmando su interés conceptual
y su necesidad como instrumento de planificación estratégica
para la solución de los problemas ambientales contemporáneos.
A pesar de su ambigüedad, el término ha sido aceptado
por la comunidad internacional (Tesalónica, 1997 y Johannesburgo,
2002) como un motor de reflexión y de cambio hacia modelos
más respetuosos con los recursos naturales del planeta. Por
desarrollo sostenible el Informe Brundtland entiende que es:
[...] el desarrollo que satisface las necesidades de la generación
presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras
para satisfacer sus propias necesidades.
El Libro blanco de la educación ambiental en
España (Calvo y Corrales, 1999, p. 23) señala
que el concepto tiene el acierto de esbozar una filosofía
y de apuntar una dirección general de actuación que
puede ser útil, señalando como rasgos básicos
los siguientes:
Deja clara
la necesidad de conservar los recursos naturales.
Asume la
existencia de límites físicos que hacen imposible
el crecimiento sin fin.
Enfatiza
la necesidad de alcanzar objetivos sociales (satisfacer las necesidades
de la generación actual y las de las futuras), en lugar
de objetivos individuales.
Está
inspirado en la solidaridad intra e intergeneracional.
El papel que debe desempeñar la educación
en este proceso de cambio queda recogido con toda claridad en los
planteamientos que hace la unesco para la Década de
la Educación para el Desarrollo Sostenible (2005-2014)2,
a cuyo impulso y profundización ha de contribuir este período
histórico:
El Decenio de las Naciones Unidas para la Educación con
miras al Desarrollo Sostenible pretende promover la educación
como fundamento de una sociedad más viable para la humanidad,
e integrar el desarrollo sostenible en el sistema de enseñanza
a todos los niveles. El Decenio intensificará igualmente
la cooperación internacional en favor de la elaboración
y de la puesta en común de prácticas, políticas
y programas innovadores de educación para el desarrollo
sostenible3.
El desarrollo sostenible, contemplado por la onu como uno de los
ocho grandes desafíos de la humanidad, está recogido
en el Informe sobre los Objetivos del Milenio, en el que la propia
Organización alerta acerca de que las buenas intenciones
que acompañan al principio del desarrollo sostenible no se
traducen en progresos suficientes para proteger el medio ambiente.
Esto se puede comprobar a través de los siguientes datos:
La pérdida
de especies y la destrucción del hábitat continúan.
En el último
decenio se ha destruido una superficie equivalente a la de Venezuela.
El planeta
cuenta con 19 millones de metros cuadrados protegidos, lo que
supone el 13% de la superficie terrestre, pero su gestión
no se ajusta siempre a los objetivos de conservación.
Las especies
vegetales y animales siguen desapareciendo a un ritmo vertiginoso,
sin precedentes, debido a la acción del ser humano.
A todo ello
se suma el efecto del cambio climático, en el que la mayoría
de los gases de efecto invernadero los producen los países
industrializados.
La recuperación
de la capa de ozono es uno de los mejores ejemplos de que la voluntad
política posee un gran peso en el impulso de los temas
ambientales.
El mundo urbano
también sufre la presión de la población,
provocando éxodos masivos de las zonas rurales, lo que
supone un total de más de 100 millones de ciudadanos al
año.
Más
de 1.000 millones de personas habitan en viviendas infrahumanas
en el mundo, y casi el triple carece de las condiciones mínimas
de salubridad4.
Los efectos
de la mundialización constituyen una amenaza para la supervivencia
de las comunidades locales, en particular de las minorías
étnicas y de los pueblos indígenas, así como
de los bosques y de los hábitats de los que dependen esas
comunidades. Las nuevas pautas del comercio y de la producción
en el mundo plantean nuevos problemas de migración, de
asentamiento, de infraestructura y de agotamiento de recursos5.
Si bien hay motivos que permiten mantener cierto optimismo al
observar determinadas tendencias en la evolución de los indicadores
comunes, el Informe muestra más sombras que luces ante la
gran responsabilidad de las decisiones de cooperación de
los líderes políticos en estos temas. Los argumentos
que ofrece el secretario general, Kofi Annan, señalan que
se corre el riesgo de que los países más pobres no
puedan cumplir gran parte de los objetivos propuestos, y afirma
que:
Si se deja pasar esta oportunidad, se perderán millones
de vidas humanas que podrían haberse salvado, se negarán
muchas libertades que podrían haberse conseguido, y viviremos
en un mundo más peligroso e inestable [...]. La de hoy
es la primera generación que cuenta con los recursos y
con la tecnología para hacer realidad para todos el derecho
al desarrollo, y para poner a toda la especie humana al abrigo
de la necesidad6.
De forma paralela a los discursos optimistas, los propios informes
que periódicamente elaboran las Naciones Unidas sobre la
evolución de indicadores genéricos de Desarrollo Humano
(undp, 2005, pp. 2-3) son bastante críticos con las declaraciones
universales y con el grado de cumplimiento de los objetivos de las
mismas7:
[...] el informe general de avances es deprimente. La mayoría
de los países está mal encaminado para cumplir la
mayor parte de los Objetivos de Desarrollo del Milenio. El desarrollo
humano seestá tambaleando en algunas áreas cruciales,
y las desigualdades que ya eran profundas siguen aumentando8.
Muchos discursos diplomáticos, y no pocos términos
corteses, intentan dar cuenta de la diferencia entre el progreso
en desarrollo humano y la ambición plasmada en la Declaración
del Milenio; sin embargo, ninguno de ellos debería empañar
una verdad muy simple: no se está cumpliendo la promesa hecha
a los pobres del mundo. Si se realizan hoy las inversiones y se
ponen en marcha las políticas necesarias para alcanzar los
odm, aún se está a tiempo de cumplir la promesa de
la Declaración del Milenio. Pero queda poco tiempo. Esta
generación de líderes mundiales pasará a la
historia como la de los que permitieron que fracasaran los odm.
En vez de comprometerse con acciones, la cumbre de la onu podría
dar lugar a otra ronda más de rimbombantes declaraciones
por parte de los países ricos, cuya oferta constaría
aún de más palabras y de ninguna acción. Un
resultado como este tendría claras consecuencias para los
pobres, pero en un mundo de amenazas y de oportunidades cada vez
más interconectadas, ello también pondría en
peligro la seguridad, la paz y la prosperidad del mundo9.
Estos informes constituyen otra de las muchas pruebas del desafío
que han de afrontar en esta y en las décadas venideras los
gobiernos de los países ricos, en el marco de las múltiples
alianzas mundiales para un desarrollo equitativo basado en evidencias
y en pruebas convincentes. No hay cooperación internacional
que pueda compensar aquellas acciones que los gobiernos dejan de
hacer por no priorizar un desarrollo a escala humana, por no respetar
los derechos humanos, por no hacerse cargo de las desigualdades,
y por no poner fin a la corrupción. Todos estos asuntos vienen
siendo atendidos por la educación ambiental desde hace algunos
años. Las alianzas internacionales establecidas sobre este
marco han propiciado los escenarios de cambio, aunque de modo paralelo
los nuevos discursos llevan la responsabilidad a un terreno de nadie.
Por eso, algunos autores se muestran especialmente beligerantes
y escépticos con estas cuestiones:
Quien se alegre del crecimiento económico es un hipócrita,
y no sólo en privado sino también en público,
pues a nadie con dos dedos de frente se le escapa el hecho de
que los indicadores del crecimiento económico son también
indicadores de una autodestrucción colectiva. La nueva
frase acuñada de desarrollo sostenible [...] encierra en
una fórmula verbal la contradicción misma que tiene
que resolverse; a saber, desarrollo (crecimiento económico)
y sostenibilidad (salvar la naturaleza). Mientras esta contradicción
siga siendo insoluble, nos enfrentamos en el espacio público
a formas de lenguaje sobre un bien común contaminado (Beck
y Beck-Gernsheim, 2003, p. 337).
3. Las tensiones conceptuales acarreadas por el decenio
Esta situación ha llevado a determinados colectivos a promover
críticas contundentes sobre la vaguedad y la inoperancia
del término desarrollo sostenible. Cabe el riesgo de que
el discurso del desarrollo sostenible sea una coartada perfecta
para diluir los modelos de crecimiento desorbitado, y para enmascarar
desigualdades bajo promesas genéricas de cambio irreal. El
término sostenibilidad encuentra su origen en los debates
institucionales de la Cumbre de Río, y legitima su estatus
en Johannesburgo como una estrategia interna para institucionalizar
la ambigüedad y para apaciguar los movimientos de protesta
social. Según Calvo y Gutiérrez (2006, p. 67), el
discurso del desarrollo sostenible es un planteamiento que ha contribuido
a diluir y a difuminar con bastante éxito todo el trabajo
de sensibilización, de concienciación y de denuncia
que de manera silenciosa venían construyendo los movimientos
sociales proambientales en las últimas décadas, y,
en tiempos aún más recientes, los profesionales de
la ea. Un esfuerzo estéril, fruto de la inutilidad que acarrea
la retórica cambiante de los conceptos.
El binomio «desarrollo sostenible» constituye una
contradicción, una manipulación de los «desarrollistas»,
de los partidarios del crecimiento económico, que pretenden
hacer creer en su compatibilidad con la sostenibilidad ecológica,
que subordina las exigencias de la economía a las de los
ecosistemas naturales y al desarrollo humano generalizado (Naredo,
1996, p. 132).
Ante una dócil apariencia de neutralidad semántica,
podemos ver cómo el uso polisémico del término
«desarrollo sostenible» permite acepciones del todo
opuestas, que van desde quienes lo emplean como el crecimiento
económico per cápita en términos de pib
(Producto Interior Bruto), sin preocuparse de que el crecimiento
económico explota el capital social y natural para producir
más capital monetario, hasta quienes identifican desarrollo
como sinónimo de más derechos y de más recursos
para los pobres, y recomiendan priorizar la búsqueda del
bien común con base en el patrimonio social y natural (Sachs,
2002, p. 14). Al conectar la idea de desarrollo con la de
sustentabilidad, se desdibujan los límites y las restricciones
de la explotación de los recursos, y se abren los mercados
al libre uso orientados hacia el crecimiento económico. Esta
ha sido una de las grandes críticas que se ha formulado a
los textos surgidos de Río, en los que las presiones de los
sectores económicos fuerzan a que la idea de crecimiento
económico sea asumida como un imperativo natural, que, de
entrada, es considerada como una solución y no como parte
del problema. De este modo se legitima que todo esfuerzo relacionado
con el desarrollo requiera los instrumentos del crecimiento (Sauvé,
1999; Sato y otros, 2005).
Con el término desarrollo sostenible se ha producido una
cierta colonización del campo que venía ocupando lo
que a lo largo de varias décadas hemos denominado educación
ambiental (ea). Señala González-Gaudiano (2005) que
esta orientación con un mayor sabor social que están
dando los organismos internacionales a las problemáticas
ambientales desde el concepto de desarrollo sostenible, ya se venía
reivindicando en Latinoamérica y en ciertas instituciones
españolas y canadienses desde el campo de la ea, con una
visión más global y alejada de una educación
encaminada sólo a las Ciencias Naturales y a los temas ecológicos:
Por eso la resolución para la Década habla del
Plan de Acción de Dakar de Educación para Todos,
porque lo sustentable está ya no sólo relacionado
con la política ecológica, sino con la lucha contra
la pobreza, en busca de una mayor equidad social, que brinde mayores
oportunidades a los grupos sociales más vulnerables (mujeres,
indígenas, jóvenes, etc.). Sustituir simplemente
los conceptos, además de que representaría perder
un activo político que ha sido difícil de construir,
contribuiría a la confusión de quienes han venido
incorporándose a este campo durante la última década;
[de ahí que] propongo designar [...] este nuevo espacio
social y pedagógico como educación ambiental para
el desarrollo sostenible.
La ambigüedad en los discursos se inicia a comienzos de la
década de los 90, cuando empiezan a aparecer libros y artículos
en revistas especializadas que incluyen el concepto en varias versiones:
eps –Educación para la Sostenibilidad–; efs –Educación
para un Futuro Sostenible–; eds –Educación para
el Desarrollo Sostenible–. También hay quien ha decidido
optar por el término «sustentabilidad» a secas,
poniendo énfasis en la educación ambiental como intervención
profesional socialmente consolidada e institucionalmente legitimada
por sectores con una amplia tradición de trabajo. Así
lo recogen las propuestas de la Red Mexicana de Universidades Complexus
(Complexus, 2004):
1. El desarrollo sustentable es el discurso dominante de
los países que se conciben a sí mismos como desarrollados.
La sustentabilidad, en cambio, es un concepto más
abierto, que nos permite mantener el diálogo con el «desarrollo
sustentable», pero, al mismo tiempo, construirlo desde los
países latinoamericanos.
2. La propuesta de la sustentabilidad debe contextualizarse
regionalmente. El enfoque ecológico no es el único,
pero sí el más importante de considerar. Es necesario
entender las relaciones específicas de los ecosistemas,
ya que los recursos naturales son la base de la sustentabilidad
ecológica y socioeconómica. Así mismo, es
necesario entender la manera en la que las relaciones sociales
condicionan la forma de apropiación y de uso del ambiente.
La sustentabilidad es un proyecto de futuro en construcción,
que deberá enfatizar los valores ambientales para reforzar
su propio proceso. La sustentabilidad es más un proceso
y una forma de vida que un fin.
3. La sustentabilidad requiere de la educación
ambiental y de sus aportes, así como de la consolidación
de la democracia. La sustentabilidad es un eje del desarrollo,
entendido como mejoramiento de la calidad de vida en el marco
de cada realidad local y regional.
La relatividad del concepto de Desarrollo adoptado en Occidente,
se pone de manifiesto también al comprobar que hay culturas
en las que el equilibrio con el ambiente no puede interpretarse
como un tipo especial (sustentable) de depredación, sino
como parte de una cosmogonía del todo diferente de la nuestra,
que no tiene nada que ver con el concepto moderno del ds (Sauvé,
1999, p. 17). Por el contrario, hay organismos, como el Consejo
de los Estados Unidos sobre Desarrollo Sustentable, que defienden
el ds como un medio para mantener el «sueño americano»,
y señalan que uno de los objetivos de la eds es incrementar
la competitividad nacional en una economía global.
En muy pocos años el desarrollo sostenible se ha convertido
en uno de esos conceptos «contenedor» que se usa con
docenas de significados distintos, y que sirve a muy diferentes
gentes de muy diversas maneras. Como se ha dicho muchas veces,
probablemente es su ambigüedad lo que le da su fuerza simbólica
y comunicativa. Todos seguimos queriendo desarrollo y crecimiento,
pero no a cualquier precio. Desde el ámbito local está
surgiendo con claridad la demanda de una mayor capacidad de decisión
sobre sufuturo en momentos en los que todo se vuelve cada vez
más inexplicable, a pesar del aumento vertiginoso del caudal
de información, y cuando la mundialización de la
economía no encuentra espacios de gobernabilidad adecuados»
(Subirats, 2000, pp. 7-8).
El propio documento de la unesco reconoce una pluralidad de modelos
implícitos de desarrollo sostenible, cuyas interpretaciones
y concreciones están estrechamente vinculadas a los diversos
modelos de desarrollo social y económico vigentes, asumiendo
que los enfoques del desarrollo sostenible están condicionados
por la legitimidad en el control y en el uso de los recursos naturales,
por lo que las interpretaciones del mismo no son unánimes
(undp, 2005a, pp. 5-15):
Algunos ponen el acento en un marco de referencia que funciona
como un mercado en el que se pueden negociar créditos medioambientales
–este es el caso de los acuerdos adoptados en Kyoto sobre
compra-venta de cuotas de emisión de co2, aunque aún
no esté vigente–. Otros hacen hincapié en
la necesidad de una estrategia de base comunitaria, en la cual
la viabilidad y la sostenibilidad de las comunidades son la base
para evaluar el progreso. Finalmente, otros subrayan la importancia
de supervisar los tratados y los acuerdos internacionales existentes
y de desarrollarlos, o de crear otros nuevos desde una perspectiva
mundial.
Los valores, la diversidad, los conocimientos, las lenguas y
las visiones del mundo asociadas a la cultura, tienen una enorme
influencia en la manera de abordar los distintos aspectos de la
educación para el desarrollo sostenible en cada país.
Determinados colectivos (Complexus, 2004) alertan acerca de que:
Al adoptar acríticamente
la propuesta de la unesco del Decenio de la Educación para
el Desarrollo Sustentable, nos arriesgamos a negar nuestras identidades
locales. No se trata de una diferencia terminológica; las
palabras, cuando reflejan una historia, una capacidad institucional
y unas referencias ideológicas, se transforman en un concepto
difícil de sustituir sin perder aquel bagaje. La discusión
debe realizarse al interior de nuestros países, de nuestras
comunidades, preguntándonos qué proponemos para
caminar en la dirección de la sustentabilidad en América
Latina. Esto es, se trata de recuperar y de evaluar las iniciativas
para aprender y para seguir construyendo a partir de ellas.
El Decenio de la
Educación para el Desarrollo Sustentable es una propuesta
con lineamientos internacionales que podrá aportar recursos
a las iniciativas locales, que pueden ser aprovechados y valorados
para el avance de los objetivos que sean planteados.
Es importante dialogar
con la propuesta de educación para el desarrollo sustentable
desde los enfoques con los que se ha construido la educación
ambiental latinoamericana.
Los objetivos de
la ea son distintos en las diversas regiones del planeta. Entre
América Latina y Europa existe, actualmente, un debate
respecto a los propósitos de la educación ambiental,
lo que refleja las distintas realidades. Esto hace que existan
tanto modelos reduccionistas como integradores, en lugar de un
modelo único».
La opción lingüística que finalmente ha ganado
posiciones en el contexto internacional y que ha ocupado los espacios
de la ea, ha sido la de eds; tal vez por esa razón la Década
haya apostado por dicha terminología desde planteamientos
y argumentaciones que asumen en su totalidad las finalidades, los
contenidos y los objetivos explícitos de la ea bajo una nueva
perspectiva, que renueva y que amplía los debates: Calvo
(1993, 1997), Tilbury (1995), Sterling y Huckel (1996), Scout y
Gough (2004a), Scout y Gough (2004b). Así argumentan Huckle
(1991, pp. 53-57) y Palmer (1998, pp. 140-141) esta terminología
de nuevo cuño, defendiendo un tratamiento más complejo
e integrador en los planes de formación de todos los ámbitos
y niveles de los sistemas educativos, ya que ofrecen:
1. Una revisión teórico-práctica de
las ventajas del desarrollo tecnológico en las distintas
sociedades, y de su impacto en la naturaleza y en el entorno.
2. Un conocimiento del medio natural y de su potencialidad
para el uso humano, incluyendo el conocimiento de los principales
ecosistemas, de los procesos que los sustentan, así como
de su conservación y de su vulnerabilidad a la modificación
humana.
3. Una perspectiva histórica y un conocimiento de la
influencia del cambio social y de sus consecuencias en el medio
natural, de igual forma a como los entornos artificiales condicionan
el medio natural.
4. Un análisis de la evolución histórica
de los conflictos de clase y de los movimientos sociales, y de
su incidencia en las interacciones sociedad-naturaleza.
5. Un interés por la participación en la toma
de decisiones sobre los problemas ambientales, y unas estrategias
de gestión y de alfabetización político-ambiental.
6. Un desarrollo de propuestas alternativas de organización
de la vida social, y un diseño de acciones de futuro en
los contextos comunitarios.
7. Un análisis crítico de los modos de consumo,
así como del papel de los medios de comunicación
y de los modelos ideológicos que hay detrás de ellos,
y las opciones utópicas alternativas.
8. Una implicación activa de estudiantes, de centros
y de profesores en temáticas y en conflictos ambientales
reales, que permitan seleccionar aquellas prácticas que
sean más eficaces para la búsqueda de soluciones.
9. Una precaución y un optimismo como fórmulas
equilibradas de una combinación de propuestas humanitarias
esperanzadoras, no adoctrinadoras, y de formas racionales de conocimiento
orientadas por principios de democracia, de justicia y de desarrollo
equitativo.
Con un enfoque más amplio, que supera lo estrictamente
escolar, Sterling (1992, p. 2) sugiere como objetivos de la eds:
1. Ayudar a entender la interdependencia de todas las formas
de vida en el planeta, y las repercusiones que tienen las acciones
y las decisiones humanas en el presente y en el futuro sobre los
recursos en las comunidades global y local.
2. Tomar conciencia de la influencia estrecha que existe entre
economía, política, cultura, sociedad, tecnología
y ambiente, y su función en el desarrollo sostenible.
3. Desarrollar capacidades, competencias, actitudes y valores
positivos para implicarse activamente en el desarrollo sostenible
en los niveles local, nacional, regional o internacional, y orientar
los esfuerzos hacia una mayor equidad y sostenibilidad futuras,
poniendo énfasis en la integración de los ciudadanos
en las decisiones relacionadas con el ambiente y con la economía.
4. Mostrar interés en todas las propuestas que contribuyan
a promover la ea y la eds, siendo necesario profundizar en modelos
que integren los diferentes conceptos de sostenibilidad, tanto
en las materias transversales como en las áreas tradicionales
del currículo.
En el otoño de 1999, una Comisión Internacional
de Expertos discutió en red sobre las virtudes y los defectos
del nuevo término, así como sobre sus parecidos y
sus diferencias con la ea (Hesselink y otros, 2000). Ante la pregunta
de si es lo mismo ea que eds, se concluyó lo siguiente: 1)
la ea es una parte de la eds; 2) la eds es una parte de la ea; 3)
eds y ea son dos ámbitos con un espacio de intersección
compartido; 4) eds es una etapa inicial previa en la evolución
del campo de la ea. El gráfico 1 ilustra estas cuatro posibles
opciones conceptuales adoptadas por los diferentes autores, según
tradiciones disciplinares y según contextos de intervención
en los que trabajan a diario.
Hemos seleccionado algunas de las aportaciones más relevantes
que ponen de manifiesto esta confrontación circular, y que
nos recuerdan «la aporía del huevo y la gallina»:
Austria.Peter Posch (2000, p. 13): «La
eds da una orientación a la EA, aunque sea un término
bastante ambivalente. Existe el riesgo que legitime la noción
de un crecimiento económico infinito, aunque con una marcha
sostenible. Esta interpretación no está en la línea
de las concepciones de la ea. Otra interpretación se concentra
en la ecologización: dar forma a la interacción
humana con el medio a través de un sentido intelectual,
material, social y emocional, con el fin de conseguir una calidad
de vida perdurable para todos. Si el desarrollo sostenible es
interpretado de esta manera, entonces provee a la ea de una orientación
útil».
Australia.Daniella Tilbury (2000, p. 12): «La
eds difiere significativamente del trabajo naturalístico,
apolítico y científico llevado a cabo al amparo
de la ea en los años 80 y principios de los 90. Ahora las
prácticas de EA se orientan de una forma más pertinente
hacia el desarrollo de estrechos vínculos entre la cualidad
ambiental, la ecología y los aspectos socioeconómicos
y políticos que subyacen. La eds tiene un fuerte componente
de educación prospectiva. Ello implica a los estudiantes
en la exploración de escenarios futuros [...]. Este ejercicio
está absolutamente conectado a la “esperanza”,
el “empoderamiento”y la “acción”.
Sin embargo, el pensamiento de futuros continúa teniendo
muy poco espacio en la ea».
Reino Unido. John Huckle (2000, p. 13):
«La eds tiene un enfoque más sutil y crítico
que la ea. La eds, como la educación para la paz o la democracia,
es un proceso esencial y democrático de reflexión
y de acción en nuestra problemática sociedad (insostenible,
violenta, no democrática). La eds, a diferencia de la ea,
tiene fuertes conexiones con la educación social, política
y de desarrollo».
Pakistán.Stella Jafri (2000, pp. 12-13):
«La ea es un componente de la eds, y uno de los ramales
en los que la eds es construida. Mientras que la eds se dirige
a consideraciones sociales, políticas y económicas,
la ea se concentra en el medio ambiente. La eds es, básicamente,
el próximo eslabón de la ea, pero con una perspectiva
y una comprensión más amplia de las interrelaciones
entre estos componentes y el medio».
México. David Barkin (2000, p. 13):
«La ea, a diferencia de la eds, se enfoca casi exclusivamente
a los fenómenos naturales, sin dedicar la suficiente atención
a la necesidad de profundos cambios en los fenómenos sociales
que limitan nuestra capacidad para desarrollar un equilibrio con
el medio ambiente».
India. K. V. Sarabhai (2000, p. 14): «La
ea y la eds tienen una amplia superposición, pero su foco
y su énfasis es diferente. La eds trata más temas
que poseen un enfoque humano, y subraya la relación entre
el medio ambiente y el desarrollo».
Por nuestra parte, dejamos clara la defensa del término
ea en cuanto movimiento social que ofrece respuestas múltiples
a las contradicciones de los modelos de desarrollo vigentes (Calvo
y Gutiérrez, 2006, p. 73), en su modalidad de «búsqueda
de una alternativa a la homogeneización cultural que va ligada
a la globalización económica. Y el cambio que se propone
es un cambio en profundidad, pues se pretende, nada menos, que contrarrestar
la cultura de la apariencia, el espectáculo y la superficialidad;
el individualismo, la dependencia, la pasividad, la competencia
y la insolidaridad, omnipresentes en nuestra vida cotidiana»
(García, 2004, p. 198). Eso no niega que tengamos en cuenta
algunas de las características generales que orientan el
discurso bienintencionado y voluntarioso de la sostenibilidad, sin
renunciar a las mencionadas reservas que acarrea moverse en planos
de discursos y de argumentaciones tan vagos, tan generalistas y
tan estrictamente declarativos, si bien el optimismo de estos discursos
gubernamentales ha levantado acaloradas réplicas y críticas
demoledoras acerca de la operatividad de sus consecuencias, y sobre
la vaguedad de las intervenciones y de las promesas que en ellos
se recogen. Por todo ello, surgen dudas considerables acerca de
cómo se llevarán a cabo las evaluaciones de los progresos
y las valoraciones de la optimización de los esfuerzos y
de los recursos. También hay quien se pregunta: ¿quién
va a asumir responsabilidades singulares ante situaciones de multicausalidad
sobre las que ya hemos acumulado suficientes pruebas de ineptitud
y de inoperancia?, ¿servirán los desastres del pasado
para arreglar los problemas del futuro? Cuando la práctica
de la ea transciende los enfoques más superficiales de las
simples buenas intenciones (naturalistas, conservacionistas, humanistas,
etc.) y los discursos declarativos de los convenios internacionales,
la ea entra en conflicto con la realidad, es decir, con las tradiciones
y con las culturas ambientales, con el mercado, y con las políticas
que lo soportan (Meira, 2003, p. 53). Por eso resulta pertinente
caracterizarla como una práctica «eminentemente cívico-política»,
que requiere compromisos visibles.
4. Antecedentes internacionales del decenio: de las historias
paralelas a la convergencia mundial en la planificación de
los instrumentos sociales
A principios del siglo pasado se dieron las primeras voces de
alarma sobre la capacidad que tiene el ser humano para modificar
su entorno. Algunos naturalistas consiguieron crear santuarios naturales
en los que se pudieran mantener en estado primitivo ecosistemas,
especies y territorios frágiles que se veían amenazados.
Calvo (1997, pp. 24-29) organizó estos antecedentes internacionales
en tres etapas diferentes:
En la primera
se intentó la protección de algunas zonas especialmente
hermosas, como si se tratara de islotes en un mar de cambios y
de destrucción. Entre estos estudiosos y amantes de la
naturaleza nacieron las primeras ideas sobre la necesidad de una
educación para el medio ambiente.
En la segunda
etapa hubo una generalización de la preocupación
por el medio. Podemos fecharla en 1972, año en el que las
Naciones Unidas celebraron la Conferencia sobre el Medio Humano
en Estocolmo. Aquí comenzó una labor internacional
de gran alcance, que se alimentó de acciones locales y
nacionales, y que produjo acuerdos y recomendaciones. Promovió
sobre todo legislación y vigilancia, y señaló
a la educación como elemento imprescindible para la mejora,
a largo plazo, de las relaciones entre la sociedad y el ambiente.
Comenzó a aprobarse abundante normativa, crecieron y se
consolidaron los espacios naturales protegidos, y se empezaron
a planificar las primeras estrategias y los primeros planes ambientales,
aunque cada uno como historia paralela dirigida a sectores diferentes,
con instrumentos que separaran lo que son acciones de conservación
frente a las intervenciones educativas.
La tercera etapa
–en la que nos encontramos– es la de la convergencia
en el uso de los instrumentos. «Pese a todas las acciones
de sensibilización, a las normativas y a las políticas
ambientales desarrolladas a finales del siglo veinte, los problemas
ambientales no sólo no se moderan, sino que parecen incrementarse.
Las diferencias entre el norte y el sur son más profundas:
un 20% de la población mundial consume el 80% de los recursos,
y genera una cantidad proporcional de residuos. El otro 80% se
debate entre la miseria y la guerra, consumiendo en sus necesidades
inmediatas los recursos, que cada vez son menores. La acelerada
evolución científico-tecnológica, unida a
la constatación empírica de que los recursos del
planeta son limitados, nos ha llevado a replantearnos los modos
de producción, los modelos de organización económica
y social, y los estilos de vida (Gutiérrez, 1995, p. 13).
Hoy la conservación no puede realizarse de espaldas al
desarrollo y en contra de las poblaciones. El desarrollo sostenible,
cuya primera mención se encuentra en la Estrategia Mundial
para la Conservación de la uicn (Unión Mundial para
la Naturaleza), alcanza una difusión internacional gracias
a la Comisión Mundial del Medio Ambiente y del Desarrollo»
(Calvo, 1997b, p. 29).
La convergencia mundial sobre los instrumentos sociales comienza
a ser una realidad irreversible. Un amplio esfuerzo se viene realizando
desde los años 70 en el contexto internacional para la búsqueda
de alianzas y para el establecimiento de compromisos orientados
a la mejora de las relaciones ser humano-ambiente, y la instauración
de principios igualitarios de carácter universal. Los esfuerzos
de convergencia mundial dirigidos hacia la búsqueda de instrumentos
sociales, constituyen un primer paso para la puesta en marcha de
acciones coordinadas y de programas de trabajo encauzados a la búsqueda
de resultados comunes. Un listado de las principales declaraciones
previas de rango universal que han visto la luz en los últimos
treinta años, sientan los precedentes remotos y cercanos
en los que se ha inspirado la Declaración de la unesco.
Las etapas para la institucionalización de la preocupación
por los aspectos ambientales están ligadas a los discursos
creados en las conferencias internacionales, en los textos de los
convenios y en los acuerdos de partes; por lo tanto, dichos textos
fundacionales son fruto de pactos políticos para la obtención
de consensos, de manera que puedan ser aceptados por países
con regímenes muy diferentes. No son libros de autor, ni
existen referencias explícitas a modelos o a teorías
del conocimiento, aunque tengan ideologías subyacentes. El
consenso facilita la difusión de los documentos y su aceptación
por parte de los gobiernos. Son acuerdos de mínimos con los
que se construyen nuevas posibilidades de pensamiento, y, por lo
tanto, de acción. El disenso facilita el progreso y puede
ser muy creativo, pero lo cierto es que donde todos piensan igual
nadie piensa mucho, aunque los consensos hacen progresar en materias
en las que es necesario un cambio cultural. Los documentos fundacionales
de la educación ambiental –Belgrado y Tbilisi–,
además de ser hermosos, resultan textos con los que es difícil
estar en desacuerdo. Más que cumplirse al pie de la letra
han resultado inspiradores, sobre todo respecto de los grandes fines.
Las definiciones resultan globales, y, necesariamente, se difuminan
a la hora de acordar los procedimientos para llegar a esas metas.
Eso dificulta su aplicación, pero concede también
un amplio margen a la creatividad y a la adaptación a los
contextos ambientales y culturales en los que se realizan los programas
(Calvo y Gutiérrez, 2006, p. 18). El cuadro que presentamos
a continuación resume algunas de las principales aportaciones
de estas declaraciones y de estos documentos.
Cuadro 1
|
Documentos de referencia |
Resumen de las principales aportaciones |
Declaración de las Naciones Unidas, Estocolmo
(1972) |
Los problemas ambientales son problemas humanos,
y, por tanto, son sociales. Sientan las bases de las interrelaciones
entre medio ambiente y aspectos socioeconómicos. Son
hitos destacables:
- La creación del Programa de las Naciones Unidas para
el Medio Ambiente (PNUMA).
- La institucionalización del 5 de junio como Día
Mundial del Medio Ambiente.
- El Principio 19: «Es indispensable una labor de la educación
en cuestiones ambientales...».
- La Resolución 96: Programa Internacional de Educación
Ambiental (PIEA). |
Carta de Belgrado, PNUMA y UNESCO (1975) |
Plantea la necesidad de colocar la EA en las agendas políticas.
Se decide organizar la reunión de Tbilisi.
Se postula una mayor sensibilización hacia la interdependencia
de lo ambiental, lo social, lo económico y lo político.
Promueve el Seminario de educadores ambientales para el lanzamiento
del Programa Internacional de Educación Ambiental (PIEA).
|
Declaración de Tbilisi, Informe de la Conferencia
Intergubernamental sobre Educación Ambiental (1977) PNUMA
Y UNESCO |
Conferencia Internacional de Gobiernos y ONG.
Se aporta una definición de la EA centrada en conocimientos,
en aptitudes, en actitudes, en habilidades y en determinación
para actuar en la resolución y en la prevención
de los problemas ambientales.
Se proponen los principios rectores de la EA.
|
Estrategia Mundial para la Conservación
(1980) UICN/WWF/PNUMA |
Aparece la idea de desarrollo sostenible, basada en la estimación
de la capacidad de carga de los sistemas vitales y en los
ecosistemas naturales.
Insiste en la necesidad de mejorar la calidad de la vida
humana, al tiempo que señala la necesidad de atender
la capacidad de regeneración de los diferentes ciclos
naturales.
|
Estrategia Internacional de Acción en materia
de Educación y de Formación Ambientales para los
años 90 (1987) |
Estrategia mundial basada en los Principios de Tbilisi. Marca
acciones operativas para diferentes destinatarios por sectores,
según sean la capacidad de intervención estratégica
y las necesidades de formación gremial.
Su énfasis principal reside en destacar la importancia
de los aspectos educativos.
|
Informe de la Comisión Mundial sobre el
Medio Ambiente y el Desarrollo, Informe Brundtland (1988) |
Ofrece una definición de desarrollo sostenible como
aquel que satisface las necesidades de las generaciones presentes,
sin comprometer las oportunidades de las generaciones futuras
para satisfacer sus propias necesidades.
Plantea que, si bien el desarrollo puede ser fundamental
para satisfacer las necesidades humanas y para mejorar la
calidad de vida, debe llevarse a cabo de manera que no ponga
en peligro la capacidad del medio natural para mantenerse
en equilibrio.
|
Cuidar la Tierra. Estrategia para el futuro de
la vida (1991) UICN. WWW. PNUMA |
Principios y acciones para una vida sostenible.
Este documento sienta las bases de la planificación
de estrategias de convergencia entre las decisiones de conservación
y las decisiones orientadas al desarrollo humano.
Su discurso fundamental se centra en la necesidad de pasar
a la acción coordinada desde gobiernos, organizaciones
intergubernamentales, grupos no gubernamentales y personas.
|
Cumbre de Río, Conferencia de las Naciones
Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo |
Este documento representa una Carta Magna, una
estrategia mundial de regulación de las relaciones entre
medio ambiente y desarrollo.
Los temas clave de esta Declaración de Principios son:
cooperación entre Estados, consumo y superpoblación,
control ambiental y participación. |
Las respuestas políticas que se han producido en los últimos
años en el campo ambiental, ponen de manifiesto que casi
todos los países se han esforzado por elaborar leyes ambientales,
por establecer instituciones, por crear departamentos, y por promover
iniciativas en esta esfera. Las políticas de control mediante
una reglamentación directa son, quizás, el instrumento
normativo más prominente, pero su eficacia depende en gran
medida de la disponibilidad de personal, de los métodos de
ejecución y de control, y de los niveles de coordinación
institucional y de integración de las políticas. En
la mayoría de las regiones esas políticas todavía
se organizan de forma sectorial, pero cada vez es más normal
que los gobiernos lleven a cabo una planificación ambiental
intersectorial sometida a las directrices generales de los convenios
internacionales y a los programas que las hacen efectivas. Si bien
la mayor parte de las regiones está procurando fortalecer
sus instituciones y sus reglamentaciones, algunas muestran una tendencia
hacia la desregulación, hacia un uso más intenso de
los instrumentos económicos y de las reformas de los subsidios,
a conceder una mayor importancia a las medidas voluntarias adoptadas
por el sector privado, y a una participación más activa
del público y de las organizaciones no gubernamentales. Esta
tendencia obedece, entre otras cosas, a la complejidad que va en
aumento de la reglamentación ambiental, a los elevados costos
del control, así como a las demandas del sector privado de
contar con más flexibilidad, de poder autorreglamentarse
y de realizar actividades eficaces en función de los costos.
En el informe Plan Mundial de Medio Ambiente-2000 (PNUMA, 1999)
se confirma la hipótesis general de que el sistema mundial
de gestión ambiental está bien orientado, pero también
de que el ritmo al que avanza es demasiado lento. Sin embargo, existen
instrumentos normativos efectivos y probados a través de
los cuales se podría lograr mucho más rápido
la sostenibilidad.
Una de las principales conclusiones a las que se ha llegado acerca
de la evolución de las políticas y de los planes ambientales
se refiere a la aplicación y a la eficacia de los instrumentos
normativos existentes, admitiendo que la evaluación de la
aplicación, del cumplimiento y de la eficacia de las iniciativas
normativas es complicada, y que está plagada de lagunas en
los datos, en las dificultades conceptuales y en los problemas metodológicos.
El gráfico 2 presenta un seguimiento temporal de la implicación
progresiva de un importante número de países en diez
de los convenios internacionales más relevantes sobre temas
ambientales, y pone de manifiesto el considerable incremento de
la preocupación internacional por establecer instrumentos
de convergencia, de control y de compromiso internacional entre
las partes que suscriben los convenios.
5. Principios y objetivos inspiradores de la Década
La visión que se promueve en los debates y en los documentos
con los que se ha abierto el programa de la Década de la
Educación para el Desarrollo Sostenible, se centran en la
construcción de un mundo en el que todos los ciudadanos del
planeta tengan idéntica posibilidad de beneficiarse de las
oportunidades que ofrece la educación para el aprendizaje
de valores, de comportamientos y de estilos de vida requeridos por
un futuro sostenible, y de una transformación positiva de
la sociedad. Por todo eso, se plantean los siguientes objetivos10:
Promover un intenso
desarrollo del papel central de la educación y del aprendizaje
en el objetivo común del desarrollo sostenible.
Favorecer las relaciones
y las redes, el intercambio y la interacción entre los
responsables del eds.
Crear espacios y
oportunidades para redefinir y para promover una visión
de transición hacia el desarrollo sostenible, mediante
todas las modalidades posibles de aprendizaje y de desarrollo.
Fomentar una mayor
calidad de la enseñanza y del aprendizaje en la educación
al servicio del desarrollo sostenible.
Impulsar estrategias
a todos los niveles para desarrollar capacidades en eds.
Otras organizaciones, como la OEI11,
se han ido sumando a los propósitos de la Década plateando
objetivos comunes:
Incentivar una educación
solidaria que contribuya a una correcta percepción del
estado del mundo, que genere actitudes y comportamientos responsables,
y que prepare para la toma de decisiones fundamentadas dirigidas
al logro de un desarrollo culturalmente plural y físicamente
sostenible.
Contemplar los problemas
ambientales y del desarrollo en su globalidad, teniendo en cuenta
las repercusiones a corto, medio y largo plazo, tanto para una
determinada colectividad como para el conjunto de la humanidad
y de nuestro planeta.
Comprender que no
es sostenible un éxito que exija el fracaso de otros.
Transformar la interdependencia
planetaria y la mundialización en un proyecto plural, democrático
y solidario.
Promover un consumo
responsable que se ajuste a las tres R (Reducir, Reutilizar y
Reciclar), y que atienda a las demandas del «comercio justo».
Reivindicar e impulsar
desarrollos tecnocientíficos favorecedores de la sostenibilidad,
con control social y con la aplicación sistemática
del principio de precaución.
Implantar acciones
sociopolíticas en defensa de la solidaridad y de la protección
del medio, a escala local y planetaria, que contribuyan a poner
fin a los desequilibrios insostenibles y a los conflictos asociados,
con una decidida defensa de la ampliación y de la generalización
de los derechos humanos al conjunto de la población mundial,
sin discriminaciones de ningún tipo (étnicas, de
género, etc.).
Superar la defensa
de los intereses y de los valores particulares, y promover la
comprensión de que la solidaridad y la protección
global de la diversidad biológica y cultural constituyen
requisitos imprescindibles para una auténtica solución
de los problemas.
Por su parte, la uicn12 también ha desarrollado iniciativas
en este sentido, orientadas al fomento de los objetivos de la Década:
Conocimiento, por
parte del público, de los principios en los que se asienta
la sostenibilidad. La eds juega un papel que va más allá
de la propia discusión sobre la sostenibilidad, para pasar
de la evolución del concepto a una visión en la
que lo relevante es cómo se aplica en la práctica
a los distintos contextos culturales y locales.
Este proceso necesita
la implicación de todos los sectores sociales, incluidas
las empresas, el sector agrícola, el turismo, los gestores
de recursos naturales, los gobiernos locales, los medios de comunicación...
en el desarrollo y en la implementación de los programas.
Formación
continua para todos. La capacitación permanente de los
individuos y de las organizaciones es el mayor objetivo de cara
al futuro. Por eso se pretende una educación de calidad
y a lo largo de toda la vida para todos los individuos, independientemente
de sus ocupaciones o de sus circunstancias. Sin el acceso a una
educación básica e incluso superior, los países
tendrán difícil acceso al desarrollo, y, por supuesto,
más aún a un desarrollo que sea sostenible.
La eds es relevante
para todas las naciones. Partiendo de la base de que son los países
con niveles de educación más altos los que suponen
una mayor amenaza para el desarrollo sostenible, la eds plantea
reorientar los programas educativos existentes en todos los países
hacia los conocimientos (económicos, sociales y ambientales),
las destrezas, las perspectivas y los valores inherentes a la
sostenibilidad.
Programas de formación
especializados. Desarrollo de programas de formación adaptados
a todos los sectores sociales, que les capaciten para conseguir
un mundo sostenible.
6. Fundamentos del programa de trabajo del Decenio, y directrices
territoriales
El documento admite que el Decenio es una iniciativa ambiciosa
y compleja, ya que sus fundamentos conceptuales, las repercusiones
socioeconómicas deseables y las incidencias esperadas en
el medio ambiente y en la cultura, lo ponen en relación con
casi todos los aspectos de la vida. La consideración de los
problemas ambientales desde la globalidad que requieren, ha cambiado
bastante en estos últimos años.
Lo que a mediados de este siglo era una minoritaria preocupación
por las especies y los espacios, es hoy día centro de un
debate mundial sobre el futuro de la humanidad. La nueva propuesta
del desarrollo sostenible necesita aún una concreción
que puede resultar difícil, y sólo sabremos su verdadera
utilidad cuando logremos ir aplicando sus principios (Calvo, 1997a,
p. 5).
La generalidad de las propuestas que incluye el plan del Decenio
y la falta de concreción de las mismas, hace que el documento,
en algunos casos, tenga una orientación demasiado etérea.
Entre los fundamentos y los principios en los que se inspira, destacamos:
El deds incluirá
todos los ámbitos del desarrollo humano y tendrá
en cuenta los acuciantes desafíos que el mundo afronta,
así como las grandes transformaciones y los profundos cambios
que nos han de llegar, atendiendo como dimensiones de primer orden
los derechos humanos, la paz, la seguridad mundial, la igualdad
entre los sexos, la diversidad cultural, la convivencia intercultural,
la salud, la gobernanza, los recursos naturales, el cambio climático,
el desarrollo rural, la urbanización sostenible, la prevención
y la mitigación de catástrofes, la reducción
de la pobreza, la responsabilidad y la transparencia de las empresas,
y la economía de mercado.
El deds refleja su
preocupación por una educación de calidad, en la
que el desarrollo sostenible forme parte integral de los planes
de estudio; que centre su atención en la enseñanza
de valores, en una educación cívica y ética
que desarrolle la reflexión crítica y la capacidad
de hallar solución a los problemas; que inspire confianza
en las soluciones colectivas; que promueva la participación
en la toma de decisiones; que tenga un carácter utilitario
en la vida personal y profesional, y que esté ligada a
las necesidades y a los problemas de los contextos local, regional
e interterritorial.
El deds debe estar
dirigido a todas las personas, sin tener en cuenta para nada su
edad; se inserta en la perspectiva del aprendizaje a lo largo
de toda la vida, y se inscribe en todas las formas posibles de
aprendizaje formal, no formal e informal, desde la infancia hasta
la edad senil.
El deds promueve
los valores de respeto intergeneracional y la aceptación
de la diversidad biológica y cultural, atendiendo al sentido
de la equidad, a la justicia, a la responsabilidad, al diálogo,
a la tolerancia y al compromiso activo.
El deds exige una
estrecha cooperación entre los diversos sistemas e instituciones
territoriales en los planos local, nacional, regional e internacional,
en los que la creación de redes y de foros de comunicación
han de constituir el elemento determinante de los avances en una
misma dirección.
El deds se articula
como un instrumento de coordinación programática
que debe establecer vínculos estrechos entre programas
en curso, tales como el Decenio de las Naciones Unidas de la Alfabetización,
el programa de Educación para Todos, y los Objetivos de
Desarrollo del Milenio.
El deds considera
que la aplicación derivada de la ciencia y de la tecnología
debe ser consecuente con los objetivos de la sostenibilidad, ya
que una aplicación errónea de la ciencia y de la
tecnología puede socavar los esfuerzos de protección
del medio ambiente.
El deds implica nuevos
y diferentes sistemas de pensamiento, lo que requiere creatividad,
flexibilidad y reflexión crítica para influir en
los sistemas de participación pública para la toma
de decisiones13.
El deds sugiere que
las distintas funciones y las diferentes responsabilidades deben
recaer en una serie de órganos y de grupos de diferentes
ámbitos –local, nacional, regional e internacional–,
en cada uno de los cuales los ciudadanos podrán formar
parte de entidades gubernamentales (o intergubernamentales
de carácter regional e internacional), de organizaciones
de la sociedad civil, y de las no gubernamentales o pertenecientes
al sector privado.
El deds propone como
funciones para los órganos gubernamentales e intergubernamentales
las siguientes: formulación de políticas y establecimiento
de marcos; promoción de consultas y de aportaciones de
los ciudadanos; organización de campañas públicas;
integración y puesta en práctica de la sostenibilidad
en las instituciones, en la administración pública
y en los sistemas educativos.
El deds propone como
funciones para las organizaciones de la sociedad civil y para
las organizaciones no gubernamentales, la sensibilización
de los ciudadanos mediante actividades de información,
de fomento y de participación en el Decenio; la asesoría
y la contribución a la formulación de políticas;
la implantación de los principios del Decenio en los contextos
educativos no formales, y la creación de estructuras de
mediación entre el gobierno y los ciudadanos.
El deds propone como
funciones para el sector privado, el desarrollo y la planificación
de iniciativas de formación empresarial; la aplicación
de modelos de gestión de calidad ambiental; la implantación
de mecanismos periódicos de evaluación, de seguimiento
y de control, y la definición y difusión de buenas
prácticas de producción y de consumo sostenibles.
El deds se debe materializar
en una serie de resultados en función de los siguientes
objetivos: la integración de aspectos educativos en los
planes de desarrollo sostenible; una mayor operatividad en las
estrategias de planificación de intervenciones de desarrollo;
el incremento de los procesos de cooperación, de programas
y de actuaciones de eds; el fomento de la sensibilización
sobre la naturaleza y sobre los principios del desarrollo sostenible;
la disponibilidad de una mayor información periódica
sobre el tema en medios de comunicación; el fortalecimiento
de las alianzas y de las acciones coordinadas con otros programas
en curso; una mayor integración de perspectivas y de enfoques
de eds en los procesos formativos; una disponibilidad de recursos
materiales y de oportunidades más voluminosa para implicarse
en procesos de participación orientados al cambio hacia
formas de vida sostenible.
El marco operativo que propone el documento para la consecución
de los objetivos del Decenio se organiza en siete estrategias, segmentadas
simultáneamente desde cuatro planos (local, nacional, regional
e internacional)14:
Las actividades de
promoción y de prospectiva. La elaboración de una
visión de futuro es imprescindible para establecer diagnósticos
fundamentados de los problemas ambientales, sociales, culturales
y económicos. Todas las acciones de futuro deben considerar
estos análisis previos como puntos de partida en la búsqueda
de soluciones adecuadas.
La consulta y la
responsabilidad. Los gobiernos deben asumir la responsabilidad
de iniciar procesos de consulta periódica sobre sus decisiones,
como mecanismos para recabar información de los intereses
de los ciudadanos y como garantías de transparencia. La
participación ciudadana en la formulación de las
políticas constituye uno de los pilares básicos
de las democracias modernas.
Las asociaciones
y las redes. La eficacia del Decenio dependerá de la solidez
y del carácter integrador de las asociaciones, de las redes
y de las alianzas que se construyan. Un factor de éxito
será el de la disponibilidad para establecer vínculos
entre diferentes iniciativas, programas, agrupaciones y redes
que estimulen y que dinamicen de forma positiva la colaboración;
para ello, será vital aprovechar las estructuras ya existentes
y la optimización de los recursos y de los programas en
curso.
La creación
de capacidades y la formación. Como principio general,
la mejora de competencias y el desarrollo de acciones formativas
que capaciten para la comunicación entre sectores, la planificación
coordinada, la gestión de programas, la evaluación
de resultados, el diseño de materiales y la coordinación
de acciones.
La investigación
y la innovación. El desarrollo de estudios de referencia
para establecer indicadores de progreso a lo largo del Decenio
aparece como otra de las prioridades, aunque el grado de concreción
de esta estrategia es bajo.
La utilización
de las tecnologías de la información y de la comunicación.
Las tic son vitales para toda iniciativa internacional, al actuar
como medios óptimos para comunicar a interlocutores lejanos,
para agilizar el avance coordinado de los programas, para intercambiar
información, para almacenar datos comunes, para transmitir
información, y para difundir los avances. Las tic son la
base de la economía del conocimiento, en la que la riqueza
se genera mediante la transferencia y la utilización de
la información, a fin de minimizar el derroche de energías
y de recursos naturales. El avance tecnológico y la disponibilidad
cada vez más acentuada de recursos audiovisuales y telemáticos,
abre nuevas fronteras a los procedimientos tradicionales de formación,
y establece nuevos retos para la alfabetización de los
ciudadanos del futuro.
El seguimiento y
la evaluación. La necesidad de implantar sistemas de evaluación
queda recogida como prioridad transversal de todas las estrategias
del Decenio. Determinar indicadores pertinentes, apropiados y
viables de abordar en todas las escalas, es uno de los retos que
ha de resolver este plan en sus diferentes facetas y dimensiones;
de lo contrario, no dejará constancia de su eficacia.
7. Expectativas, implicaciones, retos y oportunidades del
Decenio en diferentes escenarios
7.1 Implicaciones del Decenio para los organismos
de gestión ambiental
El Decenio significa una oportunidad para la reflexión
sobre los problemas que enfrentamos, convertidos en retos y en desafíos.
La creatividad y la imaginación, las respuestas colectivas,
son criterios valorados de forma positiva desde el mensaje de las
Naciones Unidas. La propuesta es lograr un nuevo enfoque en programas
y en actividades, y no tanto en crear nuevas líneas que coexistan
de modo paralelo con las anteriores, sino que se crucen con las
políticas y con la gestión cotidiana para ir creando
escenarios en los que las respuestas sostenibles sean más
sencillas y vengan dadas por las nuevas condiciones.
Por lo que se refiere a los organismos de gestión ambiental,
la propuesta se encamina hacia esa nueva forma de crear políticas
que significa abrir la mano a la participación con transparencia,
para lograr llevar la democracia activa a la gestión, a la
realidad, y para atreverse a plantear públicamente cuál
es el futuro que se está forjando con las acciones actuales,
si se quiere así, y, si se quiere cambiar, hacia dónde
y cuál o cuáles son las maneras de cambiarlo. La democratización
de las decisiones ambientales significa que los ciudadanos puedan
tomar parte y asumir responsabilidades sobre la prioridad de las
acciones y de sus consecuencias. Sin los ciudadanos, los convenios,
las normas y sus mecanismos de sanción, así
como las políticas, nunca pasarán de ser bonitas declaraciones.
Esta forma diferente de gestionar nos lleva a negociar con colectivos
que no manejan, no ya el mismo discurso, sino ni siquiera el mismo
lenguaje. Significa un cambio en las actitudes, un ejercicio de
aprendizaje de humildad y de realismo para todos, que parte del
reconocimiento de que no tenemos en las manos ni las respuestas
ni las soluciones a la crisis ambiental, tan humana, y que necesitamos
el concurso de todos para poder pensar en modificar, poco a poco,
pero con cierta urgencia, nuestra mirada sobre el mundo, sobre nosotros
mismos.
Los convenios internacionales que se han suscrito en materia de
medio ambiente están introduciendo los instrumentos sociales
con un sentido del aprendizaje que hasta ahora se habían
denominado de modo genérico de educación ambiental,
con una llamada al aprendizaje de la participación, no sólo
como instrumento, sino también como uno de los principios
de la sostenibilidad. La participación no es cómoda,
ya que exige compartir el poder, es lenta y es cara. Pero también
es más efectiva, porque hace que se conserven procedimientos
construidos, suma más recursos a medio plazo, garantiza la
continuidad de las iniciativas a largo plazo, y facilita su reorientación
para el desarrollo futuro. Hace conocer los conflictos, los asume
como parte de la tarea de gestionar, y crea procedimientos que formalicen
la comunicación, la participación y la búsqueda
de acuerdos sobre los que se puedan construir unas nuevas relaciones
sociales. Comienza a haber experiencias que tienen entre sus finalidades
mejorar la comprensión y la complicidad de la población
residente a través de la participación.
La realidad es compleja, del mismo modo que los problemas socioambientales
lo son. Ha pasado ya el tiempo de gestionar desde los despachos
de las administraciones, de plantear soluciones simples, y de intentar
imponer visiones estrechas sobre aspectos parciales.
El Decenio se presenta como una buena ocasión para revitalizar
los procesos de concertación, puesto que cuenta con el aval
de la comunidad internacional, y porque evita la situación
o la sensación de aislamiento, que supone muchas veces un
freno para la gestión diferente. No siempre es fácil
lograr la relación entre las distintas escalas, de los niveles
locales con los internacionales. La aplicación de propuestas
derivadas del ámbito internacional precisan una contextualización
no siempre sencilla; sin embargo, las comisiones, los foros y los
acuerdos creados bajo los auspicios del Decenio pueden significar
la dirección efectiva de las acciones, aumentando su visibilidad,
y, por tanto, su eficacia.
Hoy en día ya resulta obvio afirmar que el ejercicio tradicional
de la imposición y de la confrontación deja réditos
muy bajos. En la actualidad se puede llevar a cabo una inversión
de tendencias, buscando esos mínimos denominadores desde
los que es posible construir acuerdos y establecer alianzas con
objetivos comunes. Los instrumentos sociales tienen sus propios
requerimientos de tiempo y de acciones previas necesarias para que
funcionen. No son mágicos. Hay que superar el desconocimiento
de los factores sociales y de los relativos al aprendizaje, y agregarlos
a la cultura común como un ingrediente más en la creación
de una cultura sostenible en el camino de aprendizaje que significa
la sostenibilidad.
La integración en la gestión exige un cambio de
énfasis entre lo individual y lo colectivo. El cambio en
lo individual es necesario, pero no suficiente. Es preciso articular
los procesos y establecer procedimientos regulados que tengan un
significado en las relaciones sociales colectivas. Es necesario
también conocer los contextos, detectar las resistencias
y aprovechar las oportunidades. Por lo que se refiere a la gestión
ambiental, una de las mejores oportunidades actuales es, en efecto,
la que surge de los convenios internacionales dedicados al ambiente.
Pero no es la única. En muchas leyes ambientales se incluyen
procedimientos que impulsan la información, la comunicación
o la sensibilización de los ciudadanos. Para aprovechar estas
oportunidades, los profesionales de la educación ambiental
ya disponen de un bagaje de creciente comprensión de las
teorías del aprendizaje, de la diversificación de
los instrumentos, y de una gran motivación para la propia
formación, por lo que empiezan a entrar en el tráfico
regular de la gestión.
El Decenio es un proceso en marcha, abierto a todos los que quieren
lograr que la gestión sea un territorio común, relacionado
con los demás ámbitos de nuestra vida cotidiana a
través de un conocimiento y de una participación razonada.
Para lograr este camino de aprendizaje hacia la sostenibilidad,
las propias instituciones de gestión, al mismo tiempo que
estar dispuestas a negociar con los diferentes sectores sociales,
deben realizar procesos de comunicación interna que eviten
la creación de unidades estancas en las que los problemas
no se resuelven, sino que sólo dan vueltas. Es necesario
convertir los ministerios y sus dependencias, las administraciones
locales y las regionales, en centros de experimentación y
de creatividad, en instituciones que aprenden, en sociedades que
cambian.
7.2 Implicaciones del Decenio para las universidades
La universidad, como entidad docente e investigadora, debería
ser el principal agente de cambio que proporcionara respuestas a
los problemas y a los retos de la sociedad actual. Sus principales
objetivos, que consisten en alumbrar nuevos paradigmas que expliquen
la realidad, en experimentar científica y tecnológicamente
las soluciones a dichos problemas, y en capacitar a las personas
que deben emprender este cambio, son, a su vez, los objetivos básicos
de la Década. También son retos compartidos otros
objetivos más específicos, tales como la promoción
de la innovación de nuevos modelos de sostenibilidad, la
utilización de las nuevas tecnologías de la información
y de la comunicación, o la necesidad de definir indicadores
de seguimiento que permitan evaluar los logros alcanzados.
Los campus universitarios son espacios más o menos reducidos
en los que se pueden identificar las mismas problemáticas
ambientales que ocurren en ámbitos territoriales más
amplios, como pueden ser los municipios. Por tanto, las universidades
deben enfrentarse a la búsqueda de resolver sus propios retos
y sus propios impactos ambientales, haciendo coherente su práctica
de gestión con lo que enseñan en el ámbito
docente y con los descubrimientos logrados en el campo de la investigación.
La propia comunidad que conforma la universidad, aun siendo menos
heterogénea que la de una ciudad o la de una región,
incluye distintos grupos de intereses: el personal docente y de
investigación –expertos con un amplio y profundo conocimiento–,
una amplia diversidad de alumnos –jóvenes con capacitación,
llenos de energía y de vitalidad, con un gran potencial de
cambio–, y una compleja red de personas, de empresas y de
administraciones prestadoras de servicios, que permiten el buen
funcionamiento de la institución. Todos ellos conforman un
colectivo excepcional para poder experimentar y para poder llevar
a la práctica nuevos modelos innovadores de desarrollo social,
económico y ambiental.
Por estas razones, las universidades deben convertirse en centros
de referencia social en los que se puedan aplicar políticas
de gestión y de toma de decisiones que sirvan de ejemplo
y de modelo de sostenibilidad para la sociedad en general, o para
empresas o instituciones públicas o privadas en particular.
Deberían servir como campos de pruebas destinados a promover
iniciativas innovadoras que no sólo se diseñaran en
sus despachos y en sus laboratorios, sino que se llevaran a la práctica
en las propias instituciones. La importancia de estas actuaciones
reside en la clara apuesta de que educar para el ambiente pasa por
educar a partir de la práctica cotidiana de asumir nuevos
comportamientos, y por impulsar estilos de vida más sostenibles
en los propios centros educativos.
Dentro de este amplio objetivo, las líneas prioritarias
de actuación de las universidades deberían concretarse
en dos direcciones complementarias. Por una parte, trabajar para
promover acciones orientadas a fortalecer la educación y
la implicación de los miembros de la comunidad universitaria
con el desarrollo sostenible, pero, a la vez, se deben incorporar
modelos de gestión de la propia institución que sean
compatibles con el desarrollo sostenible.
En el apartado de gestión sostenible, la universidad debe
promover políticas que permitan la gestión controlada
y la minimización de residuos, especialmente de los tóxicos
y peligrosos; el ahorro del consumo de agua y el control de la evacuación
de las aguas residuales; debe impulsar acciones encaminadas hacia
el ahorro energético y hacia la instalación de sistemas
de generación de energías renovables; debe tener en
cuenta también la aplicación de diseños sostenibles
en la edificación y en la ordenación urbana; el fomento
de modos de transporte sostenibles; la aplicación de criterios
ambientales en las contrataciones de servicios o de productos, etc.
Todo este conjunto formaría parte de una gestión cotidiana
comprometida con un modelo de desarrollo urbano más sostenible
y respetuoso con el ambiente.
Para que estas políticas de gestión puedan ser realmente
eficaces, se hace preciso que se fomenten acciones educativas para
implicar a la comunidad universitaria en su desarrollo. Tales acciones
pueden ir encaminadas a fortalecer la programación curricular
de las diversas licenciaturas, o a formar a los estudiantes mediante
la diversificación de las actividades extracurriculares.
Las dos vías son complementarias y necesarias, y en la actualidad
ya existen experiencias muy valiosas que pueden servir de referente
de buenas prácticas para otras universidades.
Una de las prioridades consiste en capacitar a técnicos
especialistas en aplicar políticas o en desarrollar modelos
que faciliten el desarrollo sostenible. Crear nuevas titulaciones
específicas o incorporar conceptos y nuevas habilidades ligadas
con el ds en las licenciaturas ya existentes, son medidas urgentes
e inmediatas que hay que adoptar. Pero también es fundamental
incorporar recorridos formativos básicos en todas aquellas
carreras que, aunque no se ocupan de manera directa en temas de
medio ambiente, pueden tener una influencia muy importante en su
desarrollo. En dicho sentido, en algunas universidades se están
llevando a cabo planes de ambientalización curricular
de toda la estructura formativa, incorporando unidades o prácticas,
u ofertando asignaturas específicas sobre sostenibilidad
y medio ambiente. Contar con más y con mejores técnicos,
permitirá ir incorporando nuevos modelos a la sociedad.
También existen experiencias no formales muy valiosas,
que llevan a cabo actividades de educación y de participación
ambiental destinadas a aumentar la sensibilización y a promover
conductas ambientales de toda la comunidad universitaria: la creación
de órganos o de comisiones de amplia representación
para debatir y para adoptar decisiones sobre la aplicación
de modelos de sostenibilidad en el propio campus universitario;
el apoyo a todas las iniciativas culturales de ds que puedan surgir
de la comunidad universitaria; el fortalecimiento de grupos de voluntarios
ambientales que se implican de una forma directa en la realización
de acciones sobre el medio, o en la realización de campañas
dinámicas, imaginativas y lúdicas de sensibilización
sobre temas específicos, son algunos ejemplos de las múltiples
alternativas que se pueden desarrollar. Un campus activo, dinámico
y vivo, es la mejor garantía de que quienes lo frecuentan
puedan asumir como cotidianas las prácticas de la sostenibilidad.
Es importante señalar que los resultados que se logren
alcanzar en cuanto a la sensibilización de la comunidad universitaria
pueden tener un efecto multiplicador en el conjunto de la sociedad.
Los universitarios que sean conscientes de ello deberían
transferir los modelos de gestión sostenible aprendidos y
vividos a los ámbitos de las instituciones públicas
y privadas en las que adquieran facilidades de desarrollar su vida
profesional futura. No hay que olvidar que los universitarios de
hoy serán los responsables de dirigir la sociedad en un futuro
quizás no muy lejano. Un cambio en su forma de asumir la
sostenibilidad del funcionamiento de las instituciones puede ser
vital para producir cambios profundos y duraderos.
Para abordar de forma progresiva este reto, es importante contar
con una estrategia que pueda orientar a la universidad en su compromiso
con el desarrollo sostenible. En los últimos meses, Benayas
y de Alba (2006) identificaban los siguientes pasos o etapas:
Establecer un compromiso
institucional y una visión estratégica de la sostenibilidad
en la propia universidad. Desarrollar una estructura
de funcionamiento que asegure el compromiso y la actuación
dentro del gobierno y de la gestión de la universidad. Fomentar y consolidar
el compromiso de base de la comunidad universitaria, creando cauces
de participación en la toma de decisiones. Desarrollar y mantener
un servicio técnico que asegure la aplicación y
el fomento de las políticas de sostenibilidad. Institucionalizar los
resultados, estableciendo procedimientos de seguimiento y de evaluación
de la sostenibilidad en la universidad.
Estos pasos, enmarcados o no en un proceso metodológico
de la Agenda 21 local, del emas o del iso-14000, o simplemente en
un plan estratégico, es posible que sirvan para que las universidades
inicien un camino certero hacia la sostenibilidad. Son muchos los
frentes que es necesario abordar, pero es importante mantener un
trabajo continuo que se inicie con temas concretos, para ir ampliándolos
después a otros ámbitos y a otras necesidades. Tal
vez nunca alcancemos el final de este camino que es el ds, pero
una panorámica del trayecto que se ha recorrido nos dejará
la satisfacción de las mejoras y de los cambios que hemos
conseguido generar en nuestro entorno.
En el ámbito español, las universidades han comenzado
a dar unos pasos sólidos en este sentido, al constituirse
en el año 2002 el grupo de trabajo para la «Calidad
Ambiental y el Desarrollo Sostenible» dentro de la Conferencia
de Rectores de las Universidades Españolas (crue). Dicho
grupo, integrado por unas treinta universidades, ha constituido
diferentes grupos técnicos de trabajo, y se ha encargado
de poner en marcha proyectos conjuntos y de desarrollar jornadas
de intercambio de experiencias y de información. Hasta la
fecha, ha elaborado distintos documentos que pretenden servir de
referencia para todas las universidades, como son las declaraciones
sobre Sostenibilidad curricular, Cultura preventiva y
Mejora ambiental de edificios. La creación de estas redes,
de estas asociaciones y de estas alianzas, es, como recoge la Década,
otro de los objetivos que se pretenden alcanzar para ayudar a realimentar
y a fortalecer las experiencias sobre educación para un desarrollo
sostenible.
En síntesis, las universidades deben asumir un papel que
habrá de tener gran relevancia en la transformación
de la sociedad actual, y, por tanto, deben ser protagonistas fundamentales
de las acciones que se emprendan dentro del marco de la Década
de la Educación para un Desarrollo Sostenible.
7.3 Implicaciones del Decenio para los ayuntamientos y para
las entidades de gestión local del territorio y de otros
escenarios socioeducativos
Si importante es iniciar nuevos programas e intervenciones, más
aún lo será construir cauces de cooperación
con los ya existentes. La época de las historias paralelas
ha quedado atrás, y ahora nos encontramos en la era de la
convergencia de los instrumentos; los planes realizados unilateralmente
por las administraciones, o de los que han sido dinamizados desde
los organismos internacionales, no podrán aplicarse si no
han sido consensuados primero con todos aquellos actores y agentes
que deben llevarlos a cabo. Una de las opciones para que el Decenio
pueda tener éxito reside en su capacidad para establecer
alianzas y para coordinar esfuerzos con proyectos y con iniciativas
en curso, así como para generar confianza en los nuevos programas
que se pongan en marcha tanto en el sector público como en
el privado.
En los últimos años hemos asistido a un despliegue
importante de iniciativas en el contexto local, en los órganos
de gestión municipal, en las asociaciones y organizaciones
no gubernamentales, en las escuelas y en las instituciones de educación
formal, en las aulas de naturaleza y en los centros de educación
ambiental tanto dentro como fuera de los espacios protegidos, en
los sindicatos, en las empresas, en los medios de comunicación
de masas, etc. Los problemas ambientales constituyen hoy una de
las preocupaciones prioritarias, que, de forma sistemática,
recogen los sondeos y las encuestas. Los cauces de participación
pública desde la esfera de la vida privada o desde el mundo
profesional, son cada vez mayores. La búsqueda de consensos
en los modos de intervención y en las propuestas metodológicas,
se ha convertido en una necesidad urgente y en una exigencia que
tenemos el deber y el derecho de reivindicar.
Las Agendas 21 locales, las diferentes estrategias contenidas
en los convenios de cooperación ambiental sobre clima, sobre
biodiversidad, sobre humedales, ríos y bosques, sobre educación
ambiental, sobre alfabetización; las ecoescuelas, las escuelas
verdes, los centros de recursos ambientales, los programas sobre
ciudades saludables y sobre voluntariado ambiental; los planes de
ecoeficiencia institucional, las redes de ciudades saludables y
sostenibles, de ciudades por la economía solar, la apuesta,
la huella ecológica, sumando energías, ambientalia-ciudad
21, ecocampus empresarial, ambientalización industrial...,
todos ellos son ejemplos de iniciativas, que, a distinta escala
y con destinatarios diferenciados, tienen ya una tradición
consolidada y una alta respuesta institucional, que ha venido contribuyendo
a un aumento de la participación, de la sensibilización
y de la implicación de los ciudadanos y de los sectores profesionales
en acciones de conservación y de sostenibilidad.
La posibilidad de trabajar acerca de cuestiones ambientales en
los centros escolares, en las empresas, en las instituciones públicas
y en las organizaciones sociales enmarcadas dentro de un proyecto
de ambientalización consistente y sólido; el hecho
de poder implicar en un mismo proyecto a toda la comunidad o a diferentes
sectores profesionales adoptando metodologías participativas
y compromisos tangibles en cuestiones de energía, de uso
del agua, de movilidad y transporte, de manejo de residuos; el enfoque
de esos proyectos hacia la mejora y hacia la acción directa
en la esfera de lo personal y de lo profesional; la posibilidad
de trascender el perímetro de la propia organización
y de la institución para solapar esfuerzos en el territorio;
la opción de incorporar buenas prácticas ambientales
y hábitos respetuosos con el medio ambiente en los diferentes
sectores profesionales y en los planes de formación empresarial;
la oportunidad del trabajo en red; los programas flexibles y dinámicos
abiertos a la innovación continua; la implicación
y la colaboración activa de diferentes administraciones y
entidades en proyectos conjuntos de carácter intersectorial
a medio y largo plazo, son testimonios de que las sociedades avanzan
hacia la conquista de nuevos retos con pruebas de sentido común
y de inteligencia sostenible, que van más allá del
marketing, de la propaganda publicitaria, de la moda y del
mercantilismo. Sin lugar a dudas, el Decenio de la unesco es una
oportunidad para el avance en esta dirección15.
8. La preocupación por los logros y por los resultados
tangibles de la Década
El cambio que necesitamos tendremos que construirlo nosotros mismos;
no hay soluciones prefabricadas. Está claro que los problemas
ambientales surgen del uso que hace la sociedad de los recursos
naturales, y que la contaminación procede de formas de producción
poco eficientes y de unos estilos de vida insostenibles; son, por
tanto, problemas sociales (Calvo, 1997a, p. 6); y también
que en esa misma realidad está la de aquellos otros países
que, aun teniendo una gran riqueza en biodiversidad y en tradición
cultural, viven en la miseria más absoluta. Aquí los
problemas sociales y los problemas ambientales se confunden como
partes indisociables del todo al que pertenecen. Cada contexto,
cada problema, cada grupo humano, tiene que inventar su propio desarrollo
de acuerdo con su cultura, contando con las condiciones físicas,
biológicas y socioeconómicas de su medio. Las sociedades
más avanzadas, las que cuentan con mayores recursos científicos,
materiales, tecnológicos y humanos, deben apostar por una
cooperación eficiente que ofrezca resultados y pruebas convincentes
de avance y de desarrollo. Sin embargo, no se trata sólo
de actuar, sino que es necesario reflexionar, debatir y negociar
para ir ajustando con más precisión la coordinación
en el uso de los instrumentos sociales.
A un año de su implementación, la Década
ha comenzado su andadura. Las críticas están servidas,
y las señales de alarma encendidas. Los fracasos acumulados
en Johannesburgo respecto al grado de cumplimiento de los objetivos
planteados en Río diez años antes, no pueden por menos
que generarnos dudas legítimas sobre la efectividad de una
empresa de esta envergadura. Se ha puesto especial énfasis
en la confusión y en la incertidumbre generadas por este
evento, ante los esfuerzos históricos del colectivo profesional
de los educadores ambientales. Si bien el documento de la unesco
contempla en varias ocasiones la necesidad de establecer procedimientos
de evaluación y de seguimiento de las acciones y de las iniciativas,
deja muchas dudas sin resolver acerca de cómo, con qué
instrumentos, por quién y en qué momento se llevarán
a cabo dichas evaluaciones.
El Decenio es una iniciativa larga y compleja; desde su inicio
debe disponer de medios suficientes para su seguimiento y evaluación,
a falta de los cuales será imposible saber si el Decenio
da resultados y cuáles. Una de las principales tareas del
seguimiento y de la evaluación consistirá en determinar
indicadores apropiados, pertinentes y mensurables en todos los
planos –local, nacional, regional e internacional–,
y para cada iniciativa y programa... Los resultados del seguimiento
y de la evaluación se utilizarán para analizar y
para modificar la orientación de los programas a lo largo
del Decenio, de modo que las actividades sean pertinentes y eficaces.
Cada dos años deberá publicarse un informe dirigido
al público en general en aras de promover la sensibilización,
y para divulgar los avances del desd16.
De manera paralela, al comienzo de la Década surgió
un movimiento generalizado de preocupación por la evaluación
de la sostenibilidad, que ha comenzado ya a ofrecer algunas pruebas
contundentes sobre este tema, y que, en nuestra opinión,
puede brindar instrumentos metodológicos de gran interés.
Tomando como referencia las metodologías al uso para la construcción
de indicadores orientados hacia sociedades sostenibles, asistimos
en los momentos actuales al «boom de la era de los
indicadores», tal vez como movimiento pendular preventivo
de este idealismo explícito con el que se presentan los discursos
bien intencionados. Quizás también como instrumento
de seguimiento y de control operativo de la eficacia de los programas,
de los planes y de las actuaciones en los contextos, en los individuos
y en los territorios a los que van destinados. Esta reacción
está siendo especialmente activa en el campo profesional
de la educación ambiental, donde se viene reivindicando la
necesidad de objetivar los logros de los múltiples programas,
actividades e iniciativas de educación ambiental. Dado que
son muchas las instituciones, las asociaciones, las empresas privadas
y los colectivos ciudadanos implicados en el diseño y en
la aplicación de diferentes programas de sostenibilidad,
y que las intervenciones educativas son procesos lentos y progresivos
que no producen cambios inmediatos en los sujetos, no resulta fácil:
[...] poner de manifiesto la existencia de una cierta relación
directa entre la mejora de ciertas condiciones ambientales o la
disminución de determinados problemas ecológicos,
y la realización de una determinada intervención
educativa. Por este motivo, la evaluación de los efectos
ambientales de nuestros programas de ea debería ser el
referente de análisis prioritario para valorar el éxito
de nuestras actuaciones educativas. Es importante contar con indicadores
que nos permitan conocer si la realización de itinerarios
ecológicos, las estancias en aulas de la naturaleza, las
implicaciones en campañas de participación ciudadana,
o la inclusión de los temas ambientales en los programas
escolares, por poner sólo algunos ejemplos de intervenciones
de ea, están consiguiendo reorientar la marcha vertiginosa
de la degradación ambiental a la que se enfrenta el medio
en el que vivimos. De lo contrario, no podremos valorar si la
orientación y los métodos que estamos empleando
en nuestros programas de ea son los más apropiados o, simplemente,
están cumpliendo una función decorativa (Benayas,
Gutiérrez y Hernández, 2003, p. 13).
Los primeros estudios llevados a cabo a finales de los 80 y a
comienzos de la década de los 90 en España, ya reconocían
la tendencia creciente que se estaba experimentando en los presupuestos
dedicados de manera explícita a infraestructuras, a programas,
a campañas y a actividades de educación, de capacitación
y de formación relacionados con el medio ambiente. En un
estudio realizado por la ya extinta Dirección General de
Medio Ambiente de España (1989), se ponía de manifiesto
el espectacular incremento que habían experimentado los presupuestos
de la Administración destinados a programas de ea. Teniendo
en cuenta sólo a la Administración central y a las
autonómicas en 1981, las partidas presupuestarias alcanzaban
la cantidad de unos veinte millones de pesetas. En 1987, esta cifra
había aumentado de forma notable, hasta alcanzar un volumen
cercano a los ochocientos millones. Unos años más
tarde (1990), el presupuesto del servicio de ea de la Consejería
de Medio Ambiente de una sola comunidad autónoma, la de Castilla
y León, ascendía ya a seiscientos millones de pesetas
(Benayas, 2000). Estudios más recientes (Benayas, Gutiérrez
y Hernández, 2003) basados en indicadores de desarrollo de
la ea en relación con el gasto por habitante según
el Producto Interior Bruto de cada comunidad, muestran el esfuerzo
realizado por las distintas administraciones territoriales autonómicas
en relación con la ea17.
Un importante número de trabajos recientes de ámbito
internacional, que hacen uso de metodologías comparables
tomando como referencia una surtida cantidad de variables comunes,
empieza a arrojar algunos resultados y ciertas tendencias muy claras
acerca del gran esfuerzo que se viene haciendo por contribuir a
la mejora de las condiciones ambientales del planeta en distintos
países. Los indicadores más usuales suelen tomar como
referencia la evolución del gasto y de las partidas presupuestarias
invertidas en diferentes tipos de programas, de campañas
y de intervenciones de heterogénea magnitud y de diverso
alcance. Especial interés tienen los seguimientos relacionados
con el mundo empresarial, con el de la industria y con el del mercado,
cuyos índices son muy reveladores acerca de un interés
creciente por adecuar los modos de producción y las técnicas
de elaboración de las materias primas desde modelos de gestión
integral de la calidad ambiental, que superan las estrictas decisiones
de control ambiental bajo modelos de «final de tubería».
Menos frecuentes son los trabajos y los esfuerzos de investigación
orientados a evaluar los efectos a corto, medio y largo plazo de
los convenios, de los planes, de los programas y de las acciones
ambientales en los contextos local, regional, nacional e intercontinental,
en términos de cualidad y de significado.
En el momento presente es importante parar esta máquina
un tanto desbordada de iniciativas ambientales, para poder iniciar
una reflexión pausada, pero profunda, sobre los avances y
sobre los logros conseguidos, así como acerca de los posibles
fallos o errores que se hayan podido cometer. Este análisis
nos puede ayudar a definir con una cierta perspectiva de futuro
las líneas más urgentes de actuación y de intervención.
El movimiento ambientalista y los educadores ambientales hemos aprendido
en estos últimos años de trabajo dos cosas. La primera
es que no tenemos en la mano las soluciones para los problemas,
que no sabemos cómo conciliar la satisfacción de las
necesidades humanas y las demandas de mejora social con la imprescindible
preservación de los sistemas naturales. La segunda es que
el cambio que necesitamos no se puede realizar únicamente
con medidas normativas, con acciones coercitivas ni con grandes
declaraciones internacionales. Es indispensable contar con la singularidad
de los contextos, y es imprescindible partir de las demandas de
las poblaciones para aceptar el principio de que «cada uno
cambia por sí mismo», puesto que «nadie puede
cambiar por otro», y, de esta forma, poder reconocer el valor
real que la diversidad cultural encierra como valor añadido
para el progreso de la humanidad, haciendo alarde de la máxima
de que «donde todos piensan igual, nadie piensa demasiado».
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Unmp (2000): Millennium Declaration. <http://www.unmillenniumproject.org/reports/index.htm>.
Notas
1 www.oei.es/decada/accion004.htm
2 En diciembre de 2002
la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la Resolución
57/254, en la que se proclamaba el Decenio de las Naciones Unidas
de la Educación para el Desarrollo Sostenible, y en la que
se le encomendaba a la unesco la elaboración de un Plan en
el que se enfatizara el papel de la educación como motor
indispensable para promover el desarrollo sostenible. La Conferencia
de Ministros de Medio Ambiente, celebrada en Kiev en mayo de 2003,
respaldó la iniciativa y asumió la responsabilidad
de promover en los respectivos países las directrices recomendadas
por la unesco en su Plan Internacional de aplicación del
Decenio de las Naciones Unidas de la Educación para el Desarrollo
Sostenible.
3 http://portal.unesco.org/education/es/ev.php-url_id=27234&url_do
=do_topic&url_section=201.htm>.
4 United Nations Millennium
Project (2000): Millennium Declaration. www.unmillenniumproject.org/reports/index.htm.
5 UNDP (2005): Draft International
Implementation Scheme Decade of Sustainable Environment, París,
UNESCO. http://portal.unesco.org/education/en/ev.php.
6 Palabras de presentación
de la Declaración de los Objetivos del Milenio.
7 El espectáculo
reiterado de Estados Unidos ante las exigencias del Protocolo de
Kyoto, es una prueba más de la falta de voluntad real para
emprender acciones políticas operativas que vayan más
allá de las palabras bien intencionadas.
8 United Nations Development
Programme (2005): Human Development Report. http://hdr.undp.org/reports/global/2005/pdf/HDR05_overview.pdf.
9 La Declaración
del Milenio es un Plan de Acción orientado en concreto a
ofrecer apoyo a los países más necesitados en temas
de gobernanza, de salud, de educación, de infraestructuras
y de acceso a los mercados, de sostenibilidad, de desarrollo y de
igualdad de género. Una información más completa
puede encontrarse en: United Nations Millennium Project (2000):
Millennium Declaration. www.unmillenniumproject.org/reports/index.htm.
10 unesco (2005):
Draft International Implementation Scheme Decade of Sustainable
Environment, París, unesco. http://portal.unesco.org/education/en/ev.php-url_id=36025&url_do=do_topic&url_section=201.html.
11 Organización
de Estados Iberoamericanos para la Educación la Ciencia y
la Cultura, www.oei.es/decada/accion004.htm.
Una versión del manifiesto propuesto se puede consultar en:
www.oei.es/decada.
12 Unión Mundial
para la Naturaleza, www.iucn.org/themes/cec/cec/home_
page.htm.
13 Argumenta González-Gaudiano
(2005, p. 275) que este empoderamiento no podrá alcanzarse
nunca con la simple adición de más contenidos y de
más actividades didácticas en los diferentes niveles
y modalidades de enseñanza, porque si bien implica cambios
cualitativos en la escolarización, la trasciende para ubicarse
como una condición que permite que nos convirtamos en una
sociedad del conocimiento. Y señala que lo deseable como
parte del proceso de implantación del Plan del Decenio sería
establecer mecanismos de colaboración internacional, con
especial mención de aquellos de carácter regional:
Norteamérica, América Latina y el Caribe, Europa,
Asia, África; poner énfasis en cuestiones relativas
al empleo, a la seguridad y a la lucha contra la corrupción
y la impunidad; a la educación para el consumo; a la paz,
la salud, el control de la natalidad, el ahorro energético
y la cultura del aprovechamiento del agua; al establecimiento de
redes intersectoriales que involucren a los distintos niveles de
las instituciones, en un esfuerzo de apoyo mutuo y de colaboración
entre entidades públicas, entes de colaboración social
y el sector privado.
14 Las siete estrategias
dejan infinitos huecos acerca del cómo, del quién,
de en cuánto tiempo y con qué recursos habrán
de hacerse operativas sus intenciones.
15 Un listado interesante
de 53 medidas concretas que se pueden adoptar en las instituciones
educativas aparece recogido en el artículo de D. Gil, A.
Vilches, y J. M. Oliva (2005): «Década de la Educación
para el Desarrollo Sostenible. Algunas ideas para elaborar una estrategia
global», en Revista Eureka sobre Enseñanza y Divulgación
de las Ciencias (2005), vol. 2, n.º 1, pp. 91-100.
16 UNESCO (2005):
Draft International Implementation Scheme Decade of Sustainable
Environment, París, UNESCO. ttp://portal.unesco.org/education/en/ev.php-url_id=36025&url_do=do_topic&url_section=201.html,
p. 51.
17 Cabe mencionar
que la mayor parte del gasto va destinada a campañas de sensibilización
ambiental, a comunicación y a divulgación ambiental,
aun a sabiendas de que la investigación disponible demuestra
la baja capacidad de estos programas para promover cambios de comportamiento,
de hábitos y de actitudes.
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