Modelos teóricos contemporáneos y marcos de fundamentación
de la educación ambiental para el desarrollo sostenible
José Gutiérrez Pérez, Teresa
Pozo Llorente *
SÍNTESIS: Sin tratar de agotar la extensión
y la complejidad del campo conceptual de la Educación Ambiental
para el Desarrollo Sostenible (eads), en este artículo nos
proponemos sacar a la luz algunos de los presupuestos teóricos,
metodológicos, epistemológicos y conceptuales al uso,
que dan cuerpo y que justifican la orientación de los programas
de intervención educativo-ambiental contemporáneos.
De igual modo, se intenta dotar al lector de un punto de vista amplio,
con criterios rigurosos, que haga posible analizar y hacer visibles
las múltiples identidades, la diversidad de fines y la heterogeneidad
de propósitos que hay detrás de cada práctica
de eads. Bajo una denominación plural, modelos teóricos
y enfoques contemporáneos, queremos poner de manifiesto que
no hay unanimidad en las prácticas, porque los modelos que
las sustentan encierran posicionamientos epistemológicos
diferentes respecto a los procedimientos, a las metodologías,
a los fines, a los agentes, a los medios, a los contextos y a los
instrumentos. Comenzamos con una revisión integradora de
los modelos contemporáneos que afectan al campo de la eads,
lo que nos lleva a diferenciar cinco grandes grupos de aportaciones
con diferente nivel de generalidad y con distinto grado de incidencia
práctica en la concreción de las propuestas pedagógicas
que ofrecen. Esta situación constituye una prueba más
de la versatilidad del campo y de su condición de parcela
dinámica condicionada por factores de índole diversa,
como son la economía, la política, la ciencia, la
tecnología, la cultura, la ética, la psicología,
la sociología y la educación.
SÍNTESE: Sem tratar de esgotar a extenção
e a complexidade do campo conceitual da Educação Ambiental
para o Desenvolvimento Sustentável (eads), neste artigo nos
propomos mostrar alguns dos orçamentos teóricos, metodológicos,
epsitemológico e conceituais ao uso, que dão corpo
e que justificam a orientação dos programas de intervenção
educativo-ambeintal conteporâneos. Da mesma maneira, se tenta
dotar o leitor de um ponto de vista amplo, com critérios
rigorosos, que permita possível analisar e tornar visíveis
las múltiplas indetidades, la diversidade de fins e a heterogeneidade
de propósitos que há atrás de cada prática
da eads. Sob uma denominação plural, modelos teóricos
e enfoques contemporâneos, queremos pôr de manifesto
que não há unanimidade nas práticas, porque
os modelos que as sustentam fecham posicionamentos epistemológicos
diferentes a respeito dos procedimentos, às metodologias,
aos fins, aos agentes, aos meios, aos contextos e aos instrumentos.
Começamos com uma revisão integradora dos modelos
contemporâneos que afetam ao campo da eads, o que nos leva
a diferenciar cinco grandes grupos de contribuições
com diferente nível de generalidade e com diferente grau
de incidência prática na concreção das
propostas pedagógicas que oferecem, Esta situação
constitui uma prova a mais da versatilidade com campo e de sua condição
de parcela dinâmica condicionada por fatores de índole
diversa, como são a econômia, a política,
a ciência, a tecnologia, a cultura, a ética, a psicologia,
a sociologia e a educação.
1. ¿Para qué explicitar y diferenciar los modelosen
educación ambiental?
La necesidad que tiene la eads de clarificar y de hacer visibles
sus modelos teóricos y sus marcos de fundamentación,
es el resultado de una fase de mayor racionalización de las
prácticas, si bien los modelos sin prácticas, por
sí mismos, los programas y los proyectos sustantivos que
los desarrollan, no son más que argumentos retóricos
y abstracciones exentas de instrumentación. Pensar la eads
como una amalgama de iniciativas con distinto grado de intencionalidad
y con una pluralidad de modalidades de ejecución y de puesta
en práctica, es un avance posible gracias al esfuerzo teórico
que venimos haciendo en los últimos años sobre el
tema desde diferentes comunidades de prácticas (Orellana,
2002, Tilbury y Cooke, 2005, Sauvé, 2005). Hemos afirmado
en otras ocasiones que la eads ha tocado techo en sus aportaciones
teóricas y que faltan más aportaciones sistemáticas
de investigación, para poder rehacer y repensar las argumentaciones
con más contundencia, realismo y fundamentación (Gutiérrez,
2002).
La educación ambiental que se promueve y que se desarrolla
en la actualidad no tiene una manifestación única,
ni se ajusta a un prototipo exclusivo de intervención educativa
característico; más bien existen prácticas
diversas orientadas por intereses divergentes, mediatizadas por
recursos, por contextos y por instrumentos de variada naturaleza,
y que son promovidas por agentes de carácter heterogéneo.
La ea forma parte de una larga trayectoria histórica,
a través de la cual ha ido adquiriendo una triple pertinencia:
social, ambiental y educativa. En la ea surgen diversas corrientes
de pensamiento y de prácticas determinadas por las raíces
ideológicas y éticas de los diversos protagonistas,
y por las diferentes representaciones de la educación,
del medio ambiente y del desarrollo que ellos adoptan (Sauvé,
Orellana, Sato, 2002).
Una visión sistemática de esta multiplicidad de
prácticas no sería viable sin abordar, de entrada,
un planteamiento más exigente acerca de la naturaleza implícita
de los fundamentos ideológicos, antropológicos, políticos,
económicos, psicológicos, filosóficos y educativos,
así como sin los argumentos que subyacen en cada iniciativa
y que dan significado a la intencionalidad que marcan los conceptos,
las teorías y los presupuestos que los avalan y que dan cobertura
al trabajo diario de los educadores, a las prácticas de los
planificadores, a los procedimientos de los gestores y a los diseños
creados por investigadores interesados en el campo disciplinar del
medio ambiente, o a la acción profesional directa en contextos
laborales diferentes. Sólo de la confluencia y del mutuo
enriquecimiento de estos saberes (antropológico, psicológico,
sociológico, económico, ecológico [...], sugieren
Caride y Meira (2001, pp. 194-196) que es factible construir una
imagen coherente y compleja de la crisis ecológica contemporánea,
de cómo es interpretada y racionalizada por el pensamiento
humano, de la orientación normativa que han de adoptar los
cambios que permitan superarla, y, en fin, del sentido y del papel
que tiene la eads como una educación con vocación
de ir hacia la integración del desarrollo humano en las coordenadas
de una progresiva reconciliación con el medio ambiente. De
hecho, su antecesora disciplinar en el estudio de las interacciones
y de los ecosistemas, la ecología, tiene también unos
orígenes multidisciplinares inequívocos, tal como
reconoce Parra (1984, p. 114):
La ecología es una ciencia pirata que jamás ha
dudado en rapiñar conocimientos de otras disciplinas. Su
gran acierto ha sido el de poner en conexión conocimientos
dispersos que han encontrado nueva luz al relacionarse entre sí.
A la gestación de la ecología han contribuido saberes
tan dispersos como la agronomía, la descripción
del paisaje geográfico, la fisiología, la etología,
la demografía [...].
Hay que hacer notar que en el sector educativo-ambiental jugamos
con la desventaja de que aún no se ha logrado alcanzar una
formulación disciplinar tan rigurosa como la de la ecología,
ni tampoco se ha obtenido una óptima institucionalización
en las administraciones, en los organismos de gestión y en
instituciones universitarias que la legitimen y que le otorguen
suficiente credibilidad social. La heterogeneidad de colectivos
profesionales ligados al mundo del medio ambiente es otro factor
que hay que considerar en la dispersión de logros. Del mismo
modo, las preocupaciones ambientales no han llegado a formularse
en el seno de las Ciencias Sociales con toda la complejidad y la
multidimensionalidad que requieren. Beck (1998, p. 72) llega a afirmar
que:
La ecología ha incurrido en el delito de olvidar a la
sociedad, en la misma medida en la que la ciencia y la teoría
sociales se fundamentan en el olvido de la ecología. Con
los términos de sistema y de medio ambiente se han delimitado
claramente dos territorios que se desprecian mutuamente, sin darse
cuenta de que la atención colectiva hacia las cuestiones
ecológicas viene predeterminada por la situación
de mezcla de la sociedad y de la naturaleza, en la que las amenazas
ecológicas son siempre amenazas del sistema social.
Caride y Meira (2001, pp. 194-197) insisten en la necesaria huida
de cualquier concepción epistemológica reduccionista
o dogmática, dentro de los compromisos que exige la eads,
y les lleva a proponer una opción paradigmática dialéctica
e interdisciplinar –en la forma y en el fondo–, en la
que lo eco-cultural, lo eco-social, lo eco-pedagógico, disfruten
de la misma estima que lo eco-biológico. Esta propuesta adquiere
sentido en la medida en la que «el cambio global que se precisa
para dar respuestas adecuadas a la crisis ambiental es esencialmente
normativo y complejo, poco o nada dependiente de un ser ecológico
más o menos objetivado e interiorizado. No renunciamos, con
ello, a las posibilidades que ofrece la Ecología para ampliar
la mirada o la iniciativa social, sino que nos afirmamos en la voluntad
de promover para la eads un conocimiento compartido, problematizado
por los diferentes vectores sociales, económicos, culturales,
científicos [...] que condicionan las relaciones humanas
con los sistemas de la Biosfera y que, al mismo tiempo, son condicionados
por éstos [...]; que la práctica educativo-ambiental
se concentre en los elementos socioculturales, sobre todo en aquellos
que se refieren a los modos en los que los grupos humanos representan
e inciden directa o indirectamente sobre el entorno (estilos de
vida, sistemas de producción y de consumo, procesos tecnológicos,
etc.), provocando su resignificación, su transformación
o su alteración. La adopción de una u otra perspectiva
se plasma en dos formas también contrapuestas de entender
la eads: como una tecnología social cuyo fin último
es minimizar los impactos ecológicos negativos de la civilización
industrial mismos, suscribiendo las “tesis blandas”
del desarrollo sostenible; o como una “pedagogía o
práxis crítica” cuyos fines y estrategias de
acción inspiran proyectos –en ocasiones cargados de
contenidos utópicos– de cambio global hacia una civilización
“socialmente más justa y ecológicamente sostenible”».
Esta dualidad de modelos constituye una constante en el campo
ambiental, y los énfasis se ponen en uno o en otro enfoque
según la procedencia disciplinar de los autores y de su formación
de origen. Aun así, y a pesar de la complejidad intrínseca
que caracteriza a cualquier ecosistema, los cambios en el medio
natural son mucho más factibles y controlables que en el
medio social. El medio social está determinado por el mundo
de los significados de las ideologías, de las creencias,
de los valores, de los sentimientos y de las emociones; el mundo
de lo natural es el mundo de los fenómenos físicos,
de los objetos, de los espacios, de lo medible, de lo parcelable
y de lo cuantificable. Al mundo de lo natural nos acercamos desde
la tecnología industrial, e intervenimos en él a partir
de las descripciones que nos ofrece la ciencia mediante sus modelos,
sus estructuras y sus leyes. El mundo de lo social es el mundo de
la complejidad por antonomasia, el mundo de lo subjetivo, de las
reivindicaciones, de las conquistas y de las revoluciones; las únicas
tecnologías que cuentan con un lugar son las de la participación,
la democracia y la búsqueda del cambio voluntario, desde
una tecnología social basada en la igualdad, en la equidad
y en el respeto a los derechos humanos. El campo de lo ambiental
requiere instrumentos de los dos mundos, del científico y
del social, del simbólico y del tecnológico, aunque
construir cambios duraderos en el mundo de lo social es complejo
y dificultoso. El cuadro 1 muestra esta dualidad de concepciones
entre el mundo de las Ciencias Naturales y el de la Ciencias Sociales:
Estas diferencias entre el primero y el segundo modelo se prestan
a la confrontación entre las dos culturas de Snow (1983),
entre los dos mundos de los filósofos de la ciencia (Bunge,
1987; Prigogine, 2000, y Popper, 1985), y entre los dos mitos clásicos
de la literatura, que establecen fronteras físicas entre
lo científico y lo social. En nuestra opinión, no
hay cambio ambiental consciente si no se promueve antes el cambio
educativo y social, si no se establecen y se articulan los correspondientes
mecanismos que permiten intervenir con racionalidad en el devenir
de los acontecimientos. Muchas de las técnicas y de las herramientas
que necesitamos en el campo de las Ciencias Sociales aún
no las hemos inventado, y requieren la ayuda de la cultura para
que su diseño cristalice. Las estrategias y los planes ambientales
deben promover cambios conscientes y voluntarios en el mundo de
lo ambiental y de lo social, a partir del trabajo educativo en los
múltiples ámbitos de la política, de la empresa,
de los sindicatos, de los medios de comunicación. Los planes
estratégicos ligados al medio ambiente, en sus diferentes
dimensiones y facetas, constituyen un instrumento de empoderamiento
de los profesionales de la eads.
Tabla 1
Mundo de las Ciencias Naturales
|
Mundo de las Ciencias Sociales
|
Mundo físico, de
los objetos, de los espacios. |
Mundo de los significados,
mundo de las idelologías, mundo de las creencias. |
Mundo parcelable |
Mundo de los valores, mundo
de los afectos y de las emociones y de los sentimientos |
Mundo cuantificable y medible |
Mundo de los subjetivos |
Mundo de los modelos |
Variables complejas de los
individuos, de las organizaciones, de las culturas y de las
sociedades. |
Mundo de las estructuras |
Mundo de la complejidad
de lo individual y de lo social. |
Mundo de las leyes |
Mundo de las conquistas
sociales, de las revoluciones y de las reivindicaciones. |
Ingeniería de intervención
en el mundo físico, espacial, de los objetos, de los
genes, de los átomos. |
Ingeniería de intervención
en los grupos sociales, en las sociedades, en las mentes... |
Tecnología industrial |
Tecnología social
¿política? |
El cambio social requiere de lo educativo; no
hay cambio social consciente sin una mediación educativa
estructurada o semiestructurada más o menos consciente y
programada. El cambio ambiental requiere de lo social y de lo educativo;
no hay cambio ambiental sin una conciencia clara de hacia dónde
orientar las decisiones de gestión, de interacción
y de intervención en el medio. No hay cambio eficaz sin un
marco de referencia explícito, discutido, consensuado, no
sectario ni fundamentalista. El origen de los cambios puede ser
consciente o inconsciente, espontáneo o programado, involuntario
o dirigido, deseable o indeseable, orientado por la intervención
humana, o al libre albedrío del devenir1.
Tabla 2
Cambios inconscientes
|
Cambios conscientes
|
Cambios no programados, espontáneos, descontrolados |
Cambios programados, dirigidos, controlados. |
Cambios involuntarios, indeseables, sin control
humano |
Cambios voluntarios, dirigidos, deseables |
González-Gaudiano (1997, pp.112-113) insiste también
en esta perspectiva integradora, que permite desplazar los cambios
de lo social y de lo natural hacia una dirección premeditada,
aunque pone énfasis en los aspectos sociales: la eads debe
ocuparse de la comprensión individual y colectiva cotidiana
en la que se desarrollan las interacciones entre los grupos humanos
y el medio social, cultural y material –sin ignorar la importancia
de mantener una perspectiva regional y global–, para contribuir
a la formación de ciudadanos con nuevos criterios de responsabilidad
con ellos mismos, con su grupo social y con su entorno natural,
tendiendo a la construcción de una nueva ética para
la sustentabilidad ambiental (natural y social).
2. Los Modelos de Educación para el Desarrollo Sostenible
Antes de abordar la descripción detallada de los modelos,
resulta pertinente aclarar que, al hablar de modelos y de marcos
de fundamentación en ea, entendemos que:
Un modelo es
una estructura diferente a una metáfora, ya que posee unas
características de articulación, de coherencia y
de capacidad de predicción que las demás no poseen.
Distintas personas
o colectivos entienden cosas diferentes sobre la idea de «modelo».
Por el momento
no disponemos de un modelo común, o, lo que es lo mismo,
«hay una oferta excesivamente amplia y confusa» (Jiménez
Aleixandre, 2000, p. 168) de modelos; algunos autores llegan a
distinguir «varias decenas de modelos dirigidos a diferentes
campos o tipos de objetivos: decomprensión de conceptos,
de desarrollo afectivo, de modificación del comportamiento,
etc., los cuales, puesto que se aplican en distintos contextos
y con diferentes propósitos, no siempre son mutuamente
excluyentes».
No existe un
modelo perfecto, ni enfoques que resuelvan todos los problemas
que ocupan el interés de la eads; tampoco hay un método
que tenga éxito en la totalidad de los contextos y para
la multiplicidad de objetivos que se persiguen.
Hay modelos
que han tenido una gran influencia en la realidad y que perviven
en el tiempo de forma estable, frente a otros más recientes
que tratan de aportar aspectos novedosos o descuidados, y que
abordan problemas de actualidad no contemplados en los anteriores.
No hay que
perder de vista que en la realidad, y según los contextos
de intervención, los modelos «raramente se practican
de forma uniforme y coherente, siendo frecuente que las estrategias
de un modelo aparezcan combinadas con los de otros» (Jiménez
Aleixandre, 2000, p. 169).
Hemos de ser
conscientes de que, al construir un modelo, estamos simplificando
una realidad mucho más compleja; tampoco podemos obviar
que cada modelo tiene unas coordenadas históricas, y que
no por ser tradicional deja de tener valores positivos, pues hay
una tendencia generalizada a criticar con mayor ligereza lo estructurado,
y a dar por bueno, de entrada, lo alternativo y lo innovador,
siendo esto último menos fácil de evaluar que lo
primero, sencillamente por ausencia de referencias que lo hagan
tangible.
Es recomendable el dominio de una extensa gama de fundamentos y
de modelos, ya que los educadores ambientales han de afrontar una
amplia gama de situaciones y de problemas de distinta naturaleza,
según los contextos de referencia en los que actúan.
Esta idea no significa literalmente que todo vale, pues los diferentes
objetivos a los que aspira la eads requieren un dilatado bagaje
de estrategias, y no cabe duda de que cada contexto es óptimo
para la aplicación de uno u otro modelo según convenga,
así como de hacer esfuerzos de complementariedad. Como argumenta
González-Gaudiano (1998, pp. 42-43):
Es fácil inferir la presencia de un verdadero «mestizaje
paradigmático» en el estado actual de la ea, donde
no resulta sencillo detectar los orígenes y las amalgamas
de lo que pensamos, decimos y actuamos en materia educativa [...].
La sustentabilidad enfrenta distintos planos de conflicto, desde
los teóricos hasta los instrumentales [...]. Los educadores
ambientales necesitamos empezar a producir conocimiento, no necesariamente
del tipo que se obtiene en un laboratorio experimental, sino el
que proviene del análisis de la realidad, para derivar
de ahí nuestras estrategias pedagógicas para construir
nuestras propias agendas.
Cinco son los tipos de aportaciones teóricas que pueden
contribuir a organizar los múltiples modelos vigentes, cada
uno de los cuales pone énfasis en el campo disciplinar y
en la cultura científica del que surge, apoyando sus argumentaciones
en los conceptos, en las tradiciones, en las teorías y en
los lenguajes propios de la disciplina en la que se ha formado el
autor que hace la contribución. En unos casos, las aportaciones
se plantean como marcos generales de fundamentación conceptual
que aspiran a ofrecer macrovisiones teóricas y esquemas epistemológicos
de alto nivel de elaboración, y que de una u otra forma condicionan
y fundamentan la evolución de la conceptualización
que se ha venido haciendo de la eads hasta el momento. En otros,
lo que se ofrece son simples directrices y esquemas normativos para
la intervención educativa, articuladas en propuestas metodológicas
bien fundamentadas, y en secuencias orientadas a clarificar la idea
de que las acciones de las sociedades humanas sobre el medio ambiente
son de carácter normativo, es decir, mediatizadas por intereses
que se legitiman en discursos éticos, políticos o
económicos, al compás de la evolución de las
condiciones de producción y de reproducción de la
especie humana (Caride y Meira, 2001, p. 195).
El primer grupo de aportaciones enfatiza los aspectos económicos,
sociopolíticos y filosóficos que hay detrás
de los diferentes modelos de desarrollo propuestos por diferentes
autores. El segundo grupo plantea una selección de las tradiciones
teóricas más influyentes en la eads desde las perspectivas
de la sociología, de la psicología y de la pedagogía.
3. Teorías económicas del desarrollo hacia
la construcción de sociedades sostenibles
Detrás de cada visión del desarrollo sostenible,
por abstractos que resulten los argumentos empleados, hay una concepción
diferente del aprovechamiento de los recursos y de la organización
de la vida social; hay que tener en cuenta que, hasta el momento,
la mayoría de los modelos y de las teorías socioeconómicas
que han ido apareciendo no han considerado el medio físico
y sus recursos como elementos integrantes de la actividad productiva,
salvo para entenderlos como insumos o como variables de entrada
exógenos a los diferentes modelos propuestos, denominados
en el lenguaje económico más puro bajo el eufemismo
de «externalidades», por cuanto en la producción
no se estima su coste como bienes valiosos (Yew-Kwang, 2004, pp.156-158;
Spangenberg, 2004, pp. 83-84). Un primer paso consiste en integrar
la estimación de costes muy locales ligados a consecuencias
ambientales de la producción, y transformarlos en variables
tangibles, si bien el problema se plantea cuando esos costes no
están ligados a consecuencias ambientales singulares (efecto
invernadero, pérdida de biodiversidad, infertilidad de suelos,
etc.). En el primer caso, la presión que ejercen los afectados
y las normativas locales, con un poco de suerte, obligan a que se
lleven a cabo estimaciones que transforman los daños ambientales
directamente en costes para productores y para consumidores. En
el segundo, tanto la estimación de costes como la identidad
de las víctimas escapan a la posibilidad de la justicia,
y dan lugar a preguntas como:
Cuando la evolución del efecto invernadero
haya desencadenado la inundación de Bangladesh, ¿tendrá
algún sentido realizar las estimaciones del coste de la
catástrofe a posteriori?, ¿cómo vamos a hacernos
cargo de las decenas de millones de refugiados? Quizá de
forma proporcional a la contribución que ha venido haciendo
cada país, en el pasado, a la polución atmosférica2 (Sachs,
2002, pp. 15-16).
Por su parte, Max-Neef (1998)3 distingue
cuatro teorías básicas sobre el desarrollo: las teorías
clásicas, la teoría de la modernización, la
teoría de la dependencia, y la teoría sustentable.
Cuadro 1
Teorías y presupuestos que la fundamentan
Teorías
clásicas sobre el desarrollo
— Basan sus planteamientos
y sus teorías en un modelo de sociedad agrícola,
en el que para garantizar un desarrollo continuado es necesario
ejercer un control de la natalidad que haga posible un crecimiento
de la variable capital.
Teoría
de la modernización
— El desarrollo de una
sociedad se ajusta a la superación de una serie de
etapas progresivas, que van desde una sociedad tradicional
a la sociedad de consumo. Este proceso requiere unas condiciones
económicas adecuadas, entendiendo por economía
lo que es un conjunto de actividades institucionalizadas que
combina recursos naturales, trabajo humano y tecnología,
para adquirir, para producir y para distribuir bienes materiales
y servicios especializados de una manera estructurada y repetitiva.
«Maestros y escuelas satisfacen, evidentemente, las
necesidades instrumentales de las complejas civilizaciones
industriales, adiestrando a cada generación en los
servicios técnicos y de organización necesarios
para la supervivencia y para el bienestar» (Harris,
1998, p. 298).
Teoría
de la dependencia
— Esta teoría
se basa en una concepción de la economía denominada
«centro-periferia», en la que se produce un fuerte
proceso de centralización de los modos de producción,
de las estrategias de comercialización, y de los procedimientos
de consumo gestionados por monopolios que ejercen hegemonía
y control sobre las leyes de los mercados. Los medios de comunicación,
los procedimientos de marketing y la publicidad,
actúan como soportes fundamentales de este modelo de
organización socioeconómica. El modelo que nos
ocupa obliga a abrir las economías de los Estados periféricos
a la lógica del mercado mundial, a orientar sus estructuras
productivas hacia la exportación, a destinar gran parte
de sus presupuestos al pago de la deuda externa [recortando
el limitado gasto social que habían destinado a sectores
claves (energía, telecomunicaciones, transporte, etc.)],
y, finalmente, a devaluar sus monedas, eliminando los intentos
de muchos países periféricos de alcanzar una
vía propia de desarrollo (Fernández, 2002, p.
9).
Teoría
sustentable
— Parte de la idea de
que es necesario satisfacer las necesidades humanas en toda
su extensión geográfica y conceptual (incluyendo
la atención de cuestiones vitales de supervivencia
y de bienestar primario, de igualdad de oportunidades, de
acceso a la información, de desarrollo tecnológico,
de educación, y de construcción de sistemas
de organización social democráticos). La teoría
de la sustentabilidad, desde la perspectiva de Max-Neef, se
basa en un modelo de desarrollo a escala humana capaz de dar
respuesta a las necesidades básicas de subsistencia,
de protección, de afecto, de entendimiento, de participación,
de ocio, de creación, de identidad, y de libertad,
bajo un prototipo de economía respetuoso con los recursos
naturales.
|
Atendiendo a las múltiples definiciones conceptuales de
desarrollo sostenible que han proliferado en los últimos
años, se vislumbran diferentes enfoques que responden a variadas
ideologías (Jiménez, 2000, p. 127). Los enfoques tradicionales
de las teorías del desarrollo económico (como sinónimo
de crecimiento), han magnificado la idea de la acumulación
de capital en su forma y en su expresión artificial, ya sea
como capital físico (infraestructuras, industrias y bienes
de producción), ya sea como capital financiero intangible
(enriquecimiento monetario). En una visión de síntesis,
Jiménez (2000) diferencia entre modelos orientados hacia
una sostenibilidad débil, frente a los orientados hacia una
sostenibilidad fuerte. En su interpretación más fuerte,
el desarrollo sostenible o sustentable requiere que se produzcan
cambios estructurales de cierta envergadura, que estén acompañados
de cambios cotidianos en los estilos de vida, para que de ambos
se deriven efectos en términos de durabilidad (Caride y Meira,
1999, p. 9). Surge aquí una diferenciación necesaria
entre las ideas de crecimiento y de desarrollo: «crecimiento»,
equivalente al incremento cuantitativo, a la acumulación
de bienes y al aumento de la riqueza material y monetaria, frente
a la idea de «desarrollo», como proceso centrado en
las potencialidades, en las transformaciones estructurales y en
los cambios cualitativos en los modos y en las condiciones de vida.
Desde esta perspectiva (de sostenibilidad fuerte), la idea neoclásica
de la sustitución perfecta entre los componentes del capital
total, defendida por los partidarios de la sostenibilidad débil,
viola los principios de la termodinámica e ignora el papel
de la biodiversidad en la estabilidad de los sistemas naturales
(Jiménez, 2000, p. 135). El cuadro 2 que presentamos a continuación
delimita los dos enfoques, el débil y el fuerte:
Cuadro 2
Enfoques y modelos de sostenibilidad.
Presupuestos en los que se fundamenta
Sostenibilidad
débil
— Este planteamiento
pretende modificar los actuales modelos de desarrollo, incluyendo
consideraciones ambientales estrictamente correctivas. Predomina
un enfoque económico de la sostenibilidad, referido
al mantenimiento en el tiempo de una renta sostenible que
posibilite mayores cotas de consumo per cápita, más
utilidad de recursos naturales y tecnológicos, y un
mayor bienestar. La sostenibilidad se plantea como una nueva
modalidad de eficiencia económica aplicada al uso de
bienes y servicios del medio ambiente. El punto de partida
de quienes defienden esta posición es el de que existe
una posibilidad de sustitución perfecta entre las diferentes
formas de capital, siempre que el capital total en su conjunto
se mantenga constante, de manera que las poblaciones futuras
puedan incrementar, o al menos mantener estables sus posibilidades
de bienestar, mediante la transformación de los activos
naturales en activos artificiales o culturales. El medio ambiente
no juega un papel relevante en el proceso de desarrollo, que
se considera simplemente como una de las formas de capital
disponible y sustituible, siendo el agotamiento de los recursos
naturales no renovables una opción reemplazable por
los renovables. Desde esta perspectiva economicista, el bienestar
se puede mantener en forma de crecimiento progresivo, pero
siempre a costa de los activos y de los recursos naturales.
Sostenibilidad
fuerte
— Por su parte, este
planteamiento enfatiza el enfoque ecológico y conservacionista
de la sostenibilidad, partiendo de la base de que las condiciones
de incertidumbre, de ignorancia y de irreversibilidad en la
degradación de los sistemas naturales, así como
el agotamiento de los recursos, deben ser considerados por
encima de los criterios de eficiencia economicista. No se
puede pensar en sustituir el capital natural y transformarlo
en capital artificial o manufacturado, por la sencilla razón
de que existen determinados activos ambientales que son esenciales
para mantener las condiciones básicas de vida (la atmósfera,
el agua, la capa de ozono, el sistema climático, la
biodiversidad genética y cultural), frente a otros
activos que, aun siendo esenciales para el bienestar, no son
imprescindibles para la supervivencia humana, la de las especies
y la de los ecosistemas.
|
4. Teorías sociopolíticas y conflictos
de convivencia o derivados de la disputa por los recursos naturales
y por los territorios
4.1 Modelos basados en distintas formas de
entender el consumo y el aprovechamiento de los recursos
Pujol (2003), desde un planteamiento reflexivo global, establece
un marco de modelización cuyo campo aplicado hace referencia
a la educación del consumidor, aunque ella misma reconoce
que es viable su generalización al campo específico
de la eads, debido a la interrelación de metas, al solapamiento
de objetivos, y a la similitud existente entre las metodologías
educativas empleadas en uno y en otro campo pedagógico. Bajo
el concepto de educación del consumidor conviven diferentes
concepciones teóricas orientadas por finalidades, por objetivos
y por estrategias de actuación diferenciadas, y que, inspiradas
en las propuestas previas de otros tratadistas, la citada autora
reduce a las cuatro siguientes: la posición liberal, la posición
reformista, la posición responsable, y la posición
radical. Una síntesis de las ideas que abarca cada una de
dichas posiciones las resumimos en el cuadro 3 que presentamos a
continuación, distinguiendo en cada posición las finalidades
y las estrategias de actuación:
Cuadro 3
Posiciones: Finalidades y estrategias de actuación
Liberal
— Finalidades.
Asume abiertamente la sociedad de consumo como una
consecuencia de la evolución de las sociedades desarrolladas,
del progreso humano, y de los estados de bienestar. Elude
las implicaciones que ese modelo de consumo pueda tener para
el medio ambiente y para la colectividad, y centra su hilo
argumental en la defensa de los intereses individuales del
consumidor, y en su derecho a rentabilizar el rendimiento
de sus recursos en las mejores condiciones.
— Estrategias
de actuación. Acepta, por tanto, los
presupuestos que la sostienen, y plantea una educación
orientada a corregir los desequilibrios existentes entre productores
y consumidores.
Reformista
— Finalidades.
El consumo ocupa una posición importante dentro
del sistema económico y social. En la opinión
de Pujol, es una opción que se queda corta en sus aspiraciones,
pues promueve una visión restrictiva de las verdaderas
causas asociadas a los problemas de los consumidores. Los
consumidores deben ser selectivos en sus opciones de consumo,
y actuar críticamente ante las presiones del marketing
y de la publicidad.
— Estrategias
de actuación. La educación ha
de contribuir a ese análisis crítico, promoviendo
nuevos hábitos en los ciudadanos, y desvelando los
intereses ocultos de los productores.
Responsable
— Finalidades.
Concibe el consumo como una acción individual,
que afecta a la responsabilidad social y al compromiso personal
en la búsqueda de soluciones colectivas. El consumidor
responsable debe ir más allá de la simple relación
calidad/precio y de la persuasión publicitaria, para
llegar a cuestionarse aspectos relativos a los procesos de
producción, de distribución y de comercialización,
así como a los costes ambientales y a las implicaciones
sociales. Todo ello amparado en un marco normativo que regule
los procesos de producción, y que favorezca el desarrollo
de un movimiento asociativo constructivo con una participación
activa en lo económico, en lo social y en lo político.
— Estrategias
de actuación. La educación ha
de contribuir a desarrollar esa capacidad de compromiso y
de acción de los consumidores, a fin de que sepan actuar
con criterio y con conocimiento de causa sobre las implicaciones
ecológicas y sociales de sus acciones. Promueve la
idea de un consumo solidario y equitativo
Radical
— Finalidades.
Parte de una concepción neomarxista de la
realidad, en la que los problemas del consumo son el resultado
de las estructuras económicas y de las formas de organización
política, cuyas consecuencias más evidentes
son las desigualdades sociales y los desequilibrios ambientales.
Los ciudadanos no pueden conformarse con las formas de organización
y de producción vigentes, y deben hacer uso de su capacidad
de transformación y de cambio: autosuficiencia, equidad
y ecodependencia son los presupuestos básicos de este
modelo alternativo.
— Estrategias
de actuación. La educación, bajo
esta perspectiva, asume la responsabilidad y el compromiso
de promover en los ciudadanos una visión global y crítica
de su lugar en el mundo. La educación para el consumidor
está ligada a la acción social y al compromiso
político, social y ecológico.
|
4.2 Modelos ligados a tradiciones
histórico-filosóficas y a movimientos pacifistas
Desde un planteamiento más enfocado a las aportaciones
de la educación para la paz y hacia los enfoques derivados
de los movimientos pacifistas, López (2004, p. 842) distingue
los siguientes enfoques, todos ellos ligados, en mayor o menor medida,
a los discursos de la eads: Pacifismo Antinuclear, No violencia,
Pacifismo entreguerras, Pacifismo feminista, Pacifismo de derecho,
Pacifismo humanitario, Ecopacifismo y Ecosocialismo.
El cuadro 4 ofrece una selección de algunos de estos desarrollos
ideológicos, y da pruebas concretas de su aplicación
en contextos geográficos y en momentos históricos
diferenciados:
Cuadro 4
No violencia
— Ideas
relevantes. Denuncia de todas las formas, medios
y manifestaciones de agresión. Humanización
de la política; desarrollo de medios persuasivos, de
protesta, de resistencia civil, de no-colaboración,
de acción directa, de desobediencia civil, etc. Relación
indisoluble medios-fines; defensa alternativa y diplomacia;
tecnología de la no violencia.
— Ejemplos.
Liberación colonial de pueblos explotados
(India y Sudáfrica), defensa de los derechos civiles
y políticos (ee.uu.), movimientos antiapartheid.
Pacifismo
antinuclear
— Ideas
relevantes. Alternativas a la Guerra Fría:
contra la disuasión nuclear, contra el exterminio y
los bloques militares, contra las guerras neocoloniales,
contra la guerra preventiva, contra los gastos en armamento
y contra el complejo industrial militar.
— Ejemplos.
Movimientos de objeción de conciencia,
campañas de desarme nuclear, comunidades alternativas
de convivencia y de educación.
Pacifismo
humanitario
— Ideas
relevantes. Denuncia de la violencia estructural,
de la deuda externa, del desarrollo precario, del comercio
justo y solidario; defensa de los derechos humanos básicos
en países del Tercer Mundo; movimientos ante la explotación
infantil; defensa de la igualdad de las mujeres.
— Ejemplos.
ong de derechos humanos; cooperación
al desarrollo, ayuda humanitaria, defensa de minorías:
Amnistía Internacional, Médicos sin Fronteras,
unicef, Intermón, Cruz Roja…
Ecopacifismo
— Ideas
relevantes. Desarrollo a escala humana, hipótesis
Gaia, denuncia de las semillas transgénicas, sistemas
de cultivos biológicos y sostenibles, desarrollo de
la tecnociencia y de energías alternativas, preservación
de los ecosistemas, ecología de los pobres, derecho
de los animales.
— Ejemplos.
Cosmocentrismo, bioeconomía, energías
alternativas, indigenismo, movimientos socioecologistas, permacultura...
Ecosocialismo
— Ideas
relevantes. Alternativa política de corte
socialdemócrata, integrada por partidos verdes de diferentes
países de Europa occidental, que se inicia a comienzos
de los 70 tratando de armonizar planteamientos económicos
con respecto a lo ecológico, a la estructura social
y a la responsabilidad política. El ecosocialismo cuestiona
la ética de la explotación sin tasa de los bienes
naturales propia del capitalismo; critica el desarrollismo
productivista y la postura antiecológica del socialismo
democrático y del comunismo ortodoxo.
— Ejemplos.
Supone un poderoso estímulo para la transformación
de la izquierda en un sentido emancipador y rupturista con
la tradición socialdemócrata, y la creación
de partidos de signo verde-alternativos. El ejemplo de más
tradición en Europa está en Alemania.
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5. Teorías filosóficas y bioéticas
sobre la interacción ser humano-ambiente
Un marco para distinguir las dos tendencias filosóficas
y culturales dominantes que actualmente coexisten en el mundo occidental,
es aquel que distingue entre modernidad y postmodernidad. «Las
diversas opciones educativas no están desligadas de estos
movimientos contemporáneos, cuyos análisis han de
permitir aclarar los valores, las creencias fundamentales y las
principales expectativas que están detrás de cada
una de esas opciones» (Sauvé, 1999, p. 8).
Cuadro 5
Modernidad
— Ideas
relevantes. Creencia en el progreso, asociada
a la explosión del conocimiento científico
y a las promesas de la tecnología. Escenario óptimo
para el desarrollo de las principales teorías unificadoras
(liberalismo, capitalismo, socialismo, comunismo), y para
la búsqueda de principios que contienen valores universales.
La epistemología en la que se sustenta es la del positivismo,
basada en la búsqueda de la objetividad y de la racionalidad
instrumental como herramientas de legitimación del
conocimiento. Las éticas modernistas son antropocéntricas,
y aspiran a la creación de una sociedad del bienestar
inspirada en democracias orgánicas.
Postmodernidad
— Ideas
relevantes. Surge en un contexto de repulsa
hacia los planteamientos de la modernidad, de la reconstrucción,
del cuestionamiento y del cambio de los órdenes y de
los modelos de la modernidad. Adopta una postura relativista,
inductiva, socioconstructiva y crítica, que reconoce
la naturaleza compleja de los procesos sociales y la influencia
del contexto y de lo subjetivo en los objetos de conocimiento.
Designa el estado de la cultura después de las transformaciones
que han afectado a los modos de creación humana, tras
el fracaso de las promesas de emancipación de la humanidad
mediante la razón y el progreso científico-tecnológico.
Se abre paso como nuevo modo de pensar y de sentir, motivado
por el desencanto de la razón, por la incredulidad
ante los grandes relatos, por la disolución del sentido
de la historia, por la pérdida del fundamento, por
la fragmentación moral de las sociedades, y por la
desautorización de un método universal de construcción
y de elaboración del conocimiento. Las lógicas
de la objetividad, de la precisión y de la justificación
basadas en la cuantificación, dejan paso a la pluralidad
metodológica y a la exploración de la incertidumbre
y del relativismo moral y científico. Promueve el diálogo
entre los diversos tipos de conocimiento, y postula unos criterios
de validación apoyados en su relevancia para la transformación
de las realidades mediante una ética no antropocéntrica.
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Las aportaciones de Riechmann (2000) sobre los diferentes
posicionamientos éticos en la interacción del ser
humano con los recursos del planeta, lo llevan a distinguir nueve
enfoques diferentes, según se ponga énfasis en una
o en otra posición. Folladori (2000) simplifica las opciones
entre posiciones ecocéntricas y posiciones antropocéntricas.
De todas formas, las tradiciones más destacadas son, de forma
genérica, las que nos brinda la literatura (Singer, 2003),
entre las cuales sobresalen cuatro tipologías, que van de
lo particular a lo universal. Estas son: egocentrismo, antropocentrismo,
biocentrismo y ecocentrismo. Por ello advierte Riechmann (2000,
p. 143) que «no ha de entenderse lo que sigue como una sucesión
histórica (aunque incorpore ciertos elementos históricos),
sino como una especie de construcción ideal al servicio de
una propuesta de ética teórica y de ética normativa,
que permite esbozar una sucesión de nueve círculos
de responsabilidad moral centrados en el ser humano». El cuadro
6 resume estas posiciones:
Cuadro 6
Perspectivas éticas
Ética
egocéntrica
— Fundamentos.
En ella la comunidad moral y el círculo
de responsabilidad quedan reducidos a un solo individuo: uno
mismo. Sería la ética de los hombres libres
e iguales, parecidos a los colonos de un continente virgen
y despoblado, que se apropiasen individualmente de cuantas
riquezas pudieran. Esta posición moral es criticada
en el sentido de que toda ética requiere de la interrelación
y de la interdependencia; por eso, «la idea de que una
sociedad se componga de individuos independientes es tan absurda
como la de que un libro se componga de letras independientes»
(Riechmann, 2000, p. 144).
Ética
del grupo reducido
— Fundamentos.
Esta posición moral destaca la idea de
que las sociedades industriales, al igual que otras sociedades
ancestrales, están sujetas a vínculos morales
muy fuertes entre sus grupos de referencia cercanos, tales
como la familia, los compañeros de trabajo, etc.
Moral de
la comunidad nacional
— Fundamentos.
Por su parte, esta postura está representada
por un nacionalismo moral según el cual reconocemos
como iguales, y tratamos con el mismo respeto que nos exigimos
a nosotros mismos, sólo a los miembros de la nación
a la que pertenecemos y con los que nos sentimos identificados
por compartir una identidad cultural, geográfica, lingüística,
etc.
Antropocentrismo
del presente
— Fundamentos.
Esta postura indica que el círculo de
responsabilidad moral se extiende a toda la humanidad presente.
Una identidad de cosmopolitismo y de ciudadanía del
mundo no disuelve necesariamente la identidad nacional o de
grupo reducido, si bien no se considera de recibo anteponer
los intereses de grupo reducido del nivel II a los de la moral
de la comunidad nacional, ni tampoco los nacionales ante los
de la comunidad internacional o planetaria.
Antropocentrismo
intergeneracional
— Fundamentos.
Se trata de una posición ética
que añade al anterior nivel la ampliación del
círculo moral a las generaciones futuras, como beneficiarias
de los mismos derechos, condiciones de vida y disfrute de
recursos en idénticas circunstancias a las nuestras.
El antropocentrismo postula, según Folch (1999, 28),
que los seres humanos son la finalidad última del universo,
cuya existencia se justifica en función de sus propias
necesidades. Se presenta bajo muy diversas formas e intensidades,
que van desde la priorización de las necesidades hasta
el desprecio por las propias leyes que rigen los sistemas
naturales, y que puedan contrariar sus deseos. La teoría
geocéntrica es una consecuencia de este antropocentrismo:
«si los humanos son los destinatarios del universo,
es natural que el planeta que ellos habitan sea el centro
del cosmos».
Ética
de los primates
— Fundamentos.
La postura que nos ocupa en este caso parte
del supuesto de que los animales merecen cierto respeto y
consideración moral, dado que el ser humano comparte
espacio vital en la biosfera con otros seres vivos; en especial,
dicha moral ofrece su consideración a determinados
animales de orden superior, tales como chimpancés,
gorilas y orangutanes, que son capaces de mostrar manifestaciones
elementales de inteligencia y de emoción.
Ética
sensocéntrica
— Fundamentos.
Esa posición, llamada también
ética zoocéntrica por superar el círculo
moral anterior, integra en su objeto de consideración
al conjunto de seres que sienten, es decir, a todos los animales,
por respeto a su capacidad de padecer dolor o sufrimiento,
o a su disposición de sentir en general. Por tanto,
dicha postura moral postula que los animales tienen derecho
a no ser tratados con crueldad.
Biocentrismo
— Fundamentos.
Surge como respuesta integradora a la pregunta
de si hemos de limitar nuestra actividad moral de respeto
exclusivamente a los animales, o si debemos incluir y ampliar
el círculo moral también a los árboles
y a las plantas. Un biocentrismo moderado sería aquel
que estableciera una cierta jerarquía moral en la asignación
de derechos según el grado de complejidad alcanzado
en la escala evolutiva: «no se trataría de considerar
como iguales a todos los seres vivos, ni a preferir los intereses
del mosquito anófeles a los intereses del ser humano»
(Riechmann, 2000, p. 147); en definitiva, esta postura moral
sería equivalente a un antropocentrismo débil
y no excluyente.
Ecocentrismo
— Fundamentos.
Aquí se supone una ampliación
moral de los límites de lo singular y de lo individual
a las ideas de sistema, de ecosistema y de totalidad, incluyendo
como objetos de consideración moral a todo el conjunto
de elementos físico-químicos y ambientales que
determinan el ambiente, tales como el agua, el aire, la tierra,
etc.
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6. Las Teorías sociológicas y psicológicas
del comportamiento proambiental de los grupos sociales y de
los individuos
Los marcos explicativos del comportamiento proambiental encuentran
argumentos y esquemas de fundamentación en cada uno de los
grandes modelos conceptuales y metodológicos que la historia
de las Ciencias Sociales ha ido aportando a lo largo de su trayectoria
de reconocimiento y de legitimación como campo de conocimiento
científico con entidad propia. Tomando como referencia las
aportaciones de Corral (2001), en las que se ofrece una síntesis
de algunas de las principales tendencias y enfoques teóricos
que se han venido empleando para explicar las formas de relacionarse
el ser humano con el ambiente, nosotros las completamos y las revisamos
desde una perspectiva más actual, que presentamos en el siguiente
cuadro, en el que se recogen siete grandes enfoques, cada uno de
los cuales pone énfasis en determinados aspectos de esa interacción,
interpretando sus propuestas desde los presupuestos, los conceptos
y las teorías asumidos por cada comunidad como válidos,
y destacando las siguientes: teorías conductuales, psicoanalíticas,
evolucionistas, cognitivas, empiristas, constructivistas socioculturales,
sistémico-interaccionistas y transaccionales, y representaciones
sociales.
El cuadro que presentamos a continuación recoge algunos
de los avances más significativos que cada marco explicativo
ha aportado al desarrollo de la investigación sobre comportamiento
proambiental.
Cuadro 7 (cont.)
Teorías
conductuales
— El comportamiento
proambiental, al igual que cualquier tipo de comportamiento,
se encuentra bajo el control de estímulos y de contingencias
externas al individuo, ya sea como variables antecedentes
(estímulos discriminativos), ya sea como variables
consecuentes (reforzamiento positivo, castigo o extinción).
— Un individuo demostrará
ser competente y responsable desde el punto de vista ambiental
si, al presentarle estímulos que puedan dar pruebas
de su conducta proambiental, recibe refuerzos inmediatos de
la aceptabilidad de esa conducta.
— Para el conductismo
no hay explicaciones internas al individuo que puedan ser
estudiadas científicamente a la hora de describir el
comportamiento proambiental. Todo se reduce a la presencia
de factores extrínsecos, que, en forma de refuerzo
o de castigo, hacen que se mantenga una determinada tasa de
conducta proambiental.
— Los refuerzos y los
incentivos ambientales, desde este marco teórico, pueden
ser materiales (de carácter económico tales
como reducción de impuestos, puntos...), o bien inmateriales,
como complementos sociales (reconocimientos públicos,
premios...); mientras los castigos pueden ser multas o penalizaciones
a quienes no demuestren competencia ambiental en un determinado
umbral establecido por la normativa.
Teorías
piscoanalíticas
— Los psicoanalistas
ven la dicotomía preservación-degradación
del medio como una consecuencia de la confrontación
entre impulsos positivos y creativos frente a los destructivos
del subconsciente humano, entre el instinto de vida y la orientación
a la muerte.
— La degradación
ambiental es una consecuencia del predominio de los impulsos
negativos o destructivos sobre los positivos.
— Bastantes psicoanalistas
han ofrecido propuestas para contrarrestar el efecto de los
impulsos destructivos sobre el medio, si bien se han hecho
pocas aportaciones de investigación sobre la pertinencia
de estas aportaciones desde una perspectiva psicodinámica.
Teorías
evolucionistas
— Estas teorías
plantean que la conservación del medio ambiente puede
entenderse como una acción que busca un beneficio para
el individuo (egoísmo proambiental), para los familiares
de éste (altruismo genético), o para otros en
espera de una retribución (altruismo recíproco).
— Algunos autores consideran
que el altruismo proambiental es una forma evolucionada del
comportamiento que posibilita la preservación de los
grupos sociales, y, por lo tanto, de los individuos y de sus
genes.
— Otros autores sugieren
explicaciones basadas en un tipo de biofilia, como un cierto
tipo de apego a la vida en la naturaleza que ha de llevarnos
de forma natural a desarrollar comportamientos proteccionistas.
Teorías
cognitivas
— Plantean que los comportamientos
proambientales son una consecuencia de factores internos y
de procesos mentales independientes o mediacionales del contexto
externo y de las variables del entorno.
— Estas variables mediacionales
se explican en forma de conocimientos, de actitudes, de ideologías,
de creencias o de percepciones ambientales, que adquieren
significado a partir del procesamiento de información
que el individuo extrae y discrimina de su interacción
con el entorno.
— Se pone énfasis
en el papel fundamental que juega la información en
la elaboración y en el desarrollo de hábitos
proambientales.
— La observación
de dichas variables es posible gracias a que el individuo
procesa y almacena esta información, recuperándola
en la medida en la que se den circunstancias propicias en
las que aparezcan normas subjetivas, señalamientos
de la responsabilidad de actuar, disonancias cognitivas, u
otras condiciones que desemboquen en la formación de
hábitos ambientales.
Teorías
empiristas
— La base de su argumentación
se inspira en el análisis de la experiencia que adquieren
las personas al interaccionar con el ambiente que las rodea.
El ambiente, en un sentido restringido, puede ser entendido
simplemente como un conjunto de componentes físicos
que ejercen una influencia directa sobre el comportamiento
de las personas.
— El ambiente, en un
sentido más amplio, se contempla como un todo ecológico
en el que intervienen factores sociales y culturales como
fuentes de estimulación del desarrollo sociopersonal.
Teorías
sobre constructivismo sociocultural
— Las teorías
del constructivismo social, que tienen su origen en el interaccionismo
simbólico de Mead (1934) y en los desarrollos posteriores
de Berger y Luckmann (1998), son las que, según afirman
los citados autores, describen el nacimiento y el desarrollo
de los procesos sociales cuando todo comienza con una situación
subjetiva razonada proveniente de las necesidades que, por
economía cognitiva, acaban convirtiéndose en
hábito.
— Ese proceso de habituación
se instala en las distintas subjetividades, convirtiéndose
en un hecho social que evoluciona a lo largo de las generaciones
hasta alcanzar su institucionalización, llegando a
materializarse como hecho social compartido y legitimado colectivamente.
Hay momentos en los que otros procesos de habituación,
surgidos en el devenir del desarrollo de la evolución
en sociedad, entran en contradicción con la institucionalización
de los hechos antes mencionados. Es en ese momento cuando
se produce un conflicto macroestructural.
— Bronfenbrenner (2002),
en su teoría de la ecología social, expone distintas
formas de socialización, que van desde los macrosistemas
a los microsistemas. Esto implica que existen distintas y
complejas formas de socialización interindependientes.
Todo está interconectado, así que es posible
que los procesos habituados en distintos microsistemas (dos
tribus, dos familias diferentes, etc.) instalados en los esquemas
cognitivos humanos en forma de lo que se puede llamar valor,
choquen, produciéndose el conflicto y provocando el
cambio.
Teorías
sistémico-interaccionistas y transaccionales
— Tratan de integrar
de forma comprensiva tanto variables internas al individuo
como variables externas en la explicación del comportamiento
proambiental.
— La gente desarrolla
comportamientos proambientales como una consecuencia de la
presencia de variables situacionales como los contextos físicos
y normativos en los que se interacciona, pero también
en los condicionados por otro tipo de variables de orden extrapsicológico,
tales como la clase social, el nivel educativo, la edad, el
sexo, el lugar de residencia o la presencia de normas y de
factores contextuales.
Teorías
sobre representaciones sociales
— Los modelos basados
en la idea de las representaciones sociales se deben a Moscovici
(1985), que los define como «una modalidad particular
del conocimiento, cuya función es la elaboración
de los comportamientos y la comunicación entre los
individuos. La representación es un corpus organizado
de conocimientos y una de las actividades psíquicas
gracias a las cuales los hombres hacen inteligible la realidad
física y social, se integran en un grupo o en una relación
cotidiana de intercambios, y liberan los poderes de su imaginación».
— Esta modelización
permite visualizar el concepto de conciencia colectiva, que
Martín-Baró (1985, p. 13) describe como un saber
normativo, común a los miembros de una sociedad, e
irreductible a la conciencia de los individuos, ya que constituye
un hecho social.
— Los procesos sociales
ya habituados, que según Berger y Luckmann (1998) son
inconscientes, están provistos de una intersección
simbólica o interacción (Mead, 1934). Esta intersección
está provista de un corpus organizado de conocimiento,
que posee, como tal, un patrón que permite que «lo
extraño resulte familiar o lo invisible perceptible»
(Farr, 1983).
— Paéz (1987,
p. 316) establece que las funciones de la representación
social son las siguientes:
1. Privilegiar, seleccionar
y retener algunos hechos relevantes del discurso ideológico
concernientes a la relación sujeto en interacción,
o sea, descontextualizar algunos rasgos de este discurso
2. Descomponer ese conjunto
de rasgos en categorías simples, naturalizando y
objetivando los conceptos del discurso ideológico
referentes al sujeto en grupo.
3. Construir un «mini-modelo»
o teoría implícita, explicativa y evaluativa
del entorno, a partir del discurso ideológico que
impregna el sujeto.
4. El proceso reconstruye
y reproduce la realidad otorgándole un sentido, y
procura una guía operacional para la vida social
conducente a la resolución de los problemas y de
los conflictos.
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7. Teorías pedagógicas ligadas
a tradiciones y a movimientos educativos de corte histórico
o moderno
Tradicionalmente se ha venido considerando que los modelos de
intervención educativa pueden organizarse según se
ponga énfasis en (Gutiérrez, 1995, pp. 104-105):
La educación
en el medio. El entorno se convierte en un recurso al
servicio de la formación integral del individuo y de la
maduración general de sus estructuras psíquicas
y físicas; por tanto, es ésta una perspectiva instrumentalista
del medio como posibilitador de aprendizajes directos y como fuente
inagotable de estímulos.
La educación
sobre el medio El entorno aparece como una colección
de contenidos disciplinares que es preciso enseñar a las
nuevas generaciones. Se parte del supuesto básico de que,
sin un conocimiento profundo, exhaustivo y adecuado a los niveles
de maduración intelectual de los individuos sobre las cuestiones
y sobre los problemas ambientales, no puede haber un cambio efectivo
de comportamiento hacia una sociedad más sostenible.
La educación
para el medio La educación se pone al servicio
de unas metas que están fuera de los individuos, para centrarse
en la salvaguarda y en la protección de valores y de recursos
del propio entorno.
En un esfuerzo integrador por abarcar la multiplicidad de corrientes,
de tendencias, de movimientos y de escuelas con modelos pedagógicos
propios, Sauvé (2005, p.15) llega a describir exhaustivamente
hasta un total de quince corrientes diferentes en el enfoque de
la eads. Para esta autora, la noción de corriente se refiere
a una manera general de concebir y de practicar la eads. Por tanto,
una corriente es un conjunto integrado por una perspectiva epistemológica
más o menos explícita, y por un conjunto de proposiciones
pedagógicas. Nos advierte la misma tratadista que la diversidad
de proposiciones pedagógicas de ningún modo debe entenderse
como «un cepo que obliga a clasificar todo en categorías
rígidas, con el riesgo de deformar la realidad. Más
bien esta sistematización debe ser vista como una propuesta
teórica, y sería deseable que fuese objeto de discusiones
críticas». Las diferentes corrientes que presenta dicha
autora pueden agruparse, a su vez, en dos grandes grupos:
El primero,
caracterizado por mantener una larga tradición en ea, es
aquel en el que se incluyen las siguientes corrientes: la naturalista,
la conservacionista/recursista, la corriente orientada a la resolución
de problemas, la sistémica, la científica, la humanista,
y la moral/ética.
El segundo,
más reciente, es el que incorpora planteamientos teóricos
de más actualidad, y que aporta al campo de la ea un enfoque
moderno y renovado de sus planteamientos; aquí se incluyen
tendencias como las surgidas de las siguientes corrientes: la
holística, la biorregionalista, la práxica, la crítica,
la feminista, la etnográfica, la de la ecoeducación,
y la de la sustentabilidad.
Un cuadro de síntesis general de las corrientes más
relevantes de la mencionada tratadista, sin ser exhaustivo, se presenta
a continuación:
Cuadro 8
La naturalista
— Se trata de una corriente
centrada en un modelo de educación en estrecha relación
con la naturaleza y dentro de la naturaleza. Parte de la idea
fundamental de que la naturaleza supone una fuente de estímulos
inagotables para el desarrollo humano en todas sus facetas
y capacidades: cognitivas, afectivas, creativas, espirituales,
vivenciales, sociales, etc.
La conservacionista/recursista
— Este enfoque pone
énfasis en una visión de la naturaleza y del
entorno como recursos materiales agotables; de ahí
su necesidad de conservación (el agua, el suelo, el
aire, la energía, las plantas, los animales, los minerales,
el patrimonio genético, el patrimonio construido, etc).
Mantener la cantidad y la calidad de los recursos es función
directa de los modelos de gestión y de toma de decisiones
en el uso de esos recursos. Esta tendencia es especialmente
promovida en países que tienen conflictos por recursos,
y en el mundo desarrollado a partir de las primeras manifestaciones
de crisis por agotamiento de esos recursos.
La orientada
a la resolución de problemas
— Esta corriente engloba
todas aquellas posiciones que consideran el medio ambiente
como un conjunto de problemas que hay que resolver. Es una
visión que ha impregnado la mayor parte de los programas
patrocinados por la unesco, en los que se trata de promover
la conciencia en la población sobre los principales
problemas del ambiente, y de generar habilidades y desarrollar
estrategias para su resolución.
La corriente
sistémica
— El análisis
sistémico permite identificar los diferentes componentes
de un sistema socioambiental, y poner de relieve las relaciones
entre sus componentes biofisicos y sociales para así
poder comprender globalmente la realidad, sus problemas y
su evolución a lo largo del tiempo. Se fundamenta en
los aportes de la ecología y de la ecología
humana como principios inspiradores de su modelo.
La científica
— Esta tendencia aporta
una visión de síntesis entre las dos perspectivas
anteriores, sistémica y resolutiva, y está más
cercana a un tipo de ea orientada por los modelos de trabajo
de las Ciencias Naturales y de la investigación del
medio. Toma como referencia las etapas clásicas del
método científico: observación, formulación
de hipótesis, diseño de acciones y comprobación-experimentación.
La humanista
— Parte de la visión
humana del medio ambiente como síntesis integrada entre
naturaleza y cultura. El patrimonio ecológico no es
solamente natural; también lo humano forma parte del
ambiente. La arquitectura, los jardines, la ordenación
del territorio. El ambiente es algo más que un conjunto
de elementos biofísicos; es historia, cultura, política,
economía, estética, lenguaje y simbología.
Es esta una visión predominante de la ea desarrollada
desde el campo profesional de los geógrafos, de los
diseñadores, de los arquitectos y de los historiadores.
La moral/ética
— La formación
ambiental, desde esta perspectiva, es una cuestión
de desarrollo de valores éticos que invita al incremento
de una moral ambiental, y de una serie de códigos éticos
que se traduce en comportamientos socialmente deseables en
el mundo social y profesional. El desarrollo de buenas prácticas
ambientales en los diferentes campos profesionales constituye
una de las facetas de formación de la competencia deontológica
de biólogos, de maestros, de filósofos, de ingenieros,
de abogados, etc.
La holística
— Esta perspectiva parte
de la idea de que no es suficiente considerar los aspectos
externos a los individuos, sino que hay que pensar también
en la realidad socioambiental desde la perspectiva individual
y subjetiva de las diferentes personas que interaccionan con
esas realidades, de la globalidad y de la complejidad de su
ser en el mundo. Holístico se refiere a la totalidad
que representa cada individuo, cada realidad, y a la red de
relaciones que une a esos individuos en conjuntos en los que
ellos adquieren identidad y sentido por su pertenencia.
|
Cada una de esas corrientes queda sustantivada en
función de parámetros como la concepción dominante
del medio ambiente, la intervención central de la eads, los
enfoques prioritarios, y los ejemplos de estrategias o de modelos
pedagógicos que ilustran la corriente. Los supuestos epistemológicos
son el resultado de la unión entre la concepción predominante
sobre el ambiente y las finalidades de la eads; los presupuestos
pedagógicos son el resultado de la unión entre los
enfoques metodológicos prioritarios y las modalidades de
prácticas de intervención en las que se concretan.
Otra diferenciación importante es la que hacen Folladori
(2000), Caride y Meira (1998, 2001) al distinguir entre teorías
instrumentales de corte tecnocrático, frente a las de militancia
sociocrítica.
Aun cuando puedan establecerse varias tipologías en los
enfoques sugeridos por autores o corrientes de pensamiento, distinguiremos
dos modelos predominantes, tanto en el análisis y valoración
de la crisis ecológica como en la orientación de
los cambios sugeridos para afrontarla: de un lado, los modelos
de signo ambientalista (integrados, tecnocráticos, antropológicos,
generencialistas, hegemónicos, etc.), que propugnan ciertas
reformas en el sistema de apropiación y de explotación
de los recursos naturales, sin cuestionar los supuestos expansionistas
de la economía de mercado; de otro, los modelos de signo
radical (ecologistas, ecocéntricos, socio-políticos,
contrahegemónicos...), que defienden la necesidad de un
cambio global de sociedad,incluida la renuncia a una economía
regida por la idea de un crecimiento ilimitado, la adopción
de valores y de estilos de vida sostenibles, o el reparto más
justo y equitativo de los costes-beneficios ambientales (Caride
y Meira, 2001, p. 196-197).
8. Modelos de eads de corte instrumental, tecnológico,
y de ciencia aplicada
La eads constituye un objetivo en sí misma; posee un campo
conceptual propio y una capacidad de transformación de las
condiciones materiales destinadas a un ambiente menos contaminado
y depredado. Es un tipo de enseñanza diferente al de las
Ciencias Naturales y al de la ecología, preocupados ambos
ámbitos por transmitir conocimientos conceptuales, técnicos
e instrumentales que pueden contribuir a resolver los problemas
ambientales, la mayor parte de los cuales son consecuencia del desconocimiento
de cómo funcionan los sistemas naturales y sus interacciones
con los subsistemas humanos. El conocimiento profesional de los
educadores ambientales es caracterizado como una competencia-acción
aséptica y despolitizada, desestimando los conflictos implícitos
a las relaciones que se establecen entre poder, conocimiento e ideología.
El abanico de posibilidades para la integración de la eads
en los currículos escolares bajo este modelo es amplio y
variado. «Los temas transversales pueden convertirse en una
enseñanza ocasional, episódica, marginal y de escasa
relevancia [una nueva variante de las marías (con el término
«marías» se designan en España aquellas
materias consideradas poco importantes y que no afectan, o que afectan
poco el resultado final de un curso académico) o de actividades
solamente promovidas por el profesorado socialmente más comprometido»]
(Carbonell, 1994, p. 9). Por una parte, puede ocurrir que los temas
ambientales sean el eje vertebrador del proyecto curricular, que
sirvan íntegramente como elementos organizadores de las actividades
didácticas diarias, o que se tomen como referencias permanentes
o circunstanciales para el desarrollo de las diferentes asignaturas
a lo largo de todo el curso, aunque también cabe la posibilidad
de que se aborden puntualmente en determinados momentos (Otano y
Sierra, 1994, p. 22), mediante actividades eventuales que surjan
bajo la iniciativa de algún profesor del centro que involucre
a otros compañeros de curso o de ciclo en una campaña,
en un taller o en un concurso de dibujo, de fotografía o
de literatura, cuyo lema principal sea el medio ambiente natural,
la ciudad, o algún otro elemento del ambiente construido.
En resumidas cuentas, la agenda de posibilidades es amplia, y no
se agota en las paredes de nuestras aulas sino que, tomando como
elemento de referencia el entorno, las posibilidades pueden ser
insospechadas: desde simples paseos y excursiones improvisadas sobre
el terreno dentro del horario escolar, hasta procesos muy estructurados
de investigación del medio local enfocados desde la perspectiva
de lo natural y lo humano, lo histórico y lo artístico,
lo cultural y lo económico, lo folclórico y lo tecnológico.
Desde el punto de vista teórico, Gutiérrez (1995,
pp. 176-179) distingue dos modalidades de integración curricular
en el ámbito de la educación formal: una de carácter
interdisciplinar, y otra de carácter multidisciplinar.
Cuadro 9
Transversalidad
interdisciplinar
— La eads se concibe
como un área de conocimiento con entidad propia, en
la que confluyen aportaciones del resto de las asignaturas
escolares y de las disciplinas académicas. Adquiere
el estatus de asignatura integrada en los diversos niveles
del currículum escolar, con unos contenidos específicos
que deberán ser tratados a lo largo del curso con idéntica
prioridad a la que se asigna a otras materias escolares, tales
como las matemáticas o las ciencias. Son contenidos
propios de la eads como asignatura: la contaminación,
la lluvia ácida, el efecto invernadero, los cambios
climáticos, el ruido, el agotamiento de los recursos
naturales, el urbanismo, el reciclaje de residuos sólidos
y líquidos, el ahorro energético, los parques
naturales y las zonas protegidas, el tráfico en las
grandes ciudades, etc.
Transversalidad
multidisciplinar, transdisciplinar o intradisciplinar
— La eads pierde su
carácter de materia específica para convertirse
en asignatura integrada que invade todas las esferas del conocimiento
escolar institucionalizado. Existen, además, dos posibilidades
para esta perspectiva multidisciplinar:
a) La transversalidad multidisciplinar
clásica. Dentro de cada unidad didáctica de
los temarios de las diversas asignaturas, aparecen de forma
sistemática aspectos específicos y contenidos
propios de los diferentes ejes transversales. Sobre los mismos
tópicos de los temarios se introducen las aportaciones
novedosas de la educación ambiental, en función
del tema que haya que tratar.
b) La transversalidad como
principio didáctico de conexión disciplinar
con los contenidos propios de cada área específica.
Por ejemplo, las matemáticas pueden plantearse desde
una perspectiva de la educación ambiental: la estadística,
la resolución de problemas aritméticos, la geometría,
pueden enfocarse incorporándolos como campos de reflexión
y como datos reales propios de las problemáticas ambientales
del entorno.
|
Dos modelos de transversalidad surgen de entrada:
transversalidad en las asignaturas, y transversalidad entre las
instituciones. En nuestro caso, nos vamos a centrar sobre todo en
el primer modelo, en cuanto que es una muestra de innovación
educativa contemporánea. Tradicionalmente, la institución
escolar, en sus niveles de enseñanza obligatorios, se ha
ocupado con prioridad de las relaciones establecidas por los alumnos
con un conocimiento básico que hay que adquirir. En un segundo
plano han quedado motivos secundarios, que, por no tener entidad
suficiente de conocimiento loable, o bien por representar logros
de índole no conceptual, han sido relegados a la periferia
escolar, al extrarradio de la institución, bajo el pretexto
de no cubrir los requerimientos de formalidad demandados por las
instituciones académicas. En la actualidad, los cambios sociales,
políticos, económicos y tecnológicos traspasan
de inmediato sus inquietudes al ámbito educativo, generando
propuestas de renovación, de innovación y de reforma
pedagógica, y exigen a la escuela que se transforme y que
se renueve. El currículum se convierte, así, en un
entramado dinámico y mudable que marcha al compás
de los requerimientos sociales (al menos como intención explicitada
en los documentos de las diferentes reformas). Este movimiento,
reflejo de los programas y de las estructuras educativas, provoca
mecanismos de reajuste y de acomodación a varios niveles:
Incorporando
nuevas facetas y modalidades de saber, y nuevas dimensiones conceptuales
más acordes con las modernas demandas sociales.
Abriendo paso
a componentes informales de la periferia, revelados de interés
para la formación de los futuros ciudadanos.
En las proximidades del trabajo académico sistemático
y formal, se han venido ubicando una serie de dimensiones educativas,
que, sin alcanzar el estatus propio de asignatura, han llegado a
penetrar en los niveles formales de un modo colateral e indirecto;
ubicándose en unos casos como dimensiones prolongadas de
alguna materia en particular, y, en otros, integrándose en
el currículum general como ámbitos puntuales de conexión
con la globalidad de las materias escolares de marcada tradición
académica.
La educación para la salud y el consumo, la educación
para la convivencia y la participación democrática,
la educación para la paz, la ética, el entrenamiento
en el uso de nuevas tecnologías, la educación para
la conservación y el respeto del medio ambiente, la educación
intercultural y muchas otras educaciones específicas, han
dedicado su esfuerzo a atender parcelas limitadas del amplio fenómeno
educativo. Todas ellas son una pequeña muestra de un conjunto
más amplio de componentes conceptuales, de hábitos,
de destrezas, de procedimientos y de actitudes demandadas por el
contexto social, y que de manera progresiva, con mayor o menor fortuna,
han ido abriéndose hueco en el medio escolar, sin llegar
del todo a institucionalizarse al mismo nivel que los clásicos
requerimientos académicos. Las posibilidades de tratamiento
y de integración de todas esas consideraciones ambientales,
para hacerlas compatibles con las tareas generales de ecoauditoría
escolar y de gestión ambiental en los entornos de los centros
educativos, pueden afectar a varios niveles de la vida y de la organización
de un centro (un desarrollo práctico del tema queda recogido
en la última parte de este informe); en concreto, nosotros
destacamos tres: la ambientalización del currículum,
la mejora de las conexiones escuela-comunidad, y la ambientalización
general de la gestión.
Desde hace algún tiempo, en el ámbito internacional
existen interesantes ofertas cuyo campo de desarrollo está
precisamente fuera de la escuela. Un buen ejemplo de ello lo constituyen
las diferentes propuestas que viene haciendo la unesco (1992a) a
lo largo de la última década, con sus diferentes versiones
de integración y de apoyo a proyectos extraescolares sometidos
a cotas de flexibilidad propias de las iniciativas de formación
pedagógica de carácter no formal (unesco, 1992b).
También la ocde viene dedicando esfuerzos a estas tareas,
subvencionando programas y apoyando experiencias. Otras entidades
con eminente protagonismo en la periferia escolar son las asociaciones
defensoras de la naturaleza (Greenpeace, Amigos de la Tierra, Adena);
las ofertas de los equipamientos ambientales (granjas-escuela, aulas
de naturaleza, campos de aprendizaje, centros de interpretación
ambiental); los propios programas educativos municipales en forma
de Agendas 21 locales, o las propias iniciativas de los medios de
comunicación a los que diariamente accedemos. Todos ellos
están influyendo en la configuración de estructuras
curriculares más abiertas y receptivas a las propuestas del
entorno. De igual modo, las propias administraciones locales y autonómicas
están poniendo en marcha interesantes proyectos de dinamización
ambiental, cuyo ámbito de incidencia no está solamente
en el aula, sino en las visitas extraescolares y en la permanencia
en entornos motivadores. Ejemplos interesantes de este tipo en España
son: el Programa aldea de la Consejería de Educación
y Ciencia de la Junta de Andalucía; los Proyectos Habitar
y Árbol de Asturias; las actividades del armen de la Comunidad
de Murcia; los ceida de Galicia y del País Vasco; los Programas
de ea de la Comunidad de Madrid; las ofertas de la Escuela d’Esplai
y de las Casas de Colonias de Cataluña; los programas de
animación sociocultural, de participación comunitaria,
de ecodesarrollo y de turismo rural alternativo desarrollados en
Castilla-La Mancha y en muchas otras regiones del país.
Todo este tipo de ofertas constituye una amplia carta de posibilidades
para la gestión de programas y de proyectos de calidad ampliamente
coordinados entre la escuela y su entorno, si bien el peso instrumental
que han tenido dichos programas ha mermado hasta el momento su enfoque
hacia modelos más militantes. Tal vez algunos aspectos de
la eads puedan trabajarse desde la escuela simulando problemas,
analizando situaciones, reforzando hábitos o desarrollando
actitudes, pero será preciso completar tales procesos con
otra serie de ofertas y de programas, que, desde fuera del medio
escolar, contribuyan a generalizar dichos procesos, a movilizar
con más amplitud las necesidades de la nueva sociedad, y
a promover compromisos directos en los ciudadanos. Si la eads es
algo más que un simple programa escolar, hemos de admitir
el cúmulo de iniciativas que de hecho se están dando
a su alrededor, y, en todo caso, aunar esfuerzos y conjugar programas
para un mejor aprovechamiento de esas iniciativas.
Pujol (2003), por su parte, lleva a cabo un análisis centrado
en el entorno escolar y en las diferentes modalidades de integración
de los ejes transversales en el currículum, ofreciendo un
planteamiento muy original para la categorización de las
diferentes iniciativas y de los posibles tratamientos curriculares
de la educación del consumidor, enfocado hacia una aportación
del campo de la enseñanza-aprendizaje de las Ciencias, aunque
reconoce su viabilidad como reflexión para el resto de las
áreas trasversales del currículum. Son cuatro los
modelos que nos ofrece esta autora: modelo espada, modelo enhebrado,
modelo reyezuelo y modelo infusión. Un desarrollo más
detallado de cada uno de ellos se presenta en el cuadro siguiente:
Cuadro 10
Modelos curriculares
Modelo espada
— La eads, al igual
que cualquiera de las materias transversales, atraviesa las
áreas curriculares incluyéndose como un complemento
en forma de actividades aisladas o de talleres ocasionales
internos o externos al contexto escolar. Las decisiones curriculares
que ha de tomar el profesor que se acoge a este modelo son:
1) Elección de un tema de las áreas curriculares
que permita un tratamiento transversal con la eads. 2) Selección
de los contenidos de la eads que mejor se adapten a ese tema.
3) Diseño e integración de las actividades específicas
de la eads integradas en la planificación curricular
de la unidad didáctica. Este modelo suele ser una opción
individual de profesores motivados y preocupados por las cuestiones
ambientales, si bien su carácter concreto y su dependencia
de la voluntariedad de esos profesores sitúan esta
opción en una posición de debilidad respecto
a otros modelos, siendo inevitable, además, que cada
profesor priorice aquellos aspectos que más le preocupan,
descuidando otras muchas facetas y eludiendo cualquier seguimiento
curricular exhaustivo que esté acompañado de
propuestas de evaluación de los cambios que dichas
propuestas de integración transversal generen.
Modelo enhebrado
— A partir de un determinado
tópico de la eads, se organizan los procesos de enseñanza-aprendizaje
salpicando a las diferentes áreas del currículum.
El proceso de planificación es inverso al anterior,
ya que el currículum se estructura en función
de las prioridades que marca el campo de la eads. «La
eads ejerce como núcleo de cristalización dinámico
en el que integrar los contenidos que se proponen en las distintas
áreas. La presencia de las restantes áreas constituye
un requisito básico para la comprensión de los
contenidos del campo de la eads». Las decisiones
curriculares que ha de tomar el profesor que se acoge a este
modelo son: 1) Elección de un tópico relevante
de la eads, que responda claramente a las necesidades y a
los problemas ambientales de la sociedad. 2) Delimitar la
competencia ambiental deseable en ese tópico desde
el punto de vista del ciudadano medio. 3) Seleccionar los
contenidos procedimentales, actitudinales y conceptuales implícitos
para desarrollar esas competencias ambientales según
las diferentes áreas de conocimiento, estableciendo
las correspondientes relaciones entre ellas e incorporando
aquellos contenidos no previstos en el currículum,
y que son necesarios para el desarrollo del tópico
elegido. 4) Establecer una secuencia conceptual, temporal
y metodológica para el tratamiento curricular de dichos
contenidos, según los cursos, los ciclos y las etapas.
5) Definir de manera explícita el conjunto de actividades
que hay que desarrollar en cada una de las unidades didácticas
en las que se organiza el tópico. Este modelo hace
factible un tratamiento coordinado, y exige el trabajo en
equipo conjuntado e integrado de las diferentes materias transversales.
«Plantear el análisis de un tema tópico
desde la perspectiva de un ciudadano consumidor, lleva implícito
considerar múltiples aspectos que podrían considerarse
educables desde temas transversales distintos; requiere una
perspectiva amplia en la que se funden los distintos transversales
(Pujol, 1996) [...]. Educar al alumnado desde la perspectiva
del consumidor no puede desligarse de educarlo en el campo
de la ea, en el de la educación para la salud, en el
de la igualdad de oportunidades, etc. [...]. El modelo enhebrado
contempla la transversalidad desde una concepción que
obliga a abandonar el planteamiento disciplinar, para adoptar
otro más global o interdisciplinar [...]. Supone una
nueva organización de contenidos que rompe con el esquema
disciplinar, penetra en un esquema interdisciplinar o multidisciplinar,
y precisa del ejercicio de un juego creativo capaz de construir
un esquema coherente y significativo».
Modelo reyezuelo
— Se trata de un modelo
de integración de la ea en las áreas curriculares,
que parte del análisis de las ideas, de los sentimientos
y de las acciones del alumnado en relación con una
temática real, para decidir desde el punto de vista
del ciudadano cuáles de ellos se pueden seleccionar
como ejes vertebradores de cada unidad didáctica (Pujol,
1996). Las decisiones curriculares que ha de tomar el profesor
que se acoge a este modelo son: 1) Elección de una
temática relacionada con la ea próxima a la
vida cotidiana del alumno, que sea socialmente relevante y
que sea consensuada por el equipo que la ha de desarrollar.
2) Análisis de las formas de pensar, de sentir y de
actuar del alumnado, mediante técnicas adecuadas. 3)
Adaptación del tópico a las necesidades del
alumno, a las demandas de alfabetización ciudadana,
y a las posibilidades del contexto escolar. 4) Priorización
de actuaciones, y diseño de actividades organizadas
en secuencias de unidades didácticas. Este modelo amplía
y desarrolla las posibilidades de trabajo del modelo anterior,
al incorporar como eje principal de la planificación
curricular las ideas de los alumnos, y una más compleja
interacción del profesorado y de elementos externos
al entorno escolar. «Desde el concepto de constructivismo
social, el aprendizaje requiere una situación de interacción
y de cooperación del alumnado con todas aquellas personas
que están en su entorno [...]. Pensar que el aprendizaje
supone un cambio en el modelo inicial del alumno, y que no
es el resultado del aprendizaje de muchos conocimientos, sino
una mera manera de mirar las cosas utilizando conocimientos
que se interrelacionan de forma distinta [...], es fácil
ver cómo las ideas y los valores que sustenta y que
moviliza la sociedad de consumo han penetrado con naturalidad
en las formas de pensar y de actuar del alumnado, quedando
patente cómo éste está especialmente
predispuesto a escoger en función de los parámetros
del consumo de masas». Este modelo considera que es
necesario ayudar a los alumnos a deconstruir parte de sus
aprendizajes, como consecuencia de los procesos de socialización
que ejerce la cultura de masas en la que está inmerso.
Modelo
infusión
— El modelo que tratamos
ahora plantea la integración de los temas transversales
de forma integrada en las áreas de conocimiento y en
la vida del centro. Ello implica una reestructuración
de los contenidos tradicionales de las áreas académicas
desde las perspectivas de realidad y de utilidad que imponen
los temas transversales, así como una adecuación
de la vida del centro y de los criterios de organización
escolar a los requerimientos de la realidad de estos temas.
Las decisiones curriculares que ha de tomar el profesor que
se acoge a este modelo son: 1) El primer nivel de concreción
curricular consiste en reorganizar los contenidos curriculares
desde la perspectiva de las transversales, según los
siguientes criterios: que sean temáticas relevantes
en la sociedad; que tengan clara relación con la ea;
que sean susceptibles de ser trabajadas y orientadas hacia
la adquisición de competencias de acción, de
estilos de vida y de modos de pensamiento crítico;
que sean temáticas próximas a los alumnos, y
que cuenten con posibilidad de implicarse en las decisiones
adecuadas a su nivel de compromiso; que exista relación
con los contenidos prescritos en las áreas del currículum;
que tengan continuidad en los distintos ciclos desde diferentes
ópticas; que los profesores conviertan los procesos
de intervención y de planificación educativa
en proyectos de investigación-acción e innovación
en el aula, sometidos a una continua experimentación.
2) El segundo nivel se ocupa del análisis de las formas
de pensar, de sentir y de actuar del alumnado, en paralelo
con la estructuración de las múltiples dimensiones
y con la complejidad de los contenidos curriculares seleccionados,
explicitando objetivos y contenidos por cursos, por ciclos
y por etapas en un currículum en espiral. 3) El tercer
nivel se ocupa de definir las actividades y las tareas que
han de favorecer la expresión de los puntos de vista
de los estudiantes, para contrastarlos con los de los demás
y para que sean capaces de generalizar sus aprendizajes a
contextos nuevos, teniendo en cuenta una progresión
desde lo cotidiano a las abstracciones científicas,
sin perder de vista la complejidad intrínseca de cada
nivel.
|
9. Modelos militantes, constructivistas, inspirados
en las teorías de la complejidad
Bajo estos modelos la educación es la base para promover
un análisis crítico de las realidades ambientales,
sociales, económicas y políticas, destinado a producir
cambios globales. La eads pasa a ocupar el lugar de una teoría
crítica (Carr, 1996), interesada por el desarrollo de la
autonomía racional, por la emancipación y por la democratización
de la vida social. Es una teoría crítica, en cuanto
aporta normas para exponer y para eliminar las contradicciones de
las formas de vida actuales. Es una teoría educativa, en
la medida en la que constituye un proceso educativo diseñado
para formar individuos comprometidos y capacitados para vivir en
sociedades democráticas. La práctica educativo-ambiental
se concentra en los elementos socioculturales, sobre todo en aquellos
que se refieren a los modos en los que los grupos humanos representan
e inciden, directa o indirectamente, en el entorno (estilos de vida,
sistemas de producción y de consumo, procesos tecnológicos,
etc.), provocando su resignificación, su transformación
o su alteración. Pardo (1995, pp. 23-35), González-Gaudiano
(1998b), García (2004, pp. 33-37) y Leff (2005), distinguen
entre una epistemología mecanicista y una epistemología
de la complejidad como soportes conceptuales de las intervenciones
en eads. La transición se plantea de lo simple a lo complejo,
y parte de un modelo de enseñanza-aprendizaje constructivista,
orientado a promover cambios en las estructuras de pensamiento y
en las conductas que favorezcan la transición hacia una nueva
cosmovisión, en tanto marco de concepciones, de teorías,
de hábitos, de normas y de perspectivas que configuran una
determinada manera de comprender y de actuar en el mundo; de entender
y de dar significado a las experiencias. Y para que se produzca
esta transición, hay que superar algunas de las limitaciones
(García, 2000, p. 591):
1. Un cambio en los procesos
cognitivos, desde formas de actuación y de pensamiento
implícitas y poco organizadas, hacia otras explícitas,
más coherentes y organizadas; desde una visión del
mundo focalizada en lo perceptivo, lo evidente, lo presente y
lo inmediato, hacia otra basada en el reconocimiento de lo poco
evidente, de lo inferido y de lo posible, y de otros niveles de
organización de la realidad (micro y macrocosmos).
2. Un cambio epistemológico
y ontológico, con la transición desde una concepción
aditiva de la organización del mundo, hacia formas de pensamiento
más sistémicas; desde una causalidad mecánica
y lineal, hacia el reconocimiento de la interacción; desde
el predominio de las relaciones dicotómicas y antagónicas,
hacia la noción de complementariedad; desde una concepción
estática y rígida del orden en el mundo, hacia otra
más flexible basada en la idea de equilibrio dinámico
y de evolución.
3. Un cambio actitudinal,
desde el dogmatismo, la intolerancia y la dependencia moral, hacia
el relativismo, la tolerancia y la autonomía moral;
desde la explotación, el dominio, la imposición
y el individualismo, hacia la negociación democrática,
la solidaridad y la cooperación; desde el consumismo y
la explotación del medio sin límites, hacia sistemas
de valores más ecológicos.
Cuadro 11
Modelos de pensamiento
Modelo de
pensamiento simplificador
— El pensamiento simplificador
se corresponde con una visión mecanicista y positivista
del mundo. Desde lo cotidiano, se manifiesta por el predominio
de perspectivas unidimensionales, por la búsqueda de
explicaciones cerradas y absolutas, y por el establecimiento
de relaciones de causalidad sencillas. Desde lo científico,
se caracteriza por la pretensión de objetividad, por
la búsqueda de leyes generales, por la cuantificación,
la parcelación y la atomización del mundo, y
por la defensa del absolutismo epistemológico como
único camino para explicar y para describir los fenómenos.
Gestión y participación ambiental van disociadas,
como consecuencia de la diferenciación de competencias
y de la alta especialización del trabajo experto, frente
a una visión de la ciudadanía como mera receptora
de decisiones que no son de su competencia. Las decisiones
técnicas están en manos de los sistemas expertos,
de los ingenieros, de los científicos, de los gestores,
y, en última instancia, de los políticos, que
son quienes las legitiman. Se promueve una visión desideologizada
y neutral de los problemas ambientales, parcelados en variables
diferenciadas, y que son abordados desde perspectivas disciplinares
diferentes de superespecialización. La ea se convierte
en una actividad técnico-instrumental al servicio de
la aplicación de programas diseñados por expertos,
para promover la sensibilización, el aumento de la
información o el cambio de comportamientos de los ciudadanos
en general, o de los escolares en particular. La cosmovisión
predominante es la de la cultura de la racionalidad económica,
apoyada en una lógica científica antropocéntrica
y en una visión ético-religiosa de superioridad
del ser humano, que legitima su actuación en el medio
mediante una explotación ilimitada de los recursos,
de la búsqueda del máximo beneficio material,
de la liberalización de la oferta y la demanda, y de
la regulación espontánea de los mercados. Favorece
la proliferación de contextos de socialización
diferentes a los tradicionales, y está dominada por
las reglas del mercado cultural del ocio y del consumo. Promueve
la instauración de un modelo de pensamiento único,
y la pérdida de las señas de identidad cultural
como consecuencia de la resignación a una ética
de la globalización que nos obliga a vivir el único
mundo posible creado por la economía, por los medios
de comunicación y por el marketing. Se asume
de entrada una visión fatalista de lo ambiental y de
la degradación del medio, de la inevitabilidad de las
guerras, de la violencia, de la desigualdad y de la pobreza,
como características propias de las incertidumbres
aceptables que acarrean las civilizaciones tecnológicas
(Beck, 1998, p. 7-9).
Modelo de
pensamiento de la complejidad
— Surge de un cuestionamiento
de las ideas del paradigma mecanicista, en el marco de la
cultura de la postmodernidad, bajo el empuje de movimientos
científicos y sociales que rechazan los presupuestos
del pensamiento mecanicista: los movimientos por una globalización
alternativa, el auge de las ong, la relativización
del conocimiento, el incremento de la comunicación
en la red electrónica, y el respeto a la diversidad
cultural y a la descentralización de las decisiones
para hacerlas más colectivas y corresponsables. El
paradigma de la complejidad destaca la necesidad de contemplar
el mundo a partir de una nueva visión metadisciplinar,
sistémica, interactiva y evolutiva, que Morín
(2003, pp. 105-107) resume en los siguientes principios: dialogía
(complementariedad y mutua exclusión de nociones contrarias
de un mismo fenómeno, (por ej. orden-desorden); recursividad
organizacional (los productos y los efectos son, a la vez,
causas y consecuencias de lo que producen; y holografía
(en el que el todo se encuentra presente en cada una de las
partes). La racionalidad ambiental, desde el paradigma de
la complejidad, impulsa el surgimiento de nuevos actores sociales
en el campo de la ecología política, que confrontan
las políticas de capitalización de la naturaleza,
y que construyen nuevas estrategias para la reapropiación
social de ella desde una perspectiva sostenible (Leff, 2005).
|
La transición hacia modelos de gobierno integradores
desde los ámbitos de la gestión ambiental local, supone
también otra fuente de paradojas y de contradicciones de
cara al desarrollo de modelos de eads ligados a la toma de decisiones
en las políticas locales. Hablamos de lo que supone que diferentes
grupos sociales compartan responsabilidades en la definición
de políticas ambientales, y que incorporen sus propuestas
de forma directa a la toma de decisiones significa un modelo novedoso
de participación democrática en los órganos
de gestión local. El paso de formas de gobierno centralista,
monopolizador y vertical hacia nuevas formas de gobierno por acuerdo
entre minorías, y coordinando otros sectores de la sociedad
y del mundo empresarial, se expresa como un paso importante en la
búsqueda de nuevas formas de gestión ambiental más
dinámicas y democráticas. Algunas de estas opciones
las podemos resumir a partir de las propuestas de Font (2000, p.
18) en lo siguiente:
Aceptar que
las comunidades locales tienen intereses ambientales homogéneos
que defender, es decir, que los grupos políticos representados
en la administración municipal, los grupos económicos,
las asociaciones sociales y los ciudadanos, comparten núcleos
de intereses comunes más o menos compactos. La paradoja
viene dada porque de sobra es conocido que los intereses suelen
estar fragmentados en todo núcleo de convivencia, y que
las colisiones entre actores con diferentes intereses son más
frecuentes de lo que debieran.
Las cuestiones
relacionadas con la protección ambiental, y, en general,
con la sostenibilidad, plantean a menudo la paradoja de que aquellas
políticas que benefician a corto plazo a las comunidades
locales, pueden tener efectos perjudiciales a medio plazo a escala
supralocal.
El principio
de subsidiariedad, interpretado como el traspaso de responsabilidades
a niveles inferiores de gobierno, puede ser una condición
óptima para la sostenibilidad; sin embargo, algunos estudios
empíricos muestran lo contrario, ya que nada garantiza
que los intereses locales dominantes incorporen de manera espontánea
criterios de desarrollo sostenible. Los temas urbanísticos
y la especulación del suelo y de las zonas verdes son claros
ejemplos, como lo es el caso de la defensa de los intereses de
las comunidades locales en espacios naturales protegidos. Quizás
el horizonte que abren los espacios de gobierno internivel, constituye
un instrumento de control operativo de la toma de decisiones en
este sentido.
Visto el problema desde una dimensión más global,
la democratización ambiental en los niveles macrorregionales
exige una revisión profunda de las estructuras de cooperación
al desarrollo, de los modelos de financiación, del comercio
internacional, y de la filantropía asistencial desarrollados
hasta el momento, así como una posición más
tajante en cuestiones de seguridad y de defensa, íntimamente
ligadas a los discursos del campo de la educación ambiental
como acción pedagógica transformadora para alcanzar
un crecimiento macrorregional equitativo local y globalmente. De
ahí que retomemos los argumentos del Informe sobre Desarrollo
Humano acerca del tema (undp, 2005, p. 3):
La colaboración internacional constituye una inversión
fundamental en el desarrollo humano, y su rentabilidad puede medirse
por el potencial humano que resulta de la prevención de enfermedades
y de muertes evitables, de la educación para todos los niños
y niñas del mundo, de la superación de las desigualdades
de género, y de la creación de condiciones para conseguir
un crecimiento económico sostenido. La asistencia para el
desarrollo se caracteriza por dos carencias: déficit crónico
de financiamiento, y mala calidad [...]. Las políticas comerciales
de los países ricos siguen negándole a los países
y a las personas pobres una participación justa en la prosperidad
global [...]. Los conflictos armados arruinan la vida de millones
de personas, constituyen una fuente de violación sistemática
de los derechos humanos, y obstaculizan el avance [...]. La naturaleza
de los conflictos ha cambiado, y han surgido nuevas amenazas a la
seguridad colectiva. En un mundo cada vez más interconectado,
los peligros que plantea la incapacidad de prevenir estos conflictos,
o de aprovechar las oportunidades para instaurar la paz, trascienden
inevitablemente de las fronteras nacionales.
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Notas:
* Departamento de Métodos
de Investigación y Diagnóstico en Educación,Facultad
de Ciencias de la Educación de la Universidad de Granada,
España.
1- Algunos de los cambios que
acarrean los modelos de globalización contemporánea
son cambios no voluntarios para la población, aunque sometidos
al programa de quienes los promueven. Los escenarios del consumo
son, quizás, los que mejor ilustran esta modalidad del cambio.
2- Desafortunadamente, ejemplos
tiene la historia de nuestro tiempo para ilustrar hasta la saciedad
este debate.
3- Creador de los principios
de la economía descalza y de la teoría económica
a escala humana, por la que fue galardonado con el premio Nóbel
Alternativo en 1983 por la Academia de Suecia.
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