Recordando al maestro
Juan Carlos Toscano *
El juego y la belleza están en el origen de una gran parte
de las matemáticas. Si los matemáticos de todos
los tiempos se lo han pasado tan bien jugando y contemplando su
juego y su ciencia, ¿por qué no tratar de aprenderla
y comunicarla a través del juego y de la belleza?
Miguel de Guzmán
Miguel de Guzmán nació en Cartagena en 1936 y tras
estudiar Filosofía en Alemania regresó a Madrid, donde
en 1965 se licenció en Matemáticas, ciencia a la que
ya habrá de dedicar toda su vida. En 1968 es doctorado por
la Universidad de Chicago, en la que ejerce como profesor, así
como también en las de San Louis y Princeton, ambas en EE.UU.,
y en otros países como Brasil y Suecia.
A su regreso a España con su doctorado recién estrenado,
introduce una corriente de aire fresco en las matemáticas
españolas, abriendo horizontes a toda una generación
de matemáticos, a los que sistemáticamente ayuda a
salir para estudiar con los mejores especialistas del momento. En
1982 ingresa en la Real Academia de Ciencias desde donde impulsa
varios programas ambiciosos, como el de descubrimiento y apoyo al
talento matemático en la escuela primaria, del que se ocupaba
actualmente.
Desde un principio tuvo también especial sensibilidad y
preocupación por la enseñanza de las matemáticas,
lo que le convirtió en autor de numerosos libros de texto,
tanto de nivel universitario como de enseñanza secundaria,
muchos de ellos verdaderos éxitos en su medio. Asumía
con tanta responsabilidad su tarea de autor que dedicaba todos los
años una semana para asistir a clases de matemáticas
de enseñanza secundaria, lo que le permitía conocer
las inquietudes de los jóvenes estudiantes, sus motivaciones
y reacciones ante las propuestas de trabajo. Esta preocupación
le llevó a ocupar entre 1991 y 1998 la presidencia de la
International Commission on Mathematical Instruction (ICMI), máximo
órgano internacional para el estudio de los problemas y mejora
de la enseñanza de las matemáticas y de la formación
de sus profesores.
Bajo su dirección se celebró en Sevilla en 1996 el
International Congress on Mathematical Education (ICME), y fue quien
impulsó la colaboración con los países en desarrollo
para la mejora de la enseñanza de las matemáticas.
En 1991, con el apoyo del Ministerio de Educación de España
y la Organización de Estado Iberoamericanos (OEI) puso en
marcha un programa que se extendió desde entonces y hasta
el año 1998. Se trataba del Programa Iberoamericano para
el Mejoramiento de la Enseñanza de la Ciencia y la Matemática
(IBERCIMA) -proyecto que nos permitió en la OEI conocer a
Miguel de Guzmán Ozámiz-, cuyas propuestas básicas,
redactadas por él, incluimos en este número de la
revista no sólo como homenaje a su figura sino por la vigencia
de su pensamiento. La propia puesta en marcha del programa tuvo
su origen en el II Simposio Iberoamericano sobre la Enseñanza
de la Matemática en el Nivel Medio, que se realizó
en septiembre de 1990 en Madrid, en los días previos a la
celebración de la V Olimpíada Iberoamericana de Valladolid.
En ese simposio, junto a Luis Santaló, sentaron las bases
de lo que dos años más tarde sería el Programa
IBERCIMA.
Al año siguiente acudió a la Olimpíada de
Córdoba (Argentina), donde impartió, junto a Claudi
Alsina, Valery Vavilov y Guy Brousseau, un seminario al que asistieron
cerca de 250 docentes argentinos. Ése fue un inicio de muchos
viajes a este país, invitado por la Olimpíada Matemática
Argentina (OMA), coincidentes en su mayoría con las sesiones
de cierre de la olimpíada nacional.
Desde 1992, la Olimpíada Iberoamericana de Matemática
ha tenido en su cuarta jornada una prueba singular: la Prueba por
Equipos. El diseño de la primera experiencia la realizó
junto a los profesores cubanos Luis Davidson y Raimundo Reguera
y una de sus propuestas consistió en que los equipos en lugar
de resolver un problema, lo crearan en base a una situación
matemática. En esa edición los equipos partieron del
teorema de Pitágoras.
La matemática iberoamericana y su enseñanza siempre
tendrán en Miguel de Guzmán un modelo a seguir. Su
vocación iberoamericana no sólo se reflejó
en las actividades que hizo con la OEI y con la OMA, sino en el
hecho de que durante muchos años en sus vacaciones de verano
viajara a El Salvador para dar clases en la universidad.
Ojalá todos los docentes iberoamericanos de matemática
logren que en las clases sus alumnos jueguen y se diviertan haciendo
matemática, se asombren y admiren de su belleza. Miguel de
Guzmán ya nos mostró el camino y nos pertrechó
de muchos instrumentos para ello. Ahora nos queda seguir su senda.
Nota:
* Coordinador de Programas, OEI.
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