| Nociones y conceptos de "escuela" en Colombia, en la 
              sociedad republicana (1819-1880)1 
             Víctor Vladimir Zapata Villegas *  Arley Fabio Ossa Montoya *  SÍNTESIS: Este trabajo indaga en las nociones y 
              conceptos de "escuela" en Colombia durante el período 
              1819-1880, caracterizado por el afán de instaurar el modelo 
              republicano de gobierno después del predominio del modelo 
              colonial y monárquico español. La investigación, 
              realizada a partir de la incursión en fuentes abordadas con 
              un claro sesgo hermenéutico, se orientó hacia la recuperación 
              de una memoria crítica que indaga en el horizonte de la historia 
              de los conceptos de Reinhart Koselleck. El artículo presenta 
              una significación preferente por el concepto colectivo de 
              historia, en el que determinadas formas y modos de "asimilar 
              la experiencia aparecen sobre todo con la historia experimentada 
              como un tiempo nuevo", y en el que los análisis buscan 
              la "constitución lingüística de experiencias 
              del tiempo allí donde aparecieron en la realidad pasada", 
              explicando en ellos el "contexto socio-histórico, para 
              remarcar el eje de empuje pragmático-lingüístico, 
              político-lingüístico y la dimensión histórico-antropológica" 
              inherente a toda conceptualización (Koselleck, 1993, p.16). 
              Se cruzan en el texto, pues, elementos provenientes de la historia 
              de las ideas, la filosofía y el pensamiento político 
              y social en torno a la institución escolar en la sociedad 
              republicana.  Palabras clave: escuela; nociones; conceptos; instrucción; 
              educación; sociedad republicana.  SÍNTESE: Este trabalho reflete sobre as noções 
              e conceitos de "escola" na Colômbia durante o período 
              de 1819-1880, caracterizado pelo afã de instaurar o modelo 
              republicano de governo depois do predomínio do modelo colonial 
              e monárquico espanhol. A pesquisa foi realizada a partir 
              da incursão em fontes, abordadas a partir de um claro prisma 
              hermenêutico. A tarefa se orientou no sentido da recuperação 
              de uma memória crítica no horizonte da história 
              dos conceitos de Reinhart Koselleck. O artigo apresenta uma significação 
              preferente pelo conceito coletivo de história, no qual determinadas 
              formas e modos de "assimilar a experiência aparecem, 
              sobretudo, com a história experimentada como um tempo novo", 
              no qual as análises buscam a "constituição 
              lingüística de experiências do tempo onde apareceram 
              na realidade passada", explicando neles o "contexto sócio-histórico, 
              para remarcar o eixo de análise pragmático-lingüístico, 
              político-lingüístico e a dimensão histórico-antropológica" 
              inerente a toda conceituação (Koselleck, 1993, p. 
              16). Cruzam-se no texto, então, elementos provenientes da 
              história das idéias, da filosofia e do pensamento 
              político e social em torno à instituição 
              escolar na sociedade republicana.  Palavras chave: escola; noções; conceitos; 
              instrução; educação; sociedade republicana.  ABSTRACT: This paper inquires into the notions and concepts 
              of "school" during the 1819-1880 period. A period whose 
              main characteristic was the desire to deploy the republican model 
              of government, after the predominance of the Spanish colonial and 
              monarchial model. Research started with an incursion into sources, 
              with a clear hermeneutical approach. Efforts were oriented towards 
              the recovery of critical memory, within the work frame of Reinhart 
              Koselleck's Conceptual History (a.k.a. History of Concepts). This 
              paper presents significations which prefer the concept of collective 
              history, in which certain ways of "assimilating appear, mainly, 
              with history experienced as a new time", in which analyses 
              are in the search for "the linguistic constitution of the experience 
              of time, there where they have appeared in past realities", 
              explaining "the social and historical context, with the aim 
              of highlighting the axis of pragmatic linguistic drive (and also 
              of political linguistic drive) and the historical anthropological 
              dimension" which every process of conceptualization has. In 
              this text, therefore, elements from History of Ideas can be found 
              combined with philosophy and political and social thought, revolving 
              around school institutions in republican societies.  Keywords: school; slight knowledge; concepts; instruction; 
              education; republican society.  1. INTRODUCCIÓN La escuela de estirpe republicana se constituye a partir del rechazo 
              de las características de la escuela colonial. La sujeción 
              a la religión y los dogmas, el autoritarismo, los contenidos 
              curriculares metafísicos y acríticos, en fin, el pasado 
              en contraste con la novedad, condujeron a una configuración 
              discursiva y práctica sobre las escuelas alrededor de las 
              cuales aparecieron visiones contrapuestas de organización 
              social que desencadenaron luchas, con el objeto de convertir propuestas 
              divergentes de escuela en verdades hegemónicas.  Tal abordaje se realizó de 1819 a 1880, lapso en el que 
              se identificaron cuatro planes de instrucción, a saber: el 
              Plan Santander2, el Plan Ospina3, 
              el Plan Libertad de Enseñanza4 
              y la Reforma Instruccionista5. 
              En los mismos se tomaron medidas para arreglar las escuelas con 
              la iniciativa del Estado, el cual las propugnó mediante un 
              discurso legal, no tanto por la instrucción de súbditos 
              sino de ciudadanos6 al servicio 
              de la construcción del Estado republicano. La escuela se 
              constituyó por esta vía en un espacio para el afianzamiento 
              del nuevo modelo de individuo y sociedad, enraizado en el proyecto 
              ilustrado. Esta verdad se implementó con diversos tipos de 
              acciones que tuvieron por finalidad disciplinar al individuo, normalizar 
              la población y hacer de la escuela un lugar de retención 
              en el que teóricamente se pretendió generar el nuevo 
              hombre con un ethos republicano aunque, en la práctica, se 
              desdibujó la esperanza ilustrada de libertad, igualdad y 
              fraternidad.  2. NOCIONES Y CONCEPTOS DE "ESCUELA" 2.1 El Plan Santander  La escuela en el Plan de Instrucción Pública de 
              Santander (1821-1841), del que fue también arquitecto el 
              libertador Simón Bolívar, fue, en el deber ser, una 
              instancia para uniformar a los escolarizados. Ello se hizo evidente 
              en las escuelas de primeras letras para los niños de ambos 
              sexos al igual que en las escuelas normales, instituciones que, 
              instauradas a partir del 6 de agosto de 1821, se igualaron en su 
              método. Se estableció en ellas el método de 
              enseñanza mutua impulsado por Joseph Lancaster (1778-1838), 
              mediante el cual se alfabetizó de forma masiva al pueblo 
              a través de monitores, quienes adiestrados por el maestro 
              sirvieron como factor de racionalización en la instrucción 
              y como medio para generar en la escuela disciplina y encuadramiento 
              al nuevo funcionamiento republicano. De igual manera, las escuelas 
              se emparejaron con base en los libros y cartillas emitidos por el 
              poder central. Su semejanza fue considerada como elemento imprescindible 
              para su perfección (Castillo, 1825, pp. 42-47).  Por esta vía, sin embargo, la individualidad inspirada 
              en los ideales ilustrados debía afirmarse en la escuela, 
              se vio desdibujada, puesto que tras el despliegue de la uniformidad 
              institucional se mostró una práctica de instrucción 
              en la que se instituía orden social, obediencia, domesticación 
              y vigilancia entrecruzada e ininterrumpida, desplegada con base 
              en mandos jerárquicos. El equilibrio con el cual se propagó 
              y se controló la expansión de la instrucción 
              pública más que generar singularidad en los sujetos, 
              talló su individualismo en espacios escolares que operados 
              bajo métodos económicos, clasificaron, seleccionaron, 
              excluyeron, estimularon la lucha por la existencia y afirmaron el 
              espíritu liberal que la escuela debía formar en los 
              escolarizados.  Según lo dicho, se mostró en la naciente plataforma 
              jurídica del período republicano un concepto de escuela 
              nuevo con relación al colonial vigente. No obstante, operativamente, 
              mientras se ganaba la guerra emancipadora y se comenzaba con la 
              construcción de la nueva República, los conceptos 
              se superpusieron, los edificios escolares y los métodos seguidos 
              dentro de ellos fueron los mismos y los recursos financieros para 
              renovadas aventuras escolares escasearon, teniendo en cuenta, además, 
              que las prácticas escolares aprendidas se correspondían 
              con el antiguo régimen y no resultaban fáciles de 
              desarraigar. Existió convergencia entre las normas coloniales 
              y las nuevas de raigambre republicana, que se fueron produciendo 
              en los primeros hervores de la sociedad que despuntaba. Lo viejo 
              y lo nuevo, pues, con sentido realista y pragmático (Zapata, 
              V., 2003, p. 21).  2.2 El Plan Ospina  La superposición del concepto de escuela presente en el 
              Plan Santander fue dirimida en el Plan Ospina (1841-1845), en el 
              que se concibió esta institución "para la educación 
              de la juventud" (Herrán, 1844, p. 93). En la misma, 
              los directores dirigían y gobernaban a los alumnos para mantener 
              en ellos aplicación, estímulo por el aprendizaje de 
              la moral, la urbanidad, la lectura, la escritura y el deseo de ilustración 
              (Herrán, 1844, pp. 94 y102).  Durante la instrucción de los escolarizados, en el plan 
              Ospina, las escuelas de primeras letras, los colegios y las universidades 
              fueron aparatos de observación, de registro y de encauzamiento 
              de la conducta (Foucault, 1980, p. 177). En estos, los medios de 
              coerción se hicieron plenamente visibles cuando se reglamenta 
              para los cursantes:  
               [...] que en la entrada i salida de las aulas, estudios i pasos 
                i demás actos se hará siempre en formación, 
                ocupando cada uno el lugar que le corresponde. Los jefes de las 
                secciones estarán en las formaciones a cabeza de sesión 
                [
] la táctica particular que debe observarse para 
                que todo se haga con orden i regularidad en los actos i reuniones; 
                se fijarán los toques, voces y señales con que deben 
                designarse los diferentes actos; i las penas correccionales que 
                son necesarias para mantener el orden i la disciplina. (Herrán, 
                1842, p. 21.)  Transitándose en la escuela de la persuasión a la 
              represión, los castigos en esta máquina pedagógica 
              y disciplinaria (Zuluaga, 1979, pp. 21 y 79), buscaron que la disciplina 
              y la normalización dejaran huella en el escolarizado y en 
              la población que lo incluía. En esta óptica, 
              las escuelas y universidades se muestran para el control social, 
              para la disciplina de cuerpos y mentes, aspecto que se asoció 
              con un pensamiento antiliberal y de raigambre conservadora impulsado 
              por Ospina. Para el caso, la normalización se hizo evidente 
              en las modificaciones introducidas por este último con el 
              objeto de contrarrestar los peligros que para él implicaba 
              el tipo de instrucción impartido en el plan Santander. En 
              tal sentido, introdujo regulaciones morales que desplegadas en la 
              cuadrícula escolar buscaron el equilibrio, la homeostasis, 
              la seguridad de la población, contrarrestando los peligros 
              educativos internos. La disciplina, por su parte, se visibilizó 
              en la división y jerarquización aplicada de manera 
              arbitraria a los cursantes, en el orden establecido en el campo 
              escolar y extraescolar, en el dictamen y el compás con que 
              los escola-rizados debían pasar de un punto a otro (Herrán, 
              1842, p. 94), en la inspección y vigilancia múltiple 
              y entrecruzada mediante un jefe o un bedel y en el examen como instrumento 
              de gobierno, inherente a esta. La escuela universitaria se presentó, 
              pues, como estructura material e inmaterial. Al mismo tiempo que 
              fue un local, se constituyó en un dispositivo con poder múltiple 
              para establecer pautas conductuales, conformado por personas con 
              tareas para desempeñar, con saberes por adquirir y redistribuir, 
              con finalidades para emprender, con normas para cumplir, con jerarquías 
              piramidales a las que se debía atender, con componentes para 
              organizar, con procedimientos por realizar, con exámenes 
              para medir, con distribuciones de tiempo para acomodar la cotidianidad 
              y con regulaciones que intervinieron los cuerpos.  Bajo el anterior esquema, la escuela constituyó para Ospina 
              un establecimiento cuya función primordial fue la de instruir 
              para el trabajo. En este sentido, la enseñanza primaria desarrollada 
              en las escuelas parroquiales y normales comprendió:  
               [...] nociones rudimentales que pueden adquirir y que conviene 
                dar a todos los granadinos; la segunda, en colegios y casas de 
                educación y abraza los conocimientos que deben procurarse 
                a las personas que por sus circunstancias no están destinadas 
                a ser simples obreros, es la mas estensa y la mas variada; y la 
                tercera en universidades compuesta por escuelas jenerales y especiales, 
                que está destinada a formar hombres para ciertas funciones 
                públicas que se reputan necesarias en la nación. 
                (Ospina, 1843, pp. 45-46.)  El plan presentó establecimientos en los que fue visible 
              una inclinación por una instrucción más práctica. 
              Mientras que en algunos de ellos se cumplió la función 
              de capacitar obreros -escuelas primarias-, otros estuvieron destinados 
              a instruir sujetos aptos para profesiones determinadas -colegios-, 
              y los demás fueron señalados como los lugares para 
              preparar los futuros funcionarios de la República -universidades. 
              En esta óptica, el establecimiento de colegios preveía 
              en ellos una enseñanza -que reconocía Ospina estaba 
              aún por crear en la República-, más extensa 
              y variada, puesto que:  
               [
] no estaba destinada a dar a todos los mismos conocimientos, 
                sino a formar hombres para todos los oficios, para todas las profesiones; 
                agricultores, comerciantes, artesanos, mineros, literatos, etc. 
                (Ospina, 1844, p. 38.)  La instrucción práctica llevada mediante una severa 
              disciplina debía garantizar individuos dóciles y útiles 
              a la sociedad y al comercio, diversificado de forma incipiente en 
              la minería, la agricultura y la industria artesanal. En este 
              sentido, para el secretario Ospina, las escuelas debían:  
               [
] orientar a la juventud hacia las ciencias prácticas, 
                distraerlos de los estudios especulativos [
] crear ciudadanos 
                capaces de fomentar industrias, impulsar el desarrollo y acrecentar 
                la riqueza nacional. (Bohórquez, 1856, p. 341.)  El severo régimen disciplinario para la conducción 
              escolar implementado por Ospina, al igual que el arreglo y la organización 
              centralista en el campo de la instrucción, se mantuvo hasta 
              la administración de Tomás de Tomás Cipriano 
              de Mosquera (1845-1849) (Zuluaga, 2001, pp. 169-174). No obstante, 
              durante el gobierno del último y de José Hilario López 
              (1849-1853) se modificaron las condiciones para la conducción 
              de las escuelas. En este sentido, en contraposición a la 
              reforma implantada por Ospina cambiaron las formas para adquirir 
              la instrucción de las ciencias, las letras y las artes, para 
              recibir títulos y para ejercer profesiones, lo cual pudo 
              hacerse no solo en colegios nacionales, provinciales o seminarios 
              (López, 1850, p. 20), sino en establecimientos oficiales 
              o privados que actuaran respetando la moral y el marco jurídico 
              establecido.  2.3 El Plan Libertad de Enseñanza  Desde tales prescripciones, y con base en la referida plataforma 
              jurídica presionada por diversos actores sociales, políticos 
              y económicos, con nuevos intereses y opositores al manejo 
              dado a la instrucción por Ospina, se materializó lo 
              que se llamó la Libertad de Enseñanza, como expresión 
              de drásticos cambios en la educación republicana.  Este plan se acompañó del desplazamiento del monopolio 
              de la instrucción por parte del Estado, que dio lugar a la 
              aparición de un sinnúmero de instituciones educativas, 
              amparadas en el principio de libertad de enseñanza. El plan 
              condujo, asimismo, al incremento de la autonomía en el manejo 
              de las escuelas por parte de las cámaras provinciales, a 
              una descentralización fiscal (Zuluaga, 2002, p. 107) y a 
              un paulatino desmonte del régimen universitario7 
              en lo que se refirió al ingreso y titulación, elitista, 
              monopólico y centralizado en Ospina8.  2.4 La reforma Instruccionista  En contraposición al Plan de Libertad de Enseñanza, 
              en la Reforma Instruccionista la escuela fue una institución 
              que debía contribuir a la perfectibilidad del pueblo (Cárdenas 
              y Rentaría, 1991, p. 161). Se consideró como un medio 
              para impulsar la grandeza de la nación, un espacio donde 
              la ciudadanía debía prepararse para controlar las 
              principales categorías de la vida pública, en una 
              instancia para contribuir a la prosperidad del Estado de filosofía 
              liberal, en un lugar para afianzar las posiciones políticas 
              del radicalismo en el poder. La escuela, por lo anterior, mediante 
              la educación, debía superar la alfabetización 
              funcional e impulsar las potencialidades humanas como vía 
              para la modernización social, política y económica 
              (Pérez, 1871, p. 322).  Para los radicales, la libertad requería de la igualdad, 
              la que solo era posible por la instrucción y la educación 
              desarrolladas en la escuela, factores que se perfilaron como el 
              proyecto fundamental que posibilitaba la igualdad, aspecto concretado 
              en tanto se presentaran una formación y un desarrollo de 
              conocimientos que permitiesen estar en igualdad discursiva. Alcanzada 
              la igualdad, se generaba la libertad, la autonomía y la soberanía 
              del sujeto. La escuela se convirtió así en motor del 
              cambio social (Herrera, 1987, pp. 28-30), en la "base sobre 
              la que reposa el Estado y la garantía de las conquistas hechas 
              por la libertad" (Rueda, 1875, p. 36), en el elemento que contribuía 
              a materializar el Estado anhelado por el liberalismo.  La escuela para los radicales fue el fundamento, el elemento principal 
              para afianzar el proyecto político que había florecido 
              en 1863. En tal sentido, en el Decreto Orgánico sobre Instrucción 
              Pública Primaria (DOIPP), las escuelas "tenían 
              por objeto formar hombres sanos de cuerpo i espíritu, dignos 
              i capaces de ser ciudadanos y magistrados de una sociedad republicana 
              i libre" (Salgar, 1870, p. 11).  En la perspectiva anterior la enseñanza no se limitaba 
              a la instrucción sino que comprendía el desarrollo 
              armónico de todas las facultades del alma, de los sentidos 
              y de las fuerzas del cuerpo.  La escuela dejó de tener como misión fundamental 
              la labor de instruir, visibilizándose, a partir de la Reforma 
              Instruccionista, como institución para educar rechazando 
              así a la escuela como lugar al que solo se iba a aprender 
              a leer, escribir y contar, para asignarle el papel, retomado de 
              la tradición ilustrada, de "formar la infancia del hombre 
              [y] desarrollar en ella los dones de la humanidad" (Mallarino, 
              1871, p. 405).  Por ello, para el liberalismo radical la educación abrazaba 
              todo aquello que componía la existencia humana: las relaciones 
              con la sociedad, con la patria, con la familia, con los semejantes, 
              la vida presente y futura. En su proyecto utilitarista, la educación 
              debía enseñar a conducirse, a poner al "hombre 
              en aptitud de ser útil a los demás i a sí mismo" 
              (Mallarino, 1871, p. 406).  Las anteriores nociones y conceptos de escuela fueron apoyados 
              por la corriente pestalozziana, en la cual la educación presentaba 
              como puntos de partida la situación real y las circunstancias 
              inmediatas de la persona, con el objeto de no forzar el espíritu 
              de los niños y evitar entrar en acciones contrarias al desarrollo 
              natural de la razón. Esta tendencia impulsada por los instruccionistas 
              les sirvió de apoyo para la educación con la que buscaban 
              el cultivo de las fuerzas y capacidades del ser humano. En tal sentido, 
              el papel de la escuela era el de formar al hombre en su autonomía, 
              con base en el desarrollo de una educación concebida como 
              el arte de llevar al niño de unas instituciones superficiales 
              y fragmentarias, como las que existían para el liberalismo 
              radical, hasta otras distintas inspiradas en el ideario liberal.  Para lograr las transformaciones institucionales deseadas el liberalismo 
              radical dio un nuevo carácter al maestro, quien debía 
              encaminar la escuela al desplazamiento de la instrucción 
              tradicional, de sumisión a la autoridad y memorismo. Querían 
              una total reforma de la institución educativa y del papel 
              del maestro en ella, puesto que para los radicales, buenas escuelas 
              eran sinónimo de buenos maestros, considerando que, para 
              serlo, era preciso haber sido educado mediante una sólida 
              instrucción y la ejercitación en la práctica 
              de métodos, bajo la dirección de profesores competentes 
              (Zapata, 1872, pp. 6-46). Para ello, dotaron a la escuela de instrumentos 
              administrativos, pedagógicos y financieros que posibilitaran 
              su progreso y, por esa vía, la búsqueda, por un lado, 
              de un individuo "libre" e "igualitario" y, por 
              otro, la civilización como un mundo anhelado, como el resultado 
              de la modernización social, política y económica 
              del país, como un nuevo entorno fruto de la libertad, la 
              democracia, la razón y el mercado.  En la perspectiva de lo inmediatamente expuesto, la escuela representó 
              en el período radical una gran valoración y significación, 
              fundamentalmente cuando se trató de "organizar una república 
              y construir una ética y una política que dominen de 
              manera legítima en el ámbito nacional" (Silva, 
              1989, p. 67). Los instruccionistas concibieron la escuela y los 
              procesos de enseñanza y de instrucción pública 
              en ella reconfigurados, como la "palanca central del camino 
              a la libertad y progreso" (Silva, 1989, p. 63). Al considerar 
              la escuela como punto de apoyo para la construcción del nuevo 
              proyecto de sociedad9, plasmaban 
              el espíritu civilizador del liberalismo en nuestro medio.  Puede apreciarse, entonces, cómo se presentó la 
              recurrencia de emplear la escuela como instrumento de adoctrinamiento 
              para la juventud, de acuerdo con los intereses del partido gobernante. 
              La escuela primaria emergió así como laica para pulir 
              los alumnos mediante un trabajo paciente en el que se cultivarían 
              no solo los valores propios del espíritu liberal sino, además, 
              el mantenimiento y progreso de la organización establecida 
              por el gobierno, asegurando la libertad dentro del orden constitucional 
              y legal. La escuela optó, como lo expresa Rausch, por una 
              "educación popular por lo menos como doctrina dentro 
              de su plataforma política" (Rausch, 1993, p. 67).  Fue recurrente, entonces, el que la escuela se convirtiera en 
              escenario de luchas y estrategias políticas y que, izada 
              como bandera en el campo de batalla por los partidos, fuera defendida 
              por unos de otros que querían hacerla jirones, en tanto que, 
              exhibida como un punto de diferencia en la conciencia de los católicos, 
              mientras sus enemigos levantaban la voz para execrarla, sus amigos 
              la resguardaban.  La escuela, pues, al ser una institución en la que el saber 
              se distribuyó por medio de la autoridad legítimamente 
              constituida, fue, además de un terreno por el que se dieron 
              posiciones y oposiciones entre los actores envueltos en relaciones 
              de poder, un territorio por el que se dirimieron de forma belicosa 
              cuestiones políticas e ideológicas de grupos políticos 
              o sectores sociales. En esta perspectiva, la escuela como medio 
              para brindar una educación laica, gratuita y obligatoria 
              se convirtió en punto de ataque por parte de la Iglesia, 
              los conservadores, los católicos y los militares, opuestos 
              al gobierno radical, actores que en su conjunto en momentos de guerra 
              las convirtieron en cuarteles.  A pesar de haber constituido un elemento central del programa 
              de gobierno del radicalismo (Jaramillo, 1980, p. 274) y de que en 
              su proyecto político y jurídico intentaron desplazar 
              la filosofía y características de las llamadas escuelas 
              del antiguo régimen, que funcionaban con el antiguo método, 
              basadas en la mera instrucción, el memorismo y el verbalismo 
              (Zuluaga, 1979, p. 96), en la cotidianidad y sometidos a una mirada 
              minuciosa, aún se dejan ver estos establecimientos. En tal 
              perspectiva, la escuela concebida por los radicales fue no solo 
              la institución en que se fundamentó la constitución 
              del Estado republicano y libre, sino también un lugar de 
              severa disciplina, con miasmas en el aire. Raída en extremo 
              su composición física, con recursos materiales inapropiados 
              o sin ellos, dejó ver en su arquitectura un espacio de memoria 
              en cuanto al modo de representación de las intenciones culturales 
              y soporte de las acciones educativas que en dicho modelo de escuela 
              subyacen. Fue un espacio sucio y desordenado que impregnó 
              a los alumnos de la falta de higiene y cuidado que en ella se reflejaba, 
              un lugar para el memorismo, refractario a las demandas del proyecto 
              radical. En este cuadro, la escuela, que tuvo un carácter 
              reticular e imprimió homogeneidad, fue más un sitio 
              de cautiverio que de formación de personas y ciudadanos de 
              virtud e ilustración.  3. CONCLUSIÓN La escuela en la sociedad republicana fue una institución 
              en la que se vigiló y custodió a quienes pasaban por 
              ella, en la que se seleccionó, o por lo menos se legitimó, 
              el papel social, en la que se adoctrinó y en la que se desarrollaron 
              habilidades y destrezas (Reimer, 1976, p. 51).  Se trató de un espacio utilizado para efectuar prácticas 
              de socialización, aculturación y dispensación 
              del saber canonizado por la civilización, mediante una tarea 
              esforzada en la que contaron la disciplina y la normalización. 
              Su tarea pedagógica -que buscó educar y, en medio 
              de tensiones, evangelizar-, estuvo impregnada de racionalización 
              y eficacia. Se impulsó así, de manera paradójica, 
              la iluminación masiva y civilizatoria, la promoción 
              de la emancipación de la razón de las creencias particularistas 
              y sobrenaturales, lucha tras la cual estaba la consagración 
              de la cultura legítima que controlara el espacio escolar.  Este control se realizó con base en el ideario liberal, 
              que una vez consolidado durante la hegemonía radical impulsó 
              la escuela laica, valoró el oficio del maestro, desplazó 
              la instrucción por la educación y promovió 
              la moral civil con base en el modelo republicano; se desplegó 
              de igual manera a través del ideario del conservadurismo 
              que con filtros discursivos valoró la ciencia como instrumento 
              de progreso, revitalizando simultáneamente en el contexto 
              escolar la filosofía del cristianismo.  La escuela centralizada -excepto en el Plan de Libertad de Enseñanza- 
              integró así al individuo al nuevo orden republicano 
              y empleó para ello la promoción de un mundo moral 
              positivo, organizado, esquematizado. La moral, expuesta a los vaivenes 
              del cambio de poder, se mantuvo como medio para determinar un punto 
              de vista estable y común, firme y calmo. La constancia y 
              duración de este artificio cultural implantado en la escuela, 
              acrecentó al sujeto y posibilitó su dominio racional.  Bibliografía  BOHÓRQUEZ C., Luis Arturo (1856): La evolución educativa 
              en Colombia. Bogotá: Publicaciones Cultural Colombiana.  CÁRDENAS, Jairo y RENTARÍA, Pedro (1991): La instrucción 
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              Universidad de Antioquia.  CASTILLO, José María del (1825): "Ley de 6 
              de agosto de 1821 sobre establecimiento de escuelas de primeras 
              letras para los niños de ambos sexos", en Cuerpo de 
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              Nueva Granada.  - (1844): "Decreto del 2 de noviembre de 1844. Establecimiento 
              y arreglo de las escuelas", en Registro oficial de los decretos 
              i ordenes circulares del Poder Ejecutivo. Bogotá: Imprenta 
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              Granada en el año de 1850. Bogotá: ARPE.  MALLARINO, G. (1871): "Curso normal de los institutores primarios. 
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              en La Escuela Normal, tomo 2. Bogotá: Dirección General 
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              al Congreso Constitucional. Bogotá: Imprenta de J. A. Cualla.  PÉREZ, Santiago (1871): "Correspondencia de 13 de 
              abril de 1871 al Secretario de lo Interior y Relaciones Exteriores 
              sobre la población escolar de los Estados Unidos", en 
              La Escuela Normal, tomo 11, n.º 21. Bogotá: Dirección 
              General de Instrucción Pública.  RAUSCH, Jane (1993): La educación durante el federalismo. 
              Bogotá: Instituto Caro y Cuervo.  REIMER, Everett (1976): La escuela ha muerto. Alternativas en 
              materia de educación. Barcelona: Barral Editores.  RUEDA, Francisco P. (1875): Memoria del Secretario de lo Interior 
              y Relaciones Exteriores de los Estados Unidos de Colombia para el 
              Congreso de 1875. Bogotá: Imprenta de Medardo Rivas.  SALGAR, Eustorjio (1870): Decreto Orgánico de 1o de noviembre 
              de 1870 sobre Instrucción Pública Primaria. Bogotá: 
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              de Instrucción Pública del Estado Soberano de Cundinamarca. 
              Bogotá: Imprenta de Echavarría Hermanos.  ZAPATA V., Vladimir (2003): "La escuela en el Plan Santander", 
              en El concepto de escuela en Colombia en los planes educativos de 
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              su práctica pedagógica durante el siglo XIX. Medellín: 
              Universidad de Antioquia Centro de Investigaciones Educativas.  - (2001): La educación pública en Colombia. 1845-1875. 
              Libertad de enseñanza y adopción de Pestalozzi en 
              Bogotá. Bogotá: Facultad de Educación de la 
              Universidad de Antioquia Instituto para la Investigación 
              Educativa y el Desarrollo Pedagógico, IDEP.  - (2002): "Instituciones educativas y libertad de enseñanza. 
              1845-1868", en Historia de la educación en Bogotá, 
              tomo I. Bogotá: Panamericana Formas e Impresos. 
             Notas1 El presente ensayo es uno de 
              los productos de la investigación: "El concepto de "escuela" 
              en Colombia en los planes educativos de los siglos XIX y XX" 
              realizada en el marco del Doctorado en Educación, en el Área 
              de Historia de la Educación y la Pedagogía, Línea 
              de Investigación de Formación y Desarrollo de los 
              Sistemas de Instrucción Pública, adscrita al Grupo 
              de Investigación de Historia de la Práctica Pedagógica 
              en Colombia, escalafonado Grupo Excelencia por COLCIENCIAS. 2 En 1826, durante el gobierno 
              de Simón Bolívar (1819-1830), el vicepresidente general 
              Francisco de Paula Santander expide el Plan Santander, que luego 
              se fortalecerá durante su presidencia (1832-1837). 3En el gobierno de Pedro Alcántara 
              Herrán (1841-1845), Mariano Ospina Rodríguez expidió 
              en 1842 reformas universitarias y en 1844 reformas en la instrucción 
              primaria, que fueron definidas como el Plan Ospina. 4 Durante el gobierno de Tomás 
              Cipriano de Mosquera (1845-1849) y de José Hilario López 
              (1849-1853), se presentó el Plan Libertad de Enseñanza. 5 En el gobierno de los liberales 
              radicales (1867-1880) se desarrollaron reformas en la instrucción 
              universitaria, primaria y normalista conocidas como la Reforma Instruccionista. 6 Categoría elitista empleada 
              a inicios de la República, solo para quienes sabían 
              leer, escribir y tenían bienes hasta por trescientos pesos. 7 La supresión de las 
              universidades en 1850 mediante el traspaso de sus recursos a los 
              colegios nacionales de Bogotá, Cartagena y Popayán, 
              niveló a este tipo de instituciones con los colegios provinciales, 
              en su mayoría sin recursos, ubicados en la parte periférica 
              del país. Ello desencadenó la autorización 
              a los colegios provinciales o particulares para otorgar grados académicos 
              como estrategia política ante el centralismo de Ospina. Aun 
              así, a pesar de poderse conceder tales títulos por 
              consejos de profesores de colegios nacionales, provinciales o de 
              seminarios, al suprimirse las universidades se dejó explícito 
              que el grado no sería necesario para ejercer las profesiones 
              científicas -principio del que se exceptuaba la profesión 
              farmacéutica-, y que para optar al título no era indispensable 
              haber estudiado en instituciones formalmente reconocidas. Cfr. al 
              respecto: José Hilario López. "Ley de 15 de mayo 
              de 1850 sobre instrucción pública", en Leyes 
              y Decretos expedidos por el Congreso Constitucional de la Nueva 
              Granada en el año de 1850. Bogotá: ARPE. C. 87. 134, 
              1850, p. 29. 8 En el período de José 
              Hilario López la falta de financiamiento a universidades 
              y colegios debido a la crisis fiscal en que había recibido 
              el Estado, y que trascendió a administraciones futuras, agudizada 
              por las reformas administrativas, fiscales y políticas, así 
              como la nula utilidad del título para el campo laboral, produjo 
              en la nación, por un lado, la ausencia de cuadros técnicos 
              y políticos en un contexto de deserción escolar y 
              de lucha liberal contra las coaliciones de intereses y, por otro, 
              el abandono de la población al no contar con medios efectivos 
              para la instrucción. Véase al respecto: Gerardo Molina. 
              Las ideas liberales en Colombia, 1849-1914. Bogotá: Ediciones 
              Tercer Mundo, 1973, pp. 28-29. 9 El mito del progreso impulsó 
              las utopías liberales de libertad, razón y paz. En 
              su afianzamiento, no solo la ciencia fue fundamental para el desarrollo 
              industrial y la modernización económica, sino las 
              formas disciplinarias para la racionalización del tiempo 
              y los espacios, en los que sobreviven los más aptos. |