| La educación en América Latina: un horizonte  complejo1 Alberto Martínez Boom ** Investigador y profesor de la Universidad Pedagógica
            Nacional (UPN) de Colombia.  Como todo proceso de transformación histórica,la era de la información no determina un curso único
 de la historia  humana. Sus consecuencias, sus características
 dependen del poder de quienes se  benefician en cada una de las
 múltiples opciones que se presentan a la voluntad  humana.
 Manuel
            Castells
  Síntesis: En este artículo se elabora un 
              dispositivo de análisis para abordar una pregunta general 
              acerca de la cuestión de las transformaciones que han emergido 
              en la relación que conecta la sociedad contemporánea 
              con los procesos educativos de América Latina. Para dar cuenta 
              de esta complejidad se parte de los rasgos distintivos que, a modo 
              de conceptos, explican las prácticas y los discursos de la 
              modernización educativa del continente y que desembocan en 
              un poliedro de cinco tensiones: tiempo, espacio, identidad, norma 
              y producción, que echan luz sobre el aquí y el ahora 
              de la escuela, de la educación y del sistema en su conjunto. 
              Es claro para el autor que pensar la educación hoy en día 
              exige comprender que se trata de algo que se mueve permanentemente 
              y a diferentes ritmos, y que este análisis puede llegar a 
              ser útil para aquellos sujetos educativos que agencian, dirigen 
              e investigan saberes, discursos e instituciones.Palabras clave: procesos educativos; América  Latina; modernización educativa; educación contemporánea.
 SÍNTESE: Neste artigo elabora-se uma análise a fim  de abordar uma pergunta geral sobre a questão das transformações que emergiram  na relação que conecta a sociedade contemporânea com os processos educativos da  América Latina. Para dar conta desta complexidade parte-se dos traços  distintivos que, a modo de conceitos, explicam as práticas e os discursos da  modernização educativa do continente e que desembocam em um poliedro de cinco  tensões: tempo, espaço, identidade, norma e produção, que lançam luz sobre o  momento presente da escola, da educação e do sistema em seu conjunto. Está  claro para o autor que pensar a educação hoje em dia exige compreender que se  trata de algo que se move permanentemente e a diferentes ritmos e que esta  análise pode chegar a ser útil para aqueles sujeitos educativos que agenciam,  dirigem e pesquisam saberes, discursos e instituições.
 Palavras-chave:  processos educativos; América Latina; modernização educativa; educação  contemporânea.
 Abstract: In this article we will come up with a device of analysis, in order to  approach a general question concerning the issue of the emerging  transformations within the relation that connects contemporary society with  educational processes in Latin America. In  order to shed some light on this complexity, we will start at the distinctive  features that, as concepts, explain the practices and the discourses of the educational  modernization of the continent, and that result in a polyhedron of five  tensions: time; space; identity; norm and production. This polyhedron sheds  light on the here and the now of school, of education and of the system as a  whole. For the author is clear that reflecting on contemporary education  demands understanding that it moves constantly and at different paces, and that  this analysis can become useful for those educative subjects that manage,  produce or do research on knowledge, discourses and institutions.
 Key words: educative  processes; Latin America; educative  modernization; contemporary education.
  1.       Introducción Cuando se interroga por el porvenir de la  educación, resulta problemático en estos tiempos de incertidumbre, por decir lo  menos, obtener cualquier respuesta que pueda tranquilizarnos. La escuela, el  maestro, el saber, la infancia y el sistema educativo en general han alcanzado  un alto grado de complejidad imposible de desagregar u organizar de forma  completa.  Es cierto que la educación es un campo amplio  de objetos, saberes e instituciones que está atravesado por políticas,  relaciones, significaciones históricas y reformas que intentan afectar su  naturaleza, función social y estructura. De igual forma, resulta evidente que  cada uno de nosotros vive la encrucijada de esta experiencia generalizada que  parece estar en crisis2 y, sin  embargo, no hay en principio, novedad alguna en tal crisis.  Nuestra época es particularmente poliédrica  en relaciones y juegos de poder, circunstancia que acrecienta la utilidad de  aquellos análisis capaces de captar lo divergente, ponderar la ambigüedad y  enfrentar lo inconmensurable. En todo caso no hay en este trabajo pretensiones  de futurología o de descripción proyectiva de un paisaje esclarecido o por hacerse  transparente. El propósito del ensayo es más específico, intenta hacer un  diagnóstico3, elaborar un estado de la cuestión acerca de  lo que pasa con la educación en América Latina y dar pistas mostrativas de un  horizonte complejo en el que es recomendable insinuar riesgos y advertir  algunos caminos por venir.  Lograr esta comprensión exige la elaboración  de un dispositivo de análisis que dé cuenta de la amplitud de planos en los que  se ubicaría la cuestión de la educación en Latinoamérica. Si bien las políticas  generales podrían desempeñar un papel importante en el desarrollo de la  educación al interior de nuestras naciones, es preciso reexaminar la  consistencia de los mismos arreglos en escalas particulares y globales. Uno de  los caminos de aproximación para poder entender la complejidad de lo que se  quiere diagnosticar y su alto grado de diferenciación, es optar por un análisis  que supere la contradicción o la mirada unívoca, y dotarnos para su estudio de  una matriz de relaciones que parta de reconocer las ambivalencias, es decir,  diversos cruces de fuerza en que se reconocen tensiones más que  contradicciones, afirmaciones más que identidades.  2.       A  modo de diagnóstico:
              caras de la modernización Es un hecho que el mundo cambió luego de las  hecatombes del siglo xx. El  agotamiento de la educación no estuvo ajeno a esta transformación que puede  identificarse desde tres rasgos distintivos: la derivada de la crisis, la  mundialización de las relaciones y el enfoque sistémico. Detengámonos un poco  en esta tríada nominal susceptible de argumentación analítica.  2.1     La  crisis  Pensar la crisis resulta, no pocas veces, una  tarea interminable e insondable. Un sinfín de estados del arte nos dice que  estamos asistiendo a transformaciones radicales respecto del saber y su  producción, que no se comparan con otra época histórica (Lyotard,  1989). Lo mismo ocurre con los borramientos generacionales que enrarecen,  cuando no desvirtúan, nociones antes claras como infancia, juventud, tradición  o autoridad. En palabras de Skliar «el discurso habitual de la crisis es,  también, el miedo irremediable a la crisis» (Skliar y Téllez, 2008), cuyo campo  es, en el fondo, impreciso y difícil de definir.  En su post-scriptum advertía Deleuze  que: 
               Estamos en una crisis generalizada de todos  los lugares de encierro: prisión, hospital, fábrica, escuela, familia. La  familia es un «interior» en crisis como todos los interiores, escolares,  profesionales, etc. Los ministros competentes no han dejado de anunciar  reformas supuestamente necesarias. Reformar la escuela, la industria, el  hospital, el ejército, la prisión: pero todos saben que estas instituciones  están terminadas, a más o menos corto plazo. Solo se trata de administrar su  agonía y de ocupar a la gente hasta la instalación de las nuevas fuerzas que  están golpeando la puerta. Son las sociedades de control que están reemplazando  a las sociedades disciplinarias (Deleuze, 1996, p. 248).  Si bien este tono oracular da cuenta de algo  que está cambiando, no podríamos interpretar la posdata del filósofo parisino  en sentido estricto, porque lo educativo en América Latina se mueve en el  interludio de la sociedad disciplinar que la hizo emerger y las nuevas formas  de lo social que aún subsisten con sus huellas y heridas del pasado. Y, sin  embargo, ya se despliega ante nosotros el avasallamiento de la información que  preludia a las sociedades del conocimiento y la producción de bienes  inmateriales, propia del capitalismo cognitivo.  2.2     La  mundialización  Pensar el mundo tenía antaño algo de  ensoñación romántica propia de viajeros y aventureros, mientras que hoy es un  rasgo tecnológico. Desde la segunda posguerra la mundialización de la economía,  de la sociedad, de las comunicaciones y de los sistemas de escolarización se ha  puesto en marcha rápidamente. Esta interconexión de las relaciones universaliza  también los problemas: el medio ambiente, la salud y la educación han sido y  siguen siendo los núcleos de crisis más recurrentes. Habría que matizar,  siguiendo a Capella (2005, p. 170), que la mundialización, devenida luego en  globalización, es «deformada o desigual, no uniforme» y que la adjetivación de  los problemas a nivel general crea saberes, discursos e instituciones que  requieren atención sistemática y continua por parte de quienes las agencian,  las dirigen y las investigan.  Caben mencionar aquí los análisis de Hardt y  Negri (2002), quienes llegan incluso a cuestionar las más recientes posturas  biopolíticas y gnoseológicas. Según estos autores, el fin del colonialismo y la  declinación de los poderes de la nación son indicadores de un pasaje general  desde el paradigma de la soberanía moderna hacia el paradigma de la soberanía  imperial. En contraste con el imperialismo, el imperio no establece centro  territorial de poder y no se basa en fronteras fijas o barreras. Es un aparato  de mando descentralizado y desterritorializado, que incorpora progresivamente a  todo el reino global dentro de sus fronteras abiertas y expansivas. La noción  de imperio maneja identidades híbridas, jerarquías  flexibles e intercambios plurales por medio de redes moduladoras de comando.  Los diferentes colores del mapa imperialista del mundo se han unido y fundido  en un arco iris imperial global.  Si nos detenemos a pensar en las  implicaciones de estos postulados, muchos de los supuestos que hasta ahora han  sido considerados como verdaderos para explicarnos la educación del tercer  mundo, y en especial la de Latinoamérica, deberían ser puestos en tela de  juicio. El enfoque del mundo como un imperio, una nueva forma de soberanía que  adquiere consistencia global, puede actuar a manera de nuevos lentes que nos  permiten apreciar esferas hasta ahora impensadas. Ver diferente requiere de  nuevos enfoques.  2.3 El enfoque sistémico  Habría que entender la educación como  sistema, y pensar lo sistémico implica reconocer que el sistema educativo  establece e impone lentamente, pero de manera tenaz, unos modos específicos de  prácticas, pensamientos y relaciones propias de la institución escolar, que se  reproducen a sí mismos con independencia de los cambios radicales que se  provocan en el entorno, terminando por convertirse en un sistema  autorreferencial. Esto ha hecho que hablar hoy de educación implique no la  sumatoria de escuelas, programas, maestros y alumnos, sino la aparición de una  red de comunicaciones, funcional, programable, administrable y evaluable.  Por sistema habría que comprender, más que un  conjunto de reglas mutuamente acordadas, un conjunto de operaciones realizadas  fácticamente que, en cuanto actuación social, produce comunicación, puesto que el  hombre es el entorno de lo social porque la sociedad no se compone de hombres  sino de comunicaciones (Luhmann, 1996). El sistema educativo no es copia, no es  imagen, no es representación –para la teoría de sistemas es irrelevante la  afirmación o negación de la entidad real del sistema–, existe como un conjunto  de elementos interrelacionados cuya necesidad empírica es el movimiento  permanente entre el sistema y su entorno.  Para reafirmar lo anterior es necesario  recordar que los rasgos distintivos de los sistemas educativos en América  Latina están referidos y vinculados a los procesos de modernización4,  por lo menos desde la década de los cincuenta del siglo xx, con la puesta en marcha de un nuevo orden mundial que  define para los países una división internacional del trabajo y un nuevo  ordenamiento que garantice la paz y la democracia.  3.       Dispositivo analítico:
              cinco planos en tensión ¿Cuáles fueron los cambios esenciales de la  educación en América Latina? Desde finales del siglo xix la educación se dispuso en el escenario de la escuela a  partir de tres campos o fuerzas interrelacionales: las instituciones, las  personas y los discursos sobre la pedagogía.  Una primera disposición se sirvió de lo  normativo para organizar las instituciones con el fin de incluir en ellas a los  sujetos y, en esta función, perfeccionó los aparatos de dirección nacional  educativa, lo mismo que al personal dirigente que debía ocuparse de cada  institución y de cada sujeto. La estrategia era simple: centralizar, unir,  relacionar, comunicar y defender la educación como una sola pieza. Podríamos  decir que la función del educador como dirigente era la de mediar entre el  territorio, las instituciones y las personas, situación que resolvía la  contradicción entre lo que parecía separado en su formulación pero que, en  realidad, se unía en esta deriva institucional: el papel del Estado, de la Iglesia católica para  algunos países de América Latina y los discursos sobre la educación. Tres  fuerzas que se orientaron hacia el sujeto, los espacios de educación y las  normas que regulaban y hacían posible educar. Esta conexión, esta disposición,  esta forma de educación se denomina disciplina educativa.  Los efectos de esta disciplina sobre los  individuos pueden ser enumerados según la finalidad que perseguían: 
               1.       Incluir  al sujeto en el espacio educativo con el fin de que obedeciera y fuera  dependiente de los otros y de la institución. La preocupación del educador era  encerrar, hacerse obedecer y hacer cumplir la norma.2.       Buscar  que el educando fuera un sujeto productivo, trabajador, útil a la sociedad,  activo y creador de valores, de ideas y de posibilidades, por lo que ya no se  trataba de un poder físico y moral sobre el educando sino de un poder positivo.  Tanto la escuela como los otros lugares de encierro –fábrica, ejército, etc.–  siempre apoyaron tal disposición y finalidad, las que realmente se cumplieron.
 3.       Civilizar,  moralizar e identificar a los educandos dentro de sus propios espacios:  familia, escuela, iglesia, sociedad, trabajo. Este efecto, que se producía a  través de la educación de los sentidos, de la conciencia, hacía que el  individuo se identificara consigo mismo, con su yo, con su cuerpo y con su  mente.
 4.       Adecuar  el cuerpo y la mente de los individuos al sistema de producción mediante un  control sobre el tiempo. Así, el tiempo, la forma de gastarlo, de medirlo, de  apreciarlo y de valorarlo, se convirtió en algo esencial para la educación. Se  podría decir que era la categoría central en la relación entre el hombre, la  institución y la sociedad.
 5.       Crear  un lugar de pertenencia del hombre con respecto del espacio que habita, lo que  significa que solo por la escuela el hombre es educado, que solo a través del  hospital es curado y solo por la fábrica es trabajador. ¿Qué sino la educación  debía producir esta representación del sitio, de la tierra y del espacio donde  se vive? «Soy donde estoy» podría ser la fórmula que resuma esta representación  y este efecto.
               Este modo de educación, sus mecanismos,  relaciones, el poder institucional y los discursos empiezan a experimentar unas  tensiones que no son fácilmente comprensibles hacia la década de 1950. Es un  error común suponer que los cambios se produjeron porque la educación se  modernizó al perfeccionarse, al tecnologizarse o desarrollarse. A ese cambio  que empezó en la educación no se le puede llamar modernización; lo que ocurrió  fue que aparecieron otras formas de educar que dieron cuenta del agotamiento de  aquella sociedad que disciplinaba mediante el control del tiempo, del espacio,  de la norma, de la identidad y de la producción. Los cambios sociales no operan  como corte sino todo lo contrario, y, en el mejor de los casos, se podría  afirmar que sabemos muy bien qué es lo que estamos dejando, pero no lo que  comienza. Emerge, en todo caso, otra forma de educación sobre la que bien vale  la pena interrogar: ¿cómo es esta forma y este poder?  3.1     La  educación y el espacio educativo  Ya no se educa solo en espacios cerrados. La  educación tiende a abrirse y a ocupar otros ámbitos que antes no le pertenecían,  relacionados entre sí como si lo espacial fuese un cruce de caminos. La  escuela, que caía sobre las personas como una sombra, en esta nueva forma de  educar no cae sino que se proyecta como un haz de luces que, viniendo desde  fuera, las atraviesa sin ocupar un espacio propio. La educación no se produce  por un efecto de encerramiento ni toma la escuela como su apoyo o su único  lugar para educar, lo que repercute en las formas, leyes y normas educativas  que tampoco la toman como objeto, a no ser para orientarla hacia proyecciones  múltiples y fragmentarias de la sociedad. La escuela como lugar cerrado que  lleva a obedecer –y que solo por esta condición educaba–, ya no es posible ni  viable.  La institución es un afuera múltiple y los  discursos educativos prolongan esta función. Se educa en un medio abierto.  Desde afuera y hacia fuera. En este sentido, la ciudad, y en general toda la  sociedad, constituirían los espacios abiertos que estaría demandando la  sociedad emergente. Un buen ejemplo de esta tensión espacial entre el adentro y  el afuera es la relación de la escuela con la televisión, relación en la que se  establecen dos procesos, en el primero de los cuales la televisión afecta lo  educativo desde fenómenos tan obvios como la lectura de la imagen, y en el segundo,  proceso inverso, la televisión llega a la escuela y sale escolarizada, e  incluso se la adjetiva como «televisión educativa». Una teoría de la educación  para América Latina necesitaría dar cuenta de este susurro anónimo: el  privilegio de la educación ya no sería solo patrimonio de la escuela.  En correspondencia con este plano de  análisis, la organización social y económica del capitalismo entra a  complejizar las relaciones del adentro y el afuera de la escuela. Según Juan  Carlos Tedesco, el capitalismo industrial era inclusivo, establecía vínculos  entre todos los sectores sociales a través de relaciones de explotación y de  dominación. El nuevo capitalismo, en cambio, genera fenómenos de exclusión que  se definen, precisamente, por la mayor precariedad, la ausencia o la ruptura de  los vínculos. De esta forma, mientras el carácter inclusivo del primero implicó  la necesidad de postular un pensamiento dominante, la potencialidad excluyente  del segundo supone la debilitación de su vocación hegemónica.  En polémica con lo anterior, Tenti Fanfani  dirá que es cierto que: 
               Todo régimen social y político busca la  legitimidad, aunque solo sea para ahorrar el costo del uso sistemático de la  fuerza, así como sus limitaciones estructurales para hacer que los agentes se impliquen  en el proceso productivo.  En este sentido: 
               A primera vista lo que pareciera ser un  debilitamiento de la intención de conquistar la hegemonía (por parte de los  poderosos de hoy) no es más que un síntoma de la más completa y “económica”  realización de la misma, el supuesto subyacente es que el capitalismo no solo  domina en la realidad de los procesos de producción y distribución de bienes y  servicios, sino que también domina sobre las conciencias (Tenti Fanfani, 2003,  p. 22).  3.2     La  educación para la producción  No se educa para ser enteramente productivos.  Si la disciplina regulaba el cuerpo, tornándolo eficaz y al servicio de la  producción, en esta nueva forma de educación el cuerpo no requiere volverse  objeto de cuidados y de instrucciones porque ya puede ser formado por otras  instituciones, fuerzas y medios de producción que apuntan más a volverlo  creativo que productivo. Lo anterior está en consonancia con una economía que  pasa de los bienes de producción primarios y secundarios a los bienes de servicios,  de intercambio, donde la información es más importante que la producción. La  nueva educación intenta responder a la reestructuración del mercado de trabajo,  introduciendo nuevas experiencias en términos de exigencias en las que se habla  de flexibilidad, trabajo en equipo, intensificación de la competencia,  velocidad de movimiento, entre otros.  La vieja función de socialización política y  de reproducción de los ciudadanos, afirma Tenti Fanfani, hoy corre por otros  carriles, se resuelve por otros medios: justamente la educación de la industria  cultural y la educación de las cosas. Tampoco se necesita un ejército  civilizador. El mercado educa e inculca esos principios básicos de una visión  del mundo, ese sentido de lo posible y de lo imposible, que constituye el  universo básico de los seres humanos de este tiempo.  3.3     La  educación por medio de la mente y no de la conciencia  No se educa por medio de la conciencia sino  de la mente. Si bien los estados mentales, o los llamados sentidos más  racionales, eran objeto de educación en la sociedad disciplinaria, en la  sociedad que se está configurando van a ocupar toda la atención. La mente se  convierte en algo así como el alma del cuerpo. El desarrollo de la mente será  la faceta del individuo a la que se le prestará mayor atención. A la  conceptualización de una superficie mental se articulará la preocupación por la  enseñanza y el aprendizaje, que explica el auge y la importancia que tienen hoy  en día la psicología, especialmente a la psicología cognitiva, como también los  métodos de aprendizaje basados en la adquisición de procesos mentales, estudios  que se han multiplicado por mil5.  Incluso un analista como Tenti prevé y afirma  que la escuela está condenada por diversos motivos: 
               Se  ha tornado pedagógicamente obsoleta ante otros medios que aprovechan la  disposición genética de los seres humanos al aprendizaje activo. Tiene  dificultades para llevar a cabo un proceso exitoso con la totalidad de la  población, dejando a un gran número de individuos frustrados y solo una exigua  cantidad de exitosos. Es  sumamente costosa a todo nivel. Es  incapaz de generar las mismas oportunidades de negocios que comporta el híper  aprendizaje, con su parafernalia de sistemas expertos, redes de Internet,  asistentes, instructores, programadores, sitios, software y ofertas de  aprendizaje en tiempo real.  Juzgo necesario precisar aquí que este  análisis muestra la prolijidad de horizontes y discursos que desde este plano  han conformado una red de expertos y de analistas simbólicos, sin embargo,  reconocerlo no significa necesariamente estar de acuerdo con esta perspectiva,  en particular con los usos desarticuladores, subordinantes y atomizadores de  sus objetos de estudio. Si bien la escuela tiende a procesos que se centran en  el aprendizaje, no se deriva de aquí una narrativa agonística de su forma,  incluso se puede mostrar que ha seguido creciendo y expandiéndose en varios  países de América Latina.  3.4     El  control del tiempo  Desde la perspectiva que estamos analizando,  la sociedad actual tiende a cambiar los controles sobre el tiempo. El ser  humano siempre se había definido por la capacidad de tener conciencia del  tiempo y lo temporal había devenido como el eje fundamental de la educación, de  ahí el sentido de la formación como memoria y como recuerdo. Cuando este  control empieza a desaparecer, emerge un tiempo que, en vez de ser pasible de  control, actúa como potencia del individuo articulándose al espacio como  categoría fundamental. Un tiempo y un espacio no constitutivos del hombre, sino  dimensiones por fuera del hombre, como si este, que era básicamente  temporalidad y espacialidad, se quedara vacío cronotópicamente y la nueva  disposición lo envolviera y lo llevara sin poder recuperarlo. Como  consecuencia, la educación se vuelve permanente y se prolonga durante toda la  vida en un horizonte educativo que ya no necesita recuperar sus contenidos ni  sus formas. De ahí la tensión producida entre educación y formación que se  podría parodiar en la afirmación: a más educación menos formación.  Así, podemos derivar dos reflexiones acerca  de lo que se está transformando: la primera es que no resulta para nada  paranoico hablar de la posibilidad de la muerte de la escuela, en el sentido de  no seguir considerándola como el principal vehículo social de transmisión de la  cultura; la segunda es que está claro que se empieza a insinuar una  preocupación creciente por la forma cómo se organizará la sociedad para  asegurar sus procesos de transmisión una vez que la escuela vaya perdiendo su  papel hegemónico. El tiempo escolar empieza a volverse poroso, material y  simbólicamente hablando, y las velocidades de lo emergente destituyen la  anterior hegemonía de un espacio diferenciado y escindido.  3.5     El  lugar de pertenencia y la identidad  Al modificarse el tiempo también se modifica  el espacio, que dejaría de definir el ser del hombre pues ya no es suficiente  para dar cuenta de su identidad. Al contrario de la referencia al lugar propio  del hombre moderno, en la educación emergente este puede ser de múltiples  lugares o de un campo general, las fronteras se han borrado y lo global produce  la idea de pertenencia a un campo abierto. El hombre, como nunca, se encuentra  en medio del camino, en movimiento, como un ser de búsqueda, de posibilidades,  no ya como un ser fijo, estático, definido por el lugar donde vive, algo de lo  que da cuenta la amplitud de fenómenos migratorios. El «quién soy» implica un  tránsito para encontrarse con una identidad que debe construir desde sí mismo.  Mucho más potente para el análisis resulta  comprender que esta amplitud espacial es también una reducción, incluso una  eliminación del espacio. La escuela pierde espacialidad en medio de mutaciones  que, conectándola con las velocidades de lo contemporáneo, acortan el  horizonte, destituyen el trayecto, hacen insignificante no solo el recorrido  sino también el movimiento.  En palabras de Tedesco, la debilidad de la  vocación hegemónica del espacio escolar está asociada a los nuevos patrones de  funcionamiento de las instituciones responsables de la producción y la  distribución de los bienes culturales. En este sentido, los grandes cambios que  instituciones como la familia y la escuela han sufrido a partir de las  imposiciones generadas por el nuevo capitalismo estarían repercutiendo en la  imposibilidad de cumplir su papel como transmisores de los valores sociales.  Y continúa diciendo que: 
               El problema es que asistimos precisamente a  una erosión significativa de las bases institucionales con las cuales funciona  la sociedad, particularmente visible en las sociedades o en los sectores  sociales afectados por procesos de precarización y de exclusión. Los nuevos  sistemas institucionales parecen basarse en la idea de no hacerse cargo del  destino de las personas. Cuando las condiciones materiales no aseguran esta  capacidad de ejercer autónomamente la posibilidad de definir un proyecto y  elegir las opciones más apropiadas, lo que presenciamos es la generalización de  la anomia, la ingobernabilidad y la apelación a las formas más tradicionales de  dominación (Tedesco, 2003, p. 15).  Estos cinco aspectos no son secundarios, son  esenciales para una sociedad. Se puede decir que lo que está cambiando es el  cómo se educa al hombre, cómo la sociedad define el ser del hombre y el ser de  las instituciones. Ahora bien, que sea con el apoyo de la tecnología, de la  planificación y de los sistemas que el progreso y el desarrollo configuren el  alma de esta nueva educación, no quiere decir que la expliquen, lo que muestra  es que se complementan muy bien. El problema de fondo por analizar no lo constituyen  las expresiones de la modernización, sino lo que está tensionando estos  procesos y lo que los hizo posibles.  4.       La educación en la encrucijada Si algo ha dejado claro este análisis es que  existe la necesidad de abordar los nuevos problemas de la educación desde  ópticas que, dotadas de nuevos enfoques y conceptos, permitan el acceso a  explicaciones más potentes de los fenómenos. Entender qué es la modernización y  cómo ha operado en la educación6 puede  ser una puerta de entrada a los discursos y las prácticas que hoy son  hegemónicas en el campo educativo. Aun más, investigar estos procesos significa  enfrentarnos a la tarea de comprender el origen de las políticas y las  prácticas educativas que rigen el campo de la educación en el mundo  contemporáneo.  Los sistemas educativos en América Latina  atraviesan por cambios cualitativos marcados por complejas transformaciones, en  las cuales es posible reconocer una tendencia a replantear la dirección, la  administración y evaluación de todo el aparataje educativo. De hecho, y como  propuesta global: 
               [...] está asociada a un tipo de reforma  educativa que implica un cambio social y cultural y que debe asumirse como un  problema político, en el marco de configuración del Estado [Pereyra y otros,  1996 p. 6].  Esto ha implicado la introducción de  prácticas de gestión por parte de los llamados agentes educativos, con lo que  se transforman sustancialmente los estilos y procedimientos de gobierno, la  evaluación de las instituciones sociales, en este caso de las educativas, para  poder asumir lo que ahora se nombra prolijamente como desafíos del sistema, es  decir, el despliegue y la gestión eficaz de los recursos disponibles y la  apertura a la cultura del aprendizaje.  Los sistemas educativos en esta dirección  tienden progresivamente a inscribirse en el sistema global, lo que demanda para  la educación el desarrollo de una teoría educativa sobre la base de una  investigación comparada y la incorporación de nuevos paradigmas7 para su comprensión. Ahora bien, es importante  subrayar un hecho que, dada nuestra tendencia unívoca a asumir los cambios, se  nos olvida frecuentemente: por mucho que la educación, y en particular la  escuela, se debatan en la polarización entre centralización, descentralización  o su gestión administrativa, pocos son los cambios, o mejor, son otros los  ritmos que se generan en el orden de la institución educativa y muy  particularmente dentro de las aulas. Como ocurre con muchas organizaciones  sociales, la escuela tiende de modo persistente a favorecer la continuidad de  sus prácticas, mantenidas como si fueran la prolongación de una teoría  educativa sobre la base de una investigación realizada metódicamente  (Schriewer, 1996, p. 21).  Lo radicalmente nuevo en la situación de la  educación a comienzos del siglo xxi  es que ya no solo se plantean exigencias para producir sujetos capaces de  vincularse al mundo del trabajo y generar ciudadanos disciplinados, sino que se  demandan otras subjetividades en referencia a nuevas ciudadanías y a  competencias estandarizadas. Ya no se buscaría en la educación la formación de  un hombre sino la creación de ambientes de aprendizajes abiertos que  posibiliten «aprender a aprender». En palabras de Touraine: 
               No se volverá a una concepción de la  enseñanza como socialización puesto que el sistema social, la sociedad, no  ofrece ya la solidez de antaño y la individualización del aprendizaje, y por  tanto la ayuda aportada a las iniciativas de cada alumno, está ya en acción en  la enseñanza de hoy (Touraine, 2005, p. 90).  Lo que vivimos, sentencia este pensador  francés es: 
               [...] el agotamiento de la política social,  centrada en la sociedad, sus funciones y su integración. Estamos ya todos  inmersos en el paso que lleva de una sociedad basada en ella misma a la  producción de sí por los individuos, con la ayuda de instituciones  transformadas (Touraine, 2005, p. 91).  El campo de la investigación educativa  internacional ha iluminado este complejo escenario de problematización. Los  resultados de esas investigaciones8 indican un conjunto de tendencias globales de  forma muy similar en diversos países, que inducen a pensar que dichas prácticas  obedecen a procesos transnacionales, en razón de que se presentan en países con  diferente forma de gobierno, o en condiciones sociales y culturales  relativamente distintas.   Lo  señalado hasta aquí delimita un esquema complejo de la educación contemporánea  como algo que se mueve permanentemente y a diferentes ritmos. Tengo la  impresión de que aunque no es posible capturarlo a la manera de una fotografía,  sin embargo, se puede percibir cierto desajuste del sistema, lo que no  significa que se proponga su reajuste. Todo lo contrario, el diagnóstico  muestra que las reformas y las políticas educativas producen efectos disonantes  y con frecuencia no obedecen a lo que está sucediendo. Buscan inducir pero no  captan las variaciones. También habría que reconocer e identificar una serie de  transformaciones que corresponde al sistema mundo, es decir que no es  potestativa de los ámbitos nacionales, como tampoco de la definición de políticas  internacionales. Si hay algo por insinuar a modo de cierre no determinante,  sería una educación de la potencia y no de la economía del pensamiento, los  gestos del aquí y del ahora son una invitación a derrochar pensamiento.  Bibliografía Capella,  Juan Ramón (2005): «Globalización: una ciudadanía evanescente», en Nicholas Burbules y Carlos Alberto Torres (comps.), Globalización y  educación: manual crítico. Madrid: Popular.Coombs,  Philip (1971): La crisis mundial de la educación: un análisis de sistemas.  Barcelona: Península.
 Deleuze,  Gilles (1996): «Posdata sobre las sociedades de control», en Conversaciones  1972-1990. Valencia: Pre-Textos.
 Habermas,  Jürgen (1989): El discurso filosófico de la modernidad. Buenos Aires:  Taurus.
 Hardt,  Michael y Negri, Antonio (2002): Imperio.  Buenos Aires: Paidós.
 Luhmann,  Niklas (1996): Teoría de la sociedad y pedagogía. Barcelona: Paidós.
 Lyotard,  Jean François (1989): La condición posmoderna. Informe sobre el saber.  Madrid: Cátedra.
 Martínez Boom,  Alberto (2004): De la escuela expansiva a la escuela competitiva. Dos modos  de modernización en América Latina. Barcelona: Anthropos.
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