|  Reyes, brujos y filósofos: la educación
              en el cambio y en la reproducción social Josep Lobera *   SÍNTESIS: La capacidad de aprender, incluso de manera  involuntaria, es intrínseca al ser humano. La educación, implícita o  explícitamente, marca una dirección al aprendizaje, un propósito y una  organización, y como cualquier acción social está impulsada por la dinámica de  los intereses materiales e ideales, y condicionada por las imágenes del mundo (Weltbilder). Al estar proyectado hacia el futuro, el sistema educativo puede ser reproductor  o creador de nuevas condiciones sociales, a la vez que se encuentra  condicionado por las características de la sociedad en la que se haya inserto.  En este artículo se analizan dos pares de aproximaciones al hecho educativo: la  restricción versus la extensión del acceso, y la transmisión versus la comunicación del conocimiento. Desde las primeras civilizaciones, la  restricción del acceso a ciertos conocimientos ha sido utilizada para  reproducir diferentes modelos sociales, como las teocracias del antiguo Egipto  y Babilonia; mientras que la perspectiva extensiva pretende hacer posible para  todos (o imponer) la inclusión en el sistema formal de educación. En la aproximación basada en la transmisión, por su  parte, la obediencia y la autoridad son elementos centrales, y se  concibe al alumno como un trozo de arcilla a ser modelado. La aproximación  comunicativa, por el contrario, impulsa el pensamiento autónomo (el sapere  aude kantiano). La distribución de poder dentro de una sociedad  condicionará el grado de acceso a la información y la experimentación autónoma,  así como a las herramientas para el conocimiento, para la evaluación de la  información y la acción; y viceversa, la opción por una perspectiva u otra  tendrá un papel fundamental en la estructura social de esa sociedad.Palabras clave: alfabetización; historia de la educación; sociología de la  educación.
   SÍNTESE:A capacidade de aprender, inclusive  de maneira involuntária, é intrínseca ao ser humano. A educação, implícita ou  explicitamente, marca uma direção para a aprendizagem, um propósito e uma  organização, e como qualquer ação social está impulsionada pela dinâmica dos  interesses materiais e ideais e condicionada pelas «imagens do mundo»  (Wltbilder). Ao estar projetado ao futuro, o sistema educativo pode ser  reprodutor ou criador de novas condições sociais; ao mesmo tempo se encontra  condicionado pelas características da sociedade na qual está inserido no  presente. Ao longo deste artigo analisam-se dois pares de aproximações ao fato  educativo: a restrição em comparação com a extensão do acesso, a transmissão  versus a comunicação do conhecimento. Desde as primeiras civilizações, a  restrição do acesso a certos conhecimentos foi utilizada para reproduzir  diferentes modelos sociais, como as teocracias do antigo Egito e da Babilônia;  enquanto a perspectiva extensiva pretende tornar possível para todos (ou impor)  a inclusão no sistema formal de educação. Na  aproximação baseada na transmissão, por sua parte, a obediência e a autoridade  são elementos centrais e concebe-se o aluno como um pedaço de argila a ser  modelado. A aproximação comunicativa, pelo contrário, impulsiona o pensamento  autônomo (o sapere aude kantiano). A distribuição de  poder dentro de uma sociedade condicionará o grau de acesso à informação e à  experimentação autônoma, assim com as ferramentas para o conhecimento, para a  avaliação da informação e a ação; e vice-versa, a opção por uma perspectiva ou  outra terá um papel fundamental na estrutura social dessa sociedade.Palavras-chave: alfabetização; história da educação;  sociologia da educação.
 ABSTRACT: The ability to learn, even not  voluntarily, is intrinsic to human nature. Education, implicitly o explicitly,  sets a direction, a purpose and an organization to the learning process. And  like any social action, it is driven by material and ideal interests, and  conditioned by worldviews (Weltbilder). Since it is projected into the future, the educative  system can reproduce or create new social conditions. At the same time, it is  conditioned by the traits of the society in which it exists. In this article,  we will analyze two pairs of approaches to the educative phenomenon: restriction versus the extension of the access,  and transmission versus the communication of knowledge. Since the very  first civilizations, the restriction of access to certain knowledge has been  used in order to reproduce different social models, such as theocracies in ancient  Egypt and Babylonia.  On the other hand, the extensive approach aims at making possible (or even  mandatory) for everybody, the inclusion in the educative formal system. In the  transmission approach, obedience and authority are central elements, and the student  is conceived as a piece of clay that has to be shaped. On the contrary, the  communicative approach encourages autonomous thinking (Immanuel Kant's sapere  aude). Distributing power in a society will condition the level of access to  information and autonomous experimentation,  and also to knowledge tools for action and information. And, conversely,  choosing one approach or the other will have a fundamental role in the  structure of that society.Keywords: literacy; history of education; sociology  of education.
 * Investigador del Instituto de Universitario de Investigación Ortega y Gasset
              (IUIOG) y profesor de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM). 1.   Introducción: las nociones  de alfabetización y educación La capacidad de leer y escribir ha sido utilizada históricamente  como una manera de clasificar poblaciones, limitar el acceso a ciertos derechos  o prevenir la difusión de ideas subversivas. Así, por ejemplo, antes y durante la Guerra de Secesión en  diversas zonas de los Estados Unidos los ciudadanos blancos prohibieron que se  enseñara a los esclavos a leer o a escribir (Drewry y Doermann, 2001; Ashby,  2003). En los años que siguieron, la capacidad lecto-escritora fue utilizada  para determinar si se poseía o no derecho para  votar, hecho que sirvió para evitar que los antiguos esclavos  accedieran a los espacios de participación política. El acceso a la lectura y  la escritura se considera como la puerta a la educación, a una mayor capacidad  tanto de información y de comunicación como  de toma de conciencia de los propios  derechos y de su exigencia. Como  sostenía Francis Bacon en los inicios de la revolución científica,  podemos afirmar que el conocimiento es poder.  Sin  embargo, el acceso al sistema de educación formal no siempre ha ido acompañado  de mayores cuotas de autonomía. En este sentido, historiadores como Harvey  Graff (1991) han argumentado que la introducción de la instrucción en masa en los  países industrializados a finales del siglo xix,  en muchos casos con carácter obligatorio, era en parte un esfuerzo por  controlar el tipo de instrucción que recibía la población obrera, y evitar así  la difusión de sistemas de enseñanza potencialmente críticos como el de los  ateneos obreros.  Entonces,  ¿qué es el conocimiento y en qué consiste la educación? Sin ánimo de querer  simplificar esta cuestión, extrapolando el razonamiento de Bunge (2003) podemos  considerar que el conocimiento consiste en la evaluación de la información y la  acción. El poder de la educación se basa en facilitar, o no, herramientas para  el conocimiento, para el acceso a la información y la experimentación, y para  la evaluación de la información y la acción. En nuestras sociedades podemos  observar que una de las principales fracturas sociales consiste en la  estratificación del tipo y niveles de educación y, por lo tanto,  implícitamente, de las posibilidades de participar activa y creativamente en  los diferentes ámbitos de la sociedad. La educación, si educa, no implica  necesariamente un mayor nivel de satisfacción de las necesidades de los  individuos, pero sí un mayor número y calidad de herramientas y más capacidades  para poder alcanzarlo.  En  este contexto, la alfabetización se convierte en una convención sobre qué línea  delimita las diferencias aceptables dentro de un grupo humano respecto al  acceso a las herramientas que facilitan la apropiación del conocimiento entre  sus individuos. La separación entre analfabetos y alfabetizados confronta dos  colectivos en función de sus capacidades de tomar parte de un canal de  comunicación, de acceso a conocimientos y participación en todos los ámbitos  humanos, incluidos los políticos, económicos, sociales y culturales.   La  definición de los conocimientos mínimos y de quiénes pueden acceder a ciertos  conocimientos son características sociales de alta relevancia política. En  algunas sociedades, una persona alfabetizada era la que podía firmar con su  nombre, mientras que en otras la alfabetización era medida por la capacidad de  leer la Biblia  o el Corán.  Todo  sistema educativo está inserto dentro de una sociedad y se ve condicionado por  sus diferentes dimensiones económicas, culturales, históricas y geográficas. A  la vez, al estar proyectado hacia el futuro, el sistema educativo puede ser  reproductor o creador de nuevas condiciones sociales. Como afirma Gal (1966, p.  19): 
               Toda organización  educativa depende ampliamente del régimen de civilización en la que está  insertada; pero su papel puede ser más o menos activo y creador; puede dar más  o menos posibilidades al individuo y contribuir más o menos al progreso.  El  sistema educativo responderá, así, a los condicionantes sociales y al «modelo  de ciudadano» que se tenga (o se imponga) en cada sociedad, ya sea para  reproducir las condiciones sociales o para crear nuevas. Históricamente, los  primeros sistemas de educación formal se fueron construyendo como parte de la  organización social y, por lo tanto, desarrollándose paralelamente a otros  procesos, como la aparición de la casta o el estamento religioso, el estamento  militar o la obediencia hacia el Estado, o el surgimiento de la democracia.  Sin  ánimo de elaborar un análisis omnicomprensivo, podemos identificar algunas  perspectivas educativas que se han reproducido a lo largo de la historia y que  nos pueden ayudar a interpretar nuestro propio contexto educativo, algunas de  sus inercias y de sus mitos.   En  los siguientes apartados destacaremos dos pares de aproximaciones al hecho  educativo que tienen que ver con el modelo social en el que están insertas: la  restricción versus la extensión del acceso, la transmisión versus la comunicación del conocimiento1.  La  restricción del acceso a ciertos conocimientos ha sido utilizada desde las  primeras civilizaciones para reproducir un modelo social jerárquico: solo las personas de una determinada clase o casta  social pueden acceder a aprender ciertos conocimientos, desde la restricción de  los saberes astronómicos reservados a la casta religiosa en el antiguo Egipto y  Babilonia (Hull, 1961) hasta la prohibición, antes señalada, de enseñar a leer  o escribir a los esclavos en los estados sureños de los ee.uu. (Drewry y Doermann, 2001; Ashby, 2003). Por otro  lado, la perspectiva extensiva pretende hacer posible (o imponer) la participación  en el sistema formal de educación para  todos. Así, más allá de la estrategia –de transmisión o de  comunicación–, lo que se persigue es la inclusión en el sistema educativo, en  lugar de excluir como en los casos de la perspectiva restrictiva.  En  la aproximación basada en la transmisión, por su parte, el instructor concibe  al alumno como un recipiente a llenar con un cierto conocimiento o como un  trozo de arcilla que se debe modelar. La aproximación basada en la transmisión  sería la característica de modelos de instrucción tales como, por ejemplo, la  catequización en la cosmovisión católica e hispánica a los indígenas americanos  (Galarza, 2002), o el basado en la obediencia a la ciudad-Estado en Esparta  entre los siglos vi y iv a. C. (Canes, 1995). Esta  aproximación responde a la voluntad de dominación y de imposición de una visión  del mundo (Freire, 1987).  En  oposición a esta lógica, la aproximación comunicativa pretende la construcción  individual del conocimiento (el sapere aude de Horacio y de Kant) desde  el intercambio de opiniones, desde la construcción colectiva del conocimiento  (desde el diálogo socrático). Esta aproximación entra en consonancia con la  aparición de sistemas democráticos –puesto que es una aproximación  esencialmente contraria al totalitarismo y  al autoritarismo cognitivo– y, a la vez, se basa en uno de los principios  democráticos, el de la isegoría, la igualdad en el uso de la palabra.  Estas  cuatro aproximaciones, la restricción versus la extensión del acceso, la  transmisión versus la comunicación del conocimiento, pueden coexistir en  un mismo momento histórico, a pesar de responder a lógicas y a modelos sociales  diferentes. En este sentido, referenciaré a continuación los primeros contextos  culturales en los que hacen aparición, y que contienen en esencia estas  perspectivas, las que podemos observar en la actualidad en diferentes ámbitos.               2.   Los brujos: la perspectiva restrictiva La restricción del acceso a la educación es una de las principales  características de la organización y gestión del conocimiento en varias  sociedades, y está presente desde las primeras civilizaciones en Mesopotamia y  Egipto entre 3000 y 1500 a.  C. Como veremos, esta restricción del acceso a la educación tiene que ver con  dos elementos que están vinculados entre sí. Por una parte, la importancia  central del conocimiento en la gestión y la acumulación de poder. Por otra, la  conexión fundamental del conocimiento del mundo con la conformación de la  cosmovisión, con las imágenes del mundo (Weltbilder) y, especialmente, su centralidad en el hecho religioso, en la explicación del  sentido de la vida y de la muerte, y, por lo tanto, la mistificación del  conocimiento y el conocimiento místico.  Para  entender el papel de la educación en las primeras sociedades y la emergencia de  la aproximación restrictiva a ciertos conocimientos debemos entender primero la  interrelación que se desarrolla entre poder religioso y poder político. Como  señala Morin (2002, pp. 60-65), la dominación en las primeras sociedades estaba  basada en una dualidad poder-chamanismo, donde la dominación física y la  dominación ideológica se encuentran estrechamente vinculadas: 
               Los primeros  «individuos afirmados» que emergen a la superficie social son los dominadores:  el chamán (el brujo, medicine man) y el jefe. La primera propiedad, la  primera dominación práctica, la del poder, se afirma al mismo tiempo que la  primera dominación ideológica, la primera propiedad mágica.  Esta  relación o conflicto entre el jefe y el chamán se resuelve por la apropiación del  poder por parte del chamán o por la apropiación del chamanismo por parte del  jefe (Morin, 2002, p. 60). El punto central de la dominación ideológica  consiste en la emergencia de la individualidad del jefe-chamán por encima de la  muerte, por encima del grupo. La inmortalidad y el conocimiento de las reglas  del más allá será una característica de los dominadores: 
               Jefes y chamanes se  reservarán una inmortalidad particular, gloriosa, espléndida, que abren por  favor a su entorno, es decir a los iniciados (Morin, 2002).  Es  el control que se mantiene sobre el acceso a este conocimiento místico y su  capacidad de dominación ideológica lo que evitará que los dominados logren  también la individualidad dentro del grupo, así como su «inmortalidad». Como  indica Morin (2002, p. 61), «la afirmación de la individualidad» se polariza en  la clase dominante; los oprimidos pertenecen «al reino de las cosas», «son sus  apéndices manuales»; «la afirmación de la sublime individualidad del rey está  fundada sobre la negación de las otras individualidades».  La  nueva clase social de los sacerdotes se desarrolló con los asentamientos  urbanos neolíticos, cuando los excedentes agrícolas permitieron cubrir las  necesidades de los miembros de la comunidad que parecían tener influencias, dominio  o control sobre los fenómenos naturales, disponiendo de conocimientos no  accesibles para el resto de miembros de la comunidad (Rueda, 1985, pp. 6-7): 
               La religión durante  el Neolítico se fue transformando tanto con respecto a las creencias como a los  actos de culto. Con la economía agrícola los ritos mágicos no se anularon sino  que se vieron favorecidos, al depender de la supervivencia del hombre de las diferentes fuerzas de la naturaleza y seguir,  por lo tanto, a merced de la sequía, las inundaciones o los huracanes. Aquel o  aquellos miembros de la comunidad que pudieran dominar o controlar de alguna  manera los fenómenos naturales obtendrían unas influencias y unos poderes  considerables sobre el resto de sus convecinos. Así pues, inicialmente los  magos y posteriormente los sacerdotes deberían ser los primeros individuos de  la colectividad que tuvieron derecho a recibir alimentos sin ayudar a  producirlos con su trabajo físico.  No  es de extrañar pues, como señalan Hunger y Lamer (1924), que las primeras civilizaciones  en Mesopotamia y Egipto emergieran con un carácter marcadamente teocrático, con  la legitimación política y social de sus reyes y faraones basada en la religión2.  El poder de las clases sacerdotales estaba estrechamente relacionado con su  capacidad de ejercer el control sobre la transmisión del conocimiento. De esta  forma, los sacerdotes en las civilizaciones babilónica y egipcia tenían el  monopolio de la ciencia (Hull, 1961, p. 19). La cultura y la educación egipcias  estaban estrechamente controladas por los sacerdotes, una poderosa elite  intelectual del Estado teocrático egipcio que controlaba la enseñanza de los  conocimientos humanísticos, de la geometría, las matemáticas y la medicina.  Como la regularidad de los movimientos celestes coincidía con acontecimientos  de gran importancia en la vida cotidiana, como la cosecha o el desbordamiento  del Nilo, la fe popular suponía que: 
               [...] los cuerpos  celestes influían en los asuntos del mundo, y que aquellos individuos que  consiguieran predecir el comportamiento del Sol, de la Luna y de las estrellas  podrían prever también cosas que conciernen más inmediatamente al hombre (Hull,  1961, p. 20).  Debemos  considerar que los asuntos relacionados con las estaciones y el clima eran  particularmente importantes en la nueva sociedad agrícola. 
               Por  su parte, los sumerios poseían un modelo educativo similar, con un sistema  formal basado en el aprendizaje y entrenamiento práctico de los escribanos y  los sacerdotes. Se extendía desde el aprendizaje básico de la lectoescritura  hasta estudios superiores en leyes, medicina, religión y astrología. Como afirman  Hunger y Lamer (1924, p. 114):  La influencia de los  sacerdotes babilonios era extraordinaria [...] los templos eran también centros  de cultura y los sacerdotes babilonios fomentaban los estudios no solo  teológicos, sino también matemáticos, jurídicos y filológicos.  Otras  sociedades, como la india, continuaron desarrollando formalismos más complejos  y más exclusivos de transmisión de los cono-cimientos.  En el norte de la India,  a finales del siglo vi a. C., los  rituales y sacrificios védicos llegaron gradualmente a un estadio altamente  elaborado de culto, de lo cual se valieron los sacerdotes para distinguirse  cada vez más del resto de la población. La casta sacerdotal, la de los  brahmanes –la más importante de las cuatro castas de la religión hindú– tenía,  en general, la educación reservada para sus miembros, lo que se vio reforzado  porque gradualmente fue descartado para los no brahmanes el rito que habilitaba  para iniciar la educación formal (upanayana). El sistema educativo hindú  reposaba enteramente sobre la distinción de castas, con la cúspide de la  pirámide ocupada por la teocracia de los brahmanes (Gal, 1966, p. 19).  Por  su parte, las civilizaciones precolombinas también lograron niveles de  conocimiento considerablemente complejos en astronomía y matemáticas, como  demuestra el antiguo calendario maya. Los sacerdotes mayas disfrutaban de un  notable prestigio, sabían leer y escribir, tenían una educación elevada y los  de mayor jerarquía servían de consejeros de los gobernantes y la nobleza. Por  otra parte, tanto los incas como los aztecas dependían en buena medida de la  transmisión oral para la reproducción de su cultura. El sistema educativo inca  se dividía en una formación práctica para el pueblo y en una instrucción  altamente formalizada para los nobles. Entre los aztecas, los sacerdotes y los  nobles de mayor edad, denominados «conservadores», estaban encargados de la  educación y eran quienes decidían, por ejemplo, qué nuevas canciones y poemas  serían censurados y cuáles no.  Aunque  encuentra su origen en los sistemas teocráticos, la perspectiva restrictiva ha  estado históricamente presente en diferentes sistemas sociales jerárquicos, con  una clara función de reproducción social. Un ejemplo lo encontramos en la Edad Media, cuando el  aprendizaje de las letras estaba restringido a los ámbitos del clero y la  nobleza. A lo largo de la historia podemos observar ciertos momentos de  apertura seguidos de otros de restricción en el acceso a los conocimientos. Un  ejemplo de este fenómeno lo encontramos en China, entre las dinastías Zhou  (1122-256 a.  C.) y Qin (221-206 a.  C.), cuando la libertad de pensamiento y su diversidad fueron percibidos como  una amenaza desde la nueva autoridad imperial. Durante la primera mitad de la  dinastía Zhou tan solo algunos pocos jóvenes nobles eran educados en las seis  artes: protocolo, música, tiro con arco, conducción de carros, caligrafía y  matemáticas. Entre 770 y 221 a.  C. el número de estudiantes aumentó considerablemente como consecuencia del  surgimiento de varias decenas de escuelas de pensamiento y filosofía, la más  importante de las cuales fue la fundada por Confucio a finales del siglo vi a. C. Esta etapa de expansión de la  educación y del pensamiento experimentó un fuerte retroceso a raíz de los  sucesos conocidos como «la quema de los libros» y «el entierro de los eruditos»  cuyo autor, el unificador y primer emperador de la China, Qin Shi Huang,  suprimió la libertad de expresión con el objetivo de unificar el pensamiento y  las opiniones políticas, causando la desaparición de muchas escuelas de  pensamiento. A partir del año 213   a. C. todos los trabajos clásicos del centenar de  escuelas del pensamiento existentes fueron destruidos, excepto los de la  escuela denominada legalista, los libros de medicina, agricultura y  adivinación; y durante el segundo año de la proscripción el emperador ordenó  que se enterraran vivos entre 460 y 1200 eruditos. Ambos hechos, la quema de  libros y la persecución de eruditos, se justificaron acusando a los  intelectuales de cantar alabanzas falsas y generar la disensión con  difamaciones.  La  perspectiva extensiva, al contrario que la restrictiva, plantea abrir el acceso  al sistema educativo, ya sea de manera libre u obligatoria. Podemos encontrar  sistemas con múltiples aproximaciones, donde conviven la lógica restrictiva y  la extensiva. Esto quiere decir que ciertos grupos dentro de la sociedad tienen  restringido el acceso a algunos procesos educativos pero tienen acceso  extensivo –libre u obligatorio– a otros tipos de conocimientos. Un ejemplo lo  encontramos en las sociedades europeas de finales del siglo xix, donde se consolidan los sistemas  extensivos de formación básica, pero a su vez, los estudios superiores, con unos  conocimientos que permiten rendimientos socio-económicos más elevados y más  ámbitos de participación social, quedarán durante un siglo con un acceso  prácticamente restringido a los grupos socioeconómicos más acomodados.  Además,  los sistemas educativos pueden contemplar al mismo tiempo ámbitos con lógicas  de transmisión y de comunicación (definidas en los siguientes apartados),  diferenciados para ciertos grupos sociales o tipos de conocimientos, aun cuando  habitualmente las perspectivas comunicativas las encontramos fuera del sistema  formal.                 3.   Los reyes: la perspectiva basada  en la transmisión La obediencia a la autoridad ha sido una característica que se ha  fomentado en varios sistemas formales. Uno de los ejemplos más ilustrativos lo  encontramos en Esparta, entre los siglos viii  y iv a. C., cuando la  educación se establece como un medio para lograr los fines del Estado (Canes,  1995, p. 34). En esta época se abandona el ideal homérico: los jóvenes  espartanos ya no debían buscar, como en siglos anteriores, su gloria personal  sino la colectiva, la victoria de la ciudad.  El  espartano ordinario era un ciudadano-guerrero u hoplita. Su educación, la agoge («conducta, movimiento»), era obligatoria, colectiva y organizada por el  Estado; estaba basada en la instrucción militar, y comprendía desde el  entrenamiento físico, como la caza o la danza, hasta los aspectos emocional y  espiritual. Entre los siete y los treinta años, la educación espartana se  basaba la dureza física y la obediencia absoluta a las órdenes. La actividad  política del espartano era muy reducida, básicamente limitada a poder ser  escogido como éforo, uno de los cinco magistrados que se renovaban anualmente.   La  educación de las niñas estaba subordinada a su función como madres en el marco  de un estricto régimen eugenésico. El niño espartano se formaba en clases  separadas por edades, bajo el mando de jóvenes oficiales o camaradas de su  misma edad. La educación separaba al niño progresivamente de la familia para  ser introducido en la vida militar. Se le instruía en el uso de las armas y de  las técnicas de combate bajo un ambiente de austeridad. Según Plutarco, el  aprendizaje lecto-escritor se reducía al mínimo indispensable porque los  espartanos consideraban que las letras eran perniciosas e incitaban a la  rebeldía (Canes, 1995, p. 34).  La agogé incorporaba una prueba de gran exigencia, la krypteia («escondido, secreto»), referenciada en los escritos de Plutarco, Platón y  Heráclides. Cada año los magistrados espartanos declaraban la guerra a los  ilotas, esclavos públicos del Estado espartano, para matarlos pero sin que esto  pudiera ser considerado un crimen. Escondidos durante el día, al llegar la  noche los jóvenes éforos asolaban caminos y granjas, mataban a los ilotas que  encontraban y robaban la comida que necesitaban. La agogé fue la base de  la supremacía regional de Esparta entre los siglos vi y iv a. C.   A  lo largo de la historia encontramos varios casos de la aplicación de la  perspectiva educativa basada en la transmisión y la obediencia. Por ejemplo,  Giroux (2003) señala que algunas filosofías educativas, todavía vigentes,  tienen por virtudes «la pasividad, la obediencia y la puntualidad como normales  y deseables», en las que mediante «rutinas diarias de organización escolar» se  normaliza la sujeción a un tipo particular de autoridad y dominio. Por su  parte, Foucault identifica la escuela y la universidad como instituciones  disciplinarias en las que se asegura la obediencia a las reglas en las  «sociedades disciplinarias», estructurando el terreno social y presentando  «lógicas adecuadas a la “razón” de la disciplina» (Giraldo, 2006). Por otra  parte, autores como Apple (1995) o Bowles (1983) subrayan la importancia de la  expansión de la educación con un fuerte componente de obediencia y puntualidad  en los siglos xix y xx en los países industrializados, para  la legitimización y reproducción de las estructuras sociales vinculadas al  aumento de los sistemas fabriles de producción. En la educación de masas  moderna, la perspectiva educativa basada en la transmisión ha sido frecuente en  diferentes sistemas, tanto que algunos autores identifican la función primaria  del sistema de enseñanza como: 
               [...] la de imponer  la legitimidad de una determinada cultura, llevando implícita la [función] de  declarar al resto de culturas ilegítimas, inferiores, artificiales, indignas  (Lerena, 1976).  Esto  implica la colonización cultural o la imposición de una determinada cosmovisión  a las diferentes condiciones sociales que participan del sistema de enseñanza.  Sin embargo, han existido y existen prácticas educativas con una perspectiva  basada en la comunicación, aun cuando históricamente han sido minoritarias.               4.   Los filósofos: la perspectiva comunicativa El desarrollo de una nueva aproximación educativa se realizó en  Atenas paralelamente a la de un nuevo sistema político, la demokratia («el gobierno del pueblo») entre los siglos vi  y v a. C. La adopción del  alfabeto fenicio en el siglo viii a.  C. supuso una simplificación considerable de la escritura, facilitando el  acceso a su aprendizaje y suprimiendo las nociones de monopolio y destreza en  la alfabetización. Este hecho favorecería un aumento de la alfabetización  lecto-escritora y estaría relacionado con la fijación escrita del nomos («la  ley»), es decir, del derecho usualmente válido, mediante la cual «el concepto  de justicia logró un contenido palpable  [...] consistió en la obediencia a las leyes del Estado» (Jaeger, 1967, p.  109). Atenas pasa de considerarse una región difusa, con normas y pautas de  tradición aristocrática, a una ciudad-Estado con una activa participación de  los ciudadanos libres en las deliberaciones y las decisiones que hacen sobre la  vida pública, política exterior, religión, cultura, finanzas, y cualquier otro  aspecto del gobierno de la ciudad. Este cambio pone en primer término las  nociones de justicia y de derecho.  En  contraste con Esparta, Atenas renunció a una educación orientada a los deberes  del soldado entre los siglos vii y  mediados del vi a. C. Esto no  quiere decir que no se continuara obligando al ciudadano ateniense a luchar por  la patria, pero el aspecto civil de la vida y la cultura era predominante en el  modelo educativo. Aparece una nueva virtud (areté), diferente de las que  habían sido las virtudes heroicas homéricas: ahora, para ser virtuoso, se debe  hacer lo que es justo. Como la justicia está en función de las leyes de la  polis es necesario que el ciudadano se eduque en sus normas, las comprenda,  para poder cumplirlas y así lograr la virtud. La ciudad-Estado debe velar por  la formación del nuevo modelo de ciudadano.  En  paralelo a estos cambios políticos, aparecieron las didaskaleion («un  espacio destinado a la instrucción»), llevadas por profesores privados aunque  reguladas por el Estado. Durante el siglo v  a. C., con la aparición de los sofistas, surgió un sistema de educación  superior abierto a todo el que dispusiera del tiempo de ocio y los recursos  materiales necesarios. Hasta entonces las formas más elevadas de cultura habían  conservado un carácter esotérico y eran transmitidas por un maestro a algunos  discípulos escogidos (perspectiva restrictiva). Esto no nos debe extrañar si  recordamos la influencia en el movimiento inicial de la filosofía griega de  otras culturas más antiguas, como la egipcia y la mesopotámica (Russell, 1996),  y la dominación de la perspectiva restrictiva en la educación superior en estas  culturas. Sin embargo, en esta época Atenas desarrolla progresivamente la  estructura política de la demokratia, y se produce un particular  movimiento de las ideas: los filósofos ya no se interrogan principalmente por  el arjé («el origen del mundo») sino por el nomos. En pedagogía,  el método que introduce Sócrates destaca entre los de otros pensadores. Su  propósito, tal y como se perfila en los Diálogos de Platón, es que su  interlocutor descubra la verdad sobre el concepto que se está debatiendo, pero  no como resultado de la transmisión del conocimiento de Sócrates sino por su  propia reflexión. El método socrático, desarrollado en el mismo período que los  conceptos políticos de isonomía (igualdad ante la ley) y de isegoría rompe  con la rigidez del aprendizaje basado en la transmisión unidireccional del  conocimiento maestro -> alumno y lo transforma en una interacción donde el  alumno puede plantear razonamientos contrarios a los del maestro y debatirlos  con él3.  En este sentido, el diálogo socrático puede considerarse el primer paso  metodológico hacia la perspectiva comunicativa y la autonomía cognitiva  kantiana posterior. El históricamente corto periodo de la Grecia clásica introduce  algunos elementos pedagógicos importantes en la educación emancipadora moderna,  como el diálogo y la pregunta como método educativo (Sócrates) o la búsqueda  autónoma del propio conocimiento sin permanecer limitado al del educador (Amicus  Plato sed magis amica veritas).  Para  los pensadores clásicos, como Lucrecio, o ilustrados, como Condorcet, Atenas  simboliza la autonomía de la educación del poder político y religioso. Lucrecio  (99-55 a.  C.) alaba la emancipación de la   Grecia clásica de la tiranía de la religión en su única obra, De rerum natura: «un griego fue el primero en osar revelarse contra  ella»4.  Siglos más tarde, Condorcet (1743-1794) coincide con el pensador romano y ve la  muerte de Sócrates como: 
               [...] el primer  crimen que marcó el principio de la guerra entre la filosofía y la superstición, una guerra que todavía se entrega entre  nosotros entre la misma filosofía y los opresores de la humanidad (citado en  Burns y Rayment-Pickard, 2000, p. 38).  Otras  tradiciones culturales que Condorcet no contempló en su historia de los  «progresos del espíritu humano», como el budismo, también impulsan el  pensamiento autónomo y el cuestionamiento de los conocimientos transmitidos5.  Kant  plantea dos elementos que estarán presentes en la práctica de la perspectiva  comunicativa moderna en la educación. Por un lado, retoma la máxima de Horacio, sapere aude6, como divisa para la Ilustración. Para  él, la emancipación cognitiva del individuo, la autonomía por conocer la  realidad, es la propia Ilustración. La proclama kantiana pretende  oponerse a siglos de transmisión dirigida del conocimiento (perspectiva basada  en la transmisión), defendiendo la necesidad de que cada persona aprenda a  pensar por sí misma, que desarrolle su propio conocimiento sin depender de las  opiniones de los demás. Esta idea es complementada por la expuesta en su Crítica  del juicio, obra en la que Kant expone la necesidad de desarrollar una manera  de pensar amplia, entendida como la capacidad de la persona para abstraerse  de las limitaciones de su propio juicio y ponerse en el lugar de los demás  (Díaz Álvarez, 2008, p. 187). Así, la noción kantiana de autonomía cognitiva  presenta dos vertientes complementarias: por una parte, «el atrévete a pensar»,  la ruptura con la minoría de edad, la reivindicación del criterio de cada cual;  y por otra, la tolerancia, la necesidad de un enlarged mind (Arendt,  2005 citado en Díaz Álvarez), en que el individuo se imagina en el lugar del  otro y lo ve como interlocutor; la necesidad, en definitiva, de un diálogo  intersubjetivo, como señalará Habermas, para la construcción de los  significados. Estos son dos elementos fundamentales que estarán presentes en  esencia en trabajos pedagógicos y andragógicos posteriores basados en la  comunicación, como por ejemplo, en el de Paulo Freire, quien reivindica la  apropiación del proceso educativo por parte del que aprende (desde una subjetivización)  y el papel fundamental que tiene el diálogo intersubjetivo para la construcción  de significados y el análisis de la realidad, en contraposición al modelo  basado en la transmisión unidireccional.  Sin  embargo, la educación moderna que surge de la Ilustración se  mantendrá, por lo general, alejada de la propuesta kantiana de autonomía  cognitiva. Como señala Requejo (2003, p. 142), la práctica de la escuela  moderna será: 
               [...]  homogeneizadora, desintegradora de las diferencias individuales, culturales y  sociales de las personas y colectivos que participan en la educación y de la  sociedad en general.  La  escolarización es concebida como el medio para extender el dominio de la razón  sobre «la oscuridad de las tradiciones». Contrariamente al espíritu de la  propuesta del sapere aude, la práctica escolar se desarrolla de manera  uniformadora y la función de los educadores consiste en la transmisión de la Verdad y la Razón.   Así,  como apuntan Adorno y Horkheimer (1997), la Ilustración lejos de  estar distanciada del mito, del pensamiento incuestionable, estaría  estrechamente relacionada con él. El sistema educativo surgido de la  revolución de la luz habría sustituido la hegemonía de las «supersticiones del  clero» por las «supersticiones de los expertos», sin haber logrado emancipar,  al modo kantiano, el pensamiento propio de cada individuo.               5.   A modo de conclusión La capacidad de aprender, incluso de manera involuntaria, es  intrínseca al ser humano, así como la curiosidad y la voluntad de conocer. La  educación, implícita o explícitamente, marca una dirección al aprendizaje, un  propósito y una organización; está impulsada, como cualquier acción social, por  la dinámica de los intereses materiales e ideales y condicionada por las  imágenes del mundo7. A lo largo de este artículo hemos visto dos  pares de aproximaciones al hecho educativo: la restricción versus la  extensión del acceso, la transmisión versus la comunicación del  conocimiento. Observamos que el propósito es inherente a todo fenómeno  educativo y que, aunque pueda ser de naturaleza muy diversa, está fuertemente  vinculado al contexto social y las relaciones de poder presentes en él, así  como al modelo ideal de individuo y de sociedad que se pretenden reproducir o  transformar mediante ese proceso educativo.  Así,  el ámbito de la educación no ha estado exento de relaciones de poder ni ajeno a  las existentes en la sociedad (Apple, 1995; Bourdieu y Passeron, 2000). Si, como  afirma Weber, la estructura social se deriva de la distribución de poder en una  comunidad, el grado de acceso al conocimiento y la opción por una perspectiva  comunicativa, o por una basada en la transmisión en los sistemas educativos,  tendrán un papel fundamental en la estructura social de una comunidad, ya que  condicionarán la distribución de poder en su seno. Y viceversa, la distribución  de poder dentro de una comunidad condicionará el grado de acceso a la  información y la experimentación autónoma, así como a las herramientas para el  conocimiento, para la evaluación de la información y la acción.  Desde  un punto de vista valorativo, ciertas perspectivas educativas inducen  relaciones de poder y estructuras de dominación que son contradictorias con los  principios democráticos de isonomía e isegoría, como, por  ejemplo, la perspectiva restrictiva del acceso a los conocimientos o la  perspectiva basada en la transmisión, siendo la primera en su expresión ideal  propia de las sociedades elitistas o basadas en castas, y la segunda propia de  los regímenes totalitarios y autoritarios.  Las  cuatro perspectivas educativas presentadas pueden coexistir en un mismo momento  a pesar de responder a lógicas y a modelos sociales disímiles. Existen  comunidades con jerarquías de poder diversas y conviven modelos ideales de  sociedad diferentes porque el contexto social no es homogéneo. El conflicto y  la convivencia entre las distintas perspectivas han estado presentes y han  repercutido sobre la evolución de los sistemas de educación formal en las  diferentes sociedades y, por lo tanto, condicionado la evolución de sus  sistemas políticos.                Agradecimientos  No puedo, ni quiero, terminar sin agradecer afectuosamente las  reflexiones y comentarios recibidos de Juan J. Linz, Rocío Terán y Antoni  Verger durante la realización de este artículo.  
               Bibliografía Adorno, Theodore y Horkheimer, Max (1997): Dialectic of Enlightenment. Londres: Verso.Apple, Michael (1995): Education and Power. Nueva  York: Routledge.
 Ashby, Ruth (2003): The Underground Railroad. North  Mankato: Smart Apple Media.
 Bourdieu, Pierre y Passeron,  Jean-Claude (2000): Reproduction in Education, Society and Culture. Londres:  Sage.
 Bowles, Samuel (1983): «Unequal Education and the  Reproduction of the Social Division of Labor», en Ben Cosin y Margaret Hales  (eds.): Education, Policy and Society: Theoretical Perspectives. Londres:  Routledge.
 Bunge,  Mario (2003): «Información + evaluación = conocimiento», en Pliegos de  Yuste. Revista de Cultura y Pensamiento Europeos, n.º 1. Disponible en:  <http://www.pliegosdeyuste.eu/n1pliegos/mbunge.pdf>.
 Burns, Robert y  Rayment-Pickard, Hugh (2000): Philosophies of History: From  Enlightenment to Postmodernity. Oxford: Blackwell  Publishing.
 Canes,  Francisco (1995): «Antecedentes históricos de la educación ambiental: la Antigüedad clásica», en Revista Complutense de Educación, vol. 6, n.º 2. Disponible en:  <http://revistas.ucm.es/edu/11302496/articulos/RCED9595220029A.PDF>.
 Coller,  Xavier (2007): Canon sociológico. Madrid: Tecnos.
 De  la Torre,  Andrés (2003): «El método socrático y el modelo de van Hiele», en Lecturas  Matemáticas, vol. 24, n.º 2. Disponible en:  <http://www.scm.org.co/Articulos/733.pdf>.
 Díaz  Álvarez, Enrique (2008): «Literatura, imaginación  moral y el fuera de lugar», en Revista cidob  d’Afers Internacionals, n.os 82 y  83. Disponible en:  <http://www.cidob.org/es/content/download/7650/78588/file/diaz_82-83.pdf>.
 Drewry, Henry N. y Doermann,  Humphrey (2001): Stand and Prosper. Private Black Colleges and Their  Students. Princeton: Princeton University Press.
 Freire,  Paulo (1987): ¿Extensión o comunicación? La concientización en el medio  rural. México df: Siglo XXI.
 Gal,  Roger (1966): Histoire de l’éducation. París: Presses Universitaires de  France.
 Galarza,  Joaquín (1996): «Los glifos cristianos», en Jöelle Rostkowski y Silvie Devers  (coords.), Destinos cruzados: cinco siglos de encuentros con los amerindios. México df: Siglo XXI.
 Giraldo,  Reinaldo (2006): «Poder y resistencia en Michel Foucault», en Tabula Rasa.  Revista de Humanidades, n.º 4. Disponible en:  <http://redalyc.uaemex.mx/redalyc/pdf/396/39600406.pdf>.
 Giroux,  Henry (2003): La escuela y la lucha por la ciudadanía. México df:  Siglo XXI.
 Graff, Harvey (1991): The Literacy Myth. Cultural  Integration and Social Structure in the Nineteenth Century. New Brunswick:  Transaction Publishers.
 Hull, Lewis William Halsey (1961): Historia y filosofía  de la ciencia. Barcelona: Ariel.
 Hunger,  Johannes y Lamer, Hans (1924): La  civilización del Oriente antiguo. Barcelona: Gustavo Gili.
 Ibáñez,  A. (1980): «Reyes y súbditos», en Historia 16. Año V, (46), pp. 82-90.
 Jaeger,  Werner (1967): Paideia: los ideales de la cultura griega. México: Fondo  de Cultura Económica.
 Lerena,  Carlos (1976): Escuela, ideología y clases sociales en España. Barcelona: Ariel.
 Lobera,  Josep (2008): «Insostenibilidad: aproximación al conflicto socioecológico», en Revista  Iberoamericana de Ciencia, Tecnología y Sociedad - cts, vol. 4, n.º 11. Disponible en:  <http://redalyc.uaemex.mx/redalyc/pdf/924/92441105.pdf>.
 —  y Michelutti, Enrico  (2007): «Construcción sostenible y construcción de la sostenibilidad: una  experiencia en comunidades rurales de El Salvador», en Revista Internacional  de Sostenibilidad, Tecnología y Humanismo, año 7, n.º 2. Disponible en:
 <http://upcommons.upc.edu/revistes/bitstream/2099/4232/1/Lobera.pdf>.
 — Crespo,  Núria y guni Secretariat (2008):  «Delphi Poll: Higher Education for Human and Social Development», en Global University Network for Innovation  (guni) (ed.), Higher Education  in the World 3. Higher Education: New Challenges and Emerging Roles for Human  and Social Development. Nueva York: Palgrave Macmillan.
 Morin,  Edgar (2002): L’Homme et la mort. París: Seuil.
 Pérez-Foguet,  Agustí y Lobera, Josep (eds.)  (2008): El desarrollo humano sostenible en las aulas politécnicas. Material  para la innovación docente. Barcelona: upc.
 Requejo,  Agustín (2003): Educación permanente y educación de adultos. Ariel.
 Rueda  Muñoz de San Pedro, García (1985): «Las primeras ciudades», en Cuadernos  Historia 16, n.º 216, Madrid: Grupo 16.
 Russell, Bertrand (1996): History of Western  Philosophy. Londres: Routledge.
 Weber,  M. (2003): La ética protestante y el espíritu del capitalismo. México:  Fondo de Cultura Económica.
 Notas 1 Podemos identificar un tercer par de perspectivas según la vinculación o
              desconexión de los conocimientos entre sí y con el contexto social del educando, sobre el
            que no profundizaremos aquí por razones de espacio.2 Como indica Ibáñez (1980, pp. 82-84) en Asiria «el verdadero soberano es
            el dios Assur, y el rey tan solo es su vicario, el shangu, sacerdote y administrador del dios
            nacional, el deber del cual consiste a ampliar sus dominios [...]. Todo el imperio servía al
            monarca y este, a su vez, al dios nacional».
 3 El propósito que se persigue con la entrevista socrática es que el aprendiz
 reflexione no solo sobre las preguntas que se le formulan sino, también, sobre sus propias
            respuestas y que llegue a ser consciente de las relaciones y propiedades que utiliza en sus
            razonamientos (De la Torre, 2003). Es esencial al método el uso sistemático de la pregunta
            o la ironía socrática con el fin de hacer aparecer la verdad a través del diálogo entre maestro
            y aprendiz (ibídem).
 4 La crítica de Lucrecio no se dirige de manera central contra la superstición
            popular, sino contra la religión del Estado como promotora de las supersticiones
 5 En uno de los textos fundamentales budistas, el Kalama Sutra (siglo I a. C.),
            Buda recomienda el cuestionamiento individual de los dogmas y la autoridad: «es propio
            de vosotros dudar y tener incertidumbre [...]. No os atengáis a lo que ha sido adquirido
            mediante lo que se escucha repetidamente; o lo que es tradición; o lo que es rumor; o lo
            que está en escrituras; o lo que es conjetura; o lo que es axiomático».
 6 La traducción exacta de sapere aude es «atrévete a saber». El «atrévete a
            pensar» corresponde a la reformulación kantiana del concepto.
 7 Como señala Weber (2003), «los intereses materiales e ideales, y no las ideas,
            dominan directamente la acción de los hombres. Pero muy a menudo las “imágenes del
            mundo” (Weltbilder), creadas por las “ideas”, han determinado como guardagujas
            (Weichensteller) los rieles sobre los que la acción viene impulsada por la dinámica de los
            intereses».
   |