En los países latinoamericanos, un creciente porcentaje
de jóvenes, del medio rural y urbano, ya está consiguiendo
concluir la enseñanza fundamental y hasta la media o secundaria.
Desafortunadamente, este éxito es más aparente que
real, pues en términos concretos está produciendo
resultados decepcionantes. Los jóvenes, ahora más
escolarizados y con un horizonte de aspiraciones y ambiciones ampliado,
se sienten frustrados, por no decir engañados. Después
de haber estudiado en esos largos 11 años, durante los cuales
alimentaron la ilusión de que este esfuerzo les ofrecería
un futuro de oportunidades y de prosperidad, descubren que no están
aptos ni para obtener siquiera un modestísimo empleo; pues
egresan del sistema escolar sin poseer las "cualidades"
que los empleadores esperan y necesitan encontrar en un buen empleado.
Esto ocurre porque el sistema de educación, rural y urbano,
no les proporciona los conocimientos útiles, las aptitudes
necesarias y ni siquiera las actitudes y los valores que necesitan
para ser buenos empleados; tampoco los prepara para que sean buenos
ciudadanos y padres de familia que sepan educar, orientar, alimentar
y cuidar de la salud de sus hijos, etc. Hablemos sin eufemismos,
a excepción de lo que les fue enseñado en los tres
primeros años (leer, escribir, efectuar las 4 operaciones
aritméticas, aplicar la regla de tres y conocer el sistema
métrico), prácticamente todos los demás conocimientos
son irrelevantes para que ellos puedan tener un mejor desempeño
en el trabajo y en la vida personal, familiar y comunitaria. En
esos ocho años posteriores, los pocos contenidos que podrían
ser útiles suelen ser enseñados de manera excesivamente
teórica, abstracta, fragmentada, y desvinculada de la vida
y del trabajo, con lo que se transforman en virtualmente inútiles.
Entonces, se impone la siguiente pregunta: ¿para qué
estudiaron esos ocho años adicionales?
Seamos objetivos y realistas: ¿cuál es la utilidad
o aplicabilidad en la vida cotidiana que tiene la enseñanza
teórica de los logaritmos, los determinantes, la geometría
analítica, la raíz cuadrada y cúbica, o la
enseñanza "memorística" sobre la historia
de Cleopatra o de la Emperatriz de Bizancio, los faraones y las
pirámides del Egipto, la historia de la Mesopotamia y las
altitudes de las Montañas Rocosas? Algunos defensores de
este conservadurismo educativo afirman que tales contenidos son
necesarios para desarrollar la creatividad, el ingenio, el sentido
crítico e investigativo, el espíritu de iniciativa
de los educandos y para ofrecerles una supuesta "formación
integral". Personalmente, opino que existen formas más
inteligentes y productivas para alcanzar tales objetivos. Contenidos
más cercanos - en el tiempo y en el espacio - a las realidades
cotidianas de los educandos serían mucho más eficaces
para desarrollar sus potencialidades latentes, para establecer relaciones
entre causas y efectos, para evitar que repitan los errores que
fueron cometidos en el pasado, etc. Otros teóricos afirman
que es necesario mantener esos contenidos para "democratizar"
las oportunidades de acceso a la universidad, ignorando que, en
la mayoría de los países de América Latina,
apenas 5 o 10% de los jóvenes tienen ese privilegio. En tales
condiciones, no es lógico ni justo castigar y aburrir al
otro 90 o 95 % que no llegarán a la universidad, haciéndoles
estudiar durante ocho años temas excesivamente teóricos,
abstractos, lejanos, no utilizables y prescindibles, por no decir
inútiles.
En la dinámica del mundo contemporáneo, los educandos
tienen motivaciones e intereses mucho más inmediatos y concretos.
Su principal aspiración es obtener un trabajo bien remunerado
para acceder a los bienes y servicios que ofrece la vida moderna
y poder constituir una familia próspera y feliz. Por lo tanto,
una educación realista deberá estar orientada al logro
de esos anhelos y necesidades concretas y prioritarias de la mayoría
de la población; y no a proporcionarle una creciente cantidad
de informaciones descontextualizadas, que son irrelevantes y no
utilizables en la solución de sus problemas cotidianos.
La realidad concreta nos indica que, después de concluir
o abandonar la escuela fundamental o media, la gran mayoría
de los educandos rurales:
A - en una primera etapa, van a dedicarse a actividades agropecuarias,
como productores o como empleados rurales, en las cuales fracasan,
entre otras razones, porque la escuela rural prefirió enseñarles
la historia del Imperio Romano y el Renacimiento Francés,
en vez de enseñarles a producir, administrar predios rurales
y comercializar las cosechas con mayor eficiencia; ignorando que
este es el primer requisito para que puedan incrementar sus ingresos
y, gracias a ello, sobrevivir con dignidad en el medio rural.
B - en una segunda etapa, después de fracasar en las actividades
rurales, esos ex-agricultores y sus hijos emigran para las ciudades
donde serán ayudantes de la construcción civil, albañiles,
pintores o carpinteros, choferes, maniobristas o cuidadores de automóviles,
policías y vigilantes, cocineros o mozos, y vendedores callejeros,
empleadas domésticas o limpiadoras de oficinas y de edificios
residenciales, barrenderos (recolectores de basura), oficinistas
y obreros de empresas públicas y privadas, etc.; pues, en
el mundo moderno son esas actividades urbanas las grandes empleadoras
de mano de obra.
Lo anterior significa que los contenidos curriculares de las escuelas
rurales no respondieron a las necesidades de los padres y
ahora, los contenidos de las escuelas urbanas no responden
a las necesidades concretas de sus hijos. Para que esas mayorías
puedan realizarse como personas y sean más eficientes y productivas,
necesitan de conocimientos que sean útiles y aplicables para
mejorar el desempeño en las ocupaciones mayoritarias recién
mencionadas; y especialmente para que puedan desempeñar,
con eficiencia, otras actividades que son más valoradas por
la sociedad y por el mercado de trabajo. El barniz pseudo cultural
e intelectual, tan frecuente en nuestros obsoletos currículos,
no contribuye al logro de ninguno de esos dos objetivos, pues los
potenciales empleadores no están muy interesados en saber
si los jóvenes candidatos a un empleo conocen la biografía
de Montesquieu, Robespierre o Richelieu.
El abismo existente entre aquello que el sistema de educación
enseña y lo que los educandos realmente necesitan aprender
es sencillamente inaceptable. Esa disfunción educativa es
tan perjudicial a nuestra juventud, al sector productivo y al futuro
de nuestras naciones que no podemos seguir aceptando teorizaciones,
justificaciones y elucubraciones de los "especialistas' que
insisten en mantener en los currículos lo superfluo, en vez
de reemplazarlo por lo esencial. La sociedad en su conjunto deberá
exigir que el sistema de educación adopte transformaciones
radicales, corajosas e inmediatas, pues las medidas cosméticas
adoptadas por el referido sistema en las últimas décadas
han demostrado ser mal priorizadas/orientadas, insuficientes e ineficaces.
Los ciudadanos, quienes a través de sus impuestos, están
financiando ese anacrónico sistema de educación y
pagando las consecuencias de esa mala calidad educativa, tienen
todo el derecho de exigirlo; y el sistema de educación tiene
el deber de acatar esta justísima reivindicación.
Los contenidos que la mayoría de los educandos, probablemente,
nunca utilizará deberán ser sumariamente extirpados
de los currículos y reemplazados por conocimientos que tengan
una mayor probabilidad de ser utilizados por la mayoría de
los educandos, durante el resto de sus vidas. Es necesario ofrecerles
una educación que les ayude a que ellos mismos, puedan transformar
sus realidades adversas, corregir sus ineficiencias y solucionar
sus problemas cotidianos.
Las crecientes multitudes de desempleados/subempleados, pobres
y miserables que no poseen dinero para pagar un techo digno, comprar
los alimentos y las medicinas y mandar sus hijos a la escuela, al
médico y al dentista, necesitan, en primerísimo
lugar, de una educación útil, en el sentido de
que las habilite a conseguir un trabajo/empleo generador de un salario
razonable, con el cual puedan satisfacer las necesidades primarias
de supervivencia de sus familias. Estas multitudes de "mal-educados"
por nuestras escuelas no están muy interesadas en saber cual
es la altitud del Everest o la extensión del Río Nilo;
tampoco en conocer la historia de las competencias y batallas que
ocurrieron en el Circo Máximo o en el Coliseo de Roma. Después
que adquieran los conocimientos necesarios para ser empleados más
productivos, mejores ciudadanos y buenos padres de familia ellos
podrán buscar las oportunidades y fuentes donde adquirir
los otros conocimientos que satisfagan a sus curiosidades y a sus
intereses intelectuales y culturales. Esas oportunidades y fuentes
de conocimientos no necesariamente deberán ser proporcionadas
a través del sistema de educación formal (escolarizada).
Es comprensible que los privilegiados de la sociedad que ya tienen
acceso al pan deseen ir al circo. Sin embargo, la prioridad de la
gran mayoría constituida por los no privilegiados, por los
pobres, por los sufridos y por los abandonados es diferente, ellos
quieren primero el pan y después el circo.
Y para concluir, la siguiente reflexión que está
muy identificada con el actual desafío de nuestra educación:
"Es necesario navegar, dejando atrás las tierras
y los puertos de nuestros padres y abuelos; nuestros barcos tienen
que buscar la tierra de nuestros hijos y nietos, aún no vista,
desconocida"-Nietzsche
(*) Polan Lacki, es ingeniero agrónomo. Trabajó durante
23 años para la Organización de las Naciones Unidas
para la Agricultura y la Alimentación FAO-ONU
Documentos que amplían y fundamentan las propuestas de este
artículo podrán ser solicitados a través del
e-mail PolanLacki@terra.com.br
o encontrados en la sección "Artículos"
de la Página web http://www.polanlacki.com.br
y en la nueva Página http://www.polanlacki.com.br/agroesp
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