|  
             La trama de la vida y el trabajo de un técnico o una 
              técnica de campo  
             Los artesanos, por medio de los telares, entretejen los hilos 
              en las tramas y las urdimbres. Así nacen los tejidos, con 
              su riqueza de diseños y funciones. Los hilos son aquellas 
              hebras, largas y delgadas, continuas, con apariencia de infinitud 
              pero que tienen un inicio y un final. La trama son los hilos que 
              sostienen de forma transversal a las hebras principales del tejido, 
              mientras que la urdimbre es el conjunto de hilos colocados en forma 
              paralela y que son entrelazados por la trama. Un poco complicado, 
              como la trama de la vida. 
             Las vidas de las personas, de las familias o de las comunidades 
              son como hebras distintas tejidas en tramas y urdimbres muy singulares. 
              Para hacer una biografía de una tela habría que describir 
              el recorrido de sus hilos, los caminos y vericuetos que en forma 
              peculiar hacen que esa tela sea única. 
             Cuando un técnico o una técnica de campo trabajan 
              en una comunidad, al hacerlo interactúa con gente, con las 
              vidas concretas e insustituibles de muchas personas. Con sus peculiares 
              tramas y urdimbres. Se comunica con dramas de la vida real, no con 
              “públicos”, tampoco con “beneficiarios” 
              o con ninguna otra abstracción buena para los marcos lógicos 
              de los proyectos. 
             Una propuesta pedagógica que sea útil y significativa 
              para el técnico de campo, debe incluir esta constatación: 
              el trabajo del técnico de campo en tanto mediación 
              pedagógica o andragógica está centrado en la 
              gente, no en el cemento, tampoco en la tubería, ni siquiera 
              en el suelo, el agua, la vaca o el árbol. 
             Se trata entonces de un tipo específico de relación 
              social del técnico con la comunidad y de la comunidad con 
              el técnico. 
             ¿Qué de peculiar tiene esta relación? 
             Desde la perspectiva del técnico o técnica de campo 
              habría que anotar:  
            
              - Que el técnico o técnica de campo tiene esta condición 
                porque es su trabajo, él o ella trabaja como técnico 
                de campo. Le pagan por hacerlo.
 
              - Derivado de lo anterior, el técnico de campo tiene una 
                pertenencia institucional. Está involucrado en cierto tipo 
                de organización que por lo general es la que le financia 
                su trabajo.
 
              - Si se le paga por hacer un determinado trabajo, en términos 
                generales podría hablarse de un relación profesional. 
                Es decir, el individuo ha tenido que prepararse o formarse para 
                asumir un compromiso laboral determinado, lo que le hace un “técnico” 
                o una “técnica”.
 
              - Pero, además, en el ámbito que nos compete, este 
                profesional tiene la misión de trabajar en el manejo sostenible 
                de los recursos naturales. Porque en efecto, puede existir el 
                técnico de campo que trabaja en salud, en asistencia 
                pedagógica a los profesores de la escuela rural, etc.
 
              - Por último, la misión de este técnico de 
                campo podría sintetizarse en las 3 “A”: asesorar, 
                acompañar y apoyar a la comunidad, a la familia y a los 
                individuos en el mejoramiento de sus prácticas de manejo 
                de los recursos naturales.
 
              - Derivado de lo anterior, habría que suponer que todo 
                técnico tiene una misión de cambio, mejoramiento, 
                superación o mitigación de problemas. 
 
             
            Desde la perspectiva de la comunidad, esta relación podría 
              ser singular por las siguientes características:  
            
              - La comunidad no necesita del técnico de campo para existir 
                como comunidad. En cambio el técnico de campo sí 
                necesita la comunidad para ejercer su trabajo. En otras palabras, 
                la comunidad, la familia o el individuo existen en forma independiente 
                y anterior al técnico de campo. Resulta entonces muy lógico 
                que en esta relación peculiar, los tiempos y los espacios 
                estén definidos mayor y preferentemente por la comunidad 
                antes que por los técnicos o instituciones. En definitiva, 
                las agendas deberían ajustarse a los dramas. Pero en los 
                dramas, no solo se incluye la historia interna de la comunidad, 
                sino también y a veces con prioridad, los desafíos 
                del entorno.
 
              - Por lo general, existe una relación con un o una técnica 
                de campo cuando la comunidad acuerda con una institución 
                u organización la realización de determinado trabajo 
                de cooperación. Es decir, se trata de una relación 
                voluntaria, acordada y deseada por ambas partes. Acuerdo del que 
                surge la figura del “técnico de campo”. No 
                siempre es imperativo el principio del acuerdo, pero hay que admitir 
                que de una u otra manera el trabajo del técnico implica 
                un acuerdo con la comunidad. En cambio, el técnico hace 
                un acuerdo de trabajo (el contrato) con la institución. 
                En efecto, se suele suscribir el contrato de trabajo entre el 
                técnico y la institución, mientras que el convenio 
                suele ser entre la institución y la comunidad. Surge así 
                la paradoja de que la relación específica entre 
                tal o cual comunidad y tal o cual técnico o técnica 
                no siempre es acordada, deseada o voluntaria. 
 
                Más esquemáticamente: 
                
                  -  Relación técnico/institución: acordada 
                    y voluntaria.
 
                  -  Relación institución/comunidad: acordada 
                    y voluntaria.
 
                  -  Relación singular comunidad específica/técnico 
                    específico: no necesariamente es acordada, aunque sí 
                    podría ser voluntaria. 
 
                 
               
              - Para el caso específico que nos ocupa, se trata de comunidades 
                rurales campesinas e indígenas que viven en un medio natural 
                deteriorado o en proceso de destrucción, lo cual ha impactado 
                en forma negativa en su calidad de vida y en el sostenimiento 
                ecológico del entorno.
 
              - En principio se supone que la comunidad no dispone de ciertas 
                capacidades locales para enfrentar los desafíos de un manejo 
                sostenible de los recursos naturales, por lo cual se requiere 
                del aporte del técnico.
 
              - Pero, por otra parte, la comunidad posee un enorme bagaje cultural 
                y tecnológico con el cual establece su peculiar mediación 
                con la naturaleza y que le ha servido para sobrevivir y reproducirse 
                como comunidad desde tiempos ancestrales. 
 
             
            ¿Desarrollo deseado versus desarrollo 
              necesario?: el imperativo de una revolución agropecuaria 
               
             En políticas sociales es vieja la discusión sobre 
              el concepto de “necesidades sentidas”, respecto de “necesidades 
              objetivas”. Un ejemplo: en un barrio marginal de una ciudad 
              populosa la necesidad sentida es que se asfalte la calle principal 
              de entrada al barrio (así lo demuestran los estudios de percepción); 
              pero, el estudio de salubridad muestra que la necesidad objetiva 
              del barrio es el mejoramiento del sistema de alcantarillado. El 
              Alcalde puede ser elegido por segunda ocasión y tiene fondos 
              solo para una de las dos obras: ¿por cuál optará? 
             Otro ejemplo: la comunidad “X” usa y maneja una vertiente 
              de agua que resulta fundamental para el aprovisionamiento de agua 
              para consumo humano de la comunidad “Y” ubicada más 
              abajo. ¿En el autodiagnóstico comunitario de la comunidad 
              “X” cómo va a ser interpretada la relación 
              de manejo de la vertiente respecto de la comunidad “Y”? 
             Un ejemplo más: 5 décadas de desarrollo rural desde 
              diversos paradigmas (revolución verde, de la educación 
              popular, de la autogestión, de la agroecología, de 
              la sostenibilidad) no han permitido que se mejoren los rendimientos 
              productivos en los cultivos. En la mayor parte de cultivos agrícolas 
              los rendimientos, en relación a los países desarrollados 
              son tremendamente inferiores. ¿Es un problema metodológico 
              o existe algo en el enfoque de la misión que no acaba de 
              dar respuesta efectiva a los desafíos? 
             Los ejemplos antes descritos, más la explicación 
              sobre las peculiaridades de la relación comunidad/técnico, 
              lleva a una constatación no siempre deseada pero necesaria 
              y real: la existencia del técnico de campo se explica por 
              un paradigma de desarrollo, de innovación, de cambio. 
             Puede ser desde la agricultura ecológica o desde el incremento 
              de los rendimientos productivos a nivel pecuario, o también, 
              en la perspectiva del manejo sustentable de un recurso natural en 
              grave deterioro, en cualquier caso, el técnico de campo tiene 
              una función: ser un agente de cambio. 
             Y, claro, puesto en términos esquemáticos, en los 
              últimos años no ha estado ausente la pregunta: 
             ¿Se trata de incorporar a la comunidad a un desarrollo 
              deseado por otros (léase mundo, país, instituciones, 
              cooperación internacional, etc.) o más bien de lo 
              que se trata es de sumarse al desarrollo endógeno de la comunidad, 
              en otras palabras, al desarrollo de la propia comunidad? En el segundo 
              caso, el técnico de campo no debería actuar con agenda, 
              sino que debería asimilarse al drama del actor y desde allí 
              favorecer o apoyar los deseos, intereses, preocupaciones y resolución 
              de problemas endógenos comunitarios. El técnico de 
              campo, al modo de la metáfora de la partera de Sócrates, 
              tendría entonces la función principal de “facilitar” 
              la expresión comunitaria, la verbalización de los 
              deseos e intereses de modo que él pueda asumir su rol de 
              apoyo o de acompañamiento o de asesoramiento. 
             Asumir la segunda alternativa es muy popular en el mundo del desarrollo. 
              Con la segunda tesis usted queda bien en los eventos nacionales 
              e internacionales sobre pobreza y durante el cóctel nunca 
              faltará alguien que se acerque a felicitar. Muestra una posición 
              democrática y progresista, sustentada en los principios de 
              la participación y la autogestión. Pero, habría 
              que preguntarse, ¿es la alternativa responsable?, ¿no 
              esconde también una retórica engañosa? 
             Hay que decirlo de una vez: la misión del desarrollo ha 
              escamoteado desde hace muchos años la dimensión política. 
              O para ponerlo en términos polémicos: ha convertido 
              a la política en una hijastra de las metodologías 
              participativas. Creíamos “hacer el bien”, la 
              “revolución”, la “opción por los 
              pobres”, la “justicia” ahora llamada “equidad” 
              con un poco de sorna tecnocrática, desde las metodologías 
              participativas y la educación popular y hemos olvidado que 
              cualquier reforma verdaderamente estratégica en desarrollo 
              rural pasa por cambios profundos, por verdaderas revoluciones agropecuarias 
              en especial en un país tan inequitativo como Ecuador.  
             La misión y la metodología  
             La propuesta metodológica ciertamente debe ser participativa, 
              democrática, pero esto no quiere decir que el técnico 
              de campo abandone su misión de ser un agente de desarrollo. 
             La metodología se acopla al drama, la misión privilegia 
              la agenda. La metodología es el instrumento; la misión, 
              la finalidad política de la intervención. Ambas deben 
              ser claras y transparentes tanto para el actor local como para el 
              agente de desarrollo y deben provocar un acuerdo básico no 
              solo desde la cosmética del desarrollo, sino también 
              desde los cambios estructurales y estratégicos que están 
              detrás del discurso de desarrollo. 
             Pero, por una suerte de retórica de la autogestión 
              los supuestos existentes detrás de la misión y de 
              la metodología han quedado un tanto ocultos o, por lo menos, 
              ambiguos. 
             Daría la impresión de que es el momento para que 
              diversos actores sociales se planteen en forma seria y responsable 
              –tampoco desde una retórica política de supuesta 
              radicalidad– su peculiar rol en torno al cambio. 
             Ciertamente, en la década del 70 un desarrollo sobreideologizado 
              convirtió al técnico de campo en una especie de profeta 
              para adoctrinar campesinos. El credo estaba claro: la revolución 
              socialista o comunista. Las dos últimas décadas nos 
              llevaron al otro extremo: la acción micro tecnológica 
              sumamente focalizada y funcionalizada que olvida los problemas fundamentales 
              de nuestra sociedad, por ejemplo de la tenencia de la tierra o del 
              comercio desigual o de los sistemas cruzados de subsidios para los 
              productos agrícolas. 
             ¿Acaso no es hora de que cambie nuestro rol? ¿No 
              deberíamos juntarnos para impulsar una misión de verdadera 
              y revolucionaria modernización del sector rural, promoviendo 
              cambios estructurales profundos? ¿Acaso, si es que tenemos 
              un poquito de honestidad laboral e intelectual, no nos frustra ver 
              que nuestros países cada vez caen en mayores niveles de injusticia 
              y pobreza a pesar de las ONGs, proyectos y diversas y múltiples 
              “intervenciones”? Y, lo paradójico, es que en 
              esas circunstancias dramáticas nos limitamos a predicar la 
              autogestión y la participación.  
             Los límites de la educación popular 
             Dos ejemplos y una sola caricatura: 
            
              - Usted lleva el auto a la mecánica de la esquina. El auto 
                está un poco acatarrado, así lo hace saber al señor 
                mecánico. A los tres días, retira el vehículo, 
                camina 3 kilómetros y el carrito entra en un coma agudo. 
                Con una “wincha” tiene que llevarlo a terapia intensiva 
                en “Automotores USA”. La cuenta... un ojo de la cara. 
                Luego de un tiempo usted medita y llega a la conclusión: 
                el mecánico de la esquina aprendió haciendo.
 
              - Durante 5 años ahorra nada menos que US$ 10.000 para 
                hacer un postgrado en agricultura comparada en la universidad 
                de París-Grignon. Se trata de 6 meses, usted así 
                lo supone, de fuerte estudio. De tanto esfuerzo teme regresar 
                a su país con un surmenage. Elige París porque le 
                cuentan que allí existen los mejores profesores. Llega 
                a la ciudad de las luces e inicia el postgrado. Pero en el postgrado 
                no hay profesores ni maestros (porque es muy vertical y el conocimiento 
                no se imparte, sino que se comparte), tampoco clases ni materias 
                (porque se segmenta el conocimiento), ni siquiera libros (porque 
                se cosifica el saber), menos aulas cerradas (porque las paredes 
                no permiten ver la realidad que por alguna razón extraña 
                siempre está afuera), mucho menos exámenes (porque 
                el conocimiento no se almacena). Todo el postgrado consiste en 
                visitas a granjas en las que usted tiene que cultivar, manejar 
                un tractor y luego intercambiar experiencias –en la lluvia 
                o bajo el sol, porque así es el mundo del trabajo agrícola– 
                con los dueños de los terrenos. El intercambio de experiencias 
                es apoyado por facilitadores, que son dos jóvenes muy simpáticos 
                que se jactan de saber mucho menos que los granjeros. El postgrado 
                es holístico, interactivo, participativo, interdisciplinario, 
                siempre parte de las experiencias, es muy democrático y 
                horizontal, autoevaluativo y tiene un sentido práctico 
                para el mundo del trabajo, porque, como sabemos, “la verdad 
                es una construcción colectiva que parte de lo concreto 
                pensado y retorna a lo concreto real”. Termina el postgrado, 
                todos se gradúan y usted regresa muy feliz a su país, 
                impresionado por todo lo que aprendió y por la cantidad 
                de amigos y amigas que hizo. Después de todo, esto es lo 
                importante en la vida. Pero una noche, después de unos 
                cuantos meses, tiene una pesadilla y se despierta sudoroso e intenta, 
                inútilmente, encontrar los US$ 10.000 que usted ahorró 
                y que ahora no sabe dónde putas los metió.
 
             
            Años antes de la II Guerra Mundial, Japón identificó, 
              como una prioridad nacional, la formación de toda una generación 
              de ciudadanos en diversas disciplinas tecnológicas. Miles 
              de japoneses se fueron a aprender en las mejores universidades de 
              Europa y EE.UU. No les preocupó mayormente el tema de la 
              identidad cultural, porque sabían muy bien que la identidad 
              no se pierde con un cambio de chaqueta, que es una construcción 
              social y cultural permanente, que la identidad es de una profundidad 
              tal que más bien crece y se afianza cuando uno se aleja de 
              la patria, porque allí se aprecia lo singular que existe 
              en lo propio. Se dedicaron a aprender porque tenían el imperativo 
              de competir. La consigna era militar: aprender para vencer. 
             Es cierto que el llamado primer mundo, en buena parte, subsidia 
              su opulencia en un injusto comercio internacional. Pero también 
              es cierto que en muchos ámbitos del desarrollo los países 
              latinoamericanos nos hemos resistido –con una mística 
              militante– a “aprehender” las claves del desarrollo 
              científico y tecnológico de Occidente. Somos buenos 
              Occidentales en el uso inequitativo del conocimiento del primer 
              mundo, pero no somos Occidentales en la producción equitativa 
              del conocimiento. Casi todo nos llega de afuera, pero el “nos” 
              es para apenas un 10% de la población de las clases medias 
              para arriba. Justamente, donde estamos muchos de los profesionales 
              que predicamos el desarrollo endógeno. 
             Una anécdota personal –con perdón de la pedantería–: 
              en alguna ocasión frente a un proyecto dirigido a población 
              indígena que sobrepasaba en presupuesto los 40 millones de 
              dólares, propuse que se dedicara apenas un millón 
              de dólares para becar a 50 jóvenes indígenas 
              en las mejores universidades de Europa y EE.UU. La mayor parte de 
              los mestizos presentes se rieron de la propuesta. A unos pocos indígenas 
              que allí se encontraban no les pareció tan cómica 
              la idea... 
             La educación popular tuvo su momento y realizó aportes 
              pedagógicos y políticos de enorme trascendencia, pero 
              considero que está completamente agotada, que es absolutamente 
              insuficiente para dar respuesta a los desafíos contemporáneos. 
             Que ahora las palabras “facilitador”, “taller”, 
              “partir de la experiencia”, “horizontalidad”, 
              “autoevaluación”, “el aprendizaje debe 
              ser divertido”, “no a las charlas magistrales”, 
              etc., etc., debe ser superado por una educación de calidad 
              académica, en la que se recupere la función del contenido 
              informativo, conceptual, tecnológico y metodológico. 
              Basta ya de folletos que no almacenan saber, porque para bien o 
              para mal, lo querramos o no, sí existen expertos, sí 
              existen monopolizadores del saber y el desafío de democratizar 
              el saber pasa sobre todo por conquistarlo y no lo vamos a lograr 
              si solo intercambiamos experiencias entre nosotros. 
             Quienes estamos en la clase media sabemos perfectamente que a 
              nuestros hijos tenemos que asegurarles no solo educación 
              universitaria, sino también por lo menos uno o dos idiomas 
              –además del materno– y uno o dos postgrados en 
              algún centro académico de prestigio –nacional 
              o internacional–, todo esto para que puedan sobrevivir en 
              el competitivo y desquiciado mundo actual. Esa es nuestra práctica 
              con la educación de nuestros hijos, pero a la hora de pensar 
              la educación para el pueblo por algún trucaje mágico 
              la práctica deriva en un discurso completamente distinto. 
              Habría que preguntarse si la llamada educación popular, 
              o sus derivados actuales más o menos similares, no constituyen 
              una forma más de exclusión que de inclusión. 
             Las órdenes mendicantes de los franciscanos y los dominicos, 
              a fines del siglo XVI, se preocuparon por educar a líderes 
              caciques de las colonias americanas. Después de algunas décadas, 
              la Corona española se percató de que crecía 
              una generación de indios ilustrados y que esto implicaba 
              ya múltiples problemas de control político. Así, 
              de manera expresa, los funcionarios reales exigieron la exclusión 
              de los indios frente al modelo educativo colonial. Este cataclismo 
              cultural de exclusión dominó el espacio educativo 
              de los siglos XVII, XVIII, XIX y parte del XX. Desde un concepto 
              mecánico acerca de la función de la educación 
              colonial como herramienta ideológica de la clase dominante, 
              para alienar a los dominados, (si recordamos, este era el esquema 
              marxista del que se nutría la educación popular) entonces 
              habría que preguntarse por qué la Corona española 
              escogió el camino contrario. 
             Los hijos de los banqueros, de los agroexportadores y de los grandes 
              industriales van a estudiar en Oxford, Cambridge o Harvard. En teoría 
              esa educación no sirve para la libertad y la independencia, 
              así que mejor que el pueblo aprenda haciendo. Después 
              de todo esto, lo que no queda muy claro es por qué y para 
              qué Gandhi fue a estudiar precisamente a Inglaterra. Mucha 
              simplificación en estas comparaciones, es cierto, pero quizás 
              muestren las contradicciones de cierta ideología que se encuentra 
              tras el discurso de una educación aparentemente muy progresista. 
             La capacitación campesina en manos del técnico o 
              técnica de campo: la adecuación al drama. Pero lo 
              dicho anteriormente no nos puede llevar al error del tipo de extensión 
              rural que se aplicó en la Revolución Verde: paquetes 
              tecnológicos sin adecuación al drama. 
             Si de lo que se trata es de apoyar a los técnicos y técnicas 
              de campo con enfoques, metodologías y herramientas para que 
              mejoren sus capacidades andragógicas y de comunicación 
              con quienes dichos técnicos trabajan, esto es, con las comunidades, 
              familias e individuos campesinos e indígenas, entonces se 
              requiere de una propuesta orientada al trabajo y a la vida que cotidianamente 
              desarrollan estas personas. 
             Esto que parece obvio o elemental, conduce a una serie de inquietudes 
              metodológicas de alta importancia: 
            
              - La lógica de eventos de capacitación (entendidos 
                como procesos sistemáticos y cerrados –en tiempo 
                y espacio– de educación) propia de sistemas formales 
                de enseñanza-aprendizaje seguramente constituye una forma 
                marginal y, justamente, “eventual” de relación 
                entre el técnico de campo y la comunidad. Entre otras razones, 
                porque la comunidad tiene una trama de vida que no está 
                organizada por “eventos”, sino por “hechos cotidianos”. 
                Según el diccionario, un evento es un acontecimiento imprevisto. 
                Si la cotidianidad es una suma de hechos reiterativos (comer y 
                dormir, por ejemplo) y alterativos (la fiesta del corpus), secuenciados 
                en cierta circularidad o ciclicidad, resultaría que un 
                acontecimiento imprevisto vendría a alterar la cotidianidad. 
                Para el técnico de campo el evento hasta podría 
                constituir su forma cotidiana de trabajo, pero no necesariamente 
                para la comunidad. Esto no invalida a los eventos, solamente los 
                ubica en su específica dimensión. El evento especial 
                de capacitación, es eso justamente, una eventualidad muy 
                importante en la historia comunal que requiere de mucha preparación 
                y que sirve para debatir, intercambiar y afianzar y mejorar conocimientos 
                y prácticas.
 
              - El técnico de campo no solo se relaciona y confronta 
                con adultos, lo hace con niños y niñas, grupos étnicos 
                distintos, comunidades y familias, viejos y viejas, jóvenes, 
                otros agentes de desarrollo y, por cierto, los prototípicos 
                y estereotipados adultos. Culturas e idiosincrasias que no necesariamente 
                comprende o que acaba de conocer, y que incorporan identidades 
                y diferencias de edad, género, étnicas, función 
                productiva, relación institucional, etc.
 
              - La existencia de una serie de desafíos operativos cotidianos 
                (por ejemplo, la organización pedagógica de una 
                minga) llevan a que el técnico de campo, ocupe buena parte 
                de su tiempo en acciones que aparentemente no tienen nada que 
                ver con la capacitación o con la educación. Así, 
                el técnico puede cumplir un ciclo que incluye: 
                
                  - La planificación del trabajo con el equipo del proyecto 
                    o de la organización.
 
                  -  El viaje y recorrido hacia las comunidades.
 
                  -  Las visitas para la promoción de una determinada 
                    actividad.
 
                  -  La reunión comunitaria.
 
                  -  La visita de asistencia técnica a una unidad productiva 
                    o a una familia.
 
                  -  La visita de asistencia técnica a un grupo comunitario.
 
                  -  La minga para la construcción de determinada obra.
 
                  -  El evento comunitario de capacitación.
 
                  -  La gira de observación con un grupo de la comunidad 
                    hacia alguna experiencia de manejo de los recursos naturales.
 
                  -  La asamblea comunitaria.
 
                  -  El seguimiento y la evaluación de los trabajos.
 
                  -  Las múltiples reuniones de negociación y 
                    concertación para el logro de acuerdos puntuales o 
                    estratégicos.
 
                  -  La presentación en las oficinas centrales de los 
                    avances de los trabajos.
 
                  -  Y, sobre todo, los múltiples y diversos procesos 
                    de participación del técnico en diferentes actividades 
                    propias de la comunidad (organizadas en forma independiente 
                    a la intervención, pero que pueden ser funcionalizadas): 
                    fiestas, misas, ritos, diálogos cotidianos, deportes, 
                    concursos, mingas, etc., las mismas que, en último 
                    término, son las que interesan y movilizan a la comunidad 
                    desde siempre, en otras palabras, se trata de las actividades 
                    más sostenibles de la comunidad que las seguirá 
                    realizando esté o no esté el técnico. 
                  
 
                 
               
              - La “agenda” de los actores locales y comunitarios. 
                La agenda del cliente. El técnico de campo, por lo general, 
                se encuentra entre dos fuegos: los intereses, enfoques y metas 
                del proyecto o de la intervención frente a los intereses, 
                vivencias, prácticas y prioridades de la comunidad. Para 
                que la acción del técnico tenga algún sentido, 
                es necesario que exista claridad acerca de la agenda de los actores. 
                ¿Qué es aquello que les moviliza y por qué? 
                ¿Cuál es la lógica de sus prioridades? ¿Cómo 
                le ven al mismo técnico de campo? ¿Por qué 
                en último término aceptan la intervención 
                o el proyecto? ¿Qué prioridad le asignan? Como se 
                verá en el siguiente punto, hablar de “agenda” 
                para los actores puede ser muy arbitrario, por eso quizás 
                el concepto de “drama” de los actores, puede ser el 
                concepto adecuado. Hay que recordar que los actores son los sujetos 
                de la obra teatral. Para ser un poco literario, el técnico 
                de campo debe ejercitarse como un crítico que intenta descubrir 
                día a día “la trama y la urdimbre del drama” 
                que viven las comunidades, familias e individuos con los cuales 
                interactúa.
 
              - La “agenda” de los que pagan el sueldo o la bonificación 
                del técnico. Para superar el concepto de que el técnico 
                de campo es un simple operario de consignas elaboradas “arriba”, 
                algo así como un sujeto no deliberante encargado de ejecutar 
                el “marco lógico” del proyecto en el ámbito 
                específico de su trabajo, el primer paso seguramente constituye 
                el conocimiento y la comprensión de la “agenda” 
                de los agentes. Aquí el concepto de “agenda” 
                ciertamente se ajusta más a la realidad, quizás 
                por eso “agenda” suena a “agente” y no 
                a “actor”. Pues en el caso de los actores locales 
                y comunitarios, quizás no pueda hablarse de agenda. Si 
                uno se identifica como poblador común y corriente, habría 
                que preguntarse si es tan sistemático como para vivir cotidianamente 
                con una agenda de corto, mediano y largo plazo. ¡Ni en las 
                mejores familias! Pero, en cambio, las instituciones, proyectos 
                u organizaciones los más lógico es que cuenten con 
                dichas agendas. En las agendas se encuentran los propósitos 
                o los enfoques aludidos y eludidos, los objetivos, la secuencia 
                de acciones, las metas, los productos, etc. Es bueno que el técnico 
                de campo sepa leer estos propósitos. Después de 
                todo él es el brazo ejecutor de una política que 
                en forma implícita o explícita se expresa en el 
                trabajo.
 
             
            Algunos principios de la educación de adultos y sus límites 
               
             Las propuestas de educación de adultos estuvieron dominadas 
              por ciertos principios básicos: 
            
              -  Los adultos organizan los aprendizajes en función de 
                problemas concretos y no de temas.
 
              -  Los adultos no difieren para un futuro mediato la aplicación 
                de los aprendizajes, sino que aprenden para hacer una aplicación 
                directa e inmediata.
 
              -  Los adultos se involucran en procesos de aprendizaje en función 
                de las demandas cotidianas y del mundo del trabajo.
 
              -  El adulto se define como un sujeto que se autodetermina, es 
                él o ella por lo tanto quien debe establecer en último 
                término el curriculum de aprendizaje.
 
              -  El adulto ha acumulado un gran bagaje de conocimientos y experiencias 
                desde los cuales los nuevos aprendizajes adquieren significación 
                o sentido. 
 
              -  Pero conviene analizar los alcances y límites de cada 
                uno de estos principios: 
 
             
             1. Los adultos organizan los aprendizajes en función 
              de problemas concretos y no de temas  
             Supongamos la siguiente situación: un director institucional 
              busca un coordinador de proyecto. El proyecto es sobre el mejoramiento 
              de la semilla de la papa para uso de campesinos andinos. Interesa 
              escoger a un o una profesional con experiencia y conocimiento en 
              el tema y con capacidades para gerenciar procesos de trabajo. En 
              la entrevista un candidato cumple a cabalidad todos estos requisitos. 
              Pero por alguna razón curiosa en la conversación el 
              director institucional se da cuenta que este candidato no conoce 
              dónde queda París, tampoco sabe qué significa 
              la palabra “Everest” y ni siquiera conoce si la papa 
              es originaria de América o de otro continente. El director, 
              por alguna razón, archiva la carpeta del candidato. 
             En efecto, la educación para adultos no solo se centra 
              en la resolución de problemas concretos. Se podría 
              decir que para resolverlos justamente la educación aporta 
              con bagaje cultural universal a la persona. La educación 
              convierte en cosmopolita al individuo sin necesidad de que éste 
              viaje por todo el mundo. Y, claro, la percepción y el pensamiento 
              se expande, crece y así lo percibe el entorno. Cuando el 
              individuo maneja o conoce las claves simbólicas o las representaciones 
              de otras culturas, establece puente con ellas, puede comunicarse 
              con más eficiencia y éxito, e incluso, puede usarlas 
              para su provecho. Así que estudiar geografía universal 
              y aprender el nombre de las capitales del mundo no es tan estúpido 
              e inútil como a veces parecería, pues entre otras 
              cosas permite una mediación intercultural.  
             2. Los adultos no difieren para un futuro mediato la aplicación 
              de los aprendizajes, sino que se educan para hacer una aplicación 
              de los aprendizajes en forma directa e inmediata  
             Este principio, llevado a su extremo, puede conducir a un exceso 
              de pragmatismo y empirismo. Y esto es lo que vemos en el desarrollo 
              rural de las dos últimas décadas. Privilegiar una 
              capacitación instrumental de aplicación directa. Consignas 
              tecnológicas y metodológicas para ser aplicadas en 
              forma sencilla y directa en el campo. Una visión instrumental 
              e inmediatista del desarrollo. Bajo este esquema, dónde queda 
              la formación sobre enfoques estratégicos de desarrollo. 
              Dónde queda el papel de la teoría y de la abstracción. 
              La capacidad analítica también se educa, pero es imposible 
              formarla y consolidarla solo con la pala y el azadón o con 
              el manual. Aquí la función del estudio teórico, 
              de la lectura de textos (antes que de folletos en los que domina 
              el dibujo y las líneas para llenar, como en los cuadernos 
              de trabajo de los niños y niñas de primero a cuarto 
              grados), de la discusión sobre puntos conceptuales de análisis, 
              comparando casos, aclarando conceptos, comprendiendo el significado 
              de nuevos términos, ampliando el léxico, etc., son 
              fundamentales a la hora de mejorar nuestra capacidad analítica 
              y discursiva. Si rememoramos nuestra experiencia personal de cómo 
              nos educamos encontraremos que hay dos factores muy influyentes: 
              los maestros y las lecturas que nos marcaron en la vida. Y son precisamente 
              estos dos factores de la educación los más despreciados 
              desde una educación centrada en la experiencia.  
             3. Los adultos se involucran en procesos de aprendizaje en 
              función de las demandas cotidianas y de su mundo de trabajo 
               
             Cometer adultez parecería un pecado, por el cual estamos 
              condenados a trabajar, trabajar y trabajar. Un sacerdote salesiano 
              –el padre Antonio Polo, de la parroquia de Salinas– 
              contaba la siguiente anécdota: en una ocasión les 
              preguntó a la mujeres de la parroquia por qué asistían 
              al grupo de catequesis. Al principio respondieron que por acercarse 
              más a Dios, o porque quieren aprender mejor las enseñanzas 
              de la Biblia. A esto el sacerdote insistió con la pregunta. 
              Las mujeres se quedaron calladas, hasta que finalmente una optó 
              por hablar y dijo: “esta es la única oportunidad que 
              tenemos para descansar y para conversar entre nosotras, por eso 
              venimos a la catequesis”. 
             Cierto es que el mundo del trabajo caracteriza en mucho al adulto. 
              Tiene responsabilidades y de él depende la subsistencia de 
              otros. Pero el mundo práctico del trabajo no constituye el 
              único ámbito de realización. Esto lo sabe muy 
              bien la televisión y la radio. Los imaginarios colectivos 
              del adulto pasan por deseos e intereses que van desde los dibujos 
              animados, la política nacional e internacional, la nueva 
              tecnología, la ciudad y sus novedades, todo lo que no es 
              su entorno inmediato o cotidiano el mismo que a veces es tremendamente 
              agobiante y frustrante. 
             En una ocasión un colega de la educación –Carlos 
              Moreno del Centro Julián Quito– contaba que en uno 
              de los cursos para promotores campesinos se incluía un “city-tour”, 
              pero no para visitar lo que ellos ya conocían como el mercado 
              y la terminal terrestre, sino para conocer los lugares de mayor 
              atractivo. Los participantes, en las evaluaciones, destacaban este 
              punto como uno de los de mayor aporte. Cuando a nosotros –me 
              refiero a mestizos de clase media que vivimos en la ciudades– 
              nos llevan a un curso en un lugar que no conocemos y que es muy 
              diferente a nuestro entorno cotidiano de vida, por lo general estamos 
              desesperados por escaparnos del curso y hacer un poco de turismo. 
              Pero la educación popular hizo de la práctica en terreno 
              una verdadera religión, solo superada por la práctica 
              en el terreno de otros campesinos de otras zonas, en la línea 
              de los intercambios campesino-campesino y de las pasantías. 
              Muy rara vez un intercambio en una industria agropecuaria o en una 
              ciudad.  
             4. El adulto se define como un sujeto que se autodetermina, 
              es él o ella por lo tanto quien debe establecer en último 
              término el currículo de aprendizaje  
             Sí y no. La demanda no puede decirlo todo porque justamente 
              desconoce, por ejemplo, las tendencias de punta del entorno. Una 
              oferta de educación solamente reactiva a la demanda con seguridad 
              será muy limitada. De algún modo uno mismo solo puede 
              demandar aquello que está en su horizonte inmediato. Por 
              esto también la función del maestro o del profesor 
              es insustituible, pues es él quien nos ilustra o nos muestra 
              las nuevas perspectivas o los nuevos caminos de una demanda potencial 
              y de su oferta educativa correspondiente. La oferta educativa no 
              solo debe ser reactiva a la demanda, sino que debe ser sobre todo 
              proactiva. Ofrecer un currículo que no aparece en las necesidades 
              sentidas del sujeto no implica traicionar el sentido democrático 
              de la educación, al contrario, contribuye a una difusión 
              más equitativa del saber.  
             5. El adulto ha acumulado un gran bagaje de conocimientos y 
              experiencias desde los cuales los nuevos aprendizajes adquieren 
              significación o sentido 
             Este, sin duda, es un principio fundamental que es necesario potenciar, 
              pero valorándolo en su justa dimensión para no caer 
              en los excesos de un empirismo educativo. La mediación pedagógica, 
              como afirma la pedagoga Laura Gazzotti, establece un puente entre 
              el conocimiento científico y la experiencia de los participantes. 
              De esta forma los nuevos aprendizajes resultan significativos y 
              pueden ser decodificados y confrontados por el estudiante. En otras 
              palabras, interesa partir de lo conocido a lo no conocido, de los 
              saberes y percepciones previas a los aportes conceptuales nuevos. 
             Este sentido pedagógico profundo en ocasiones deriva, llevado 
              a sus extremos esquemáticos, a prácticas que se sujetan, 
              a su vez, en ciertos estereotipos:  
             a) El aprendizaje debe ser inductivo y no deductivo, sintético 
              y no analítico  
             Todo esquematismo peca de totalitario y de empobrecedor. El conocimiento 
              tiene un movimiento múltiple y diverso y la educación 
              debería preparar al estudiante para que pueda enfrentar con 
              cierto éxito y seguridad esas diversas dinámicas. 
              En otras palabras, cuando solo insistimos en partir de verdades 
              experienciales particulares, para desde ellas obtener ciertos principios 
              generales, estamos formando en una aptitud parcial del conocimiento. 
              Pero si también se incluyen dinámicas discursivas, 
              expositivas o de confrontación que parten de lo general y 
              derivan a conclusiones particulares y experienciales, entonces, 
              es lógico que la capacidad analítica del estudiante 
              tenga un terreno fértil para desarrollarse. Muchísimos 
              grandes descubrimientos científicos que ahora nos sirven 
              diariamente, fueron construidos desde una lógica hipotético 
              deductiva. Quien ha estudiado algo de epistemología sabe 
              perfectamente que muchos siglos de experiencia ingenua llevan a 
              conocimientos engañosos. Solo para poner un ejemplo vulgar: 
              ¿qué nos dice la experiencia?, ¿que la Tierra 
              se mueve o que el Sol se mueve? ¿La experiencia nos dice 
              que el centro de nuestro sistema es el Sol? Bajo los principios 
              de la educación de adultos o entre adultos, la revolución 
              copernicana no hubiese sido posible. Por esto Platón oponía 
              la “doxa” (conocimiento experiencial, de opinión 
              o subjetivo) frente a la “episteme” (conocimiento objetivo 
              o científico). Galileo, cuando hizo su famoso experimento 
              de botar dos bolas, una de madera liviana y otra de hierro, desde 
              la famosa torre de Pisa, sabía desde su teoría de 
              la física que ambas bolas debían caer exactamente 
              igual, a la misma velocidad de aceleración, a pesar de que 
              la de hierro pesaba diez veces más que la de madera. En cambio, 
              para Aristóteles (visión que dominó la física 
              durante 2000 años) la intuición empírica le 
              decía que la fuerza natural de caída del hierro debía 
              ser más rápida que la de la madera.  
             El gran mérito de la didáctica de la matemática 
              es que nos prepara para la abstracción y para el razonamiento 
              analítico y deductivo.  
             b) La relación entre participantes y profesor debe ser 
              horizontal. El facilitador no es el que está al frente de 
              los estudiantes como un maestro, sino el que está “al 
              lado”, creando las condiciones para un afloramiento e intercambio 
              de lo que los adultos ya saben. Solo después debe incorporarse 
              el aporte conceptual  
             La función del maestro no solo es indispensable, sino que 
              es deseable. La mediación humana en el aprendizaje –desde 
              la relación madre/hijo– hace de la educación 
              un acto de amor o de empatía, o si se quiere, de amistad 
              –en el sentido griego del término–, y para esto 
              se requiere de la interacción de personas. Pero esta relación 
              humana peculiar –maestro/alumno– no implica que debe 
              ser horizontal. Al contrario, es asimétrica y vertical, lo 
              cual no quiere decir que sea autoritaria o maltratante. El alumno 
              está en condición de aprender y el maestro de enseñar 
              o, al menos, deberían estarlo. Sobre el tema en cuestión 
              que reúne a este maestro específico y a estos alumnos 
              peculiares, se supone que el maestro sabe más y mejor y los 
              alumnos saben menos. Esto, por supuesto, no quiere decir que el 
              maestro sea un sabio absoluto y el alumno un ignorante total. 
             Si se trata de un taller participativo con uso de tarjetas para 
              diseñar un plan de manejo comunitario, ciertamente el rol 
              del monitor es el de facilitar el trabajo participativo de todo 
              el grupo y, en ese caso, incluso su ubicación física 
              puede cambiar desde estar al frente para explicar las reglas de 
              juego, hacerse a un lado cuando los participantes exponen o, incluso, 
              dejar el liderazgo de la sesión en momentos oportunos cuando 
              los participantes sistematizan sus acuerdos, etc. 
             Mal que bien todo esto lo sabemos y lo aplicamos. Pero, por este 
              tipo de eventos de los cuales existe un abuso notorio, nos hemos 
              olvidado del maestro y de los alumnos y no podemos perdernos en 
              la función fundamental de la educación y la capacitación 
              que es enseñar y aprender. Que también en los talleres 
              participativos se aprende, pues sin duda. 
             c) Hay que evitar la modalidad de la charla magistral y del 
              libro lleno de palabras  
             Conectado con lo anterior, se ha llegado al extremo de condenar 
              o satanizar a la clase magistral. Es más, se plantea que 
              no deben existir “clases”. 
             En esto es bueno recordar nuestra propia experiencia como alumnos. 
              Ciertamente que muchas experiencias de clase magistral fueron frustrantes 
              tanto en escuela, colegio como en universidad: profesores sordos 
              a la participación estudiantil, que llegaban, hablaban y 
              se iban, dictaban la materia la misma que uno tenía que copiar 
              en el cuaderno, más lentos que caballo de fotógrafo, 
              aburridos hasta morir, autoritarios, esquemáticos, omnipotentes, 
              racistas, poco cultos, que difundían informaciones sin sentido 
              ni propósito, desarticuladas, repetitivas hasta en los escasos 
              chistes y bromas, absurdas. En estas condiciones, mantenían 
              la disciplina solo con el argumento de la fuerza y el orden policial, 
              la represión en clase ejercida de forma despótica, 
              eliminando la autoestima, haciendo quedar mal al que no se había 
              aprendido de memoria la lección y mimando al “aplicado”, 
              castigando al que se atrevía a moverse. Solo de acordarse, 
              a uno le da iras. Nada más traumático que este tipo 
              de profesor. 
             Pero lo expuesto es una cara de la medalla. También rememoramos 
              experiencias positivas de maestros que no solo salvaron nuestras 
              vidas, sino que las mejoraron, las enriquecieron. Cómo no 
              recordar con enorme cariño al profesor o a la profesora que 
              en clase magistral, sin que los estudiantes digan una sola palabra, 
              cautivados por las ricas enseñanzas, nos llevaban a mundos 
              desconocidos para todos nosotros, desde la mitología griega, 
              la historia incaica, la energía atómica, nuestra geografía, 
              los dramas literarios más significativos de todos los tiempos, 
              o la anécdota personal del profesor que mostraba al ser humano 
              que existía detrás del sabio que todos admirábamos. 
              En esas clases magistrales, cuando todos estábamos en silencio 
              y quietos, un mundo sumamente activo hacía verdaderas revoluciones 
              interiores. No es que estábamos pasivos por estar en silencio, 
              al contrario, justamente en la concentración del momento 
              estábamos con-movidos, reflexionando, cambiando esquemas 
              viejos, atisbando otros horizontes, botando abajo ídolos 
              falsos, levantando nuevos ídolos y nuevos símbolos, 
              comprometiéndonos en nuevas causas, abiertos al mundo desde 
              las cuatro paredes del aula, haciendo en definitiva de la educación 
              una ética y una práctica distinta para nuestras vidas, 
              las vidas reales del aquí y del ahora. Y todo esto en 45 
              minutos de  
             una “clase” inolvidable y, claro que sí, magistral. 
              ¿Qué está, entonces, de por medio? ¿No 
              estamos botando el agua sucia de la tina con todo y guagua, para 
              adaptar una metáfora usada por cierto autor envejecido y 
              olvidado? 
             La clase magistral tiene un valor insustituible, tanto como el 
              libro y el texto de estudio. Y son insustituibles no porque no puedan 
              ser reemplazados, sino –precisamente– porque cada vez 
              son más desplazados y olvidados, a beneficio de otras alternativas. 
              Se dice que la clase magistral y el libro no son convenientes porque 
              “se limitan a transmitir” conocimientos constituidos, 
              cerrados y acabados, en cierto sentido, cosificados, sobre los cuales 
              el oyente o el lector no puede interactuar y construir concomitantemente 
              nuevo conocimiento. Nada más falso y reduccionista. 
             Ahora, con el argumento del texto paralelo (el texto del autor 
              y el texto concomitante que construye el lector), se pretende romper 
              con el texto cerrado. O, en el caso del maestro, con todas las modalidades 
              de la educación a distancia de las que también hay 
              una fiebre de crecimiento insospechado, se plantea que el alumno 
              es su propio maestro con la ayuda de una serie de recursos didácticos 
              que vendrían a reemplazar al maestro. Las más de las 
              veces, lo que sucede con este “reemplazo”, es un empobrecimiento 
              del proceso educativo. Modalidades autoinstructivas muy buenas para 
              abaratar procesos, masificar estrategias –en algunos casos 
              para hacer buenos negocios con la educación–, y excelentes 
              para adiestrar a operarios en recetas tecnológicas, precisamente 
              –y esto es lo más curioso del asunto– en aquello 
              que tanto se critica de la educación convencional y tradicional. 
             Buenos maestros y buenos libros... no hay mucho por donde perderse. 
             Ahora, la tecnología educativa trata de que la educación 
              sea divertida, fácil y muy movida. Está bien, no exageremos 
              la nota..., en esto hay muchos aportes y harta creatividad de los 
              diseñadores pedagógicos. Pero la educación 
              es también esfuerzo y concentración, largas horas 
              de estudio y lectura, escritura meticulosa que requiere tremenda 
              dedicación, es también orden y rigor. Aquello de “dar 
              todo comidito”, en un puré para bebé, fácil 
              de digerir y adoptar, termina por atrofiar el sistema digestivo 
              –léase cerebro o capacidad intelectual– de adultos 
              que requieren todo lo contrario: comida con muchocondimento, con 
              frijoles, huevo frito y proteína animal, variada y pesada, 
              con la que corramos el riesgo de indigestarnos pero, por último, 
              es nuestro riesgo, porque o si no quién le ha dado el derecho 
              al “facilitador” de solo ofrecernos una papilla insípida 
              para bebitos?  
             d) El ciclo didáctico siempre debe iniciarse en la experiencia 
              o en la observación y siempre debe regresar a la práctica 
             El famoso Círculo del Interaprendizaje Activo en algunos 
              casos se ha convertido en una verdadera camisa de fuerza, esquemática, 
              dogmática y absurda. 
             Imagínese al ambicioso Sísifo, condenado por Zeus 
              a subir por siempre la colina con una piedra al hombro, botarla 
              desde el peñasco, bajar, tomar nuevamente la piedra, subir 
              por la colina, botarla nuevamente y así en un círculo 
              eterno. Después de siglos, llega el facilitador –experto 
              en mediación pedagógica– y lo primero que le 
              dice a Sísifo es que vamos a partir de la experiencia y que 
              en el proceso educativo el debe tomar la piedra, subir por la colina 
              y botarla desde el peñasco. El facilitador solo le acompañará 
              en el proceso, ayudándole a que reflexione sobre las lecciones 
              aprendidas. Sísifo, acepta la compañía pues 
              durante siglos repitió el circuito, pero ahora tiene un ser 
              humano a su lado que le acompañará en el mismo y fatal 
              destino. Esfuerzo inútil, pero esfuerzo al fin y al cabo. 
             e) El conocimiento parte de lo concreto, se eleva a lo abstracto 
              y regresa a lo concreto, y así en una espiral continua  
             Que funciona este principio en la didáctica, pues claro 
              que sí. Que así se hacen más interesantes las 
              sesiones, también es cierto. Lo que no es adecuado es reducir 
              este proceso de forma que lo abstracto no pueda tener una lógica 
              propia de tratamiento que puede ir de lo abstracto a lo abstracto, 
              para retornar a lo abstracto. O conducir a los procesos educativos 
              a una desvalorización del pensamiento abstracto. 
             Esto porque el tratamiento de temas abstractos, muy conceptuales, 
              inspirados en una lógica deductiva, ayuda a ejercitarnos 
              en una reflexión más profunda acerca de todo aquello 
              que no podemos, desde la inmediatez empírica, tocar, observar 
              o experimentar. 
             Teorizar implica poner en juego conceptos, proposiciones y argumentaciones 
              en donde no solo interesa la verdad objetiva, sino, sobre todo, 
              la validez lógica que es algo diferente. Por los excesos 
              de una educación pragmática, los norteamericanos se 
              dieron cuenta que muchos de sus estudiantes no comprendían 
              una lectura de tres párrafos. Tenían el instrumental 
              lingüístico, pero no tenían el instrumental interpretativo, 
              analítico, de pensamiento abstracto.  
             A = B 
              B = C 
              Por lo tanto, A = C  
             Este es un principio básico de la lógica formal 
              o matemática. No se habla de nobjetos reales. Incluso, se 
              podría decir, con total acierto, que el axioma no puede encontrarse 
              en la realidad pues no hay dos objetos materiales idénticos. 
              Entonces, la comprensión del principio de identidad requiere 
              de un movimiento intelectual que no necesariamente se inicia y que 
              menos se agota en la experiencia o en lo concreto. Requiere, para 
              su comprensión, un espacio y tiempo intelectual especial, 
              que por cierto debe abstraerse –separarse– un tanto 
              de la realidad material, para poder abordar la lógica subyacente 
              a este principio matemático. 
             f) Por tanto insistir en lo empírico y lo concreto, 
              muchos estudiantes caen fulminados –con su autoestima despedazada– 
              cuando de la abstracción se trata. 
             La conclusión rápida de muchos pedagogos es que 
              falla la metodología. Puede ser. Lo que ahora está 
              en juego es un tema de capacidad intelectual al que no podemos hacerle 
              el quite. ¿Que el adulto no requiere de estos procesos intelectuales 
              porque su mundo de sentido se centra en el trabajo cotidiano? ¿No 
              es esta una teoría de la exclusión? 
             Un jefe institucional que busca personal, se preocupará 
              sobre todo, si el candidato tiene capacidad de análisis y 
              de respuesta frente a ciertas preguntas. Ciertamente, si se está 
              seleccionando un robot para que coloque remaches, no interesará 
              tanto la capacidad lógica, analítica y de juego en 
              el pensamiento abstracto. 
             A fuerza de tanto pragmatismo, la educación alternativa 
              está obteniendo justamente lo que detesta: robots del desarrollo. 
             
             El saber ancestral es de mayor importancia que el conocimiento 
              científico, pues este último es generado desde la 
              abstracción y no tiene aplicación práctica 
              concreta  
             Un tema muy delicado por sus resonancias culturales y étnicas. 
              Cierta tendencia un tanto etnocéntrica ha argumentado a favor 
              de que el saber ancestral es tan válido y científico, 
              como el conocimiento aportado por las ciencias occidentales. 
             Igualmente, plantear esto en conferencias internacionales es muy 
              popular. La gente dirá que usted respeta la cultura y condena 
              el tipo de conocimiento occidental que tanta tragedia ha ocasionado 
              en términos de contaminación, dependencia y enajenación. 
              Luego de recibir las felicitaciones de rigor, –con total consecuencia– 
              usted tomará el avión de regreso, mirará una 
              película vía satélite, se servirá un 
              “escocés” y, al llegar a casa, dormirá 
              tranquilo porque en el fondo sabe que no es usted el de la sabiduría 
              ancestral, sino aquel individuo que entrevistó, que están 
              muy lejos, tras la cordillera y que nunca ha tenido la oportunidad 
              de subir a un avión. 
             ¿Provocador? 
             El problema es que son dos formas de conocer diferentes en su 
              estructura discursiva interna y en su función y que no corresponde 
              ponerlas a competir. De cierto modo la batalla ya está perdida, 
              pues es muy cierto que vivimos una forma cultural dominante, la 
              occidental, que llega de una u otra forma, con sus impresionantes 
              conquistas, a todos los rincones del planeta. Aquí la pregunta 
              es si a los agentes de desarrollo nos corresponde mantener a la 
              cultura en un supuesto y ficticio cofre cerrado, o si más 
              bien esta es una decisión justamente de los adultos con quienes 
              trabajamos. 
             Poner a dialogar al saber ancestral con los aportes del conocimiento 
              científico, procurando una mediación pedagógica 
              para que podamos descifrar las claves para entender y usar el conocimiento 
              occidental, es seguramente el camino demandado. Habría que 
              tomar en cuenta que cuando despreciamos el conocimiento científico 
              –lo que ha sucedido en la práctica–, estamos 
              despreciando la experiencia acumulada y sistematizada de siglos 
              de trabajo intelectual y práctico de múltiples generaciones 
              de seres humanos. 
             Respecto al saber ancestral no han faltado casos de una apología 
              en comparación al valor que se ha asignado al conocimiento 
              científico. Esto de algún modo ha conducido a un desprecio 
              a las diversas estrategias de acumulación, registro, gestión 
              y retención de información científica. La memoria 
              y la imitación han sido vistas como dos perspectivas tremendamente 
              atrasadas y mecánicas, propias de una educación tradicional. 
              Pero llegar al otro extremo puede conducir a un vaciamiento de información, 
              en un entorno en el que la gestión de información 
              se muestra como la clave para insertarse –con cierta viabilidad– 
              en un mundo globalizado. 
             En una de las etapas más creativas de Occidente, el Renacimiento, 
              la imitación constituía una de las piedras angulares 
              de la educación. En la relación maestro-aprendiz, 
              este último debía imitar a la perfección la 
              técnica del maestro. Solo cuando la obra del aprendiz –por 
              ejemplo en la plástica– no podía distinguirse 
              de la obra del maestro –y todo esto después de muchos 
              años de estudio y práctica–, entonces el aprendiz 
              había hecho los méritos necesarios para empezar a 
              crear y después de algún tiempo hasta podría 
              convertirse en maestro. Leonardo pasó por este proceso. 
             O el ejemplo típico de la gerencia empresarial contada 
              por los profetas de la calidad total. El gerente de la Suzuki que 
              le muestra el sistema de frenos, extraído de un Toyota, al 
              ingeniero de su empresa y le dice: “no quiero que superes 
              este sistema de frenos, limítate primero a producir uno idéntico”. 
             Imitación no es sinónimo de negación de la 
              creatividad, hasta puede que sea un camino para conseguirla. Algo 
              de esto se esconde en la frase de Newton quien dijo que su único 
              talento era haberse encaramado en los hombros de gigantes. 
             En otras palabras, escogió bien a sus maestros y siguió 
              sus pasos, solo desde esta base o plataforma pudo atisbar el mundo 
              desde otra perspectiva, desde la altura que le habían proporcionado 
              sus antecesores en la física y la astronomía. Sí, 
              el conocimiento también es acumulativo y puede ser almacenado. 
              Y, además, el problema mayor de nuestros países es 
              que este conocimiento científico acumulado está en 
              manos de otros y nuestro adulto claro que sabe mucho desde su experiencia, 
              pero hay que reconocer que también sabe muy poco de aquello 
              que requiere ahora para sobrevivir. Hasta tanto, la educación 
              participativa nos plantea “no hay expertos” o “hay 
              que superar la noción de maestro”.  
             g) El aprendizaje surge de la actividad del sujeto que aprende 
               
             Este principio constructivista, recuperado por la pedagoga Susana 
              Ruggiero, es de enorme valor. Siempre el maestro debe preguntarse 
              sobre lo que está ocurriendo detrás de los ojos, de 
              las palabras y de las acciones del participante o estudiante en 
              el proceso formativo. Y aquí existe una clave pedagógica 
              fundamental: interesa el aprendizaje de este singular individuo. 
              Aprende o no aprende el individuo. 
             Lo que no debe confundirse es “actividad” con activismo 
              pedagógico. Reducir los procesos al famoso “aprender 
              haciendo”. 
 ----------------------------------- 
              Patricio Crespo Coello es responsable de Gestión del Conocimiento 
              en el Proyecto PDDL (Descentralización y Desarrollo Local) 
              de la Fundación Suiza Intercooperation, Quito, Ecuador  
             
           |