Una de las grandes barreras a las que se enfrenta
una persona con discapacidad es la empatía.
Resulta muy difícil explicar qué se
siente cuando uno no puede alcanzar metas que otros si han conseguido.
Y al margen de las buenas intenciones de psicólogos, pedagogos
y especialista en la materia, uno sigue siendo, a fin de cuentas,
el que tiene que soportar esa carga. Le quedan dos opciones: negarla
y abandonarse a sí mismo o asumirla como la mejor de las
peores opciones.
Como niño que he sido alguna vez, una de las
actividades más frustrantes es la Educación Física.
En otro tiempo, en el que la integración era
una utopía, el niño con discapacidad, se veía
relegado a ser un mero espectador de las habilidades y destrezas
de sus compañeros y compañeras. Vivir esa experiencia,
empalizarla, resulta muy difícil, yo diría que inaccesible
para alguien que no sea la persona misma que la sufre.
Afortunadamente, hoy día la Educación
Física y el deporte en general ha abierto un gran abanico
de posibilidades a las personas con discapacidad. Aún así,
existen reticencias que quiero enumerar a continuación:
1) El papel del especialista de Educación Física:
Yo he vivido esas dos caras de la discapacidad en
la Educación Física y afortunadamente mi espíritu
de lucha me ha ayudado a "sobrevivir" y a desarrollarme
como persona. Por eso, quisiera hacer dos recomendaciones.
La primera, a los profesionales. Arriesguen, luchen,
la labor docente ni empieza ni termina con el estereotipo de alumno.
La segunda a los padres. No culpen a nadie de los
éxitos o fracasos de vuestros hijos e hijas con discapacidad,
será él quien les culpe por no haber puesto lo suficiente
en la contribución a su "normalización".
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