La educación está en crisis. Los latinoamericanos
estamos ya habituados a no dudar de esta expresión. Pero
sucede que hasta hace poco tiempo, quienes entre nosotros reflexionaron
sobre la educación y sus problemas, dieron siempre por supuesto
que el sistema educativo y las instituciones que integran su estructura
eran posibles, más aún estaban llamadas a progresar
sin dificultad. Pero a la preocupación por las visibles insuficiencias
de nuestra educación se agrega ahora la duda sobre las posibilidades
futuras que otorga su contenido a nuestros profesionales y científicos.
"El fin de la educación superior es alcanzar
la sabiduría; y ésta es el conocimiento de los principios
y de las causas primeras. Por lo tanto, la metafísica es
la sabiduría más alta...si no podemos recurrir a la
teología, entonces tenemos que echar mano a la metafísica
puesto que sin teología o metafísica no puede existir
una universidad". Y esto lo decía Robert Maynard Hutchins,
el gran educador norteamericano quien fue presidente y canciller
de la Universidad de Chicago desde 1929 hasta 1951.
Y nos interrogamos en las palabras de Ortega y Gasset
sobre si nuestros egresados universitarios son "ignorantes
instruidos".
No cabe duda que los profesores de Filosofía,
Historia, Inglés o Idioma Nacional ejercen una influencia
mayor en la formación intelectual del estudiante que los
de Matemáticas o Física.
Existe un peligro en la alta especialización,
cuando el científico ha recibido una preparación humanística
media. Ya decía Ortega y Gasset en la "Rebelión
de las masas" que, al científico de nuestro tiempo,
la ciencia misma, raíz de la civilización, lo convierte
automáticamente en hombre masa al negarle el acceso al pensamiento
filosófico. Debemos tener en cuenta que las avalanchas informativas
provenientes de las redes no educan.
Según Ortega, el científico "No
es un sabio, porque ignora formalmente todo lo que no entra en su
especialidad; pero tampoco es un ignorante, porque es un hombre
de ciencias y conoce muy bien su porciúncula de universo.
Habremos de decir que es un sabio ignorante, cosa de sobremanera
grave, pues significa que es un señor el cual se comportará,
en todas las cuestiones que ignora, no como ignorante, sino con
toda la petulancia de quien en su cuestión especial es un
sabio".
Nuestra organización científica permite
a personas de intelecto muy común alcanzar resultados importantes
y sentirse indebidamente satisfechas de sí mismas.
En nuestros días en que el científico
desempeña un enorme papel social, debe existir una universidad
que impida una ignorancia instruida. La educación de nuestros
jóvenes no debe restringirse a un enfoque puramente técnico,
la Filosofía, la Metafísica, la Historia y el ejemplo
de los grandes pensadores deben incluirse en su formación
intelectual y espiritual.
En gran manera, la ciencia moderna ha apoyado al materialismo
y al relativismo, contribuyendo a socavar la creencia en la verdad
absoluta y en los valores morales.
Puede probarse esto al mencionar la teoría
de la relatividad o la cuántica. Cuando se pregunta a un
físico (por no decir a un ingeniero), acerca de su opinión
a este respecto, observamos que su preparación académica
no le ha dado armas para juzgar.
Es necesario que los gobiernos dediquen atención
y dinero a la investigación científica y a la preparación
de sus científicos. En una verdadera democracia, ningún
gobierno se lanzaría a la realización de tal programa
si no fuera apoyado por la nación, pero tampoco dejaría
de hacerlo si percibe que la nación lo necesita.
Inversión en la educación, sobre todo
en la superior, significa ensanchar el campo del estudiante hacia
el dominio de lo trascendente.
Una nación es grande en la medida en que sus
habitantes son grandes. Una nación crece en la medida en
que crezcan sus pensadores; y un pensador crece en la medida en
que cultive el pensamiento reflexivo. Se evita así la maquinal
intencionalidad que yace en el corazón humano de con-formarse
ciegamente con lo establecido. El psiquiatra norteamericano Ralph
Cook nos dice en el libro "El País corrompido"
que los ciudadanos americanos han abandonado su moral personal por
una moral colectiva, institucionalizada. Es decir, han abandonado
la convicción reflexiva por el sentimentalismo comprometido
y la popularidad, es decir, la responsabilidad por la obediencia.
Amarga medicina, ciertamente.
La historia política del continente americano
ha mostrado demasiadas veces que los políticos, se han preocupado
en saber qué es lo que la sociedad debería querer
o rechazar, en lugar de tratar de conocer si lo que la sociedad
quería o rechazaba debía imponerse o no a sus individuos.
El verdadero propósito de la educación
debe ser: hacer íntegro al hombre en cuanto a competencia,
así como en cuanto a conciencia, porque si se crea el poder
de competencia sin la orientación correspondiente para gobernar
el uso de ese poder, se estará pervirtiendo la educación.
Por otra parte la competencia se desintegrará si no va acompañada
de la conciencia. Separar el elemento moral y ético de la
educación es preparar un porvenir aterrador para una nación.
La fe y la obra puesta en la realización de
un mundo más humano, es posible y debe ser hoy nuestra tarea.
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