La Revista Iberoamericana de Educación es una publicación editada por la OEI 

 ISSN: 1681-5653

Está en: OEI - Revista Iberoamericana de Educación - Columna de opinión

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  Opinión

La crisis de la educación superior en América Latina

Nelson Astegher
Director del Instituto ICEP de Enseñanza y de Investigaciones de Rosario, Argentina.
Miembro de la Red Universitaria Internacional del BID y de OEA


La educación está en crisis. Los latinoamericanos estamos ya habituados a no dudar de esta expresión. Pero sucede que hasta hace poco tiempo, quienes entre nosotros reflexionaron sobre la educación y sus problemas, dieron siempre por supuesto que el sistema educativo y las instituciones que integran su estructura eran posibles, más aún estaban llamadas a progresar sin dificultad. Pero a la preocupación por las visibles insuficiencias de nuestra educación se agrega ahora la duda sobre las posibilidades futuras que otorga su contenido a nuestros profesionales y científicos.

"El fin de la educación superior es alcanzar la sabiduría; y ésta es el conocimiento de los principios y de las causas primeras. Por lo tanto, la metafísica es la sabiduría más alta...si no podemos recurrir a la teología, entonces tenemos que echar mano a la metafísica puesto que sin teología o metafísica no puede existir una universidad". Y esto lo decía Robert Maynard Hutchins, el gran educador norteamericano quien fue presidente y canciller de la Universidad de Chicago desde 1929 hasta 1951.

Y nos interrogamos en las palabras de Ortega y Gasset sobre si nuestros egresados universitarios son "ignorantes instruidos".

No cabe duda que los profesores de Filosofía, Historia, Inglés o Idioma Nacional ejercen una influencia mayor en la formación intelectual del estudiante que los de Matemáticas o Física.

Existe un peligro en la alta especialización, cuando el científico ha recibido una preparación humanística media. Ya decía Ortega y Gasset en la "Rebelión de las masas" que, al científico de nuestro tiempo, la ciencia misma, raíz de la civilización, lo convierte automáticamente en hombre masa al negarle el acceso al pensamiento filosófico. Debemos tener en cuenta que las avalanchas informativas provenientes de las redes no educan.

Según Ortega, el científico "No es un sabio, porque ignora formalmente todo lo que no entra en su especialidad; pero tampoco es un ignorante, porque es un hombre de ciencias y conoce muy bien su porciúncula de universo. Habremos de decir que es un sabio ignorante, cosa de sobremanera grave, pues significa que es un señor el cual se comportará, en todas las cuestiones que ignora, no como ignorante, sino con toda la petulancia de quien en su cuestión especial es un sabio".

Nuestra organización científica permite a personas de intelecto muy común alcanzar resultados importantes y sentirse indebidamente satisfechas de sí mismas.

En nuestros días en que el científico desempeña un enorme papel social, debe existir una universidad que impida una ignorancia instruida. La educación de nuestros jóvenes no debe restringirse a un enfoque puramente técnico, la Filosofía, la Metafísica, la Historia y el ejemplo de los grandes pensadores deben incluirse en su formación intelectual y espiritual.

En gran manera, la ciencia moderna ha apoyado al materialismo y al relativismo, contribuyendo a socavar la creencia en la verdad absoluta y en los valores morales.

Puede probarse esto al mencionar la teoría de la relatividad o la cuántica. Cuando se pregunta a un físico (por no decir a un ingeniero), acerca de su opinión a este respecto, observamos que su preparación académica no le ha dado armas para juzgar.

Es necesario que los gobiernos dediquen atención y dinero a la investigación científica y a la preparación de sus científicos. En una verdadera democracia, ningún gobierno se lanzaría a la realización de tal programa si no fuera apoyado por la nación, pero tampoco dejaría de hacerlo si percibe que la nación lo necesita.

Inversión en la educación, sobre todo en la superior, significa ensanchar el campo del estudiante hacia el dominio de lo trascendente.

Una nación es grande en la medida en que sus habitantes son grandes. Una nación crece en la medida en que crezcan sus pensadores; y un pensador crece en la medida en que cultive el pensamiento reflexivo. Se evita así la maquinal intencionalidad que yace en el corazón humano de con-formarse ciegamente con lo establecido. El psiquiatra norteamericano Ralph Cook nos dice en el libro "El País corrompido" que los ciudadanos americanos han abandonado su moral personal por una moral colectiva, institucionalizada. Es decir, han abandonado la convicción reflexiva por el sentimentalismo comprometido y la popularidad, es decir, la responsabilidad por la obediencia. Amarga medicina, ciertamente.

La historia política del continente americano ha mostrado demasiadas veces que los políticos, se han preocupado en saber qué es lo que la sociedad debería querer o rechazar, en lugar de tratar de conocer si lo que la sociedad quería o rechazaba debía imponerse o no a sus individuos.

El verdadero propósito de la educación debe ser: hacer íntegro al hombre en cuanto a competencia, así como en cuanto a conciencia, porque si se crea el poder de competencia sin la orientación correspondiente para gobernar el uso de ese poder, se estará pervirtiendo la educación. Por otra parte la competencia se desintegrará si no va acompañada de la conciencia. Separar el elemento moral y ético de la educación es preparar un porvenir aterrador para una nación.

La fe y la obra puesta en la realización de un mundo más humano, es posible y debe ser hoy nuestra tarea.

 

Correo electrónico: rie@oei.es Número 40/4
10-11- 06

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