OEI

Organización
de Estados
Iberoamericanos


Para la Educación,
la Ciencia
y la Cultura
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Revista Iberoamericana de Educación
Número 8
Educación y Democracia (1)

El Aprendizaje de las Naciones

La búsqueda de un espacio para Iberoamérica en el próximo siglo

Benjamín Álvarez (*)

(*) Benjamín Álvarez obtuvo con este trabajo uno de los accésits del Premio Carlos Lacalle de Educación Iberoamericana, convocado por la OEI. De nacionalidad colombiana, Álvarez es actualmente profesor visitante en el William Paterson College de New Jersey, Estados Unidos. Es licenciado en Filosofía por la Pontificia Universidad Javeriana de Colombia y Pd. D. en Ciencias Sociales y Educación por la Universidad de Nuevo México. Ha sido director de Investigación y Evaluación de la International Youth Foundation (EE.UU.), representante para América Latina y el Caribe del International Development Research Centre (Canadá) e investigador principal del Educational Research Centre, St. Patrick's College (Irlanda). Es autor y coautor de diversos libros y artículos de su especialidad.


Las sociedades, como los organismos vivos, evolucionan y cambian, interactúan con su medio ambiente a través de mecanismos de asimilación y adaptación, se restructuran continuamente, a veces en forma imperceptible y en ocasiones a través de cambios cualitativos. Las sociedades buscan conservar una memoria y responder a estímulos nuevos con los recursos que han ido acumulando a lo largo de su historia. Se puede decir que aprenden.


1. La metáfora del aprendizaje

La metáfora del aprendizaje es muy poderosa para ayudarnos a comprender nuestra misión y responsabilidad, ahora que preparamos, en medio de una gran incertidumbre, un lugar para nuestros pueblos en el concierto mundial del próximo milenio.

Hasta muy recientemente, cada país parecía constituir una unidad claramente definida por límites económicos y políticos. A medida que estas definiciones se disuelven y nos envolvemos inevitablemente en un flujo de intercambio sin fronteras, las formas de pensar que habíamos creado para entender los procesos de desarrollo, la estructuración de la sociedad, la educación, el trabajo, el papel del Estado, se tornan obsoletas o, al menos, inadecuadas.

Apenas comienzan a vislumbrarse las implicaciones que las transformaciones de la sociedad global que estamos viviendo van a tener sobre las naciones de América Latina, España y Portugal. La ciencia social, la larga tradición en nuestras universidades y centros de investigación ha sido sobrepasada por los acontecimientos, y aparece limitada no solamente en sus marcos de referencia interpretativos, sino especialmente en su papel de iluminador de las políticas públicas y privadas.

Luego de años de búsqueda de modelos de desarrollo y del ensayo de métodos de planificación social, estamos empezando a percibir que ninguno de esos esfuerzos tiene un significado, si no es como un medio de ampliación de las posibilidades de las personas, quienes constituyen las naciones, y del incremento de su propia capacidad de aprender y de operar sobre el mundo. La diferencia entre las colectividades que aprenden rápido y las que lo hacen a un ritmo más lento es, quizás, más decisiva para atender la dinámica del progreso humano que la diferencia entre categorías de países tales como los «desarrollados» y los «en desarrollo».

El problema central de los países no es, ciertamente, la acumulación de la riqueza, ni siquiera el crecimiento de las economías nacionales cuya definición es cada día más elusiva, dados los procesos crecientes de internacionalización. Es el desarrollo humano. Mas aún, el fenómeno mismo de la globalización, con todos sus tropiezos, sorpresas, retrocesos y contradicciones, nos sugiere que las esperanzas de las naciones no pueden anclarse más que en su propia capacidad de aprendizaje, en su imaginación, en su interacción con otras sociedades y en la utilización que hagan del conocimiento acumulado.

Como en todo proceso de aprendizaje, la historia, las utopías y los ideales, los esquemas y los valores adquiridos, constituyen los cimientos de una construcción en permanente acomodación. Las sociedades, como las personas, aprenden con sus pares, con quienes comparten experiencias, rasgos culturales y problemas comunes.

Este ensayo intenta presentar las coincidencias explícitas e implícitas surgidas de todos los rincones del continente y de diferentes tradiciones de investigación, que alimentan una conciencia común sobre las tareas políticas más importantes de los años venideros. Estas tareas tienen que ver con el aprendizaje colectivo e individual y con el mejoramiento de las perspectivas de desarrollo de todas las personas de cada nación.

Tanto la conciencia colectiva como los resultados de la investigación social coinciden en que tales tareas incluyen:

{short description of image}- El mejoramiento de la competencia humana para el aprendizaje y el fortalecimiento de la naciente masa crítica de profesionales del conocimiento.

{short description of image}- El enriquecimiento de los ambientes de aprendizaje de los niños y de los jóvenes.

{short description of image}- La consolidación y actualización de las instituciones del conocimiento y de sus redes de interacción.

{short description of image}- La consolidación de una cultura del conocimiento, la multiplicación de canales de acceso y el apoyo a la industria del aprendizaje.

{short description of image}- El fomento del aprendizaje entre las naciones, particularmente entre las que comparten historia y cultura.

Estas tareas no son responsabilidad exclusiva de los Estados. Nuevos actores, como las organizaciones de la sociedad civil, las empresas privadas y los medios de comunicación, están añadiendo una contribución fundamental a la labor que tradicionalmente realizan los gobiernos, las escuelas, las familias y las iglesias. La solidaridad en el logro de destinos comunes y en la búsqueda de cambios y mejoras para todos es el producto de procesos colectivos de aprendizaje.

Fueron necesarios varios siglos para que vastas proporciones de la humanidad tuvieran acceso a la palabra escrita. Comparativamente más rápida fue la expansión masiva de la escolarización, con lo cual las personas y las naciones pudieron ingresar al mundo de la naciente sociedad industrial. Estamos en el umbral de otro cambio cualitativo en la capacidad de aprendizaje de las naciones. La sociedad misma empieza a girar en torno del aprendizaje incesante, de los períodos de equilibrio y desequilibrio que se suceden durante la generación, la utilización y la revisión constante del conocimiento.

Este trabajo destaca el papel del aprendizaje individual, colectivo y entre las naciones como motor del progreso de los pueblos y como medio para que las naciones de Iberoamérica conquisten un lugar en el nuevo escenario mundial.

En primera instancia se discuten algunos de los éxitos, limitaciones y necesidades futuras en materia de competencia para el aprendizaje de las naciones de Iberoamérica y especialmente de América Latina, a nivel general de toda su población y de la masa crítica de los profesionales del conocimiento, esencial para liderar el aprendizaje de todos.

En segundo término, se ilustra la capacidad social para desarrollar esa competencia a través del fortalecimiento de los ambientes de aprendizaje que, como la familia, poseen una especial potencialidad y arraigo en nuestras tradiciones, o como la escuela, de amplio cubrimiento en la región, o como los programas de intervención social, que han demostrado una gran flexibilidad y adaptabilidad a necesidades nuevas de aprendizaje. Las instituciones del conocimiento, las empresas e industrias «inteligentes» y sus redes de interacción, son polos cruciales para el desarrollo del saber de los pueblos y un lugar de contacto para el aprendizaje entre las naciones.

Las naciones iberoamericanas constituyen un grupo de extraordinaria variedad, riqueza y unidad, con amplias ventajas competitivas para la formación de una comunidad internacional de aprendizaje que permita compartir conocimientos, instituciones, empresas científicas, redes de información, industrias educativas, expertos, soluciones, utopías y visión de destino histórico.

2. La competencia humana

El aprendizaje de las naciones se basa, en última instancia, en la capacidad de sus gentes. Esta capacidad se construye sobre tres pilares: el primero es la competencia general de todos los ciudadanos para responsabilizarse de su propio aprendizaje, para asimilar nuevos conocimientos, para adaptarse y para cambiar. El segundo es la competencia de los grupos profesionales del saber para identificar, para analizar problemas y para crear nuevos conocimientos y productos. El tercero es la existencia de canales institucionalizados de acceso, interacción y participación.

La competencia general de las personas para aprender se empieza a fomentar desde antes de su nacimiento, pero especialmente durante un intenso período de preparación que coincide con la infancia y la juventud. Las posibilidades de incidir en la acumulación de este capital social fundamental a edades tempranas se han ampliado en forma insospechada. Pero ahora, más que en el pasado, la formación del capital humano de una nación requiere, además de una sólida inversión inicial, de una constante acomodación a circunstancias cambiantes.

Logros, desilusiones y esperanzas de las naciones

En casi todos los países del mundo están floreciendo nuevas iniciativas para mejorar la vida de sus gentes, particularmente de sus niños y jóvenes, para ampliar sus perspectivas. Este hecho refleja una profunda inquietud sobre las limitaciones actuales de la infraestructura creada en el pasado reciente para formar las nuevas generaciones. Paradójicamente, es también una expresión de esperanza y de confianza en la capacidad de las comunidades locales, de las familias, de las organizaciones privadas y de la sociedad en general, para contribuir al proceso del desarrollo humano, combinando la sabiduría acumulada en difentes culturas a lo largo de los siglos con el conocimiento científico contemporáneo.

Por primera vez en la historia de la humanidad somos capaces de demostrar los inmensos beneficios sociales y económicos de la inversión realizada en el enriquecimiento del ambiente en que se desarrollan los seres humanos. Cuatro décadas de investigación -buena parte de la cual se realizó en América Latina- han mostrado los efectos positivos de las intervenciones tempranas en la vida de los niños, a corto y largo plazo. Mejorar el estado de salud y nutrición, la capacidad para aprender y el comportamiento social de todos los niños de una nación, no es ya una utopía sino una meta alcanzable1.

CUADRO NÚM. 1

ACERCAMIENTO ENTRE EL NORTE Y EL SUR A LO LARGO DE 30 AÑOS EN MATERIA DE SUPERVIVENCIA HUMANA
NORTE SUR DISPARIDAD
1960 1990 1960 1990 1970 1990
Esperanza de vida 69 74,5 46,2 62,8 22,8 11,7
Nutrición (a) 124 134 90 109 34 25
Mortalidad infantil por 1.000 nacidos > 5 años 46 18 233 112 187 94
% población con acceso a agua potable (b) 100 100 40 68 60 32
(a) % de requerimientos calóricos diarios.
ACRECENTAMIENTO DE LAS DESIGUALDADES ENTRE EL NORTE Y EL SUR EN LA CAPACIDAD DE SUS RECURSOS HUMANOS
NORTE SUR DISPARIDAD
1960 1990 1960 1990 1960 1990
Escolaridad promedio 9,1 10 3,5 3,7 5,6 6,3
% matrícula ed. superior 18 37 3 8 15 29
Científicos y técnicos 51 81 6 9 45 72
Gastos en investigación y desarrollo (a) 196 434 13 18 183 416
Teléfonos (por mil pers.) 130 466 9 26 121 440
(a) en miles de millones.
Fuente: UNDP, 1992.

Los efectos del esfuerzo realizado a escala internacional con miras a mejorar el ambiente para el desarrollo humano durante la segunda parte de este siglo son ampliamente constatables, particularmente en los países de menores ingresos. Así lo sugieren los indicadores disponibles sobre el desarrollo humano2. Gracias a la ejecución de nuevas iniciativas para el desarrollo humano, cada vez más niños tienen mejores oportunidades de supervivencia, de educación y de acceso a servicios básicos. Esas iniciativas han contribuído a que los países del hemisferio Sur, por ejemplo, se hayan acercado a los países del Norte en indicadores de bienestar humano relacionados con la supervivencia, tales como esperanza de vida, mortalidad infantil, nivel nutricional y acceso a agua potable.

Pero los anteriores logros ocultan otras realidades. Continúa existiendo una inmensa brecha entre lo que está al alcance de nuestras manos y lo que está sucediendo en muchos lugares del mundo. Esta distancia entre nuestro conocimiento y nuestras realizaciones es una de las grandes frustraciones de la humanidad en nuestra época. El desafío es de proporciones tan grandes que los gobiernos y las instituciones tradicionales de servicio son incapaces de afrontarlo por sí solos.

Esta brecha puede apreciarse también al considerar el rápido incremento de antiguas y persistentes disparidades entre el Norte y el Sur del globo en materia de recursos humanos medidos a través de variables de escolaridad, educación superior, formación de científicos y técnicos y evolución de las comunicaciones.

Lo anterior significa que la sobrevicencia y cuidado de los niños pequeños en los países de menores ingresos se ha mejorado notablemente durante la segunda parte del presente siglo, pero no así el acceso de los niños y jóvenes al conocimiento y a una vida productiva, ni la participación de su población en un trabajo de mayor valor y calidad, terreno donde se juega actualmente el destino de las naciones.

Estas consideraciones son válidas para Iberoamérica y particularmente para América Latina. En efecto, sus realizaciones en aspectos de sobrevivencia, nutrición, salud preventiva y educación han sido constantes. Casi todos sus niños inician la escuela primaria, aunque sólo la mitad de ellos llegan al quinto grado en Suramérica, al 66% en Centroamérica y al 94% en España. Siete países iberoamericanos: Uruguay, Chile, Argentina, Costa Rica, México, España y Portugal, han sido clasificados como de «alto desarrollo humano», un índice combinado de esperanza de vida, logro educativo y acceso a recursos, a pesar de disponer de ingresos per capita modestos en las escalas internacionales.

Pero, a partir de la educación secundaria, las diferencias entre los países Iberoamericanos en su conjunto (especialmente los países latinoamericanos) y otros grupos de países, como los industrializados (exceptuando España) y algunos países asiáticos, se aumentan considerablemente. La escolaridad promedio de los ciudadanos de los países latinoamericanos es de 5.2 años, casi la mitad de la de los países industrializados, que sobrepasa los 10 años (existen diferencias notables entre los países iberoamericanos: Uruguay 7.8, Brasil 3.9, Honduras 3.9, España 6.8 y Portugal 6.0). El número de estudiantes en las instituciones del tercer nivel de la educación (Cfr. Gráfico No. 1) ya muestran las diferencias que se acentúan en niveles altos, como los de postgrado.

GRÁFICO NÚM. 1
CAPACITACIÓN AVANZADA EN AMÉRICA LATINA
Estudiantes del nivel terciario por 100.000 habitantes

graf 1

FUENTE: Statistical Yearbook. Unesco, 1992

Toda nación tiene en su interior un mayor o menor grado de desequilibrio en materia de competencia humana, como lo puede constatar la comparación entre regiones o grupos raciales, de género o de «status» social. Dentro de cada país las disparidades se expresan a través de diferentes indicadores: logros escolares, estado de salud, desempleo y, particularmente, pobreza.

Las limitaciones y obstáculos que impiden el proceso de maduración de los seres humanos no son, sin embargo, monopolio de la pobreza. Muchos países, incluyendo las naciones industrializadas, presentan cifras muy preocupantes de alienación de sus jóvenes. Los índices de criminalidad juvenil de los países ricos son particularmente alarmantes; las tasas de actividad violenta criminal protagonizada por jóvenes son veinte veces más altas en los países con ingresos per capita de más de 10.000 dólares que en los países con ingresos de menos de 4.000 (Gráfico No. 2).

GRÁFICO NÚM. 2
CRIMINALIDAD JUVENIL Y ECONOMÍAS NACIONALES

graf 2

En los Estados Unidos las tasas de suicidio y de homicidio entre los jóvenes aumentaron casi cuatro veces de 1960 (3.6 suicidios por 10.000 personas entre 15 y 24 años de edad) a 1990 (13.2)3. Pero estas tasas son más altas en Australia (16.4), Noruega (16.3), Canadá (15.8) y Suiza (15.7), según información de la Organización Mundial de la Salud4.

El crecimiento económico en los países industrializados no ha traído consigo una ampliación de las oportunidades de participación de los jóvenes en la actividad productiva. El desempleo entre los jóvenes (15 a 24 años) alcanza proporciones del 19.5% en Francia, 30,8% en Italia y 31,1% en España.

Mientras que la organización de la sociedad se transforma a pasos agigantados, la familia evoluciona, el mundo del trabajo se reestructura y las exigencias para la adaptación humana aumentan, los mecanismos de que disponemos para facilitar esas transiciones parecen inoperantes.

Afortunadamente, las evidencias disponibles sugieren que es mucho lo que puede lograrse en materia de desarrollo de la competencia humana, aun en medio de dificultades, pobreza y limitaciones, tanto en las esferas familiares y comunitarias como en el ámbito nacional, y que el crecimiento económico no trae por sí solo un mejoramiento del ambiente y del bienestar humano, nuestro mejor legado para las generaciones futuras y el reto más importante que enfrentamos.

La competencia humana en el nuevo contexto internacional

El nuevo contexto internacional se suele caracterizar en términos del intenso e irreversible proceso de transnacionalización de bienes y servicios y de los sistemas de generación y difusión de conocimientos. A medida que el conocimiento científico y tecnológico se convierte en el factor indispensable para crear condiciones de competitividad transnacional, la preparación de los ciudadanos de un país se constituye en la meta social y económica fundamental. El conocimiento, en efecto, ha sobrepasado en importancia como determinante del progreso humano a factores tales como los recursos naturales o la posición geográfica, y ha cambiado las formas de producción de los bienes, la organización del trabajo, la gerencia del intercambio y del comercio y la distribución de la riqueza.

Los nuevos modelos de producción requieren de trabajadores mejor educados y más críticos, con una mayor capacidad de solucionar problemas, de analizar, de buscar información y de crear nuevos procesos y destrezas que antes eran características de los ejecutivos y gerentes.

Aquellas personas que logren desarrollar destrezas de análisis, muy útiles en un mercado sin fronteras y en permanente renovación, dispondrán de oportunidades de insertarse con ventaja en la dinámica mundial. La suerte del resto de la población de un país estará ligada a trabajos de bajo valor económico, a la existencia de programas estatales o a la solidaridad nacional de las personas que dispongan de un mayor capital educativo.

Muchos consideran que las categorías existentes actualmente para clasificar las ocupaciones y trabajos en los países son ya irrelevantes. Algunos sugieren la existencia en el futuro de tres tipos básicos de trabajo: a) los servicios rutinarios de producción, consistentes en la realización de tareas repetitivas; b) los servicios personales o actividades que suponen una atención personal; y c) los servicios analítico-simbólicos, que implican la identificación y selección de problemas y la investigación y el desarrollo, con una cobertura potencialmente global5.

La cuestión fundamental para las naciones es qué tipo de trabajos les corresponderán en la distribución internacional, de acuerdo con la capacidad de sus miembros. Pero más allá de los argumentos económicos, es cómo participarán sus nacionales en el bienestar general humano que, de nuevo, estará relacionado con la utilización del conocimiento. Nadie, en nuestros días, puede prescindir del dominio de las herramientas esenciales para entender y para moverse en el laberinto de aprendizaje dentro del cual viven las personas y las naciones.

3. La masa crítica de profesionales del conocimiento

Los profesionales del conocimiento serán el motor y el recurso más importante del aprendizaje de las naciones. Ellos constituirán parte inevitable de un mercado internacional del trabajo que englobará al mundo entero. Su posición en ese mercado no dependerá de los recursos naturales de su país, ni siquiera de la competitividad de sus propias corporaciones o industrias, sino de las funciones que desempeñen dentro de la economía global. Es decir, del valor que agreguen a la dinámica económica internacional. El tipo de trabajo que hagan estará relacionado fundamentalmente con su capacidad para identificar y resolver problemas, con su sofisticación tecnológica, con su flexibilidad y adaptabilidad, o sea, con su conocimiento y con sus destrezas de pensamiento.

No todos los graduados universitarios pertenecen al ejército de los profesionales del conocimiento. Muchos de ellos realizan tareas repetitivas y estandarizadas y no han sido preparados para el manejo de información, de símbolos, de metáforas y de datos involucrados en el trabajo analítico, creativo y evaluativo, característicos de la actividad de renovación y reinterpretación del conocimiento.

El núcleo de la masa crítica de los profesionales del conocimiento está formado por los científicos, los ingenieros y los analistas de una nación. En la actualidad, el número de científicos y de ingenieros es diez veces mayor en los países industrializados que en el resto de los países. La participación de Iberoamérica en la comunidad mundial de profesionales del conocimiento es limitada. Mientras en Canadá hay 177 científicos e ingenieros por cada 10.000 habitantes y en Suiza 262, en España hay 36, en Argentina hay 29 y en Ecuador 9. Por cada uno de estos profesionales dedicado exclusivamente a actividades de investigación y desarrollo en América Latina, hay cerca de ocho en los países industrializados (Gráfico No.3).

GRÁFICO NÚM. 3
LOS PROFESIONALES DEL CONOCIMIENTO EN AMÉRICA LATINA

graf 3

El interrogante clave consiste en cómo crear las condiciones para la formación y renovación constante de este recurso humano y en cómo incrementar su contribución al bienestar general de la población de una nación. Este es, finalmente, el papel político y económico primordial de los Estados: contribuir al mejoramiento de la calidad de vida y a la creación de oportunidades de educación, así como al incremento de la competencia de todas las personas, de tal manera que su participación en la economía mundial sea de alto valor.

La educación de la masa crítica de trabajadores del conocimiento no puede realizarse dentro de los moldes de formación profesional prevalecientes en la región y fundamentados en la adquisición de unos conocimientos establecidos, puesto que los problemas del futuro no están siquiera definidos. La tecnología existente en la actualidad hace innecesario el esfuerzo de memorización de hechos o de doctrinas, pero al aumentar la disponibilidad de información y un acceso inmediato a todo tipo de datos, exige destrezas más avanzadas de categorización, reordenación, planteamiento de nuevas preguntas y formulación de estrategias que tienen que ser reconsideradas continuamente.

La educación de tales personas comienza pero no concluye en un cuarto nivel de preparación. Esta continúa en el trabajo y en el seno de las instituciones del conocimiento y de las comunidades especializadas.

Para estos profesionales el trabajo y el aprendizaje convergen, especialmente en el caso de las industrias intensivas en conocimiento. Allí el aprendizaje sucede en medio de situaciones reales de difíciles y complejas soluciones y consecuencias también reales.

Las destrezas analíticas, de evaluación, de reinterpretación de la información y de creación y diseño que necesitan poseer los profesionales del conocimiento, se adquieren por medio del ejercicio del pensamiento abstracto más que por el aprendizaje de hechos específicos, o por el entrenamiento de actividades vocacionales de reducida aplicación. La paradoja es que la educación general de identificación y solución de problemas parece tener un gran valor para la realización exitosa de actividades de conocimiento especializado.

La masa crítica de profesionales del conocimiento tiene la capacidad de reproducirse a sí misma, dado un ambiente favorable. Ella se perpetúa y evoluciona a través de asociaciones, de grupos afines, en las empresas y centros de investigación, en las universidades y en las instituciones especializadas. Además, puede convertirse en una fuente de inspiración y de estímulo para el mejoramiento de toda la población, si sus esfuerzos están orientados por valores de solidaridad y compromiso social.

El proceso acumulativo del conocimiento que conduce a nuevas interpretaciones, innovaciones y reorganizaciones, se favorece por la existencia de aglomeraciones o grupos de profesionales del conocimiento en algunos sitios, generalmente alrededor de centros de excelencia de reconocida aceptación. Así han surgido en varios lugares escuelas de creatividad y pensamiento de prestigio internacional, que atraen a personas competentes de todo el mundo. Las naciones con menor capacidad de retención de sus recursos humanos pueden beneficiarse de los contactos que sus nacionales establezcan con los centros de excelencia en donde muchos de ellos se encuentran insertados.

La capacidad general de aprendizaje de todos los miembros de una nación y la formación de una masa crítica de profesionales del conocimiento requieren del fortalecimiento de ambientes adecuados. Estos ambientes los proporcionan, a lo largo de los diferentes ciclos de la vida humana, las instituciones tradicionales como las familias y las escuelas, los programas nuevos de complementación, algunas empresas y organizaciones de producción, las instituciones del conocimiento (por ejemplo los centros de investigación y desarrollo) y los grupos y asociaciones profesionales. Una exploración de tales ambientes será el tema de los siguientes apartes.

4. Los ambientes de aprendizaje

Durante este siglo hemos aprendido más sobre la dinámica del desarrollo humano en sus etapas tempranas que en todos los siglos anteriores. Aunque tenemos grandes dificultades para poner en práctica ese aprendizaje, los resultados de numerosas intervenciones sociales y de programas de demostración sugieren que, en muchas comunidades e instituciones de todo el mundo, existen el capital social y el conocimiento científico necesarios para mejorar las prácticas de salud, los resultados de la educación y las posibilidades de trabajo y participación de las nuevas generaciones.

Compete a las políticas públicas de una nación crear unas condiciones favorables para el fortalecimiento de los diferentes microambientes en que se desarrolla la vida de los niños y de los jóvenes. Estos microambientes, constituidos por la familia, la comunidad, la escuela, los parques, los grupos y asociaciones juveniles, los centros de cuidado infantil, los centros de salud, etc., tienen un enorme potencial para favorecer la competencia individual y colectiva para el aprendizaje.

Pero es responsabilidad de todos los individuos y de las colectividades participar en esa empresa. Los vecindarios, las organizaciones religiosas, las empresas y negocios, los clubes de servicio, las organizaciones voluntarias y los medios de comunicación, son fuentes primarias de estimulación y motivación para el aprendizaje. Este proceso de aprendizaje múltiple y constante no puede concebirse como resultado exclusivo de la acción de los gobiernos a través de las escuelas públicas. Está de por sí descentralizado.

El ambiente de la familia y el aprendizaje

Numerosos estudios e intervenciones sociales han demostrado que no sólo el crecimiento físico de los niños preescolares depende en gran parte del cuidado familiar, sino también su desarrollo mental y social. Las primeras investigaciones realizadas al respecto detectaron una serie de factores, característicos del medio ambiente familiar, asociados a la futura adaptación y desempeño del niño en otros ambientes sociales. Entre los antecedentes familiares y variables de status identificados en diversos países se destacan: 1) las condiciones nutricionales del niño y de la madre; 2) las facilidades y servicios de salud; 3) el medio ambiente físico; y 4) la configuración de la familia y su nivel socioeconómico 6.

Análisis posteriores han abierto nuevas esperanzas y posibilidades de afectar la capacidad de aprendizaje a edades tempranas dentro del marco de la vida familiar. Existen, en efecto, algunas características del medio ambiente familiar que poseen una gran potencialidad, por su naturaleza dinámica, para apoyar al niño en su transición a un ambiente formal y diferente como es el de la escuela. Estos factores son:

{short description of image}- El tipo y calidad de la estimulación perceptiva, psicológica y social proporcionada a los niños.

{short description of image}- Las actividades que promueven diversos intereses fuera y dentro de la familia.

{short description of image}- Las experiencias de interacción con el medio ambiente físico que estimulan y facilitan el desarrollo de estructuras de pensamiento.

{short description of image}- La calidad de la interacción entre los miembros de la familia.

{short description of image}- Las estrategias educativas utilizadas en el hogar (juegos educativos, películas, paseos, etc.).

{short description of image}- Las expectativas de los padres respecto a la educación de sus hijos.

{short description of image}- El afecto y apoyo emocional constante.

Es decir, que lo importante en términos del desarrollo de la capacidad de aprendizaje en el niño no parece ser lo que es la familia, sino lo que ella hace y la forma como se relaciona con su medio.

Tanto la escuela como la familia proporcionan un ambiente para el desarrollo del niño. Cada una de ellas aporta un insumo importante pero diferente e idealmente complementario.

La escuela posee un ambiente adecuado para transmitir conocimientos básicos y destrezas necesarias para convivir en la sociedad, para facilitar la adaptación del niño en el desempeño de roles sociales, para desarrollar estructuras de pensamiento y herramientas cognoscitivas destinadas a la solución de problemas, y para servir de vehículo de transmisión de la tradición y de la cultura.

La familia, especialmente en la tradición de los países iberoamericanos, proporciona un ambiente de relación más íntimo y cercano. Aunque su contribución directa al desarrollo del niño puede definirse en términos de actitudes, hábitos de trabajo, concepción de su propia identidad, juicio moral y valores, su influencia en el aprendizaje escolar y en el éxito futuro de los niños en otros campos es trascendental.

La investigación reciente ha demostrado un alto grado de relación entre la dinámica interna de la familia y el rendimiento escolar de los niños en diferentes países y clases sociales. La contribución de la familia al aprendizaje de los niños en la escuela radica no solamente en que les proporciona los recursos físicos necesarios, sino especialmente en que les puede brindar un apoyo decisivo de manera activa y constante (Ilustración No.1).

Factores claves en los procesos que al interior de la familia que promueven el aprendizaje escolar incluyen: los hábitos de trabajo de la familia, la orientación y apoyo, la estimulación para explorar y discutir ideas y acontecimientos, el ambiente de lenguaje y las expectativas y aspiraciones académicas de la familia7.

CONTRIBUCIÓN DE LA FAMILIA AL APRENDIZAJE ESCOLAR
ILUSTRACIÓN NÚM. 1

ilustracion1

El prototipo del ambiente de aprendizaje: la escuela

La escuela ha sido el ambiente de aprendizaje por excelencia en el siglo XX. Pocas instituciones a lo largo de la historia han tenido una expansión universal tan rápida; hoy día, casi todos los niños entre 6 y 12 años de edad asisten a algún tipo de escuela en todos los rincones del planeta. Las rutinas escolares establecidas por décadas, se han extendido con una similitud sorprendente a través de culturas y países. Existe toda una comunidad de expertos y un intercambio internacional en torno del trabajo de las escuelas. Pero, paradójicamente, las diferencias entre las escuelas son cada día más profundas en cuanto a sus enfoques, recursos y resultados, de tal manera que la experiencia escolar, aparentemente universal, es notablemente diferente para los participantes en diferentes contextos.

Algunas escuelas o sistemas escolares han establecido mecanismos para procesar y utilizar su propia experiencia y para responder a nuevos requerimientos de la evolución social. Otras gravitan en torno de la memoria del pasado. Unas aprenden más rápido que otras. Como resultado de esto, el mercado de la oferta educativa se encuentra ampliamente segmentado. Razones de equidad social obligan a los Estados a incrementar su papel de animadores de las innovaciones, de monitores y de evaluadores del progreso y de catalizadores de la calidad de las escuelas.

Los sistemas escolares permiten también a la masa crítica de los profesionales del conocimiento contribuir a la formación de la competencia humana general de un país. Mayor compromiso de las élites intelectuales de una nación en la orientación de las escuelas, y una participación más activa de otros sectores de la sociedad como las organizaciones de la sociedad civil y la industria del aprendizaje, redundarán en un mejoramiento de la oferta educativa escolar.

Nuevos ambientes de aprendizaje para los jóvenes

Hasta hace poco y durante siglos, las generaciones jóvenes se integraban en la sociedad a través de sus familias. Los padres de familia y los abuelos eran los principales actores del proceso. A partir de este siglo la experiencia escolar se convirtió en una condición indispensable para participar en los beneficios de la vida social. Los gobiernos tomaron un papel más activo como recursos fundamentales para la socialización, llevada a cabo por los profesionales de la educación. Pero actualmente la escolarización universal tampoco parece ser suficiente para responder a las necesidades de aprendizaje de los jóvenes ni a las expectativas de la sociedad. Miles de organizaciones y de programas están complementando -y en algunos casos suplementando-, el papel de las familias y de las escuelas.

Varias razones confluyen en la explicación de la creciente multiplicidad y variedad de las nuevas iniciativas que han surgido con el fin de promover el aprendizaje de los jóvenes y su inserción en la sociedad. Algunas son de carácter filosófico, surgidas de principios éticos ampliamente aceptados tales como los derechos de los niños y de los jóvenes, y de una concepción de la juventud como un período crucial del ciclo vital humano, con gran potencial de contribución al destino individual y al de toda la sociedad.

Otros argumentos, de carácter social, destacan las consecuencias del desperdicio del potencial humano: el aumento de la violencia, el crimen, la intolerancia, el comportamiento antisocial en general, y la persistencia de las desigualdades que amenazan la estabilidad política de las naciones.

Finalmente, otras razones son económicas, apoyadas en el supuesto de que el aumento de la productividad, a través de niveles más altos de rendimiento de la nueva fuerza de trabajo, es la clave para el crecimiento y la competitividad en los mercados internacionales.

Los programas de fomento del aprendizaje y actividad de los jóvenes pueden contarse por miles en algunos países (Estados Unidos, por ejemplo), por cientos (Chile y Colombia) y por decenas (Costa Rica y Venezuela). Aunque éstos difieren en sus propósitos y en su organización, poseen características y supuestos comparables. Los programas de intervención se están multiplicando con la esperanza de proporcionar un mejor ambiente de crecimiento y desarrollo para los jóvenes y de ampliar sus opciones. Como es de esperarse, los programas de intervención para la juventud son más numerosos y mejor documentados en sociedades con tradiciones más arraigadas de iniciativa cívica y con mayores recursos financieros y técnicos.

Los programas especiales dirigidos a enriquecer las destrezas, los valores y la competencia de los jóvenes, cubren una gran variedad de temas y responden a necesidades diferentes. En cierta forma son un microcosmos de la problemática de cada nación y de las tendencias universales del pensamiento social.

En Colombia, por ejemplo, el programa «Bosconia» ha proporcionado un ambiente de desarrollo y aprendizaje a miles de niños de la calle. El «Foro Juvenil» de Uruguay ofrece capacitación en el trabajo, consejería y orientación laboral a jóvenes con escasas oportunidades. «Colonia Pirai» (Bolivia) integra a los jóvenes con sus comunidades y los prepara para una vida productiva. «Convivir» responde al reto de un ambiente de violencia con movimientos juveniles de promoción de los valores de la vida y de la convivencia en Medellín, Colombia. «Casa de Passagem», de Brasil, es un programa de múltiples servicios para las niñas de la calle de Recife. Cientos de jóvenes de los barrios de Ciudad de México se involucran en actividades de desarrollo de su comunidad a través del programa «Centros Juveniles». La «Fundación Omar Dengo», de Costa Rica, ha desarrollado una red de computadores en las escuelas del país a través de la cual los niños aprenden a dominar la tecnología avanzada y establecen contacto con el mundo entero. El «Projecto Radial» en el Algarve, Portugal, utiliza los recursos de las comunidades y vecindarios para favorecer el desarrollo de los niños. Los «Centros de Información Juvenil» y el «Carnet Joven de España», tienen una dimensión europea y han sido adaptados a algunos países latinoamericanos.

Todos los programas de juventud están centrados en la creación de un contexto de aprendizaje, aunque se pueden identificar diversos tipos de acuerdo con sus propósitos y participantes. Algunos intentan capacitar a los profesionales o voluntarios que trabajan con poblaciones jóvenes. Otros proporcionan servicios directos de desarrollo o aprendizaje a los jóvenes, o apoyan a las comunidades o a las familias para hacerlo. Otros intentan crear y experimentar modelos para su posterior expansión o multiplicación. Finalmente, otros buscan desarrollar un aprendizaje social cuyo resultado último es la formulación de políticas.

En consecuencia, las estrategias utilizadas por los programas juveniles varían desde seminarios y talleres y experimentos controlados, hasta actividades de desarrollo comunitario o movilización de la opinión pública. El cuadro No. 2 presenta una clasificación de tales programas y algunos ejemplos de sus diferentes estrategias.

CUADRO NÚM. 2

PROGRAMAS PARA EL DESARROLLO Y EL APRENDIZAJE DE LA JUVENTUD
ENFOQUE DEL PROGRAMA OBJETIVOS ESTRATEGIAS BENEFICIARIOS DIRECTOS
Desarrollo Comunitario y Social Proporcionar un mejor ambiente
Desarrollar una actitud de responsabilidad social
Organización comunitaria
Compromiso social juvenil
Comunidades
Familias
Jóvenes
Formación de profesionales del trabajo con jóvenes Preparar recursos humanos Talleres y seminarios Maestros
Trabajadores sociales
Personal de programas
Servicios directos Mejorar las condiciones de vida de los jóvenes Prestar servicios apropiados Niños y Jóvenes
Defensa y Política Crear conciencia pública
Cambiar las políticas o las prácticas sociales
Movilización de la opinión pública
Difusión del conocimiento
Mercadeo Social
Administradores
Políticos
Legisladores
Recursos de Conocimiento financiero o técnico Desarrollar y difundir conocimiento
Proporcionar fondos
Experimentos y proyectos demostrativos
Donaciones y préstamos
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El foco de los programas de juventud varía desde disciplinas académicas y campos especializados a la búsqueda de soluciones a problemas sociales. Muchos programas se relacionan con los currículos escolares vigentes en cada país, pero existe un amplio rango de programas que se pueden agrupar en torno del empleo y el trabajo, la salud, la comprensión entre culturas, la concientización ambiental y la participación política.

Un supuesto operacional de tales programas es la posibilidad de estructurar un contexto que proporcione a los jóvenes oportunidades de expandir sus opciones, de estrechar las relaciones con su medio social y de mantener su interés en aprender y operar sobre el mundo.

A medida que los niños y jóvenes se mueven de un ambiente a otro: la familia, la escuela, los programas, etc., experimentan discontinuidades y rompimientos por la diferencia de valores, comportamientos y exigencias de cada uno. El efecto final, en términos del desarrollo personal o el aprendizaje depende, por tanto, de una interacción de factores tales como el contexto, los programas mismos, los valores y expectativas de las familias y el aprendizaje previo.

Los ambientes de aprendizaje de una nación no se limitan a las instituciones tradicionales y a los programas nuevos para la población más joven. El papel de los ambientes en la formación de los profesionales del conocimiento de una nación es también crucial. La competencia humana de tales profesionales y la capacidad y dinamismo de las instituciones que los hospedan están estrechamente unidas. El conocimiento, hoy día, se desarrolla en forma colectiva y requiere de marcos organizativos establecidos. Estas organizaciones actúan como centros de atracción de grupos que comparten valores, categorías, actitudes y conocimientos. Son las organizaciones del conocimiento.

5. Las instituciones y la cultura del conocimiento

Las instituciones del conocimiento

Dentro de las instituciones del conocimiento o de las organizaciones dedicadas al cultivo del saber, se incluyen los centros de investigación, las universidades, los museos, los laboratorios y las unidades de organizaciones que se especializan en generar y utilizar el conocimiento científico. Su historia se remonta a los orígenes de la ciencia, y aunque han jugado un papel decisivo en la evolución de todas las sociedades, nunca habían sido tan críticas para el éxito de las naciones como ahora y quizás lo sean más en el futuro.

Las instituciones del conocimiento contribuyen a la sociedad creando demanda por el conocimiento avanzado y estableciendo unas bases permanentes para la inserción de una nación en el escenario mundial. Pero, muy especialmente, proporcionando un caldo de cultivo a los profesionales del conocimiento, conectándolos con el resto del mundo.

Las instituciones del conocimiento tienen una larga historia en Iberoamérica. Pero a partir de 1960 se multiplicaron a un ritmo acelerado. Numerosos centros de investigación en agricultura, ciencias de la salud, educación, economía y ciencias sociales y tecnología, por ejemplo, fueron fundados y apoyados por los gobiernos.

Estos centros ayudaron a desarrollar los recursos humanos y crearon un mercado para los investigadores. El resultado de este esfuerzo ha sido el desarrollo de un modesto capital social de profesionales del conocimiento, de instituciones y de redes de interacción en todos los países de Iberoamérica.

El ambiente de formación de la masa crítica

Las primeras generaciones de investigadores latinoamericanos se formaron en universidades del exterior. Sólo desde hace poco tiempo las universidades de la región han comenzado a organizar la infraestructura necesaria para convertirse en verdaderos centros de formación de los profesionales del conocimiento, a través del establecimiento del cuarto nivel de la educación, equivalente a los estudios de postgrado (Gráfico No. 4), y particularmente los programas de doctorado basados en la actividad científica. Muy pocos de los postgrados existentes en la región, que a su vez se concentran en unos pocos países, poseen la infraestructura científica necesaria y el ambiente adecuado para formar a los profesionales del conocimiento y para lograr un impacto visible en otros sectores de la sociedad.

Esta situación contrasta con la de otros países como Francia, Alemania, Estados Unidos y Canadá, cuya vida intelectual está estrechamente relacionada con las escuelas de pensamiento creadas a lo largo de la trayectoria de los programas de postgrado y con las universidades, que han hecho particular énfasis en su misión de generadoras de conocimientos.

GRÁFICO NÚM. 4
PROGRAMAS DE POSTGRADO EN AMÉRICA LATINA

graf4

FUENTE: Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo, 1992.

Los programas de doctorado en la región latinoamericana, como lo muestra el Gráfico No. 5, son comparativamente escasos en relación con los programas de especialización profesional o maestrías. Sus recursos financieros, humanos y de información tienen muchas limitaciones, pero su función en la sociedad está comenzando a esbozarse con mayor claridad a medida que la demanda por sus productos de conocimiento y de preparación se incrementan y disminuyen las posibilidades de acceso a las instituciones de los países más avanzados.

GRÁFICO NÚM. 5
LA EDUCACIÓN DE POSTGRADO EN AMÉRICA LATINA

graf 5

FUENTE: Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo, 1992.

Observadores del escenario alemán del siglo pasado y del de Estados Unidos en este siglo, coinciden en afirmar que los programas de educación superior con orientación a la investigación científica, contribuyeron de manera decisiva al poder económico y político de tales naciones8. Otros analistas consideran, además, que la relación entre la productividad industrial es más fuerte que la relación entre la productividad y la formación técnica de los trabajadores9.

Así como la formación de los profesionales del conocimiento requiere de un ambiente propicio para la investigación, para el ejercicio del pensamiento analítico y creativo y para la interacción con otros colegas, la actividad de dichos profesionales necesita hospedarse en organizaciones debido a su creciente complejidad, a la tecnología involucrada, a la confluencia de diversas disciplinas, métodos y enfoques para la solución de problemas, y al tiempo invertido.

Factores de éxito de las instituciones del conocimiento

El éxito de las instituciones del conocimiento no consiste solamente en su propio desarrollo institucional, sino primordialmente en la cantidad y calidad de su aprendizaje y en su función promotora y catalizadora del aprendizaje de la sociedad en su conjunto.

Tanto los resultados de la investigación realizada en el pasado reciente en torno del comportamiento de las organizaciones complejas, como estudios sobre las instituciones del conocimiento en los países latinoamericanos, sugieren la existencia de factores claves para el éxito de las instituciones del conocimiento10. Tales factores son:

{short description of image}- El factor humano

{short description of image}- La claridad de metas y la capacidad de evolución (perspectiva de la oferta)

{short description of image}- Las presiones externas (perspectiva de la demanda)

{short description of image}- La cultura del conocimiento, y

{short description of image}- Las estrategias de gestión.

Pero más allá del éxito de las instituciones del conocimiento en particular, las condiciones políticas y los cambios en la economía de todos los países de Iberoamérica obligan al estamento total de las instituciones del conocimiento a replantear sus relaciones con los gobiernos, con las empresas y con la sociedad en general.

El aprendizaje en la empresa productiva

Las corporaciones más productivas de esta última década han sido descritas como «organizaciones de aprendizaje», es decir, como empresas que se adaptan permanentemente a nuevas necesidades, con trabajadores que disponen de la capacidad de pensar por sí mismos, de identificar problemas y oportunidades y de actuar en consonancia. Estas empresas se parecen más a las instituciones del conocimiento y tienden a establecer puentes de intercambio con centros de investigación y con universidades. Esta cercanía y flujo de conocimiento es una de las ventajas competitivas más importantes de las naciones.

La cambiante economía internacional, el papel de liderazgo que juegan la ciencia y la tecnología y las facilidades creadas por la multiplicación de los sistemas de información, sitúan el tema de las relaciones entre las instituciones educativas, el sector productivo y el gobierno, en un contexto de creciente interdependencia. El aprendizaje, que es el lugar de intersección de los tres, es la herramienta más importante para el progreso y la equidad social de cada nación. La universidad y la empresa, por ejemplo, símbolos del pensamiento especulativo y práctico, respectivamente, necesitan repensar sus identidades dentro de un escenario radicalmente diferente.

La cultura del conocimiento

La interacción entre una sociedad con capacidad de entender y utilizar el conocimiento y la masa crítica de los profesionales del conocimiento se facilita cuando existe una cultura del conocimiento fomentada por valores sociales, actitudes y canales de interacción. Esta cultura permite conectar la investigación, la política, la opinión pública y la práctica social.

Las personas preparadas, las instituciones y sus aglomeraciones y redes de interacción, por medio de sus actividades, van fortaleciendo y alimentando la base social para el empleo constante del conocimiento. También las industrias intensivas en conocimiento (de investigación y desarrollo de nuevos productos y procesos) y las industrias del aprendizaje (información, educación, publicaciones, videos, comunicaciones, etc.), juegan un papel de primer orden en la creación de una cultura del conocimiento. Todas estas industrias están atravesando por un período de profundas transformaciones tecnológicas y de expansión, sin precedentes, y muy promisorio para disminuir la brecha existente entre quienes poseen y quienes carecen de acceso al conocimiento acumulado, de manera rápida y eficiente. La equidad social sólo se logra hoy día por medio de la expansión de la cultura del conocimiento en la sociedad.

La industria editorial, por ejemplo, se ha transformado como resultado de la ampliación del mercado de la educación, de la compra de muchas editoriales por parte de grandes conglomerados comerciales, del avance de los computadores y de los equipos electrónicos de impresión y reproducción. Sus posibilidades como vehículo de aprendizaje se han incrementado, pero aún queda mucho por hacer en términos de la ampliación de la demanda en todos los sectores sociales de las naciones. La industria editorial es vigorosa en Iberoamérica, a pesar de que su mayor producción se concentra en España, Portugal, Colombia, México, Brasil y Chile. Lo anterior no significa, sin embargo, que el número de libros publicados en relación con la población de algunos países productores de libros sea muy alto (Gráfico No. 6). Es decir que, aunque existe una base tecnológica y una estructura organizativa para ampliar el universo de consumidores, estos siguen siendo una minoría.

La industria del aprendizaje, sin embargo, va más allá de la empresa editorial. Incluye la prestación de servicios educativos por organizaciones lucrativas, por consultorías, por la producción de materiales, por películas, por programas de computador orientados a la enseñanza, por juegos educativos, etc. Algunos países - Estados Unidos, por ejemplo -, se han convertido en importantes núcleos de desarrollo de las industrias nacidas del conocimiento y del aprendizaje.

GRÁFICO NÚM. 6
TÍTULOS DE LIBROS PUBLICADOS POR CADA 100.000 HABITANTES EN IBEROAMÉRICA

Graf 6

FUENTE: Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas, 1993.

6. El aprendizaje entre las naciones

La forma más obvia de aprendizaje entre las naciones ocurre a medida que los ciudadanos de un país se relacionan con los de otro, experiencia cada día más frecuente en la sociedad global, o que negocios, instituciones o programas sociales de un país se «replican», adaptan o utilizan una «franquicia» para extenderse en otros contextos.

Desde una perspectiva macrosocial, se podría afirmar que las naciones aprenden también de las experiencias de otras. Los países de Europa del Este, por ejemplo, están buscando inspiración en la organización social y económica de otras sociedades. Las estrategias de desarrollo utilizadas por diferentes países durante la segunda parte del presente siglo, nos han dejado lecciones muy útiles para entender los grandes procesos de transformación de las naciones y para la formulación de políticas públicas y privadas. Así, los análisis recientes del llamado «milagro» de los países del Este asiático, proporcionan conocimientos que sirven de referencia a otros países que se encuentran en un proceso de reestructuración y apertura de su economía. Curiosamente, uno de los aprendizajes de mayor importancia de dicho proceso es que uno de los dos ingredientes más importantes del éxito de las economías del Sudeste asiático fue el aumento de la capacidad de su capital humano11.

Unas naciones aprenden a través de la experiencia vicaria de otras y se crea una reserva de conocimiento internacional. Este conocimiento es indispensable para enfrentar problemas globales y para que todas las naciones puedan participar activamente en la dinámica internacional.

Para facilitar este proceso de aprendizaje y aumentar la capacidad de las naciones para utilizar lo aprendido, se han creado las organizaciones internacionales. Desafortunadamente, buena parte de tales organizaciones, sobre todo las de carácter regional, han perdido relevancia y especificidad y no han logrado aumentar su propia capacidad de aprendizaje. La comunidad académica, por su parte, no ha estado muy interesada en el estudio de las organizaciones internacionales. Los pocos análisis efectuados han tendido a concentrarse en las Naciones Unidas, cuyos organismos no representan siquiera el uno por ciento de las organizaciones internacionales12 y no han desarrollado una base teórica que permita entender la dinámica interna de las organizaciones en particular ni su relación con otras.

Por otra parte, las entidades filantrópicas internacionales han aumentado considerablemente su radio de acción y han involucrado en sus actividades a instituciones privadas de los países menos desarrollados y a las organizaciones de la sociedad civil, formando una de las redes globales de aprendizaje de mayor alcance y aplicabilidad. El impacto, por ejemplo, de la Fundación Ford, del Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo del Canadá o la Fundación van Leer de Holanda en el desarrollo de la ciencia social en los países latinoamericanos, ha sido muy notable.

El énfasis, sin embargo, de la acción de casi todas las organizaciones internacionales en los países del Sur del planeta, ha sido preferentemente el de llevar a cabo proyectos independientes que se suceden unos a otros, con menor énfasis en fortalecer la capacidad autónoma de aprendizaje de las naciones.

Pero esos procesos de interacción de las naciones entre sí, estimulados por fuerzas externas, ayudaron a crear una base institucional, una red de recursos humanos y una amplia gama de interlocutores para aplicar el conocimiento, para desarrollar innovaciones sociales y para plantear interrogantes nuevos que no tienen fronteras políticas.

Iberoamérica. Una comunidad de aprendizaje

El aprendizaje, proceso esencialmente acumulativo, se facilita entre naciones con vínculos previos de historia, lenguaje, valores, religión, costumbres y vecindad. Las naciones de Iberoamérica constituyen una de las comunidades de aprendizaje potencialmente más grandes del mundo; su población, de 500 millones de personas, equivale a la de Europa actualmente y será superior a ésta última en los próximos cinco años. La población hispana contribuye de manera muy importante, además, a la demografía y a la cultura de países como los Estados Unidos. Por su situación geográfica y por su riqueza cultural, Iberoamérica es un puente natural entre las naciones europeas, el resto de América y el Caribe, y las naciones del Este Asiático y África. En efecto, las culturas africanas son parte viva del extraordinario acervo histórico de los países latinoamericanos.

Iberoamérica representa también una amplia gama de economías nacionales; desde las clasificadas como industrializadas hasta las de bajos ingresos, pasando por las economías próximas a la industrialización y a las de medianos ingresos.

Esta simultánea multiplicidad, variedad, unidad y plasticidad, hacen de Iberoamérica una comunidad de extraordinaria capacidad de asimilación y creación, con un mercado potencial «del conocimiento» de vastas proporciones.

En este momento en que estamos viviendo un proceso simultáneo de unificación y diversificación sin precedentes, en el que se perfilan tendencias centrípetas hacia la globalización y tendencias centrífugas de separación entre culturas, familias, grupos y comunidades, las raíces culturales, los esquemas compartidos y el sentimiento de destinos comunes, pueden servir de base a una fructífera agenda de aprendizaje y enriquecimiento mutuo entre las naciones de Iberoamérica.

Iberoamérica no representa ya una unidad política ni un conglomerado de países vinculados por una estrategia económica de largo plazo. Pero sus lazos de unión son más profundos y duraderos que los que proporcionan intereses pasajeros, y su identidad tiene un perfil claramente definido.

Aunque el liderazgo en el intercambio en Iberoamérica lo ha llevado tradicionalmente España, sobre todo por medio de actividades culturales promovidas por el gobierno y por su poderosa industria editorial, países como Colombia, México, Cuba, Chile y Brasil disponen de una capacidad incipiente pero vigorosa de información, investigación, publicaciones y redes de distribución en expansión. Así mismo, en todos los países existe una creciente telaraña de organizaciones no-gubernamentales que han estado al margen de la corriente de intercambio iberoamericano oficial, pero que poseen una relación directa con la comunidad, con los vecindarios y con las familias.

Dentro de la región latinoamericana la actividad internacional conjunta de aprendizaje se ha promovido por medio de las múltiples organizaciones y asociaciones de intercambio científico y cultural de amplia cobertura, que en buena parte han sido apoyadas por instituciones internacionales generalmente establecidas en los países del hemisferio Norte, pero que demuestran un grado de madurez suficiente como para impulsar su propia agenda.

Aunque los pueblos de Iberoamérica han sido escenario de un proceso de asimilación y transformación mutua por espacio de varios siglos, su identidad como comunidad de aprendizaje y de intercambio es ahora más importante que en el pasado, en razón de las condiciones globales y de sus propias necesidades de inserción en el mundo.

El fortalecimiento de esta empresa se enfrenta a varios desafíos. Uno de ellos es la búsqueda de una visión común, el establecimiento de metas de aprendizaje para todos nuestros pueblos y de una plataforma ideológica compartida que se apoye en la unidad y en la diversidad.

El otro gran reto surge de la naturaleza participativa del aprendizaje colectivo. Es inevitable lograr una ampliación del universo de actores, más allá de los gobiernos, incluyendo grupos tales como los jóvenes, los profesionales del conocimiento y los empresarios.

La infraestructura institucional requiere también de una actualización a contextos y exigencias nuevos. Es apenas oportuna la reevaluación de la naturaleza y el papel de las organizaciones regionales, así como el fortalecimiento de los centros de excelencia con utilidad para todos los países.

Los jóvenes y los profesionales del conocimiento que se están formando ahora, conducirán a las naciones iberoamericanas al siglo XXI. Su éxito y el éxito de todas nuestras naciones dependerá del compromiso de toda la sociedad para crear y sostener un ambiente adecuado que promueva sus opciones y un aprendizaje sin fronteras. El conocimiento y el aprendizaje forjarán, más que cualquier otro medio, la presencia y el lugar de nuestras naciones en el escenario del futuro.

Notas

(1) R. Myers, «The Twelve Who Survive: Strengthening Programs of Early Childhood Development in the Third World» (London: Routledge, 1992.

(2) UNICEF, «The State of the World´s Children». (New York: Oxford University Press, 1994); UNDP, «Human Development Report» (New York: Oxford University Press, 1993).

(3) United States Department of Education, «Youth Indicators», (Washington, 1991).

(4) World Health Organization. «World Heath Statistics Annual», (Geneva, 1991).

(5) R. Reich, «The Work of Nations», (New York: Alfred A. Koph, 1991).

(6) H. J. Walberg and Marjoribanks. Family Environment and Cognitive Development: Twelve Analytic Models. «Review of Educational Research», 1976, 46, 527-551.

(7) T. Kellaghan, K. Sloane, B. Álvarez y B. Bloom. «Home Environment and School Learning», (San Francisco: Jossey Bass, 1993); B. Álvarez y N. Iriarte, «Familia y Aprendizaje. Lecciones de la investigación reciente» , (Ottawa: International Development Research Centre, 1991).

(8) R. Simpson, «How the PH.D came to Britain. A century of struggle for postgraduate education», Guilford, Surrey. «The Society for Research into Higher Education. An Account of Research», London, Mc. Graw Hill, 1972.

(9) Thomas Kellaghan, Una política de programas doctorales. En J. Cárdenas, «Doctorados. Reflexiones para la formulación de políticas en América Latina». (Tercer Mundo Editores, Bogotá, 1991).

(10) B. Alvarez y H. Gómez, «Ciencia y Tecnología. Retos del nuevo orden mundial para la capacidad de investigación en América Latina». (Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo, Bogotá, 1993).

(11) The World Bank, «The East Asian Miracle. Economic growth and public policy». (New York: Oxford University Press, 1993).

(12) Christer Jonsson, International organization and co-operation: An international perspective. «Social Science Journal, Unesco», 1993, 138.

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