¿Puede
un niño/a sordo/a aprender a solfear o leer e interpretar
música con un instrumento? La respuesta es sí. Los
resultados conseguidos con una alumna hipoacúsica con implante
coclear así lo demuestran.
La belleza de los sonidos llega a nuestro oído por vibraciones,
es el cerebro a través de las vibraciones producidas por
el tambor del oído interno el que traduce o interpreta esas
vibraciones. Un hipoacúsico o un sordo pueden perfectamente
sentir las mismas vibraciones aunque no puedan traducirlas, incluso
serían vibraciones receptivamente distintas a las nuestras
pero fundamentalmente reconocibles e identificables, lo cual es
básico para el aprendizaje de la música.
El ritmo sería lo mas significativo para estos alumnos/as.
Un/a sordo/a total puede llegar a sentirse en una discoteca, alegre,
molesto/a, etc., y todo dependería de las vibraciones que
sintiera en ese momento. Sin entrar en especificaciones técnicas,
últimamente la música que se escucha depende principalmente
de la aceleración del bajo continuo, es decir, la acentuación
excesivamente marcada del primer tiempo de todo tipo de compases
por lo que en un lugar reducido con una cantidad de vatios excesiva,
las vibraciones se pueden sentir hasta en la ropa (pongamos el caso
del bacalao, rap o hip-hop). Las vibraciones que un sordo/a pueda
sentir serán la base para el aprendizaje de la lectura e
interpretación musical.
Sumia
es una alumna de nueve años, es hipoacúsica con implante
coclear. Su caso no es severo, porque identifica sonidos. En mi
primer año con la asignatura de música en el C.P.
Gonzalo Encabo me encontré con un tercero de primaria y una
alumna que necesitaba ser mirada a la cara para reconocer que las
órdenes se dirigían a ella. El problema se planteaba
complicado, cómo hago para que mi alumna siga las clases
como el resto de sus compañeros. La solución la hallé
en globos de plástico y en la predisposición de la
alumna. A la vez que a sus compañeros les enseñaba
las figuras musicales a Sumia le enseñaba la duración
(relativa) de las mismas figuras apoyando mi boca en el globo y
emitiendo un la bajo, para que le fuera mas fácil reconocerlo,
a la vez que ella sujetaba con su mano el mismo globo y sentía
las vibraciones que mi voz producía en él.
Cada vez que dejaba de emitir el sonido que indicaba la duración
de la figura, mi mano apretaba la mano que le quedaba libre, para
indicarle que había acabado, así ella lo repetía
y seguía las indicaciones por las vibraciones en el globo
y por las órdenes de finalización con la mano. Una
vez asimilados diferentes ritmos sencillos pasé a las notas.
Primero me fijé un valor de referencia en su tonalidad natural
y lo clasifiqué como la nota "sol", al principio
solo trabajaba "sol" con figuras. Una vez aprehendido
empecé con "mi", para que Sumia aprendiera el solfeo
relativo utilizaba dos globos, de manera que mientras yo sujetaba
uno de ellos emitía la misma nota que su "sol"
relativo y luego iba bajando hasta el "mi " a la vez que
ella.
Cada vez que bajaba del "sol" al "mi", Sumia
no entendía pero me dí cuenta de que bajando del "sol"
al "mí" cromáticamente (ayudado de mis apretones
de mano) le indicaba el más alto y el bajo, cosa que ella
por imitación repetía (en su tonalidad natural). Llevo
un año con ella y diferencia tres sonidos, do-mi-sol, pero
interpreta y lee con un metalófono sol-la-si y una dificultad
rítmica de semicorcheas y silencio por ahora de negra.
Sumia no dará conciertos de piano pero se siente especial
porque en su clase no todos leen, cantan e interpretan como ella.
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