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El aula democrática: tipificación de las normas de convivencia

Eugenio Monsalvo Díez
Orientador escolar del Instituto de Educación Secundaria (IES) "Delicias", Valladolid. Profesor asociado de la Facultad de Educación y Trabajo Social de Valladolid, España

Número 41/2
10-01-07


Introducción

Desde que el Ministerio de Educación y Ciencia, editó los primeros documentos sobre la Reforma Educativa, y más concretamente los Diseños Curriculares, comienzan a especificarse en los contenidos curriculares de área, tanto los conceptos, como los procedimientos, como las normas, actitudes y valores. El orden de aparición de estos tres últimos términos se va haciendo indistintamente en el documento, y tanto se habla de valores, normas y actitudes , como de normas, valores y actitudes . Nosotros preferimos seguir la terminología usada por González (1992), que habla de valores, actitudes y normas, respondiendo a las siguientes definiciones y criterios de clasificación: “Los valores son proyectos globales de existencia que se instrumentalizan en el comportamiento individual, a través de la vivencia de unas actitudes y del cumplimiento, consciente y asumido, de unas normas o pautas de conducta”.

Pasemos a especificar algo más esta definición, pensando en el sujeto activo del proceso educativo: el alumno.

A lo largo de la adquisición de nuestra identidad, las personas optamos por unos ideales o proyectos de existencia individual y social, que vienen a ser como las metas buscadas, con las que esperamos alcanzar nuestra felicidad; estas son los valores.

En función de estos proyectos de valor, las personas buscan unos caminos y delimitan unos comportamientos que les vayan posibilitando el satisfacer sus objetivos. Así por ejemplo, si una persona tiene como meta de su felicidad acumular riquezas, para conseguirla deberá adquirir un comportamiento egoísta, calculador e interesado; por el contrario, si busca la felicidad en la solidaridad, su comportamiento será abierto, generoso y comprensivo.

A estas formas de comportarse ante la realidad, motivadas y fundamentadas por unos valores que a su vez hacen posible la explicación de esos mismos valores, se le llaman actitudes.

Las actitudes son realidades que intervienen directamente en la conducta y en la acción de las personas; definen la personalidad, rigen la actividad cotidiana y constituyen la estructura básica del comportamiento social.

A la vista de lo anterior, podemos acercarnos a una posible definición de lo que entendemos por actitudes: “Actitudes son predisposiciones estables de la interioridad que el ser humano adquiere, a partir de los valores en los que cree, y que le hacen reaccionar o comportarse, favorable o desfavorablemente, ante las realidades vividas: ideas, situaciones, personas o acontecimientos”.

¿Qué consideraciones podemos sacar de esta definición?:

  • En primer lugar ha de quedar claro que las actitudes no son innatas, sino que se adquieren: se aprenden, se modifican y se maduran; son educables, como los valores.
  • Las actitudes son “predisposiciones estables”, es decir, son estados personales adquiridos de forma duradera y previamente a la acción concreta.
  • Las actitudes provocan reacciones o comportamientos favorables o desfavorables ante la realidad; esto nos lleva a considerar el carácter dinámico que tienen las actitudes; las actitudes entran menos dentro del campo de las ideas y creencias, y son, por el contrario, mucho más uncionales y operativas.
  • Las actitudes se fundamentan en los valores, o si se quiere, que los valores se expresan, se concretan y se alcanzan en el desarrollo de las actitudes.

Pero todo valor se instrumentaliza a través de unas normas, que son pautas de conducta o criterios de actuación que dictan cómo debe ser el comportamiento de una persona ante una determinada situación.

Podemos definir dos tipos de normas: externas, que obedecen a un consenso social; vienen de fuera y deben responder a unos valores sociales, y normas internas, son las que cada persona se impone a sí misma, de una forma libre e interiorizada en función de sus propios valores.

Todas las normas tienen que fundamentar unos valores, no pueden surgir de un capricho, porque entonces no serían vinculantes para la persona.

Es frecuente atribuir un carácter coactivo, en el sentido de obligatoriedad de su cumplimiento, al concepto de norma; este carácter sólo se justifica desde los valores. Cuando la persona descubre su fundamentación, es cuando está obligado a cumplirla, porque es una forma concreta de afianzar su personalidad, de establecer una orden social estable, de reestablecer una estructura, etc.

Desde estos criterios educativos, en el entorno escolar se hace necesario establecer normas de comportamiento, teniendo en cuenta su arraigo en unos valores, y unas acciones pedagógicas que fundamenten su utilidad. Podríamos resumirlas diciendo:

  • Es conveniente realizar un estudio minucioso de las normas que hay que cumplir, buscando la fundamentación de cada una de ellas, y suprimiendo aquellas que, muchas veces, vienen impuestas por la tradición o la rutina, y que en realidad no corresponden a ningún valor que intentamos educar.
  • Es necesario presentar a los alumnos las normas que deben respetar, haciendo tomar conciencia de los valores en los que se fundamentan o apoyan.
  • Es importante implicar a los alumnos en la elaboración de las normas escolares; una implicación que también ellos deben realizar desde los valores. A partir de unos valores básicos aceptados, los alumnos con los profesores, deberán decantar y concretar aquellas normas que les parezcan necesarias e imprescindibles para conseguir colectivamente que esos valores vayan evolucionando de proyectos ideales a realidades compartidas.

Para la elaboración democrática de las normas, vamos a basarnos en las formas inductivas de disciplina. López (1997) y García (1997), nos dicen que desde que el niño o la niña comprenden el lenguaje hablado es conveniente que se le expliquen las razones de las exigencias sociales que establecemos y los rechazos a sus peticiones. Las explicaciones tienen dos efectos fundamentales: favorecer la interiorización de las normas de forma que estas pasen de tener un origen en la autoridad a ser comprendidas como necesarias y útiles. Obligar a los adultos a explicar su conducta y, por consiguiente, a hacerla comprensible y razonable. Las explicaciones son una forma de controlar las conductas injustificadas de los adultos.

El final deseable de la disciplina inductiva es que cada persona construya su autonomía personal. Sería deseable que las estrategias de la disciplina inductiva consiguiesen que el niño deje de obedecer a los adultos cuando sea capaz de construir sus propios valores y aprenda a tener conductas coherentes con ellos.

De todo lo que vamos diciendo extraemos una idea clara, y es que las normas de convivencia y la disciplina son necesarias en todas las sociedades para que estas puedan alcanzar sus objetivos. Los centros educativos no pueden ser una excepción y también deben organizar las condiciones en que tiene lugar el desarrollo de estas metas y normas. Estas son un elemento imprescindible en la convivencia para educar en un clima de cordialidad y deben enfrentarse con un conjunto de estrategias encaminadas a conformar un modelo dirigido a la socialización y el aprendizaje. En este línea Fernández (2001) afirma que los alumnos que tienen claras las normas y las consecuencias que se derivan de su incumplimiento, saben a qué atenerse en cada momento y les resulta más fácil autorregular sus comportamientos ya que muchos conflictos que se producen en los centros tiene en gran medida, relación directa con la falta de clarificación de las normas.

Los centros escolares deben basar la organización de su convivencia en la aplicación del Real Decreto de Derechos y Deberes de los alumnos, y la concreción de este en el Reglamento de Régimen Interior.

Los capítulos II y III del Real Decreto (R.D.) basan sus articulados en definir las medidas de corrección de las conductas contrarias y gravemente perjudiciales para la convivencia del centro. Así como las segundas están más definidas y tipificadas, en las primeras no ocurre lo mismo, entre otros motivos porque tampoco están claramente definidas cuál son esas conductas contrarias, su gradación y tipificación.

Basándonos en los principios de educación en valores que antes hemos estado definiendo, y en la necesidad de educar a nuestros alumnos en la aceptación democrática de las normas de convivencia, hemos creído conveniente trabajar este aspecto en nuestro Centro Educativo, centrando la atención preferentemente en los alumnos del primer ciclo de Educación Secundaria, porque fundamentalmente este alumnado, es el que se encuentra en un momento evolutivo de aceptación de su autonomía moral, de asunción de valores morales, de sensibilización social, de adquisición de su altruismo, y porque es el momento más propicio para trabajar con ellos, desde un punto de vista preventivo, la aceptación de las normas de convivencia socialmente establecidas.

Desarrollo del programa

Desde hace ocho cursos se está llevando a cabo en el IES “Delicias” de Valladolid un programa de aprendizaje de las normas en el aula mediante la participación democrática de todo los alumnos. Este programa es aplicado a todos los alumnos del primer Ciclo de Educación Secundaria y puesto en práctica, tanto por lo profesores como por los padres, y coordinado por el Orientador Escolar. El diseño del programa es el siguiente.

1.  Objetivos

1.1.  Objetivo general

Elaborar mediante la participación democrática de los alumnos, un conjunto de normas y consecuencias que mejoren el clima de trabajo y convivencia en el aula y genere un conjunto de hábitos positivos en los alumnos.

1.2.  Objetivos específicos del profesor

  • Controlar el marco educativo, de forma que facilite el cumplimiento y asimilación de las normas por parte de los alumnos.
  • Coordinar los aspectos básicos relacionados con el aprendizaje de normas, para llegar a unos criterios comunes de intervención.
  • Tomar decisiones ante los problemas de comportamiento de los alumnos, según los acuerdos establecidos.

1.3.  Objetivos específicos de los alumnos

  • Participar, desde la tutoría, en la elaboración y cumplimiento de las normas de convivencia.
  • Participar en la elaboración de un conjunto de consecuencias (sanciones) por el incumplimiento de estas normas de convivencia.

1.4.  Objetivos específicos de los padres

  • Hacerles partícipes del proceso educativo de sus hijos.
  • El compromiso de que van a seguir con sus hijos la aplicación de los premios o sanciones, según el grado de consecución de las normas de convivencia del centro.
  • Establecer una relación más estrechas con el entorno escolar donde están educándose sus hijos.

2.  Metodología

Si queremos que el alumno se sienta artífice de la normativa que va a regir la convivencia del aula, tendremos que poner en práctica las técnicas de trabajo cooperativo: el trabajo en grupo y la asamblea de clase.

2.1.  El trabajo en grupo

En las primeras sesiones de tutoría distribuiremos el aula en grupos de seis, eligiendo un coordinador y un secretario. Cada grupo dedicará varias sesiones al análisis y confección de las normas del aula. Se comienza elaborando una lista de normas que, de manera explícita o implícita, existen en el aula. Cada una de estas normas es analizada con el objeto de comprobar su validez para facilitar la convivencia escolar. Del mismo modo se procederá con las sanciones que emplean los profesores en el aula.

Una vez estudiada la situación de partida, los alumnos van elaborando, en diferentes sesiones de trabajo, el conjunto de normas que consideren más adecuadas para la convivencia en el aula. También se establecen las consecuencias que se deben aplicar cuando no se cumplan dichas normas 1 .

Elaboradas las normas y consecuencias por el grupo, son ordenadas y redactadas de la manera más adecuada por una comisión formada por los portavoces de cada grupo y el profesor/es tutor/es. Posteriormente serán presentadas a la asamblea de aula para su debate y votación.

2.2.  La asamblea de la clase

Se regirá por las normas de funcionamiento de toda asamblea democrática. De entre los coordinadores de los grupos se elige al principio de curso al delegado y subdelegado de curso, los cuales en cada sesión de tutoría coordinarán junto con el tutor el seguimiento y cumplimiento de las normas de convivencia.

2.3.  Sistema de premios y sanciones

Para que las normas sean respetadas, además de ponerse por escrito, han de establecerse unos mecanismos de control y que se explique de antemano los sistemas de premios y sanciones. La eficacia y operatividad de los mismos se conseguirá si llevamos un “sistema acumulativo de faltas”.

Las sanciones, como ya hemos dicho, se penalizan mediante la restauración del daño causado, mediante la penalización inmediata del comportamiento, o mediante la acumulación de “faltas”. Estas últimas serán las que hay que tipificar. Aquí se sugiere que nos acojamos a las establecidas en el Capítulo II del R.D. de derechos y deberes de los alumnos y a las establecidas en el Reglamento de Régimen Interior (RRI) del Centro.

El RRI establece hasta tres comunicaciones por escrito a los padres antes de pasar a ser falta grave. Habría que especificar cuántas faltas acumuladas se consideran para mandar la primera, segunda y tercera comunicación, aspecto este que no considera el R.D. y que creemos necesario para tipificar.

Paralelamente a esto, habrá que definir los sistemas de premios, que a modo de sugerencia podría consistir en la reducción de faltas, o anotación de positivos.

Los sistemas de premios y sanciones tienen que tener un efecto inmediato y un efecto a largo plazo. Así por ejemplo, si un alumno no ha realizado los deberes que un profesor determinado había mandado hacer en casa, el efecto inmediato sería el que se quedase durante el recreo a hacerlos, y el efecto a largo plazo sería el anotárselo en el registro de faltas.

2.4.  Control del sistema

El control del sistema tendrá tres niveles.

  • El que llevará el profesor del aula para anotar las incidencias. Ver el modelo en el Anexo I. Este modelo de faltas es llevado semanalmente por un alumno, que se encargará de presentárselo a cada profesor de Área. Las anotaciones se realizarán siguiendo las indicaciones que se presentan en el modelo.
  • El que tendrá el Orientador Escolar, donde se acumularán las faltas semanalmente. Para llevar este control se ha elaborado una base de datos donde se acumulan las anotaciones realizadas por los profesores. Cuando el alumno acumula el número de faltas tipificadas se procede a la comunicación con los padres.
  • El modelo de comunicación con los padres. Puede verse un modelo en el Anexo II. Mediante este modelo los padres estarán informados puntualmente del cumplimiento de las normas de convivencia de su hijo.
    Este modelo es aplicado de modo individual, por lo que dependiendo del interés de los padres, el control se puede hacer, o semanalmente, o quincenalmente, o como se acuerde.
    Es llevado directamente por el Orientador Escolar y los padres, con el fin de poder aplicar programas de modificación de conducta puntualmente.

3.  Tipificación de las faltas

Después de ser debatidas las normas de convivencia, se pasó a la tipificación de las mismas, acogiéndonos a las que el R.D. de derechos y deberes de los alumnos especifican y a las consensuadas por la clase. Las conclusiones finales fueron:

Todo profesor aplicará los premios y sanciones que son de efecto inmediato y anotará las faltas para se acumuladas

Cuando se acumulen 10 faltas (total de sanciones, menos premios), el tutor amonestará en la tutoría al alumno. Esta amonestación quedará registrada por escrito en el diario de la clase.

Si el alumno acumula 15 faltas, el tutor le enviará al Jefe de Estudios. Su comparecencia igualmente quedará reflejada en el diario de la clase.

Al seguir acumulando hasta 20 faltas, el Orientador Escolar y el Jefe de Estudios se lo comunicarán por escrito a la familia. En este caso el alumno podrá tener una sanción aplicada por el Jefe de Estudios, como por ejemplo tener que venir varias horas al Instituto por la tarde, a recuperar el tiempo perdido. Al mismo tiempo el Orientador Escolar acordará con los padres un proceso apropiado de modificación de conducta.

Si sigue acumulando faltas, el alumno perderá durante el trimestre el derecho a participar en las actividades extraescolares del Centro.

Al acumular más faltas (por ejemplo hasta 40), el Director del Centro, previa comunicación a sus padres podrá separarle del derecho de asistencia a determinadas clases por un plazo máximo de tres días. Durante el tiempo que dure la suspensión, el alumno debe realizar los deberes o trabajos que se determinen.

Al seguir acumulando más faltas, el alumno pasaría a tener una tercera amonestación y por lo tanto una falta grave y por lo tanto la intervención del Director y la Comisión de Disciplina del Centro, los cuales, previo consentimiento por escrito de los padres, pasaría a la retirada del alumno del Centro por un plazo máximo de tres días. Durante este tiempo el alumno deberá realizar los deberes o trabajos que se determinen.

4.  Evaluación del programa

Se lleva a cabo de dos formas: al final del curso, dentro de la evaluación de la acción tutorial, y a lo largo de curso en momentos puntuales, aprovechando la reunión de los tutores con el Orientador Escolar.

Conclusiones

Después de ocho cursos escolares de seguir aplicando este programa de control de las conductas colectivas, basada en la tipificación de las normas de convivencia que marca el R.D. de derechos y deberes de los alumnos, estamos en condiciones de sacar las siguientes conclusiones:

  • El programa, como técnica de modificación de conducta colectiva, es positivo, y ha ayudado a la comunidad educativa, que centra su atención en el primer ciclo de educación secundaria, a crear un estilo de trabajo que se está haciendo habitual en nuestro Centro.
  • Como todo programa, está sometido a evaluación. En el momento actual, y después de varias reconsideraciones se está probando su modificación por un “cuaderno de comunicación con los padres” (Anexo III), que recoge los listados de control para ser aplicados individualmente. Este cuaderno nos está facilitando el contacto directo con los padres y por lo tanto un seguimiento continúo de las normas de convivencia del centro.
  • Igualmente se pretende la simplificación de los objetivos a conseguir. Como se argumentaba en la introducción, la educación en valores es lo que fundamenta el mejor principio educativo que se puede conseguir con los alumnos que trabajamos: “ayudarles a descubrir su identidad”, o quizá, mejor: “ayudarles a ser personas”. Estos objetivos en los que estamos haciendo hincapié en este momento, están anclados en trabajar los valores de formación académica y convivencia. Para conseguirlos trabajamos las siguientes actitudes, expresadas de este modo en el cuadernos de comunicación que antes mencionamos:

    • Permito a mis compañeros que aprendan y puedan estar atentos en clase. Para ello voy a intentar:


      • Levantar la mano para hablar.
      • Respetar el turno de palabra.
      • Procurar estar atento cuando el profesor está explicando.
    • Procuro ser respetuoso.
    • Realizo diariamente las actividades académicas que me mande el profesor
  • Se ve necesario seguir un proceso de autocontrol, por parte de los profesores, en la aplicación del programa. No debería de servir como válvula de escape para algunos profesores, que lo aprovechan para fomentar la práctica de la sanción por la sanción. Para evitar esto, periódicamente y aprovechando las reuniones de los tutores con el Orientador Escolar, se revisa su aplicación.
  • Igualmente se ve necesario fomentar la práctica de los premios, en forma de positivos, por la realización de una actividad bien hecha, o un comportamiento bueno, o una colaboración llevada a cabo, etc.
  • Falta una evaluación más exhaustiva de los padres. Hasta el momento, el programa se les presenta en la primera reunión que se tiene con los padres y es acogido favorablemente. Posteriormente, se hace un seguimiento individual con la aplicación de un programa de modificación de conducta, cuando el alumno, los padres y el Orientador Escolar así lo consideran. Pero se ve necesario pedir su opinión sobre el contenido del mismo, para intentar fomentar de manera más positiva su participación.

Ver ANEXOS (pdf)

Bibliografía

FERNÁNDEZ, I. (2001): Guía de convivencia en el aula. Monografías Escuela Española. Madrid, CISS PRAXIS.

GARCÍA CAMPOS, L. (1997): La familia, espacio de convivencia y socialización. CEAPA.

GONZÁLEZ LUCINI, F. (1992): Educación en valores y diseño curricular. Madrid, Editorial Alambra Longman.

LÓPEZ SÁNCHEZ, F. (1997): “Desarrollo personal y social en el ámbito familiar”, en Comprender y superar la violencia. Madrid, Editorial AIDEX.

REAL DECRETO 732/1995, de 5 de mayo, por el que se establecen los derechos y deberes de los alumnos y las normas de convivencia en los centros.

Notas:

Para facilitar el trabajo de los alumnos, se establecen las características que deben cumplir las normas:

  • Ser claras y concretas.
  • No pueden ir en contra de las normas generales del centro.
  • Se deben seleccionar las que consideremos fundamentales para la convivencia del aula.

Igualmente los criterios a que deben ajustarse las consecuencias por el incumplimiento de las normas:

  • Deben ser realistas, es decir factibles.
  • No pueden ir en contra de los derechos fundamentales de la persona, ni del R.D. de derechos y deberes de los alumnos.
  • Deben ser eficaces para resolver el problema creado.
  • Siempre que se pueda debe ir orientado a corregir el problema creado por el infractor de la norma, más que a penalizarlo.
  • Cada norma podrá llevar asociadas una o varias sanciones.

Estas consecuencias podrán ser de tres tipos:

  • Aquellas que obligan al infractor de la norma a restaurar el daño causado
  • Aquellas que se tipifican por medio de “faltas”, de modo que no se cumple la sanción hasta que no se cumple el número concreto de éstas, establecida de antemano.
  • Aquellas cuyo objetivo fundamental es penalizar el comportamiento del alumno. Ejemplo: el alumno que molesta reiteradamente y no realiza el trabajo y el profesor le castiga sin recreo a terminar el trabajo.

 

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