El entramado donde las personas se desenvuelven las ubican, enfrentan
y etiquetan. Las escuelas, sean del nivel que sean desde lo educativo
y lo social, se conforma en un teatro donde se actúan las
tensiones grupales e individuales: los conflictos, esa mezcla de
complicidad y competencia, poder, antagonismo y amistad.
La vida de los seres humanos transcurre en instituciones, algunas
constituyen un paso obligado, como la familia y la escuela. Esta
última con un claro compromiso social educativo que se ocupe
tanto de la calidad de los procesos como de los resultados para
lograr la formación integral de los alumnos, futuros ciudadanos.
Los diversos estilos de gestión que caracterizan a las instituciones
se concretan en las prácticas docentes en el aula y podrán
favorecer u obstaculizar la concreción de ese compromiso.
Existen tres estilos organizacionales en las instituciones escolares:
el familiar, el burocrático y el profesional o de concertación.(1)
El primero de ellos se encuentra enmarcado por las emociones de
sus integrantes, los vínculos afectivos desplazan la tarea
pedagógica donde el currículo es ignorado, los canales
de comunicación desvalorizados y la participación
se diluye.
En un estilo burocrático, en cambio, se exageran los mecanismos
racionales como canales de información formales y verticales,
considerando al currículum prescripto como algo inmodificable,
se sobrevalora la dimensión administrativa y, por el contrario,
se devalúa la importancia de la participación y la
reflexión.
En el estilo organizacional profesional se encuentra como rasgo
característico la negociación, el currículum
prescripto es visto como un organizador de la tarea. En este tipo
de gestión se privilegian los vínculos contractuales
y respetuosos, el eje central de los acuerdos gira en torno de la
dimensión pedagógico didáctica, la participación
es promovida junto con los canales de información formales
que sean útiles, sin desconocer los informales.
El tratamiento del conflicto difiere en cada estilo. Mientras que
en las de tipo familiar son interpersonales, no suelen resolverse
ni elaborarse, en las de estilo burocrático son negados,
eludidos o se difieren por posiciones jerárquicas. Por el
contrario, en las instituciones con estilo profesional los conflictos
surgen por divergencias en las posturas, ocupan un lugar que ofrece
actuar, así es redefinido y puede disolverse o se problematiza
y se resuelve.
Las concepciones de la gestión escolar se reflejan en cada
uno de los actores institucionales y en sus prácticas pedagógico-didácticas.
La escuela fue creada bajo el ideal iluminista y enciclopedista.
Durante mucho tiempo se consideró al alumno como pasivo en
su relación con el objeto del conocimiento, el cual era poseído
por el docente. El aprendizaje se adquiría por memorización
y repetición. Este modelo es enciclopedista porque el conjunto
de conocimientos se transmiten como verdades acabadas, disociado
de la experiencia del alumno y las realidades sociales. El método
básico de aprendizaje es el academicista, verbalista, la
disciplina es un medio para educar, predomina la memoria por sobre
otros procesos de pensamiento, el currículum está
centrado en el docente que cumple la función del transmisor.
El aprendizaje en este modelo es un acto de autoridad en sentido
vertical. La repetición y la ejercitación es la base
de los logros.
Posteriormente surgen dos modelos que no son simultáneos
pero que pueden darse juntos, el modelo tecnocrático y el
de la Escuela Nueva. El primero nace bajo la influencia filosófica
del positivismo y el segundo, del pragmatismo.
En el modelo tecnocrático, el acto de enseñar está
ligado a demostraciones científicas. Es una didáctica
en función de los objetivos y un proceso educacional explicado
a partir de la psicología conductista. Se relacionan los
medios y los fines y se operacionalizan los objetivos observacionales
garantizando su cumplimiento a través del acto evaluativo.
Las estrategias de evaluación tienen el fin primordial de
determinar hasta qué punto el alumno ha alcanzado sus objetivos.
Así, las prácticas educativas se consolidan con un
alto grado de racionalismo. Este enfoque está apoyado en
la burocracia que organiza y controla el currículum.
En el modelo de la escuela nueva el alumno cambia su lugar, ahora
es el centro en el cual giran los procesos escolares. El docente
cambia al dotar al alumno de actividad, la acción es la garantía
para el aprendizaje. Los contenidos se organizan de lo simple a
lo complejo, de lo concreto a lo abstracto. El niño es el
artesano de su propio conocimiento.
En la actualidad, y como consecuencia de los trabajos de la Teoría
Crítica se hace imprescindible la aplicación de un
modelo crítico-situacionalista. Las temáticas de estos
trabajos eran el racismo, la exclusión y las políticas
de segregación. Su influencia en el pensamiento filosófico
y pedagógico se centra en la crítica a las estructuras
sociales que afectan a la escuela (cotidianeidad y estructuras de
poder) y en el desarrollo de procesos de pensamiento crítico-
reflexivo con el fin de transformar la sociedad. El lenguaje de
este modelo no sólo se limita a la crítica sino que
es un lenguaje de posibilidades, así, adhiriendo a este enfoque,
la coparticipación del alumno en la reflexión crítica
de sus propias creencias y juicios es lo que guiará el proceso
de enseñanza, adquiriendo importancia el medio histórico,
social y político. Su didáctica pone énfasis
en la problematización y necesita de una escuela democratizante
alejándose del estilo meritocrático de la burocracia.
Pluralismo, antiautoritarismo y antidogmatismo. Parte de un principio
hermenéutico: acciones y procesos dotados de sentido. La
comunicación y la interacción desarrollan la praxis
didáctica.
Para llevar adelante una escuela que atienda a la diversidad acorde
con un estilo profesional y democrático, se necesitan estrategias
de inclusión para que los niños ingresen, transiten
y egresen de él a través de procesos de enseñanza
y de aprendizaje que generen condiciones para la construcción,
distribución y apropiación del conocimiento.
El paso por la escuela debe abrir las puertas a los alumnos a su
participación en sociedad. Una escuela inclusiva y además,
exigente, que enseñe los contenidos establecidos, que considere
los intereses de su comunidad, busque alternativas para que todos
aprendan y sigan aprendiendo en el futuro propiciará el desarrollo
de un pensamiento propio, sustentado en un ideal democrático.
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(1) Frigerio, Poggi, Las Instituciones Educativas Cara y Ceca.
Ed. Troquel.
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