La Revista Iberoamericana de Educación es una publicación editada por la OEI 

 ISSN: 1681-5653

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  Opinión

La correspondencia entre los modelos pedagógico-didácticos y los estilos de gestión educativa.

Ada Sofía Ben
Licenciada en Gestión Educativa

El entramado donde las personas se desenvuelven las ubican, enfrentan y etiquetan. Las escuelas, sean del nivel que sean desde lo educativo y lo social, se conforma en un teatro donde se actúan las tensiones grupales e individuales: los conflictos, esa mezcla de complicidad y competencia, poder, antagonismo y amistad.

La vida de los seres humanos transcurre en instituciones, algunas constituyen un paso obligado, como la familia y la escuela. Esta última con un claro compromiso social educativo que se ocupe tanto de la calidad de los procesos como de los resultados para lograr la formación integral de los alumnos, futuros ciudadanos.

Los diversos estilos de gestión que caracterizan a las instituciones se concretan en las prácticas docentes en el aula y podrán favorecer u obstaculizar la concreción de ese compromiso.

Existen tres estilos organizacionales en las instituciones escolares: el familiar, el burocrático y el profesional o “de concertación”.(1)

El primero de ellos se encuentra enmarcado por las emociones de sus integrantes, los vínculos afectivos desplazan la tarea pedagógica donde el currículo es ignorado, los canales de comunicación desvalorizados y la participación se diluye.

En un estilo burocrático, en cambio, se exageran los mecanismos racionales como canales de información formales y verticales, considerando al currículum prescripto como algo inmodificable, se sobrevalora la dimensión administrativa y, por el contrario, se devalúa la importancia de la participación y la reflexión.

En el estilo organizacional profesional se encuentra como rasgo característico la negociación, el currículum prescripto es visto como un organizador de la tarea. En este tipo de gestión se privilegian los vínculos contractuales y respetuosos, el eje central de los acuerdos gira en torno de la dimensión pedagógico – didáctica, la participación es promovida junto con los canales de información formales que sean útiles, sin desconocer los informales.

El tratamiento del conflicto difiere en cada estilo. Mientras que en las de tipo familiar son interpersonales, no suelen resolverse ni elaborarse, en las de estilo burocrático son negados, eludidos o se difieren por posiciones jerárquicas. Por el contrario, en las instituciones con estilo profesional los conflictos surgen por divergencias en las posturas, ocupan un lugar que ofrece actuar, así es redefinido y puede disolverse o se problematiza y se resuelve.

Las concepciones de la gestión escolar se reflejan en cada uno de los actores institucionales y en sus prácticas pedagógico-didácticas.

La escuela fue creada bajo el ideal iluminista y enciclopedista. Durante mucho tiempo se consideró al alumno como pasivo en su relación con el objeto del conocimiento, el cual era poseído por el docente. El aprendizaje se adquiría por memorización y repetición. Este modelo es enciclopedista porque el conjunto de conocimientos se transmiten como verdades acabadas, disociado de la experiencia del alumno y las realidades sociales. El método básico de aprendizaje es el academicista, verbalista, la disciplina es un medio para educar, predomina la memoria por sobre otros procesos de pensamiento, el currículum está centrado en el docente que cumple la función del transmisor. El aprendizaje en este modelo es un acto de autoridad en sentido vertical. La repetición y la ejercitación es la base de los logros.

Posteriormente surgen dos modelos que no son simultáneos pero que pueden darse juntos, el modelo tecnocrático y el de la Escuela Nueva. El primero nace bajo la influencia filosófica del positivismo y el segundo, del pragmatismo.

En el modelo tecnocrático, el acto de enseñar está ligado a demostraciones científicas. Es una didáctica en función de los objetivos y un proceso educacional explicado a partir de la psicología conductista. Se relacionan los medios y los fines y se operacionalizan los objetivos observacionales garantizando su cumplimiento a través del acto evaluativo. Las estrategias de evaluación tienen el fin primordial de determinar hasta qué punto el alumno ha alcanzado sus objetivos. Así, las prácticas educativas se consolidan con un alto grado de racionalismo. Este enfoque está apoyado en la burocracia que organiza y controla el currículum.

En el modelo de la escuela nueva el alumno cambia su lugar, ahora es el centro en el cual giran los procesos escolares. El docente cambia al dotar al alumno de actividad, la acción es la garantía para el aprendizaje. Los contenidos se organizan de lo simple a lo complejo, de lo concreto a lo abstracto. El niño es el artesano de su propio conocimiento.

En la actualidad, y como consecuencia de los trabajos de la Teoría Crítica se hace imprescindible la aplicación de un modelo crítico-situacionalista. Las temáticas de estos trabajos eran el racismo, la exclusión y las políticas de segregación. Su influencia en el pensamiento filosófico y pedagógico se centra en la crítica a las estructuras sociales que afectan a la escuela (cotidianeidad y estructuras de poder) y en el desarrollo de procesos de pensamiento crítico- reflexivo con el fin de transformar la sociedad. El lenguaje de este modelo no sólo se limita a la crítica sino que es un lenguaje de posibilidades, así, adhiriendo a este enfoque, la coparticipación del alumno en la reflexión crítica de sus propias creencias y juicios es lo que guiará el proceso de enseñanza, adquiriendo importancia el medio histórico, social y político. Su didáctica pone énfasis en la problematización y necesita de una escuela “democratizante” alejándose del estilo meritocrático de la burocracia. Pluralismo, antiautoritarismo y antidogmatismo. Parte de un principio hermenéutico: acciones y procesos dotados de sentido. La comunicación y la interacción desarrollan la praxis didáctica.

Para llevar adelante una escuela que atienda a la diversidad acorde con un estilo profesional y democrático, se necesitan estrategias de inclusión para que los niños ingresen, transiten y egresen de él a través de procesos de enseñanza y de aprendizaje que generen condiciones para la construcción, distribución y apropiación del conocimiento.

El paso por la escuela debe abrir las puertas a los alumnos a su participación en sociedad. Una escuela inclusiva y además, exigente, que enseñe los contenidos establecidos, que considere los intereses de su comunidad, busque alternativas para que todos aprendan y sigan aprendiendo en el futuro propiciará el desarrollo de un pensamiento propio, sustentado en un ideal democrático.

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(1) Frigerio, Poggi, Las Instituciones Educativas Cara y Ceca. Ed. Troquel.

  Número 36/11
25- 10 - 05

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