La lectura debe ser compartida para existir plenamente. Leer le
abre al lector las ventanas de acceso a diversos mundos, tanto reales
como imaginarios.
Leer juntos es un momento fabuloso para que un niño
pueda aprender lo que significa la escritura. El sucesivo acercamiento
del niño a la obra literaria le posibilitará, no solamente
un certero conocimiento del mundo que lo rodea, a través
de situaciones reales, sino que también le permitirá
adecuarse a la sociedad en que le toca vivir.
Comenzará a comprender que las letras forman
palabras y que las palabras a nombran las imágenes. También
aprenderá que cada letra tiene un sonido propio.
Disfrutar de cada uno de los pequeños y los
grandes placeres que la lectura proporciona, con el niño
que aún no sabe leer, y que está aprendiendo, es el
modo óptimo de adquirir logros inmediatos y mediatos, propiciar
su desarrollo como persona, brindarle acceso al mundo del conocimiento,
desplegar las alas de su fantasía, sentar las bases para
que el aprendizaje de la lectura sea sólido.
Los niños que se han puesto en contacto con
la lectura a muy corta edad, aprenden a leer más rápido
y con mayor facilidad. Lo realmente valioso no es que reconozcan
los códigos de la letra escrita, sino que nazca en ellos
el deseo de descubrir todos los tesoros que la lectura les promete.
Y cuanto más disímiles sean las lecturas compartidas,
mejor comprenderán que más que un descubrir el código
secreto, la lectura es la llave que abre la puertas a mundos inimaginados.
La lectura y la escritura van juntas. Mientras que
el niño aprende una, simultáneamente está aprendiendo
la otra. Los garabatos y los dibujos son sus primeros esbozos de
escritura. Pronto empezará a escribir las letras del alfabeto.
Esto le ayudará a discriminar los diferentes sonidos que
cada una de ellas representa. Al ir descubriendo las letras y los
diversos sonidos, éstos le darán la noción
sobre cómo deletrear las palabras.
Cuando comience a escribir palabras enteras, muy posiblemente
lo realizará cometiendo errores ortográficos. De todos
modos será digno de valorar su esfuerzo, y nos daremos cuenta
de que su intento es bastante bueno por ser la primera vez.
Al leerle en voz alta, será importante realizar
una pausa de vez en cuando, y señalarle las distintas letras
y palabras que el relato contiene; como así también
relacionarlas con los dibujos que representan cada una de ellas.
Para cuando alcanzan la edad de 4 años, los
niños empiezan a entender que las palabras escritas contienen
un significado. A los 5 años, la mayoría comienza
a notar que las palabras están ubicadas espacialmente de
izquierda a derecha. Muchos niños, en esta etapa, inclusive
comienzan a identificar letras mayúsculas y minúsculas
y a "leer" palabras simples. Al finalizar el nivel inicial,
el niño tal vez quiera leer por su propia cuenta. Será
importante permitir que lo haga, pero siempre y cuando esta iniciativa
surja de él mismo. La lectura debe ser un motivo por el cual
se sienta orgulloso.
Poco a poco su lenguaje interior se irá conformando,
así se sentirá seguro y podrá disfrutar, plenamente,
del discurso literario. Hay muchas ocasiones que son propicias para
compartir una buena lectura: al viajar en el coche, mientras retomamos
el camino a casa, escuchando una grabación con uno o varios
cuentos... Pero, verdaderamente, el momento especial para llevar
a cabo esa lectura compartida es, obviamente, en su cuarto, cuando
el niño se va a dormir.
El cuento de la noche debe tener un ritual propio.
Para comenzar, será preciso que se le asigne un tiempo exclusivo,
dedicado sólo a disfrutar juntos de la lectura, sin padecer
interrupciones. Tanto el adulto como el niño, tienen que
sentirse cómodos, a gusto: sentados o acostados, siempre
cerca uno del otro para que el pequeño logre contemplar las
imágenes sin dificultad y también para intercambiar
instantes de afecto. La elección puede realizarla el niño,
aunque también es bueno que se le ofrezca alguna otra propuesta.
Al efectuar la lectura, el adulto no solo recrea la
historia con su voz, sino que debe además incorporar sus
dotes actorales para sacar a luz la emoción y el suspenso
que el relato conlleve. Si al finalizar la narración, el
niño quiere hacer algún comentario, acerca de lo que
el cuento le dejó, hay que detenerse a escuchar su reflexión
sobre lo que acaba de oír. Pero el comentario debe ser siempre
espontáneo, no se lo puede forzar a que realice un relato.
Y siempre, de más está decirlo... leer el cuento del
principio al fin.
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