Educación básica: las Reformas 
              Pendientes 
            Susana Decibe (*) 
               
               
            
            SÍNTESIS: Este trabajo parte de 
              la convicción de que América Latina podrá cambiar 
              su horizonte sólo si apuesta por un desarrollo basado en 
              la calidad de la formación de sus habitantes y en la calidad 
              y confiabilidad de sus instituciones. Sin embargo, frente a esta 
              afirmación cabe preguntarse si hay voluntad política 
              para apostar por las instituciones educativas como el espacio público 
              por excelencia desde donde construir el modelo de sociedad y de 
              ciudadanía que queremos tener. 
            Para dar cuenta del modo en que está en 
              juego el futuro de toda la región y el esfuerzo que deberá 
              realizarse, se describen en primer lugar la brecha que nos separa 
              de los países más desarrollados y equilibrados socialmente 
              sociedades basadas en el conocimiento para luego concentrarse 
              particularmente en los principales problemas de la educación 
              básica, fundamentalmente de nivel secundario, poniendo el 
              foco en la escuela como el lugar real de ejecución de la 
              política educativa. 
            Es imprescindible abrir el abanico de dificultades 
              a la hora de encarar reformas estructurales hasta involucrar a aquellas 
              de nivel macro que están en la convergencia de las relaciones 
              entre la sociedad y el Estado. La reforma por la calidad, la eficiencia 
              y la equidad del sistema educativo requiere, en esta etapa, de la 
              promoción de cambios de orden estructural, a pesar de que 
              conlleven costos políticos y que cuenten con pocos aliados 
              entre la dirigencia política y del sector empresarial, así 
              como entre los formadores de opinión. 
            SÍNTESE: Este trabalho parte da 
              convicção de que a América Latina poderá 
              mudar seu horizonte somente se apostar em um desenvolvimento baseado 
              na qualidade da formação de seus habitantes e na qualidade 
              e confiabilidade de suas instituições. No entanto, 
              frente a esta afirmação, cabe perguntar se há 
              vontade política para apostar nas instituições 
              educacionais como espaço público por excelência, 
              partindo da construção de um modelo de sociedade e 
              de cidadania que queremos ser.  
            Para dar conta do modo em que está em 
              jogo o futuro de toda a região e o esforço que deverá 
              ser realizado, descreve-se, em primeiro lugar, a brecha que nos 
              separa dos países mais desenvolvidos e equilibrados socialmente 
               sociedades baseadas no conhecimento  para depois se 
              concentrar particularmente nos principais problemas da educação 
              básica, fundamentalmente de nível de nível 
              médio, focalizando a escola como o lugar real de execução 
              da política educacional. 
            É imprescindível abrir o leque 
              de dificuldades na hora de encarar reformas estruturais até 
              envolver aquelas de nível macro que estão na convergência 
              das relações entre a sociedade e o Estado. A reforma 
              pela qualidade, pela eficiência e pela eqüidade do sistema 
              educacional requer, nessa etapa, a promoção de mudanças 
              de ordem estrutural, apesar de que comportem custos políticos 
              e que contem com poucos aliados entre os dirigentes da política 
              e do setor empresarial, assim como entre os formadores de opinião. 
            1. Introducción
            Algunas voces dicen que a la década pasada 
              ya se la puede caracterizar como la etapa de las reformas educativas 
              en toda la región, y que puede mostrar saldos positivos: 
              debates en torno a la cuestión, reposicionamiento de la educación 
              en la agenda pública y puesta en práctica de nuevas 
              propuestas tanto de gestión como pedagógicas. Sin 
              embargo, al mismo tiempo que se desarrollaron políticas educativas 
              activas orientadas a la calidad y a la inclusión, aumentaron 
              la exclusión y la pobreza, sobre todo en Argentina. En este 
              sentido se suele afirmar que la pérdida de cohesión 
              social es un problema intrínseco de los procesos de modernización 
              y que «la recuperación del espacio público como 
              lugar de encuentro en el que se ejerce la mayor igualdad simbólica 
              de la que forma parte el aprendizaje en la diferencia deberá 
              ser básica para romper las exclusiones de arriba hacia abajo» 
              (CEPAL, 2000). No obstante, frente a esa afirmación cabría 
              hacerse por lo menos dos preguntas: una, si estamos viviendo de 
              verdad un proceso de modernización, y, otra, si hay voluntad 
              política para apostar por las instituciones educativas como 
              el espacio público por excelencia desde el cual construir 
              el modo de sociedad y de ciudadanía que queremos tener. La 
              respuesta a la primera pregunta excede a este trabajo y a las posibilidades 
              del autor para contestarla. Sobre la segunda, nadie duda que las 
              instituciones educativas siguen conservando un valor preferencial 
              a la hora de construir la sociedad, pero son muchos los que creen 
              que la batalla por la calidad y por la equidad dentro del sistema 
              educativo está perdida de antemano, porque aun para 
              los bien intencionados los costos políticos que significarían 
              las reformas en el sector las harían imposibles.  
            Este trabajo parte de la convicción de 
              que América Latina sólo podrá cambiar su horizonte 
              si apuesta por un desarrollo basado en la calidad de la formación 
              de sus habitantes y en la calidad y confiabilidad de sus instituciones. 
              Si hay voluntad de iniciar un proceso de esa naturaleza será 
              inevitable un escenario donde se haga evidente, en primer lugar, 
              la inequidad profunda y creciente que está en la base de 
              la distribución de la riqueza y que se reproduce de igual 
              manera en el reparto de conocimientos y bienes culturales en la 
              población. Y en segundo lugar, el reconocimiento de la existencia 
              de un entramado de regulaciones e intereses corporativos que, tal 
              vez como consecuencia de la falta de solidaridad señalada, 
              impiden la prestación correcta y eficaz de los servicios 
              educativos. Para dar cuenta del modo en que está en juego 
              el futuro de toda la región y tener una medida del esfuerzo 
              que deberá realizarse, se describe en primer lugar la brecha 
              que nos separa de los países más desarrollados y equilibrados 
              socialmente sociedades basadas en el conocimiento, para 
              luego concentrarnos en los principales nudos críticos de 
              la educación básica argentina, ante todo de nivel 
              secundario, poniendo énfasis en la escuela como el lugar 
              real de ejecución de la política educativa. En un 
              sistema descentralizado como el de Argentina, para relevar los problemas 
              pendientes hay que recorrer diferentes espacios de gestión 
              del servicio, tarea que nos permite seleccionar los temas en los 
              cuales se sugiere sustentar una estrategia de cambios.  
            2. Las brechas que separan a América Latina 
              en la era de la sociedad basada en el conocimiento
            América Latina tiene un solo camino para 
              salir de la postergación estructural en la que está 
              anclada: apostar a su gente al desarrollo del capital social que 
              aún conserva y a la calidad y fortaleza de sus instituciones. 
              Después de casi dos décadas en las que se han venido 
              aplicando reformas en el sector educación con diferente 
              intensidad y de distinta naturaleza según el país, 
              siguen pendientes los objetivos de calidad y de justicia social 
              en la base de esas políticas. La buena formación de 
              las personas y la confianza en las instituciones forman el núcleo 
              de todas las sociedades integradas, y constituyen el elemento irreemplazable 
              para pensar en el crecimiento y en su sustentabilidad. Por eso es 
              necesario repasar las brechas que aún nos separan de amplias 
              regiones y países desarrollados, para tener una rápida 
              visión del esfuerzo que debiéramos hacer.  
            La disparidad en el nivel de desarrollo humano 
              entre los países de Latinoamérica y otras regiones 
              sigue creciendo. Esa disparidad se explica ante todo desde la educación 
              y observando las cifras de matriculación en el nivel secundario, 
              el porcentaje de egresados del nivel, la participación en 
              el superior, y el número de científicos y de ingenieros 
              producidos por el sistema. Ello tiene su manifestación más 
              clara en el horizonte de educación de la fuerza laboral, 
              que es muy inferior en toda la región comparándolo 
              con el de otras. Mientras en los países de la OCDE el promedio 
              de escolarización de la población era a principios 
              de la década de los 90 de 11,1 años, y en Asia Oriental 
              (excluyendo China) de 8,1, en Latinoamérica esta cifra era 
              de 5,4 (PNUD,1994). En 1998, en Argentina, la misma tasa era de 
              8 años, poco más que la escolaridad primaria (INDEC, 
              1998). (Sólo en 1993 se estableció la meta de asegurar 
              10 años de educación obligatoria para toda su población). 
            Según algunas estimaciones, hoy se requerirían 
              como promedio regional un mínimo de entre 10 y 11 años 
              de educación formal, y en muchos casos completar el ciclo 
              medio (12 años de educación) para contar con el 90% 
              o más de probabilidades de no caer o de no seguir en la pobreza 
              (CEPAL, 2000). 
            Otras cifras vistas con perspectivas de tiempo 
              nos dan cuenta de procesos y de prioridades diferentes entre los 
              países. En 1970 Argentina tenía un nivel superior 
              de escolarización al de Corea en la secundaria. Sin embargo, 
              en 1994 Corea ya había universalizado ese nivel entre sus 
              jóvenes. Uruguay, en 1970, tenía porcentajes de escolarización 
              similares a los de España y Portugal en el nivel secundario 
              (58,7%, 52,3% y 51,1%, respectivamente). Sin embargo, España 
              y Portugal lograron acercarse mucho más a la meta de universalización, 
              mientras Uruguay (tanto como Argentina) aún están 
              lejos de lograrlo (PNUD, 2000). 
            En los países de la OCDE casi todos los 
              jóvenes cursan estudios secundarios, y la mayor parte de 
              ellos los terminan (85%). En América Latina y el Caribe el 
              porcentaje sólo asciende al 50%, y menos de un tercio egresa 
              al final de ese nivel. En Argentina esa cifra es del 75%, y el porcentaje 
              de egreso se estima inferior a la mitad. En las economías 
              asiáticas recientemente industrializadas cerca del 75% cursa 
              estudios secundarios (CEPAL, 2000). 
            La duración de la educación secundaria 
              también es muy inferior en la región, si se compara 
              con la de los países de la OCDE o con los asiáticos. 
              El tiempo real dedicado al aprendizaje en las aulas, en la mayoría 
              de los países de América Latina, es muy escaso. El 
              día escolar dura entre 3 y 4,5 horas (en Argentina el promedio 
              es de 4 horas en la primaria y de 5 en la secundaria). En general, 
              las escuelas públicas ofrecen en la región entre 500 
              y 800 horas de instrucción por año, mientras que en 
              los países industrializados los alumnos reciben un promedio 
              de 1200 (Jarque, 2001). Por lo regular, en los países del 
              área se pierden entre 10 y 40 días por las huelgas. 
              En algunas provincias argentinas se han llegado a perder entre 30 
              y 90 días de clases o más al año por falta 
              de pago del salario de los docentes (ejemplo: en los últimos 
              siete años en Río Negro, Neuquén, Jujuy, San 
              Juan, Entre Ríos). 
            La tasa de escolaridad en educación técnica, 
              como proporción de la tasa total correspondiente a la secundaria, 
              es muy inferior en la región. Mientras que en los países 
              de la OCDE se observa que un porcentaje creciente de alumnos del 
              nivel secundario más del 50% se encauza hacia 
              programas vocacionales o de aprendizaje, en América Latina 
              la tendencia se dirige hacia la formación general. En el 
              mismo sector, mientras que un tercio de los primeros recibe capacitación 
              laboral tanto en la escuela como en lugares de trabajo, en Latinoamérica 
              esa capacitación se realiza casi exclusivamente en los establecimientos 
              escolares (CEPAL, 2000). En Argentina, el desarrollo de la educación 
              técnica dentro del sistema educativo convocó desde 
              un principio a los jóvenes pertenecientes a los grupos sociales 
              de bajos ingresos, y ayudó a integrarlos progresivamente 
              en el nivel de enseñanza media. En el censo educativo nacional 
              del año 94 la modalidad técnica tuvo un porcentaje 
              del 20% de la matrícula del nivel secundario, y mantuvo uno 
              de sus rasgos más fuertes: el 75% de ellos abandonó 
              esa modalidad. 
            En cuanto a la educación superior, su crecimiento 
              en América Latina fue heterogéneo, y en la mayoría 
              de los países se ha rezagado en relación con otros 
              que van más rápido en las dos últimas décadas. 
              Si se toman los datos del Informe Anual de la UNESCO tenemos 
              que mientras en 1995, sobre estudiantes terciarios por cada 100.000 
              habitantes, Argentina aparece en buena posición, con 3.117, 
              comparada con 1.094 de Brasil o con 1.580 de México, mientras 
              Corea tiene casi 5.000, bastantes más que Francia (4.190), 
              España (4.017) e Italia (3.103) (UNESCO,1999). Desde mediados 
              de la década de los noventa, mientras en el extremo superior 
              algunos países de la OCDE avanzaban hacia la universalización 
              del terciario gracias al desarrollo de políticas sostenidas 
              y en promedio tenían una matriculación del 50%, la 
              mayor parte de los latinoamericanos lograban la mitad o la cuarta 
              parte de matriculación bruta (del 10% al 25%). Pero la comparación 
              relevante es con Corea, España o Irlanda, que se acercan 
              al promedio de la OCDE. México, por ejemplo, que se equiparaba 
              a Corea en 1980 con un 14,5%, permaneció estancado en esa 
              tasa, mientras Corea la triplicó en los siguientes 14 años. 
              También en Brasil la matrícula permaneció estancada 
              en niveles aún inferiores a los de México (Banco Mundial, 
              1999a). En Argentina la tasa es entre el 34% y el 37% según 
              las fuentes. 
            El desarrollo de los estudios de postgrado, en 
              la mayor parte de América Latina, ha sido tardío y 
              está poco difundido. Únicamente el equivalente al 
              2,4% de la matrícula terciaria está realizando dichos 
              estudios. A comienzos de los noventa sólo el 12% de los graduados 
              en la región se matriculaba en programas de doctorado, y 
              tres de cada cuatro de ellos estaban en Brasil, único país 
              de la región que había desarrollado una estrategia 
              sistemática de promoción y retención de sus 
              profesionales de mayor nivel (Bodemer, 2002). En México, 
              el 3,5% de los profesores de las universidades públicas tiene 
              doctorado, y el 2,2% en Colombia. Argentina supera el 13%, y nuevamente 
              Brasil es el que está en mejor posición en su staff 
              universitario, ya que casi el 25% lo ha adquirido. Por otra parte, 
              la proporción de alumnos latinoamericanos de enseñanza 
              superior y de postgrado que cursa las asignaturas críticas 
              de Ingeniería, Ciencias Naturales y Agrícolas es muy 
              inferior a la de los países asiáticos, aunque equiparable 
              a la media de la OCDE: el 26% aproximadamente de la matrícula 
              (Carlson, 2000). 
            Las limitaciones del sistema universitario producen 
              una infraestructura científico-tecnológica también 
              limitada de cara a las demandas de la sociedad del conocimiento, 
              que se refleja en el porcentaje del gasto en Ciencia y Tecnología 
              relativo al producto, en la proporción de científicos 
              y de ingenieros en la fuerza laboral, en la presencia de los centros 
              de investigación, y, sobre todo, en los resultados y aportes 
              al conocimiento que éstos producen: las aplicaciones científicas, 
              las publicaciones internacionales, los premios, las patentes y los 
              ingresos por royalties. A comienzos de los noventa las economías 
              más avanzadas de la región, Brasil México y 
              Argentina, gastaron en investigación y desarrollo el 0,4%, 
              el 0,3% (MCE, 1996b) y el 0,2% del PNB respectivamente, una porción 
              pequeña comparada con el 2,1% de Israel o de Corea. El sector 
              privado de la región contribuyó poco en ese sentido, 
              con una cuarta parte, y está lejos de las tasas de participación 
              que muestran los países industrializados, de alrededor del 
              50%, o de Canadá y Estados Unidos, que se encuentran por 
              encima de ese porcentaje  
            La comparación de la dotación de 
              científicos en la fuerza laboral en sociedades tan desiguales 
              como las de la región muestra una distancia alarmante con 
              los países industrializados, y aún con los intermedios 
              como España y Portugal. En 1996 el número de investigadores 
              por cada 1.000 habitantes era de 3,17 en Portugal y de 0,55 en Brasil. 
              En 1993, España tenía 121.000 investigadores, seis 
              veces más que México, que la doblaba en población, 
              y más de cuatro veces que Argentina (MCE, 1996c). 
            La brecha en la inversión educativa también 
              es significativa. Si se toma como referencia la importancia relativa 
              del gasto público, un buen indicador, tanto en los países 
              europeos como en América Latina, es que la tasa global en 
              los de altos ingresos representaba el 5% como promedio en relación 
              con el PNB (Francia el 6,1%, el Reino Unido el 5,4%, Alemania el 
              4,8% y España el 4,9%), mientras que la misma tasa en los 
              países de ingresos medios y bajos fue solamente del 3,4%, 
              y muestra bastantes disparidades en la región: Brasil, el 
              5,5%, México, el 4,9%, Colombia, el 4% y Argentina el 4,3%. 
              La baja inversión de Argentina se observa también 
              evaluando el monto por alumno. En 1996, por ejemplo, Argentina gastó 
              US $ 1.287, menos que México ($1.464), bastante menos que 
              España ($3.324), y muy lejos del nivel de Francia ($5.001), 
              Alemania ($6.057), Canadá ($6.717) o Estados Unidos ($7.958) 
              (MCE, 1997a). 
            En el mundo de los negocios el aporte a la competitividad 
              desde el sector educativo se evalúa en general por la calidad 
              de la enseñanza básica y por la producción 
              científico-tecnológica (o de ingenieros y científicos), 
              así como por la existencia y la difusión en el uso 
              de las TICs y por el nivel de cooperación entre la universidad 
              y la industria. En tal sentido, es preocupante la valoración 
              del World Competitiveness Yearbook del IMD de Lausana, ya que disminuye 
              año a año la calificación de Argentina en el 
              índice general de competitividad, y porque la educación 
              en particular forma parte de ese rezago. 
            La llamada brecha digital, asociada al nivel promedio 
              de educación de la población, por tomar al menos uno 
              de sus principales indicadores, los usuarios de Internet, nos dice 
              que en Argentina existen casi 4 millones de personas conectadas 
              a Internet, es decir, un 10,4% de la población1. 
              La misma relación nos da un 20% en Chile, un 13,6 % en Uruguay, 
              un 10,7% en Perú, casi un 7% en Brasil, pero sólo 
              un 3,38% en México y un 2,81% en Colombia. Es interesante 
              y preocupante observar desde Argentina que, cuando hace cinco años 
              los puntos de partida eran semejantes en muchos países de 
              la región, el gran dinamismo de algunos, como Chile y Uruguay, 
              los alejaba del resto. No obstante, el nivel promedio latinoamericano 
              está muy lejos de lo alcanzado en Estados Unidos y Australia 
              (60% y 55%, respectivamente), o Canadá (46%), o Italia y 
              Alemania (35% y 32% cada una). Vale la pena destacar que los mejor 
              ubicados de la región se acercan a los más rezagados 
              de Europa: Francia (26%) y España (18%).  
            Así, la distribución mundial de 
              dichos recursos se encuentra muy polarizada entre los países 
              desarrollados ubicados geográficamente al norte y los del 
              sur o en vías de desarrollo. Esta situación trae aparejado 
              que los esfuerzos que deben realizar los países para integrar 
              las tecnologías de la información y de la comunicación 
              en sus sistemas educativos sea bastante distinta. En gran medida, 
              la brecha digital es sólo una profundización de las 
              formas existentes de exclusión. Aquellos que están 
              desocupados, pobres, sin vivienda, minusválidos, menos educados, 
              miembros de culturas o de etnias minoritarias y en muchos 
              países las mujeres, sean quizás los que más 
              dificultades tengan para acceder a las tecnologías digitales 
              tanto como al resto de los servicios y bienes. Sin embargo, «en 
              la actualidad las desigualdades entre los países han llegado 
              a ser mucho mayores en cuanto a su capacidad para crear conocimiento 
              que las diferencias que los separan en la escala de ingresos. Así, 
              mientras la brecha de ingresos (medida como PBI per cápita 
              promedio) entre los países extremos es de alrededor de 50 
              veces, la desigual capacidad para la generación de conocimiento 
              (medida como gasto de I+D) alcanza, en cambio, a 218 veces» 
              (Brunner, 2000).  
            Algunos datos pueden ilustrar esta situación: 
              mientras que el 78% de la población mundial vivía 
              en el año 2000 en países en desarrollo, el 22% lo 
              hacía en los desarrollados. No obstante, la distribución 
              de investigadores era indirectamente proporcional a estas cifras 
              (28% en los primeros y 72% en los segundos). Lo mismo puede decirse 
              respecto de las publicaciones científicas de 1997: mientras 
              en Europa y Estados Unidos se editaba el 74% de las publicaciones 
              científicas, Latinoamérica sólo contaba con 
              el 1,8% de las mismas (MCE, 2002b). 
            Cuadro 1  
              Infraestructura de información 
              
            FUENTES: Banco Mundial, World Development Indicators 
              1998; UNESCO, Statistical Yearbook 1999. Citado en Brunner, 2000. 
            Cuadro 2 
              Ranking de los 10 primeros países de Latinoamérica 
              en el ISI 
              
            FUENTE: Unesco, 1999. 
            Por lo tanto, la globalización como proceso 
              mundial de interconexión y articulación de los sectores 
              productivos puede ser una utopía para los países de 
              la región que cuentan con capacidades y recursos escasos. 
              Respecto a las llamadas infraestructuras globales de información 
              que abarcan el desarrollo y la integración de redes 
              de alta velocidad y un conjunto de servicios y aplicaciones de formato 
              digital que fluyen a través de ellas, se articulan 
              desde el norte, mientras la mayor parte de los países del 
              mundo carece de la infraestructura básica necesaria para 
              acceder a ellas. 
            Los países cuyas estructuras informacionales 
              son menos desarrolladas deberán realizar un esfuerzo mayor, 
              en términos de recursos y de organización, para integrar 
              las tecnologías de la información y de la comunicación 
              en su actividad social. Estas inversiones no sólo se refieren 
              a la disponibilidad de equipamiento (hardware) necesario 
              para su operación, sino también a las nuevas competencias 
              necesarias para su utilización y aprovechamiento.  
            La brecha de conocimiento que separa a los países 
              es mucho más importante y amplia que la denominada brecha 
              digital. Castells describe como la división social más 
              importante que la conectividad técnica asociable a Internet 
              a la capacidad educativa y cultural de utilizar la conectividad: 
              «Una vez que toda la información está en la red, 
              una vez que el conocimiento está en la red, el conocimiento 
              codificado pero no el conocimiento que se necesita para lo que se 
              quiere hacer, de lo que se trata es de saber dónde está 
              la información, cómo buscarla, cómo procesarla, 
              cómo transformarla en conocimiento específico para 
              lo que se quiere hacer. Esa capacidad de aprender a aprender, de 
              saber qué hacer con lo que se aprende, esa capacidad es socialmente 
              desigual y está ligada al origen social, al origen familiar, 
              al nivel cultural y educativo» (Castells, 1999). 
            En Latinoamérica, donde la desigualdad 
              es el más significativo de sus rasgos y donde se ha visto 
              cómo han crecido en las últimas décadas las 
              diferencias en los aprendizajes en términos de la nueva sociedad 
              del conocimiento, no hacen sino acentuar la distancia. Estamos frente 
              a un doble desafío: por un lado, el aumento de las desigualdades 
              dentro de la sociedad, con los consabidos riesgos para la cohesión 
              social y para el desarrollo de la ciudadanía, y, por el otro, 
              la creciente brecha global en la sociedad del conocimiento y sus 
              derivaciones en las competitividades nacionales.  
            3. Argentina y sus deudas en la educación 
              básica
            No hay duda de que en los 90 se dio en Argentina 
              el intento más estructural de transformación del sistema 
              educativo de las últimas décadas. Sin embargo, podríamos 
              ya anticipar que los mejores efectos del mismo (incorporación 
              masiva de las poblaciones más pobres al nivel secundario) 
              se vieron rápidamente contrarrestados por una política 
              que en lo económico acentuó la pobreza y la marginación 
              de un porcentaje creciente de las mismas franjas y de sectores medios. 
              Sin embargo, dado que el proceso de reformas iniciado tiene sus 
              raíces en los inicios de la recuperación de la democracia 
              y los consensos de los actores históricamente identificados 
              con las mejores tradiciones de la educación pública 
              argentina, es oportuno recuperar sus ejes a la luz del camino que 
              falta recorrer hasta el logro de las metas de equidad y calidad. 
            3.1 Ejes de la reforma 
            
              - Descentralización de los servicios a nivel provincial, 
                concertación federal de la política educativa, y 
                transferencia gradual de recursos y de responsabilidades a nivel 
                de las escuelas.
 
              - Ampliación de la cobertura (más años de 
                obligatoriedad) y promoción de una mayor calidad y 
                eficiencia del servicio educativo, a través de una 
                propuesta de contenidos básicos actualizada para todos 
                los ciclos y niveles y para la formación técnico-profesional; 
                modificación de la oferta del nivel medio y de formación 
                técnico-profesional con nuevas propuestas formativas más 
                vinculadas al mercado de trabajo y a los nuevos entornos productivos 
                y de servicios, así como al logro de una ciudadanía 
                responsable y plena. Evaluaciones periódicas y sistemáticas 
                del sistema educativo para la toma de decisiones y para enriquecer 
                la información pública en general y de los usuarios 
                en particular.
 
              -  Reformulación de la formación de los docentes 
                y de las instituciones formadoras. Promoción de una nueva 
                carrera profesional para el sector, y modelos alternativos de 
                organización del trabajo en las escuelas.
 
              -  Búsqueda de la equidad a través de la 
                atención directa y focalizada de las escuelas que atienden 
                a las poblaciones con mayores necesidades educativas. 
 
             
            Durante un período extenso para la 
              experiencia local en el sector durante los noventa se avanzó 
              de manera gradual, sistémica y global en las líneas 
              de la reforma, enfrentando viejos y nuevos problemas de orden político, 
              institucional, administrativo, financiero y de organización. 
              Dado que toda política que se piense de cara al futuro no 
              debiera ignorar ese proceso sino partir de sus fortalezas y errores, 
              de la evaluación de su impacto y de sus primeros resultados, 
              del análisis de las principales trabas y de cómo resolverlas 
              para poder seguir avanzando hacia las metas iniciales de calidad 
              y equidad en un contexto mucho más difícil por los 
              niveles de pobreza alcanzados, por la escasez de recursos, por la 
              fragmentación del campo político y por la casi desaparición 
              del tema educativo de la agenda pública, se sugieren algunos 
              de los temas que se entienden claves tener en cuenta para el diseño 
              de las políticas futuras en el sector. 
            3.2 Fortalezas 
            
              -  Marco legal: las leyes que regulan la transferencia de las 
                escuelas y de los institutos terciarios, estatales y privados, 
                la Ley Federal de Educación y las resoluciones del Consejo 
                Federal de Educación. 
 
              -  La existencia de contenidos básicos comunes para todos 
                los niveles y ciclos del sistema, que fija una base de calidad 
                de la oferta educativa.
 
              -  La existencia de acuerdos y el desarrollo de las etapas para 
                la formación técnico-profesional.
 
              -  La existencia de acuerdos para la formación docente 
                y para la acreditación de instituciones terciarias de formación 
                de profesores.
 
              -  La experiencia acumulada en el desarrollo de políticas 
                compensatorias que atendieron anticipando las líneas de 
                reformas pedagógicas en las escuelas con mayores necesidades 
                educativas.
 
              -  Las experiencias de capacitación masiva de docentes, 
                con sus errores y aciertos.
 
              -  La ampliación de la infraestructura edilicia y el equipamiento 
                de un porcentaje importante de escuelas con recursos didácticos, 
                con bibliografía especializada para docentes y equipamiento 
                informático.
 
              -  El crecimiento de la matrícula en todos los niveles, 
                y particularmente la inclusión en los primeros años 
                del secundario (3.º ciclo de EGB) de población escolar 
                perteneciente a los sectores más pobres.
 
              -  El desarrollo, a nivel federal, del sistema de información 
                y de estadística educativa, junto con la creación 
                y el conocimiento acumulado por el sistema de evaluación 
                de la calidad de los aprendizajes de los alumnos, que ayudó 
                a instalar en las escuelas y en la sociedad una cultura nueva 
                respecto al manejo y a la publicidad de los resultados de cada 
                escuela.
 
              -  Un estado de movilización y de debate dentro de las 
                escuelas (debilitado por los temas de la crisis) respecto a los 
                aprendizajes que se pretenden lograr como política 
                de orden nacional, y la difusión de ideas sobre nuevos 
                modelos de enseñanza y de organización del trabajo 
                en la escuela a través de seminarios y de publicaciones 
                de distribución masiva entre los centros.
 
              -  Las experiencias innovadoras realizadas en muchas escuelas 
                (estatales y privadas) sobre el modo de enseñar, la actualización 
                curricular, la incipiente aparición de modelos alternativos 
                de gestión, y las experiencias compartidas entre las escuelas 
                a partir de instancias de trabajo cooperativo.
 
             
            El PNUD, en el Informe de Desarrollo Humano 
              2000, nos muestra que en el año 1999 Argentina ocupaba 
              el lugar 34 en el ranking de países desarrollados, 
              y encabezaba el de los latinoamericanos, siendo los indicadores 
              que la llevaron a ese lugar el de esperanza de vida (74,2 años), 
              la tasa de alfabetización de adultos (96,7%) y la tasa de 
              matriculación combinada primaria, secundaria y terciaria 
              (83%). Se afirma también que el país cuenta con significativas 
              ventajas comparativas para profundizar su proceso de desarrollo 
              humano, como son su baja tasa de natalidad, que, cruzada con los 
              niveles de escolarización alcanzados, permitiría concentrar 
              la tarea en la búsqueda de una mayor calidad y eficiencia 
              de su sistema educativo, y, sobre todo, en el mejoramiento del proceso 
              educativo de los más pobres (Feijóo, 2002). 
            3.3 Debilidades 
            Si miramos los resultados de las evaluaciones 
              de los aprendizajes de los alumnos en el último período, 
              vemos que el promedio nacional de competencias básicas en 
              el área de lengua y matemáticas, al finalizar la educación 
              secundaria, no llegaba al 70% hacia finales de la década 
              (aunque al comienzo de la misma se ubicaba en torno al 54%, mostrando 
              algunas provincias promedios muy inferiores). Si a estos datos agregamos 
              que apenas supera el 40% la proporción de alumnos que termina 
              ese nivel, y sólo el 27% lo hace en la edad que corresponde, 
              tenemos un rápido panorama de la tarea que queda pendiente. 
             
            El combate contra la injusticia en la distribución 
              de los conocimientos está lejos de finalizar.  
            En 1981, en un estudio diagnóstico sobre 
              la incorporación gradual de sectores populares al sistema 
              educativo en América Latina, autores como Juan Carlos Tedesco 
              sostenían la hipótesis de que la discriminación 
              social que antes se efectuaba excluyendo a ciertas capas sociales 
              del acceso, se estaba trasladando al interior del sistema dando 
              lugar a la existencia de circuitos de trayectoria pedagógica 
              diferenciados según el origen social del reclutamiento. Esta 
              diferenciación interna mostraba un descenso en la calidad 
              de los aprendizajes efectuados por los sectores antes excluidos. 
              Una explicación sería agrega el estudio 
              que el sistema educativo se amplía, pero que sigue exigiendo 
              un capital cultural básico que es patrimonio exclusivo de 
              los sectores sociales que tradicionalmente accedían al sistema 
              (Nassif, Rama, Tedesco, 1984). El avance en esta línea de 
              estudio dio lugar a un concepto nuevo en el diseño de políticas, 
              el de «equidad», que se diferenció del de «igualdad», 
              dado que se trataría de no dar lo mismo a todos porque justamente 
              son grupos diferentes, con necesidades también diferentes. 
             
            El debate filosófico sobre la «equidad» 
              es más o menos reciente y se ha introducido en los 90 en 
              las políticas sociales y educativas de la región, 
              promovido en muchos casos por los organismos de crédito internacionales 
              (BID y Banco Mundial), acompañando los profundos cambios 
              económicos en el área y la desestructuración 
              social que ellos generaron. El concepto de focalizar las políticas 
              educativas en las poblaciones más vulnerables significó 
              la irrupción de conceptos muy enfrentados, no sólo 
              con la concepción sarmientina tradicional sino con las rutinas 
              escolares, las visiones sociales y la conducta de los propios adolescentes. 
             
            Un estudio de la CEPAL (2000) sobre el tema señala 
              que en la región existe una situación de desigualdad 
              compleja: no somos igualmente desiguales, y las asimetrías 
              varían con los distintos subsistemas del sistema general, 
              «que lleva a la necesidad de conjugar dos criterios. Por un 
              lado, un criterio sistémico que contribuya a abordar diferenciadamente 
              los distintos subsistemas para potenciar allí la mayor igualdad 
              de oportunidades. Por otro, un criterio sinérgico según 
              el cual la mayor igualdad de oportunidades en un campo puede impactar 
              favorablemente la igualdad de oportunidades en otros». 
            «Lo absurdo es que en una política 
              democrática los que pueden pagar tengan derecho a elegir 
              la educación que quieren para sus hijos, y los que no pueden 
              pagar tienen que estar sometidos a una escuela rígida, burocrática, 
              igual para todos, donde no se respeta el interés personal 
              de nadie. ¿Por qué el sector público tiene que 
              ser sinónimo de burocratismo, de rigidez, de falta de iniciativa, 
              de falta de flexibilidad?» se preguntaba Tedesco en un reportaje 
              publicado en 1999.  
            En las visiones teóricas del sector está 
              creciendo el concepto de educabilidad como aquella medida básica 
              a partir de la cual la escuela puede actuar con mayores posibilidades 
              de éxito. Dicho de otra manera, esas voces se preguntan: 
              «¿Cuál es el mínimo de equidad necesario 
              para poder educar?». La tesis sostiene que, en la medida en 
              que la concentración de la riqueza y la fragmentación 
              social conforman escenarios en los cuales no se pueden garantizar 
              las condiciones mínimas que hacen posible el proceso educativo, 
              la noción de educabilidad adquiere especial relevancia (IIPE/UNESCO, 
              2002).  
            En el mismo sentido surgen reflexiones críticas 
              sobre las políticas centradas en la equidad en la distribución 
              del servicio educativo como promotora de niveles similares de equidad 
              en los niveles de acceso a otros recursos, denunciando que se invierte 
              la tendencia sostenida durante décadas basada en que el desarrollo 
              educativo era dependiente del desarrollo económico-social. 
              Rivero (2000) lo denomina como un nuevo optimismo pedagógico, 
              que independiza la educación de las condiciones económicas 
              y sociales que la predeterminan. Abunda este autor en la idea de 
              que en Latinoamérica la premisa de que la educación 
              es un factor de equidad social no tiene posibilidad de concreción, 
              por la enorme desigualdad e inequidad existente para una gran cantidad 
              de alumnos que vive en condiciones precarias. 
            La información que se viene recogiendo 
              en la década muestra la persistencia dentro del sistema educativo 
              de correlaciones positivas entre fracaso escolar, abandono, repitencia, 
              bajos resultados en las pruebas de evaluación de la calidad 
              de los aprendizajes y los ingresos familiares de los estudiantes. 
              Un estudio reciente sobre los datos de la Encuesta Permanente de 
              Hogares (EPH) ya citados sobre escolarización (Feijóo, 
              2002), señala que las disparidades en términos de 
              cobertura tienen una fuente adicional de diferenciación, 
              que corresponde a la situación relativa de los hogares en 
              términos de distribución de la riqueza.  
            El mencionado trabajo destaca también el 
              impacto que tuvo en la provincia de Buenos Aires la implementación 
              de la Ley Federal sobre las poblaciones más pobres, y la 
              aplicación de un programa masivo de becas para incorporar 
              o retener a los más vulnerables en los primeros años 
              del nivel secundario (EGB 3) y en el polimodal. También aumentó 
              la escolarización de jóvenes de sectores medios bajos 
              y medios.  
            A pesar del importante crecimiento de la escolaridad 
              las edades no pueden ajustarse exactamente a los niveles educativos, 
              dados los modos en que el sistema educativo discrimina en su funcionamiento. 
              Las cifras de repitencia, sobreedad y deserción son altas, 
              y si bien no pueden compararse entre las provincias porque no existen 
              acuerdos sobre los criterios y modos de evaluación del rendimiento 
              de los alumnos entre ellas, está claro que afectan de modo 
              particular a las poblaciones escolares más pobres.  
            Según una encuesta especial realizada por 
              el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) en 
              conglomerados urbanos entre los niños y jóvenes de 
              6 a 18 años que asistían a la escuela, el 18,3% había 
              repetido alguna vez. La relación con el nivel de ingresos 
              del hogar ascendía a cerca del 30% entre las poblaciones 
              con ingresos hasta el 1.· decil, a 22,3% en el segundo, y a 
              18% y 17,2% en el 3.· y 4.· decil, respectivamente. A 
              partir del 6.· decil los índices son inferiores al promedio 
              del país, hasta llegar al 4% en el 10.· (INDEC, 1998). 
              De la misma fuente provienen los datos que muestran que, si bien 
              ha aumentado el promedio de años de escolaridad de la población 
              (8 años), un análisis que incluye la situación 
              de ingresos muestra que en las poblaciones indigentes el promedio 
              es de 6,9, de 7,9 entre los pobres y de 10,5 entre los no pobres. 
            En general, los sectores más pobres son 
              atendidos con los servicios más pobres. Edificios precarios 
              (recordemos las 2000 escuelas rancho erradicadas en los 90, muchas 
              de ellas con 50 años de historia), falta de equipamiento 
              adecuado, profesores inexpertos o con escasa formación, malas 
              condiciones laborales, nula demanda o poder de presión de 
              los sectores sociales afectados. Sólo el inicio de políticas 
              compensatorias en la década de los 90 comenzó a mostrar 
              que se podía salir de la repetición perversa de la 
              desigualdad a condición de que se aplicaran políticas 
              intensivas en recursos pedagógicos, becas, materiales didácticos, 
              mejora de las condiciones edilicias, incentivos, etc. Un estudio 
              preliminar del Ministerio de Educación de la Nación 
              (Subsecretaría de Evaluación de la Calidad, 1997) 
              analizó el resultado por regiones de las pruebas de evaluación 
              entre 1993 y 1996 (Noreste, Noroeste, Nuevo Cuyo, Patagonia y Centro) 
              de las escuelas atendidas con políticas compensatorias del 
              programa Plan Social Educativo del Ministerio Nacional. En él 
              se podía ver una importante mejora en las zonas de mayor 
              pobreza y con más bajos resultados educativos (Noreste mejoró 
              sus resultados un 24%, las escuelas del Noroeste un 15%, y Nuevo 
              Cuyo un 19%. La media de mejoras para todas las escuelas del Plan 
              Social que se incluyeron en la muestra fue del 14%). Señalemos 
              que esos niveles no alcanzaban a estas escuelas para llegar a la 
              media nacional de resultados de aprendizaje.  
            Cuadro 3 
              Beneficiarios del gasto público en educación 
              según niveles de ingreso (1996) 
              
            Q1=20% más pobre, Q5=20% más rico de 
              la población.  
              FUENTE: José Luis Coraggio, Contribución al estudio 
              del sistema argentino de educación superior universitaria, 
              Consejo Interuniversitario Nacional, junio 2001, p. 60. 
               
            Otro aspecto de la inequidad del sistema educativo 
              argentino la muestra un estudio de Coraggio (Guadagni y otros, 2002) 
              donde se destaca que en 1996 de cada 100 pesos que el gobierno gastaba 
              en la universidad, apenas 5,90 beneficiaban a los más pobres. 
              De cada 100 pesos gastados en la enseñanza secundaria, 29 
              eran para los de menores ingresos, y si vemos esta cifra en la primaria, 
              el beneficio para los más necesitados era de 47 pesos.  
            Para cerrar los datos vinculados a la inequidad 
              se hace ineludible la reflexión sobre el siguiente hecho: 
              la distribución inequitativa de los conocimientos y de las 
              condiciones favorables para garantizar la educabilidad de todos, 
              es equiparable a la inequidad de la estructura impositiva. Todos 
              los estudios son coincidentes en señalar que Argentina tiene 
              un sistema impositivo esencialmente regresivo, en el que en proporción 
              pagan más quienes menos tienen. En 1997 la presión 
              tributaria promedio fue del 25,9% en relación con el ingreso 
              per cápita; el decil más bajo de la estructura social 
              sufrió una presión tributaria del 33,6%, mientras 
              que el decil superior soportó una presión de sólo 
              el 25,3% (Guadagni y otros, 2002). El mismo autor señala 
              que esta regresividad en la estructura impositiva no es muy común 
              en el mundo y a tal efecto la compara con Estados Unidos, donde 
              la progresión es la contraria: aumenta la presión 
              con el aumento de los ingresos.  
            Gráfico 1  
              Presión tributaria por deciles de ingreso familiar.  
              Argentina 
              
            FUENTE: Santieri y Gómez Sabaini, en A. Guadagini 
              et al., 2002, p. 57. 
            Gráfico 2 
              Presión tributaria por niveles de ingreso.  
              Argentina y Estados Unidos (% disponible) 
              
            FUENTE: Santieri y Gómez Sabaini, en A. Guadagini 
              et al., 2002. 
            Sin embargo, las señales que provienen 
              del sistema educativo en todo el país nos muestran que la 
              crisis ha detenido en su mayor parte las líneas de reforma 
              iniciadas en el sector, sean éstas de ampliación de 
              cobertura y de equipamiento o las referidas a la mejora de la calidad 
              y de la eficiencia de los servicios, lo que, de continuar así, 
              hace prever un sensible deterioro de los niveles de inclusión 
              y de calidad medidos a finales de la década anterior.  
            4. Relevamiento de trabas que impiden avanzar 
              en la reforma 
            4.1 La descentralización del sistema 
            Partiré de una afirmación: la reforma 
              del Estado para una gestión descentralizada del servicio 
              está incompleta: la transferencia de recursos y de responsabilidades 
              hacia los efectores reales aún no se ha hecho. Tropieza con 
              un entramado de regulaciones administrativas y laborales a nivel 
              provincial que habría que cambiar, y padece la ausencia de 
              debate y la generación de alternativas de nuevos modelos 
              de gestión y garantías para un financiamiento adecuado. 
              Revisemos brevemente los rasgos del proceso de descentralización. 
            Hasta el año 1992 los servicios educativos 
              correspondientes a los niveles inicial, primario y secundario se 
              encontraban mayoritariamente a cargo de cada provincia, y la Nación 
              conservaba bajo la jurisdicción del Ministerio de Educación 
              poco más del 20% de la oferta educativa global, sobre todo 
              secundaria y terciaria no universitaria, junto con el total de los 
              servicios de educación privada. La Ley de Transferencia de 
              1992 dejó en manos de las provincias todos estos servicios, 
              permitió el inicio de un modelo que confió a las autoridades 
              locales la gestión directa de la educación, y preservó 
              para el Ministerio Nacional las funciones de diseño, concertación 
              y promoción de las políticas educativas. 
            Este proceso tuvo dos debilidades de partida: 
            
              -  Se realizó sin estudios previos sobre la capacidad real 
                de garantizar una buena gestión por parte de las provincias 
                (fortaleza técnico-administrativa), y sin un análisis 
                de sustentabilidad financiera.
 
              -  Su génesis no tuvo relación con una política 
                estrictamente educativa. Si bien hubo consenso político 
                entre Nación y provincias y éste quedó refrendado 
                en convenios formales de traspaso, no se trató de una decisión 
                centrada en la búsqueda de la calidad, de la equidad y 
                de la eficiencia del servicio educativo, sino que se originó 
                en los compromisos de ajuste presupuestario del gobierno central 
                asumidos entre 1989 y 1991 ante los organismos de crédito 
                internacionales (Hanson, 1997). Por lo tanto, a pesar de que la 
                transferencia de la totalidad de los servicios fue uno de los 
                componentes del Congreso Pedagógico Nacional (1985), cuando 
                se hizo efectivo no se tomaron los recaudos de una política 
                que buscara objetivos de calidad, equidad y eficiencia.
 
             
            Estos dos rasgos, a su vez, se asentaron sobre 
              la débil conformación del federalismo en Argentina. 
              Nos referimos a la contradicción que existe entre un país 
              ordenado federalmente y un comportamiento político y ciudadano 
              centralista en sus demandas.  
            Si bien la educación en América 
              Latina (y en particular en Argentina) se originó en el orden 
              local ya fuera en municipios o en instituciones religiosas, 
              su gestión se fue centralizando progresivamente debido a 
              la necesidad de consolidar las nuevas repúblicas. En Argentina 
              hubo un movimiento deliberado de construcción de la identidad 
              nacional, de voluntad de generar un sentimiento de pertenencia de 
              poblaciones diversas por efecto del proceso de inmigración 
              masiva que tuvo lugar entre 1860 y 1920. La ley que origina el sistema 
              educativo (Ley 1420 de 1884) reconoce un sistema federal en lo referente 
              a la administración, pero unitario en la concepción 
              y en los contenidos.  
            Las irregularidades con las que funcionaba el 
              servicio educativo en las diferentes provincias, la falta de financiamiento, 
              las sucesivas crisis por falta de pago a los docentes, la baja calidad, 
              hicieron que en 1905, con la sanción de la Ley Lainez (Ley 
              4874), se diera un paso crucial hacia el centralismo: se autorizó 
              al gobierno nacional a crear escuelas bajo su jurisdicción 
              en los territorios provinciales, que primero serían de nivel 
              secundario pero luego se abrirían para todos los niveles 
              del sistema. La idea era suplir las falencias de la mayoría 
              de las provincias en materia educativa y operar como modelo en términos 
              pedagógicos y administrativos para los servicios de orden 
              local. De esta manera se superpuso un sistema educativo de orden 
              provincial y otro de orden nacional.  
            Cuando se agotó el modelo económico 
              que sostenía las iniciativas del Estado en materia educativa, 
              comenzó en la década de los 50 un lento proceso de 
              transferencia que tuvo su mayor impacto a finales de los 70 (dictadura 
              militar), con el traspaso de casi todas las escuelas nacionales 
              de nivel primario sin los recursos financieros necesarios, lo que 
              dejó el recuerdo y las secuelas del primer gran desfinanciamiento 
              vinculado a una política de descentralización, y ya 
              en los 90, con la transferencia de todas las escuelas secundarias 
              y terciarias no universitarias estatales y privadas, pero esta vez, 
              como ya se señaló, con los recursos financieros que 
              utilizaba la Nación hasta ese momento. 
            Este breve repaso histórico se hace para 
              resaltar los motivos por los cuales quedó tan fija en la 
              sociedad la idea de que la responsabilidad directa sobre la política 
              educativa es del gobierno nacional, lo que se alimenta a diario 
              con un patrón de conducta de las autoridades políticas 
              locales, que casi siempre justifican sus propias decisiones, falencias 
              o errores respecto al funcionamiento de la educación en su 
              jurisdicción culpando a las autoridades políticas 
              nacionales (aunque pacte con ellas). Los docentes y la comunidad 
              local, salvo excepciones, toman la misma actitud, restando demandas 
              a los actores de orden local, sean de la escuela o inclusive del 
              gobierno, y cargando las tintas contra el orden nacional. Si a la 
              gestión de la educación agregáramos el desarrollo 
              de otros servicios como los de salud, comunicaciones y aún 
              de seguridad, que nacieron y perduraron por muchos años con 
              exclusividad como de jurisdicción nacional, podemos comprender 
              mejor que una política de descentralización requiere 
              un cambio cultural importante, que se asienta sobre nuevas regulaciones 
              y que necesita explicitaciones públicas y concertaciones 
              políticas transparentes que ayuden a cambiar la cultura vigente. 
              Sobre eso expresa Lauglo (1996) que, «si bien la educación 
              posee cierto grado de autonomía, está condicionada 
              por ideas más generales sobre la sociedad y sus instituciones 
              y ello condiciona la idea de cómo debería distribuirse 
              la autoridad en una gama de servicios». 
            La transferencia fue un hecho: se realizó 
              en las condiciones señaladas y encontró en las provincias 
              diferentes grados de fortaleza institucional para gestionarla. Tuvo 
              el rechazo del gremio de representación nacional más 
              grande, el Centro de Trabajadores de la Educación (CTERA), 
              que vio amenazada su capacidad de acción al fragmentar 
              la gestión y por ende la demanda y la desconfianza 
              inicial de la comunidad educativa docentes, alumnos y padres, 
              que temían que se tratara del abandono del Estado de su responsabilidad 
              sobre el servicio en manos de gestiones provinciales, que siempre 
              pensaron precarias y de menor calidad. En ese sentido, el proceso 
              de mayor costo político fue la transferencia de las Escuelas 
              Normales, convertidas ya entonces en institutos terciarios de formación 
              docente.  
            A pesar del avance de las diferentes líneas 
              de política en el marco del reordenamiento global del sistema, 
              quedó casi intacta la cultura clásica de baja responsabilidad 
              local y de alta demanda al gobierno central. Más aún, 
              hasta ahora en la mayoría de los casos los acuerdos federales 
              de política educativa han terminado basándose sólo 
              en los recursos que se obtienen o no a partir de ellos, dado que 
              no existen instrumentos que obliguen a las partes a su cumplimiento. 
             
            Pero, ¿puede realmente ser descentralizado 
              un sistema educacional? se pregunta Hanson (1997) en un estudio 
              comparado de carácter internacional, y cita el caso de los 
              procesos de Argentina, Colombia y México, donde los ministerios 
              de Educación han conservado la autoridad centralizada sobre 
              las políticas nacionales, los marcos de referencia de los 
              currículos, la generación y el manejo de la información, 
              la evaluación académica, la capacitación especializada 
              y la implementación de programas de educación compensatorios 
              destinados a aumentar la equidad interna del sistema escolar para 
              los alumnos de las regiones más pobres. Sin embargo añade, 
              a menudo enfrentan el hecho de que si bien la responsabilidad se 
              encuentra descentralizada, falta la autoridad necesaria, la capacitación, 
              o, a veces, el financiamiento para llevar a cabo las tareas. Por 
              eso señala que debe realizarse un análisis organizativo 
              y administrativo para determinar en qué nivel del sistema 
              deben asignarse las responsabilidades específicas y la autoridad, 
              y realizar la asignación de dichas funciones cuando se haya 
              asegurado la capacidad real para ejercerla, lo que lo lleva a afirmar 
              algunas lecciones de política como:  
            
              -  Cuanto más involucre una iniciativa de descentralización 
                la transferencia de oportunidades positivas, en lugar de problemas 
                y gastos (únicamente, agrego) a las regiones o municipalidades, 
                mayores serán las probabilidades de éxito.
 
              -  El éxito o el fracaso de las grandes reformas educacionales 
                depende más de consideraciones políticas que técnicas.
 
              -  El gobierno y las asociaciones de profesores pueden ser aliados 
                en el proceso de descentralización si ambas instituciones 
                obtienen beneficios de la reforma.
 
              -  La iniciativa local se ve significativamente reducida cuando 
                el financiamiento total de la educación depende del presupuesto 
                del gobierno central.
 
              -  La autoridad debiera ser transferida a las regiones, municipalidades 
                o escuelas sólo después de que estas cumplan pruebas 
                de capacidad específicas tales como habilidad financiera 
                y capacitación o participación de la comunidad, 
                en lugar de descentralizar todas las áreas en forma simultánea, 
                con independencia de su capacidad. 
 
             
            4.2 La distribución de responsabilidades 
              entre los diferentes niveles de gestión del sistema 
            El nivel nacional 
            En el reordenamiento del sistema las funciones 
              centrales previstas en la Ley Federal de Educación para el 
              Ministerio Nacional son tres: el diseño de los lineamientos 
              de la política educativa nacional, la concertación 
              con todas las autoridades educativas provinciales en el Consejo 
              Federal, y la promoción de políticas. Estas funciones 
              implican también las tareas de regular, evaluar y acreditar 
              o certificar, en última instancia, la autoridad educativa 
              nacional. 
            A pesar de estas disposiciones, la transferencia 
              de la totalidad de los servicios educativos a las provincias sin 
              un debate informado sobre los objetivos de la descentralización 
              y algún consenso estructurante sobre la reforma del Estado, 
              lleva a que el hecho de que hoy exista un Ministerio Nacional sin 
              escuelas que dependan directamente de él sea utilizado como 
              argumento para minimizar el papel que éste desempeña. 
              Muchos dirigentes políticos y no pocos medios de comunicación 
              se hacen eco de la opinión de que un ministerio sin escuelas 
              no se justifica como ministerio. Tras esa afirmación existe 
              la idea o la ilusión de distribuir el presupuesto asignado 
              a ese organismo entre las provincias, sin reparar en que dicho presupuesto 
              está conformado en gran parte por transferencias directas 
              a gobiernos y universidades, y que esa afirmación va a contramano 
              de la importancia que se le asigna hoy a la política educativa 
              como herramienta del Estado (aun del federal) para el desarrollo 
              de estrategias de crecimiento basadas en la mayor competitividad 
              y formación de las personas, y en garantizar la igualdad 
              de oportunidades.  
            Una ojeada general a las funciones subyacentes 
              a las partidas presupuestarias destinadas a educación en 
              un año (2001) sugiere que: 
            
              -  De la cantidad de recursos asignados a educación en 
                el Presupuesto Nacional, el 90% está constituido por transferencias 
                que se destinan a los gobiernos provinciales y a las universidades 
                nacionales. Dichas transferencias se realizan sin vinculación 
                a políticas, programas o acciones específicas del 
                Ministerio de Educación de la Nación. Son flujos 
                entre tesorerías, independientes de las estrategias o de 
                las políticas nacionales en ejecución.
 
              -  Los recursos destinados a política educativa en sentido 
                estricto superan ligeramente el 10% del presupuesto global, y 
                están conformados en mayor proporción por transferencias 
                asociadas a la ejecución de programas, y en un 3% por gastos 
                de personal y por servicios del Ministerio. 
 
              -  En valores programados, por ejemplo, en el año 2001 
                se trató de 2.900 millones de pesos en transferencias (de 
                los cuales 270 millones estuvieron ligados a programas específicos) 
                y de 88 millones para gastos de personal y de servicios del Ministerio.
 
              -  El monto global presupuestado para la ejecución de políticas 
                emanadas del Ministerio de Educación representó 
                350 millones de pesos, de los cuales el 75% (270 millones) correspondió 
                a transferencias en el marco de programas de educación 
                básica y superior.
 
             
            La distancia entre el presupuesto educativo global 
              y el que se pone efectivamente en manos del Ministerio Nacional, 
              en una relación de 1 a 10, refleja, por un lado, lo magro 
              de la tajada del pastel disputado por muchas jurisdicciones, que 
              reclaman a veces la distribución lisa y llana del mismo y 
              la desaparición del Ministerio, quizás por desconocimiento 
              de la estructura y del destino de los recursos presupuestarios; 
              por otro, destaca la necesidad de la mayor justicia y efectividad 
              en el uso de los recursos nacionales para garantizar el cumplimiento 
              de la política, condicionando las inversiones a garantizar 
              la igualdad de oportunidades y una educación de calidad equivalente 
              en todo el territorio nacional. 
            El nivel provincial de gestión de la educación 
            La gestión directa de las escuelas y de 
              las instituciones de nivel superior no universitario, incluidas 
              las de formación docente y todas aquellas de cualquier nivel 
              que la provincia cree especialmente (por ejemplo universidades provinciales) 
              dependen del gobierno provincial, con la única excepción 
              de las universidades nacionales. Por tanto, la asignación 
              de recursos propios o los provenientes de la coparticipación 
              nacional en impuestos, la política de personal y de alumnos 
              y la política educativa, son materias de este nivel jurisdiccional. 
             
            La provincia debe adaptarse a la legislación 
              nacional en materia de contenidos básicos de enseñanza, 
              carga horaria, ciclos y niveles educativos, evaluaciones periódicas 
              de calidad y todo otro acuerdo federal de política según 
              lo dispuesto en la Ley Federal de Educación. Debe tener total 
              facultad para ampliar, profundizar y adaptar los contenidos de la 
              enseñanza acordados a nivel nacional, para realizar operativos 
              propios de control de calidad, y para desarrollar las ofertas educativas 
              que estime necesarias para las demandas de su población. 
              Sin embargo, los títulos y certificaciones que expidan las 
              instituciones de su territorio quedarán supeditados a la 
              autoridad nacional para su reconocimiento. Esta es la herramienta 
              que la Ley Federal de Educación le reserva a la autoridad 
              nacional para hacer cumplir los criterios de calidad y de equidad 
              del servicio, y que debe garantizar en última instancia. 
              Así mismo, la Constitución mantiene como prerrogativa 
              del gobierno nacional poder intervenir políticamente en la 
              provincia si ésta no cumple con el servicio educativo básico. 
             
            De hecho la gestión, en la mayoría 
              de las provincias, no garantiza una prestación adecuada del 
              servicio, y en muchos casos pone en riesgo su continuidad al no 
              asegurar su pleno financiamiento. Además, la crisis financiera 
              actual plantea serios problemas de equipamiento y de infraestructura. 
            Datos relevantes: 
            
              -  Muchas provincias no garantizan el pago de salarios al personal 
                docente. 
 
              -  Existe una escasa decisión política para efectuar 
                reformas laborales y administrativas en los gobiernos provinciales. 
              
 
              -  Persiste la alta centralización, la burocracia y la 
                rutina en las gestiones provinciales.
 
              -  Es patente la crisis fiscal y la escasez de recursos para financiar 
                la educación en muchas provincias.
 
              -  Se incrementan los costos no previstos cuando se trata de universalizar 
                la educación media.
 
              -  Los recursos para inversiones en infraestructura y equipamiento 
                son insuficientes.
 
              -  Se sobredimensionan las plantas docentes provinciales. 
 
             
            La gestión de la educación en las 
              escuelas  
            El hacedor real de la política educativa 
              está en la escuela; es lo que hacen o dejan de hacer dentro 
              de ella los docentes y los equipos directivos. Cualquier reforma 
              puede quedar en sus puertas si, aunque estén consolidados 
              los acuerdos y los instrumentos macro de la política educativa 
              nacional, no se asegura que ello incida de verdad en las prácticas 
              cotidianas de la escuela. Si se focaliza en la escuela y se recorre 
              el entramado de regulaciones administrativas y laborales vigentes 
              en cada provincia, se comprueba que impiden poner en marcha un modo 
              diferente de gestionar los aprendizajes que se centren en los conocimientos 
              y competencias que se desean garantizar en los alumnos, poniendo 
              en juego la verdadera profesionalidad de los docentes. 
            La escuela tiene la función de enseñar, 
              y seguramente en el desarrollo de esa función también 
              aprende. Sin embargo, un repaso del modo en que funciona una escuela 
              de nivel secundario nos llevaría a afirmar que está 
              muy lejos de constituirse en una organización que gestiona 
              conocimientos y que aprende, rasgos típicos de una institución 
              que funciona como es debido. En una organización sus miembros 
              interactúan de manera intensa y laboriosa, tanto procesando 
              conocimientos como creándolos en una práctica interactiva 
              de ensayo y de error, donde todo el tiempo se ponen en juego la 
              imaginación y las ideas y se aprende de otros. Tanto es así 
              que existe una rica vertiente de estudios sobre el conocimiento 
              organizacional, que analiza y valora el saber que se crea en una 
              organización, pues éste es el que explicaría 
              el mayor o menor éxito de dicha organización. Es el 
              conocimiento tácito que circula dentro de ella y entre sus 
              miembros el que le da identidad y valor. «La creación 
              de conocimiento organizacional es la clave del peculiar proceso 
              a través del cual las firmas innovan. Son especialmente aptas 
              para innovar continuamente, en cantidades cada vez mayores y en 
              espiral» (Nonaka y Takeuchi, 1999). 
            Las escuelas enfrentan hoy una complejidad para 
              la cual no están preparadas: el deterioro de las condiciones 
              de educabilidad de una proporción muy importante de la población, 
              y el fuerte incremento de la heterogeneidad de los problemas y de 
              las necesidades educativas. Ante esta situación la escuela 
              produce respuestas rutinarias, tiene escasa o nula decisión 
              sobre la gestión de los recursos que utiliza y baja responsabilidad 
              sobre sus resultados. En general, dispone de docentes con formación 
              inicial de baja calidad promedio, de ambientes y prácticas 
              laborales poco calificadoras, de falta de prácticas de planificación, 
              gestión y evaluación cooperativa, y de ausencia de 
              incentivos para su mayor profesionalización. Las escuelas 
              no cuentan con recursos para financiar actividades no rutinarias 
              que les permitan ensayar respuestas adecuadas a situaciones nuevas. 
              La asignación de recursos humanos es ineficiente e inequitativa. 
              No responde a las necesidades de conformación de equipos 
              que gestionen, ni tampoco preserva la dedicación exclusiva 
              de un porcentaje de ellos que pueda contener y desarrollar la política 
              institucional. 
            La conducción de la escuela tiene poco 
              poder de decisión sobre la gestión de su personal; 
              las decisiones se toman fuera del ámbito escolar; la programación 
              del trabajo, la organización y la asignación de los 
              tiempos no se rige por una lógica centrada en la enseñanza. 
              Tiene que adaptarse a la disponibilidad de docentes taxis, 
              que se ven obligados a distribuir su jornada de trabajo en varios 
              establecimientos. Es inequitativa porque los docentes recién 
              graduados y sin experiencia son asignados a las escuelas de mayor 
              complejidad. Se premia a los docentes más calificados y con 
              mayor experiencia con los puestos que atienden las situaciones de 
              menor complejidad, o directamente con la salida del aula y el pase 
              a tareas administrativas o de conducción.  
            La selección de las conducciones escolares, 
              salvo experiencias recientes en la provincia de San Luis, se realiza 
              de manera inadecuada, sin evaluación ni control de resultados. 
              La supervisión por parte de las autoridades provinciales 
              es rutinaria y en general está a cargo de colegas, dado que 
              en el mejor de los casos el puesto de supervisor es parte de la 
              carrera profesional, y en el peor el resultado de preferencias partidarias, 
              siendo muy difícil la aplicación de sanciones o el 
              señalamiento objetivo de los déficit y debilidades 
              que pudieran encontrarse en los establecimientos.  
            En síntesis: 
            
              -  Existen sistemas inadecuados de selección, evaluación 
                y apoyo de las conducciones escolares. 
 
              -  Se mantiene el deterioro de las condiciones de educabilidad 
                en una proporción muy importante de la población. 
              
 
              -  Se nota un fuerte incremento de la heterogeneidad y de la complejidad 
                de los problemas y de las necesidades educativas.
 
              -  Persiste una baja capacidad de las escuelas para identificar 
                necesidades y para articular respuestas educativas adaptadas a 
                las necesidades de una población cada vez más heterogénea.
 
              -  Se carece de prácticas de planificación, gestión 
                y evaluación cooperativa entre los docentes.
 
              -  La responsabilidad que se asigna a las escuelas por procesos 
                y resultados es baja.
 
              -  Hay una escasa capacidad de aprendizaje organizacional, mientras 
                la rutina de las prácticas educativas es alta.
 
              -  La capacidad de decisión de las escuelas sobre los recursos 
                que utiliza para generar respuestas es muy limitada.
 
              -  Las escuelas no disponen de recursos para financiar actividades 
                no rutinarias.
 
              -  En la escuela se toman muy pocas decisiones sobre gestión 
                del personal docente.
 
             
            Las instituciones que forman a los docentes 
            En Argentina existen 1.279 instituciones de nivel 
              superior no universitario que forman docentes para el nivel primario 
              (EGB 1 y 2) y para el secundario (EGB 3 y polimodal). De ellas el 
              64% son estatales y el resto privadas, casi en su totalidad confesionales. 
              Tienen como promedio 196 alumnos, siendo la relación docente-alumno 
              de 8, y se estima que concluye la carrera no más del 20% 
              de la matrícula que ingresa.  
            Los docentes que trabajan en esas instituciones 
              son en total 30.214, de los que las tres cuartas partes son mujeres; 
              la edad promedio es de 40 años, teniendo el 33% entre 40 
              y 49 años y el 16% entre 50 y 59 años (MCE, 1997b). 
            La mayoría de los docentes que forman docentes 
              ha estudiado en el mismo nivel en que se desempeña: un 28,5% 
              lo hizo en la universidad y un 5% tiene algún postgrado completo, 
              en tanto un 13,2% no ha alcanzado a terminar el nivel medio. Aquí 
              de nuevo las diferencias entre las provincias son muy notables (MCE, 
              1997c).  
            Estas instituciones, en general, no han incorporado 
              a sus procesos de trabajo la investigación y la extensión 
              a escuelas de su entorno. Están conectadas en red de base 
              informática, tienen acceso a Internet y han sido provistas 
              por la Red Federal de Formación Docente Continua (MCE) de 
              bibliotecas especializadas y de equipamiento. Comenzaron un proceso 
              de reacomodo interno a las exigencias que provenían de las 
              normativas de los 90, pero se estima que no alcanzaron a producir 
              transformaciones de envergadura en muchas de ellas. En estos momentos, 
              según datos a confirmar, el 40% habría sido reacreditado, 
              pero gradualmente se han hecho más permisivas las normas 
              que en principio había acordado el Consejo Federal para su 
              acreditación. 
            De hecho, la oferta está sobredimensionada 
              y carece de controles de calidad y de pertinencia. En algunas provincias 
              se ha suspendido la inscripción en los institutos, con el 
              objetivo de trabajar en la modificación del sistema.  
            En general, podría afirmarse que siguen 
              pendientes los siguientes aspectos: 
            
              -  La opción profesional por la docencia suele ser por 
                descarte.
 
              -  Escasean docentes para algunas disciplinas básicas.
 
              -  Los ambientes y las prácticas laborales docentes son 
                poco calificativas y atractivas.
 
              -  No hay incentivos para la profesionalización.
 
              -  La formación docente inicial es, por lo común, 
                de baja calidad.
 
              -  La oferta de formación inicial está muy fragmentada 
                y cuenta con escasos recursos.
 
              -  Existe poca articulación entre las instituciones de 
                formación docente y las demandas del sistema.
 
              -  La investigación académica vinculada a la mejora 
                de los procesos de enseñanza es escasa.
 
              -  Los sistemas de acreditación de la calidad de las instituciones 
                formativas son muy débiles, poco reconocidos y con baja 
                implementación.
 
              -  Se mantiene una fuerte resistencia de las organizaciones sindicales 
                provinciales a políticas de reforma laborales y administrativas. 
              
 
             
            4.3 Acuerdos nacionales de política 
            Es imprescindible abrir el abanico de dificultades 
              a la hora de encarar reformas estructurales hasta involucrar aquellas 
              de nivel macro que están en la convergencia de las relaciones 
              entre la sociedad y el Estado. La reforma por la calidad, la eficiencia 
              y la equidad del sistema educativo requiere en esta etapa la promoción 
              de cambios de orden estructural y de costos políticos que 
              tienen pocos aliados en la dirigencia política y empresarial 
              y entre los formadores de opinión, y muy fuertes y concentrados 
              detractores.  
            Corrales (1999) señala que si bien «existe 
              un consenso generalizado respecto a que el mejoramiento del desempeño 
              de las instituciones educacionales es indispensable para promover 
              el desarrollo socioeconómico, reducir las desigualdades, 
              aumentar la competitividad económica de las naciones y seguramente 
              fortalecer las instituciones gubernamentales. Sin embargo no se 
              aprueban ni implementan reformas educativas significativas, principalmente 
              por razones políticas». 
            El argumento principal de este autor es que las 
              reformas por la calidad y la eficiencia tienen mayores probabilidades 
              de prosperar si se superan los siguientes obstáculos políticos: 
              la concentración del costo y la distribución de los 
              beneficios (matriz de Wilson, 1973, citado por Corrales, 1999). 
              Según este argumento, los cambios que suponen ese tipo de 
              reformas generan perdedores concentrados, quienes tienen una alta 
              probabilidad de organizarse con eficacia para bloquear las reformas. 
              Los beneficiarios existen nos advierte, pero tienen 
              menos incentivos y motivaciones como para montar una demanda a favor 
              de la reforma que sea lo suficientemente vigorosa para vencer a 
              los perdedores; las debilidades en el grado de compromiso de los 
              ministerios del lado de la oferta; las carencias en el grado de 
              demanda de las reformas por parte de la sociedad; las características 
              institucionales que aumentan el poder de los grupos que ejercen 
              el veto. 
            En el período 1985-1995 se comprueba un 
              aumento en las tasas de escolarización secundaria en toda 
              la región, que impacta de diferente manera según los 
              rasgos de cada país. Para los de perfil demográfico 
              moderno e ingresos altos (tipología de N. López y 
              J. C. Tedesco, CEPAL, 2002), que engloba a Argentina, Chile y Uruguay, 
              parece que aumentar el ritmo de crecimiento de la matrícula 
              en ese nivel se les hizo muy costoso en términos de esfuerzo 
              social. En la línea argumental anterior, para ellos el crecimiento 
              de las tasas de escolarización sigue una dinámica 
              según la cual los ritmos disminuyen a medida que los índices 
              se aproximan al valor final. En un contexto de baja escolarización, 
              las políticas de acceso pertenecerían al área 
              blanda de política social, es decir, a aquellas que ofrecen 
              menos resistencia al cambio. Pero a medida que se avance en la cobertura, 
              la sociedad en su conjunto debe realizar mayores esfuerzos e inversiones 
              para continuar hacia la universalización y para tocar aspectos 
              más estructurales del sistema educativo y de la estructura 
              fiscal. El ejemplo de la incorporación de los sectores más 
              pobres al 3.· ciclo de la EGB y al nivel polimodal o secundaria 
              superior en el conurbano bonaerense a finales de los 90, y los actuales 
              índices de abandono por dificultades de financiamiento (becas), 
              de políticas de contención pedagógica en las 
              escuelas, y de regulaciones administrativas y laborales que impiden 
              la aplicación de innovaciones en la gestión para tener 
              mejores resultados de contención y aprendizaje, son un ejemplo 
              (Provincia de Buenos Aires, 2002). 
            Tampoco ayuda el poco interés y la falta 
              de especialización de muchos medios de prensa por enriquecer 
              el debate público. En general, sólo se interesan por 
              la educación a partir de conflictos debidos a razones salariales 
              o a escándalos producidos por situaciones excepcionales de 
              conducta que se presentan a veces en algunos establecimientos. No 
              se abordan de manera sistemática las causas que afectan a 
              la falta de eficiencia del sistema ni las innovaciones que en muchas 
              instituciones se han comenzado o que ya existen en otros países. 
              La información es en general tan ideologizada como 
              la de las corporaciones que actúan dentro del sistema educativo. 
             
            En síntesis, tenemos por un lado la ausencia 
              de visión y de voluntad compartida de los sectores dirigentes, 
              y, por otro, pobreza de debate público. Ello facilita el 
              hecho de que, habiéndose cumplido la primera etapa de aplicación 
              de la Ley Federal y del Pacto Federal Educativo, no existan acuerdos 
              nacionales vinculantes de política educativa ni recursos 
              para promoverlos y sostenerlos.  
            En resumen destacamos: 
            
              -  No hay un acuerdo nacional que comprometa el flujo suficiente 
                y permanente de recursos para educación.
 
              -  Ausencia de evaluación sistemática de los acuerdos 
                federales de la primera etapa de aplicación de las reformas.
 
              -  Los acuerdos federales sobre políticas educativas no 
                cuentan con instrumentos que obliguen a las partes a su cumplimiento.
 
              -  Los acuerdos federales de políticas educativas terminan 
                basándose únicamente en los recursos que se obtienen 
                o no a partir de ellos.
 
              -  Existe una baja institucionalidad y un escaso respeto por los 
                acuerdos nacionales fundamentales de parte de los actores sociales 
                y políticos. 
 
              -  Ausencia de compromisos constitutivos fundamentales entre la 
                Nación y las provincias.
 
              -  Bajo interés y una exigua voluntad de la dirigencia 
                política por entender y atender la diversidad de problemas 
                educativos vinculados con la calidad y la inclusión.
 
              -  Falta de visión compartida entre la dirigencia política 
                nacional y provincial de políticas para el sector.
 
              -  Una demanda poco calificada de las familias hacia las escuelas.
 
              -  Una cultura de los títulos o certificados en la población, 
                con baja preocupación por la calidad de la formación. 
              
 
              -  Una demanda débil y poco específica de los sectores 
                empresariales en educación. 
 
              -  Pobreza de debate y escaso compromiso de la comunidad académica. 
              
 
              -  Una fuerte resistencia de la representación sindical 
                para discutir sus intereses en el marco de políticas educativas 
                que modifiquen el statu quo.
 
              -  Unas condiciones muy deficientes de las provincias debidas 
                a su crisis fiscal, para generar espacios de discusión 
                con los sindicatos de docentes.
 
              -  Una baja calidad del debate público sobre educación.
 
              -  La ausencia de nuevos acuerdos nacionales que definan metas 
                y estrategias de políticas para la década. 
 
             
            Nudos críticos seleccionados 
            De la enumeración anterior jerarquizamos 
              y seleccionamos sólo algunos problemas, por entender que 
              su atención puede producir gradualmente efectos positivos 
              en todo el campo estudiado: 
            
              -  Baja calidad del debate público en educación.
 
              -  No hay un acuerdo nacional que comprometa el flujo suficiente 
                y permanente de recursos para educación. 
 
              -  Carencia de acuerdos nacionales que definan metas y estrategias 
                de políticas para la década. 
 
              -  Ausencia de instrumentos en el nivel nacional (Ministerio de 
                Educación) para ejercer la autoridad que le asigna la ley. 
              
 
              -  Normas y procedimientos provinciales de gestión centralizados, 
                y modelos presupuestarios, de asignación y control obsoletos 
                y rígidos. 
 
              -  Regímenes laborales docentes que no promueven la profesionalidad, 
                y que impiden una gestión adecuada y equitativa de los 
                recursos humanos. 
 
              -  Sistemas de acreditación de la calidad de las instituciones 
                de formación docente muy débiles, poco reconocidos 
                y con baja implementación.
 
             
            5. Marco conceptual y lineamientos para la nueva 
              agenda de políticas en la educación básica 
            
            Las reformas pendientes debieran inscribirse en 
              la reconceptualización aún no abordada sobre el modelo 
              de Estado y sobre sus formas de intervención. Se entiende 
              que la literatura y los debates académicos de la última 
              década en torno a este tema pueden enriquecer los procesos 
              que aún faltan por desarrollar, y abrir un abanico de opciones 
              en la búsqueda de un servicio de calidad bien administrado. 
              «Un Estado minimizado no está a la altura de la complejidad 
              actual: el mercado por sí solo es incapaz de resolver los 
              desafíos económicos, sociales y ecológicos, 
              y menos aún de generar un orden social», pero la idea 
              de «soberanía absoluta del Estado, o monopolio 
              absoluto para la producción de determinados bienes 
              o servicios es obsoleta o impracticable. El Estado solo ya no puede 
              resolver la equidad social, los problemas ambientales, la competitividad
», 
              nos dice Messner (1996). 
            Un trabajo de Bresser Pereira (1998), que recorre 
              la bibliografía actual sobre el tema, puede iluminar la visión 
              sobre las reformas necesarias. Destaca, como punto de partida, que 
              hay que reconstruir el Estado, concebir un Estado más fuerte, 
              con capacidad técnica y con poder de intervención 
              y de regulación; más fuerte financieramente, que ponga 
              énfasis en el control de los resultados en lugar de vigilar 
              o de ejercer los procedimientos; que aumente la fortaleza y preserve 
              la autonomía de la burocracia estatal, y, sobre todo, que 
              separe las áreas de formulación de políticas 
              (de carácter típicamente centralizado) de las unidades 
              de ejecución, necesariamente descentralizadas. El Estado 
              es una entidad monopolista por definición, y sus actividades 
              exclusivas, es decir, en las que no hay concurrencia, son: definir 
              las leyes, imponer justicia, mantener el orden, defender el país, 
              recaudar impuestos, regular las actividades económicas, fiscalizar 
              el cumplimiento de las leyes, representar al país en el exterior. 
              Además, existirían otras actividades que caracterizarían 
              al Estado social. Serían las referidas a la formulación 
              de políticas en el área económico-social, la 
              realización de transferencias hacia la educación y 
              la salud, la asistencia y la previsión social, la fijación 
              del salario mínimo, el seguro de desempleo, la defensa del 
              medio ambiente y del patrimonio cultural, el estímulo de 
              las artes. Estas actividades no serían monopolísticas, 
              pero dado el volumen de transferencia de recursos presupuestarios 
              que implican, tienen que ser actividades exclusivas del Estado. 
            En este último grupo de funciones del Estado 
              el autor distingue algunas que no le serían exclusivas, porque 
              no implican poder del Estado. Se trata de escuelas, universidades, 
              centros de investigación científica y tecnológica, 
              guarderías, hospitales, instituciones de asistencia, museos, 
              orquestas sinfónicas, etc. Y agrega que, si bien en grandes 
              proporciones su financiamiento es una actividad exclusiva, su ejecución 
              no lo es. Serían actividades competitivas que podrían 
              controlarse a través de la administración pública, 
              la vigilancia social y los cuasi mercados. No habría razones 
              para que fueran monopolio estatal ni para que estuvieran sujetas 
              al lucro privado. De ahí que la reforma del Estado en esa 
              área no implique privatización sino publicitación, 
              es decir, transferencia al sector público no estatal, sin 
              dejar de ser políticas de Estado ni servicios que éste 
              garantiza para toda la población. 
            Esos conceptos servirían para repensar 
              los modos de gestión del servicio educativo, con objeto de 
              aumentar la eficiencia y la productividad de cada uno de sus organismos, 
              como por ejemplo: 
            
              -  Gobierno y administración del sistema: desarrollo e 
                implementación de las funciones de definición y 
                de promoción de políticas, financiamiento, concertación, 
                asistencia y apoyo a las escuelas, construcción de estándares 
                y monitoreo de los servicios con diferentes metodologías, 
                procedimientos e instrumentos, según se trate de los niveles 
                nacional o provinciales. 
 
              -  Funciones de evaluación, acreditación y certificación 
                de títulos y de competencias, y acreditación de 
                instituciones a cargo de organismos públicos de gestión 
                no estatal ajustados a las políticas que se fijen, con 
                presupuesto descentralizado y control estatal. 
 
              -  Gestión de las escuelas: es conveniente abrir un amplio 
                abanico de opciones para probar distintas modalidades en procura 
                de las que mejor se ajusten a la calidad y equidad deseadas. Esas 
                alternativas podrán moverse entre el modelo de gestión 
                estatal puro, pasando por los de gestión a cargo de organizaciones 
                no gubernamentales, hasta la modalidad de los actuales servicios 
                privatizados. Los acuerdos de política referidos a contenidos 
                básicos, a estándares de logros, a certificación 
                de títulos, a regulaciones administrativas y laborales, 
                serán los que marquen las pautas bajo las cuales se orientará 
                el control y el monitoreo de las escuelas por parte de las administraciones 
                nacional y provinciales. Eso supone un presupuesto de base en 
                cada escuela, el cálculo y la transparencia del costo por 
                alumno del servicio según el tipo de población que 
                atiende y sus necesidades educativas, y el grado de especialización 
                que se ofrece. Se unifican los criterios y los instrumentos de 
                control de las escuelas y del servicio que brindan en cualquiera 
                de sus modalidades de gestión.
 
              -  La gestión de los recursos en las escuelas: abrir la 
                posibilidad de transferir la administración de uno o más 
                rubros del presupuesto a las escuelas de gestión estatal; 
                por ejemplo, la gestión del personal, de las inversiones 
                en recursos didácticos, la capacitación y el mantenimiento. 
                Todos o algunos de estos rubros podrán ser transferidos 
                gradualmente a las escuelas que estén preparadas para ejercer 
                dicha gestión, siendo las de nivel polimodal las más 
                adecuadas para comenzar, sobre todo si incluyen la oferta de formación 
                técnico-profesional. Para las escuelas cuya gestión 
                se tercerice baja determinadas condiciones de calidad y equidad 
                en la prestación, la responsabilidad de gestión 
                del presupuesto sería para todos los rubros. 
 
             
            CUADRO 4 
              ¿Cómo se distribuirían las funciones y las 
              responsabilidades 
              de gobierno con base en esos criterios? 
              
            Una política que se proponga avanzar con 
              base en esos nuevos criterios tiene que garantizar de partida el 
              carácter público y gratuito del servicio que se desea 
              prestar, aunque esté bajo nuevas modalidades de gestión. 
              Deberá promover un debate público abierto e informado 
              que ayude a quitar prejuicios y desconfianzas, con propuestas que 
              se orienten claramente a la solución de los problemas identificados 
              y al logro de acuerdos sociales amplios y metas nacionales de política 
              para el sector. 
            Bibliografía
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              de Educación, núm. 31, Francia. 
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              Higher Eduction», in International Higher Education, 
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             (2000/2001): «Lucha contra la pobreza», 
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            Notas:
            (*) Socióloga. 
              Preside la Fundación Gestar (Estado, Sociedad y Políticas 
              Públicas). Ex ministra de Educación, Ciencia y Tecnología 
              de Argentina. 
            1 Según 
              un estudio realizado en 2001 por la Compañía Argentino 
              Española de Consultoría, <http://www.aresco.com>, 
              en Argentina el 50% de los usuarios corresponde a personas de los 
              niveles socioeconómicos más altos, y se concentra 
              en el área metropolitana Ciudad de Buenos Aires y Gran 
              Buenos Aires. Asimismo, más del 70% de los usuarios 
              tiene estudios de nivel universitario, ya sean completos o incompletos, 
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