El evolucionismo social, los problemasde la raza
y la educación en Colombia, primera mitad del siglo xx: El
cuerpoen las estrategias eugenésicas de línea dura
y de línea blanda1
Andrés Klaus Runge Peña *
Diego Alejandro Muñoz Gaviria **
SÍNTESIS: Este artículo trata sobre los
denominados autores de la degeneración de la raza en Colombia.
En él se muestra cómo se produjo la apropiación
que estos intelectuales colombianos hicieron de las ideas evolucionistas
y del progreso surgidas de la sociobiología especulativa
durante la primera mitad del siglo XX, que tenía un carácter
eugenésico tanto en su versión dura como mejoramiento
de la raza nativa por los fenotipos europeos a través de
la inmigración de extranjeros, como en su versión
blanda -como mejora de las condiciones socioculturales de las
poblaciones, en gran parte a través de la educación.
Además, se señala cómo, para el caso específico
colombiano, y a partir de los discursos de estos intelectuales,
el cuerpo se convirtió en un punto estratégico de
las orientaciones eugenésicas mencionadas. Aquí
el papel del cuerpo resulta ser, a la vez, el de una entidad biológica
y el de una entidad simbólico-cultural. De ahí que
la medicina y las propuestas eugenésicas ligadas a ella
pasasen rápidamente del marco de "lo corporal"
al campo de "lo social, lo cultural, lo ético, lo
político", infiriendo profundamente en este último.
SÍNTESE: Este artigo trata sobre os denominados
autores da degeneração da raça na Colômbia.
Nele se mostra como se produziu a apropriação que
estes intelectuais colombianos fizeram das idéias evolucionistas
e do progresso surgidas do da sociobiologia especulativa durante
a primeira metade do século XX, que tinha um temperamento
eugenésico tanto em sua versão dura como melhoramento
da raça nativa pelos fenotipos europeus através
da imigração de estrangeiros -, como em sua versão
suave como melhora das condições socioculturais
das populações , em grande parte através
da educação. Além disso, se assinala como,
para o caso específico colombiano, e a partir dos discursos
destes intelectuais, o corpo se converteu em um ponto estratégico
das orientações eugenésicas mencionadas.
Aqui o papel do corpo parece ser, ao mesmo tempo, o de uma entidade
biológica e o de uma entidade simbólico-cultural.
Daí que a medicina e as propostas eugenésicas ligadas
a ela passassem rapidamente do marco de "o corporal"
ao campo de "o social, o cultural, o ético, o político",
inferindo profundamente neste último.
* Profesor de la Universidad de Antioquia y coordinador
del grupo de investigación sobre Formación y Antropología
Pedagógica e Histórica.
** Docente investigador de la Universidad de Antioquia y miembro
del grupo de investigación sobre Formación y Antropología
Pedagógica e Histórica.
Desde la perspectiva de Zaratustra, los hombres del presente
son, sobre todo, una sola cosa: criadores [Züchter] exitosos
que han tenido la capacidad de hacer del hombre salvaje el último
hombre. Se sobreentiende que esto no podía haber ocurrido
tan solo por medios humanísticos, doméstico-adiestro-educadores.
Con la tesis del hombre como criador del hombre se hace estallar
el horizonte humanístico, en la medida en la que el Humanismo
nunca podrá ni le será permitido pensar más
allá de la pregunta por la domesticación y la educación:
el humanista se da al hombre como pretexto y aplica en él
sus medios de domesticación, de doma, de formación,
convencido, como lo está, de la conexión necesaria
entre el leer, el estar sentado y el apaciguamiento.
Peter Sloterdijk, 1999, p. 39.
El capitalismo [...] socializó un primer objeto, que fue
el cuerpo, en función de la fuerza laboral. El control
de la sociedad sobre los individuos no se opera simplemente por
la conciencia o por la ideología, sino que se ejerce en
el cuerpo, con el cuerpo. Para la sociedad capitalista, antes
que nada, lo importante era lo biológico, lo somático,
lo corporal. El cuerpo es una realidad biopolítica; la
medicina es una estrategia biopolítica.
Michel Foucault, 1996, p. 87.
En la América, como lo dijo Alberdi, "gobernar es
poblar", pero poblar regenerando.
Miguel Jiménez López, 1920, p. 39.
Si lo indispensable es vivir, y si para ello no todas las condiciones
de la perfecta vida pueden lograrse, es necesario realizar aquella
parte que está a nuestro alcance inmediato [...]. Tengamos
por ahora los cuerpos sanos que el cruzamiento da, y esperemos
que tarde o temprano vendrán a alojarse en ellos mentes
sanas.
Rafael Uribe Uribe, 1955, p. 189.
1. Introducción
Si en algo coincidía la gran mayoría
de los intelectuales2 laicos y católicos
de la primera mitad del siglo XX que se preocuparon por la educación,
era en la convicción de que la perfectibilidad3
del ser humano, del colombiano en particular, debía encontrar
su momento de realización en una formación moral y
cultural articulada con el trabajo, y que propendiera, a su vez,
al logro de los ideales de desarrollo y de progreso del país
que tan en boga estaban por ese entonces. Como consecuencia, de
allí resultaron varias propuestas de intervención4
educativa (escuela defensiva, escuela del examen, higiene escolar,
colonias escolares), que se llevaron a cabo con el propósito
de socializar y de formar al pueblo5 colombiano
de acuerdo con modelos europeos y norteamericanos, que no sólo
estaban enfocados hacia la consolidación de ciertas formas
de sociabilidad propias de la modernidad burguesa (familia, industriosidad,
civilidad, etc.), sino también hacia aspectos más
específicos e individuales (formas de subjetivación),
tales como modos de comportamiento, como hábitos, gustos,
modales, costumbres, valores modernos, formas de presentarse, tratos
destinados a su uso por el cuerpo, entre otros6.
El trasfondo de este pensamiento era la concepción
de que Colombia, según el modelo de la civilización
occidental europea que se tenía como referente y como guía7,
era todavía un país atrasado, no desarrollado, no
modernizado, incivilizado, incluso en decadencia, que necesitaba,
por tanto, salir de dicha situación crítica y consolidarse
como "una gran nación moral" (Uribe Uribe, 1955,
p. 191). Jiménez López decía en ese mismo sentido:
"Hay en todas las manifestaciones de nuestra vida colectiva
infinidad de caracteres psíquicos que denotan un estado social
patológico: la "impaciencia" infantil de nuestras
actividades; la "emotividad" que se transmite prontamente
de lo alto a lo bajo de las esferas sociales, y que implica una
"sugestibilidad" extrema de las masas; la tendencia de
la mayor parte de las agrupaciones a buscar sin reflexión
la solución extrema y violenta de toda clase de situaciones,
lo que denuncia un fondo común de "impulsividad";
los cambios bruscos de opiniones y de actitudes con respecto a hechos
y a hombres que en el fondo han quedado los mismos, signo este de
"inestabilidad" mental" (Jiménez López,
1920, p. 26).
Colombia era entendida entonces como una de esas
naciones que se mantenía en condición de minoría
de edad, infantil8 y "carente de personalidad
colectiva" (Jiménez López), que, en tanto país
periférico, tercermundista y/o subdesarrollado, requería
la apropiación urgente de una dinámica como la de
las sociedades "avanzadas" (industrialización,
urbanización, tecnificación, etc.), y de una recepción
de los saberes modernos, para la explicación, la intervención
y la solución de sus problemas sociales. Por eso, como dicen
los autores del libro Mirar la infancia: "Entre 1900 y 1934
[...] se presenta con regularidad sistemática la noción
de lo moderno, para legitimar como válidos, científicos
y objetivos un conjunto de saberes y de prácticas pedagógicas,
psicológicas, paidológicas, higiénicas, biológicas,
fisiológicas, médicas y eugenésicas. Se concebía
lo moderno como símbolo de una nueva era, que, más
que construir sobre el pasado, pretendía romper con lo viejo,
con lo tradicional y con lo clásico. Para los profetas de
esta nueva era joven, vigorosa, confiada , sólo parecía
existir un presente y un futuro llenos de las inmensas posibilidades
que lo moderno permitiría alcanzar" (Sáenz, Saldarriaga
y Ospina, 1997, pp. 7-8).
De esta manera, los programas de perfeccionamiento
y sus ideales de formación9, en la Colombia
de los albores del siglo XX, se configuraron como franca y sutil
oposición a una serie de amenazas y de peligros que la sociedad
colombiana debía controlar y superar. Para decirlo de otro
modo, se presentaba ahora una profunda desconfianza frente al pueblo
colombiano, al cual se consideraba como la objetivación de
la decadencia. Gracias entonces a la entrada y a la apropiación
de los saberes modernos, y a los nuevos ideales de formación
y de culturización humanos, los problemas en torno a la imperfección,
a la degeneración y a la infantilización del pueblo
colombiano adquirieron un papel determinante, al configurarse como
contraimágenes que había que combatir10,
y, por eso, en contra de ellas se desarrollaron las prácticas
y los discursos progresistas y renovadores de comienzos del siglo
XX, que, además, encontraron en el cuerpo un operador productor
de sentido en la medida en la que comenzó a dar mucho que
decir, que pensar y que hacer, y que, así mismo, anclaron
en él muchas de las posibilidades de salvación y de
futuro (como cuerpo sano, vigoroso, disciplinado, saludable, controlado,
educado, estético, distinto, bien puesto, ejercitado, rendidor,
resistente, etc.). Así lo afirmaba Jiménez López:
"Debemos perfeccionar nuestra raza en todo sentido: en lo intelectual,
en lo moral, en lo morfológico; la evolución hacia
el tipo de belleza físico admitido hoy en el mundo es condición
primera en el mejoramiento de las razas" (Jiménez López,
1920a, p. 75).
Uno de los saberes modernos más sugestivos
para ese entonces, que circulaba a nivel mundial, era el del evolucionismo
social. Se trataba de un saber que, apropiado por muchos de los
intelectuales colombianos más sobresalientes de la época,
cumplió también un rol determinante en las conciencias
colectivas, al ayudar a difundir ciertas sugestiones o creencias
que permitieron, además, poner en práctica apuestas
políticas, sociales, médicas, higienistas y educativas,
con una pretensión fundamentalmente eugenésica11.
Un período de gran relevancia en estos
aspectos fue el comprendido entre 1918 y 192012,
ya que el supuesto estado de atraso cultural, de decadencia fisiológica
y de miseria mental de la población, suscitó en Colombia,
por ese entonces, un debate de gran importancia (cuyos postulados
salieron publicados como libro el 12 de octubre de 1920 con el título
Los problemas de la raza en Colombia), que tuvo lugar en el Teatro
Municipal de Bogotá, y en el que tomaron parte grandes intelectuales
de la época como Miguel Jiménez López (psiquiatra),
Luis López de Mesa (médico y psicólogo), Calixto
Torres Umaña (fisiólogo), Jorge Bejarano (higienista),
Simón Araújo (institutor), Lucas Caballero (sociólogo),
Rafael Escallón (abogado), entre otros. Se suponía,
como fue el caso de estos pensadores de la degeneración
de la raza13, que, con toda una serie de prácticas
y de estrategias eugenésicas, se iba a poder permitir a nuestras
poblaciones y a nuestros individuos en estado de infantilización
y de decadencia, evolucionar14, desarrollarse15
y progresar16.
Lo que en este escrito queremos mostrar es cómo,
para el caso específico de nuestro país, y a partir
de los discursos de los intelectuales mencionados, el cuerpo se
convierte en un punto de articulación para la propuesta de
una serie de estrategias eugenésicas, tanto de línea
dura como de línea blanda, a las que les subyacía,
sobre todo, una particular apropiación del evolucionismo
social como pensamiento fundante17 como "ideología"18,
y en las que la educación del cuerpo pasó a ocupar
un lugar estratégico19.
2. Algunos planteamientos básicos del evolucionismo socialo
sociobiología
El evolucionismo social o "sociobiología
especulativa"20 se perfiló, en el
contexto histórico de finales del siglo XIX y comienzos del
XX, como uno de los discursos de las ciencias sociales que podía
portar fórmulas mágicas capaces de dar respuesta,
de manera satisfactoria, a las preguntas que circulaban sobre la
organización y el orden social en los escenarios, en las
culturas y en las comunidades de científicos sociales de
la época. En el punto central del desarrollo de la teoría
sociológica desde esta perspectiva evolucionista, y como
uno de sus teóricos clásicos, se encuentra el pensador
inglés Herbert Spencer (1820-1903), cuyos planteamientos
radicalizan, en cierta medida, las ideas de Comte y de Darwin. Para
Spencer, la "evolución es una integración de
la materia y una disipación concomitante del movimiento,
durante la cual la materia pasa de la homogeneidad relativamente
indefinida e incoherente a una heterogeneidad relativamente coherente
y diferenciada, mientras que el movimiento pasa por una transformación
paralela" (Spencer, p. 407). En ese sentido y desde su visión
naturalista, para este autor, tanto en los organismos como en la
sociedad, el progreso es el paso de una situación en la que
partes iguales desempeñan funciones iguales, a otra situación
en la cual partes diferentes desempeñan funciones diferentes;
es decir, el paso de lo uniforme indiferenciado a lo multiforme
diferenciado. La evolución del nivel orgánico (biológico)
y supraorgánico (social) se presenta entonces con el movimiento,
que permite el paso de formas homogéneas simples a formas
heterogéneas complejas, y con la transformación de
formas de vida y de estilos estandarizados y mecánicos a
condiciones multiformes y orgánicas. De esta manera, el aumento
de la complejidad en los niveles orgánico y supraorgánico
estaría implicando, de igual forma, el progreso21,
entendido como movimiento constante de mutación en el que
formas culturales antiguas se abandonan para que puedan adquirirse
otras nuevas. En este caso, el desarrollo se basa en las diferenciaciones
y en las integraciones permanentes. Así, en Spencer, ese
llamado académico moderno positivista de tematizar y de argumentar
sobre la sociedad a la luz de la idea de progreso, encuentra respuesta
a partir de la suprema ley de todo devenir: la evolución.
Para el caso concreto de la evolución social, y partiendo
para ello de la similitud entre ésta evolución y la
biológica, Spencer presenta las siguientes líneas
de razonamiento con respecto a la sociedad:
El hecho principal
de la evolución está en el paso de las sociedades
simples hasta los diversos niveles de las sociedades compuestas.
Estas últimas nacen por la agregación de algunas
sociedades simples; mediante nuevas agregaciones de sociedades
compuestas, nacen sociedades doblemente compuestas; por la agregación
de sociedades doblemente compuestas nacen sociedades triplemente
compuestas.
En
la segunda línea de razonamiento se desarrolla la tesis
de que también ha tenido lugar un tipo de evolución
un tanto diferente, a saber: el de la sociedad militar al de la
sociedad industrial. Estos dos tipos se distinguen sobre la base
del predominio de la cooperación obligatoria en la sociedad
militar, y en el de la cooperación voluntaria en la de
tipo industrial22.
El ideal spenceriano de la adquisición, por parte de los
seres vivos (biológico-sociales), de un umbral o de un nivel
evolutivo más complejo que pudiese representar la objetivación
del ideal de progreso en lo supraorgánico, implica, desde
su basamento conceptual y desde las imposibilidades cognitivo-heurísticas
de la época, la búsqueda de argumentos teóricos
que ayudaran a comprender la forma de cómo en lo social,
en tanto "todo organizado", se podían vivenciar
y alcanzar dinámicas evolutivas similares, mas no iguales,
a las experimentadas por los seres orgánicos.
Spencer mantuvo así como base de su teoría
sociológica evolucionista la analogía orgánica,
es decir, la identificación, según determinados fines,
de la sociedad con un organismo biológico23,
símil que para el autor no era más que una analogía
que debía ser transcendida una vez que la teoría sociológica
pudiera explicar con argumentos y con categorías
más pertinentes24 dicha dinámica
evolutiva. De esta manera, para Spencer la analogía del organismo
social era un mero andamiaje para la comprensión de su objeto
de estudio. Sobre el particular el autor expresa que: "tan
por completo está la sociedad organizada según el
mismo sistema de un ser individual, que podemos percibir algo más
que analogías entre ellos; la misma definición de
la vida es aplicable a ambos. Únicamente cuando se advierte
que las transformaciones experimentadas durante el crecimiento,
la madurez y la decadencia de una sociedad se conforman a los mismos
principios que las transformaciones experimentadas por agregados
de todos los órdenes, inorgánicos y orgánicos,
se ha llegado al concepto de la sociología como ciencia".
Esta visión organicista, que podría decirse que nunca
logró superar el autor al equiparar metafóricamente
la sociedad con un organismo vivo, propone los siguientes argumentos:
Tanto la sociedad como
los organismos se diferencian de la materia inorgánica
por un crecimiento visible durante la mayor parte de su existencia.
Así como las
sociedades y los organismos crecen de tamaño, así
también aumentan en complejidad y en estructura. Los organismos
primitivos son simples, mientras que los superiores son complejos.
En las sociedades y
en los organismos, la diferenciación progresiva de estructuras
va acompañada de una diferenciación progresiva de
funciones.
La evolución
crea para las sociedades y para los organismos diferencias de
estructura y de función, que se hacen posibles unas a otras.
Así como un
organismo viviente puede ser considerado como una nación
de unidades que viven individualmente, así una nación
de seres humanos puede ser considerada como un organismo.
Con estos argumentos, Spencer logra estructurar
la filigrana teórica que, para su época, es vista
como válida para la explicación del progreso social
como manifestación de la evolución orgánica
y supraorgánica. Es importante anotar que, en la reconstrucción
del evolucionismo y del organicismo spencerianos, algunos autores,
como Gurvitch, sostienen que dichos planteamientos no pueden ser
igualados por otras miradas que en la misma época tenían
pensadores del evolucionismo biológico como Darwin25.
Sobre esto opina aquel autor: "No sería exacto decir
que la sociología de Spencer fue una aplicación directa
de las ideas de biologistas tales como Lamarck y Darwin. Darwin
(1809-1882), que fue su contemporáneo, tenía una concepción
diferente de la evolución biológica, y Spencer encontró
su idea general de la evolución, como integración
por diferencia, antes de que Darwin hubiera hablado de la evolución
como pasaje de la homogeneidad a la heterogeneidad. No obstante,
ambos pensadores venían del mismo ámbito de ideas,
y Spencer aprovechó a menudo las argumentaciones de Darwin"
(Gurvitch, 1970, p. 186).
Quizás uno de los puntos centrales en la diferenciación
de las miradas evolucionistas de Spencer y de Darwin se refiere
a la idea spenceriana de la existencia de ciertas dinámicas
de lucha por la supervivencia de los seres vivos, entre ellos los
seres humanos, que da como resultado la extinción o la desaparición
de los menos aptos, idea esta que es sostenida en los campos de
lo social y de lo político mediante la defensa de la no intervención
estatal en asuntos, por ejemplo, de educación y de higiene
públicas. Por el contrario, Darwin sostenía la posibilidad
de la lucha por la supervivencia a través de procesos adaptativos
que no tenían que implicar, en el concierto de los seres
vivos, la desaparición de algunos de ellos, sino, más
bien, la mejoría de los organismos mediante el desarrollo
de habilidades o de competencias para enfrentar el medio, es decir,
valiéndose de la adaptación. Así pues, "es
sobre Spencer y no sobre Darwin sobre quien recae la mayor parte
de la responsabilidad de haber mutilado la potencia explicativa
de la teoría evolucionista cultural, por haberla mezclado
con el determinismo racial" (Harris, 1999, p. 111), y por haberla
anclado a la "ideología" del progreso y del perfeccionamiento.
Las ideas de Spencer pervivieron en la teoría
sociológica, una vez que el pensamiento evolucionista se
hizo dominante durante el último cuarto del siglo XIX; éste
le dio, a su vez, una cierta unidad a la sociología. Lo que
discutían, ante todo los sociólogos, era sobre cuál
podía considerarse la interpretación más adecuada
de la evolución, que para el propio Spencer no estaba del
todo clara. El debate solía centrarse en la identificación
del factor predominante responsable de la evolución de la
sociedad. Así, un autor como Durkheim, en su texto La división
del trabajo social, y siguiendo la hipótesis spenceriana
del paso de una sociedad militar a otra de carácter industrial,
propone la idea evolucionista de la existencia de dos tipos de solidaridades:
la mecánica, propia de sociedades tradicionales o primitivas,
y la solidaridad orgánica, propia de sociedades complejas
o avanzadas26. Por otro lado, tendencias sociológicas
como el darwinismo social27, o los evolucionismos
psicológico28, económico29,
tecnológico30 y demográfico31,
acogerán estos postulados spencerianos manteniendo, frente
al iniciador del evolucionismo social, una diferencia específica
acerca del papel metafórico para aquel autor del "organismo
social", aspecto que para estos autores, por el contrario,
era en sí una verdad concreta, es decir, creían que,
en efecto, la sociedad era igual a un organismo vivo. Es interesante
anotar que Spencer, aunque considerado como organicista, logra proponer
desde su individualismo, propio de la lectura de autores del liberalismo
clásico como John Stuart Mill, ciertas diferencias entre
la forma como proceden los organismos vivos y sus partes, y la manera
como la sociedad funciona en relación con sus integrantes:
En un organismo las
partes forman un todo concreto, y en una sociedad las partes son
libres y están más o menos dispersas.
En un organismo la
conciencia se concreta en una pequeña parte del agregado,
y en una sociedad está difundida por todos los miembros
individuales.
En un organismo las
partes existen para beneficio del todo, y en una sociedad el todo
existe sólo para beneficio del individuo.
Para dicho autor, estas aclaraciones permiten evidenciar la fusión
que existe entre el organicismo -que en caso extremo puede llevar
a un comunitarismo o a un sociologicismo-, y el individualismo -que
le consiente explicar, tanto desde lo sociológico como desde
lo político y lo educativo-, el funcionamiento de lo social
y la acción protagónica del individuo, basada en la
competencia del más fuerte en tanto condición para
el progreso social.
En el ámbito político, el principio
de la no intervención parece ser la consigna central de Spencer32,
consigna propia del liberalismo en sus planteamientos más
clásicos y neoliberales. Para este autor, la naturaleza está
dotada de una tendencia providencial que le permite librarse de
los menos capaces y acoger a los mejor dotados. Pero, ¿quiénes
son los mejor dotados? Spencer plantea que no son los seres superiores
desde el punto de vista moral, sino, ante todo, los más sanos
y los más inteligentes, idea esta que recuerda los argumentos
de Smith y de Ricardo acerca del nacionalismo y del individualismo
metodológico. Sobre el particular opina Spencer: "El
que malgasta la vida por estupidez, por vicio o por holganza, es
de la misma clase que las víctimas de enfermedades o de deformaciones
de los miembros. En realidad, los enfermos y los lisiados no debieran
ser protegidos" (Spencer, en Timasheff, 1977, p. 61). De esta
forma, Spencer resuelve la pregunta clásica, a escala política,
de la relación entre el hombre y la sociedad, de acuerdo
con un individualismo extremo: "el individuo es lo fundamental;
la sociedad no debe interferirse en la vida de los hombres; el individuo
tiene que actuar, y, al actuar, hará lo mejor para él
y para la sociedad" (Spencer, en Timasheff, 1977, p. 61). Si
el individuo es el centro de lo político, entonces la sociedad
sólo puede entenderse como una compañía por
acciones para la mutua protección de las personas concretas.
Tales postulados políticos, provenientes de su mirada sociológico-evolucionista,
están integrados a sus ideas pedagógicas, las cuales
giran en torno a un cierto laissez faire educativo. Spencer, en
su texto Ensayos sobre pedagogía, sostiene que mejor que
el buen gobierno es el autogobierno. Como plantea Chiappe: "esto
se deduce de sus tesis de que el desarrollo de las facultades del
hombre, a medida que se aleja de la etapa predatoria, lo lleva a
adquirir un sentido de la justicia social que lo hace actuar como
debe hacerlo, haciendo innecesaria cualquier acción regulatoria"
(Chiappe, 1983, p. 6).
En el campo educativo, Spencer enfatizará
entonces su idea de la no intervención del aparato estatal
como regulador de la acción educativa, y defenderá
el concepto de educación privada impartida bajo la responsabilidad
del libre criterio de grupos de ciudadanos particulares. Dicha educación,
influida por la mirada evolucionista, giraría en torno a
los siguientes principios pedagógicos33:
En materia de educación,
se debe proceder de lo simple a lo complejo, y de lo empírico
a lo racional.
Todo proceso educativo
debe propiciar el autodesarrollo del individuo: la habilidad,
la inteligencia y la capacidad de adaptación a situaciones
generadas por efecto de la innovación tecnológica,
planteadas con claridad como cualidades de los más aptos
para sobrevivir.
Los currículos
deben referirse de manera muy especial a las futuras actividades
del individuo, en su calidad de ciudadano y de trabajador.
Estos postulados pedagógicos tuvieron
gran circulación en el contexto mundial. Sin embargo, fue
sobre todo en Estados Unidos y en Gran Bretaña donde con
mayor fuerza se apropiaron de las ideas spencerianas hasta casi
la tercera década del siglo XX, contexto histórico,
geográfico y social en el cual las apuestas de futuro se
dieron como implementación del sistema económico y
político capitalista, con la colaboración de saberes
modernos, que, como el evolucionismo social, habrían de permitir
legitimar las nuevas prácticas y las nuevas representaciones
sociales que configurarían lo que Max Weber había
definido como "espíritu capitalista"34.
El propio Spencer consideraba que la realización de dicha
evolución no era siempre accesible a todas las manifestaciones
colectivas e individuales del ser humano, y, por ello, expuso la
existencia de ciertas perturbaciones que alterarían
la línea recta de la evolución35:
Una diferencia originaria
de aptitudes entre las razas.
El efecto debido al
influjo de la etapa inmediatamente anterior de la evolución.
Peculiaridades de costumbres.
La situación
de una sociedad dada, en el marco de una comunidad más
amplia de sociedades.
La influencia de la
mezcla de razas.
Así pues, la sociobiología especulativa
en Colombia se apropia de la ley de la evolución de Spencer,
y adopta como referentes para la explicación de la situación
de nuestro país los principios de selección natural
y de lucha del más fuerte36. Sin embargo,
este pensamiento no logra ser del todo consecuente con las ideas
del mismo Spencer, al menos no en lo que tiene que ver con el individualismo
y con la primacía en el contexto social de la ley de la supervivencia
del más fuerte, porque, como exponen los autores que defienden
dicha postura, el Estado debía intervenir en la regeneración
de la raza. De ahí, por ejemplo, las propuestas de la escuela
del examen y de la escuela defensiva, las cuales van en contravía
del principio spenceriano de la no intervención estatal en
cuestiones de educación y de salud pública. Para ello
debemos recordar nuevamente aquí las palabras in extenso
de Bernal Jiménez, uno de los intelectuales que se apropió
de este pensamiento: "La educación debe ser primordialmente
defensiva, y luego constructiva. El problema de la defensa de la
vida, que es individual y social, no se ha presentado con la misma
rudeza a todas las agrupaciones humanas, porque los medios físicos
han sido desigualmente propicios para la existencia del hombre,
y porque los componentes hereditarios de un determinado pueblo le
han llevado también un desigual aporte de energías
o de predisposiciones morbosas.
Por ello, para la educación no pueden ser indiferentes estas
desiguales circunstancias de peligrosidad para la vida humana. La
educación debe acentuar su acción defensiva, es decir,
debe suministrar mayores elementos de resistencia a aquellos individuos
a quienes el medio físico y la herencia acechan en forma
más tenaz y permanente.
Tal es el caso de Colombia, donde a la acción agobiadora
del trópico se unen las dolencias propias de éste,
la deprimente ausencia de las estaciones y la inclinación
inveterada del pueblo a la bebida, triste patrimonio de una raza
enferma" (Bernal Jiménez, 1949, p. 183).
Así pues, para el caso de nuestro país, la formación
de hábitos morales e higiénicos en las masas será
un objetivo de las estrategias educativas y escolares basadas en
una apropiación particular del evolucionismo social y en
la sociobiología especulativa. La pregunta central que se
formula acerca de estas preocupaciones educativas, acerca de cómo
se educa al yo y se combate la degeneración, tendrá
como respuesta: por medio de prácticas de obediencia, de
disciplina, de autocontrol, y por medio de ejercicios intelectuales
y físicos. Así, lo que se admitirá de pensadores
como Spencer será la importancia que tienen tales prácticas
en la educación, en la instrucción y en la práctica
de civilizar al ser humano (humanización), y en el cuidado
de niños y de jóvenes. Esta propuesta pedagógica
se erigirá en torno al reconocimiento de que, para ser maestro,
para educar a los niños, para atender las escuelas, es preciso
preocuparse por formar, por cuidar, por construir o por educar el
yo, es decir, a la persona en una forma total: cuerpo, alma, sentidos,
mente, corazón y sentimientos.
Muchas de las ideas del evolucionismo social llegaron a nuestro
país en un período comprendido, más o menos,
entre 1860 y 1934. En Colombia el evolucionismo social se perfiló,
entonces, como una de las principales fuentes de argumentos y de
explicaciones de las que se apropiaron los autores de la degeneración
de la raza para la configuración de sus imaginarios sociales
y de sus políticas racistas, elitistas, clasistas, etc. Con
todo ello se buscaba confirmar, además, que, como anota López
de Mesa, la "teoría de que la humanidad, por la acción
genial de unos cuantos conductores, tiene su parte de verdad [...],
la democracia bien entendida es un sistema de selección que
conduce a hacer posible la actuación de los más capaces.
Es, pues, el verdadero conductor de pueblos un producto de selección
que encarna las tendencias de su raza y las impulsa por sus dotes
geniales" (López de Mesa, 1915, p. 304). Pasemos ahora
a ver algunos de los planteamientos básicos de los autores
de la degeneración de la raza.
3. Estrategias eugenésicas de línea dura y de línea
blanda
Para el médico conservador Miguel Jiménez
López, para su sobrino Rafael Bernal Jiménez, y para
liberales como Luis López de Mesa y Calixto Torres Umaña,
el asunto de la degeneración de la raza se encontraba muy
influido por condiciones genéticas y geográficas que
hacían de nuestros nacionales una versión deformada
de los ideales estéticos, intelectuales y morales de los
pueblos europeos y anglosajones. Acerca de esto opinaba Bernal Jiménez:
"Nosotros hemos tenido la peregrina pretensión de edificar
el progreso espiritual y material de una nación sobre la
base de un núcleo humano orgánicamente debilitado,
y esto no podía llevarnos sino a un absoluto fracaso; el
fracaso de los pocos ideales de cultura que hayamos podido acariciar.
Jamás un pueblo, atacado en las fuentes mismas de su vida,
podrá producir una cultura siquiera sea precaria o mediocre.
Es necesario ir primero a vigorizar las resis-tencias orgánicas.
Sin esta labor previa de saneamiento, todas las demás manifestaciones
de la vida nacional continuarán siendo, como hasta ahora,
agitaciones de una impotencia colectiva" (Bernal Jiménez,
1949, p. 184). Del diagnóstico pesimista sobre el estado
del pueblo colombiano de principios del siglo XX parten entonces
diferentes formas de intervención social, médica y
pedagógica37 tendientes a la regeneración
racial, y están ligadas, por supuesto, a una concepción
eugenésica de fondo.
Así, la apropiación que los intelectuales
colombianos hicieron de las ideas evolucionistas y del progreso
encontró su marco de referencia en el llamado movimiento
eugenésico latinoamericano38, que se concentró,
por el lado argentino, en el "blanqueamiento" de la población,
o sea, en el cambio progresivo de la raza nativa por los fenotipos
europeos a través de la inmigración de extranjeros,
y, por el lado brasileño, en el estudio de las condiciones
socioculturales, entre ellas la educación39,
que eran susceptibles de ser transformadas y mejoradas, con su consecuente
impacto en la "evolución" positiva de los nacionales.
Estas dos posturas han sido denominadas en el ámbito mundial
como la línea dura de la genética, o postura mendeliana,
característica de países como Alemania, Gran Bretaña
y Estados Unidos (contextos de influencia de las ideas spencerianas),
y la línea genética blanda, o postura neo-lamarckiana40,
característica de países latinoamericanos como Brasil
y Cuba. Ambas posturas tuvieron también su espacio en nuestro
país; una muestra fehaciente de ello fue precisamente el
debate suscitado en torno a la degeneración de la raza.
3.1 La visión eugenésica de Miguel Jiménez
López:entre inmigración y educación
La tesis de Miguel Jiménez López, que posteriormente
influyó también de una manera notable sobre la de
su sobrino Rafael Bernal Jiménez, era la de que los colombianos
se encontraban pasando por un proceso de degeneración colectiva,
que debía llevar a los intelectuales de la época a
repensar el asunto de la raza en términos de progreso o de
degeneración. "Sabido, como es, que en los países
latinoamericanos la mayor parte de la población, al menos
en las regiones centrales, es un producto del cruce entre los colonizadores
españoles y las razas aborígenes, cabe preguntar:
¿Ha sido esto lo que se llama en biología un cruzamiento
feliz desde el punto de vista de los atributos físicos? Todo
induce a contestar por la negativa, dados los caracteres originarios
de las razas progenitoras. Nuestro país presenta signos indudables
de una degeneración colectiva; degeneración física,
intelectual y moral" (Jiménez López, 1920, pp.
4-9).
Para este autor, la mezcla racial entre los españoles,
colonizadores, aventureros e inmorales, y los indígenas,
degenerados por naturaleza, daba como resultado una raza mestiza
cada vez más decadente. De ahí que, para Jiménez
López, el problema de la decadencia de nuestro país
fuera más hondo: no solamente desde el punto de vista económico,
psicológico o educacional, sino, ante todo, desde la perspectiva
biológica41. En ese sentido, las apreciaciones
de Jiménez López no estaban muy alejadas de las de
Lombroso al que considera que fue quien estableció la doctrina
de la degeneración en cuanto a los procesos de degeneración,
con la salvedad de que tales reversiones físicas (anatómicas,
fisiológicas y patológicas), o "regresiones vitales"
(Jiménez López), parecieran amenazar a la población
en general, y estar en el seno mismo de nuestras razas: "Todos
los signos psicológicos sumariamente apuntados hasta aquí,
y tantos más que dejo al estudio de otros investigadores,
son tan constantes en nuestra población, y existen en ella
de manera tan profusa, que pueden considerarse como caracteres generales.
Son ellos, a no dudar, la expresión de un cociente intelectual
y moral aminorado, no sólo con respecto a otros medios sociales,
sino también en relación a nuestro propio medio en
épocas anteriores. Estos rasgos de carácter psicológico,
sumados a los signos orgánicos y funcionales examinados en
la primera parte de este estudio, son, a mi ver, base suficiente
para admitir que colectivamente, los habitantes
de esta zona somos el eslabón de un proceso degenerativo
que viene elaborándose de tiempo atrás42"
(Jiménez López, 1920, p. 32).
Cuando Miguel Jiménez López presentó
en el Tercer Congreso Nacional de Médicos su ponencia titulada
Nuestras razas decaen. El deber actual de la ciencia, su preocupación
estaba centrada en la decadencia de la raza colombiana, vista no
sólo desde el prisma de lo físico, sino también
de lo psíquico. La inferioridad fisiológica y mental
del pueblo colombiano era el producto de un defectuoso e inadecuado
proceso de hibridación y de mestizaje, que se podía
percibir en la pequeña estatura de nuestros compatriotas
comparada con la de la ma-yoría de los europeos; en la mala
nutrición, la sífilis, el alcoholismo y la belicosidad;
en los comportamientos inmorales, la criminalidad, la prostitución
infantil, el sectarismo y el fanatismo políticos; en la poca
actividad intelectual, la baja producción de ideas, el carácter
imitativo predominante; en la falta de ejercicio corporal y en las
deficiencias físicas, entre otros; factores estos que eran
los que, de manera comparativa, daban cuenta de una degeneración
de la raza, y específicamente del pueblo43.
Jiménez López habla entonces de una degeneración
física manifestada a través de distintos signos anatómicos,
fisiológicos y patológicos, y de una degeneración
psíquica, a las cuales les atribuye causas de distinto orden,
que van desde la alimentación y el clima hasta circunstancias
como la higiene y la miseria.
Jiménez López es radical en lo
que se refiere a los procesos de degeneración y de atraso
constante, pues, desde su punto de vista, no se podía hablar
simplemente de estancamiento o de algo parecido. Anclado a la lógica
de la evolución y del progreso, para este autor todo estancamiento
era ya de por sí un atraso con respecto a quienes sí
estaban en permanente desarrollo, ya que, según él,
la ley de la regresión era implacable, y la posición
histórica de una colectividad está siempre en relación
con la evolución de las demás44.
Lo particular de todo lo anterior es el papel recurrente que entran
a jugar los parámetros europeos acerca del "hombre normal"
como referentes guías "como promedio de la especie humana"
(Jiménez López, 1920, p. 12), y como criterios para
determinar qué es lo degenerado y qué es lo que no.
Se habla entonces, frente a la altura y al peso corporales, de lo
alto y de lo robusto como de lo mejor, y, por tanto, como índices
de lo desarrollado, de lo saludable y de lo normal.
Además de la degeneración, entendida como desviación
enfermiza de un tipo primitivo45, se habla de
otras degeneraciones reproducidas a través del mito hoy en
día adjudicado a los denominados latinos, de la emotividad
excesiva y de la sexualidad desenfrenada, en tanto muestras patológicas
de un "hipofuncionamiento tiroideano" (Jiménez
López, 1920, p. 19).
Como terapéutica a los problemas físicos
y psíquicos mencionados, Miguel Jiménez López
propuso que las acciones estuvieran dirigidas hacia el fortalecimiento
de la alimentación, de la higiene pública, de los
ejercicios corporales, de la regulación y la reglamentación
de la labor de las clases trabajadoras, de la cultura y de la educación
corporales, de las luchas antialcohólicas, y de las medidas
contra los vagos, los desocupados y los parásitos sociales46.
Como complemento a la enseñanza de la higiene en las escuelas
y al incremento de los ejercicios corporales, Jiménez López
estuvo también a favor de la inmigración de europeos
y de norteamericanos, asunto que vio como la principal estrategia
eugenésica. Así lo sostenía: "La inmigración
de sangre blanca, bien escogida y reglamentada como debe hacerse,
es para los países en desarrollo un elemento incomparable
de población, de progreso, de producción y de estabilidad
política y social. Una corriente de inmigración europea
suficientemente numerosa iría ahogando poco a poco la sangre
aborigen y la sangre negra, que son, en opinión de los sociólogos
que nos han estudiado, un elemento permanente de atraso y de regresión
en nuestro continente" (Jiménez López, 1920a,
pp. 74-75). Ante la inevitable decadencia y degeneración
de la raza, dada en términos biológicos, la solución
sólo podía ser la inmigración de europeos blancos
y el rejuvenecimiento con "sangre fresca" (Jiménez
López). Dicho con otras palabras: en la medida en la que
el mal estaba ya en el cuerpo, en el bios, las soluciones no podían
ser simplemente sociales (educación, higiene, lucha contra
la miseria, protecciones laborales, mejoramiento de las condiciones
sociales de vida, etc.). Por ello, Jiménez López ve
entonces en la inmigración el asunto principal contra la
degeneración de la raza en Colombia. Al igual que sucede
con López de Mesa, aquí salta a la vista una "ideología"
proinmigratoria basada en los saberes modernos (medicina, psicología,
antropología, craneometría, etc.) y en ciertos estereotipos
raciales, y muy ligada a una biopolítica y a una eugenesia
de la población.
Como se puede inferir, con Jiménez López
el cuerpo, gracias a su fuerza de trabajo, a sus capacidades motrices
y a su carácter funcional, se convierte en una pieza indispensable
para el progreso de este país que comenzaba su proceso de
modernización. A la luz de su mirada médico-moralista,
el cuerpo aparece como el signo más fehaciente, bien de la
decadencia, bien del progreso de la población. En la sección
dedicada a la terapéutica de su escrito Algunos signos de
degeneración colectiva en Colombia y en los países
similares, Jiménez López propone entonces que hay
que hacer una "revisión completa del plan educacional
de nuestro país, de modo de dar a la cultura física
toda su importancia desde la primera edad; de evitar la fatiga escolar
y de ir formando en el educando de uno y otro sexo una voluntad
firme y personal" (Jiménez López, 1920, p. 35).
Pero ya desde 1916, en un artículo titulado "La enseñanza
teórica y la enseñanza práctica. Primera parte",
publicado en la revista Cultura, Jiménez López se
manifestaba a favor de una educación moderna que avanzara
más allá de la educación intelectualista. Aquella
educación, por oposición a esta última, comenzaba
por el reconocimiento de la parte práctica, corporal y manipuladora47
como base indispensable de la formación educativa. Crítico
con la educación verbalista y teórica, centrada en
el libro y en la memoria, Jiménez López consideraba
de una manera radical los resultados de este tipo de educación
como ineficaces: "Lo que se aprende por medio de la sola memoria
no se asimila, no adquiere una vinculación sólida
con la mente del alumno, está destinado a olvidarse pronto
y a olvidarse del todo" (Jiménez López, 1916,
p. 12). En su mente tenía este autor un "hombre de acción",
y no una "máquina verbal". Decía entonces:
"La acción [...] he aquí la palabra final: ella
es el principio, el medio y el fin en la existencia; merced a ella
llegamos a ser hombres, y solamente por ella la vida da la pena
de vivirse" (Jiménez López, 1917b, p. 324).
De allí que la educación tuviera
que ser, por excelencia y ante todo, práctica, es decir,
una educación corporal y física48.
Una de las definiciones que en aquella época circulaba por
las instituciones educativas del país sobre la educación
física era la siguiente: "hemos de anticipar que la
educación física, en su sentido más general,
abarca todos aquellos conocimientos y cuidados que tienen como fin
el total y perfecto desarrollo orgánico". Este correcto
desarrollo orgánico requería la formación de
los sujetos en los campos de la salud, de la higiene y de la profilaxis,
elementos considerados entonces de gran trascendencia, y que aún
conservan su lugar de relevancia. Sobre el particular dice el autor:
"el aseo personal y las reglas profilácticas contra
las enfermedades comunes en la infancia y en la juventud son, así
mismo, un capítulo muy importante de la educación
física". De tal manera, y como propósito de especial
relevancia de esa educación práctica o de esa educación
para la acción, estaría el fomento de una cultura
educación física, entendida como educación
del cuerpo en general, ya que con ella, según Jiménez
López, se estaría dando inicio, desde muy temprano,
a una formación de la personalidad en tanto voluntad disciplinada
y autónoma que se ejercita en la acción.
Para Jiménez López, en la base de la educación
de la niñez existe un aspecto que hay que reivindicar, y
que es el siguiente: el movimiento o la actividad intensa como condiciones
de la naturaleza de esta etapa. Una vez promovidas esas condiciones,
se podría gestar en el infante un correcto desarrollo de
la locomoción y de las funciones nutritivas, aspectos claves
para la construcción de una complexión fuerte y funcional
en el hombre moderno. En sus propias palabras, sería: "el
estado habitual de todo animal en desarrollo es el movimiento. La
actividad incesante y la exuberancia muscular que caracterizan la
primera época de la vida en todas las especies, dejan ver
que la naturaleza se propone, en este período, obtener un
desarrollo intenso de los órganos de locomoción y
de las grandes funciones nutritivas"(Jiménez López,
1928, p. 226). Y, según esto, más adelante expone:
"el hombre no es una excepción a esta regla. La infancia,
la adolescencia y la juventud, son edades que reclaman imperiosamente
la actividad física como medio normal de desarrollo de los
diversos sistemas orgánicos" (Jiménez López,
1928, p. 226).
Así pues, la educación higienista y la educación
del cuerpo el fomento de una cultural corporal se constituyeron
como dos pilares importantes para una formación moral y cívica
de la población. Mediante ellas, se transmitieron ciertas
formas de disciplinamiento que fueron propicias para la regulación
de la vida privada y de la pública, en concordancia con los
modelos de la civilización occidental. Como sostiene Jiménez
López, "si muchas veces se cree hallar causas distintas
de ésta [de la vida escolar] a la debilidad creciente de
las generaciones nuevas, es porque se quiere perder de vista el
más poderoso factor de degeneración: el abandono de
la educación física" (Jiménez López,
1928, p. 228). Para este pensador, y en concordancia con lo ya expuesto,
la educación física debía ser el centro de
la formación de la infancia, restándole intensidad
a la educación intelectual válida y deseada, pero
sólo posible en su idealidad desde la base de un desarrollo
físico adecuado. De ahí que, para él, "la
educación física [debía] ocupar, durante la
infancia, un margen más amplio que la cultura mental"
(Jiménez López, 1928, p. 241).
Este autor plantea, así, la implementación de diferentes
ejercicios destinados a los infantes, que habrían de permitirles,
por un lado, formar el cuerpo para los oficios propios del mundo
moderno, y, por otro, interiorizar los valores del espíritu
capitalista. Estos ejercicios consisten en: ejercicios de orden,
que son aquellos en los que los niños, dentro de su formación,
ejecutan simultáneamente diversos movimientos naturales,
tales como marchas de ritmo variable, que, en conjunto, son conocidos
como de introducción a la educación militar; ejercicios
nutritivos, que son los que pretenden activar las principales funciones
vitales a partir de movimientos respiratorios metódicos;
ejercicios educativos de los órganos locomotores, cuyo cometido
es hacer entrar en juego la mayor cantidad de grupos musculares,
para que, a través de ellos, se pueda buscar el logro de
un desarrollo corporal simétrico; ejercicios de destreza,
que son aquellos en los que ya se hacen intervenir ciertas maniobras
de precisión, determinadas actitudes de equilibrio, y algunos
movimientos que deben vencer dificultades graduadas, lo cual permite
la formación del sujeto en cuanto a obtención de habilidades
de coordinación y de ubicación.
En conclusión, para Jiménez López, la inmigración
de razas, sobre todo de las blancas, y la promoción de una
cultura y de una educación del cuerpo, se constituyeron como
dos de los pilares fundamentales para la posible implementación
de estrategias eugenésicas que se pudieran aplicar al pueblo
colombiano. Es decir, que en este autor se encuentran las dos tendencias
eugenésicas anteriormente mencionadas: la de línea
dura, en sus políticas de inmigración, y la de línea
blanda, en sus ideas sobre la educación física.
3.2 Luis López de Mesa: del principio de acción
organizadaa la cultura selecta
López de Mesa, junto con los también
liberales Jorge Bejarano y Lucas Caballero, participó en
el movimiento eugenésico promovido por Jiménez López.
Frente a este último, López de Mesa no tenía
una visión tan pesimista del pueblo colombiano en cuestiones
de herencia racial, pero sí una impresión trágica.
En ese sentido, lo que llama la atención y lo que hace evidente
la marca de la ideología del progreso, es la concepción
de la condición humana como algo incompleto, asociada al
destino trágico de nuestros pueblos. Eso quiere decir que,
en tanto ser biocultural, el ser humano aparece ahora como alguien
que no está determinado única y exclusivamente por
la "historicidad" del mundo de la naturaleza por el enigma
de la vida49, sino también por la historicidad
del mundo de la cultura y de lo social (por la tradición).
De ahí que nuestros pueblos, obedeciendo a ese destino adverso,
y marcados por el signo de la debilidad y de la imperfección,
sólo puedan aspirar a superarse, según López
de Mesa, mediante un esfuerzo heroico, a través de un titanismo
individual (a la manera en que lo exponía Goethe) y colectivo
que los lleve a destacarse en el momento histórico de la
humanidad que les competa. Así pues, "la humanidad es
una planta cultivable, de la cual podemos obtener flores y frutos
muy variados; y nos conducen a prever las condiciones propicias
a su cultivo más adecuado y eficaz, sobre todo en los países
jóvenes, que aún contemplan cruzamientos raciales
y el incremento de población en variados climas" (López
de Mesa, 1926, p. 67).
En su obra De cómo se ha formado la nación colombiana,
López de Mesa le atribuía al hombre blanco un carácter
racional, en contraste con el carácter espontáneo,
emocional y superficial del mulato. Durante todo el recorrido que
hace por este escrito, el autor que comentamos se dedica a presentar
lo que él considera como virtudes y falencias de las sociedades
latinoamericanas. En él, el racismo y el clasismo se conjugan
cuando se adjudican a los sectores populares la "melancolía
enfermiza" y la "pereza" como aspectos que no sólo
dan cuenta de su constitución heredada, sino que, además,
ratifican "naturalizan" la pobreza y la falta de iniciativa
para el progreso, para "salir adelante". Los rasgos genéticos
y culturales de la raza latinoamericana se manifiestan, según
este autor, en una población mentirosa, ladrona y de carácter
volátil. Pero es sobre todo lo heredado de los indígenas
lo que obstaculiza la evolución y el desarrollo del país
como parte de su cometido histórico. Con todo lo dicho, las
afirmaciones de corte eugenésico no se dejan esperar: así
pues, "al plantear este magno problema, al analizar desde ahora
los elementos antropogeográficos, los "factores ecéticos"
[...], obedecemos a la función primordial de la inteligencia
humana, que es la de prever para vencer, la de concebir un plan
estratégico de lucha. La política de los Estados,
la educación especialmente, la orientación económica,
la selección de la progenie en parte y la constitución
de estados mayores culturales, en algo siquiera, se imponen ineluctablemente"
(López de Mesa, 1970, p. 165). En López de Mesa se
configura así una concepción de raza ya no sólo
en términos biológicos, sino también en términos
culturales, es decir, como espíritu y como nacionalidad.
En ese sentido, para él no había propiamente degeneración,
sino peligros que eran provenientes, de manera específica,
de un exterior. Insistiendo sobre tal idea, sostenía: "La
evolución de las ciencias, el comercio, las industrias y
artes menores, nos permite esclarecer muchos temas abstrusos: la
detención del progreso en ciertas etapas, que obedece a condiciones
externas a veces, a cambio de clima, a invasión de otros
pueblos, a desviación de las rutas comerciales, o a incidentes
íntimos, como mala distribución de la riqueza, mala
organización del trabajo, endemias o epidemias y revoluciones,
puede también adscribirse, en algunos casos, a una limitación
temporal de la potencia psíquica de los humanos en ese período,
con fatiga o con agotamiento de los recursos mentales" (López
de Mesa, 1970, pp. 26-27).
López de Mesa, vocero y defensor de esos discursos modernistas,
desarrollistas y perfeccionistas, si bien no compartía con
Miguel Jiménez López la tesis radical acerca del proceso
de degeneración de la raza, sí tenía una idea
escéptica frente a esta última, sin con ello querer
decir que dicha situación estuviera por fuera de una solución
racional. López de Mesa partía de un estado de imperfección
del pueblo colombiano que era susceptible de ser mejorado. Sus apreciaciones
estaban basadas en los aportes de los saberes modernos, tales como
la biología, la psicología, la fisiología,
la higiene, el evolucionismo, y tenían como imágenes
referenciales las instituciones modernas, los discursos sobre la
renovación racial y nacional del país, y los conocimientos
de las ciencias modernas. Frente a este supuesto estado de depravación
social y de anomalía étnico-cultural, la sociedad
debía buscar, según este autor, todos los medios posibles
para superar su estado de imperfección y para mejorarse.
En ese sentido, una de las ideas de corte eugenésico era
la del cultivo de los mejor dotados. Así, dice: "De
todo esto se desprende que hay necesidad imperativa de establecer
una selección del genio. Una selección que comprenda
la contribución que a él deba aportar la familia,
ensanchando un poco la procreación de los más aptos,
y limitando a esta pseudoinmoralidad llegaremos muy pronto la reproducción
de los desechos sociales, que crece y crece ante el malthusianismo
de los mejor dotados, de una manera que conduciría fatalmente
a una catástrofe de la especie humana, si no hubiera, como
sí lo hay, un instinto social de previsión. En lo
antiguo, el hombre selecto podía reproducirse más.
En los tiempos actuales la balanza ha cambiado, y es el indeseable
el que más se reproduce por falta de control, de orgullo
de su 'standard' de vida y de moralidad" (López de Mesa,
1926, pp. 114-115). Junto con la selección de los "mejor
dotados" o del genio como él la denominara-, para evitar
que la cultura continuara desviándose había que mejorar
también las instituciones, la educación, la milicia,
los caminos y el sistema tributario. La "operación terapéutica
debe organizarse en todos estos campos a la vez, pero armónicamente,
según su índole y su propio alcance" (López
de Mesa, 2000, p. 89). Así mismo, este autor estuvo a favor
de que se crearan y se promovieran campañas de higiene, de
buena alimentación, de buena salud, de educación.
y de las que se emprendieran para luchar contra el alcoholismo y
la criminalidad.
Como ya dijimos, se tenía claridad frente
a la idea de que estos peligros no provenían del exterior,
sino que se encontraban enquistados en la propia sociedad, y para
ello había que tomar medidas -eugenésicas- drásticas50.
Así lo sugería López de Mesa: "Nosotros
tenemos la culpa de nuestros males, porque poseemos vicios de constitución
y de educación que a ellos nos conducen, y que dentro de
ellos nos sujetan" (López de Mesa, 1918, pp. 68-69).
La propuesta de López de Mesa parte de que se deben propiciar
las condiciones necesarias para poder contar con una población
instruida, favorable a la innovación y al cambio, y capacitada
para explotar las riquezas de la nación; por ello, se debe
facilitar, además, y como estrategia, la inmigración
de extranjeros que ayuden a lograr tal objetivo51.
Todo lo cual debe redundar, igualmente, en la implantación
de estrategias eugenésicas que utilicen la escuela como trampolín
para cumplir sus propósitos. Para poder perfeccionarse como
raza, el pueblo colombiano estaba llamado a someterse, así,
a un Estado biocrático en el sentido de Foucault y de López
de Mesa52, y a un conjunto de prácticas
y de técnicas eugenésicas de selección, en
las que también había cabida para la educación
como práctica selectiva.
Si bien López de Mesa no se expresa de forma extensa y explícita
en torno al papel del cuerpo y de la educación del cuerpo
de cara a la situación de degeneración y de posible
regeneración de la raza en Colombia, no obstante aventuramos
aquí la hipótesis de que éste aparece con frecuencia
como un punto de referencia muy importante, como un principio generador
de sentido. Por ejemplo, López de Mesa sostenía que
había que cultivar la actividad en el orden volitivo en función
de la salud del cuerpo (deporte) y de la industriosidad, y combatir
así lo que él denominaba la "vagancia de funciones"
(López de Mesa, 1970a, p. 22). Dentro de esta lógica,
el objetivo era conseguir una satisfacción propia en el ejercicio
sano de la vida: "El hombre europeo y el americano del Norte
tienden a cultivar su actividad en el orden volitivo, en función
industrial y deportiva, haciendo de las satisfacciones que el ejercicio
sano de la vida trae consigo un objetivo supremo, absorbente de
toda personalidad. La salud del individuo y de la raza, la personalidad
vigorosa en aquéllos y de las nacionalidades en que esta
otra se informa, la máxima felicidad espiritual y el máximo
bienestar material, el equilibrio de nuestras funciones en el orden
individual y social, todo ello, sin un punto menos, son aspiraciones
sagradas que debemos presentar a la conciencia de los pueblos en
que vivimos y actuamos. Todas estas adquisiciones se obtienen mediante
la acción ordenada y tenaz" (López de Mesa, 1926,
pp. 181-182).
Llama la atención, entonces, que, desde
un punto de vista filosófico-ontológico -en nada ajeno,
por ejemplo, a ciertas fundamentaciones de la educación activa,
a la filosofía vitalista y a lo que el mismo autor denomina
"culto por la acción"-, López de Mesa plantee
una inquietud inicial como característica del conjunto de
lo existente. En el principio de todo están el movimiento
y la inquietud. Sin embargo, para López de Mesa dicha inquietud
inicial necesita ser cultivada y orientada en "sanas direcciones",
lo que quiere decir, ya en el campo de lo humano y de lo social,
que hay que darle un orden y una dirección racionales. De
ahí precisamente la diferencia entre acción y agitación.
Insistiendo en la idea, López de Mesa sostiene: "En
este momento histórico en el que la civilización industrial
proclama el culto de la acción, es urgente distinguir ésta
de una mera agitación desordenada" (López de
Mesa, 1926, pp. 181-182). Así, continúa: "Entre
acción y agitación hay un abismo. Es que la acción
se rige por normas de constancia y de subordinación de fuerzas
que le dan el triunfo" (López de Mesa, 1926, p. 184).
Con todo esto, la acción organizada adquiere un carácter
racional, teleológico y utilitarista. Por eso, en López
de Mesa la acción legítima es aquella que obedece
a un fin, que en el hombre ha de ser obedecer a un plan racional,
al genio o al intelecto como principios organizadores. Así
pues, el principio de la acción ordenada se debe manifestar
en todo: en un cuerpo bien dispuesto, vigoroso, disciplinado53,
autocontrolado y sano, en el espíritu racional, calculador
y organizador, e, incluso, en las naciones54.
En el libro Nosotros, este autor llega a proponer, con esa pretensión
civilizatoria frente al cuerpo, la asistencia a escuelas para aprender
"estilos elegantes de andar, de sentarse y de estar de pie"55.
De allí también las connotaciones negativas del escepticismo
y de la inacción, entendidos como "dos estados que se
corresponden e igualmente apocan el espíritu hasta colocarlo
en una depresiva inferioridad. Ante el enigma del universo y el
dolor de la vida consciente, el hombre busca el refugio de los placeres,
el silencio supremo de la muerte o la noble expansión de
sus energías en algún empeño laudable: en la
acción que afirma su personalidad, la eleva y la ennoblece"
(López de Mesa, 1915a, p. 418).
En síntesis, en López de Mesa el cuerpo aparece como
un criterio de distinción entre el orden y el desorden, entre
lo degenerado y lo no degenerado, y entre lo culto y lo inculto.
Además de sus apreciaciones como médico, que se encuentran
muy ligadas al cuerpo, surgen también otras apreciaciones
sobre la "cultura elevada", que muestran cómo el
cuerpo está inmerso en esas ideas sobre lo culto y lo civilizado.
El cuerpo se manifiesta, entonces, como un medio expresivo a partir
del cual se presenta y se representa lo culto y lo avanzado. Actúa,
por consiguiente, como un medio de distinción, y prueba de
ello son las constantes referencias de este autor a ciertas formas
de comportamiento, de presentación, de disposición
y de trato hechos valiéndose del cuerpo. La belleza, el vigor,
el control, la clase y la distinción del cuerpo, emergen
así como una cuestión de elite.
3.3 Educación y cambio en las condiciones sociales de
vida: Alfonso Castro y Jorge Bejarano
Desde otra postura, los médicos Alfonso
Castro56 y Jorge Bejarano57,
en sus debates en torno a la degeneración de la raza, defendieron
la existencia de condiciones sociales y culturales que operaban
como causales de dicha degeneración, sin ser con ello partidarios
radicales de posturas deterministas en relación con los aspectos
genéticos y geográficos. En el caso de los indios,
por ejemplo, si su situación los hacía aparecer como
miserables y cansados, era debido al largo proceso de explotación
y de colonización. Alfonso Castro partía de los presupuestos
de que la vida humana es modificable, y de que al hombre lo motivaba
en todo momento la necesidad de un ascenso perpetuo. De ahí
que, como consecuencia, sus propuestas, ubicadas en un punto medio
de inquietud entre el pesimismo y el optimismo denominado por Castro
como meliorismo, giraran en torno a la idea de
escolarizar o de alfabetizar al pueblo colombiano58.
Dice: "No estamos perdidos, ni mucho menos. Nuestra raza apenas
ha empezado a formarse, de suerte que le falta por cumplir gran
parte de su evolución, aquélla precisamente en la
que las especies, en virtud de una ley de vida, eliminan las toxinas
y los defectos adquiridos por herencia, para surgir al fin, después
de una trayectoria de años o de siglos, en plena madurez
de desarrollo, potentes y perfectas. Nuestros defectos del presente,
si sabemos analizarlos y encauzarlos como es debido, serán
las grandes cualidades del mañana. Se deben buscar senderos
de bien, aprovechando las enseñanzas de la práctica,
y ayudar a la naturaleza en su obra eliminadora de lo podrido que
llevamos dentro" (Castro, 1915, p. 101). En ese sentido, y
al igual que en otros autores, para él la higiene y la educación
se constituyen como los medios más adecuados para sacar adelante
al país, y no tanto las mezclas raciales.
Este autor, entonces, hace un llamamiento para que se le preste
una mayor atención a la infancia y a sus condiciones sociales
y materiales de vida. Del mismo modo, insiste sobre la necesidad
de una reforma radical de la educación y de la instrucción
pública. Con tal propósito, habría que comenzar,
según él, por "hermosear la escuela" (Castro,
1915, p. 108), de manera que una suerte de ambiente nuevo influyera
y puliera el espíritu del niño, pues, como dice Bernal
Jiménez: "Ningún educador podrá perder
de vista que la generación de los niños colombianos
es producto de un mestizaje en el cual conviven los imperativos
ancestrales de muy diversas razas, y que muchas de las contradictorias
tendencias de su temperamento tendrán en esta conjunción
su explicación más adecuada. En los componentes aborígenes
hallará el educador diversos aportes, muchos de ellos no
bien definidos aún en sus lindes territoriales y raciales.
La eliminación de los elementos perjudiciales o viles, y
la exaltación de los elementos nobles y limpios dentro de
ese complejo de caracteres, influencias y conatos que constituye
la herencia psicológica de un pueblo, es una de las más
trascendentales tareas del verdadero educador" (Bernal Jiménez,
1949, p. 35).
Por su parte, Bejarano, higienista, propone en su Quinta conferencia
que la decadencia de la raza no debe ser concebida en términos
puramente biológicos, pues, según él, es fundamental
en eso el aspecto extrínseco. Así, "aun cuando
se acepte nuestra inferioridad actual, aquella capacidad de ayer
fue hija, no tanto de los hombres, como del momento que pesó
sobre ellos" (Bejarano, 1920, p. 190). Para este autor, son
las dinámicas y los momentos propios por los que pasa una
sociedad los que determinan la "formación de sus hombres".
De esa manera, para Bejarano es importante que se preste atención
a las dinámicas particulares de la sociedad, como determinantes
del destino corporal y espiritual que toman sus hombres.
Por contraste con la idea de la degeneración como desvirtuación
del prototipo, de lo originario -en el sentido de Jiménez
López-, Bejarano plantea la importancia de la mezcla en términos
de adaptación y de supervivencia, y cita a Castro en ese
sentido (ver texto líneas arriba, 1920, p. 187). La tesis
evolucionista que mantiene este autor es la de que, en condiciones
de no mezcla, la ley de supervivencia favorece tan solo a los más
fuertes, y, consecuentemente, lleva a la extinción a los
más débiles. Sin embargo, en el caso de mezclas raciales,
la ley de supervivencia se manifiesta en el sentido de que prevalece
lo más fuerte, a partir de los rasgos dominantes, pero ahora
en cada una de las razas mezcladas.
Con Bejarano comienza a tomar cuerpo un punto
de vista de gran valor en el debate sobre la degeneración
de la raza, que se manifiesta en que la idea de tomar los referentes
europeos como indicadores de normalidad no es adecuada. Así,
afirma: "No es lógico ni convincente que nosotros queramos
sujetar nuestra fisiología, dependiente del clima, presión
atmosférica, etc., a las normas de lo que sucede en el hombre
europeo" (Bejarano, 1920, p. 210). De tal modo, concluye este
autor, no es tiempo ahora de universalizar las tesis de la degeneración
de la raza, ya que, según él, hacen falta todavía
muchos estudios sobre el cuerpo, sobre su fisiología, que
permitan hablar con mayor certeza, es decir, con mejores datos de
lo que han sido sus procesos de decadencia o de adaptación.
Por eso, "el estudio de las razas fundado en caracteres morfológicos
y que prescinden de las influencias innegables del medio ambiente,
carecen de todo valor y consideración" (Bejarano, 1920,
p. 231). Relacionada con estas insuficiencias investigativas, resulta
la crítica de Bejarano a las dificultades de una definición
del concepto de raza. Pone en duda, por eso, la idea de un origen
puro, y dice que es precisamente por el ambiente por lo externo,
que los grupos humanos tienden a adaptarse y a parecerse entre ellos:
"gracias a la influencia de condiciones idénticas de
vida, adquieren algún día un tipo común resultante
de tantos factores como moldean la especie" (Bejarano, 1920,
p. 231). Es decir, los factores externos aparecen aquí como
co-causales de ciertas formas específicas de evolución,
con lo cual "la" evolución queda enmarcada dentro
de una dinámica de corte epigenético59.
Para finalizar esta parte, es importante resaltar que, si hubo
un común denominador dentro de todas estas posturas, dicho
denominador consistió en la idea de que sólo mediante
la educación se podría sacar adelante al país
y conseguir un estado de civilización.
4. A modo de conclusión
La condición de base o el trasfondo de las posturas aludidas,
sigue siendo la idea evolucionista de la mejoría de la raza
colombiana a la luz de los argumentos surgidos de cierta sociobiología
especulativa. De esa manera, el evolucionismo social sirvió
de base o de referente teórico e ideológico apropiado
para identificar, como razón para la separación con
lo tradicional o con el pueblo, la defectuosa conformación
de nuestra raza, de la cual se desprenderían las taras en
lo intelectual, en lo moral y en lo social de Colombia. En torno
a las disposiciones eugenésicas e higienistas representadas
por las morales católica y biológica, hace su aparición
en el país, a partir más o menos de 1914 -con la fundación
del Gimnasio Moderno-, la moral social o matriz sociopolítica,
en la cual los sujetos, además de ser pensados como creyentes/pecadores,
racialmente regenerados/degenerados, entran a ser vistos como miembros
de clases sociales, y, con ello, como sujetos de intereses económicos
y culturales. Por todo eso, como sujetos de participación
social y política en el ámbito de lo público.
Así mismo, se verán aparecer, alrededor de la década
de los años 30, reformas educativas encaminadas a la democratización
de la cul-tura, cuando, al calor de la reforma constitucional de
1936, de la legalización de las luchas sindicales, y del
proyecto político liberal conocido como la Revolución
en Marcha, se lanzaron desde el Ministerio de Educación campañas
educativas masivas encarriladas bajo el lema de la "Cultura
aldeana". Se creó la Escuela Normal Superior, se difundieron
las enseñanzas de la sociología, de la antropogeografía
y de la etnografía, y, en fin, a nivel pedagógico,
se apropiaron la filosofía y los métodos educativos
de John Dewey, encauzados hacia la formación ciudadana. A
través de la raza, y, en particular, a través del
cuerpo, las elites establecieron su poder social, aprovechando los
signos de degeneración de aquella para afianzar más
las distinciones. En ese sentido, las diferencias corporales y raciales
aparecieron también como diferencias de clase (inferioridad
corporal = inferioridad social y cultural). La raza, el cuerpo y
la salud, subalternizan así al pueblo de otras formas: son
una cara externa a partir de la cual se determinan aspectos de la
naturaleza interna de los individuos.
El debate en torno a la degeneración de
la raza, que estuvo también ligado a una politización
de la controversia que se suscitó alrededor de los fines
de la educación pública, consiguió incidir
sobre la educación de la época mediante la configuración
de cuatro tipos de escuela, que fueron: la escuela para la defensa
de la raza, la escuela examinadora, la escuela pedagogizadora, y
la escuela para la democratización de la cultura60.
El punto en común de estas tendencias sería el representado
por las ideas eugenésicas y las prácticas del examen,
simbolizadas por campañas higienistas y antialcohólicas,
por restaurantes escolares, y hasta por controles médicos
constantes, con el fin de hacer de la escuela la punta de lanza
de la lucha masiva contra la propagación de "factores
hereditarios negativos", frontera de combate destinada a erradicar
las endemias y las patologías, y, en general, como espacio
propicio para tomar el control del desarrollo fisiológico
y orgánico de la infancia colombiana y de sus familias. La
estrategia higienizadora permitió la articulación
del tema de la degeneración de la raza con el de la educación,
ampliando, claro está, la higienización del plano
corporal al plano espiritual. De ahí que examinar cuerpos
y almas, uno por uno, fuera el principal cometido de las intervenciones
morales católica y biológica de la época. Higienizar
sería, por tanto, una de las principales estrategias para
la recuperación del pueblo colombiano. La idea de pensar
el problema de la higiene, a comienzos de siglo, como una estrategia,
sugirió que las medidas higiénicas implementadas por
la época constituyeran una red de discursos y de prácticas
que se fueron dirigiendo sobre la población, sobre todo a
la más pobre, y, en particular a la niñez, con el
propósito de que, antes que mejorar las condiciones de vida,
había que ejercer el control y el gobierno. Dicho con otras
palabras: pensar en la higiene como parte de una estrategia eugenésica,
implicaba reconocerle un papel más allá (o más
acá) de la obvia, en tanto necesidad que tendría toda
sociedad de preservar y de promover la salud de la población
(biopolítica y biocontrol). Implicaba, entonces, dos presupuestos
generales: en primer lugar, el reconocimiento de la aparición
de la preocupación por el cuerpo y por la salud de la población
como un problema propio del siglo XX en nuestro país, y,
en segundo lugar, el análisis de tal preocupación
como un problema político y social, es
decir, como un problema de cara al control y al gobierno de la población61.
Por eso, como dice Saldarriaga, "lo social" ha de repensarse
como un campo construido o "inventado" estratégicamente
para producir, para conducir, para gestionar y para determinar las
llamadas "necesidades o aspiraciones naturales" y las
"reivindicaciones de justicia" de la población,
en términos de la redistribución de los beneficios
económicos, a través de "servicios" estatales
o privados de salud, de educación, de bienestar, de seguridad
social y de servicios públicos. Ese campo operaría,
al menos, en dos planos: primero, el de la promesa o ideal. Sería
la "fe" en la satisfacción futura o en el cubrimiento
total de las demandas la que pretendería, de un lado, dar
credibilidad y legitimidad al campo político, y, de otro,
gestionar los conflictos entre las clases sociales para evitar que
se desbordara. Segundo plano, el de las tecnologías de gobierno:
se trataría de la implantación de instituciones, de
sujetos y de saberes especializados en "lo social", para
ejercer funciones de extracción de información sobre
la vida de "los pobres" o subalternos, configurándolos
como objetos de saber, de experimentación y de intervención.
Para entender todo esto, Foucault nos aportó la noción
de gubernamentalización (Saldarriaga, 2003, p. 195).
El papel del cuerpo resultó ser aquí, al mismo tiempo,
el de una entidad biológica y el de una entidad simbólico-cultural.
Como consecuencia, la medicina y las propuestas eugenésicas
ligadas a ella pasaron rápidamente del marco de "lo
corporal" al marco de "lo social-cultural-ético-político",
infiriendo profundamente en este último. En Colombia, la
interiorización de ciertas imágenes modernas del cuerpo
y de normas sobre su salud y su enfermedad, fueron posibles también
gracias al papel estratégico y mediador que cumplieron la
escuela y la educación. Estas imágenes y estas normas
se constituyeron en la base para la comprensión, para la
ubicación y para la percepción de sí mismos
de los individuos en la sociedad. Sabido es que los límites
entre enfermedad y salud del cuerpo no han sido estables dentro
de la propia medicina; sin embargo, esta última no ha dejado
de ser una de las instancias fundamentales en la producción
de una serie de normas y de regulaciones, que se extienden desde
lo legislativo hasta otros ámbitos sociales (por ejemplo,
la educación pública, la política social, la
eugenesia, el derecho laboral, entre otras), fomentando e imponiendo
con ello una cierta imagen del ser humano ideal, y contribuyendo
a dar una cierta idea de regularidad, de controlabilidad, de seguridad...
Mediante una forma de vida saludable, mediante el movimiento, la
actividad y el cuidado del cuerpo, se habría de llevar al
hombre a que estuviera nuevamente con su fuerza natural. Para perfeccionarse,
el hombre debía volver sobre su naturaleza, sobre su cuerpo,
sobre su fuerza, sobre su actividad y sobre su salud, exigiéndole
al cuerpo mismo una actividad dirigida conscientemente.
En el principio de la actividad, y ligado a él, la idea
del cuerpo activo, disciplinado y saludable, quedaba articulado
a las premisas de la concepción de progreso. En ese sentido,
toda actividad que no cayera en la agitación debía
tener una meta definida y estar referida a un tiempo. Lo que se
alcanzó a ver fue que el concepto de cuerpo que se tenía
aquí era el de un simple material, el de una naturaleza funcional,
y el de un medio de producción. Así, el proceso de
industrialización y de modernización en Colombia se
encontró en relación directa con la estrategia educativa
de cualificación del cuerpo para la producción y para
el rendimiento. Homogeneización y formación de "cuerpos
dóciles" individuales y poblacionales, capaces de autocontrol,
de autorregulación, de automanutención, se convirtieron
entonces en las grandes consignas. Por eso, dentro de esa lógica
civilizatoria, una "prudencia infinita al servicio de una firme
voluntad de perfeccionamiento y de una clara conciencia de sus destinos
es la mayor garantía de progreso real para un pueblo"
(López de Mesa, 1926, pp. 197-198).
Bibliografía
BEJARANO, J. (1920): "Quinta conferencia", en L. López
de Mesa (comp.): Los problemas de la raza en Colombia. Segundo volumen
de la biblioteca de "Cultura", Bogotá, Imprenta
Linotipos de El Espectador.
BERNAL JIMÉNEZ, R. (1949): La educación, he ahí
el problema, Bogotá, Prensas del Ministerio de Educación
Nacional.
CASTRO, A. (1915): "Meliorismo", en Cultura, vol. II,
n.º 7, pp. 55-61, Bogotá.
- (1915a): "Meliorismo", en Cultura, vol. II, n.º
8, pp. 97-114.
CHIAPPE, C. (1983): "El pensamiento educativo de Herbert Spencer
y de John Dewey", en Simposio Permanente sobre la Universidad,
segundo seminario general 1982-1983, Bogotá, Asociación
Colombiana de Universidades (ASCUM), Instituto Colombiano para el
Fomento de la Educación Superior (ICFES).
CHINCHILLA, V. J. (2001): "Educación física y
construcción de la nación en la primera mitad del
siglo XX", en M. C. Herrera, y C. J. Díaz Soler (comps.):
Educación y cultura política: Una mirada multidisciplinaria,
Bogotá, Plaza y Janés.
COMTE, A. (1995): Discurso sobre el espíritu positivo, Barcelona,
Altaya.
DARWIN, Ch. (1993): Textos fundamentales, Barcelona, Altaya.
DÍAZ SOLER, C. J. (2005): El pueblo: de sujeto dado a sujeto
por construir. El caso de la Campaña de Cultura Aldeana en
Colombia (1934-1936), Bogotá, Universidad Pedagógica
Nacional.
- (2001): "El Pueblo: de sujeto dado a sujeto político
por construir. Apuntes sobre la década del treinta",
en M. C. Herrera, y C. J. Díaz Soler, (comps.): Educación
y cultura política: Una mirada multidisciplnaria, Bogotá,
Plaza y Janés.
DURKHEIM, É. (1985): La división del trabajo social
I, Colombia, Planeta de Agostini, Obras maestras del pensamiento
contemporáneo.
ESCOBAR V. A. (1998): La invención del Tercer Mundo. Construcción
y reconstrucción del desarrollo, Santafé de Bogotá,
Norma.
FOUCAULT, M. (1992): Genealogía del racismo, Madrid, La Piqueta.
- (1991): Saber y verdad, Madrid, La Piqueta.
- (1991b): Microfísica del poder, Madrid, La Piqueta.
GURVITCH, G. (1970): Tres capítulos de historia de la sociología:
Comte, Marx y Spencer, Buenos Aires, Ediciones Nueva Visión.
HARRIS, M. (1999): El desarrollo de la teoría antropológica.
Una historia de las teorías de la cultura, México,
Fondo de Cultura Económica.
HELG, A. (1987): La educación en Colombia 1918-1957. Una
historia social, económica y política, Bogotá,
CEREC.
HERRERA, M. C. (2001): "Debates sobre raza, nación y
educación: ¿hacia la construcción de un 'hombre
nacional'?", en M. C. Herrera, y C. J. Díaz Soler (comps.):
Educación y cultura política: Una mirada multidisciplinaria,
Bogotá, Plaza y Janés.
- (1999): Modernización y escuela nueva en Colombia: 1914-1951,
Santafé de Bogotá, Plaza y Janés.
HERRERA, M. C., y DÍAZ SOLER, C. J. (comps.) (2001): Educación
y cultura política: Una mirada multidisciplinaria, Bogotá,
Plaza y Janés.
JIMÉNEZ LÓPEZ, M. (1948): La actual desviación
de la cultura humana. Discursos y ensayos, Tunja, Imprenta Oficial.
- (1928): La escuela y la vida, París, Lausanne.
- (1920): "Algunos signos de degeneración colectiva
en Colombia y en los países similares", en L. López
de Mesa (comp.): Los problemas de la raza en Colombia. Segundo volumen
de la biblioteca de "Cultura", Bogotá, Imprenta
Linotipos de El Espectador.
- (1920a): "Primera conferencia", en L. López de
Mesa (comp.): Los problemas de la raza en Colombia. Segundo volumen
de la biblioteca de "Cultura", Bogotá, Imprenta
Linotipos de El Espectador.
- (1917): "La enseñanza teórica y la enseñanza
práctica. Segunda parte", en Cultura, vol. IV, n.º
19, pp. 3-20, Bogotá.
- (1917a): "La enseñanza teórica y la enseñanza
práctica. Tercera parte", en Cultura, vol. IV, n.º
20, pp. 101-115, Bogotá.
- (1917b): "La formación de la personalidad. Base de
la educación", en Cultura, vol. IV, n.º 23-24,
pp. 299-324.
- (1916): "La enseñanza teórica y la enseñanza
práctica. Primera parte", en Cultura, vol. III, n.º
13, pp. 442-456, Bogotá.
LACLAU, E. (2005). La razón populista, Buenos Aires, Fondo
de Cultura Económica.
LÓPEZ DE MESA, L. (2000). Nosotros. Seguida de El nueve de
abril. Compilador y presentador: Sergio H. Arroyave Maya, Medellín,
Imprenta Departamental de Antioquia.
- (1970): Disertación sociológica, Medellín,
de Bedout.
- (1970a): De cómo se ha formado la nación colombiana,
Medellín, de Bedout.
- (1970b): Escrutinio sociológico de la historia colombiana,
Medellín, de Bedout.
- (1926): Civilización contemporánea, París,
Agencia Mundial de Librería.
- (1920) (comp.): Los problemas de la raza en Colombia. Segundo
volumen de la biblioteca de "Cultura", Bogotá,
Imprenta Linotipos de El Espectador.
- (1918): "Nuestros problemas nacionales", en Cultura,
vol. V, n.º 25-26, pp. 58-71, Bogotá.
- (1917): "El alma de América", en Cultura, vol.
IV, n.º 22, pp. 220-229, Bogotá.
- (1915): "Preparación del futuro", en Cultura,
vol. II, n.º 10, pp. 304-310, Bogotá.
- (1915a): "Nueva teoría filosófica", en
Cultura, vol. I, n.º 6, pp. 418-432, Bogotá.
MÁRQUEZ, J.; CASAS, Á., y ESTRADA, V. (eds.) (2004):
Higienizar, medicar, gobernar. Historia, medicina y sociedad en
Colombia, Medellín, La Carreta.
NISBET, R. (1991): Historia de la idea de progreso, Barcelona, Gedisa.
NOGUERA, C. E. (2003): Medicina y política: discurso médico
y prácticas higiénicas durante la primera mitad del
siglo XX en Colombia, Medellín, Fondo Editorial Universidad
EAFIT.
PARCEVAL, J. M. (1995): Nacionalismos, xenofobia y racismo en la
comunicación. Una perspectiva histórica, Barcelona,
Ediciones Paidós.
SÁENZ OBREGÓN, J.; SALDARRIAGA VÉLEZ, Ó.,
y OSPINA, A. (1997): Mirar la infancia: pedagogía, moral
y modernidad en Colombia, 1903-1946. 2 vols., Bogotá, COLCIENCIAS,
Ediciones Foro Nacional por Colombia y Universidad de Antioquia.
SALDARRIAGA VÉLEZ, Ó. (2003): Del oficio del maestro.
Prácticas y teorías de la pedagogía moderna
en Colombia, Bogotá, Magisterio.
- (2000): Saber pedagógico, sistema educativo e invención
de lo social en Colombia (1870-1970), en S. Castro-Gómez
(ed.): La reestructuración de las ciencias sociales en América
Latina, Bogotá, CEJA.
SLOTERDIJK, P. (1999): Reglen für den Menschenpark. Ein Antwortschreiben
zu Heideggers Brief, Francfort del Meno, Suhrkamp Verlag.
SPENCER, H. (1984): El individuo contra el Estado, Barcelona, Orbis.
- "Los primeros principios", en <http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/12159286449090401865624/index.htm>.
SPENGLER, O. (2002): La decadencia de occidente. Bosquejo de una
morfología de la historia universal, Tomo II, Madrid, Colección
Austral.
TIMASHEFF, N. (1977): La teoría sociológica, México,
Fondo de Cultura Económica.
URIBE URIBE, R. (1955): Por la América del Sur, Tomo I, Bogotá,
Kelly.
WEBER, M. (1994). La ética protestante y el espíritu
del capitalismo, Barcelona, Ediciones Península.
IEK, S. (comp.) (2004): Ideología. Un mapa de
la cuestión, Santafé de Bogotá, Fondo de Cultura
Económica.
Notas:
1 Este trabajo es uno de los
resultados de la investigación «El concepto de cuerpo
en las escuelas normales de Antioquia entre 1920 y 1940: moral católica
y moral biológica»,financiada por el CODI de la Universidad
de Antioquia, Colombia.
2 Según Herrera (1999,
pp. 70 y ss.), los principales intelectuales que se preocuparon
y se ocuparon de una educación activa durante
la primera mitad del siglo pasado, se pueden ubicar en dos grupos,
a saber: los de orientación psicológica y los de orientación
sociológica. Los primeros, a su vez, se dividen en aquellos
que propusieron una educación laica, como Agustín
Nieto Caballero y Gabriel Anzola Gómez, y los que se ubicaron
dentro de una psicología católica, como Miguel Jiménez
López y Rafael Bernal Jiménez. Por su parte, dentro
de la orientación sociológica, cabe mencionar a José
Francisco Socarrás, Luis López de Mesa, Germán
Arciniegas, Darío Echandía y Gerardo Molina. Frente
a este grupo de pensadores están los defensores convencidos
de la pedagogía católica, dentro de los que se cuentan
Félix Restrepo Mejía y Eduardo Ospina.
3 La perfectibilidad (perfectibilité)
es un concepto acuñado por Rousseau para designar la capacidad
y la posibilidad humana de perfeccionarse. La perfectibilidad en
Rousseau no está determinada de un modo positivo, por lo
que, en ese sentido, no es ni teleológica desde el
punto de vista aristotélico, ni normativa en
el sentido de la doctrina de la imago Dei. Como resultado,
la perfectibilidad puede llevar al ser humano tanto a la perfección
como a la depravación. Gracias a la capacidad inherente de
poder perfeccionarse, el ser humano se sale entonces de la creación,
de un «desarrollo natural»,y empieza a hacer de sí
mismo su propia historia.
4 Resulta interesante mencionar
aquí que las ideas de intervención y de expropiación
por cuestiones de raza y de atraso ya estaban en boca de Rafael
Uribe Uribe. En un artículo titulado «El derecho de
expropiación sobre las razas incompetentes»,Uribe Uribe,
comentando algunas apreciaciones del capitán estadounidense
Alfredo Mahan, se hacía la pregunta sobre si los colombianos
tenían o no los rasgos distintivos de las razas incompetentes,
lo que justificaría, a la luz de las apreciaciones del estadounidense
en cuestión, la inevitable intervención y expropiación
por parte de los «más fuertes y desarrollados».
Se sostenía que, para merecer un territorio, no bastaba con
estar en él, sino que había que exigir a sus pobladores,
además según el autor comentado, «capacidad
para el progreso» y «supervivencia por la organización»
(Uribe Uribe, 1955, pp. 143-144). Con un tono amenazante, escribía
entonces Uribe Uribe: «Óigase bien: indios de América,
egipcios en África, árabes en Asia, turcos en Europa,
en una palabra, todos los incompetentes de raza y de sistema, están
obligados, por interés superior de la civilización,
a ceder su territorio (evicción) o a aceptar un control político
o económico (subalternización)» (Uribe Uribe,
1955, p. 147). La «supremacía por la energía»
y el «derecho justificado por la competencia», ideas
propias de las naciones que iban a la vanguardia y que eran radicalmente
darwinianas, según Uribe Uribe, aparecían ante sus
ojos como incontrovertibles, pero, por otra parte, como una voz
de alerta y como una llamada a la acción. También
esa idea la sostenía López de Mesa, para quien «la
moral, la conducta de los hombres, está regida por esta ley
de jerarquización; lo más fuerte, individual
o colectivamente, dará la norma» (López de Mesa,
1926, p. 217).
5 Díaz Soler, 2001, pp.
143 y ss., 2005; Laclau, 2005.
6 En la terminología de
Foucault, podríamos hablar aquí de una «biopolítica
de la población» y de una «anatomopolítica
de los cuerpos»; de un «poder político»
y de un «poder pastoral» (Foucault, 1992, pp. 250 y
ss.). Es decir, según lo primero, los cuerpos de los individuos
del sector popular entran en un proceso de modelamiento y de individualización
homogeneizante, a través de ciertas instituciones disciplinarias
como por ejemplo la escuela, con el propósito, de acuerdo
con el segundo concepto, de mantener regulada y sana a esa población
(cuerpo múltiple), con miras, sobre todo, a una mano de obra
y a una producción más eficientes. Como dice Foucault,
«en resumen: tenemos una tecnología de adiestramiento
opuesta a una tecnología de seguridad, una tecnología
disciplinaria que se distingue de una tecnología aseguradora
y reguladora; una tecnología que es, en ambos casos, una
tecnología del cuerpo, pero en uno es una tecnología
en la que el cuerpo es individualizado como organismo, dotado de
capacidades, y, en el otro, es una tecnología en la que los
cuerpos son reubicados en procesos biológicos de conjunto»
(Foucault, 1992, p. 258).
7 Así, «conviene
vincular el acontecer histórico colombiano con la cultura
universal para disponer de un patrón de medida que autorice
su calificación, o sea, ayuntarle un término de referencia,
aunque somero, que la gradúe en su vario devenir» (López
de Mesa, 1970b, p. 55). Como se puede notar, junto a la homogeneización
del tiempo en nombre de un progreso universal, se homogeneiza también
la formación humana en nombre de «la» cultura,
es decir, en nombre de «aquella espiritualidad excelsa que
abarca el arte, las buenas maneras y la filosofía, aquella
depuración del espíritu que busca las tesis trascendentales
de la vida y las emociones sublimadas, que mira a los fines remotos
con mirada sibilina y que crea valores ideales para la lucha humana»
(López de Mesa, 1917,p. 227).
8 La minoría de edad y
el estado infantil no sólo se tienen para las etapas evolutivas
del sujeto en términos de niñez y de adolescencia,
sino que, además, se refieren a consideraciones geopolíticas
y raciales según las cuales nuestro país, por ejemplo,
era considerado como una nación menor de edad, comparada
con las sociedades avanzadas, y, por ello, susceptible de ser intervenida
y/o «ayudada» por esas sociedades mayores de edad (como
es lógico, con ideas como ésta se legitimaba a su
manera el intervencionismo). Así, tanto la condición
de minoría de edad (niñez y adolescencia) de los sujetos
individuales, de las etnias (indígenas, afros, mestizos)
como de las sociedades infantes, llevaba a la conformación
de temporalidades y de espacios panoptizados, en donde los que están
inmersos se convierten en objetos de intervención y de vigilancia,
es decir, en objetos de una gestión controlada de sus vidas,
que, aún hoy, se pueden ver como un poder funcionando en
el ámbito social contemporáneo (actualmente estas
formas de infantilización se pueden ver funcionando cuando
entran en relación, v. gr., los discursos ecológicos
y ambientalistas con la situación de las comunidades indígenas).
Acerca de la idea de sociedad en condición de minoría
de edad o de infante, ver Spengler, 2002, pp. 45-90.
9 López de Mesa decía,
por ejemplo, que había que crear «un ideal de raza.
Enseñar al pueblo que tiene una misión histórica
que cumplir; que cada acto de su vida tiene que armonizarse con
otros actos hacia algo superior [...], que cada pueblo, realmente
histórico, está formando día por día
la conciencia humana universal [...]. Que el pueblo es una cultura
o al menos un ideal, y no mera porción de raza o parcela
de territorio» (López de Mesa, 1926, p. 178).
10 «Del mismo modo que
los ideales positivos se concretan en utopías soñadas
y en prohombres representativos, los ideales negativos dibujan pesadillas
insoportables, incluidas personas o grupos representantes del mal.
Los marginados por la sociedad [...] no son seres al margen de la
historia, aunque estén marginados, sino que forman parte
fundamental de esta interpretación sin la cual la sociedad
no podría funcionar. Son pilares básicos de la convivencia,
elementos que sitúan las fronteras de la permisividad, de
la barbarie, del caos; por tanto, básicos a la hora de delinear
el mapa de la civilización» (Parceval, 1995, p. 21).
11 Recordemos que el tema de
la eugenesia ha estado asociado, a través de la historia,
a la pretensión humana de «mejorar» las disposiciones
y las condiciones primordiales, que, a nivel biológico y
cultural, operan como dotaciones básicas del ser humano,
y gracias a las cuales se inicia la humanogénesis y se orienta
hacia un determinado ideal de perfección. La eugenesia se
basa en los aportes de la genética humana, y en las posturas
del determinismo racial y del darwinismo social. Desde parámetros
darwinistas y spencerianos, la eugenesia le sobrepone a una selección
natural una selección artificial. El término «eugenesia»
( eugenes = bien nacido, de buena raza) designa entonces un espacio
de indagación en el que se aplican los conocimientos sobre
la genética humana a las diferentes poblaciones, con el propósito
de «mejorarlas». El concepto de «eugenesia»
fue utilizado por primera vez en 1883 por el antropólogo
británico Francis Galton (1822-1911), pariente de Charles
Darwin. Para Galton, la eugenesia era una ciencia cuyo propósito
fundamental era el de optimizar las disposiciones heredadas consideradas
positivas y valiosas mediante un buen «cultivo» o «crianza».
El fin último de la eugenesia es el «mejoramiento»
a largo plazo de las disposiciones naturales de la población,
favoreciendo, por un lado, la reproducción, el mantenimiento
y el mejoramiento de los «saludables», y, por otro,
impidiendo la reproducción de los «enfermos»
y de los menos aptos a base de medidas sociopolíticas que
van desde la prohibición del matrimonio (reproducción)
entre impedidos físicos y mentales hasta su esterilización,
e incluso hastasu eliminación (eutanasia), como sucedió
en el transcurso del régimen nazi. En Colombia, durante 1920,
y como se verá más adelante, se consideraron muy seriamente
la educación y la inmigración como estrategias eugenésicas
para la población degenerada.
12 Saldarriaga Vélez
habla en esta época de una «matriz de formación
de lo social», conformada por «los saberes médicos,
biológicos, psicológicos y experimentales,que veían
lo social como el ámbito de los movimientos poblacionales,
las relaciones entre organismo y medio ambiente, la influencia del
clima, la herencia y la raza; su modo de intervención partía
de la experimentación médica sobre grupos marginales,
el examen y los tests psicobiológicos [...] reconocible claramente
durante las dos primeras décadas del siglo XX, época
de auge de las campañas antialcohólicas, higienizadoras
y eugenésicas, de introducción de los restaurantes
escolares y de la medición antropométrica, etapa cuyo
momento cumbre fue la llamada Polémica sobre la Degeneración
de la Raza en 1918» (Saldarriaga Vélez, 2000, pp. 334-335).
13 El trasfondo de los problemas
sobre la degeneración y la posible regeneración de
la raza está inscrito en las teorías racistas sobre
la civilización que se originaron durante la segunda mitad
del siglo XIX. El principal precursor y representante de estas teorías
fue el francés Joseph Arthur Gobineau, quien, en su escrito
Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas, se preocupó
por la «evolución» (nacimiento, esplendor, decadencia
y muerte) de las civilizaciones. Este autor fue uno de los que propuso
que las mezclas raciales eran una forma muy importante de elevar
el nivel cultural y biológico de cualquier raza, apreciación
que fue retomada en nuestro país durante la primera mitad
del siglo XX. Según el punto de vista de este autor, la degeneración
de las razas se encuentra asociada a ciertas mezclas de sangre no
adecuadas. De allí la relación estrecha que se plantea
entre raza, racismo, eugenesia y progreso, en donde la raza puede
aparecer como factor de atraso y de decadencia. En Colombia, el
problema de la «degeneración» de la raza estuvo
en boca de muchos pensadores, políticos e intelectuales de
la época, y fue incluso tratado en el Congreso. Eso sirvió
para que viera la luz la Ley 114 de 1922 sobre inmigración.
Con esta ley se exhortaba al mejoramiento de las condiciones raciales
(étnicas, culturales, sociales), tanto en un sentido físico
como moral, mediante la promoción de la inmigración
de individuos y de familias que tuvieran las características
que se requerían que las elites y el poder hegemónico
requerían para el eventual mejoramiento de la raza
nacional. De acuerdo con esto, quedaba también prohibida
la entrada de otros individuos y de otros grupos, que, por sus condiciones
étnicas, orgánicas y/o sociales, fueran considerados
como un «problema» para el posible mejoramiento de la
«raza colombiana», y, por tanto, para el progreso de
nuestro país. Eso significó, dentro de la misma lógica,
una mirada discriminatoria y excluyente hacia ciertos grupos de
la propia sociedad (afros, indígenas y el pueblo en general).
14 Desde la biología
es necesario citar a Darwin, quien en sus textos utilizaba la palabra
«progreso» para enunciar procesos que hoy bien se podrían
denominar como evolución o como desarrollo. Del mismo modo,
se podría considerar que en Spencer también existe
esa mirada sociológica con respecto a una evolución
social. Así, el siglo XIX tiene una fuerte relación
con la idea de progreso a través de lo que se denominó
«evolución social» y «evolución
biológica», o, como lo planteó Comte, «ley
del progreso» (Comte, 1995).
15 Escobar, 1998.
16 Aquí hay que tener
en cuenta, tal como plantea Nisbet (1991), que la idea de progreso
se encuentra en una relación muy estrecha con la existencia,
desde el punto de vista histórico, de determinados grupos
raciales étnicos, a quienes los difusores de
un pensamiento racista consideran como fundamentales para el adelanto
y la mejora de la civilización.
17 El evolucionismo social
se erigió así como uno de los saberes fundamentales
de las ciencias sociales, que tuvo gran circulación durante
la época, y que, para el caso concreto colombiano, permitió,
gracias a la apropiación de que fue objeto, la fundamentación
conceptual e ideológica de los llamados pensadores de la
degeneración de la raza.
18 Un aspecto de la «ideología»
del racismo es el de que difunde ciertas visiones e imaginarios
que ayudan a que las desigualdades sociales se «naturalicen».
Para una revisión actual del concepto de «ideología»
véase iek, 2004.
19 En esta misma línea
temática se pueden consultar, entre otros, los trabajos de
Herrera (2001) y de Chinchilla (2001).
20 Sáenz, Saldarriaga
y Ospina, 1997, p. 19.
21 La idea de progreso, propia
de la época moderna en cuanto a sugestión o a representación
colectiva para la explicación del devenir histórico,
es situada, incluso desde el mismo Comte, con una carga de cierta
obligatoriedad para todo pensamiento que se considere positivo;
de ahí que, a pesar de las diferencias existentes entre el
padre de la sociología y el iniciador del evolucionismo social,
este último consiga entender el progreso social desde la
fusión entre los postulados de la ciencia social y la ciencia
biológica, en el punto convergente de la ley de la evolución.
«En sus primeros principios, Spencer se propone fundar la
ley general de la evolución sobre los axiomas de la persistencia
de la fuerza, de la indestructibilidad de la materia y de la continuidad
del movimiento. La transformación de la fuerza y de la materia
por su movimiento llevan a la evolución, en la cual la materia
se integra, el movimiento se dispersa y se diferencia, en tanto
que las fuerzas establecen equilibrios variados. El proceso de evolución
puede caracterizarse así como el pasaje de una homogeneidad
incoherente a una heterogeneidad coherente» (Gurvitch,1970,
p. 188).
22 Timasheff, 1977, pp. 58-59.
23 Uno de los capítulos
de Principios de sociología se titula, precisamente, «La
sociedad es un organismo».
24 Argumentos y categorías
que posteriormente fueron adoptados por las teorías de sistemas.
25 De acuerdo con los planteamientos
de Darwin, la evolución actúa sobre los seres vegetales
y animales en términos de su eficacia reproductiva y de su
capacidad de supervivencia. Según la primera verdad de la
evolución referida al crecimiento exponencial, los seres
vivos tienden a reproducirse cada vez en ritmos de aumento proporcional.
Y no hay excepción a la regla, sostiene Darwin. Todo ser
vivo se multiplica de una manera natural por un factor tan elevado,
que, si no se le destruyera, la tierra no tardaría en quedar
poblada por la progenie. La segunda ley de la evolución es
la variación, según la cual, y a pesar del carácter
constante de las especies, los individuos que pertenecen a ellas
pasan constantemente por pequeñas variaciones. El tercer
punto es la herencia. Todo ser viviente tiende a mantener, es decir,
a heredar los rasgos de sus progenitores. La teoría de la
evolución de Darwin plantea entonces que las especies son
proclives a crecer hasta acercarse a los límites de sus recursos.
En esa lucha por la existencia, tienen mayores posibilidades de
subsistir los individuos más fuertes y con mayor capacidad
de adaptación al medio. La descendencia de estos propende
a heredar los rasgos favorables y a perpetuarlos en las generaciones
siguientes. De allí que, como consecuencia lógica,
los individuos menos adaptados y débiles no tengan las mismas
probabilidades de sobrevivir y se inclinen a desaparecer. Así,
a grandes rasgos, en estos procesos se mantienen o se fortalecen
unos aspectos y se eliminan otros, transformándose o evolucionando
de tal modo las especies (Darwin, 1993).
26 Durkheim, 1985.
27 Representado por autores
como el inglés Walter Bagehot (1826-1877), quien en su texto
Física y política (1872) propone como rasgo fundamental
de la evolución la lucha de grupos, y la variabilidad como
idea de progreso; por Ludwig Gumplowicz (1838-1909), quien, en sus
libros Raza y Estado (1875) y Lucha de razas (1883), plantea que
la evolución social y cultural es el resultado de la lucha
de grupos o de la supervivencia del más fuerte. Para el austríaco
Gustav Ratzenhofer (1842-1904), tal y como sostiene en su libro
Naturaleza y fin de la política (1893), las tareas de la
sociología son descubrir las tendencias fundamentales de
la evolución social, y las condiciones de bienestar de los
seres humanos. Para este autor, la sociedad se dirige por intereses,
que son la expresión de una necesidad a través de
la cual se produce una percepción de su inevitabilidad, siendo
ésta innata o instintiva. En cuanto al norteamericano Albion
W. Small (1854-1926), los intereses son los móviles más
simples que pueden descubrirse en la conducta de los seres humanos,
tal y como sostiene en su trabajo Sociología general (1913).
La vida misma es el proceso de desarrollo, de adaptación
y de satisfacción de intereses. Por su parte, William Graham
Summer (1840-1910), en su escrito La ciencia de la sociedad (1872),
sostiene que la ley fundamental es la evolución, proceso
espontáneo, unilineal e irreversible, que no puede ser modificado
por el esfuerzo social. Para dicho autor, la evolución es
impulsada hacia adelante gracias a la lucha por la existencia. Se
trata de un combate que enfrenta al hombre con la naturaleza y con
los demás hombres, sin que nadie pueda ser culpado por las
penalidades que unos individuos puedan imponer a otros.
28 Para el evolucionismo psicológico,
la mente humana, con su capacidad para deliberar y para elegir,
no es, pues, un factor de la evolución; en realidad, su interferencia
con la evolución más bien es dañina. Al mediar
el decenio de los años 80 del siglo XIX surgió una
nueva rama del evolucionismo, que, contrariamente a la teoría
de Spencer, atribuyó a la mentalidad humana un papel importante
en la evolución. Sus fundadores fueron los sociólogos
Lester F. Ward (1841-1913) y Franklin H. Giddings (1855-1931).
29 El evolucionismo económico
de Achille Loria (1857-1953) sustenta la tesis de que la disminución
gradual de la tierra libre (tierra de la que aún no se ha
apropiado nadie), es el factor básico del desarrollo evolutivo
social.
30 Aquí se trata del
evolucionismo tecnológico de Thorstein Veblen (1857-1929),
en el que la evolución social es esencialmente un proceso
de adaptación mental de los individuos bajo la presión
de circunstancias en las que ya no se toleran los hábitos
formados con anterioridad.
31 El evolucionismo demográfico,
desarrollado por Adolphe Coste (1842-1901), plantea que un solo
factor determina la evolución de la sociedad: la creciente
densidad de la población reflejada en los tipos de aglomeraciones
humanas.
32 Spencer, 1984.
33 Chiappe, 1983, p. 9.
34 Weber, 1994.
35 Timasheff, 1977, p. 59.
36 Jiménez López,
1948.
37 Un aspecto ejemplar en intervención
pedagógica fue la experiencia realizada en el departamento
de Boyacá de 1925 a 1930. Liderada por Rafael Bernal Jiménez,
sobrino de Miguel Jiménez López, y para ese entonces
Director de Instrucción Pública de esa circunscripción
política y administrativa, la reforma educativa estaba encaminada
hacia una serie de mejoras de y mediante la educación. Dentro
de sus pretensiones fundamentales, se encontraban la de combatir
los problemas de pobreza material y espiritual, y la de la debilidad
física de los alumnos. En eso un punto muy importante lo
marcó la higiene escolar, y, junto con ella, el establecimiento
de los restaurantes y de los médicos escolares (Helg, 1987,
pp. 122 y ss.). En un «mensaje al magisterio nacional»,
Bernal Jiménez esboza los temas del programa que habrán
de ser tratados para mejorar la educación y para dignificar
la labor del maestro. En el tercer lugar de la agenda aparecen «la
escuela y la nacionalidad», y, como parte también de
él, está el numeral acerca de «la escuela colombiana
frente a los problemas de la raza, del medio físico peculiar
y de la edad histórica de nuestra nacionalidad». En
cuarto lugar figura «el problema de la higiene y de la vigorización
de la raza». Como primer punto por tratar dentro de esta temática
está el de la «escuela defensiva». Preguntas
planteadas aquí son: «¿Qué debe hacer
la escuela para la vigorización de la raza?», «¿cómo
podría desarrollarse una intensa campaña a favor del
aseo popular y del mejoramiento de las condiciones higiénicas
de las masas: la alimentación, el vestido, las costumbres?».
Como segundo punto por tratar dentro de esta temática estaría
«la colaboración del médico en la acción
educativa y defensiva de la escuela», y, como tercero y como
cuarto puntos de esta temática se encuentran «Educación
y campañas antialcohólicas» y «Educación
física» (Bernal Jiménez, 1949, pp. 64, 65 y
66; y 181 y ss.; y Sáenz, Saldarriaga y Ospina,1997).
38 Noguera, 2003, p. 25.
39 Recientemente, Peter Sloterdijk,
en su libro Regeln für den Menschenpark. Ein Antwortschreiben
zu Heideggers Brief (1999), revivió polémicamente
el debate sobre los aspectos eugenésicos implícitos
o que están detrás del Humanismo. Humanizarse fue
adentrarse en las letras, crear una sociedad literaria selecta,
que hoy en día se ha vuelto cuestionable en su procedimiento
de formación erudita y escolástica, pero cuya pretensión
sigue estando viva como «desalvajizamiento» y domesticación
del hombre por medios artificiales, es decir, antropotécnicos
o eugenésicos.
40 Recordemos que Lamarck (1744-1829)
adjudicaba a los organismos un instinto o un impulso hacia el perfeccionamiento,
que siempre tendía hacia la consolidación de estructuras
cada vez más complejas. La evolución, en este caso,
se da como realización de las exigencias de adaptación
al entorno. Los comportamientos adaptativos actúan entonces
como condicionantes del cambio corporal y orgánico de los
seres.
41 Jiménez López,
1920, p. 37.
42 La cursiva es nuestra.
43 Como forma de contrarrestar
y de neutralizar las taras de nuestras razas y de detener el proceso
de moralidad decreciente, Jiménez López hizo la propuesta
de fomentar la inmigración con miras al mestizaje. Así,
«el más deseable para regenerar nuestra población
es un producto que reúna, en lo posible, estas condiciones:
raza blanca, talla y peso un poco superiores al término medio
entre nosotros; dolicocéfalo; de proporciones corporales
armónicas; que en él domine un ángulo facial
de ochenta y dos grados, aproximadamente; de facciones proporcionadas
para neutralizar nuestras tendencias al prognatismo y al excesivo
desarrollo de los huesos maxilares; temperamento sanguíneonervioso,
que es especialmente apto para habitar las alturas y las localidades
tórridas; de reconocidas dotes prácticas; metódico
para las diferentes actividades; apto en trabajos manuales; de un
gran desarrollo en su poder voluntario; poco emotivo; poco refinado;
de viejos hábitos de trabajo; templado en sus arranques,
por una larga disciplina de gobierno y de moral; raza en la que
el hogar y la institución de la familia conserven una organización
sólida y respetada; apta y fuerte para la agricultura; sobria,
económica y sufrida, y constante en sus empresas» (Jiménez
López, 1920, pp. 38-39).
44 Jiménez López,
1920a, p. 44.
45 Este es uno de los puntos
más problemáticos de las teorías sobre el determinismo
racial y sobre la degeneración, pues proceden en nombre de
un «origen primitivo puro», que es tan difícil
de sustentar como muchas de las mismas afirmaciones estereotipadas
sobre los grupos considerados decadentes.
46 Jiménez López,
1920, p. 26.
47 Jiménez López,
1916, p. 9; 1917; 1917a.
48 El concepto de «educación
física», en Jiménez López, tiene un doble
sentido,a saber: uno general y otro que él denomina «escolar»
(Jiménez López, 1928, p. 234). «La educación
física, en su sentido más general, abarca todos aquellos
conocimientos y cuidados que tienen como fin el total y perfecto
desarrollo orgánico. Así es que debe comprender, desde
los principios de la puericultura antes del nacimiento y aun antes
de la procreación, hasta las reglas para la adquisición
de las destrezas manuales y sensoriales más elevadas. En
ella tiene cabida [...] todo lo que dice relación con el
alimento [...], con los preceptos que la Higiene dicta [...], con
el aseo personal y con las reglas profilácticas contra las
enfermedades comunes en la infancia y en la juventud» (Jiménez
López, 1928, p. 233). En su sentido amplio, la educación
física abarcaría para este autor todo
lo concerniente a la puericultura, a las manualidades, a la educación
sensorial, a la dietética, a la higiene y el cuidado de la
salud, a la educación muscular, a los deportes, a los ejercicios
y actividades musculares ordenadas. Frente a este concepto amplio,
dicho autor propone el de una educación física en
sentido escolar, que tiene como preocupación «el buen
desarrollo de los músculos y del esqueleto» (Jiménez
López, 1928, p. 234), y que se basa fundamentalmente en el
ejercicio.
49 Para López de Mesa,
«abrir una brecha infinita entre funciones vitales y espíritu,
es prejuzgar reconocido el límite en donde las unas acaban
y empieza el otro, contra la experiencia conturbadora, que nos está
diciendo lo inextricable de este fenómeno» (López
de Mesa, 1970, p. 131).
50 En la Civilización
contemporánea, los coqueteos de López de Mesa con
apreciaciones de corte eugenésico se hacen evidentes, cuando
dice, por ejemplo: «Un cultivo de la familia, no sólo
en su educación social, sino, también, en su vigor
genético, es aceptable y conveniente; puede aun autorizar
una vigilancia del Estado en cuanto a la salud de los cónyuges
y el divorcio, cuando ocurra el disimulo engañoso de graves
perturbaciones que hagan posible una nueva generación enferma»
(López de Mesa, 1926, p. 110).
51 «Su democracia puede
hacerle descuidar la prudente vigilancia de su constitución
racial, y no atender a la inmigración como problema étnico
y cultural, pues no debemos olvidar que las grandes civilizaciones
son el producto de fusión de dos razas que se compenetran
y fecundan en un medio propicio» (López de Mesa, 1926,
p. 192).
52 «También es
un error llamar democracia al socialismo o al sovietismo. Es un
abuso de etimologías y una mentira institucional. La corriente
que engloba estas tendencias más o menos desordenadas pudiera
llamarse sencillamente biocracia, el gobierno de la vida, el derecho
a vivir, y a vivir lo mejor posible, que invocan las masas del proletariado
universal. No es el derecho del trabajo contra el capital, no es
el derecho del trabajador a su ganancia, sustancialmente es el grito
de la vida que quiere vivir. Es la afirmación de la existencia
en su conservación, en su recreo, en su procreación
y en su perfeccionamiento» (López de Mesa, 1926, pp.
146-147).
53 «El otro elemento
de producción de esta desidia es el hábito: la carencia
de una disciplina adecuada y de lo que hoy llamamos en lenguaje
deportivo un entrenamiento,constituye fuente principal
de nuestra dejadez y pereza de iniciativa» (López de
Mesa,1970a, p. 20).
54 «Así como la
existencia de los individuos sólo se justifica por el ejercicio
de una función socialmente útil, la de las naciones
está esencialmente condicionada por el cumplimiento de alguna
misión cultural. La posición meramente vegetativa
de individuos y de pueblos es hoy inadmisible en la angustiosa estrechez
de los recursos vitales de que dispone el mundo. Ha llegado la hora
de imponernos ciertas normas de economía en la generación
del hombre, que no sean las de atiborrar el planeta de seres inútiles,
de millares de millones de organismos ociosos o estorbosos para
la augusta génesis del espíritu» (López
de Mesa, 1949, p. 125).
55 López de Mesa, 2000,
p. 52.
56 Castro, 1915, 1915a. En
la recopilación Los problemas de la raza en Colombia no hay
escritos de dicho autor, pero se puede decir que estuvo al tanto
de estos asuntos, según sus vínculos y sus artículos
en la revista Cultura.
57 Bejarano, 1920.
58 Noguera, 2003, p. 26.
59 La estructuración
epigenética se refiere al hecho de que los seres humanos
no se encuentran insoslayablemente determinados ni por su propio
desarrollo natural ni por su origen metafísico o religioso,
sino por sus propias prácticas. Es decir, que los individuos
tienen que determinarse a sí mismos mediante su interacción
con el mundo, transformándose a sí mismos y transformando
ese mundo.
60 Noguera, 2003, p. 237.
61 Noguera, 2003, p. 123.
|