Título de la experiencia: Teatro y marginalidad Transgresión
de las prácticas culturales: Frente a Frente la Cumbia
y el Violín
País en que tuvo lugar: Argentina
Institución: Escuela pública del barrio Belgrano
Mar del Plata Pcia. De Buenos Aires
Autor del informe: Marcelo Bentivoglio
Introducción
En el transcurso de los dos últimos años me he planteado
en el ejercicio de la docencia, algunos aspectos que llevan a cuestionar
algunos contenidos de mi área.
Desde el año 1998 que trabajo en una Escuela Pública
en el Barrio Belgrano de la Ciudad de Mar del Plata, uno de los
barrios más castigados de la llamada ciudad feliz.
Allí estoy en calidad de Profesor de Teatro trabajando con
diferentes grupos de Tercer Ciclo. La intención de mi tarea
docente es lograr un desplazamiento de las conductas violentas y
transformarlas en vínculos socializantes y afectivos. Un
segundo gran paso es abordar el plano del análisis y reflexión
partiendo de la autoreferencialidad, contenido que les permite a
los alumnos intelectualizar sus propias prácticas y conductas
en pos de su mejoramiento de la calidad de vida. Un último
aspecto está dado por restablecer las vías de comunicación
con el otro que en la mayoría de los casos están
fragmentadas y teñidas de desesperanza y rencor.
Uno de los pilares del abordaje grupal es, entre otros, no anteponer
las expectativas y deseos del coordinador a los del grupo; es el
grupo el que marca el emergente en un momento determinado de la
tarea y el docente tiene el compromiso de atender a esa necesidad.
Ahora bien, en esta oportunidad el emergente grupal de un 8º
año turno mañana fue la música. Si tuviéramos
que hacer una distinción a grosso modo desde
el punto de vista musical y clases sociales, diríamos que
las preferencias son desde la música clásica para
ciertos sectores de elite de la clase alta, hasta la cumbia
villera (así se autodenominan) para los sectores más
postergados de nuestra sociedad. Jamás imaginaríamos
a un sujeto de un barrio periférico o de villa miseria (nada
más exacta la nomenclatura) escuchando a Beethoven o a Liszt.
A medida que nuestro país en estos últimos años
fue postergando su ideal de proyecto real de Nación, su gente
nosotros nos vimos una y otra vez defraudados y desilusionados
por quienes hoy cargan sobre sus espaldas con la responsabilidad
máxima de todos los males que padecemos. La oferta cultural
de nuestra sociedad, por supuesto, no escapa a esta realidad. Además
de salud, educación, realidad laboral, producción,
planes de vivienda, etc., también se vieron afectadas sobremanera
las prácticas culturales como: lectura de material bibliográfico,
trabajo de investigación, búsqueda, experimentación
y creación artística; el circuito cultural se completa
con la recepción de esta oferta (producto de la crisis),
y aquí entraría entre otras variantes de manifestación
cultural, una nueva versión de la cumbia llamada cumbia
100% villera . Lo llamativo (y preocupante) no es en realidad
la cumbia como género musical (de ritmo bailable y de un
tiempo expresivo, alegre y divertido) sino sus letras que, en su
mayoría, alientan al consumo de alcohol y drogas. La figura
de la mujer está desvirtuada y es escrachada
según sus apetencias sexuales. El nombre que identifica a
los grupos musicales también refiere semejanzas con una realidad
específica: Damas Gratis, Flor de piedra
(alusión a la droga), Pibes Chorros, etc.
Experiencia en el aula
Aquí aparece en escena un alumno de octavo año turno
mañana llamado J. Dentro de su grupo de chicos
pobres, de padres desocupados, con secuelas de maltrato familiar
en muchos casos, nuestro J evidencia, desde su vestimenta,
más pobreza que el resto de los pobres: buzo (chandal, sudadera)
y remeras (camisetas) rotas, pantalones cortos o más largos
(nunca de su medida, un verdadero chavo del 8 del 2002), zapatos
castigados por el tiempo y el barro. Desde lo actitudinal, muy observador,
de sonrisa tímida y de ojos negros profundos.
Desde el punto de vista dinámico el grupo estaba atravesando
el segundo momento (según planificación) con respecto
a la tarea (objetivos y contenidos); aquí se vislumbraban
y diferenciaban roles específicos y un goce particular por
teatralizar y jugar al como sí. Tenían
como tarea para el hogar elegir una canción, la que más
les gustara porque íbamos a hacer el video clip del
año!. La música elegida fue la cumbia villera
y el grupo Los pibes chorros.
La letra de la canción que eligieron cuenta en primera persona
que un grupo de muchachos entra a un banco, sacan armas, todos al
suelo y allí comienza la aventura
El grupo de las chicas (con un poco más de alivio) habían
elegido a Natalia Oreiro y Thalía. Todos estaban ensayando
su video clip para su posterior presentación. J
también ensayaba. Cuando llega el momento de escenificar
lo que habían preparado, las chicas terminaron con éxito
su presentación (felices se aplauden a sí mismas);
los varones por su parte vieron fracasado su intento: en el momento
de la presentación J (que hasta ese momento tuvo
óptima participación), desiste de participar en el
video clip y se aleja hacia un rincón negando
toda posibilidad de retornar. Desde la coordinación se intentó
persuadirlo para que no se pierda la posibilidad de transitar por
esa experiencia; sus compañeros se vinculaban desde la cohersión
con él, pero nada hizo que cambiara su actitud. Visiblemente
angustiado e inhibido, no pude saber ese día qué le
había ocurrido.
Indagando, en ronda de análisis y reflexión, sobre
lo acontecido en general con el grupo, todos manifestaron su agrado
por haber logrado una producción en conjunto. (Debemos tener
en cuenta que la conformación del grupo como grupo de trabajo
en este tipo de comunidades es uno de los logros educativos máximos).
Así que, cuando le toca el turno a J este no
quiere hablar de ninguna manera: algo lo angustiaba.
Tiempo después me entero a través de la Dirección
de la escuela que J no estaba asistiendo a clases porque
estaba internado como consecuencia de una fuerte golpiza que recibió
por parte del dueño de una casa vacía que el joven
había robado en una estancia.
Inmediatamente que supe esta noticia comencé a atar cabos
respecto de actitudes áulicas de J y todo comenzaba
a tener explicación. En algunos trabajos de mesa J
había dibujado a su familia con sus padres y hermanos; de
fondo una media res de vaca colgada y todos ellos con panzas bien
redondas y llenas y una sonrisa que desbordaba los límites
de la circunferencia de cada rostro. Cuando J estaba
ensayando con sus compañeros el tema de cumbia, éste
se vio desbordado por la angustia cuando tuvo que representar lo
que la letra de la canción le dictaba, es decir, presentar
una vez más aquello que él estaría pensando
o ya estaba haciendo en la vida real. Dejó de ser una simple
canción bailable, alegre y divertida para ser una realidad
cruda y cruel, es lo que Rafael Paz denomina equiparación
simbólica, es decir, el símbolo deja de serlo
y se transforma en mandato real. Así funcionan estos mensajes
en nuestros jóvenes y en estos jóvenes excluidos en
particular. J con su negativa a participar estaba claramente
diciendo no y mil veces no, justamente a participar en acción
lo que la letra de la canción transmitía. Generalmente
esa negativa a ser parte fue producto de la angustia,
del miedo y del dolor. Estas letras no serían las que provocan
el acto delictivo, pero ratifican y confirman una realidad triste
y desgarradora.
Consciente de que el teatro en el aula no les cambiará sus
vidas intento, a partir de la triste experiencia de vida que nos
ofreció J, que los alumnos de esta comunidad
tengan oportunidad de analizar y cuestionar las letras de esas canciones
que consumen, porque detrás de ese sonido divertido y alegre
se esconden tremendos negocios y ganancias para los que promueven
este tipo de canciones y, así mismo, a través de este
análisis, generar un espacio para que también se cuestione
el porqué están como están y a
decir verdad en esta instancia de aprendizaje es que comenzó
entre cuatro paredes de un aula de una escuelita de un barrio humilde
de una ciudad, trasladar (pasando de lo particular a lo general)
la pregunta a todos: ¿por qué estamos como estamos?
Y qué cuota de responsabilidad también nos corresponde
a nosotros como sociedad, para que no nos ofrezcan únicamente
cárcel para los cientos de miles de J que pululan
día a día en las calles; los J deben de
estar contemplados y contenidos no solamente por su familia, su
escuela o un corrector de menores, también por un proyecto
de país posible.
En lo personal me queda como desafío pedagógico a
partir de la experiencia que tuvimos con el alumno, replantearme
la posibilidad de introducir como eje temático el cuestionamiento
de aquello que consumen como preferencia musical y cultural y ampliar
su propio horizonte de expectativas que, de la misma manera que
pueden apreciar y disfrutar de un sonido de cumbia, también
tienen, no sólo la posibilidad sino el derecho, de conocer
por ejemplo el sonido de un oboe o de un violín, y aprender
a disfrutar de sus notas y de las sensaciones sublimes que transmiten
determinados instrumentos o conjuntos de instrumentos. Algunos dirían
tal vez que se estaría transgrediendo sus normas, su escala
de valores y sus prácticas culturales. Efectivamente considero
que se trata ni más ni menos, que de transgredir su propia
realidad para que no la asuman como la única posible, de
la misma manera que las sociedades del mundo, hoy por hoy, han transgredido
su propia realidad y se preguntan con respuesta inmediata que la
globalización no supo, no pudo o no quiso solucionar las
necesidades básicas planetarias.
Ciertamente, el dueño de la vaca que J robó
debe estar furioso con él, y es lógico que así
sea, pero también pensemos que es nuestra obligación
trabajar y mucho para que los cientos de miles de J
de nuestro país, nosotros y nuestros chicos, vivamos existiendo
y no, sobrevivamos, subsistiendo, aprendiendo de nuestros errores
y nuestros horrores, y juntos, ciertamente juntos, construyamos
algo que suene a oboe o a violín, o tal vez a algo inimaginable,
pero superador al fin.
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