La Revista Iberoamericana de Educación es una publicación editada por la OEI 

 ISSN: 1681-5653

Está en: OEI - Revista Iberoamericana de Educación - Experiencias e Innovaciones

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  Experiencias e Innovaciones (E+I)

Teatro y marginalidad – Transgresión de las prácticas culturales: “Frente a Frente la Cumbia y el Violín”
Marcelo Bentivoglio
Escuela pública del barrio Belgrano – Mar del Plata – Pcia. de Buenos Aires
24-1-03

Título de la experiencia: Teatro y marginalidad – Transgresión de las prácticas culturales: “Frente a Frente la Cumbia y el Violín”

País en que tuvo lugar: Argentina

Institución: Escuela pública del barrio Belgrano – Mar del Plata – Pcia. De Buenos Aires

Autor del informe: Marcelo Bentivoglio

Introducción

En el transcurso de los dos últimos años me he planteado en el ejercicio de la docencia, algunos aspectos que llevan a cuestionar algunos contenidos de mi área.

Desde el año 1998 que trabajo en una Escuela Pública en el Barrio Belgrano de la Ciudad de Mar del Plata, uno de los barrios más castigados de la llamada ‘ciudad feliz’. Allí estoy en calidad de Profesor de Teatro trabajando con diferentes grupos de Tercer Ciclo. La intención de mi tarea docente es lograr un desplazamiento de las conductas violentas y transformarlas en vínculos socializantes y afectivos. Un segundo gran paso es abordar el plano del análisis y reflexión partiendo de la autoreferencialidad, contenido que les permite a los alumnos intelectualizar sus propias prácticas y conductas en pos de su mejoramiento de la calidad de vida. Un último aspecto está dado por restablecer las vías de comunicación con “el otro” que en la mayoría de los casos están fragmentadas y teñidas de desesperanza y rencor.

Uno de los pilares del abordaje grupal es, entre otros, no anteponer las expectativas y deseos del coordinador a los del grupo; es el grupo el que marca el emergente en un momento determinado de la tarea y el docente tiene el compromiso de atender a esa necesidad.

Ahora bien, en esta oportunidad el emergente grupal de un 8º año turno mañana fue la música. Si tuviéramos que hacer una distinción a “grosso modo” desde el punto de vista musical y clases sociales, diríamos que las preferencias son desde la música clásica para ciertos sectores de elite de la clase alta, hasta la ‘cumbia villera’ (así se autodenominan) para los sectores más postergados de nuestra sociedad. Jamás imaginaríamos a un sujeto de un barrio periférico o de villa miseria (nada más exacta la nomenclatura) escuchando a Beethoven o a Liszt.

A medida que nuestro país en estos últimos años fue postergando su ideal de proyecto real de Nación, su gente – nosotros – nos vimos una y otra vez defraudados y desilusionados por quienes hoy cargan sobre sus espaldas con la responsabilidad máxima de todos los males que padecemos. La oferta cultural de nuestra sociedad, por supuesto, no escapa a esta realidad. Además de salud, educación, realidad laboral, producción, planes de vivienda, etc., también se vieron afectadas sobremanera las prácticas culturales como: lectura de material bibliográfico, trabajo de investigación, búsqueda, experimentación y creación artística; el circuito cultural se completa con la recepción de esta oferta (producto de la crisis), y aquí entraría entre otras variantes de manifestación cultural, una nueva versión de la cumbia llamada ‘cumbia 100% villera’ . Lo llamativo (y preocupante) no es en realidad la cumbia como género musical (de ritmo bailable y de un tiempo expresivo, alegre y divertido) sino sus letras que, en su mayoría, alientan al consumo de alcohol y drogas. La figura de la mujer está desvirtuada y es “escrachada” según sus apetencias sexuales. El nombre que identifica a los grupos musicales también refiere semejanzas con una realidad específica: “Damas Gratis”, “Flor de piedra” (alusión a la droga), “Pibes Chorros”, etc.

Experiencia en el aula

Aquí aparece en escena un alumno de octavo año turno mañana llamado “J”. Dentro de su grupo de chicos pobres, de padres desocupados, con secuelas de maltrato familiar en muchos casos, nuestro “J” evidencia, desde su vestimenta, más pobreza que el resto de los pobres: buzo (chandal, sudadera) y remeras (camisetas) rotas, pantalones cortos o más largos (nunca de su medida, un verdadero chavo del 8 del 2002), zapatos castigados por el tiempo y el barro. Desde lo actitudinal, muy observador, de sonrisa tímida y de ojos negros profundos.

Desde el punto de vista dinámico el grupo estaba atravesando el segundo momento (según planificación) con respecto a la tarea (objetivos y contenidos); aquí se vislumbraban y diferenciaban roles específicos y un goce particular por teatralizar y jugar al “como sí”. Tenían como tarea para el hogar elegir una canción, la que más les gustara porque íbamos a hacer “el video clip del año!”. La música elegida fue la cumbia ‘villera’ y el grupo “Los pibes chorros”.

La letra de la canción que eligieron cuenta en primera persona que un grupo de muchachos entra a un banco, sacan armas, todos al suelo y allí comienza la “aventura”…

El grupo de las chicas (con un poco más de alivio) habían elegido a Natalia Oreiro y Thalía. Todos estaban ensayando su video clip para su posterior presentación. “J” también ensayaba. Cuando llega el momento de escenificar lo que habían preparado, las chicas terminaron con éxito su presentación (felices se aplauden a sí mismas); los varones por su parte vieron fracasado su intento: en el momento de la presentación “J” (que hasta ese momento tuvo óptima participación), desiste de participar en el “video clip” y se aleja hacia un rincón negando toda posibilidad de retornar. Desde la coordinación se intentó persuadirlo para que no se pierda la posibilidad de transitar por esa experiencia; sus compañeros se vinculaban desde la cohersión con él, pero nada hizo que cambiara su actitud. Visiblemente angustiado e inhibido, no pude saber ese día qué le había ocurrido.

Indagando, en ronda de análisis y reflexión, sobre lo acontecido en general con el grupo, todos manifestaron su agrado por haber logrado una producción en conjunto. (Debemos tener en cuenta que la conformación del grupo como grupo de trabajo en este tipo de comunidades es uno de los logros educativos máximos). Así que, cuando le toca el turno a “J” este no quiere hablar de ninguna manera: algo lo angustiaba.

Tiempo después me entero a través de la Dirección de la escuela que “J” no estaba asistiendo a clases porque estaba internado como consecuencia de una fuerte golpiza que recibió por parte del dueño de una casa vacía que el joven había robado en una estancia.

Inmediatamente que supe esta noticia comencé a atar cabos respecto de actitudes áulicas de “J” y todo comenzaba a tener explicación. En algunos trabajos de mesa “J” había dibujado a su familia con sus padres y hermanos; de fondo una media res de vaca colgada y todos ellos con panzas bien redondas y llenas y una sonrisa que desbordaba los límites de la circunferencia de cada rostro. Cuando “J” estaba ensayando con sus compañeros el tema de cumbia, éste se vio desbordado por la angustia cuando tuvo que representar lo que la letra de la canción le dictaba, es decir, presentar una vez más aquello que él estaría pensando o ya estaba haciendo en la vida real. Dejó de ser una simple canción bailable, alegre y divertida para ser una realidad cruda y cruel, es lo que Rafael Paz denomina “equiparación simbólica”, es decir, el símbolo deja de serlo y se transforma en mandato real. Así funcionan estos mensajes en nuestros jóvenes y en estos jóvenes excluidos en particular. “J” con su negativa a participar estaba claramente diciendo no y mil veces no, justamente a participar en acción lo que la letra de la canción transmitía. Generalmente esa negativa a “ser parte” fue producto de la angustia, del miedo y del dolor. Estas letras no serían las que provocan el acto delictivo, pero ratifican y confirman una realidad triste y desgarradora.

Consciente de que el teatro en el aula no les cambiará sus vidas intento, a partir de la triste experiencia de vida que nos ofreció “J”, que los alumnos de esta comunidad tengan oportunidad de analizar y cuestionar las letras de esas canciones que consumen, porque detrás de ese sonido divertido y alegre se esconden tremendos negocios y ganancias para los que promueven este tipo de canciones y, así mismo, a través de este análisis, generar un espacio para que también se cuestione el “porqué están como están” y a decir verdad en esta instancia de aprendizaje es que comenzó entre cuatro paredes de un aula de una escuelita de un barrio humilde de una ciudad, trasladar (pasando de lo particular a lo general) la pregunta a todos: ¿por qué estamos como estamos? Y qué cuota de responsabilidad también nos corresponde a nosotros como sociedad, para que no nos ofrezcan únicamente cárcel para los cientos de miles de “J” que pululan día a día en las calles; los “J” deben de estar contemplados y contenidos no solamente por su familia, su escuela o un corrector de menores, también por un proyecto de país posible.

En lo personal me queda como desafío pedagógico a partir de la experiencia que tuvimos con el alumno, replantearme la posibilidad de introducir como eje temático el cuestionamiento de aquello que consumen como preferencia musical y cultural y ampliar su propio horizonte de expectativas que, de la misma manera que pueden apreciar y disfrutar de un sonido de cumbia, también tienen, no sólo la posibilidad sino el derecho, de conocer por ejemplo el sonido de un oboe o de un violín, y aprender a disfrutar de sus notas y de las sensaciones sublimes que transmiten determinados instrumentos o conjuntos de instrumentos. Algunos dirían tal vez que se estaría transgrediendo sus normas, su escala de valores y sus prácticas culturales. Efectivamente considero que se trata ni más ni menos, que de transgredir su propia realidad para que no la asuman como la única posible, de la misma manera que las sociedades del mundo, hoy por hoy, han transgredido su propia realidad y se preguntan con respuesta inmediata que la globalización no supo, no pudo o no quiso solucionar las necesidades básicas planetarias.

Ciertamente, el dueño de la vaca que “J” robó debe estar furioso con él, y es lógico que así sea, pero también pensemos que es nuestra obligación trabajar y mucho para que los cientos de miles de “J” de nuestro país, nosotros y nuestros chicos, vivamos existiendo y no, sobrevivamos, subsistiendo, aprendiendo de nuestros errores y nuestros horrores, y juntos, ciertamente juntos, construyamos algo que suene a oboe o a violín, o tal vez a algo inimaginable, pero superador al fin.

Correo electrónico: rie@oei.es

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