| La  formación del profesorado: una pauta para el análisis e intervención a través  de incidentes críticos Carles  Monereo * * Profesor titular en el Departamento de Psicología Básica, Evolutiva y de la
            Educación de la Universidad Autónoma de Barcelona, España.  Síntesis: Este trabajo tiene por objetivo realizar una  propuesta fundamentada para la formación inicial y permanente del profesorado a  través de una «pauta para el análisis de los incidentes críticos» que puedan  producirse en el aula, a la que, a lo largo del artículo, nos referiremos por  sus siglas: panic. Con el fin de  justificar y argumentar dicha propuesta, se revisan, en primer lugar, las  ventajas e inconvenientes de los principales modelos de formación de  profesorado dominantes para, en un segundo momento, defender una formación que  promueva un cambio más profundo, relativo a las concepciones, estrategias y  sentimientos del docente, es decir, un cambio que afecte a su identidad  profesional. Una modificación de esta naturaleza requiere identificar una  unidad de análisis e intervención compleja, contextualizada y en la que se  entrecrucen los distintos factores enunciados. Por su propia naturaleza, los  incidentes críticos contienen esas características y así lo han reconocido  distintas propuestas formativas centradas en ellos. Tras revisar y asimilar las  mismas a los modelos de formación examinados al inicio del artículo, se  concluye presentando una nueva propuesta formativa que trata de compensar  algunas carencias de las iniciativas anteriores.Palabras  clave: modelos de formación del profesorado; incidentes críticos; identidad  profesional docente.
 A  formação do professorado: uma pauta para a análise e intervenção através de  incidentes críticos
 SÍNTESE:  Este trabalho tem por objetivo realizar uma proposta fundamentada para a  formação inicial e permanente do professorado através de uma «pauta para a  análise dos incidentes críticos» que possam se produzir em sala de aula, que,  ao longo do artigo, chamaremos por suas siglas: panic.  A fim de justificar e argumentar esta proposta, revisam-se, em primeiro lugar,  as vantagens e inconvenientes dos principais modelos de formação do  professorado dominantes, para, num segundo momento, defender uma formação que  promova uma mudança mais profunda, relativa às concepções, estratégias e  sentimentos do docente, isto é, uma mudança que afete sua identidade  profissional. Uma modificação desta natureza requer identificar uma unidade de  análise e intervenção complexa, contextualizada e na qual se entrecruzem os  diferentes fatores enunciados. Por sua própria natureza, os incidentes críticos  contêm essas características e assim o reconheceram diferentes propostas formativas  centradas neles. Após revisá-las e assimilá-las aos modelos de formação  examinados no início do artigo, conclui-se, apresentando uma nova proposta  formativa que trata de compensar algumas carências das iniciativas anteriores.
 Palavras-chave:  modelos de formação do professorado; incidentes críticos; identidade  profissional docente.
 Faculty training: a guideline  for analysis and intervention through critical incidents
 ABSTRACT: The goal of this  paper is to present a grounded proposal for initial and permanent faculty  training through a "guideline for the analysis of critical incidents"  that can come up in the classroom. Throughout the paper, we will refer to this  guideline with its Spanish acronym: panic.  Aiming at justifying and supporting the before mentioned proposal, we will  firstly review the advantages and disadvantages of the most important models of  faculty training. Later, we will argue for an approach to training that  promotes a deeper change, directed to the conceptions, strategies and feelings  of the teacher, i.e.: a change that affects his professional identity. This  kind of change requires identifying a complex contextualized unit of analysis  and intervention, in which all the before mentioned elements are found  interweaved. Because of its own nature, critical incidents have these traits  and that is how it has been acknowledged by different training proposals  focused on them. After reviewing them and assimilating them to the training  models examined at the beginning of the article, we finish by presenting a new  training proposal that tries to compensate for some of the shortcomings of  previous initiatives.
 Keywords: faculty training  models, critical incidents, professional identity of teachers.
  1.    Introducción Parece  poco discutible que los modelos formativos tradicionales para la formación del  profesorado, que de hecho continúan siendo hegemónicos, no aporten los  conocimientos y competencias exigibles para afrontar los problemas más comunes  en la práctica educativa. A pesar de los múltiples esfuerzos que tanto  administraciones públicas como universidades dedican a la formación inicial y  permanente de los docentes en forma de nuevos planes de estudio, seminarios de  actualización, cursos intensivos, jornadas de intercambio, etc., la transposición  de lo aprendido a las aulas a través de innovaciones metodológicas para mejorar  el clima educativo y el aprendizaje de los alumnos continúa siendo una  asignatura pendiente. J. M. Esteve (2004, p. 3), refiriéndose a la formación  inicial, lo expresa de forma taxativa: 
               [...]  si revisamos los programas de formación de profesores resulta difícil encontrar  una formación específica para enseñar a nuestros futuros profesores a enfrentar  los conflictos habituales de nuestras aulas, para enseñarles a desarrollar  destrezas sociales con las que mantener una mejor relación con sus alumnos,  para enseñarles a organizar a un grupo de alumnos con distintos niveles de  forma que consigan un trabajo más productivo. [...]  Y  prosigue afirmando que se deben cambiar los programas de formación: 
               [...]  si no queremos seguir enviando a nuestro sistema educativo a unos profesionales  desorientados, con una identidad profesional falsa, y que acaben aprendiendo a  ser profesores por el costoso método del ensayo y error.  En  realidad, en todo el mundo la formación de profesores, tanto inicial como  permanente, sigue articulándose a partir de una doble vía (Sutherland, Howard y  Markauskaite, 2009): un currículo formalizado, básicamente de naturaleza  conceptual, y un conjunto de experiencias prácticas más o menos supervisadas.  En el primer caso se adquieren, fuertemente descontextualizadas, formas de  interpretar y actuar sobre la realidad educativa, basadas como mucho en  resolución de problemas y simulaciones que suelen carecer de las características  de un aprendizaje efectivamente auténtico, es decir, de suficientes elementos  realistas, funcionales y socializantes. Durante las prácticas en instituciones  educativas generalmente se elaboran teorías, concepciones y creencias de  carácter implícito y centradas en el «sentido común» (Cope y Stephen, 2001, pp.  913-924; Ebbutt, Robson y Worrall, 2000, pp. 31-37; Mewborn y Stanulis, 2000,  pp. 5-22) que, con frecuencia, permanecen a un nivel poco consciente y son  difíciles de reescribir para posibilitar una toma de decisiones más  estratégica. Desgraciadamente ambas vías no llegan a integrarse de una manera  productiva y eficaz (Rice, 2002, pp. 55-67; Sutherland, Scanlon y Sperring,  2005, pp. 79-92). En el presente artículo pretendemos, en primer lugar, revisar  las ventajas e inconvenientes de los modelos de formación del profesorado,  actualmente dominantes, para, posteriormente, argumentar a favor de una  propuesta de formación basada en algunos incidentes críticos que se produzcan  en el aula.  2.    Modelos de formación de formadores  dominantes A  partir de un trabajo previo sobre los distintos modos en que puede construirse  conocimiento con los docentes (Badia y Monereo, 2004, pp. 47-70)1, y tratando de  ser sintéticos para una mejor comprensión del inmenso panorama que componen las  múltiples formas de enfocar la formación de docentes, pensamos que podemos  clasificarlas atendiendo a cuatro dimensiones relevantes: el nivel de  definición del programa de formación y el grado en que se consensúa este con  los profesores participantes; el significado y sentido que se da a la  formación, es decir, qué es y para qué se forma a esos profesores; el enfoque  instruccional que se adopta de manera preferente; y los métodos y técnicas  didácticas que, de forma consecuente al resto de dimensiones, suelen emplearse. 
  Como  puede observarse en la tabla 1, la aplicación de estas cuatro categorías da  lugar a tres modalidades bien diferenciadas de formación, a las que podemos  denominar: pre-constructiva, re-constructiva y co-constructiva.  2.1   Modalidad formativa pre-constructiva  La  modalidad formativa pre-constructiva, que en Psicología de la Educación hunde sus  raíces en los trabajos de autores cognitivos como Ausubel o Novak (Ausubel,  Novak y Hanesian, 1978), es, hoy por hoy, la más común y frecuente. Desde esta  perspectiva lo que debe construir el aprendiz –en nuestro caso el docente– ya  ha sido construido previamente por el formador de manera bastante detallada y  unilateral atendiendo, por una parte, a la estructura lógica de la disciplina  y, por otra, a la estructura psicológica del aprendiz, sobre la que previamente  se ha indagado. Se trata de que el alumno construya, pero dentro de los límites  prefijados por el formador y basándose en un contenido «objetivo» (p. ej.: un  mapa de conceptos en el que faltan algunas relaciones).  El  formador suele partir de un programa prácticamente cerrado, basado en los temas  y actividades que van a desarrollarse en unos espacios y tiempos bien  determinados. La concepción de fondo que se maneja es la de que formar a los  profesores es «modelarlos» con el fin de que sean capaces de transferir de  manera fidedigna esos modelos de conducta a sus clases. Para lograrlo es  imprescindible presentar y entrenar el conjunto de operaciones que deberán  ejecutarse, incluidas las operaciones internas o mentales que será necesario  pensar. Diagramas de flujo, mapas de conceptos y otras representaciones  gráficas pueden emplearse como ayudas externas para mostrar las operaciones y  fases a realizar, apoyadas por el diálogo con los participantes para resolver  dudas y garantizar la comprensión de cada procedimiento. Suelen aportarse  ejemplos e incluso se favorece alguna actividad de simulación.  De  hecho, se espera que sea el propio profesor quien realice los ajustes  indispensables, pero sin prever en ningún momento las condiciones reales en que  este proceso se llevará a cabo, esperanza vana en la mayoría de ocasiones. El  docente, que quizás ha podido demostrar cierta habilidad durante el curso de  formación con unos supuestos alumnos, unos supuestos contenidos y unos  supuestos recursos, difícilmente transferirá, y aún menos será capaz de  mantener, esas nuevas formas de proceder en un contexto donde los alumnos, los  contenidos y los recursos tienen unos antecedentes, guardan unas relaciones de  dependencia y están inmersos en unas condiciones sociales que harán que la  aplicación no sea ni simple ni directa.  2.2   Modalidad formativa re-constructiva  Aunque  todavía minoritaria pero de creciente implantación, la modalidad formativa  re-constructiva es una alternativa entre los formadores más críticos y  renovadores. Sus fundamentos beben de distintas fuentes, si bien puede  detectarse una triple influencia en sus planteamientos: la idea piagetiana de  cambio de los esquemas de acción a través del desequilibrio que produce el  conflicto y de un subsiguiente proceso de re-equilibrio (Piaget, 1978); el  movimiento de investigación/acción, defendido entre otros por Carr y Kemmis  (1986) o por Stenhouse (1984); y las corrientes de reflexión en y sobre la  acción impulsadas por Schön (1992) y Zeichner (Liston y Zeichner, 1993). El  principio común de estas distintas perspectivas es el de mantener un continuo  bucle entre la indagación basada en la propia práctica, la reflexión sobre lo  indagado y una acción renovada que supere las carencias y errores detectados y  analizados. Formar tiene que ver con que el docente tome consciencia de sus  propias concepciones y prácticas, y sea el conflicto entre lo que piensa y hace  y lo que le gustaría pensar y hacer lo que promueva el cambio.  En  lo metodológico e instrumental esta modalidad ha derivado en un análisis  sistemático de la propia práctica a través de distintos sistemas de  auto-observación, como la elaboración de diarios profesionales, de historias de  vida, de anecdotarios, de bitácoras, de portafolios docentes o a través del  análisis de casos.  El  formador no parte de un programa previo, puesto que los posibles temas y  procedimientos a tratar aparecerán en el momento en que los participantes  reflexionen sobre sus problemas y prácticas docentes; tampoco puede, en  principio, delimitarse claramente un tiempo de formación, dado que dependerá de  los ritmos y profundidad en el análisis de cada participante. El papel del  formador es, precisamente, el de fomentar la discusión basándose en los  documentos elaborados y ayudar a desentrañar los conflictos y dilemas que  aparezcan.  El  principal problema de este planteamiento es que la simple toma de consciencia,  sin otros referentes que marquen el horizonte del cambio, puede devenir en un  ejercicio de autocomplacencia o de autoinculpación, pero sin que lleve a variar  las prácticas que, por otra parte, exigen algo más que una voluntad de mejora,  requieren de aprendizajes técnicos, procedimentales y estratégicos que no  permiten la improvisación. Es en este sentido en el que P. Burnard (2005), en  un interesante trabajo sobre las trayectorias de los docentes, se queja de este  tipo de formación prevaleciente en su país: «actualmente en el Reino Unido se  nos prepara a los profesores para reflexionar sobre nuestra propia práctica,  pero no para actuar» (p. 10).  Resulta  bastante ingenuo considerar, en primer lugar, que uno mismo sea capaz de  identificar de manera completa y precisa sus propios errores y carencias  docentes, pero aún parece más improbable re-construir esquemas conceptuales y  procedimentales, en general fuertemente arraigados y automatizados, a partir de  la simple reflexión sobre las propias contradicciones.  2.3   modalidad formativa co-constructiva  Una  tercera opción está constituida por la modalidad formativa co-constructiva que  aboga por una negociación del programa formativo con los profesores, con el fin  de ajustarlo a sus necesidades y contextos de trabajo, aunque esa negociación  estaría acotada a unos límites marcados por el formador y relativos a aquellos  temas y experiencias de aprendizaje que este considere más apropiados para  favorecer un cambio real en las prácticas de los participantes. En este  sentido, la construcción es conjunta pero tiene un carácter asimétrico, el formador  es quien guía el proceso.La  influencia de autores que adhieren a la teoría socio-cultural de Vigotsky, como  Cole (1977), Rogoff (1993) o, en España, Coll (1991), es notoria en este modelo  formativo. Ideas relativas al andamiaje, a la negociación de significados, a la  apropiación progresiva de procesos a través de la interacción educativa, al  aprendizaje colaborativo, constituyen la base de este enfoque. Aquí el formador  es al mismo tiempo un mediador y un gestor de recursos que va ofreciendo guías  y ayudas de manera gradual, en función de los avances y requerimientos de los  docentes en formación.
  También  en este caso se pretende que el profesor analice sus prácticas y tome  consciencia de sus acciones educativas, pero no solo para que pueda distanciarse  y analizar sus actuaciones desde fuera, sino en especial para que sea capaz de  re-describirlas a la luz de los conocimientos y las experiencias que le propone  el formador (o en su nombre, otros participantes) y que suponen opciones claras  de mejora, especialmente seleccionadas para promover cambios significativos y  duraderos. Para hacerlo posible se adoptan métodos basados en la «cesión del  control» de las competencias a través, por ejemplo, del pensamiento en voz alta (think aloud), del análisis de segmentos de interacción  profesor-alumnos, previamente grabados y transcritos, de los informes  retrospectivos de profesores participantes en situaciones de docencia  compartida, etc. Por otra parte, la formación suele plantearse tomando como  base un proyecto de innovación real que estén desarrollando los profesores en  ese momento y, por consiguiente, las condiciones de espacio y tiempo se  resuelven en función del lugar de realización y de la duración del proyecto en  cuestión. Actuando de este modo formación y aplicación, teoría de la práctica y  práctica de la teoría, se entrecruzan y solapan.  Aunque  entendemos que este último modelo de aprendizaje tiene ventajas respecto a los  modelos anteriores, dado que la formación gana en sentido y funcionalidad al  ofrecer ayudas contextualizadas, pensamos que con demasiada frecuencia se ha  centrado en promover cambios de carácter local, relativos a la situación, caso  o proyecto examinados, sin acceder a un cambio más profundo y permanente, un  cambio que afecte a la identidad profesional del docente en formación.  En  el último lustro la investigación sobre preparación del profesorado se ha  centrado precisamente en la necesidad de que los cambios que puedan inducirse  en los profesores vayan más allá de una simple modificación en algunos  comportamientos, e incluso en algunas estrategias de enseñanza. Esos cambios  deberían afectar a estructuras psicológicas más profundas que garanticen un  posicionamiento distinto frente a conflictos conocidos y nuevos, una forma  diferente de concebir y significar los procesos educativos que pueda sostenerse  en el tiempo. A continuación trataremos este aspecto.  3.    Profesores, ¿cambiar qué? Mucho  se ha hablado de las resistencias que detentan los profesores para cambiar su  conducta docente. En una reciente revisión de la literatura especializada que  realizamos (Monereo, 2010), identificamos tres fuentes que pueden explicar esa  resistencia al cambio: los sentimientos de incertidumbre, vulnerabilidad e  inseguridad; las frágiles e insuficientes competencias y estrategias personales  que manejan los profesores, y la propia cultura de las instituciones  educativas, desgraciadamente aún muy poco acostumbradas al trabajo colaborativo  entre sus distintos estamentos y con una actitud mayoritariamente conservadora  frente a las innovaciones.  Ante  a esos focos, promotores del inmovilismo, se necesita una formación que  garantice cierta seguridad y cobertura emocional del profesorado dispuesto a  cambiar, una mayor autonomía con relación a las decisiones que puede tomar y un  mayor énfasis institucional en la necesidad de trabajar en equipo e impulsar  proyectos de innovación e investigación didáctica que mantengan la ilusión y el  compromiso entre los componentes de la comunidad educativa.  Dicha  formación debería aspirar a efectuar cambios mucho más profundos que los  habituales relativos al aprendizaje de algunos métodos didácticos, más o menos  aplicables a la realidad de los profesores. Modificar lo que se hace en clase,  las prácticas, siendo una dimensión importante, con frecuencia olvidada u  obviada por la formación al uso, no resulta suficiente para un cambio profundo  y sostenible, si dejamos intactas, por una parte, las concepciones, creencias,  percepciones y representaciones del docente sobre su rol, y el significado de enseñar,  aprender y evaluar su materia, y por otro las emociones y sentimientos  asociados a esas concepciones y a las estrategias que pone en juego en el aula  (Sockman y Sharma, 2008, pp. 1070-1082; Day y otros, 2006, pp. 601-616; Enyedy,  Goldberg y Welsh, 2006, pp. 68-93; Monereo y otros, 2009, pp. 237-256; Roberts,  2007, pp. 447-461).  En  realidad nos estamos refiriendo a un cambio en la identidad profesional,  entendida esta como el conjunto de representaciones relacionadas con la  docencia que un profesor tiene de sí mismo, y que son bastante estables en el  tiempo y bien delimitadas en cuanto a su contenido (Beijaard, Verloop y  Vermunt, 2000, pp. 749-764). Estas auto-representaciones, como hemos  anticipado, afectarían a tres aspectos fundamentales (Bullough, Young y Draper,  2004, pp. 365-394; Darby, 2008, pp. 1160-1172; Monereo y Badia, en prensa;  Zembylas; 2005, pp. 935-948): el rol profesional; la enseñanza y el  aprendizaje; y los sentimientos asociados a la docencia. Nos vamos a detener en  cada una de ellas.  3.1   Representaciones sobre el rol profesional  Se  refieren a las funciones que el docente considera que debe desempeñar y tienen  un fuerte componente institucional. Por ejemplo, en la enseñanza obligatoria  (Putnam y Borko, 2000, pp. 219-309) suelen adoptarse roles distintos según el  docente se defina como «tutor», más preocupado por los procesos madurativos y  socio-psicológicos del alumno; como «educador» en un sentido amplio, interesado  en una formación completa del discente en calidad de ciudadano, o como  «químico» o «matemático», un especialista en un contenido específico cuya labor  debe consistir en transmitir ese corpus de conocimiento. Por su parte, en la  enseñanza post-obligatoria y universitaria a los anteriores roles se suman al  menos otros dos (Gewerc y Montero, 2000, pp. 371-398; Nixon, 1996, pp. 5-16):  el de «profesional», centrado en «mostrar» las experiencias y formas de  proceder en una profesión, y el de «investigador», preocupado por exponer los  datos que aporta la ciencia, usualmente a partir de estudios propios o de  trabajos próximos a los enfoques epistemológicos del docente.  3.2   Representaciones sobre la enseñanza y el  aprendizaje  Este  grupo de representaciones está referido al conjunto de creencias y concepciones  que poseen los docentes sobre qué significa enseñar y aprender una materia, y  especialmente qué significa enseñar y aprender «su» materia. Se trata, pues,  del conjunto de teorías y principios que de forma más o menos consciente  explican (y auto-explican) las decisiones del profesor sobre cómo debe enseñar  una determinada asignatura para que los alumnos la aprendan del mejor modo  posible. Integra pues tanto el «qué» debe enseñarse (conocimiento curricular)  como el «dónde, cuándo y cómo» debe hacerse (conocimiento didáctico) (Pozo y  otros, 2006).  3.3   Representaciones sobre los sentimientos  asociados a la docencia  En  este ámbito representacional se hallarían los distintos procesos afectivos que  impulsan y provocan las actuaciones docentes, tanto de signo positivo  (motivación) como negativo (inseguridad, vulnerabilidad), y que están  vinculados al reconocimiento profesional, a la auto-evaluación personal y a la  evaluación institucional (Sutton y Wheatley, 2003).  Por  consiguiente, a la pregunta ¿cambiar qué?, la respuesta debería ser cambiar la  identidad profesional que caracteriza a un profesor en relación con su rol, sus  concepciones, sus procedimientos y estrategias y sus sentimientos de  auto-eficacia y auto-concepto. ¿De qué modo podríamos incidir en esas distintas  competencias eficazmente, sin que ello suponga una formación fragmentada y  descontextualizada? Seguidamente trataremos de responder a esta cuestión.  4.    La formación de profesores basada en el  análisis de incidentes críticos Determinados  eventos que pueden ocurrir en el transcurso de una clase, pueden resultar  especialmente favorecedores de cambios en la identidad profesional del docente,  ya sea por su poder emocionalmente desestabilizador, por la dificultad de  solventarlos con una respuesta parcial e inmediata o por su capacidad para  desafiar los roles y concepciones actuales. Esos eventos han sido comúnmente  denominados en la literatura como incidentes críticos (IC), aunque la forma de conceptualizarlos ha variado mucho  (ver, por ejemplo, los trabajos pioneros de Tripp [1993] o Woods [1997], o la  revisión de Butterfield y otros [2005, pp. 475-497]). En nuestro caso nos  parece especialmente apropiada la definición de Everly y Mitchell (1999),  quienes consideran que un incidente crítico  es un suceso acotado en el tiempo y el espacio que, al superar un  determinado umbral emocional del profesor, pone en crisis o desestabiliza su  identidad-en-acción, de modo que para recuperar el control de la situación no  basta con aplicar una estrategia local, sino que requiere cierta  revisión de algunos aspectos de la identidad profesional, es decir, de las  concepciones, estrategias y sentimientos del docente (Monereo y otros, 2009,  pp. 237-256). Un suceso de estas características, por consiguiente, pone en  crisis la forma de «ser» profesor, abriendo una fisura en sus representaciones  y favoreciendo una oportunidad para el cambio. Precisamente, se distingue de un  segmento de interacción o de un evento por esa carga afectivo-emocional que  conlleva. En cualquier caso, para que un incidente crítico tenga efecto debe ser percibido como  tal.  Veamos  un ejemplo. Imaginemos que unos alumnos expresan abiertamente sus quejas al  profesor porque no entienden sus explicaciones. Posibles reacciones del docente  ante este IC:  
               a)    El docente puede justificar esa incomprensión  arguyendo que son los alumnos que no están preparados y que su obligación es  exigir un determinado «nivel». En este caso, su concepción, prácticas y  sentimientos pueden resultar coherentes y no favorecer cambio alguno. Aquí el  incidente no alcanza la categoría de crítico.b)    El docente puede sentirse injustamente  tratado pues cree considerar que prepara sus clases y se esfuerza por hacerse  comprender. Aquí el detonante son los sentimientos, sin que necesariamente  cambien las concepciones y prácticas, y la respuesta puede consistir en  protegerse de múltiples formas: a través de argumentos de autoridad (soy el  profesor y esto es así); mediante un distanciamiento con los alumnos (voy, doy  mis clases y me olvido), etc. En este caso, aun si se percibe el suceso como ic, la estrategia de resolución adoptada  no es adecuada.
 c)    El docente puede pensar, por ejemplo, que la  dificultad de los discentes se debe a la rapidez en las explicaciones o a la  falta de una mayor estructuración de los temas, pero que el temario es el que  es y su nivel de dificultad no admite rebajas. En este caso puede optar por  poner en marcha estrategias parciales relativas a iniciar las clases con un  índice de los puntos a tratar y exponer más despacio. El docente ha detectado  el incidente crítico y piensa que  lo ha resuelto satisfactoriamente. No obstante, si bien su respuesta podría  solventar temporalmente el conflicto, a medio y largo plazo la posibilidad de  que la situación se reproduzca, con este u otro grupo de alumnos, es elevada.
 d)    Finalmente, el docente podría considerar que  los alumnos no comprenden porque es él mismo quien no posee una elaboración  suficientemente clara de los conceptos que expone y por ello le resulta difícil  poner ejemplos comprensibles que «lleguen» a sus alumnos. En este caso el ic consigue que el docente recapacite,  se auto-atribuya la dificultad y abre la puerta a una re-conceptualización  mayor de sus concepciones, prácticas y sentimientos asociados.
  Como  hemos podido apreciar en el ejemplo, para que un incidente crítico tenga lugar debe existir una situación  que el profesor perciba como conflictiva, conflicto que puede producirse con  otros actores educativos (p. ej. alumnos, colegas, dirección, inspección,  padres) pero también, y especialmente, consigo mismo: el texto a través del  cual el docente interpreta la situación muestra incoherencias con su forma de  enfrentarla, es decir, con las estrategias que pone en juego y con sus  sentimientos, en tanto en cuanto «siente» que su manera de situarse frente al  problema resulta inadecuada.  Una  de las primeras condiciones para la formación será, pues, que el docente admita  que lo acontecido es un incidente que ha aparecido en un contexto conflictivo y  frente al cual no tiene una solución eficaz. Dicha asunción no siempre resulta  sencilla. Algunos profesores veteranos tienen sus concepciones, estrategias y  sentimientos tan rutinizados que difícilmente admiten la posibilidad de  incongruencia. Entre los estudiantes de magisterio y los docentes noveles suele  ser característica también cierta ceguera ante determinados ic, fruto de una falsa seguridad que  proporciona la inexperiencia y de un falso optimismo que trata de evitar  cualquier tipo de duda (Settlage y otros, 2009, pp. 102-125; Wheatley, 2002,  pp. 5-22; Woodbury y Gess-Newsome, 2002, pp. 763-782).  Otro  requisito para una propuesta formativa es que el análisis de esos incidentes  críticos se realice junto con otros, en el seno de una comunidad de  profesionales, donde recíprocamente se ofrezcan ayudas y soporte (Sutherland,  Howard y Markauskaite, 2009).  La  última condición remite a la necesidad de partir de algún sistema o instrumento  de representación externa del ic que  favorezca la explicitación de las circunstancias en las que este se produjo y  la manera en que reaccionaron y actuaron los implicados en el mismo.  Concretamente, que dé cuenta de las siguientes cuestiones (Thomas, 2004, pp.  101-115): ¿en qué consistió el ic?  ¿Por qué es crítico y ha sido seleccionado para su análisis? ¿A quién  involucró? ¿Qué factores lo ocasionaron? ¿Cómo se gestionó su solución? ¿Cómo  podría haberse gestionado de manera distinta? ¿Qué acciones deben ser tomadas  como consecuencia de ese ic? ¿Qué  lecciones podemos aprender para el futuro?  Existen  distintas propuestas de formación del profesorado basadas en incidentes  críticos que cumplen buena parte de las tres condiciones que hemos señalado más  arriba. Básicamente se distinguen por el origen o fuente del incidente.  4.1  Primera modalidad  Un  primer conjunto de propuestas (p. ej. Fernández, Elórtegui y Medina (2003a, pp.  101-112; 2003b) en la formación de profesores de Ciencias Naturales parte de  incidentes críticos prototípicos,  convertidos en casos en los que se solicita una identificación inicial del  contexto, una descripción del problema en cuestión y una relación de las  posibles causas y soluciones del mismo que invitan a los participantes a  discutir y consensuar. En el cuadro 1 se muestra un ejemplo de análisis de un  incidente relativo a unas prácticas de laboratorio. El análisis que nos  proponen estos autores tiene, a nuestro modo de ver, dos limitaciones: 
               a)    Pretende partir de casos reales (o al menos  plausibles), pero que no se relatan en primera persona, es decir, que no son el  o los protagonistas quienes los presentan. Ello permite cierto distanciamiento  en el análisis y, por consiguiente, un tratamiento desde el «deber ser» que  conlleva una implicación emocional menor para los profesores comprometidos en  la formación.b)    No contempla los textos o interpretaciones  del resto de los actores copartícipes en el incidente, sus motivos y  expectativas, con lo que el contexto analizado resulta parcial. Responde en  gran medida a un modelo de formación pre-constructivo que, en cualquier caso,  convenientemente combinado con otros métodos, puede resultar de utilidad.
 Cuadro 1Análisis de incidentes críticos*
 
              
                | Mala organización de las prácticas Contexto Sesión  de prácticas de laboratorio de Ciencias de la Naturaleza con  veinticinco alumnos. Los grupos se organizan por mesas con un coordinador que se  encarga del material y de ordenar y limpiar la mesa de trabajo al finalizar la  práctica. A la sesión asisten varios profesores noveles en prácticas.
                     Descripción / problemática Un  profesor titular y una profesora de apoyo les indican que van a observar una  muestra de mucosa bucal. No hay ningún tipo de explicación. Pasados unos diez  minutos la profesora de apoyo grita: «¡A ver los profesores noveles, vengan a  ver cómo se hace la nueva ciencia!». Todos se dirigen a una de las mesas en la  que tres alumnos, que se ruborizaron y bajaron la cabeza, habían hecho una  «preparación especial: tiñeron el palillo con el que tomaron la muestra y lo  colocaron en el microscopio». En el resto de los grupos había un gran alboroto,  probablemente porque los jóvenes no sabían interpretar las imágenes que veían  en el microscopio. Al final de la sesión el profesor titular, que mientras  tanto se había dedicado a pasar nombres de alumnos a las fichas, les indica que  dibujen todo lo observado para buscar información en los libros (de la  estantería del laboratorio) del tipo de células y tejido.
  Posibles  causas 
                     Las prácticas no se corresponden  temporalmente con la teoría que se explica y son las mismas para tres niveles  diferentes, independientemente del temario que se desarrolla en las clases  teóricas. Los profesores no impartieron siquiera una  pequeña introducción teórica o informativa sobre la finalidad de lo que se iba  a hacer. Solo comentaron que había que obtener muestras de mucosa bucal  (término desconocido por los alumnos) y mostraron el colorante con el cual  teñirlas. El coordinador de la mesa de prácticas es el  mismo durante todo el curso, y los demás alumnos saben que solo observarán, que  no manipularán ni harán nada. El profesor titular está al margen del  desarrollo de la sesión. El profesor de apoyo se pasea sin detenerse  en las mesas: no se interesa por el trabajo de los alumnos. Los alumnos no saben manejar el microscopio,  por tanto no ven nada, y para ellos lo que no ven no existe.  Posibles  soluciones  
                     Relacionar las prácticas con la teoría que  se imparte. Hacer una introducción teórica e informativa  de los procesos a tratar en la práctica.  Aprender a planificar las prácticas, por  parte del profesorado.  Establecer un sistema para alternar el  coordinador de mesa, e incluso variar sus funciones.  Hacer ver a los profesores que su actitud  promueve la falta de motivación por parte de los alumnos por y para el  laboratorio.  Atender a las preguntas, sugerencias y  necesidades de todos los alumnos, guiando la búsqueda bibliográfica solicitada.  Enseñar previamente la utilización del  microscopio.  Desarrollar contenidos durante las sesiones  de prácticas que permitan al alumnado comprender e interpretar aquello que  observa.                                         |  
              *  Fernández, Elórtegui y Medina (2003a, pp. 101-112).
  4.2   Segunda modalidad  Una  segunda modalidad formativa basada en incidentes críticos centra el análisis en  la narración del profesional implicado, a través de un informe más o menos  guiado en el que tratan de resaltarse tanto elementos objetivables sobre lo  ocurrido como las interpretaciones subjetivas del docente (Gallego, 2008;  Moyetta de Rinaudo, Valle de Hamity y Jacob, 1999; Navarro, López Martínez y  Barroso, 1998; Tecnológico de Monterrey, 2009). Puede revisarse un ejemplo en el  cuadro 2, en el que un participante relata un ic  en un foro de discusión telemático. El paralelismo con modelos de  formación re-constructivos nos parece evidente; el motor de cambio es la  reflexión sobre la propia acción y aunque en los relatos o informes pueden  aparecer otros actores implicados, no se produce un contraste efectivo entre  sus distintas representaciones, ni existe un formador que sitúe algunos  patrones referenciales. De nuevo, este tipo de auto-análisis, que puede incluir  la discusión con otros colegas en forma de «caso clínico», puede resultar de  interés si se complementa con otras iniciativas formativas. Cuadro 2Guía de incidentes críticos*
 
 
              
                | Incidente crítico Viernes  13 de febrero. Entré al «foro de decisiones» a las ocho de la noche. Este foro  se estableció por una decisión del grupo de contar con un espacio reservado  para decidir cómo hacer los trabajos necesarios para resolver los problemas del  curso. Hasta el momento se ha usado en tres ocasiones; esta es la cuarta. El  foro se abrió el día anterior. Ya hay siete aportaciones: tres de Laura, tres  de José y una de Martha.
  Interpretación del incidente crítico Aunque  parecía que la idea de Tobías de ayer sobre abrir un foro de decisiones no iba  a funcionar, parece que el grupo encontró, con algo tan sencillo, una forma de  tomar decisiones rápidamente. Es posible que el proceso por el cual el grupo  entienda la tarea, de la misma manera ejemplifica la visión compartida señalada  por Senge. No fue sino hasta que todos entendieron que la idea funcionó,  mientras que cuando Laura y Ezequiel trataban de comunicarnos su visión sin  dejar participar a los demás, el grupo se estancó. ¿Será cierto, entonces, que  la función de Tobías es la de integrador? Sus aportaciones en términos de  contenido son muy pobres, pero sin él el grupo se la pasaría discutiendo sobre  el cómo y no sobre el qué. Trataré de poner más atención a lo que hace Tobías y  cómo afecta al grupo.
 Situación relevante        Viernes  13 de febrero. En el foro Laura sugiere que las lecturas en inglés se manejen  aparte ya que el grupo, en general, no cuenta con personas lo suficientemente  hábiles para traducir. José propone el uso de un traductor que le ha funcionado  bien, y pone un ejemplo de un artículo de la actividad anterior que fue  traducido usando este medio. Laura considera que al hacer eso no se aprende,  pero José indica que la idea es resolver el problema y no aprender a leer en  inglés. Martha interviene sugiriendo que se use el traductor con un artículo  que ya haya traducido el grupo para comparar resultados. Laura está de acuerdo  con esta propuesta y José indica que él hará ese trabajo para que el grupo  pueda comparar. Después de 24 horas aún no empiezan a trabajar en el problema  en sí.
  Interpretación de la situación Esta  ya es la tercera discusión y, sin embargo, es un problema generalizado que los  grupos dedican casi el 85% del tiempo a organizarse y no a trabajar en  contenido. De nuevo Martha interviene cuando dos parecen no ponerse de acuerdo.  ¿Está haciendo la función de balanceador? Lo hace con todos de hecho, lo cual  parece ejemplificar uno de los elementos clave del aprendizaje en equipo (ver  p. 187 del libro de Senge La quinta disciplina). Parece que se han  saltado otra vez el paso de la visión compartida y se están moviendo de la  reflexión pública directo a la planeación. ¿Es esta una limitación al modelo de  adquirir el conocimiento o será que ya saben claramente lo que quieren y por  eso parece que obvian ese paso? Debería preguntar a los alumnos sobre esto en  alguna oportunidad. Será importante revisar la lectura de la semana acerca de  la función individual de cada integrante del grupo. Fernando, alumno de otro  grupo, me comentó que a su equipo le sirvió mucho.
 |  *  Tecnológico de Monterrey (2009).
  4.3   Tercera modalidad   Una  tercera alternativa de formación a partir de incidentes críticos se aproximaría a un enfoque más  co-constructivo por cuanto, por una parte, daría voz a los distintos actores  cuyos textos o interpretaciones sobre lo ocurrido, el ic, confluyen creando el auténtico «co-n-texto» problemático  que lo genera y, por otra, sugeriría cambios para resolver futuros incidentes  similares, en el sentido de qué pensar (concepción), decir (discurso), hacer  (estrategia) y sentir (sentimientos). Un precedente en este modo de actuar lo  sientan las «pautas para el análisis de contextos de asesoramiento» (Monereo y  Castelló, 2004, pp. 73-100) que utilizamos en el pasado en la formación de  asesores/as psicoeducativos, a partir de las cuales hemos elaborado la «Pauta  para el análisis de incidentes críticos» (PANIC),  orientada a la formación de profesores (ver un ejemplo en el cuadro 3).  Pensamos  que esta propuesta recoge, precisamente, la naturaleza contextual compleja en  que suele aparecer un ic, con la  intervención de distintos actores y sus respectivos textos o interpretaciones del  incidente que será preciso aproximar a través de algún tipo de intervención  intencional.   Su  elaboración deberían realizarla conjuntamente, siempre que ello sea posible,  parte de los profesionales involucrados y el formador. Constaría de tres  apartados: 
              Análisis del IC. Responde a la pregunta: ¿cuáles son las  interpretaciones y expectativas de los actores implicados? Para responder a  esta cuestión resulta imprescindible saber, por un lado, cuáles son las metas  del profesor, tanto en relación con el contenido explicado como a sus objetivos  personales respecto a su rol profesional en ese contexto concreto: institución  en la que trabaja y grupo-clase al que enseña. Pero también es importante  conocer cuáles son los conocimientos y expectativas de sus alumnos con relación  a la materia y a su profesor.Intervención sobre el IC. Responde al siguiente  interrogante: ¿sobre qué concepciones, estrategias y emociones debe actuarse?  ¿Cómo, cuándo y dónde debe hacerse? Supone priorizar los contenidos a cambiar y  precisar los sistemas y mecanismos que promoverán ese cambio.Seguimiento del IC. Responde a la cuestión siguiente: ¿los cambios  operados se producen en la dirección y con la intensidad esperada? Requiere  definir indicadores de cambio para cada objetivo de intervención planeado de  manera que podamos saber si se producen progresos efectivos o es conveniente  modificar el sentido de las intervenciones.  4.3.1           Pauta para el análisis de incidentes  críticos (PANIC).Descripción  del contexto en el que se sitúa el incidente crítico  1.    Antecedentes «Soy  profesor del departamento de ciencias sociales  de un instituto de enseñanza secundaria y el pasado curso decidí  contribuir a promover la autonomía de aprendizaje de los alumnos de la eso,  en especial de los de cuarto curso que saltarán a Bachillerato o a ciclos  formativos donde tendrán que ser más autónomos estudiando. Después de revisar  distintas estrategias de aprendizaje aplicables a una de las materias que  imparto, Historia, decidí introducir en algunas de mis clases las líneas  cronológicas (lc) como un medio  para que los alumnos aprendiesen a organizar sucesos y acontecimientos, en un  primer momento históricos, pero también relativos a otras áreas curriculares,  en función del tiempo. Por otra parte, consideré que esa experiencia podía  servir de modelo y acicate para mis compañeros del departamento que también  imparten Historia, poco proclives a meterse en innovaciones. Por ello decidí  realizar tres sesiones sobre la unidad didáctica referida a la Revolución Francesa,  e introducir allí las lc2, y grabarlas en  video para poder analizarlas, posteriormente, con mis compañeros. De los dos  grupos a los que enseño la materia, elegí para realizar esa experiencia el que  tenía alumnos con mayor motivación y un mejor rendimiento, convencido de que  aceptarían de buen grado y con interés los cambios que les proponía.»  2.    Descripción del incidente crítico  «En  realidad nada salió como había previsto. Por una parte, el grupo-clase que  elegí no colaboró como yo esperaba, se mostraron reticentes y los pocos que  llegaron a entender el sentido que tienen las líneas cronológicas admitieron  que no las habían utilizado en ninguna otra asignatura. Por otro lado, mis  compañeros de departamento, si bien aceptaron dedicar una sesión de dos horas a  revisar la primera sesión que grabé, en la que introducía las líneas  cronológicas, decidieron que por el momento no podían secundarme en «el  experimento», palabras textuales del coordinador de mi departamento, porque  este curso ya estaba programado, «quizás el próximo», me dijeron sin excesiva  convicción. Aquí incluyo la trascripción de la primera sesión en la que traté  de introducir las lc a través de  un método de modelado metacognitivo.» Ejemplo de fragmento:Hoy vamos a aprender una nueva forma de distribuir una serie de sucesos  en el tiempo. Para enseñároslo voy a hacerlo yo en la pizarra basándome en el  tema que trataremos: la   Revolución Francesa. Para hacerlo voy a seguir una serie de  pasos que he escrito en esta fotocopia para que la tengáis todos a mano (reparte la fotocopia). Estos son los pasos:
 
               a)    Dibujar una línea en la pizarra entre las  fechas de 1789 y 1799, y dividirla en períodos de un año, y dentro de cada  período, en doce sub-períodos (meses).b)    Leer el capítulo del libro y situar cada suceso  en la fecha correspondiente de la línea que he trazado. Escribir el suceso con  una o dos palabras.
 c)    Trazar una línea paralela a esta primera y  realizar la misma operación pero con sucesos de orden mundial que se produjeron  en la misma época y que ya hemos estudiado (p. ej. la revolución por la  independencia de Norteamérica)
 d)    Una vez situados todos los sucesos, hacerse  algunas preguntas del tipo: ¿cuál es el antecedente del acontecimiento «x»?  ¿Qué consecuencia tuvo el acontecimiento «y»? ¿Cuántos sucesos de tipo «x» se  produjeron? ¿El personaje «z» pudo influir en el suceso «y»? ¿Qué revolución  fue anterior, la francesa o la norteamericana?, etcétera.
 e)    Contestar por escrito a cada  pregunta mediante la lc creada.
 ¿Lo  habéis entendido? Varios alumnos levantan la mano, interrumpiendo al profesor:¿Y  esto para qué tenemos que hacerlo? ¿Esto entrará en el examen?
 Veamos, sí entrará para el examen y el para qué ya lo he dicho, para  tener claro cuándo un suceso ocurrió antes que otro. Eso os puede ser útil en  Historia, pero también en ciencias o en Química…
 «A  continuación dibujé la línea cronológica. Termina la clase.»
  «En  la segunda sesión les mostré un software que les permitiría trazar lc con facilidad3 y les invité a introducir nuevos sucesos en la lc que había creado en la clase anterior:  ¿dónde situaríais la publicación de las obras El espíritu de las leyes de Montesquieu o El contrato social de Rousseau? Utilicé el trabajo en  grupos cooperativos; debían discutir en grupo dónde colocarían cada suceso y  explicar por qué se produjo, a partir de sus antecedentes, y en qué influyó o  qué consecuencias tuvo.» 
  «En  la última sesión, con el fin de saber si dominaban la estrategia, les coloqué  la línea cronológica de la Revolución Francesa  con acontecimientos inventados y fechas erróneas, y debían reorganizar  correctamente la lc. Tras la actividad,  les pregunté si les había gustado trabajar con el sistema de líneas. La  respuesta mayoritaria fue decepcionante. Preferían las clases habituales a las  que ya estaban acostumbrados y que les daban menos trabajo y les provocaba  menos ansiedad.»  «Cuando  expliqué la unidad que había desarrollado a mis compañeros de departamento,  mostrando la grabación de la primera clase y algunos materiales, no parecieron  muy entusiasmados. Solo uno de ellos me explicó que él hacía leer a los alumnos  el capítulo del libro Momentos estelares de la humanidad: doce miniaturas  históricas de Stefan Zweig, sobre la creación del himno de La Marsellesa. Explicó  que un tal Rouget de Lisle –quien se había salvado de la guillotina a la que  fue condenado por contrarrevolucionario durante el régimen del terror– la había  escrito en 1792, pero que un regimiento de soldados marselleses la había  popularizado. La verdad es que me pareció una actividad más propia de  Literatura que de Historia. Por otra parte, cuando les comenté las valoraciones  de los alumnos, ¡casi les dieron la razón!, argumentando que con un grupo que  funciona bien es preferible no realizar cambios. En vistas del éxito con unos y  otros, he decidido que el próximo año volveré a las clases de siempre. ¡No vale  la pena complicarse la vida!»  3.    Actores que intervinieron en el incidente  crítico  Actor  1: Profesor de Historia. 
              Concepciones sobre el IC. Está convencido de que más que  enseñar muchos contenidos es importante enseñar a los alumnos a aprender,  porque como se suele decir «en lugar de darles un pez, mejor enseñarles a  pescar». Por ese motivo piensa que es urgente enseñar a sus alumnos de historia  a ser autónomos y para ello empieza enseñándoles una técnica e instándoles a  que la empleen en otras materias.Cree que el modelado puede ser un buen  método para empezar porque así ven cómo lo hace un experto y pueden imitarle.  Posteriormente deben practicar solos hasta que aprendan a realizar una lc sobre cualquier conjunto de sucesos  acaecidos durante un período histórico, y para que comprueben también que ese  tipo de línea podrían usarlo para representar y comparar la evolución en el  tiempo de varios seres vivos o la efectividad de dos equipos de fútbol jugando  un partido.
Sentimientos asociados al IC. Siente que ha fracasado, aunque  él no es el principal culpable; tanto los alumnos como sus compañeros de  departamento son unos inmovilistas que prefrieren la comodidad al cambio, lo  malo conocido a lo bueno por conocer. Por otro lado, ni unos ni otros valoran  la importancia de ser un aprendiz autónomo, capaz de aprender a lo largo de  toda la vida.Estrategias frente al IC. Piensa que no vale la pena  seguir y es preferible darse por vencido.  Actor  2: Compañeros del Departamento. 
              Concepciones sobre el IC. Se consideran expertos en  historia y, por consiguiente, su prioridad es enseñar los temas de la  asignatura previstos en la programación (y probablemente en el libro de texto).  Las líneas cronológicas pueden ser un soporte para dar una clase o para que los  alumnos realicen una actividad, pero no pueden ser directamente objeto de  enseñanza y evaluación. Uno de ellos, sin embargo, introduce una lectura  histórica sobre el origen del himno La Marsellesa, en la que se cuentan  las peripecias de su autor, con el fin de motivar a los alumnos sobre el tema.Sentimientos asociados al IC. Esta forma de trabajar,  basándose en el libro de texto, les garantiza orden y coherencia y, sobre todo,  les ofrece seguridad frente a «experimentos» de dudosa utilidad.Estrategias frente al IC. Ante las resistencias de los  alumnos a la «innovación propuesta», consideran que existe el peligro de  estropear algo que ya funciona.  Actor  3: Grupo de alumnos escogido de 4º curso. 
              Concepciones sobre el IC. Su objetivo central es aprobar  y, si es posible, sacar una buena calificación que mejore su puntuación media. La Historia debe básicamente  memorizarse y después reproducir parte de lo retenido en la hoja de examen.Sentimientos asociados al IC. Sienten que aprender a elaborar  líneas cronológicas es una pérdida  de tiempo, cuando tendrían que estar avanzando en el programa de la asignatura.  Por otra parte, les preocupa el modo en que ese nuevo contenido se va a  evaluar. La mayoría está acostumbrada a exámenes en los que tiene que recordar  y escribir sobre algún suceso o episodio histórico, y ahora los alumnos ven  peligrar ese dominio si al profesor se le ocurre pedir que representen  gráficamente y relacionen, mediante una o varias líneas, algunos de esos  sucesos. Finalmente no entienden que este sistema pueda resultar de alguna utilidad en otras asignaturas,  como en algún momento ha afirmado el profesor; en todo caso, nadie más les ha  pedido que lo empleen.Estrategias frente al IC. Cuando el profesor realizó el  modelado no entendían nada, ni si eso era importante ni si entraría en el  examen, de ahí que interrumpiesen al profesor con sus preguntas. Decidieron  mantener una cierta resistencia a los intentos del profesor y al parecer,  finalmente, han tenido éxito.  4.    Fase de intervención y seguimiento Cuadro  3Pauta de análisis de incidentes críticos
 
 
              
                | Actor 1. Profesor   Sobre qué intervenir  
                     Deja sin explicar a los alumnos el  significado y sentido de las IC. Reduce una estrategia para la autonomía (uso  condicional de las lc) a una  técnica a reproducir. Emplea instrucción directa más que realmente  un modelado metacognitivo como pretende. Impide la transferencia de las lc a otras materias. Desaprovecha la lectura que propone un  compañero del departamento a sus alumnos. Abandona ante el primer inconveniente.  Cómo intervenir  
                     Explicar su utilidad en temas académicos y  de la vida cotidiana, con ejemplos próximos a los alumnos. Mostrar su uso en  Internet. Analizar las diferencias entre estrategia y  técnica. Revisar el método de modelado y si la  reflexión que se promueve es realmente «metacognitiva». Poner ejemplos de otras materias. Buscar  alianzas con otros profesores para que introduzcan las lc en sus clases. Coordinar con el compañero alguna actividad  a partir de esa lectura. Comprender que toda innovación encuentra  resistencias y requiere cierta persistencia y compromiso. Debería, además,  tratar de comprometer a otros actores institucionales: equipo directivo, coordinador  pedagógico, inspección, etcétera.  Indicadores de cambio  
                     Preparación de una actividad introductoria  para explicar su sentido y significado. Demostrar que comprende la distinción entre  uso técnico y estratégico de un procedimiento (p. ej. las IC). Efectuar un modelado metacognitivo  correctamente. Elaborar buenos ejemplos que sean retomados  por otros profesores de otras materias. Introducir la nueva actividad en una próxima  unidad, compartida por ambos. Aprender de los errores y realizar una nueva  propuesta mejorada, presentándola al resto de la comunidad educativa.                     Actor 2. Colegas   Sobre  qué intervenir 
                     Tienen una visión transmisiva de la Historia. Dejan al actor 1 sin cobertura  psicopedagógica o emocional.   Cómo  intervenir 
                     Crear conflicto a partir de la percepción  que los alumnos tienen de la   Historia y la utilidad que le conceden. Ejercer presión sobre otras instancias  (inspección, dirección, coordinación) para negociar la posible innovación que  plantea el actor 1 y comprometerse con ella.  Indicadores de cambio  
                     Detectar cambios en los discursos, actitudes  y actividades propuestas en clase. Mostrar apoyo al actor 1, aunque sea  negociando la innovación.                     Actor 3. Alumnos  Sobre  qué intervenir 
                     La Historia debe también comprenderse para  interpretar los acontecimientos actuales. Las lC  les pueden resultar útiles para estudiar muchas materias, en la  selectividad y en estudios superiores. Miedo a suspender.  Cómo  intervenir 
                     Ejemplos de films, música, ropa, sucesos,  etc., todo ello de actualidad, que se basa en períodos y acontecimientos  históricos. Exigencia de lc  en otras materias por parte de sus correspondientes profesores.  Testimonio de estudiantes de ciclos superiores y profesionales sobre su uso. Realizar una evaluación continua (p. ej. a  través de portfolios) que permita a los alumnos acostumbrarse al nuevo sistema  y les dé seguridad.  Indicadores  de cambio 
                     Participación, discursos y actitudes  demostrativos de interés por parte de los alumnos. Uso de las lc  en otras materias y en el ámbito extra-escolar. Comprobar que los alumnos aceptan esta forma  de evaluación y la perciben como justa y fiable. |  En  el ejemplo presentado puede observarse ese carácter de «biopsia psicoeducativa»  que posee un incidente crítico, en  el que se concentran y entrecruzan las distintas concepciones, estrategias y  sentimientos de los actores implicados, lo que posibilita un análisis de lo  sucedido ciertamente más complejo, pero también más completo y auténtico, y  que, por lo tanto, permite plantear intervenciones más globales y sistémicas,  que abarquen los diferentes vértices del conflicto. La propuesta recoge ese  proceso multifacético de construcción al que se refieren Varelas, House y  Wenzel (2005, pp. 492–516). De este modo el foco de la formación-intervención  se abre en una doble perspectiva: 
               En un curso de formación «externa» permite  compartir con otros profesores situaciones que seguramente no les resultan  ajenas, pudiendo co-aprender a partir de las representaciones y soluciones  propuestas por otros, convenientemente mediadas por el formador. En un curso de formación «interna», en el  propio centro, o de coaching personal, favorece una intervención más  institucional, apoyada por el formador y/o los servicios de asesoramiento del  centro.  5.    Conclusión Para  finalizar, hemos de decir que pensamos que la formación del profesorado basada  en incidentes críticos, a partir de pautas como la propuesta en este trabajo,  abren nuevas e interesantes vías de desarrollo profesional. Ahora solo falta lo  más difícil: administraciones e instituciones educativas que avalen este tipo  de formación –que no se resuelve con los consabidos seminarios o talleres  intensivos de pocas horas, en días concentrados– y que apuesten por programas  de formación extensivos en el tiempo y orientados a prácticas y proyectos  educativos reales, que comprometan a los participantes y rentabilicen  esfuerzos.  Bibliografía Ausubel, David  P., Novak, Joseph D. y Hanesian, Helen (1978). Educational  Psychology: A Cognitive View. Nueva  York: Holt, Rinehart y Winston.Badia, Antoni y Monereo, Carles (2004). «La  construcción de conocimiento profesional docente. Análisis de un curso de  formación sobre enseñanza estratégica», en Anuario de Psicología, vol.  35, n.º 1.
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