Introducción
Evaluación de la educación: ¿producción de información
para orientar y sustentar las políticas educativas?
La demanda unánime para que se faciliten las condiciones para el pleno ejercicio del derecho a la educación enfrenta hoy a Iberoamérica al desafío de asumir un compromiso político ineludible con nuevas estrategias educativas inclusivas para todos los ciudadanos. En ese marco la evaluación cumple con la función política de ampliar el conocimiento y la comprensión de los complejos procesos que atraviesan los diferentes niveles de la gestión pedagógica. Adquiere un rol sustantivo para orientar la ejecución y el desempeño de los programas y proyectos que apuntan a superar los nudos sobre los que ha quedado estancada la tarea educativa, a pesar de los esfuerzos por aumentar la inversión y de los visibles, pero a veces limitados, avances.
Para transformar en realidad las metas orientadas al logro de una educación inclusiva y de calidad para los ciudadanos iberoamericanos es relevante recolectar, analizar y proporcionar información rigurosa, veraz y relevante sobre el funcionamiento de los sistemas educativos. La mejora de los procesos evaluativos –responder cada vez con mayor solvencia a las exigencias técnicas y metodológicas–, puede llevar a incrementar el desarrollo de dispositivos técnicos institucionales valiosos y poco aprovechados habitualmente en el campo de la política educativa.
En sintonía con lo anterior, y desde hace aproximadamente dos décadas, la región iberoamericana asiste a un importante desarrollo y a un proceso que ha generado la instalación y posterior consolidación de dispositivos institucionales que atienden acciones de evaluación educativa de carácter masivo, sistemático y periódico. Estos dispositivos, que en muchos casos alcanzan la denominación de sistemas de evaluación, sean estos nacionales o subnacionales, se presentan como espacios técnicamente muy complejos y en proceso de consolidación progresiva en los distintos países de la región.
Junto con ellos, en el mismo tiempo, se ha generado un conjunto de iniciativas de carácter internacional, es decir estudios de evaluación que abarcan un número importante de países y que tienden a subrayar el componente comparativo en su desarrollo.
Más allá de las características propias de cada una, estas iniciativas en materia de evaluación educativa constituyen una forma evidente y significativa en que se refleja hoy y se hace visible la preocupación por algunos aspectos centrales del quehacer educativo en la región y que, con mayor o menor certeza, procuran esbozar respuestas significativas a preguntas tales como: ¿qué aprenden nuestros niños y jóvenes en las escuelas?, ¿en qué condiciones lo hacen?, ¿cuáles son los aspectos que parecen gravitar más significativamente en el éxito de la tarea pedagógica?, etcétera.
No obstante los enormes esfuerzos empeñados por los equipos técnicos nacionales y organismos internacionales especializados aún permanece abierta una serie de interrogantes y controversias sobre el lugar que ocupan estas acciones evaluativas, la forma en que se integran a los espacios institucionales dentro del sistema educativo y, centralmente, si han cumplido con uno de sus objetivos iniciales que es el de orientar y generar fundamentos para las decisiones en materia de política educativa.
En ese sentido, se plantearon como ejes de la sección monográfica del presente número de la Revista Iberoamericana de Educación interrogantes tales como:
- ¿Cuáles son los avances y los desafíos pendientes que se observan luego respecto a la inclusión de los dispositivos de evaluación como sistemas productores de información que den soporte y sustento las políticas educativas?
- ¿Cuáles son las estrategias más adecuadas para promover el uso y el aprovechamiento de la información que producen los dispositivos de evaluación?
- ¿Qué estrategias resultan efectivas en la tarea de integrar los resultados de evaluación en los procesos de diseño y planificación de la política educativa de los países de la región?
- ¿Qué obstáculos se presentan hoy en el ámbito iberoamericano para la inclusión de la evaluación educativa en la construcción de sistema integrados de información junto con otros sistemas productores de información educativa?
En síntesis, se propone como eje de debate y discusión una suerte de balance de lo actuado y la identificación de los desafíos pendientes a partir de las últimas dos décadas enfatizando la relación entre evaluación y políticas educativas.
Es por ello que la contextualización histórica de los debates metodológicos y políticos que atravesaron, y atraviesan, los distintos sistemas de nacionales de evaluación iberoamericanos es un marco de referencia al que apelan muchos de los estudiosos que aportan sus reflexiones en este número de la revista. En primer lugar, el trabajo de Pedro Abrantes fundamenta una discusión teórica y empírica de la relación entre las políticas educativas y la evaluación, muestra cómo los sistemas de evaluación se van ampliando, desarrollando modelos híbridos sin poder evadir las luchas políticas y mediáticas que acaban minando su potencial informativo y transformador. Contra todo reduccionismo, no obstante, no dejan de producir datos y conocimientos que interpelan a los actores, sean agentes escolares, del gobierno, o de las organizaciones internacionales.
Enraizado en la historia política, social y educativa de Bolivia, Mario Yapu sostiene que la evaluación es un constructo social donde existen pugnas entre visiones de mundo y procesos instrumentales. El vivir bien, la democracia, la multiculturalidad, y otros nuevos valores del plan nacional de desarrollo abren nuevos desafíos para la educación boliviana y tensionan la evaluación, que no puede ignorar lo avanzado pero tampoco logra integrar las nuevas concepciones holísticas.
João Luiz Horta Neto, en la tercera presentación, enuncia los resultados de una investigación sobre los desafíos de la utilización de la información de las evaluaciones nacionales. Muestra que, si bien estas proveen datos útiles con un enorme potencial para modificar la realidad educativa brasilera, los gestores de las políticas educativas no los utilizan porque no comprenden sus significados, aunque paradójicamente son defensores de su importancia. La falta de aprovechamiento de los resultados de la evaluación de los sistemas de enseñanza podría estar reflejándose en la misma escuela. En la misma línea, en el cuarto capítulo Verónica Benavidez Ormaza sostiene que los resultados de las evaluaciones de logros de aprendizaje –tanto nacionales como internacionales–, que nacieron como una estrategia para conocer el nivel de desarrollo de las competencias de los estudiantes, son poco utilizados lo que, además, no concuerda con la importancia que los países le asignan. Esgrime que puede deberse o bien a que el nivel de dichos resultados compromete a las administraciones, por lo que en muchos casos se prefiere no difundirlos; o a que los equipos técnicos no tienen las competencias suficientes para realizar los análisis correspondientes, sin olvidar los cambios continuos de autoridades en los ministerios que afectan la sostenibilidad de los proyectos de evaluación.
F. Javier Murillo y Marcela Román sostienen, desde el quinto artículo, que la evaluación es un arma poderosa porque emite señales que marcan el rumbo de lo prioritario por hacer a nivel del sistema, las escuelas y las aulas; temida por las consecuencias políticas, personales y profesionales que sus evidencias acarrean y respetada por su creciente sofisticación y desarrollo técnico y metodológico que hacen que sea cada vez más complejo y arriesgado «discutir» con sus resultados. Estiman que el reto más importante que deberán enfrentar los sistemas nacionales de evaluación es hacer de la evaluación de la calidad un recurso relevante para fortalecerla y mejorarla. Por ello, sugieren cinco temas prioritarios para avanzar en la mejora: evaluar a los docentes y los estudiantes en sus escuelas así como también el funcionamiento de las administraciones educativas, valorar la participación de la sociedad en la evaluación, abordar el estudio de factores asociados y plantear la necesidad de la participación social en el diseño de las políticas de evaluación.
Demostrar cómo la evaluación internacional, en este caso el Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (pisa), contribuye a la necesaria y posible mejora de la educación es el planteo de Amparo Vilches y Daniel Gil Pérez en el trabajo presentado en esta revista. Analizan los contenidos de esas pruebas, cuyo propósito es influir en la enseñanza y cuestionan tanto las actuales prácticas de enseñanza como la evaluación, a la que conciben como un instrumento fundamental para incidir en los procesos de enseñanza-aprendizaje de la educación científica. Asimismo, insisten en la necesidad de dar a conocer los materiales del proyecto al conjunto del profesorado, porque, argumentan, justamente ese desconocimiento es el que obstaculiza el profundo replanteamiento de la evaluación, que incorpora las dimensiones procedimental y axiológica a la conceptual, implicado en las pruebas pisa.
Por último, se suman como un aporte específico reflexiones originadas en el Foro sobre Autoevaluación de los centros educativos desarrollado recientemente en el marco del Curso en línea de evaluación educativa del Centro de Altos Estudios Universitarios de la Organización de Estados Iberoamericanos (caeu-oei). En este documento, organizado y elaborado por Nidia Edith Landi y María Elena Palacios, se estructura un debate en torno al proceso de autoevaluación institucional focalizada en las organizaciones escolares como promotor de la cultura de la participación, y otro orientado por los contenidos del proyecto de autoevaluación considerada como proceso colectivo en el que intervienen actores de todos los niveles.
Con la intención de contribuir al desarrollo de competencias evaluativas valiosas y promover la reflexión conjunta sobre los desafíos presentes se presenta este número de la rie.
Lilia Toranzos y Susana Sozzo
Especialistas en Evaluación (oei-Buenos Aires) |