La calidad integral en educación. Reflexiones sobre un nuevo concepto de calidad educativa que integre valores y equidad educativa

Autores/as

  • Jorge R. Seibold Universidad del Salvador, Argentina.

DOI:

https://doi.org/10.35362/rie2301012

Palabras clave:

calidad educativa, valores, equidad, sistema educativo

Resumen

Las respuestas a preguntas como ¿a qué calidad educativa aspiramos?; ¿qué equidad educativa sostendremos? y ¿qué valores impregnarán nuestra tarea docente?, le permiten a Jorge R. Seibold, S.J. proponer una redefinición del concepto de calidad educativa.

La misma refleja la necesidad de que todo proceso educativo incorpore las que el autor considera sus tres condiciones necesarias y trascendentales: la calidad, la equidad y los valores.

Una discusión de cada uno de estos elementos, de su integración en la idea de ‘calidad integral en educación’ y de sus consecuencias sobre la trama y el contexto del sistema educativo formal, conforman los temas centrales de este artículo.

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Biografía del autor/a

Jorge R. Seibold, Universidad del Salvador, Argentina.

Director del Programa de Doctorado en Filosofía de la Facultad de Filosofía (área San Miguel) de la Universidad del Salvador; además es director del Centro de Reflexión y Acción Educativa (CRAE) perteneciente al Centro de Investigación y Acción Social (CIAS) de Buenos Aires, Argentina.

Citas

Notas:

1 Este trabajo fue presentado en un panel en el marco de las «Segundas Jornadas Internacionales sobre Ética y Educación», organizadas por la Cátedra UNESCO «Ética y Política», con sede en el Senado de la Nación, y realizadas en Buenos Aires entre el 30 y el 31 de marzo de 2000.

2 Cfr. Colom Cañellas, A. J.: «La calidad de la educación desde la teoría pedagógica y la historia», Bordón, vol. 40, nº 2, pp. 163-175, 1988.

3 Cfr. Llach, J. J., Montoya, S. y Roldán, F.: Educación para todos, IERAL, Buenos Aires, 1999, pp. 419 y ss.

4 Ibíd., pp. 90 y ss.

5 Esto también lo reconocen Llach y otros al decir: «Es muy importante tener en cuenta que en este tipo de pruebas (principalmente en el área de matemática-ciencias y lengua) sólo se detectan algunas habilidades cognoscitivas de los estudiantes. Quedan totalmente excluidas, en cambio, las capacidades no cognoscitivas, tales como los valores éticos, la motivación, la iniciativa o la valoración del logro...» (Ibíd., p. 94).

6 Esta fuerte correlación entre calidad educativa y factores socioeconómicos, tan señalada en la literatura después de los estudios de Coleman (1966), sin ser absolutamente desmentida fue ciertamente atemperada y redefinida sobre todo en países en desarrollo, tal como el mismo Llach lo señala (Ibíd., p. 102).

7 Llach, J. J. y otros, Op. Cit., p. 94. Se reconoce también aquí la limitación de estos estudios: «Es claro, sin embargo, que dados los objetivos proclamados del sistema educativo, el estudio de estos resultados cualitativos debería incluir también la formación ciudadana, la capacidad de educar a los hijos y el aprendizaje de valores que hacen a la formación integral de las personas humanas. La carencia de estudios sistemáticos acerca de estos aspectos de la educación y, más aún, de su posible influencia en las variables que sí se estudian, es una limitación seria de la literatura de las últimas décadas» (Ibíd, p. 95).

8 Delors, J. y otros: La Educación encierra un tesoro, Informe a la Unesco de la Comisión Internacional sobre Educación para el siglo XXI, Santillana-Ediciones UNESCO, Madrid, 1997, cap. 4, pp. 56 y ss.

9 Así lo afirman Llach y otros, Op. Cit., p. 94: «Sería un grave error, sin embargo, descalificar totalmente a las pruebas estandarizadas en función de sus limitaciones».

10 Cfr. Álvarez, M.: El liderazgo de la calidad total, Ed.Praxis, S.A., Barcelona, 1998, cap. 1; López Rupérez, F.: La gestión de calidad en educación Ed. La Muralla S.A., Madrid, 1997, pp. 39 y ss.

11 Cfr. Shiba, S., Graham, A. y Walden, D.: A new american TQM, Productivity Press, 1993.

12 López Rupérez señala tres valores centrales a modo de «racimos éticos» que acompañan la calidad total empresarial. Estos son la «adhesión personal a un ideal de perfección», la «consideración del otro en tanto que persona» y la «identificación con un proyecto colectivo» cfr. Op. Cit., pp. 63-64.

13 Cfr. Álvarez, M.: Op. Cit., cap. 2, pp. 29 y ss.; véase también el excelente texto de S. Schmelkes Hacia una mejor calidad de nuestras escuelas, Interamer, Washington, 1994, donde se aplican a la vida escolar «las nociones fundamentales de la filosofía de la calidad total» (p. 5, la cursiva es nuestra).

14 Cfr. Schmelkes, S.: Op. Cit., p. 13. Los segundos «beneficiarios» de la escuela son, en terminología americana, los «stakeholders» (los «sustentantes» o «sostenedores») de la misma, como son los «padres, el Mercado y la Sociedad en general» (Cfr. Craig Johnson, E. y Golomski, William A. J.: «Quality concepts in education», TQM Magazine, vol. 11, nº 6, 1999, pp. 467-473).

15 Cfr. Schmelkes, S.: Op. Cit., pp. 31 y ss.

16 Cfr. Ibíd., pp.35 y ss.

17 Cfr. Tedesco, J.C.: El Nuevo Pacto Educativo. Educación, competitividad y ciudadanía en la sociedad moderna, Ed. Grupo Anaya, Madrid, 1995. En esta obra Tedesco, ante las tendencias individualistas del mercado y el centralismo planificador del Estado, propone instaurar la concertación de un nuevo pacto educativo.

18 Un ejemplo de ello son las llamadas «escuelas eficaces», que, sin embargo, han alcanzado logros interesantes. En esa línea una escuela es «eficaz» cuando consigue sus objetivos. Para tal orientación sólo habrá calidad cuando pueda evaluarse el objetivo. Aquí hay una definición «operativa» de calidad. Sólo es verdad lo que puede medirse. El establecimiento de «objetivos», no de «fines» que no podrían evaluarse, es un requisito de la eficacia. Para las escuelas eficaces lo fundamental es la «enseñanza y el aprendizaje», por lo cual la función social o cualesquiera de las otras finalidades que se han adscrito tradicionalmente a la escuela están de más. La escuela será eficaz para esta orientación cuando se dedique a lo suyo, es decir, a enseñar y a aprender, y nada más. cfr. López Rupérez, F.: Op. Cit., pp. 93 y ss.).

19 Cfr. López Rupérez, F.: Op. Cit., pp. 60-63. El ciclo de Deming, en apretada síntesis, implica cuatro operaciones: Planificar, Hacer, Revisar, Actuar (Plan-Do-Check-Act), en continua sucesión hasta alcanzar el objetivo. Es el ciclo PHRA, donde «Planificar significa hacer planes de mejoramiento en las prácticas actuales a partir de datos sólidos. Hacer significa la aplicación del plan. Revisar significa ver si se ha producido la mejoría deseada. Actuar quiere decir prevenir la recurrencia o institucionalizar el mejoramiento como una nueva práctica para mejorarse» (Cfr. Schmelkes, S.: op. cit., p. 66).

20 Cfr. Schmelkes, S.: op. cit., p. 82: «Igualdad es dar lo mismo a todos. Justicia es dar más a los que tienen menos».

21 Años atrás, en 1982, García Hoz introdujo el término «integridad», junto a los de «eficacia» y «coherencia», para caracterizar una de las tres propiedades o rasgos básicos que debía poseer la calidad educativa. En esta perspectiva la «integridad» indicaba el desarrollo de las «aptitudes y posibilidades de cada persona en particular en tanto que individuo inserto en una comunidad» (cfr. García Hoz, V.: Calidad de educación, trabajo y libertad, Ed. Dossat, Madrid, 1982) . En este sentido nuestro concepto de «integridad» es más amplio que el de García Hoz, e incluye a la eficacia y la coherencia, a los valores y a los otros aspectos que miran no sólo al educando, sino también a la institución educativa. Nuestra comprensión de la «integridad» ha asumido y sobrepasado la crítica de la calidad total educativa a los enfoques tradicionales de la calidad centrados únicamente en el currículo y en el alumno.

22 Sobre el concepto de «valor» véase nuestro trabajo «Ciudadanía, transformación educativa e imaginario social urbano. La problemática actual de los valores ante el desafío de la regionalización y el impacto de la globalización», Stroinata, año LV, 1999, pp.54-59.

23 Cfr. Jaeger, W.: Paideia, los ideales de la cultura griega, FCE, México, 1957.

24 Cfr. nuestros últimos trabajos sobre este tema: «Imaginario social, trabajo y educación», Stroinata, año LIII (1997), pp. 119-149; «Ciudadanía, transformación educativa e imaginario social urbano. La problemática actual de los valores ante el desafío de la regionalización y el impacto de la globalización», Stroinata, año LV (1999), pp. 53-89.

25 Cfr. Schelkes, M.: «Ética», Revista de Occidente, Madrid, 1941.

26 Cfr. Bertoni, A., Poggi, M. y Teobaldo, M.: Evaluación: Nuevos Significados para una Práctica compleja, Kapelusz, Buenos Aires, 1997.

27 Cfr. Rossi, M. y Grinberg, S.: Proyecto Educativo Institucional. Acuerdos para hacer escuela. Ed. Magisterio del Río de la Plata, Buenos Aires, 1999.

28 Cfr. de la Orden, A.: «La calidad de la educación», Bordón, vol. 41, nº 2, pp. 156-157, 1988.

29 Para la nueva comprensión «constructiva» y no «transmisiva» del saber y el nuevo rol del maestro, veáse Tonucci, F.: ¿Enseñar o aprender? La escuela como investigación quince años después, Ed. Rei Argentina, Buenos Aires, 1992. Para la revalorización actual del maestro, por su sentido de humanidad, calidez y empatía, que no suple el mejor currículo, véase Jaim Etcheverry, G.: La tragedia educativa, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 1999, pp.156 y ss. Hacia el final de su libro llega a decir: «el éxito en la educación depende de esta relación singular, inexplicable, que se establece entre ellos (el maestro y sus alumnos) en la intimidad del aula» (Ibíd., pp. 214-215).

30 Cfr. Yus, R.: Temas transversales: hacia una nueva escuela, Ed. Graó, 2ª edic., Barcelona, 1998.

Cómo citar

Seibold, J. R. (2000). La calidad integral en educación. Reflexiones sobre un nuevo concepto de calidad educativa que integre valores y equidad educativa. Revista Iberoamericana De Educación, 23, 215–231. https://doi.org/10.35362/rie2301012

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Publicado

2000-05-01

Número

Sección

Artículos del monográfico