Ética discursiva y ética aplicada. Reflexiones sobre la formación de profesionales

Autores/as

  • Ricardo Maliandi

DOI:

https://doi.org/10.35362/rie290953

Palabras clave:

ética, bioética, ética educacional

Resumen

La formación de profesionales, pensada en sentido integral, incluye aspectos morales que atañen a una ética aplicada. La «ética del discurso» de Karl-Otto Apel representa una propuesta de fundamentación ética en la que se procura una transformación de la ética kantiana mediante dos recursos principales: el pasaje de la perspectiva monológica a la dialógica, y la superación del «rigorismo». Sin embargo, se mantiene en la línea kantiana, en el sentido del «apriorismo» universalista. La fundamentación se hace en el marco de una reflexión pragmático-trascendental, que consiste en mostrar el «principio del discurso», expresable como exigencia de que todos los conflictos de intereses sean resueltos por medio de «discursos prácticos» (es decir, diálogos en los que se busque el consenso de todos los posibles afectados acerca de una línea de acción). Lo característico –y a la vez el aporte original de Apel– es el reconocimiento de que un principio bien fundamentado puede no ser aplicable en determinadas situaciones, siempre que sea complementado por un peculiar compromiso de contribuir a la institucionalización de los discursos prácticos. Se trata de un importante «paradigma de aplicabilidad». El presente trabajo propone una variante importante en bioética y en ética educacional, derivada del reconocimiento de cuatro principios.

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Biografía del autor/a

Ricardo Maliandi

Profesor titular de Ética en las Universidades de La Plata, Buenos Aires y (actualmente) Mar del Plata y Lanús, Argentina.

Citas

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Notas:

1 Dado que «todo» lo ético alude a lo «práctico», esa adjetivación pierde relevancia y no permite distinguir lo que con ella se pretende destacar.

2 K.H. Ilting, 1964. Este pensador, fallecido en 1984, fue, en efecto, el primero en usar esa expresión, que se difundió rápidamente sobre todo a través de la importante compilación efectuada por M. Riedel algunos años después bajo ese título (1972-1974). R. Bubner, por su parte, propuso asimismo la fórmula de «renacimiento de la filosofía práctica» (R. Bubner, 1975) .

3 Al margen de los de desacuerdo, que no eran pocos, y que fueron aumentando con el tiempo. En su obra más reciente (1998), Apel llega a una extrema discrepancia, y sostiene que Habermas ha abandonado prácticamente la ética del discurso (ibid., cap. 13: «Auflösung der Diskursethik», pp.727-837).

4 K.O. Apel, 1973, t.II, p. 359, donde habla de la «situación paradójica» en que se ve hoy quien reflexiona sobre las relaciones entre la ciencia y la ética.

5 En el presente trabajo sólo puedo presentar un esbozo muy escueto de ese programa. Para una exposición más extensa véase R. Maliandi, 1991, passim, y 1993, passim. Una versión resumida puede verse en R. Maliandi, 1997, pp. 117-124.

6 Sobre esa interesante polémica, imposible de resumir aquí, H. Albert, 1980, pp. 11 ss., 24 ss., 129 ss., 173 ss. y passim. Del mismo autor: 1975, pp. 100 ss.; 1982, pp. 64 ss., 137 ss. y passim. Las respuestas de Apel: 1973, tomo II, pp. 45 ss.; 1975, pp. 140-173; 1988, pp. 25, 352, 444, etc. Comentarios y exposiciones en A. Cortina, 1985, pp. 149 ss. También Maliandi, 1991, pp. 21-29 y 1993, pp. 89 ss.

7 Una autocontradicción performativa se entiende si se toma en cuenta la dimensión pragmática del lenguaje. Tal contradicción, a diferencia de otra semántica (entre dos proposiciones de las cuales el predicado de una de ellas niega lo que se afirma en el de la otra), se comete con una sola proposición, pero en la cual se niega lo que está implícitamente afirmado en el acto comunicativo por el que dicha proposición se expresa, o bien se afirma lo que en tal acto se niega.

8 Otras veces la incomprensión se deriva, en cambio, de un prejuicio relativista o irracionalista, según el cual hay muchas «razones» (no meramente formas de racionalidad), y ninguna de ellas es apta para una fundamentación universal.

9 Sobre las diferencias entre el Gedankexperiment de Kant y el de Apel, véase mi estudio preliminar a K. O. Apel, 1994, «Semiótica filosófica y ética discursiva» (pp. 47- 62, en especial pp. 54-56).

10 Véase I. Kant, Akad. IV, 421 ss. Me he ocupado más detalladamente de este aspecto en el cap. 8 de mi libro de 1998, pp. 143-159.

11 No es que en tales «encuentros y conferencias» siempre se cumpla con las reglas mínimas del discurso práctico (más bien el caso es lo contrario, y se suele tratar de negociaciones asimétricas en las que los más fuertes hacen valer sus privilegios). Pero el hecho es que, en los últimos tiempos, la necesidad de la apelación al diálogo se ha convertido en un supuesto ampliamente reconocido, y que, según Apel, equivale a una confirmación de la validez de la norma básica.

12 Véase K. O. Apel, 1990, p. 36.

13 Véase ibid., p. 37.

14 Podría agregarse que el actual estado de «globalización» económica tiene, entre las razones de su gravedad, el hecho de que las grandes empresas transnacionales operan simultáneamente en naciones distintas, ateniéndose a códigos jurídicos nacionales muy diversos, según sus propios intereses (que, desde luego, no son los de las comunidades nacionales ni los de la comunidad mundial).

15 Véase K. O. Apel, 1991, p. 172.

16 Con ese título presenté una ponencia al XX Congreso Mundial de Filosofía, celebrado en Boston en 1998, y publicado en las Actas correspondientes, K. Brinkman (ed.), 1999, pp. 83-93.

17 ¿Por qué o para qué querría alguien tergiversar una teoría ética? La respuesta es muy sencilla: se trata de la «ley del menor esfuerzo». Como es difícil y penoso hallar argumentos refutatorios, el recurso más a mano es la adulteración, que no pocas veces deriva en ridiculización. Se trata del «tercer cuerno» de lo que he llamado «trilema del bufón», o «trilema de Aristófanes» en que incurren los escépticos. Véase R. Maliandi, 1998, pp. 297-329 y 1997, pp. 125-133.

18 Véase V. Hösle, 1992, p. 5.

19 Véase R. Maliandi, 1993, pp. 179 ss.; Transformación y síntesis, cit., pp. 69 ss.

20 Véase R. Maliandi, 1998, passim.

21 Véase R. Maliandi, 1991, 1993 y 1998.

22 La fundamentación de los principios cardinales que aquí presento de un modo extremadamente escueto por razones de espacio, también es tema de la misma investigación, que espero publicar próximamente.

23 Sobre esa bidimensionalidad, véase R. Maliandi, 1993, pp. 70 ss., y 201 ss.; y especialmente 1997, primera parte, pp. 19-98. Utilizo ahora, para «crítica», la inicial «K», en lugar de «C», para evitar posibles confusiones con el principio C (de «conservación»).

24 Es algo que N. Hartmann había visto muy bien con respecto a los valores. También Hans Reiner lo ratificó claramente en ese ámbito: «en general existe una prioridad de la exigencia negativa, de no lesionar valores existentes, ante la exigencia positiva de la realización de valores» (Hans Reiner, 1974, p. 172).

25 El plural debería ser, en sentido estricto, «paradigmata».

26 Véase E. Grisebach, 1928, o, en general, los existencialistas.

Cómo citar

Maliandi, R. (2002). Ética discursiva y ética aplicada. Reflexiones sobre la formación de profesionales. Revista Iberoamericana De Educación, 29, 105–128. https://doi.org/10.35362/rie290953

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Publicado

2002-05-01

Número

Sección

Artículos del monográfico