Vol. 10 (1996): Evaluación de la Calidad de la Educación

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En los tiempos presentes, caracterizados tanto por una presencia continua del cambio como por el ritmo acelerado de esa misma mutación, se mantiene constante un discurso que aboga por la reforma de la educación. Sin entrar ahora en las causas de este fenómeno cuasi universal, resulta evidente que, como dice uno de los autores que colaboran en este número, cualquier reflexión sobre el devenir de la escuela solo tiene sentido si descansa sobre un «balance riguroso de existencias», es decir, si poseemos un conocimiento solvente de los «productos» de la escuela. Dicho en otros términos, la evaluación de la educación se ha convertido en un instrumento imprescindible de las políticas impulsoras de reformas educativas.

Es cierto que en el mundo académico, por razones todavía no bien conocidas, determinados temas aparecen de pronto como cuestiones estelares, a veces sin fundamento razonable. No es éste, sin embargo, el caso de la evaluación de los sistemas educativos. La razón profunda del creciente interés de muchos gobiernos por las relaciones entre la evaluación y la educación obedece, a mi entender, a un conjunto de factores que desde hace varios años presionan en esa dirección: los logros de la escolarización en los niveles de la educación básica, la preocupación por una escolarización que no renuncie a determinados estándares de calidad, la necesidad de adaptar el currículo escolar a las exigencias de unas sociedades en proceso de cambio permanente, las políticas de ajustes presupuestarios, las demandas correlativas de una rendición de cuentas en relación con el gasto público en educación, la conveniencia cada vez más apremiante de tener información sobre los resultados efectivos de los sistemas educativos, son todos ellos elementos que han contribuido a poner de relieve las conexiones existentes entre evaluación y educación.

Publicado: 1996-01-01